Descanso celestial y paz eterna [Saga del Arca]

El noé al que apuntaba con el arco, no tardo en reaccionar y en apuntarme con el que parecía ser su arma, un arco, tampoco tardó en dispararme, en el momento que lo hizo solté mi flecha y choco contra el suelo al lado del noé, la flecha que él ,me disparo fue destruido por algo que no alcancé a ver, pero gracias a una de mis compañeras seguía viva.

El enemigo nos dijo como si de un acertijo se tratase donde estaba la puerta, “ en la pereza del noah”, todo se estaba haciendo peligroso según pasaban los minutos, retrocedí hacia atrás dando un salto y volviendo a cargar otra fecha, pero el exorcista llamado Metron me distrajo haciendo que mi mirada se fijara en él, que corría hacia el jardín que había en aquella habitación

Sin pensarlo y haciendo una acción que no había ni pensado comencé a correr detrás adentrándome dentro del jardín, podía ver todas las plantas y los lujos que decoraban aquel lugar, según corría y pasaba plantas me quedaba sorprendida por la belleza que se encontraba allí, era algo merecido de ver, aparte de ser maravilloso era relajante

Antes de terminar de llegar, cuando ya llegué al final pude ver a mi compañero acompañado de akumas nivel dos, en cuanto los vi, activé la inocencia y también pude ver como había una puerta cerrada pero estábamos ya cerca, el exorcista Metron se encargo de los akumas con una facilidad que me dejo atónita, era realmente bueno manejando su arma, esperaba algún día poder manejar mi arco igual

Ya los obstáculos que teníamos habían desaparecido en un abrir y cerrar de ojos, en cuanto todo estaba despejado corrí hacia la puerta en igual que mi compañera Doll, ya faltaba poco para llegar, seguramente entraríamos en otra habitación con otro noé y con akumas con los que luchar, quería ya encontrar la salida estaba harta de tanta puerta.

Cuando llegue a donde estaba la puerta me paré metros antes y caminé hacia la puerta con tranquilidad pero a un ritmo notablemente rápido, acercándome poco a poco hasta que ya tenía delante mío la puerta, me paré y intenté volver a pensar en que encontraríamos la salida en esa puerta, necesitaba un mínimo de esperanza para no perder los nervios, eso era lo peor que me podría llegar a pasar, me aparte hacia un lado dejando libre la puerta para que la persona portadora de la llave pueda abrirla y podamos pasar.

-Otra puerta más que abrir-

Así como el Noah despertó de lo que parecía ser un profundo sueño, Faith se giró a verlo con el mismo interés que tiene un gato al ver una polilla volando. Esperaba al momento de tirársele encima para eliminar aquella fea aura negra que lo rodeaba, casi moviendo la cola impacientemente. Sin embargo, cuando él la miró de manera inquisitiva por un breve segundo, la mirada de Faith se iluminó de un extraño regocijo al ver el color miel brillante (más conocido como dorado para la mayoría) que poseía, pero se perdió rápidamente en cuanto perdieron contacto visual.

Y mientras Lance mantenía su monólogo, ante su pérdida de interés y comodidad causada por los constantes movimientos de aquellos que estaban sobre la extensa cama, se bajó sin siquiera inquietarse cuando su ojo captó brevemente la escena en donde el Noah invocaba su arma y atacaba a una de sus ‘compañeras’.

— ¿Juego? —y como si hubiera olvidado dónde estaba y qué estaba haciendo, un arranque infantil la hizo alegrarse al ver cómo Metron, Doll y Luzna corrían hacia el hermoso jardín japonés, siguiéndoles por aquel simple impulso de divertirse.

Corrió tras ellos tan rápido como sus piernas se lo permitieron, deleitándose con la belleza de las plantas que los rodeaban. Aunque eran pretenciosas, éstas no se alzaban contra ellos y eso le agradaba mucho; sabían cuál era su lugar. Sin embargo, por esto mismo no se dio cuenta cuando el trío de exorcistas se detuvo abruptamente a contemplar la puerta, lo que causó que chocara contra las piernas de Luzna y cayera de trasero al suelo.

— Inocencia activada —escuchó decir a Metron antes de que pudiese levantarse del suelo. Ante la mención de “Inocencia”, escuchó claramente cómo Clareon le espetaba indignado el hecho de que lo haya ignorado por un simple impulso de una niñata— darme un segundo. Tormenta de Rayos —Y un sinfín de colores brillantes y brillosos inundaron el aire, dividiendo su atención entre este espectáculo, Clareon regañándola y los globos metálicos que se destruían y caían como confeti en trozos de chatarra.

Hizo un puchero cuando todo aquello desapareció; todo a excepción de las quejas de Clareon. Suspiró resignada y decidió hacer caso (como siempre) a aquella vocecita tan insistente, que era su subsistir.

E imitando a las dos chicas mayores, Faith caminó sin dejar de conversar mentalmente hacia la puerta, pero a diferencia de ella nuevamente se acercó imprudentemente hasta ella, acariciando con su mano sucia de tierra la superficie. Era suave y le parecía tan bonita como el paisaje japonés que los rodeaba, aquel mismo donde un trampa los había intentado aniquilar sorpresivamente. Por un segundo deseó sin siquiera notarlo que Alice no abriera la puerta. Aquel lugar era tan calmado, tan pacífico, tan relajante y con una ¡enorme cama! Le apetecía quedarse allí eternamente, sólo ella y Clareon… sólo ellos dos.

Spoiler:

La velocidad en que el Noah de la pereza actuó fue sorprendente, teniendo en cuenta su carácter y personalidad. Sin avistar si había dado al blanco, se giró apuntando a la chica que le había despertado con la malvada intención de vengarse por ello. Con gran destreza otra flecha apareció mágicamente en el arco y, rápidamente, el Noah fijó su vista, la punta de la flecha y la frente de la exorcista en la misma recta. Estaba todo preparado para el asesinato, solo hacía falta dejar volar la flecha y que esta siguiera su trayectoria. Todo había sido muy rápido, pero el ritmo de los acontecimientos también lo fue y éste fue aun superior. Los hechos ocurrieron tan rápido que supusieron demasiado para Lance, que se encontró medio herido y con sangre que brotaba alegremente de su hombre bajando por el brazo y tiñendo su ropa de rojo oscuro casi negro, sin darse cuenta.

Estaba a punto de dejar volar la flecha cuando un objeto arrojadizo se clavó en la cama justo al lado de su pie. Él miró de reojo al suelo, vio que era un flecha y se acordó de la exorcista del arco que en estos momentos debía estar muriendo. Pero no oyó nada, ni un grito, ni un lamento, solamente un ruido estridente de velocidad. Otro objeto arrojadizo había cruzado la habitación destruyendo la flecha por el camino y un trozo de cama. Lance se giró, no vio nada, iba a demasiada velocidad. Giró todo el cuerpo, su vista pasó de largo de la exorcista a la cual salvó la vida, hasta una especie de boomerang rosa que se desintegraba en polvo del mismo color clavada en la pared. Sin tiempo a reaccionar, se volvió hacia la chica de ojos lila, ya no estaba. Había salido corriendo hacia el chico exorcista y se dirigían al jardín. Se giró hacia la chica que lanzó el boomerang. Pero no la vio, solo vio una redonda rosa dirigiéndose a alta velocidad hacia su posición. Tomo demasiado rápido.

Todo esto le mareó. O quizás fue el arma clavándose en su hombro izquierdo, o quizás el leve movimiento lateral que le salvó de una catástrofe peor. La herida no era muy profunda, pero lo suficiente para que una ola de dolor recorriese su cuerpo y para que la sangre empezará a salir. Afortunadamente, a pesar del dolor, podía seguir sosteniendo el arco. Lance miró con odio su agresora y, en ese momento, se hizo el silencio. No oyó los otros exorcistas yendo hacia el jardín, no oyó la aparición sorpresa de los Akuma, no oyó los disparos ni las explosiones, no oyó los ataques ni la tormenta eléctrica que derruía su jardín. Reconoció a la exorcista, como un soplo de aire, se acordó de esa chica, Alice. Nunca en su vida podría olvidarla, a esa exorcista. La última persona que le había humillado.

Por su mente fueron pasando recuerdos nítidos y claros sobre ella. Sydney, Oklahoma, su batalla, su derrota, un me entrenaré duro para vencerte algún día, un maldito Noah, un juramento.

- Ju... ju... – solo una risa tonta consiguió salir del interior de Lance. - ¡Jajajajaja! Alice... cuanto tiempo sin vernos. ¿No te acuerdas de mí? – preguntó con un tono burleta. Lance sentía un aprecio especial hacia la exorcista, su primera misión encargada por el Conde fue contra ella. Cuando la veía, solo podía sentir nostalgia. Sin prestar ninguna atención a lo que sucedía detrás susurró. – Hoy me ha tocado el gordo.

Durante unnos instantes, Lance se quedó en silencio, pensativo. Estaba esperando este instante desde hacía mucho tiempo. Por fin estaba delante y el fruto de un gran esfuerzo daría resultado.

- Alice... - dijo con una voz lenta y grave, con un tono enigmático. - ¿Sabes? Conocí a tus padres...

Las exorcistas comenzaba a acercarse a la puerta, todas a excepción de Alice que se detuvo unos instantes como guardándonos las espaldas ante un posible ataque por parte del noah, pero pasados unos minutos se dirigió directamente hacia la puerta que nos conduciría hasta la salida o por su defecto una siguiente habitación, algo que era más probable. Yo por mi parte permanecí en medio del destruido jardín, asegurándome que todos los akumas habían sido destruidos, cosa que no llego a suceder.

Varios niveles 2 salieron desde el suelo, imitando a sus compañeros destruidos. En ese instante la que fue durante tantos meses mi compañera de viaje, se encontraba abriendo la puerta que nos sacaría a todos de allí, lo que me obligaba a mantener distraídos a todos aquellos enemigos de segundo nivel, hasta que las cuatro lograran salir.

El grito de Alice me llego desde lejos, como pretendiéndome avisarme de algo que estaba a punto de ocurrir, algo que en esos instantes yo desconocía ya que me encontraba destrozando akumas con la hoja de mi arma.

Diferentes formas, diferentes poderes, eso era lo que caracterizaba a las maquinas evolucionadas hasta el nivel 2, sin embargo debido a la experiencia recogida durante tanto tiempo peleando al servicio de la orden, no me resultaba difícil eliminarlas antes de que tuvieran ocasión de demostrar su fuerza.

-¿Que hacéis todavía ahí?- grite al ver como las cuatro aun permanecían al lado de la extraña puerta, la cual parecía cerrarse poco a poco, -marcharos que yo les mantendré ocupados mientras tanto-

Las explosiones se sucedían una tras otra, las cuales eran seguidas de un intenso humo que comenzaba a dificultar la visión en el propio jardín, aunque por suerte apenas quedaban unos pocos akumas con vida. Fue entonces cuando divise a Alice, nada dispuesta a irse, manteniendo lo que se podría decir una “agradable” charla con el noah que aun permanecía en el mismo sitio, herido pero en el mismo sitio en el que le encontramos.

-Espero que no estés pensando hacer una estupidez, porque si es así a mi me encantan las estupideces- le dije a la parasitaria tras caer a su lado, -si piensas en hacer lo mismo que el general estupendo, pero me quedo aquí como apoyo, después de todo tu enemigo es un noah, por eso o salimos de aquí sin hacerle caso, o nos quedamos los dos- Una fina sonrisa se dibujo en mi rostro al mismo tiempo que clavaba mi vista en la figura grisácea, alerta ante cualquier posible fecha que pudiera lanzar.

Spoiler:

Los acontecimientos habían ocurrido tan rápidamente, de un momento a otro ella había evadido el ataque de un Noah al que despertó, luego unos cuantos demasiados akumas estuvieron a punto de atacarles a no ser por el poder del joven pelirrojo y después, se hallaba justo al lado de la puerta para ir a la siguiente habitación, omitiendo olímpicamente las anteriores situaciones en las que habían estado inmiscuidos, sólo se detuvo a pensar mientras esperaba a que la dichosa puerta se abriera, ¿Qué era lo siguiente que les esperaba?

Alice llegó junto a ellas frente a la puerta, murmurando algo que a sus oídos no captó, colocando la llave en la cerradura y haciéndola cambiar drásticamente, una luz demasiado brillante la cegó durante unos segundos provocando que se los masajeara después de haberlo presenciado, al volver a mirar a la puerta ésta había cambiado a un tipo de cristal muy hermoso, pero al igual que la puerta anterior, se cerraba poco a poco.

Alice les indicó que salieran de inmediato, no con esas palabras exactas pero eso les ordenó, Doll no se inmutó ni un segundo y traspasó la puerta en cuestión sin ningún tipo de remordimiento que le revolviera los intestinos en el interior, no era que no le importara si alguien se quedaba a luchar contra aquel perezoso noah, aunque ella no deseaba eso, era algo que debían tener en cuenta, algo que estaba presente. “El sacrificio”.

—Tened cuidado. —No tenía ni la más remota idea del porque su boca había pronunciado tales palabras, pero tampoco podía trapasar aquella puerta con el silencio mortífero encima.

OFF:

En cuanto volví a escuchar por segunda vez que nos marcháramos de allí, en cuanto vi a Doll atravesar la puerta que poco a poco se cerraba, antes de pasarla me di la vuelta mirando a aquel panorama, quería quedarme para luchar pero alguien más fuerte que yo parecía que se iba a quedar, minutos antes de que Alice abriera la puerta que teníamos delante de nosotros, yo solo hacía que mirar al suelo pensando y pensando en qué hacer

Cuando la puerta finalmente fue abierta y sentí aquel “clack” tan característico que sonaba una vez se abría algo con una llave, levante la cabeza mirando aquella puerta y permitiendo que la luz que salía de ella, otra vez aquella luz tan cegadora que podría llegar a penetrar unas gafas de sol y molestar a quien se las pusiera, volvió a cegarme de nuevo, volví a poner mi mano izquierda delante de mis ojos haciendo que aquel destello tan brillante no me hiciera daño aunque algún rayito se colara entre mis dedos

Esa luz disminuyo poco a poco hasta que perdió la potencia cegadora, en ese momento aparte mi mano de delante de mis ojos permitiéndome ver aquella puerta, ¿A dónde nos llevarías ahora?, pensaba mientras miraba a mis compañeros, a cada uno de ellos que permanecían allí, apreté con fuerza mi arma y como hizo mi compañera Doll, como si su sombra yo fuera, detrás suyo fui dejando otra parte atrás de aquel arca y adentrándome en otro extraño lugar que no pensaba ni como seria

-Tengan cuidado Alice y Metron-

Como si de una fantasma me tratase desaparecí de aquella habitación después de decir eso, deseándoles a mis dos compañeros suerte por así decirlo y esperando volver a verlos, de entre esa luz que salía de la puerta desaparecí de allí.

(Cambio de escena)

Spoiler:

El murmullo de Alice la hizo espabilarse y se hizo a un lado para dejar a la chica abrir la puerta con toda comodidad. Sin embargo, no pudo resistirse a verla curiosamente, cosa que se arrepintió casi de inmediato al iluminarse la puerta cuando se transformó. La luz cegadora le hirió la vista y como vampiro, los cerró con dolor y los frotó insistentemente con sus puños, como queriendo quitarse la molestia que le produjo ver tan directamente la luz.

— Rápido salgan —la voz de la parasitaria la hizo abrir los ojos con cuidado, a lo que pudo contemplar la nueva forma de la puerta. Parecía de cristal, terso y brillante. Nuevamente, esa habitación estaba llena de cosas bonitas~

Observó con los colores aún distorsionados, acostumbrándose a la luz natural tras el flashazo anterior, como Luzna y Doll abandonaban la habitación bonita adentrándose en la nueva puerta, desapareciendo como fantasmas. Le recordó al juego de corre que te pillo de antes y las iba a seguir, pero el sonido de una batalla la distrajo. Volteó a ver y pudo divisar a Metron luchando contra más niveles dos –no tenía idea de dónde habían surgido– y pronto lo vio caer junto a Alice, como si no tuviera intenciones de marcharse.

Y por primera vez en su vida, no deseó dejarlo atrás. Pero se rehusaba a pensar que le había tomado algún tipo de afecto a ese chico. Es decir, ya había hecho misiones con otras personas (odiosas, por cierto) y esta era sólo su tercera vez estando con él en alguna misión si hacía mucha memoria, reconociéndolo en tierra Mexicana. Además, ella sólo necesitaba de Clareon, ¿cierto?

Pero aunque no lo necesitaba, se mostraba renuente a dejarlo allí. Sin siquiera notarlo, sus cejas se alzaron formando una expresión de tristeza que haría creer a cualquiera que iba a llorar. Apretó sus puños y dio media vuelta, mentalizándose que era su problema junto con el de Alice si se quedaban, así como había sido problema del General. Ella no necesitaba de nada ni de nadie que no fuera Clareon.

Ir Clareon. Por puerta…

Y cruzó la puerta cuando la intensidad de la luz había disminuido tanto, que indicaba que sólo permitiría pasar a un espabilado más para escapar.

{Cambio de Escena}

Spoiler:

- No mientas, ellos están muertos. – respondió Alice, que ya había cruzado todo el jardín medio destruido hasta llegar junto sus compañeros que se encontraban al lado de la puerta. La respuesta extrañó al Noah, que dedujo que ella no sabía nada.

Lance se tocó la herida del hombro, ya no sangraba y solo le hacía un poco de daño al mover, no era nada grave. Una vez comprobado su estado físico apartó cuatro almohadas que tenía alrededor suyo a patadas y cruzó toda la cama en dirección al jardín. Al llegar al borde, bajó de un salto y oteó, sorprendido, el horrendo paisaje en el cual se había convertido el jardín. La mayoría de los Akumas habían sido destruidos y el jardín había sufrido numerosos daños. Pero eso no fue lo único que le sorprendió. El Noah se llevó una gran sorpresa al ver que los exorcistas habían conseguido abrir la puerta. Él pensaba que nunca podrían abrirla porque no tenían la llave, pero la tenían y habían abierto la puerta. La niña, la chica que le despertó y la chica del arco habían cruzado hacia la siguiente estancia. Solo quedaban Alice y el chico pelirrojo, parecía que estaban hablando.

- Maldita sea... – maldijo Lance al ver que tres exorcistas se habían escapado y que los otros estaban a punto de hacerlo. La puerta se estaba cerrando y ellos estaban tan cerca que era imposible atraparlos antes de que la cruzaran y se cerrase. Ante esa misión imposible, Lance optó por cambiar de estrategia. – No me mientas tú, Alice. – dijo con aire despreocupado sentándose al borde de la cama. – Hace poco fui a visitarles y se llevaron una gran sorpresa al oír hablar de ti. – suspiró como si sus palabras no tuviesen importancia. – Sobre todo tu padre, ¡qué buen hombre está hecho! – se detuvo durante unos segundos. – La cara pálido que se le quedó al saber que todavía estaba viva no se puede describir y... ¿qué decir del dinero que em ofreció por mi silencio? ¡Jajajajaja! – después de una gran carcajada volvió otra vez el silencio. – Y tu madre... sus últimas palabras fueron dedicadas especialmente a ti. Fue una lástima, yo no quería hacerlo, pero ella me obligó... – dijo con odio, recordando a esa mujer.

Lance había optado por atacarla psicológicamente. La observaba atentamente para ver su reacción, miraba fijamente su cara para apreciar cualquier cambio. Esperaba que su ataque diera resultado.

Spoiler:

Era una mala situación, una muy mala. El noah parecía haber captado la atención de Alice con varias frases referentes a sus padres, lo cual seguramente hubiera enfadado a cualquiera, incluso yo mismo, pero en esos momentos no debían dejarse llevar por los sentimientos, debían salir de allí lo más rápido posible.

De pronto algo con lo que no contaba ocurrió, la exorcista se giro para soltar unas palabras que recibí como si fueran un golpe, un golpe a todas mis ideas y pensamientos, un golpe que me dejo sin aliento ni posibilidad de responder, ¿Acaso pensaba sacrificarse por las palabras de aquel tipo? Eso era lo que parecía, y nadie haría que cambiase su decisión. A pesar de todo lo que siguió a esa extraña expresión sí que fue un verdadero golpe, uno directamente a la boca del estomago, un puñetazo que me pillo totalmente de improvisto, que me obligo a inclinarme hacia delante mientras daba un par de pasos hacia atrás, acercándome peligrosamente a la salida, una salida que iba a tomar me gustase o no.

Antes de que pudiera reaccionar, mientras trataba de recuperar el aliento, un empujón por parte de la parasitaria me hizo caer de espaldas en la cortina blanquecina, mientras que veía como la llave volaba directamente hacia mí, escuchando lo que podrían ser las palabras de despedida de la que fue mi compañera de viaje.

“Dile a mi maestra” “…Que no llore, pase lo que pase”

La puerta termino cerrándose delante de mía, sin que pudiera hacer nada para evitarlo, viéndome obligado a continuar sin una segunda pieza del equipo.

Sera…

(Cambio de escena)

Spoiler:

Ya la tenía. Alice había empujado a su compañero al otro lado de la puerta mientras esta se cerraba poco a poco. Lance no prestó atención a las palabras de despedida de los exorcistas, sonreía levemente porque la jugada le había salido bien y ahora tendría la gran oportunidad que tanto esperaba. La puerta se cerró definitivamente, él y ella se quedaron a solas en la habitación.

- ¿Que te hace decir eso?- hablo Alice en un tono brusco que casi ofende al Noah.- Y mas te vale que me des una respuesta acertada, no tengo intenciones de quedarme en este lugar.

- Bueno... – Lance alzó la mirada hasta encontrarse con los ojos de la exorcista. – Si lo digo será por algo. – utilizó el mismo tono que ella había empleado con él. Estuvo unos segundos callado y habló más relajadamente, con un tono serio y grave. – Después de nuestro encuentro en Oklahoma, decidí indagar un poco sobre tu pasado.

De hecho, Lance se había obsesionado con Alice. No podía parar de pensar en ella y esa obsesión llegó a límites insospechado. Lance o podía vivir, soñaba con ella, pensaba en ella todo el día. La sombra de Alice lo atormentaba hasta el punto de volverle loco. Harto de esa situación, decidió buscar toda la información posible de Alice y empezó una pequeña aventura. Evidentemente, este pequeño detallo de su obsesión lo pasó de alto en su explicación.

- Gracias a unos buscadores charlatanes y un poco de tortura, supe que estuviste en un orfanato de Luxemburgo. No fue difícil encontrar cual era, en una semana ya había recorrido todos ellos. Encontré un orfanato de monjas, quizás te suene, las monjitas opusieron resistencia en un principio, pero luego ya se soltaron. Tranquila, no les hice nada malo. Y, al final, me dijeron que te encontraron en una casa a las afueras de Luxemburgo. Fui allí y sólo encontré un viejo medio muerto, pensé que no me serviría de ayuda, pero fue todo lo contrario. Quizás fuese la alegría de encontrar gente, no lo sé, pero me contó todo sobre ti, tu madre adoptiva y el extraño señor que se la entregó. Me dijo un nombre y que vivía en Luxemburgo. Volví allí y busqué en los archivos nacionales hasta encontrar lo que necesitaba: Bernhard Eisenstadt, Ministro de Asuntos Interiores, Rusia. Así que emprendí el viaje hacia allí...

*Unos meses antes*

“...Llegó a Moscú una mañana cualquiera de un día otoñal. Hacía frío y nevaba levemente, los copos caían y formaban un suave manto blanco en el suelo que se convertía en marrón por el pasar de los coches y de la gente. Para los ciudadanos eso era una simple nevada sin importancia, pero para Lance era sorprendente ver como a esas alturas del año ya hacía tan frío. Pero eso no era lo que le preocupaba, sólo tenía una cosa en mente y venía dispuesto a encontrar ese hombre.

Anduvo por las estrechas calles del centro de Moscú durante largo rato, se percató que llevaba poca ropa comparado con la gente que cruzaba la calle, aunque no tenía mucho frío, la sangre le ardía. Tras un par de horas, las calles se hicieron más amplias hasta convertirse en grandes avenidas concurridas. De repente, ante el asombro del Noah, el mayor lugar nunca antes visto apareció ante su sorprendida mirada. Por unos segundos, olvidó a Alice y a su padre, olvidó el asunto que lo traía a esa gran ciudad, lo olvidó todo. La plaza Roja se alzaba delante suyo y él se quedó sin palabras. Quieto, de pie, sin percatarse de la gente que iba y venía, observaba con la boca abierta la magnificencia de ese lugar. Los edificios de ladrillo rojo se levantaban sobre los hombros de todo el mundo y, al otro lado de la plaza, se alzaba potente un gran palacio y Lance empezó a caminar en su dirección. Ahora ya no contemplaba la plaza ni ninguno de sus rojos edificios, ahora tenía la mirada fija en el palacio, donde presuntamente se encontraba su objetivo.

Tras visualizar la puerta del palacio, se percató que entrar allí no sería tarea fácil: había decenas de guardias custodiándola. Rápidamente ideó un simple plan para entrar dentro. Rodeó el palacio hasta encontrar una zona apartada de la multitud, allí encontró un guardia solitario que no se podía ni imaginar el destino cruel que le esperaba. Unos minutos después, delante la puerta principal, apareció Lance vestido con el uniforme militar, le fue fácil entrar y moverse por el interior del palacio (a penas tuvo tiempo de maravillarse con todos los lujos que había dentro). No tuvo problemas para encontrar el despacho del hombre deseado. Una puerta de roble separaba los destinos de los dos hombres. Lance clavó su mirada fría ante las letras doradas que presidían la puerta: Bernhard Eisenstadt, Ministro de Asuntos Interiores. El Noah llamó y, sin esperar respuesta, entró.

El despacho olía a muebles viejos, las paredes estaban ocupadas por estanterías llenas de libros. Una gran mesa llena de papeles y un par de sillas estaban sobre una gran alfombra con un extraño dibujo en el medio cubría el suelo. Detrás de la mesa, un ventanal permitía ver todo lo que ocurría en la plaza,la nieve que seguía cayendo. Sentado en una silla, ante el ventanal, la atenta mirada de Bernhard Eisenstadt lo escrutaba:

- ¿Qué quiere soldado? – dijo con voz autoritaria de hombre muy ocupado.

- Señor, no soy un soldado. – Lance se quitó el uniforme que le daba calor. Estaba sudando, pues no se había quitado su ropa antes de ponérselo. – He venido por otros asuntos.

- ¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué estás aquí?! ¡¿Cómo te han dejado entrar?! – preguntó alarmado el ministro mientras cogía el teléfono.

- Tranquilo, no quiero hacerle daño. – levantó las manos en señal de tener buenas intenciones. – Sólo quiero hacerlo unas preguntas...

- Uhm... – dudó el ministro. – De acuerdo, pero luego lárguese de aquí. – colgó el teléfono sin llegar a marcar ningún número.

- Vengo a hablarle de su hija.

- Yo no tengo ninguna hija. – respondió rotundamente. Por primera vez, Lance se fijó en él. Era un hombre de mediana edad, pero se le veía envejecido. Las arrugas castigaban su tez y los cabellos morenos dejaban entrever algunas canas. No se parecía nada a Alice.

- Vamos, no mienta, estamos en confianza. Usted no debe ocultarme nada a mí. – utilizó un tono de voz suave. – Hábleme de Alice. – el rostro del ministro cambió de repente, sus arrugas se acentuaron y empezaron a temblarle las manos.

- N-no... no sé de que me habla. – balbuceó. Estaba nervioso.

- ¡¡No me mienta!! – gritó furioso Lance. - ¡Hábleme de Alice!

- No puedo ser... – se tapó la cara con sus manos temblorosas, empezaba a sudar. - ¿Cómo conoces lo de Alice? Hace ya... hace ya 16 años que murió... ¿cómo lo has sabido? ¿Quién te lo ha contado? ¡¡Dime!! – golpeó con las manos encima de la mesa y alzó la voz grave con rabia. Se levantó y señaló a Lance con la mano temblando todavía.

- Vamos... – Lance pasó por alto las preguntas de Bernhard. - ¿De verdad cree que Alice está muerta? Siento decepcionarlo, pero está viva. Bien viva, para ser precisos. – eso fue como un puñetazo en la tripa para el ministro. Cayó sobre la silla, con la mirada fija sobre el escritorio y temblando entero.

- No... no puede ser. – susurró incrédulo. - ¿Cómo... cómo puede estar viva? Ellos... tenían que matarla... ¿cómo no lo hicieron?

- No lo sé... pero puedo asegurarle que está viva, yo mismo la he visto hace poco. Y también me asegurado que usted es su padre. No hay posibilidad de error. Así que usted la mandó matar... - ahora fue él quien se sorprendió y mucho, pero el ministro no lo dejó tiempo para pensar.

- Lárguese... – dijo muy flojito. – Lárguese... ¡¡Lárguese!! – chilló con todas sus fuerzas. Con unos movimientos rápidos y ágiles cogió su talonario y escribió en él. Luego, alzó el talón hacia Lance. - Cógelo y lárguese para siempre. Nunca quiero volverle a ver en Rusia, con esto tendrá suficiente para irse de lejos de aquí con toda su família. Son 20 millones de rublos, casi todo lo que tengo. Espero que eso gane su silencio. No quiero que nadie se entere de esto, ¡nadie! ¿Me oye? Mi carrera y mi futuro no pueden verse alterados por un error producido en el pasado. Gracias a que borré del mundo a ese engendro, he podido optar a ser alguien en esta vida. Ahora tengo fortuna y poder. Soy un miembro importante del Kremlin y una pieza clave para el futuro del país. No quiero perderlo por una cosa que pasó hace dieciséis años. ¿Me entiende? No quiero echarlo todo a perder... – estaba ofuscado, en esos minutos parecía que hubiese envejecido diez años de golpe.

- ¿Sabe que opino de usted? – Lance cogió el talón y lo rompió. – Me parece un desgraciado, un engendro de la humanidad. Capaz de mandar matar a su hija para mantener su estatus social. Y no sólo eso, pagar para silenciarlo. ¡¡Usted me ve con cara de poder comprarme!! ¡No me haga reír! Usted es basura y yo no quiero rebajarme a su nivel de mierda. – furioso se giró y enfiló hacia la puerta. – Y tranquilo, no ganaré nada por contárselo a nadie así que no se preocupe, cerdo. – cerró de un portazo y se fue. Dejando a un hombre hundido en su miseria en el despacho.

Lance salió del palacio con facilidad. Puesto que estaba dentro, ningún guardia se opuso a su salida. Estaba furioso pero confuso, lo ocurrido en ese despacho le mordía la conciencia. Pensativo, enfiló hacia la plaza cuando, de entre la multitud, aparecieron dos hombres de negro que le dispararon por la espalda. Dos disparos, no más. La gente huyó despavorida y los dos hombres se quedaron para ver como caía el muerto. Pero esto nunca ocurrió, sin apenas poder reaccionar, una flecha les travesó la cabeza a cada uno. Lance paseó su áurea mirada por los cuerpos sin vida de los asesinos hasta levantarla hacia el ventanal por donde había mirado antes. Vio a un hombre temblando, con cara de horror, que le caía una copa de whisky con hielo al suelo, destrozando toda la alfombra. Lance se volteó y desapareció de esa ciudad sin pararse a mirar por última vez la grandiosidad de la plaza Roja...”

*Ya en la actualidad*

-... Y así fue como conocí a tu padre. De hecho, me hizo gracia su reacción, creyéndose capaz de comprarme por un puñado de rublos. Yo de ti me alegraría de que hubiese querido matarte, ya que por lo menos no has tenido que vivir con ese maldito bastardo. – sólo con pensar en ese hombre, Lance se enfurecía. Pero rápidamente se olvidó de él y centró sus pensamientos en Alice. - ¿Qué te parece? Tu padre intentó matarte y, por si fuera poco, pagar por mi silencio. ¿No te repugna? ¿No te sientes mal? – una sonora risotada inundó la habitación. – Pues espera, aún queda la visita a tu madre...

Spoiler:

Lance se complació al ver que su historia hizo el efecto deseado en Alice. La exorcista tenía la mirada hundida, tapada por su cabello, hasta que levantó la mirada, desafiadora, tal y como hace un tiempo hizo de la misma forma su madre. Alice le retó:

- ¡Cállate! No quiero escuchar ninguna de las mentiras que has dicho. - por un momento, Lance recordó a esa mujer, cerró los ojos y apretó los puños para que el recuerdo abandonáse su mente y pudiese concentrarse en Alice. El odio abandonó su cuerpo y, más relajado, contestó a Alice.

- No me escuches si no quieres. - dijo con un tono sincero y tranquilizador. Quería bajar las revoluciones de Alice, que parecía alterada. - Todo lo que digo es verdad, pero haz lo que quieras. Si no quieres creerme adelante. Pero todavía no he terminado con la historia, aún queda la visita a tu desafortunada madre.

Seguía sentado, cogió aire y respiró profundamente. Él también estaba un poco alterado, los recuerdos sobre la madre de Alice le producían malestar, hizo un esfuerzo para ordenárlos y poder explicarlos con claridad.

- Al cabo de unos meses de la visita a tu padre, fui otra vez a Luxemburgo. Allí me dijeron el paradero de tu madre. Me contaron que estaba en cierta ciudad italiana donde tenía una actuación...

*Tiempo atrás*

Las puertas del Arca se abrieron y mostraron ante Lance la ciudad más bella de Italia: Florencia. Cuna del Renacimiento, Florencia albergaba una magia única fruto de la majestuosidad de sus monumentos y edificaciones, toda ella era arte puro. Pero Lance, admirador del arte y la buena arquitectura, no fue a Florencia de turismo. Venía en busca de esa mujer especial y estaba decidido a encontrarla.
Era un día a mediados de primavera, aunque el sol mediterráneo lanzaba luz y calor veraniegos. La gente, paisanos y turistas, disfrutaban del magnífico día que el clima les ofrecía, iban con manga y pantalones cortos . Lance, en cambio, iba con su vestimenta habitual, aunque no se quejaba del calor.

En una calle amplia y transitada vio un cartel que le llamó la atención, había dibujado un retrato de una mujer de cabella largo y oscuro de espaldas y con letras grandes y relucientes ponía: Divina Adelaide Divella, singola sessione. Stasera alle 10. Teatro Verdi. Al verlo, Lance sonrió alegremente mientras lo leía. Sin saber mucho italiano, pudo deducir su mensaje. Se alegró al saber que ella estaba ahí y que actuaba esa noche. Decidió matar el tiempo por la ciudad hasta que fuese la hora. Paseó tranquilamente por las bellas calles de Florencia durante un par de horas, hasta media tarde. No tenía prisa para encontrarla, puesto que sabía que ella no se iba a marchar de allí. Se sentó en un bar en la Piazza della Signoria y se tomó un helado mientras observaba, sin prestar mucha atención, la gente que paseaba por las calles. Luego, cuando ya anochecía, fue al Mamma Mia Ristorante a cenar, comió un gran y apetecible plato de espaguetis a la carbonara. Un vez terminada la cena, se dirigió al Teatro Verdi.

Pagó la entrada sin rechistar ni causar alborotos. Quería presenciar la actuación antes de ir a visitarla, le hacía ilusión conocer como era la madre de Alice y, en especial, cómo cantaba. El Teatro Verdi era magnífico, muy majestuoso, estaba diseñado con los más lujosos detalles, acabados dorados y los asientos estaban forrados con una fina tela. Lance se sentó en su asiento situado en un lateral, se acomodó en el cómodo asiento y esperó pacientemente a que empezara el espectáculo. De repente, las luces se apagaron y empezaron a circular personajes por el escenario, una detrás del otro, cantaban estridentemente con voces graves y agudas. A pesar de esto, la combinación era harmoniosa y resultaba agradable para los oídos. Tras unos de diez minutos de alboroto, el escenario se tranquilizó y quedó vacío completamente. Entonces, apareció ella. Una mujer esbelta, de apariencia joven, con largos cabellos oscuros que contrastaban con un blanco traje que brillaba a la luz del foco que centraba toda la atención en ella. Lance quedó petrificado.

- ¿Alice? No puede ser... - esa mujer era el vivo retrato de Alice, vistas de lejos eran idénticas. Por un momento, Lance pensó que quien tenía delante era la exorcista.

Ante el asombro del Noah, la cantante empezó a cantar. Inspiró largamente cogiendo mucho aire y su chorro de voz llenó toda la sala. Su voz era magnífica, como la de un ángel, hizo las delicias del público que soltó un “Oh” cuando empezó a sonar. Nítida y plácida, su voz llenó de paz toda la sala, excepto a una persona. A Lance le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo nada más escuchar su voz. Al instante, se imaginó a Alice lanzando un ataque con su arma parásito, una onda de choque. Ese amargo recuerdo le torturó por el interior, le recordó porque había venido hacia esa ciudad y cual era su objetivo. Concentró todo su odio hacia esa mujer, hacia Alice. Durante todo el primer acto la miró fijamente canalizando todo su rencor havia ella.
Finalizado el primer acto, todo el mundo abandonó la sala para tomar el aire y algo para refrescarse. La cantante también se retiró y el telón bajó. Lance aprovechó para salir de allí y colarse entre bastidores. Buscó desesperadamente su camerino hasta encontrarlo. Estaba delante: Adelaide Divella. Empujó la puerta y entró. La vio allí, sentada delante el tocador retocándose el pelo. Ella lo miró con cara de indiferencia.

- ¿Qué hace usted aquí? – preguntó con un tono de voz neutro, pensándose que ese hombre era una de esos fans que removía celo y tierra para encontrarse con ella. – Si quieres pedirme mano, o cualquier tipo de relación vete haciendo a la idea que no conseguirás nada. – y se giró hacia el tocador, con un gesto de superioridad.

Atónito, Lance entró y cerró la puerta. Observó que Adelaide también tenía los ojos de un azul muy oscuro, igual que Alice. Pero de cerca se podía ver que no era tan joven como aparentaba de lejos, tenía alguna que otra arruga disimulada. Aun así, era el vivo retrato de Alice.

- ¿Qué? ¿Te vas a quedar aquí pasmado toda la noche? – preguntó con sarcasmo.

- ¿E-eres Adelaide? – dijo aún sorprendido.

- Pues claro, ¿a ti qué te parece?- su puso a reír burlescamente.

- Vengo a hablarte de una cosa muy importante... – Lance despertó del sueño y el odio volvió a recorrerle el cuerpo mientras su sangre hervía. – De su hija.

- Yo no tengo ninguna hija. – dijo, con el mismo posado indiferente. – No tengo tiempo para eso.

- ¿No? – dijo con socarronería mirando al suelo. - ¿Y qué me dice de Alice?

- ¿Alice? – por un momento se paralizó, sus músculos se tensaron. Pero rápidamente volvió a su estado anterior. – No conozco ninguna Alice. – se retocó al sombra de ojos.

- ¿Seguro? Te haré memoria: es aniña con una extraña marca que ordenaron matar por el bien de su prestigio y futuro. ¿Aún no te suena?

- ¡CINCO MINUTOS PARA EL SEGUNDO ACTO! – se oyó a través de un altavoz.

Adelaide se levantó, muy seria y callada. Apartó a Lance de delante la puerta y se fue, pero justo antes de cerrar la puerta susurró:

- Cuidado con lo que hace señor, con una sola palabra puedo hacer que le maten. Desaparezca ahora mismo de esta ciudad, por su bien.

Lance, sonriente, se sentó en el sofá a la espera que terminase el segundo acto. Había conseguido lo que quería, llamar la atención de Adelaide para jugar un poco con ella antes de sacarle información sobre Alice. En ningún momento miró fijamente a la cantante, porque le recordaba tanto a Alice que hubiese hecho alguna locura. Ahora, en la soledad, estaba más tranquilo. Observó el camerino, era una sala pequeña repleta de pósteres y fotografías, constaba de un armario, un tocador con una silla y el sofá. Era todo muy pequeño. Se fijó que encima del tocador había todo de potingues de maquillaje y cremas, también había botellas y bebisas. Oyó como Adelaide empezaba a cantar otra vez. Suspiró y esperó a que terminara el segundo acto. Había tres, así que tenía que terminar rápido.

La espera fue larga, pero Lance se consolaba pensando en todo su remordimiento. Al fin, llegó ella.

- ¿Todavía estás aquí? – dijo con posado serio. – Mejor, así tendremos una charla. Son quince minutos de descanso, así que quiero respuestas rápidas. – ahora era ella quien llevaba los mandos de la conversación. Se puso en jarras y sacó todo su carácter. Con un tono arrogante empezó a lanzar preguntas - ¿Cómo demonios sabes lo de esa niña?

- Me lo contó su marido. – respondió con sequedad, mosqueado por el tono de voz usado por la mujer.

- ¡Mi EX-marido! – recalcó el ex. – Maldito... no puede callarse la boca nunca... ¿y cómo lo conociste? – preguntó con más arrogancia.

- Fui a verle.

- ¿Para qué?

- Para preguntarle algo sobre Alice.

- ¿Eso quiere decir que ya sabía algo sobre ella?

- Sí.

- ¿Cómo?

- La conozco.

- Claro... – sonrió irónicamente. - ¿Hablas con los muertos?

- No.

- ¿Entonces...?

- Es que no está muerta, Alice. – por primera vez, alzó la mirada para observarla. Su posado serio y autoritario tembló. – Está bien viva...

- No puede ser. Él se encargó de matarla... – intentaba convencerse que lo que decía Lance era mentira. – No puede estar viva.

- Pues sí que lo está, está bien viva. ¡Deberías verla! Es toda una mujercita y es idéntica a su madre, sois como dos gotas de agua.

- ¡Mentira! ¡Mentira! ¡¡MENTIRA!! – se tiró de les pelos, soltó un chillido de rabia y se sentó sollozando. - ¿Por qué? Él debió matarla...

- Pues no lo hizo. Eso se lo encargó a una mujer que no tuvo coraje para hacerlo y decidió cuidar de ella.

- Ju, ju, ju, ju, ju, ju... – se echó a reír. - ¿Y por qué me lo cuentas? ¿Qué buscas? ¿Dinero? ¿Fama? ¿Sexo? ¿Qué demonios quieres? -dijo desafiante.

- Nada... sólo quería conocerla... – Lance la miraba fijamente, le daba la sensación que hablaba con Alice. Y eso le volvía loco, el odio se hacía cada vez más fuerte. Recordaba a Alice en Sydney y en Oklahoma, cuando lo venció. El Noah cerró los puños de rabia mientras se levantaba.

- Tú... – Adelaide notó algo extraño en Lance. - ¡Quédate donde estás! – Lance avanzó lentamente hacia ella. - ¡Alto! – su mano removió rápidamente el contenido del tocador y encontré una botella de licor. La cogió y la estampó sobre la cabeza de Lance, se rompió en mil pedazos y abocó todo su contenido.

- ¡CINCO MINUTOS PARA EL TERCER ACTO! – la voz del altavoz tapó el ruido de la botella rompiéndose.

- Maldita mujer... – soltó furioso el Noah, estaba mojado de pies a cabeza y una brecha se había abierto en su frente.

- ¡Maldito tú! – se sentía segura y fuerte porque había encontrado otra botella. - ¿Quién te crees que eres para venir aquí y contarme todo esto? Todos los hombres sois iguales, ¡me repugnan! Igual que mi marido, era asqueroso, siempre pensando en sí mismo y en su éxito. ¿Sabes? Yo no quería tener ningún hijo, el embarazo nos pilló por sorpresa. Él estaba contento, porque significaría tener un heredero de toda nuestra fama y fortuna. Pero yo... oh, yo no... estaba en el punto álgido de mi carrera, tener un hijo podría destrozarme el cuerpo y la vida. Pero la fortuna se alió conmigo, el embarazo no supuso ningún cambio en mi cuerpo y, afortunadamente, nació con esa marca. Mi marido quiso deshacerse de ella y yo, deseando borrar de mi vida ese error, acepté sin rechistar. Una vez hecho, también le abandoné a él. – lo dijo todo con un tono seco, cada palabra la soltaba con rabia y odio. Ahora no se podía distinguir quien estaba más corrompido por el odio. – Y ahora apareces tu para remover toda la basura del pasado. Pero no lo voy a permitir. – dejó la botella encima de la mesa y se acercó a Lance, que observaba atónito la escena. Ahora Adelaide estaba tranquila, acercándose un poco nerviosa y mirando al suelo. Se acercó más y más, sus caras estaban frente a frente y sus labios se tocaron. Lance vio como Alice aparecía delante suyo, rápidamente dio un paso atrás. Entonces, los acontecimientos se aceleraron. - ¡Muere maldito! – Adelaide, con los ojos encendidos tenía un cuchillo en su mano y lo clavó en el cuerpo de Lance.

Él, como un acto reflejo, le pegó un puñetazo directo a la cara que la lanzo al tocador. Ella se golpeó contra el espejo arrasando con todos los potes que había allí. Se oyó un estruendo terrible.

- ¿Qué pasa Adelaide? – el director abrió la puerta, iba acompañado con dos guardias de seguridad. Al ver la escena, adivinó lo que ocurría. - ¡Reducidlo! – los dos hombres se abalanzaron sobre Lance.

- Tsk... – se quejó el Noah mientras su piel se oscurecía y, en su mano izquierda aparecía el Arco Oscuro. Se oyó un grito de miedo. Cogió una flecha explosiva y la lanzó justo detrás del director que esperaba fuera del camerino.

La explosión fue temible, la onda expansiva y el fuego se llevaron por delante a los dos guardias, que salieron volando hacia el interior del camerino. Lance tuvo que agacharse para esquivarlos. Una nube de polvo y humo lo cubría todo. Se tapó los ojos y la boca para protegerse. Pero entonces vio la sombra de Adelaide que salía corriendo del camerino medio destruido, pisando el cuerpo sin vida del director que estaba tumbado justo delante. Lance reaccionó y salió en su busca.

El Noah atravesó la zona de camerinos con un trote veloz hasta llegar al vestíbulo, donde se habían reunido os espectadores asustados por la explosión. Hizo un slalom para esquivar a los espectadores sin prestarles la mínima atención, los empujó, los aplastó, hasta que pudo salir fuera. Buscó con la mirada por todos lados a Adelaide, la vio a unos cien metros de la entrada del Teatro, corriendo con toda su alma. Entonces se dio cuenta que la gente lo señalaban mientras gritaban, todos estaban sorprendidos por la apariencia del Noah. Lance no hizo caso y empezó a correr para atraparla. NO tardó mucho, cuando estaba justo detrás de ella le hizo una zancadilla que la tumbó. Adelaide salió volando un par de metros hasta chocar a gran velocidad contra el suelo. Se levantó rápidamente y observó con una mirada desafiadora a Lance:

- Je... va, mátame, sé que quieres hacerlo, ¡monstruo! – dijo desafiante. – Eres un cobarde que abusa de las mujeres.

- Alice... – dijo Lance con los ojos abiertos mirando fijamente a la mujer, jadeando por el esfuerzo. La mirada loca del Noah no dio buenas sensaciones a la mujer.

- ¿Alice? ¿Qué demonios dices? – dijo asustada, pero manteniendo la arrogancia. – Estás loco... ¡vete! Déjame en paz... – lanzó una mirada fugaz a su alrededor en busca de alguien que pudiera ayudarla, pero nadie se atrevió a acercarse al Noah.

- Alice... – Lance parecía perdido, veía a la exorcista delante de él, sus ojos, sus cabellos, su cara. – No te perdonaré lo que me hiciste allí. – se refería a Oklahoma.

- ¿Dónde? – preguntó ella dando una pasa hacia atrás, pero resbaló y cayó sentada al suelo. – Si lo dices por lo del camerino... ¡ya te está bien, cerdo! – escupió al suelo, delante de los zapatos de Lance y se levantó dispuesta a salir corriendo otra vez.

Pero en esta ocasión, el Noah fue más rápido. Con una mano la sujetó de su brazo y con la otra, del cuello. Ella abrió los ojos asustada, quería chillar pero no podía hacerlo, le apretaba demasiado la garganta. Lance dejó de apresar el brazo de Adelaide y centró todas sus fuerzas a oprimirle el cuello. Ahora con las dos manos, hacía toda la fuerza que podía sobre el cuello de la mujer. Ella observaba con terror los ojos vacíos de Lance, quería chillar, gritar, pro no podía. Su vida se escapaba cada segundo mientras se quedaba sin aire.

- Muérete... Alice...

Al cabo de unos minutos, dejó libre el cuello y el cuerpo sin vida de Adelaide cayó al suelo. Ya no era la magnífica cantante que maravillaba a los oyentes, el vestido estaba sucio y tenía rasguños por todo el cuerpo. Pero ya no importaba nada. Estaba muerta. Lance la miraba con rabia y odio. Se dio cuenta que no era Alice, sino que era su madre. A pesar de esto, no sintió lástima por haber asesinado a esa mujer. Se tocó la ferida en la cabeza y la cuchillada en el estómago. Sonrió burlescamente y se fue ante la atenta mirada de los transeúntes aterrados.

*Ahora mismo*

Lance tenía la mirada perdida en el suelo mientras terminaba de contar la historia. Taciturno, recordó como asesinó a Adelaide a sangre fría movido por el odio y pensando que asesinaba a Alice. Levantó la mirada observando el rostro de la exorcista. No dijo nada, esperó en silencio a que Alice actuara.