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Misión casual en Kiel [Illya, Christian and... ¿Marianno?]

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Mensaje por Invitado Lun Mayo 03, 2010 10:50 pm

Chriiiii~stian, Mariaaaaa~nno, ¿dónde estáaa~n?

Después de intentar por centésima vez llamar a sus compañeros, Illya acabó ingeniándose diversas maneras para exclamar la misma frase de siempre aunque de distinta manera. Si no lo hacía, acabaría en la penosa situación de cansarse de llamarlos y dejarlos a su suerte… aunque en ese momento la perdida fuese ella en realidad. Esta vez la había pronunciado con cierto tono suave y fuerte cantando, como quién inquisitivamente busca algo.

Además, saltaba como un gatito jugando entre los escombros, mientras sorteaba lo que a su camino parecía dificultar el paso. No reflejaba malhumor, más si impaciencia, tanto como agitaba la mirada de un lado a otro buscando lo que resultaba no querer aparecer: vida humana, personas conocidas, o ruidos menos perturbadores que indicasen la presencia de individuos además de ella. Los Akuma no contaban, ni mucho menos sus arreboladas por encima de la feria en busca de lo mismo que Illya. Sólo servían para que ella descargara su frustración de no poder dar con ninguno de sus compañeros y creerse…

¡Yo no estoy perdida! ¿¡Quién dijo que lo estaba!? ¡Iiiiii!

Le gritó al silencio, a su propio eco, y al montón de escombros que le rodeaban y confirmaban lo que ella intentaba negar. Illya cerró los ojos como una niña en medio de un berrinche y agitó las manos a sus lados chillando con un desesperante tonito agudo. Después abruptamente se detuvo, respiró aire y lo retuvo dentro de su pecho por unos instantes, casi ronroneando. Cuando exhaló sutilmente, se sintió levemente mejor, dispuesta a seguir buscando a los verdaderos extraviados…

Fiu~ ojalá supiera cuán tierna y bella se ve haciendo eso, preciosa Illya.

…cuando quedó paralizada al escuchar tras su espalda la voz de ese Christian hablarle. Al recordar la actitud de éste, la reacción fue enseguida: se puso en guardia, apretó los puños y la mandíbula se le tensó hasta que los dientes chocaron dentro de sus labios firmemente. El hombre pareció notar su repentino cambio, pues soltó un casi ingenuo “¿Eh?”, por otro lado zorruno, y comenzó a acercarse a paso lento hasta donde estaba la exorcista.

Vamos, ¿por qué tan seria? A puesto lo que sea a que me extrañó —el doppel soltó una risilla burlona mientras alzaba las palmas de sus manos hacia arriba y se encogía de hombros— Nadie puede resistirse a un beso lleno de tanta pasión como el que le di anteriormente, ¿O sí?

Seguía acercándose. En el silencioso sitio sus pasos resonaban decididamente, e Illya se mantenía quieta, inmóvil, sin voltear a mirarlo y con la cabeza levemente inclinada hacia abajo. Quizá debatiéndose en sus posibilidades. Los labios entreabiertos enmarcados por los mechones sueltos que le resbalaban por las mejillas, marchando con su respiración sosegada.

El doble del detective llegó hasta ella y se apoyó en uno de sus hombros, acercando su rostro peligrosamente al de Illya aunque sin llegar a rozarlo. Podía ser increíble, pero allí no había respiración que percibir, salvo cuando abrió la boca y pareció esbozar una sonrisa completamente peligrosa y sensual, casi lujuriosa.

Sé de un buen lugar… Illya. Uno donde podríamos estar solos, donde no importaría nadie que no fuéramos nosotros —susurró entonces, y su voz sonó idéntico al siseo de una serpiente incitadora— Sería una lástima que siguiera desperdiciando su tiempo buscando a esos inútiles que tan cruelmente le han dejado. Usted confiaba en ellos, pero ninguno regresó a su encuentro, ni se molestó en hallarla. Conmigo estará segura, en mis brazos, todo estará bien.

Oh, ¿y cómo podría estar segura de eso?

De repente estaba Illya allí, mirándole directamente a los ojos, entornados y relucientes, como el más bello y delicioso caramelo. Con una sonrisa arrebatadora, dándole cuerda al juego, sin mostrarse en ningún momento intimidada por la arrolladora cercanía del otro sujeto consigo. Una fiera al acecho, cautelosa y sosegada, escondiendo mil y una ideas sugerentes. Eso parecía ahora. Lo que sorprendió al doble que no pudo evitar abrir los ojos de par en par, atónito e incrédulo.

Illya dio un paso más hacia él quedando de frente, y jugueteó con el cuello de la camisa del hombre con sus finos dedos, carcajeándose traviesa.

Vamos, Chris. No soy ninguna tonta~ y mucho menos fácil —sutilmente, revoloteando en el aire, uno de sus dedos delineó el cuello del hombre con apenas la punta, y fue increíble ver que hasta una copia inmaterial podía estremecerse sobrecogido— Podría darle una oportunidad. Sólo una, como ruega usted, pe~ro… —el susurro de Illya se apagó y ella ligeramente se mordió el labio inferior provocadora, con la sonrisa aún en sus finos labios— sorpréndame.

Le dio una suave palmada en el pecho y se separó, dando una grácil vuelta, dejándolo sin aliento, y con la mirada encendida. ¿Lo había conseguido? Sonrió triunfador y creyó volver a dominar la situación a su favor.

Bien, bien, perfecto. Más que perfecto.

Illya le volvió a dar la cara todavía con el gesto inquisitivo y expectante, la sonrisa ladina y traviesa aún en sus labios. Chris tragó saliva pesadamente mientras se jalaba del cuello de la camisa para aliviar el calor, ¡que los dioses le ayudasen! Porque no parecía ser la pequeña gatita inocente que pensaba en ese instante.

Entonces… —a pesar de ello sonrió de nuevo en su papel del lobo feroz— sígueme.

Cuando se volvió y le dio la espalda a la bella exorcista, ésta formó en sus labios otro tipo de sonrisa. La misma de la que se esperaría que le saliesen colmillos de pronto. Maliciosa, traviesa y despiadada. La de una malvada hechicera.

Y es que el destino al que se dirigían, era de sumo interés para Illya, porque sabía perfectamente qué clase de lugar era.

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Mensaje por Invitado Miér Mayo 05, 2010 11:02 pm

Fueron pocos los metros que tuvieron que recorrer Christian y Marianno antes de poder visualizar la tan codiciada casa de los espejos, era cuestión de atravesar el mar de escombros y estarían ahí, listos para comprobar su teoría. Había pedazos de concreto por todos lados y el humo desprendido de estos impedía usar la vista a largo alcance, aún así una voz familiar les hizo voltear a ambos, casi al mismo tiempo. Era Illya, la verdadera Illya gritando sus nombres en un coro un tanto divertido.

Había aún muchas paredes de concreto apiladas que les impedían verla pero sabían que no estaban demasiado lejos de ella, continuaron caminando, intentando seguir el sonido de su voz al llamarlos y llegaron hasta una especie de trinchera hecha de bloques de concreto, lonas y varias cajas de cartón.

-¡Illya-dono, aquí est...! -Marianno fue silenciado por la mano de Anders antes de que pudiera siquiera emitir otro sonido.

Al detective le pareció haber escuchado algo, algo que no iba con la escena pensada de 'Illya estando completamente sola'. Sin dar explicaciones lógicas o necesarias se escondió detrás de la pared ya mencionada y asomó un poco su cabeza, lo suficiente para observar pero no tanto como para que fueran descubiertos. El buscador intentaba ver lo mismo que el danés, aun que no podía sacarse la pregunta '¿Qué cree que esta haciendo?' que tenia pintada en toda la cara.

-Vamos, ¿por qué tan seria? A puesto lo que sea a que me extrañó- una voz tan familiar se escuchó tan de repente que el buscador volteó de nuevo a ver a Anders, por un segundo pensó que este había hablado, pero sus labios seguían tan apretados como cuando por primera vez se concentró en observar al frente.- Nadie puede resistirse a un beso lleno de tanta pasión como el que le di anteriormente, ¿O sí?

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Christian en cuestión de segundos, sintió una sensación que no recordaba haber tenido en un largo tiempo. Su corazón se repente se aceleró e incluso Marianno pudo advertir como este se sonrojaba levemente, sin desvanecer esa mirada penetrante y concentrada de su semblante. ¿Que era lo que pasaba por la lógica mente de un detective danés en una situación como aquella? Verse a él mismo coqueteando con una menor. Siquiera es posible describirlo, ni él sabía que pensar.

-E-el es su doble, esta con Illya -susurró de repente, tan alarmado como debería de estar.

-”Esto no esta bien” -comprimió sus manos contra el concreto del que se sostenía y apretó su mandíbula, dentro de si sufría una reacción inconveniente ante un acontecimiento fuera de lugar. No era necesario que su doble le recordara 'aquel beso' que tan incómodo lo había hecho sentir hacía momentos atrás.

-¿Que, no tiene pensado hacer nada Exorcista-sama?- se preocupó, ahora estaban Illya y el Doppel muy cerca el uno del otro, murmurando cosas que desde su ubicación solo se podrían adivinar.

Christian estaba demasiado ocupado como para responder, observaba con cautela cada movimiento, cada expresión, cada mirada, intentaba usar su aprendido método de leer los labios pero desde aquella distancia apenas y podía atinar a una que otra palabra. Al acercarse Illya para jugar con el cuello del doble, el detective tuvo que detener a Marianno del hombro para que este no saltara a separarlos, mientras que con su otra mano sentía su propio cuello, se estremeció. Una actitud un tanto voyeurista no saldría de los límites de cordura de Anders.

Tras tortuosos segundos parecieron ambos llegar a un acuerdo, Illya le dió unas palmaditas a su doble y comenzaron a avanzar hacia un lugar desconocido pero sospechado. Al salir de su rango de visión, Christian dejó salir todo el aire que había estado acumulando dentro de si mismo y se llevó ambas manos al rostro, cubriéndolo casi en su totalidad. ¡Odiaba estas cosas, odiaba este tipo de cosas! Por eso mismo los doppels lo torturaban de tal forma y tan fácilmente.

-Se están moviendo...-el buscador intentaba seguirlos con la mirada, procurando comenzar a moverse antes de que se les perdieran de vista.

-Los seguiremos-enunció el detective aparentando estar más repuesto y se levantó un poco, para atravesar los escombros y seguir a la 'parejita' sin que se dieran cuenta de su presencia.

El sentido moral dictaba que esa escena debería de haber sido detenida hacia mucho tiempo, pero la cabeza de Anders más bien se regía por la razón que le hiciera aclarar sus dudas antes de hacer cualquier otra jugada. Uno: ¿se dirigían hacia donde él creía? Dos: ¿Que tan lejos llegaría su doble? Tres: ¿Que tan lejos llegaría él? Cuatro: ¿Illya sabría que estaba siendo engañada...? O mas bien, ¿que tanto le dejaría fantasear a su doble? Y por ultimo pero no menos importante: ¿Que tan diferente era su doble del verdadero Christian Anders?

La persecución se prolongó por más tiempo y esfuerzo del debido, en parte por que ambos perseguidores tuvieron que sortear bastantes obstáculos de la manera más silenciosa posible, soportar las incesantes preguntas de Marianno y de vez en cuando detenerse pues el dolor en el brazo de Christian se volvía más agudo y recurrente. Todo esto sin perder de vista su objetivo.

-¿Que cree que es lo que planea Illya al seguirlo así sin hacer preguntas?

-No lo se, pero preguntémonos uno al otro, eso resolverá el problema.- declaró en un tono desviado mientras se sujetaba el brazo. Su percance con la doble de Illya no había sido tan bizarro pero si muy doloroso.

-Yo opino que Illya tan solo esta haciendo lo que considera mejor para el caso

-O le subió la adrenalina al ver la ocasión frente un hombre que la desea y por eso esta haciendo irreverencias-esta respuesta obviamente no fue previamente pensada, solo salió de los labios del danés como resbalándose. Él no lo veía exactamente así, pero de momento no pensaba claramente, además... no es como que Illya fuera a darle una bofetada. ¿Cierto?

Sin oportunidad de abogar a favor de su amiga, los dos se detuvieron al ver como el otro Christian daba fin a su paseo por la feria y se situaba frente a una gran puerta de un igualmente grande edificio. Demasiado ostentoso para una simple casa de los espejos. El doppel tomó a Illya de las manos gentilmente y entrelazó sus dedos con los de ella, no estaban fríos ni calientes pero igual la dirigió hasta dentro del lugar.



Al estar en la casa de los espejos el doble soltó a la muchacha, no sin antes darle una pequeña caricia al dorso de su mano.

-Ya casi estamos donde quería pero... -sonrió de una manera inocente para no preocuparle- tengo que atender unos asuntos antes. Si me disculpas, volveré en un segundo.-

El hombre se dio media vuelta y dejó a Illya en lo que parecía ser un lobby hacia la casa de los espejos. Estaba alfombrado en color rojo tenue y tenía un gran techo con ventanales de colores oscuros y un papel tapiz simulando ser un cielo estrellado y brillante cielo nocturno. Al fondo, la entrada al laberinto de cristal.

-Bien, bien. No fueron lo suficientemente silenciosos tengo que decir, amigos.-salió del lugar para encontrarse a Marianno y Christian recién saliendo de un bulto de escombros con un rostro preocupado. Los descubrieron.- Tengo que advertir que los dejaré pronto, tengo a una bella dama esperándome ahí dentro -señaló a sus espaldas mas luego su sonrisa se desvaneció al ver la sangre seca del brazo del detective- Hombre... ¿te encuentras bien?

-¿Filantropía? Definitivamente no tiene que ver conmigo- enunció el detective al momento en el que él y Marianno acortaban la distancia entre ellos y su doble para reducirla hasta escasos tres metros-

-No, no me preocupo por ti.-intentó despistar buscando una excusa- Es solo que si nuestros cuerpos guardan relación, no podría maniobrar bien mis manos estando con la señorita, si sabes a lo que me refiero.

-Suficiente, incluso yo soy irreverente pero esto es el colmo

Christian se abalanzó sobre su doble en cuestión de segundos e intentó golpearlo más su puño simplemente lo atravesó junto con el resto de su cuerpo que en el impulso cayó en el suelo a espaldas del doble, aplastando infortunadamente su brazo herido. No fue una maniobra bien pensada conociendo lo listo que el danés podía llegar a ser. Marianno estaba a punto de arremeter contra el doble pero un rugido hizo al trío voltear hacia el lado contrario de la casa.

-Creo que el placer golpearme tendrá que esperar Marianno, tenemos compañía. -el detective se quitó la chamarra de cuero, esperando no confundirse tanto con el doble quien seguiría dando molestias un buen tiempo pero igual les ayudaría a dar con el paradero de la Inocencia.

-¿Como dices? ¿Eso es tan malo?-volteó también, parecía mas asustado de lo que alguien tan osado como un espíritu lo estaría, tanto que al ver la figura enorme del nivel dos dibujándose a lo lejos decidió entrar de nuevo hacia donde Illya.

-Es un idiota, ¿no crees que ha de ser italiano? -suspiró girando su mirada hacia Marianno.- Síguelo, pero no menciones nada sobre mi presencia aquí, intenta que los guíe a los dos hacia la Inocencia.

El horizonte espectral que se había convertido la feria, lo escuchaba acercarse, incluso lo sentía en el suelo pues sus pisadas hacían vibrar todo el lugar. Marianno seguía al doble de Christian mientras el verdadero esperaba a la bestia, completamente desarmado y -sin contar la casa de espejos- en medio de la nada. Sin lugar para correr o esconderse de la bestia oscura.

-Bienvenido, toro.

[*Filantropía: 'Amor por los humanos o la humanidad en forma positiva, expresado en ayuda desinteresada a los demás]
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Mensaje por Invitado Lun Mayo 10, 2010 11:41 am

Es mucho más grande de lo que me esperaba…

Esto será un problema.


Fueron las primeras palabras que se le cruzaron por la mente a Illya, mientras observaba a su frente la gran fachada de la casa de los espejos recibiéndole como un umbral demasiado lujoso para alguien tan pequeño y joven. No se sintió intimidada; bueno, quizá un poco. Lo que si le sobrevino en ese instante fue la certeza de que ya con el factor espacio, todo sería más difícil de lo que pensaba. Después de todo, una Inocencia oculta entre tantos espejos significaba algo complejo, siendo que las intenciones no eran las de hacer trizas cada uno de los reflejos con los que se topase.

Suspiró silenciosamente, siguiéndole los pasos al odioso doble de Christian.

Si no hay otra solución…

Parecía la clase de situación en la que se debía más que todo, limitarse a actuar.

Cuando estuvieron dentro, la tenuidad de las luces le sorprendió de cierta forma; lo hacía todo más escalofriante. Illya estuvo con la vista fija en el sitio hasta que la misma se adaptó al entorno, y entonces todo fue más fácil de percibir.

Parpadeó con una curiosidad falsa mientras miraba a ese “Christian” retirarse de su lado, y sonrió de forma fingida cuando éste la pasó la mano suavemente por el dorso de la suya.

Ya casi estamos donde quería pero... —el doppel le habló, sonriendo con un carisma que la exorcista no se tragó— tengo que atender unos asuntos antes. Si me disculpas, volveré en un segundo.

Illya lo siguió con la mirada mientras se marchaba, y cuando estuvo completamente segura de que ya no estaba en ese rincón de la casa, afinó la sonrisa a una más divertida tanto como descarada, soltando una risilla ciertamente burlona dentro de todo lo que cabía.

Siempre ha sido así, la mayoría de los de su calaña son fáciles de manipular. Palabras cargadas de sentimiento, una caricia, la sonrisa angelical que parece asegurarte que te seguirá hasta el infierno si eso fuera necesario… diatribas que para un hombre son lo más difícil de derrumbar, y que para un niño desentrañarlos es un juego fácil constante de un solo soplo, para destrozar el disfraz.

Pero ahora lo más importante es la Inocencia, ¿en qué rincón de éste sitio se esconde?


Barrió la mirada en derredor, mientras los minutos transcurrían.

A partir de ahora el doble sólo servirá para delimitar el terreno y saber en qué zona del sitio se halla la Inocencia. Lo siento mucho, estimado Chris, pero si has de ponerte pesado, tendremos que recurrir a los métodos antiguos, y borrarte del mapa será necesario.

Como si fuese invocado, él mismo reapareció por el umbral con una sonrisa igual de falsa a la de ella con la que trataba de ignorar lo que sea que hubiese estado tramando mientras se encontraba ausente en otro rincón de la estancia.

Bueno, ahora sin más contratiempos que atender…

Illya sonrió con dulzura.

Chico, lo lamento mucho por ti, ya no eres importante en el juego.

Casi danzando se colocó a su lado y se aferró al brazo del hombre igual a una doncella buscando protección. Sus movimientos, y la expresión de su rostro así lo aparentaban.

¿A dónde vamos a ir? —preguntó parpadeando inocentemente, con la misma vocecita tierna.

Por el rabillo del ojo encontró a Marianno. Illya se guardó el respingo de sorpresa para sus adentros, y con una fugaz mirada más dura y seria, el mensaje que tenía que dejarle consigo al buscador fue depositado inminentemente. El mismo, que se encontraba oculto, espiándolos, pareció primero sorprendido, sonrió aliviado, y luego asintió decididamente. Sólo Dios sabría qué había pasado por su mente sobre la actuación de la exorcista.

El doppel completamente inmerso en su momento, no prestó atención a nada de eso y dirigió la mirada hacia el techo, con gesto soñador. Le palmeó suavemente el antebrazo a la exorcista y sonrió.

Ya lo verás, será una sorpresa.

Illya se dejó guiar por él hasta un pasillo que conducía al interior de la casa, un camino opuesto al de Christian. Marianno les seguía los pasos sigilosamente.

Tenga cuidado, joven Christian.

Que al menos aguantara, hasta que el asunto de la Inocencia estuviese resuelto, eran los rezos del buscador temeroso.
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Mensaje por Invitado Miér Mayo 12, 2010 1:02 am

[Veamos que tal sale... para no hacer un aburrido segmento de pelea le agregare música a idea tuya, Eli~]

Con un brazo profundamente herido, tamaño inconvenientemente mucho menor y un historial destroza-akumas que no acumulaba siquiera un par de días: Christian Anders llevaba las de perder. Como en muchos casos, su único aliado sería su facilidad para pensar hasta el final y la forma en la que no parecía importarle arriesgar mucho para ganar aun que fuera un poco.


El viento sopló tranquilo como no sabiendo que interrumpía y trayendo un escalofrío al danés, quien, sin ayuda, ya estaba lo suficientemente tenso. Apretaba los puños en un intento para que sus manos no se durmieran y hasta sudó frío. Era un verdadero martirio algo tan simple como esperar, tener paciencia. El Akuma se hacía del rogar prolongando su aparición en una escena espectral, el metal pesado golpeando contra el concreto producía un eco que haría volar a cualquier ave que pisara el lugar, humo y escombros.

”Existo. Es algo tan dulce, tan dulce, tan lento. Y leve; como si se mantuviera solo en el aire. Se mueve. Por todas partes, roces que caen
y se desvanecen. Muy suave, muy suave.”

Poco a poco los murmullos airados empezaron a recorrer el aire con un trasfondo por demás ruidoso. El danés tan concentrado en lo que fuese que pensaba había comenzado a lanzar palabras al aire, palabras que carecían de sentido inmediato. ¿Se estaría volviendo loco?

”Existo. Es algo tan dulce, tan dulce, tan lento.”

Tras unos momentos de nerviosismo innecesario la bestia apareció. Presumiendo sus fauces y gruñendo con premura como debería hacerlo, colérica, iracunda, rabiosa. A pesar de los esfuerzos de Anders por no notarlo, lo hizo, la gran estructura que momentos atrás había cedido sobre la bestia solo le había causado daños menores, alguna abertura metálica por acá, otra por allá, abolladuras, heridas humeantes y un deseo terrible por acabar con el causante de sus dolores de cabeza.

Su mirada estaba en llamas y clamaba venganza. Por primera vez, ante los ojos coléricos de un monstruo desconocido, la sonrisa de Christian tembló. Más no por mucho.

La acción sucedió en menos de 5 segundos. Christian por fin salió de su letargo tras llegar a la conclusión de que si esa era su hora esta llegaría sacándole el mayor provecho a una experiencia que muchos humanos nunca llegarían a vivir. ¡Pelear por su vida con una sonrisa traviesa en el rostro! Se movió rápido y a su derecha, en un solo hilo de acontecimientos se lanzó para rodar activando un instinto voraz en el nivel 2 quien con igual de velocidad arremetió contra él, acortó distancia y se propuso a capturar al ratón.

” Se mueve. Por todas partes, roces que caen y se desvanecen. Muy suave, muy suave.”

Escurridizo se salió del camino antes de que el par de patas delanteras lo aplastaran en el medio dejando solo el sonido de unas uñas desgarrando el aire y al Akuma con una expresión de desconcierto. ¿A dónde se fue? Saltó y anduvo, se desplazó lejos.

-Nunca me encontrarás por ahí. –gritó Christian desde su espalda, algo agitado pero igual de osado. Como si la persecución, los nervios y el dolor aún no fueran suficientes para desplomar su orgullo.

Era hora de actual. Había oportunamente localizado un trozo de chatarra denominado teléfono por los humanos, arma para Christian. Además del botiquín prestado aprovechó para encaminarse y robar el auricular que ahora tendría que servir de algo. Actívate. Se ordenó en el momento que la bestia recorría su camino de vuelta para embestir a su molesto enemigo. Más no hubo nada, ni un robot, ni un aliado, ni un mísero pedazo de chatarra.

-"¿Pero que…?" –una cola metálica acorraló a Christian haciéndolo volar varios metros antes de aterrizar contra el frío pavimento. Un sonido metálico se escuchó cuando sus pies chocaron contra una alcantarilla.

Antes de poder recuperarse sintió una pata presionando su pecho. El danés boqueó en busca de aire hasta que su enemigo decidió arremeterlo de nuevo contra una pared del puesto al que se había desplazado la batalla. No pudo, no podía. Su inocencia no se materializaba en nada y los indicios de utilidad le costaban más trabajo que antes.

-Tengo límites por día… -dijo y la sentencia le sonó pesada.

Experiencia: Aquello que se consigue un minuto después de necesitarlo.

Con una punzante sensación en su columna lo único que atisbo a hacer el detective fue dejarse caer sobre el suelo para impedir que la cola del nivel 2 le cortara la cabeza. Esta golpeó con fuerza en la pared de concreto e hizo que se desplomara. Otra cortina de humo y escombros. Perfecta para escapar.

-¡Humano! ¿¡Donde estas?! –se escuchó guturalmente. Un proyectil metálico dio contra él en la mera cabeza y el choque de metales resonó con eco unos buenos segundos. Auch. -¡Maldito!- Otro rugido fue escuchado. Este enorme armatoste ahora se desesperaba y giraba su composición por todos lados, derecha e izquierda, arriba y abajo. Sin rastros del detective.

-
Para tener éxito, la planificación sola es insuficiente. Uno debe improvisar también.
-

En un lugar oscuro dos luceros azules brillaron con un fulgor sofocado. Eran ambos los ojos añil del detective Christian Anders cuyo rostro era lo único escasamente iluminado desde el lugar donde se había metido, respiraba agitado y sus pupilas de movían en todas direcciones ante cualquier estímulo. Apestaba a humedad como no tenía idea y sus pies se habían mojado al caer tan súbitamente. Se las había ingeniado para correr y meterse dentro de una de las alcantarillas de la ciudad y se escondía perfectamente con el hueco en el suelo como su único foco. ¿Cuánto sería el tiempo en el que el Akuma lo estaría buscando antes de aburrirse y arremeter contra la codiciada casa de los espejos? Él supo que no mucho.

-¡Me estas haciendo dormir por acá! –gritaba cada tanto solo para esperanzar al Akuma y avivar la flama de su ira, el eco de su escondite subterráneo solo hacía que fuera más difícil localizarlo. Tiempo, tiempo, tiempo.Vaya, eres realmente estúpido, ¿lo sabías? No podrías atrapar ni un resfriado aun que quisieras. Hasta creo que…

De pronto se escuchó un derrumbe seguido de un temblor y una serie de impactos. Anders tuvo que correr a través del túnel si no quería ser aplastado por el mismo, se escuchaban sus pisadas sobre los charcos del desagüe y como las piedras del pavimento caían también trayendo iluminación al lugar donde estaba. El Akuma nivel 2 estaba literalmente escarbando en búsqueda de Anders. Lo encontraron.

-¡Eres una molestia, pequeña rata! –el animal destilaba veneno en sus palabras, respiraba con profundidad y un tanto de agotamiento. Lo que bien pudo haber sido una discusión formal ahora era solo un salvaje intento por despedazar al detective.

Hubo un segmento en el cual Christian solo saltaba y recorría las desechas alcantarillas, intentando no tropezarse con los escombros que dejaba el rápido Akuma quien también tenía problemas maniobrando en la zanca que el mismo había creado. Cada segundo y respiro que se daba el detective era solo para intentar inútilmente que su Inocencia reaccionara y aún así no podía, le daban fuertes punzadas en la sien cada vez que lo intentaba y terminaba con una respuesta infructuosa.

"¿Que vas a hacer pequeño Christian? ¿Que harás cuando las circunstancias arremetan todas contra ti?"


"Improvisar, profesor."
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Mensaje por Invitado Jue Mayo 13, 2010 9:00 pm

Off: OST más curioso... xD



¡Illya-dono, eso fue peligroso! —exclamó un Marianno asustado y cómo no, con los ojos semejantes a dos enormes platos.

En ese mismo momento en que el buscador salía de su escondrijo, la estela de humo que antes había sido la copia inversa del ahora exorcista Christian Anders se esfumaba en el aire hasta reducirse a nada. Illya, con la mirada repentinamente fría, observaba el mismo sitio en donde antes había algo y ahora sólo espacio; luego desvió los ojos, suspiró, y se sonrió aliviada para saludar a Marianno recompuesta.

Peligroso pero eficaz, ¿no te parece? Creo que estamos a punto de llegar al final de éste misterio —respondió con su voz más diáfana y luego se volvió a ver su alrededor: una enorme sala en forma circular donde no había nada más que espejos, el suelo empedrado y negro, imposible de ver gracias a la tenuidad en que se reducían las luces. El fin del camino sobre la casa de los reflejos.

Y es que minutos atrás, la exorcista alemana había optado por acabar con la efímera existencia de su cómplice, ajeno al papel que desempeñaba para ella. La mínima señal que le dio a entender que había llegado hasta su destino, y un fuerte y repentino golpe en la quijada del mentado esfumó su presencia igual a los anteriores dobles: la cara sorprendida de ese Christian había sido lo último que observó Illya quién se rió por lo bajo en sus adentros por lo ridícula que resultó a la vista.

Marianno por un momento se había asustado, sin tener la capacidad absoluta de observar la escena completamente, y malinterpretó los sonidos de dolor quejumbrosos hasta que salió y se dio cuenta de lo que realmente había sucedido. De todas maneras, el miedo siguió haciéndolo presa, ¿y si con eso hubiese conseguido alguna reacción violenta no premeditada?

Ante la respuesta de Illya soltó un suspiro, aunque ni tanto de calma como pensaba. Luego se pasó un pañuelo por la frente para secarse el sudor igual a un anciano, y demostró cuán estresado había estado desde que toda aquella locura dio inicio. La exorcista le sonrió de forma alentadora mientras le palmeaba el hombro.

Sólo un poco más, Marianno, y después estaremos riéndonos por todo lo que hemos pasado, como si hubiese sido una mala broma.

Sólo un poco más, aquellas palabras le secaron la garganta abruptamente al buscador; el recuerdo en Copenhague se accionó ante tal familiar frase y le hizo estremecerse. Recordó que ya no era más que un vasto del pasado, de manera que logró tranquilizarse parcialmente.

Tiene razón. Espero que así sea.

Alguien silbó a las espaldas de ellos.

Vaya, vaya, no pensé que fuesen justamente ustedes los que llegasen hasta aquí tan pronto. Illya, Marianno.

La voz era grave y familiar, e hizo que la aludida diese un respingo por la sencilla razón de que era la misma que había escuchado antes mientras hablaba con el buscador…

¿Eh?

El mismo se hallaba en el extremo opuesto a ellos cruzado de brazos y erguido, sacando un pecho prominente con el rostro duro. A diferencia del Marianno que se encontraba al lado de la exorcista, éste llevaba el traje de buscador suelto en la parte superior, dejando mostrar una camisa negra de sencillas mangas y unos músculos gruesos y fornidos que le daban el aspecto de tío rudo, tanto como la anchura de su pecho, mucho más formado y tenso que el de su original, o eso pensaba Illya…

¿Cómo es que no me di cuenta nunca de que eras así de fortachón? —preguntó estupefacta, mirando al verdadero de la misma forma.

Pu-pues, no es que se note mucho con el abrigo de buscador encima… —titubeó el mentado encogiéndose de hombros con la mirada huidiza, sorprendido y a la vez inquieto por la repentina aparición.

Claro, desde luego, ¡Y cómo no pude habérmelo imaginado! —Illya casi sudaba una gota— ya decía yo que algo no andaba del todo bien por aquí…

El doble del buscador, idéntico a un guardaespaldas de la Real Corona, enarcó una ceja y ladeó una sonrisa en su rostro, más irónico que halagado.

¿Eh? ¿Qué sucede? Me imagino que buscan algo en especial por aquí, ¿no van a intentar conseguirlo por cualquier medio? —preguntó retóricamente y acto seguido descruzó los brazos de forma intimidante— ¿…o ya se han acobardado acaso? Porque yo juraba que me iba a divertir en grande con ustedes, mientras les hacía papilla. Y debo aclarar: poco me importan los géneros o condiciones de los demás, si acaso tengo la oportunidad de molerlos a golpes.

Jum, si, completamente opuesto a Marianno: rudo al extremo, insolente, y burlón, ¿cómo no pude imaginarme que nos encontraríamos con alguien así al final de todo? Creo que es lo que llaman la sorpresa especial…

En vez de sentirse mínima, como se encogía ahora el buscador al mirar tal mole imponente, Illya le devolvió la sonrisa y arrojó sin dar muchas explicaciones sus armas al suelo. Luego se sacó el abrigo de exorcista; ya no había gabardina efectista que le ondease en la espalda, sólo la ropa cómoda con la cual se preparó para la ocasión y sus manos, que convirtió en puños y puso a su frente.

No te preocupes, como ves, no pensamos echarnos atrás por la simple razón de que tú estés aquí con deseos de hacernos picadillo; al contrario, será interesante ver de qué estás hecho, fortachón —respondió la exorcista sonriendo pícaramente y haciendo un gancho con uno de sus dedos que inclinó hacia adelante y atrás como señal de que el otro se acercase; descarado— ¿Las damas primero?

El buscador agitó la cabeza, estupefacto, ¿se iba a enfrentar a aquella copia que parecía todo menos un blandengue? La escena se le antojó idéntica a las luchas callejeras, y aún así Illya seguía manteniendo el mismo encanto de siempre aunque con un toque más salvaje para la ocasión, con los hombros descubiertos y el cabello divinamente alborotado; lo único que le llevaba a pensar la sonrisa que esbozaba en ese momento era que planeaba divertirse un poco con aquella mole, ¿cómo? Sólo ella lo sabría.

Aquella ironía transformó la mirada del rudo Marianno en rendijas fulminantes, y de pronto se encontraba también con el cuerpo tenso y ofensivo.

Te lo has ganado, muchacha. Veamos si puedes hacer algo más que darme cosquillas —amenazó, y luego escupió en el suelo carraspeando ruidosamente.

Un segundo después ya estaba a punto de abalanzarse contra la exorcista, con todo el peso y fuerza que parecía llevar por dentro.
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 18, 2010 3:00 am

¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a hacer?


La misma frase rebotaba entre los confines de la mente del Exorcista. Desde que su escondite subterráneo se había venido abajo este corrió hasta donde pudo antes de encontrarse en un brete, acorralado entre las garras y la pared. El nivel dos forcejeaba y alargaba su garra para intentar despedazar al detective pero afortunada y convenientemente la pared de un edificio se interponía frente a la bestia, evitando que fuera más lejos. Por debajo, Christian estaba lo más pegado posible a la pared, sintiendo cada vez con mas insistencia el viento provocado por el desagarre del aire frente su pecho.

Atorado y sin salida. Era lo único en lo que se podía pensar tras el quinceavo intento por aparecer a la maldita Inocencia. Las piedras que conformaban las paredes de la alcantarilla cada vez cedían más y abrían paso poco a poco al nivel dos que de vez en cuando clamaba por venganza y arrojaba gruñidos, poniendo más tenso el cuerpo, ya de por si apretado, del detective. Se había arqueado hacia atrás, procurando el mayor tiempo posible.

De repente su enemigo retrocedió, como aburrido. Algo que no le convenía en lo absoluto, entonces giró su mirada hacia arriba, alcanzando a apreciar solo la cola del mismo, mas luego unos leves temblores en el suelo le hicieron darse cuenta de lo que seguía. Como un animal el Akuma decidió tomar fuerzas y ahora se acercaba a toda velocidad para derribar el edificio bajo el cual Anders se escondía, antes de que este último pudiese reaccionar y hacer algo al respecto este ya se había estampado. Un montón de ladrillos y piedras cayeron por todos lados, se escucharon vidrios romperse y como la pared de un edificio departamental cedía por fin. Creando una lluvia de pequeñas piedras y partículas de polvo que no parecía tener fin.

-La fuerza es el derecho de las bestias… ¿pero por que insistirán en ejercerlo? –susurraba Anders para si mismo.

De una u otra manera se las había ingeniado para abrirse paso dentro del edificio o lo que quedaba de él. Transitaba por el primer piso, manteniendo siempre la vista hacia el orificio de luz que su rival había abierto y que seguramente estaría buscándolo. El lugar estaba en llamas y el humo negro se esparcía como una peste, una explosión de la caldera junto con la lluvia de escombros había nublado el ambiente mucho más de lo necesario, Anders apenas y tenía un campo de visión de dos metros.

-¿Hay alguien ahí? ¡Auxilio, auxilio! –se escuchó de repente. El detective casi dibuja una mueca de disgusto. Justo cuando comenzaba a creer que las cosas no podrían empeorar: empeoraban. Para burlarse de él.

-¿Dónde estas? –alcanzó a decir, era todo lo contrario a un humanitario pero tampoco dejaría que alguien muriera frente a él, ¿cierto? ¡Si, si, cierto! Que se convenciera. –Tendrás que seguir hablando si quieres que te saque de aquí.

Los gritos de una joven sonaron cada vez más fuerte, esta no dejaba de repetir las mismas palabras de auxilio y poco a poco el danés agudizó su oído para encontrarla. Se encontró con una adolescente que no pasaba de los 17 años, de cabellos negros y ojos oscuros… o al menos así la percibió en aquel ambiente. No sabía, era todo tan borroso.

-¿Te has dado cuenta que la ciudad se esta cayendo a pedazos ahí afuera? ¿Qué rayos haces aquí? -estaba un tanto molesto, pensando que la chica estaba atrapada entre los escombros este había corrido en su ayuda pero ahora solo se encontraba con una mujer histérica en estado de shock, encogiéndose sobre si misma en una esquina.

-¡Oh, gracias a Dios!- eso es todo, la iba a dejar aquí-

No… no era así de maldito aún. Sin dirigirle la palabra le acertó una mirada bastante seria, el modo tan frio del detective dejó a la joven sin nada que hacer más que aceptar la mano que le estaba tendiendo, si ese iba a ser su salvador no podía hacer nada más que seguirlo hasta el infierno.

-Te voy a sacar de aquí y luego quiero que corras hacia el centro de la ciudad, las cosas se van a poner más feas, ¿entendido?

-Claro, claro. –dijo esperanzada, caminaba tan pegada al danés como se le permitía, pues los sonidos del Akuma haciendo destrozos fuera del lugar aún le aterraban, pobre, siquiera sabría en que se estaba metiendo. –Oye, estas sangrando…

“Lo que no me mata me hace más fuerte” La frase pasó por su mente como una ironía, estaba seguro de que Friedrich Nietzsche nunca había tenido que enfrentarse a una deformidad mecánica sedienta de sangre humana. Así que no respondió, tanteaba mejor las paredes con su mano libre, alejándose del fuego que se extendía en el edificio y buscando una forma de salir, si es que aún había una.

-¿Qué haces? –preguntó la mujer tomando prudentemente su distancia, Christian parecía haber encontrado una ventana y buscaba con la mirada algo para abrirla. Algo que no estuviese en llamas aún.

Tomó entonces un pequeño banco con ruedas que se encontraba frente al piano de la estancia, sin preguntas o pensamientos vagos hizo lo más simple. ¡Arrojarlo por la ventana!
El estruendo se escuchó más de lo que le hubiese gustado, el rugido desde fuera del edificio se lo hizo saber. No había mucho tiempo y dejar a la señorita paranoica ahí sola sería igual a aventarla él mismo en las fauces del Akuma.

-Tu vienes conmigo –le tomó del brazo y salieron ambos por la ventana

La secuencia de pensamientos del detective tenía escasos minutos antes de que fueran interrumpidos por el nivel dos.

-Me tengo que ir. Pero tú aprovecha mi señal para correr hacia donde ya te dije. –se levantó del suelo al que había caído por el salto tan repentino a través de la ventana y localizó al instante el carrito que había lanzado, agradeciendo que no se hubiese roto.

“El Akuma aparece furioso, usando el factor sorpresa salgo corriendo con el bando en manos. Aprovecho su intento por atraparme para impulsarme, usará la cola. Encontrar unos tablones, impulsarme, regresar hacia la casa de los espejos y encontrarme con la alemana y Marianno”

-O…oye espera, antes de que te vallas –le gritó la mujer- Gracias, muchas gracias, yo sabía que Dios enviaría a alguien para salvarme, eres mi salvador.

-De ser tu Dios… yo te hubiese dejado morir por engañarte a ti misma–se rió para si mismo sujetando entre sus manos el banco y alejándose hacia donde su dolor de cabeza-Así que tenlo en mente: la única diferencia entre tu Dios y yo es que yo existo.

-¿Qué se supone que significa eso? –estaba apantallada, con los ojos bien abiertos. Aquella blasfemia era nueva para los oídos puritanos de una adolescente educada a la antigua en una ciudad conservadora.

-¡Atrévete a pensar! –gritó en un ultimo acto para salir corriendo y desarrollar su plan.


Como un acto sublime todo salió de acuerdo al plan. Al hacer aparición junto a su tan viejo enemigo, Christian Anders fue recibido con todo menos cortesía. El Akuma furioso gritó por él y su cabeza, este tan solo lo retó a que le acompañara en un suicidio. Se dio la vuelta lo más rápido que sus toneladas de peso le permitieron e intentó aplastar al escurridizo detective que ahora contaba con otro aliado.

Por fin y tan disimulado. La inocencia del detective estaba ahora materializada en forma de un teléfono, compartía varios cables de luz que parecían moverse con independencia, tenía 2 patas hechas de cada uno de los lados del auricular tan antiguo y un circulo análogo de marcación formaba parte de la mayor parte de su cuerpo y hacia referencia a un perro bizarro hecho de metal negro. Que conveniente la visita a la casa en llamas.

El detective utilizó el asiento como si se tratase de una patineta, hincado sobre él se tomó la libertad de escapar lo más rápido posible y regresar a la casa de los espejos que no quedaba tan lejos como había sentido hacia poco. Su Inocencia se encargaba de molestar al nivel dos y causar pequeños daños mientras retrasaba la misión de atrapar al detective quien solo se debía de molestar en sortear los obstáculos en su camino de regreso y no… estrellarse.

Entretenido en recoger su chamarra de cuero que le esperaba tan cerca donde la había dejado, no pudo captar una grieta imposible de evadir le hizo detener su pequeño vehículo y salió volando por los aires para aterrizar a los pies de la casa de cristal, segundos después el nivel dos le acompañó, cansado, agitado y con más daño que hace tiempo.

-¡Ya me cansé de ti! ¿Es que no piensas morir? –gritó con ansias y arremetió contra el detective. Este no pudo hacer mucho más que procurar no se aplastado por la bestia, rodó a la derecha donde se encontró con su cola, esta le impactó de pronto y Christian alcanzó solo a sujetarse de la misma.

Su inocencia recorrió la cabeza del monstruo para centrarse en su visión, cubriendo sus ojos y descontrolando aún mas al animal, se sacudió y corrió por todos lados tratando de sacarse a la pulga danesa que se aferraba a su larga cola. En un inútil intento arremetió contra la casa de los espejos misma y cayeron los dos casi en el medio de la misma, abriendo un hoyo de un tamaño considerable.

¡Crash! Se escuchó decenas de veces antes de que el silencio reinara otra vez en la sinfonía de vidrios rotos. El detective estaba tendido en suelo sobre un mar de cristales que habían ‘amortiguado’ su caída. ¿Dónde estaba? En la casa de los espejos. ¿En que parte exactamente? Cerca de las personas que estaba buscando. ¿Qué era esa desagradable sensación fría en su espalda? Sangre, sangre producto de los vidrios incrustados.

-Esto no me hará más fuerte, estoy casi seguro –se quejó, tosiendo un poco pero sin dejar de buscar la mirada de la alemana o el buscador. Estaba ‘donde’ quería mas no ‘como’ quería.
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 18, 2010 1:19 pm

¡Auch! Eso… dolió.

Fue el primer quejido de Illya durante el combate.

A pesar de ser simplemente una ilusión creada por la Inocencia, los golpes de ese sujeto rudo que se aparentaba ser Marianno eran demasiado reales como para creerlos fuera de este mundo. Así lo comprobó Illya minutos después de que hubiese comenzado, sin ninguno de los dos indicarlo oficialmente, la afrenta que se había buscado la exorcista y que anhelaba el otro más bien tosco.

Los golpes de ese que simulaba ser un buscador más terco y fuerte, se asemejaban a aspavientos rápidos y casi certeros, sino fuera porque al menos su contrincante era lo suficientemente ágil y escurridiza como para salvarse de varios que terminaban cortando únicamente el aire a su alrededor. Siempre que sucedía, de la boca del enorme hombretón salía un chasquido de molestia combinado con algunas interjecciones de enojo y furia, parecidas a los bramidos bajos de las fieras cuando fallan en su cacería y buscan reiniciar la partida.

De todas maneras, con el paso del tiempo, las cosas comenzaron a igualarse. Ya no era tan fácil evadir los golpes que cada vez se adaptaban con facilidad a las maniobras que implicaba la exorcista para salir librada. Lo que le confirmó ello a Illya sucedió cuando sin darse cuenta (realmente, no se había percatado hasta que pasó; algo que ayudó a dejarla literalmente sin aliento en ese instante), con un gancho demasiado rudo y bajo el necio aquel le había enterrado el puño en toda la boca del estómago, obligándola a curvar la espalda con una exhalada de dolor.

En ese momento, el Marianno que lucía indefenso, ahogó un gemido del susto mientras daba un respingo.

El otro por su parte, sonrió desagradablemente mientras retiraba el golpe retrocediendo varios pasos. Lo consideraba como los primeros puntos a su favor en el conflicto.

No iba a ser tan fácil después de todo, pequeña —comentó mientras se hacía crujir los nudillos exageradamente.

Illya no dijo nada, más pendiente de recuperar el aliento que otra cosa, y después frunció el ceño disgustada.

Puedo decir lo mismo de ti —replicó entonces.

Sus manos, que antes habían acudido hasta su estómago volvieron a volar a su frente, con los mismos puños cerrados. El doble sonrió casi con encanto.

Eso está bien. No esperaba que te dieses por vencida a la primera, ni nada parecido. No pareces ser ese tipo de persona.

Me alegra que lo sepas, así no me tomaré la molestia de informártelo de otra manera.

No avisó efectivamente, ni cuando corrió veloz hasta su oponente, como si la mejor forma de darle fuese atacándolo directamente (algo totalmente erróneo), ni mucho menos cuando estuvo a su frente y él dispuesto a recibirla con otro puñetazo, que en realidad acabó derrapando por debajo de él, pasando por el arco que dibujaban sus piernas separadas dejándole perplejo ante su inminente desaparición.

¿Qué?

Con un aspaviento de la muñeca, Illya golpeó con ambos puños unidos el costado del doppel por detrás de la espalda del mismo. El impacto, tanto como la sorpresa y la reacción instintiva de éste lograron que se inclinara hacia adelante, momento que aprovechó la alemana para trepársele por la espalda hasta rodearle los hombros con sus manos y apoyar las mismas en sus brazos reptando ágilmente. Para este momento, lo que más necesitaba era el factor sorpresa y la rapidez. Uno ya lo tenía. El otro se había dado por cuenta propia, para desgracia del aturdido Marianno.

Igual a como se dobla una catapulta, Illya jaló hacia atrás al hombre, que perplejo, se estrelló contra el suelo de espaldas mientras la exorcista se alejaba con un grácil salto de todo lo que pudo haber significado ser arrastrada por su propia técnica. Algo en el suelo crujió, y quizá le había empujado demasiado fuerte, consideró mientras se tomaba una distancia prudente. La cabeza rota, un aullido ahogado de protesta, y luego comenzó a toser sangre que hacia arriba emergió como una fuente de agua agotada en energía. Un minúsculo chorrillo de sangre que se abrió en abanico en el aire.

Demasiado tarde había descubierto que la ventaja que tenía Illya sobre él era la rapidez, y esa manera suya de tomar desprevenidos a los demás con cada técnica que ponía en juego como quién encuentra el mejor movimiento para una partida de ajedrez.

Pero niña, el jaque está demasiado lejos.

Illya se sonrió.

Eso lo veremos, grandote.

Por supuesto, un solo movimiento no significaba la victoria, puesto que a leguas se veía cuán resistente podía ser aquel que copiaba la forma del buscador que la acompañaba en ese instante. Más lo demostró cuando se levantó, no sin pesadez, y le sonrió por entre los dientes ensangrentados con una mueca confiada. No parecía auspiciar nada bueno.

Los siguiente minutos fueron pesados; enzarzados en la batalla como fieras, aquel hombre había logrado darle unos buenos empujones y golpes a la exorcista, que también hacía lo suyo y ya le había arañado el rostro al otro en casi toda la cara. A cualquiera que pensara lo que significaba esto, no eran simples rasguños, como los que se hacen en medio de la maleza y las espinas de los bosques. Significaban largos y profundos surcos de carne abierta, expuesta y roja, en donde, atravesada una de ellas por entre la ceja y el pómulo, le había prácticamente arrancado la visión de un ojo a Marianno. No pretendía la exorcista andarse con juegos de niñas.

El verdadero se encogía de miedo. Resultaba perturbador verse a sí mismo en esa situación, con el rostro chorreado de sangre. Escuchando el sordo sonido de los golpes asestar entre la carne, delicada de Illya, y tosca la del otro.

Pero ella había soportado todas esas injurias no en vano. Uno de sus brazos le dolía, y juraba que estaba dislocado. La sangre le inundaba la boca y se desbordaba lujuriosamente por la comisura de uno de sus labios. Le ardía el esternón y los riñones los tenía encogidos. Quizá necesitara después deshacerse del apéndice. Pero a pesar de todo eso, seguía teniendo ventaja. Ella podía ver. Y no estaba desorientada. No había sido la que recibió como el tronar de relámpagos un golpe simultáneo en los dos pabellones de la oreja con las palmas abiertas que sonaron casi igual a un aplauso al chocar.

Marianno trastabillaba con la vista opaca y los niveles de equilibrio por demás bajos. Como un navío al naufragio, dando botes de un lado a otro. Igual a un ebrio equilibrista, fallando uno que otro paso y recuperándolo no sin esfuerzo. Antes ella le había dado un golpe en las sienes, en un intervalo de tiempo en el derecho, en otro el izquierdo. Le palpitaba la cabeza. La sangre le corría a presión en el magullado sistema de su cerebro y dolía, como encandilaba. Tosió, y otro zumo de sangre borboteó en su boca con un glogloteo espantoso.

Había descubierto otro rasgo en Illya aún más peligroso que el anterior. No golpeaba el azar. Cada aspaviento estaba dirigido con una intención maliciosa que le daba un paso y otro hacia la victoria. Dejarle al destino la decisión de la victoria, habiendo tantas diferencias abismales entre ella, pequeña y frágil, y él, fornido y grueso, era el equivalente a aceptar una derrota anticipada. La exorcista, para variar, jamás había estado de acuerdo con tal arreglo.

Como un rayo la vio pasar a su lado, teniendo la tenebrosa certeza de que ese iba a ser su último movimiento; tanta ventaja acumulada, por supuesto, jamás iba a ser desperdiciada. Esta vez fue el cuello, y ¡oh, dioses! El tronar de los huesos allí, y la vena aorta encogiéndose sonó como el tintineo de la campana anunciando la increíble derrota.

Mientras caía, ese Marianno se atrevió a sonreír con aceptación, mirando a la chica que le devolvía el reflejo de sus ojos con unos menos hostiles y expectantes.

Lo has hecho bien. Creo que, después de todo, si merecen seguir adelante.

Antes de disolverse en el aire, su mano apuntó hacia una dirección. Illya ladeó la cabeza, siguió la trayectoria y dio un respingo. Había comprendido el mensaje.

Marianno, ¡La Inocencia está-..!

Splash. Crash. Trash.

Todo se hacía trizas. Los dos se voltearon a ver la repentina brecha que se había abierto desde el exterior, mirando lo que pesadamente arremetía contra los espejos, al no poder conseguir tanto espacio como necesitaba, la bestia del nivel dos. Un montón de esquirlas salieron disparadas hacia todas las direcciones, y entre ellas, la silueta del exorcista Christian emergía con aparatosos pasos buscándoles.

Pareció murmurar algo, pero ni Marianno ni Illya le escucharon. La segunda sonreía más bien con verdadero alivio al verlo al menos vivito y coleando. Se había estado haciendo la ligera pregunta de a dónde se había metido desde tiempo atrás.

¡Christian! —exclamó quizá con demasiada alegría para su gusto mientras se aproximaba al mentado a paso increíblemente ligero (porque vamos, estaba lastimada ¿no?) colocándose en puntillas cuando estuvo a su frente—¡Oh! ¿Se encuentra bien? Está sangrando mucho —ella frunció el ceño con preocupación al verle, pero incluso antes de voltearse para mirarle la espalda, el nivel dos reclamó su atención cuando rompió otra pila de espejos casi en un golpe impotente— Cielos detective, esos son cientos de años de mala suerte para usted —comentó parpadeando con inocencia mientras veía los espejos antes rotos cuando su aparición, y los que ahora se estaban haciendo añicos.

M-más importante Illya-dono, es peligroso que esa cosa esté aquí destruyéndolo todo. Podría dar con la Inocencia —atinó a balbucear Marianno cargando consigo –no sin esfuerzo- los dos rifles de la exorcista.

Tienes razón Marianno —asintió ella tomando a Albtraum entre sus manos casi con ceremonia, y luego torció la sonrisa a una un tanto irónica cuando volvió a devolverle la mirada a su otro compañero— No tiene idea de cuántas cosas se ha perdido.
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Mensaje por Invitado Vie Mayo 21, 2010 3:18 am

Al localizar a sus camaradas pareció olvidarse del Akuma reclamando por atención, recorrió un tramo pequeño pero por demás doloroso en el cual sentía que iba a sucumbir, era una sensación un tanto asquerosa el tener tanta cantidad de sangre humedeciendo su suéter, si ya era negro de un tono deslavado ahora terminaba de oscurecerse. Paso tras paso se aproximó, con sus botas manchadas en sangre reventando pequeños fragmentos de cristal que habían quedado por todo el lugar. Lo único que le ayudaría ahora era iluminarse frente el brillo que Illya siempre parecía emitir, que si bien estuviese tan demacrada después de una ardua batalla, aún se emocionaba y asomaba una sonrisa en su rostro con ver al detective; eso le daría las ganas de seguir a cualquiera.

-¡Christian! ¡Oh! ¿Se encuentra bien? Está sangrando mucho-

El danés apenas se molestó a sonreírse de lado con los ojos entrecerrados, sentía en su espalda un dolor punzante que iba y venia, era como si decenas de enormes agujas se enterraran en su espina con una maquiavélica insistencia, si no fuera por su desarrollada resistencia al dolor, estaría llorando o algo similar.

Agudizó los sentidos entonces, advirtió con mas detenimiento el escenario detrás de la alemana para poder comenzar a reconstruir la escena, tal y como lo hacía de vuelta en Copenhague. Algunas costumbres nunca se perdían, por más superfluas que fueran. Marianno estaba casi intacto pero temblaba de miedo y su cuerpo permanecía aún tenso, las mismas reacciones que había tenido él minutos antes al encontrarse con su molesto doble, el cual, no aparecía como la mosca molesta que era… Illya lo había despachado al no serle más de utilidad. Esta última estaba golpeada y caminaba lento. Había tenido una pelea. Si su doble no se atrevería a tocarla y no había rastros de Akumas, la respuesta se visualizó obvia, el doble de Marianno… ¿cómo es que la había dejado ‘así’?

“Los dobles aumentan su destreza y resistencia entre más se acercan a la Inocencia.”

Era así como la proyección de acontecimientos se creaba y tomaba forma dentro de su mente en cuestión de minutos. Justo a tiempo para seguir escuchando a la alemana.

-Cielos detective, esos son cientos de años de mala suerte para usted- se escuchó detrás de él otro estruendo, más y más vidrios volando por el aire en una rutina de caos. Se giró levemente hacia el lugar y en todo lo que sería un laberinto de cristal solo había trozos de su mismo reflejo. Chasqueó los dientes con fastidio.

-Esta es una de las tantas veces en las que prefiero no hacer las cuentas- musitó por lo bajo. Hombre, odiaba las matemáticas.

El detective se giró hacia donde estaba Marianno y lo escuchó retomar el tan resonado tema de la Inocencia, si es que estaban aquí eso solo significaba que todas sus teorías eran ciertas, y siguiendo esa línea de pensamiento, casi podía olfatear su ubicación. Si algo podría hacer ahora era precipitarse hacia ella como tantas veces pero algo le detuvo.

-No tiene idea de cuántas cosas se ha perdido.- una pequeña e inconveniente señal de alerta se encendió en la cavidad cerebral del danés. Era ese el tipo de tentaciones a las que no le molestaba caer… saberlo todo.

Con la mirada recorrió el lugar, el suelo alfombrado que una vez formaba parte de una atracción en la feria contaba ahora con una iluminación exterior, un gran hoyo que prácticamente partía por la mitad el edificio, ‘la ubicación’ era detrás de donde el Akuma les cortaba el paso. Claro, tenía que ser. Al cabo de unos segundos su pequeño amigo robot se incorporó desde debajo de un espejo y recorrió el camino dando graciosos pasitos hacia los pies del exorcista.

-Parafraseando a un famoso filósofo: ‘El desconocimiento es un cáncer, pongámonos al día.’- ¿quién lo había dicho? No tenía idea, pero sonaba lindo, ¿a que no? Tenía aún su preciada chamarra entre manos por lo que decidió arrojársela a Marianno.- Estos buscadores realmente no sirven de mucho pero que buenos percheros son…

-Es bueno verlo de nuevo, exorcista –dijo Marianno en un tono resignado pero consolador, sabía ya la clase de bromas que Christian se gastaba y solo le correspondió con una sonrisa.

Los ojos del exorcista centelleaban con un brillo particular, -con todo y los temblores repentinos que sentía en todo el cuerpo y como su pierna flaqueaba como a punto de desmallarse- estaba emocionado. Siempre la expectativa de un misterio le revitalizaba, era obvio de percibir por ese brillo en su mirada, que si bien pasaría desapercibida para muchos, significaba emoción a los ojos de sus conocidos.

-Este tipo es terco como el mismo diablo, de mente plana, rudo y duro hasta las garras. Es más que un desafío para ambos… de todas maneras, demos lo mejor. –con su pulgar en alto dirigiéndose a la alemana y se dispuso a esperar el ataque de su enemigo.

“De nuevo tu mente comienza a carburar eternamente. Me pregunto en que terminara todo esto pues siquiera yo puedo saber la respuesta. Llámame cuando lo termines... ¿si?.”

El Akuma arremetió contra el par en un acto algo bruto, ya no corría tan fácilmente como antes si no que al desplazarse se tambaleaba como enredándose con sus propios pies y a grandes tropezones. Suficiente para que hasta un cuerpo tan destrozado como el de Christian lo evadiera con facilidad, brincó hacia un lado y la mera acción le causó un mareo. ¿Sería que se había movido demasiado rápido o era toda la sangre que seguía escurriendo por todo su cuerpo? No quería aceptar la verdad, pero con sus 3 años invertidos en la escuela de medicina, era más que obvio: se estaba desangrando. ¿Qué tanto podría hacer como que no pasaba nada?

-…y entonces me encontré con su doble. Las conclusiones hasta ahora van muy bien, digo, estamos seguros que ‘tu sabes que’ esta escondida por aquí.-comenzó a platicar como en una tarde tranquila de verano, siendo que en realidad esquivaba su muerte prematura de los zarpazos poco certeros de el nivel 2- Tuve un día agradable, siento que pasamos demasiado tiempo separados, que rápido vuela el tiempo, ¿no? ¿Cuáles fueron tus conclusiones, Watson? Digamos que yo no tengo mucho que contar fuera de lidiar con un enemigo sin cerebro…

-¡¡Humano!! –gruñó la bestia al ser invocada, girando su cola para azotarla cerca de donde el osado hombre.

-Oh, ahí estas, que vergüenza –se burló, Anders parecía mucho mas agradable cuando su vida pendía de un hilo… o cuando podía sacar información.


Última edición por Hnos. Von der Beck. el Sáb Mayo 22, 2010 2:59 am, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Vie Mayo 21, 2010 10:18 pm

Illya ladeó la cabeza mirando a Christian igual a una pequeña curiosa, cuando a éste repentinamente se le encendió la mirada demostrando algún tipo de sentimiento que en su propio lenguaje podría bien definirse como… ¿emoción, o quizá, aturdido por la expectativa acerca de algo? Para la exorcista no le era difícil adivinar esa razón que justificaba su repentino entusiasmo.

Este tipo es terco como el mismo diablo, de mente plana, rudo y duro hasta las garras. Es más que un desafío para ambos… de todas maneras, demos lo mejor. —y le hizo una señal mientras aguardaba al Akuma.

¿Eh? —sorpresa. Estaba siendo positivo. Ella atenuó la sonrisa y se mostró de acuerdo con sus palabras— Claro, cuenta conmigo.

Después no hubo tiempo de agregar algún comentario más, puesto que su antagonista se lanzó al ataque sin rechistar. Por la manera en como caminaba, dando trompicones, pudo saber además algo más. Ventajoso, incluso para ellos.

Parece que la vuelta que se dio junto al detective por la ciudad no fue tan agradable y grata como esperaba…

Y a cambio de tantas heridas había conseguido Christian poder herir al nivel dos. De alguna manera Illya se sintió en deuda, después de todo, ambos estaban en la misión ¿no? Y el Akuma formaba parte de uno de los impedimentos por excelencia en la misma que debía ser erradicado sin muchos contratiempos. Algo que sucedía muy aparatosamente en el caso de los dos exorcistas que estaban allí.

Claramente debía tomar la iniciativa y aprovechar el esfuerzo que había invertido Anders mientras jugaba al pilla-pilla afuera.

Pero cuando él comenzó a hablar, y mencionar a su “doble”, no pudo evitar el sentirse repentinamente nerviosa.

¿Qué?, ¿cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?

Dadas las no-tan-bonitas-experiencias que ella misma había vivido, podía imaginar cualquier clase de aberración o actitud que pudo haber tomado la silueta que la hubo imitado mientras se encontraba Illya separada de los otros.

Tragó saliva.

Cielos, espero que no te haya causado tantos problemas. De todas maneras no me responsabilizo de cualquier acto indebido que pudo haber hecho mientras yo no miraba —continuó siguiéndole el juego a Christian, y hablando de la misma forma apacible; el brazo comenzaba a dolerle con mayor punzón, aunque era llevadera la sensación.

Marianno se había hecho un elemento secundario en la batalla, lejos de ellos y el nivel dos con prudencia.

Cuando la bestia les lanzó como un látigo su cola (más que todo a Christian, con quién parecía haberse ensañado de verdad), Illya tomó abruptamente del cuello de la camisa a su compañero y lo jaló hacia atrás mientras ella misma retrocedía por la seguridad de ambos. Luego sonrió como si nada y prosiguió:

En cuanto a lo otro, mi queridísimo Sherlock, no puedo decir otra cosa más que la que tú mismo has averiguado. No cabe duda que nuestra desaparecida se encuentra aquí, y que para poder tomarla e irnos tranquilamente a casa, tenemos que pasar por el cadáver de nuestro amigo nivel dos que tan ariscamente nos interrumpe el paso.

Y eso último lo había mencionado con un chasquido en algunas palabras no tan pronunciado, mirando significativamente a quién había aludido e sus palabras finales.

Illya aferró Albtraum en ambas manos (e hizo una mueca cuando la lesionada crujió por lo bajo) y activó de nuevo su Inocencia. El eterno canto de su primer nivel (Carnero/Virgine), un chasquido, y de nuevo el poder de sus rifles convertidos en la pesadilla de los que seguían al Conde.

Sin dilación apuntó con ambas manos extendidas al Akuma, y empezó a disparar la misma ráfaga de Lacrime de siempre, aunque sin dar muestras de detenerse en sucesiones o momentos. Creó una lluvia, y a pesar de no apuntar un lado en especial de la bestia, varias de ellas comenzaron a explotar mientras hacían contacto con él, llegando incluso a darle en los lugares más sentidos, sacándole gritos de agonía y rabia.

Arg!! ¡Malditos sean! —rugió mientras encogía el hocico y retrocedía unos pasos, impotente ante la sucesión de balas que no le permitían moverse más— No crean que será fácil.

Cuando en realidad lo había hecho para tomar carrerilla y ganar impulso. En un segundo ya estaba de nuevo saltando por encima de ellos, buscando atraparlos entre sus poderosas, enormes garras, las cuales relucían al exterior largas y peligrosas.

No obstante, seguía agravándose. Varias partes, desde sus patas hasta algunas zonas de su lomo comenzaban a echar humo y chispitas que siseaban, igual a una máquina descompuesta que empieza a sobrecalentarse más de lo debido.

Illya esquivó esa embestida que se le avecinaba desde arriba saltando hacia un lado y apartándose del peligro, esperando que al menos Christian el hubiese imitado lo suficiente como para seguir con vida. Cuando miró al Akuma, habiendo cesado el fuego por necesidad, le sacó la lengua antipáticamente mientras le miraba mal.

Tonto~ Te tengo donde quería.

Acto seguido, lo empuñó y continuó disparando a discreción.
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Mensaje por Invitado Sáb Mayo 22, 2010 4:47 am

Eran más que divertidas las situaciones a las que se remontaba el detective con la alusión del doble de Illya y se le antojaba tomarse el tiempo de recordar, ahora que no era fastidiado por el doppel mandón y altamente molesto era que podía mirar hacia atrás y sonreír por las memorias. El rostro de Marianno palideciendo ante la contrastante actitud de su tan querida compañera… épico.

Pero bastó con la mención de la palabra ‘indebido’ que varias escenas no tan divertidas se le vinieron a la mente, su doble ciertamente había hecho de las suyas, tirando por la borda cualquier formalismo hacia con la alemana, caricias, cursilerías y hasta un beso. Se le hacía la piel de gallina y sus dientes se apretaban con solo recordar tan inusual atracción, fuera por verse a si mismo haciendo cosas que no frecuentaba o simplemente por que tendría que compartir varias experiencias más con la afectada. No se quería ni imaginar como habría hecho de las suyas mientras andaba suelto por la ciudad.

Su nido de silogismos se vio interrumpido tras un jalón que sintió por el cuelo, ¿lo estaban estrangulando? No, le salvaban la vida y el accedía por inercia. De vuelta a la realidad se encontró con su enemigo de antaño, ya no era un ex-convicto resentido o una mujer ofendida por su falta de tacto, era una bestia que fácilmente pesaba una tonelada, estaba hecho de metal y gruñía con una intensidad dañina para el oído.

-En cuanto a lo otro, mi queridísimo Sherlock, no puedo decir otra cosa más que la que tú mismo has averiguado. No cabe duda que nuestra desaparecida se encuentra aquí, y que para poder tomarla e irnos tranquilamente a casa, tenemos que pasar por el cadáver de nuestro amigo nivel dos que tan ariscamente nos interrumpe el paso.

Christian atisbó solamente a asentir con la cabeza, a pesar de que aún tenía un sin fin de pensamientos, teorías y conclusiones conforme al caso que estaban tratando, el asunto se estaba tornando bastante cansado, ya siquiera tenía la vitalidad suficiente como para hablar o saltar lejos por su vida. Su escena se había tornado fatigante y borrosa.

La danza de chispas causada por el ataque de Illya al Akuma le dio el tiempo suficiente para despertarse y lograr que su cuerpo lo hiciese también. Manipuló su arma para que se desplazara por detrás del nivel dos mientras este retrocedía ante la serie de múltiples impactos que chocaban contra él, sonaba como la lluvia cayendo sobre un tejado de aluminio. El blanco había soportado tantos golpes y heridas como el par de exorcistas y ahora se encogía sobre si mismo como queriendo protegerse, y lo vio. Una rendija de vapor saliendo de la parte baja de su cuello, entre la unión con su mandíbula. Bingo.

La embestida del monstruo hacia ellos casi la pudo ver en cámara lenta, sabiendo con anticipación que –tal como su compañera- debía de quitarse de en medio o sería aplastado por las patas del mismo. Más su cuerpo reaccionó más lentamente de lo que necesitaba. Segundos después de que Illya se hubiese quitado de ahí, Anders solo alcanzó a saltar hacia el lado contrario instantes antes de que el nivel dos pasará dejando solo una estela de viendo, al caer sus piernas falsearon y terminó cayendo de espaldas sobre el suelo.

-Maldición… -apretó los dientes para no gritar. Pensaba que no pero aun unos pequeños fragmentos de los espejos se habían quedado sobre su espalda y ahora con aquella caída solo los había incrustado más. "Paren el mundo, me quiero bajar."

Con su brazo perforado, la espalda hecha pedazos y las piernas cediendo al uso extremo que había hecho de ellas en el día… Anders se reducía a un costal de órganos hecho de retazos mal atados. No había mucho tiempo. Al encontrarse el monstruo virtualmente acorralado este encontró el momento perfecto para el jaque mate. Se puso de pie y encaminó un poco más cerca de la bestia, aprovechando a la alemana como factor de distracción. No se dio cuenta pero en el suelo sobre el cual había caído dejó una marca mojada de sangre, otro regalo para los encargados de restaurar el lugar.

-Illya, a mi señal –habló por lo bajo y corrió por en frente del nivel dos, dio un pequeño salto y agitó sus manos –Hey, bestia, por acá. ¿No es a mí a quien buscas?

-¡Humano!- Esto pareció suficiente para esperanzar al monstruo quien aún resintiendo las balas del Albatrum abollar su piel, se dio el lujo de ignorarle y correr a la derecha, rumbo al detective quien se alejaba hacia la escena en donde habían roto tantos espejos con anterioridad.

Otra vez el cerebro sub-desarrollado de su enemigo jugaba a su favor, Chrisitan corrió hacia donde varias láminas de vidrio se seguían derribando después de la interrupción esporádica. El monstruo dio solo un par de pasos para cuando sus pies le fallaron y su coordinación lo traicionó, eso sumado a que el suelo cristalizado por el cual corría se deslizó y lo hizo caer causando que el lugar entero vibrara. El detective aprovechó esto y usando la cola como rampa subió al lomo del Akuma con su arma acompañándole, esta continuó su recorrido hacia su mollera adonde como un taladro se dedicó a causar tanto daño como para hacerlo torcer la cabeza.

-¡Ahora! –emitió un grito que cruzó la habitación, esa era la señal hacia la alemana, pues, para variar Marianno había desaparecido de su vista hacia poco. ¿Para que? ¿Habría huido?
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Mensaje por Invitado Sáb Mayo 22, 2010 4:10 pm

Illya no perdió más tiempo que el que le permitía gastarse mientras prefijaba la vista a su blanco y apretaba ambos gatillos. Viendo la oportunidad que tan fácilmente había abierto Christian, no dudó en ningún segundo en lo que iba a hacer a continuación. Y es que para variar, era algo tan sencillo pero agotador…

Vamos —se susurró, cerrando un ojo ajustando la mira; dentro, la Inocencia ronroneaba rápidamente— Divine Bianca!

Y disparó.

Bang.

Un destello de luz ya acostumbrado de su Inocencia, y luego la enorme flecha aproximándose hasta el nivel dos, que no tuvo tiempo a reaccionar, tan dañado ya estaba, quedando sumido bajo el impacto de aquel enorme misil tan bravo como su creadora.

KA-BUM!

Esperaba la hermosa exorcista que su compañero se hubiese bajado a tiempo del armatoste, puesto que la explosión fue magnánima, en proporciones bastante dramáticas. La onda que produjo, acabó por destrozar los espejos faltantes. Illya apretó los párpados con actitud culpable.

Oh, oh. Varios años de mala suerte para mí también. —sonrió apesadumbrada.

Cuando la nube de polvo que se levantó se deshizo en el aire, buscó con la mirada tanto a Christian como a Marianno. El segundo fue localizado mientras salía de una ¿puerta? Que parecía conectar con otro lado de la estancia que ella no había notado. Parecía nervioso, más que antes, quizá por el resultado estrambótico de la batalla, y en sus manos sostenía algo con cuidado. Illya ahogó un gemido de sorpresa y corrió hacia Marianno ignorando el dolor en su cuerpo entero.

¡La Inocencia! —Exclamó mirando el cristal divino con los ojos abiertos de par en par; de repente, las piernas le fallaron por el cansancio y se dejó caer. Sintió un mareo y cerró los ojos. Cuando alzó la vista, se encontró con la mirada preocupada de Marianno, que seguía inmóvil. Illya le dirigió una sonrisa tranquilizadora— ¿Cómo la has encontrado?



Off: aunque muy aparatoso, dejo que las conclusiones sean expuestas por nuestro apreciado detective x3~
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 25, 2010 9:24 pm

Tras el estruendo producido por el arma de Illya hubo momentos de caos en los que el detective no podía siquiera escucharse a si mismo pensar. Las paredes se sentían temblar justo antes del punto de colisión del armatoste sobre el suelo, aun se escuchaban los vidrios reventando y causando un eco agudo en los oídos del desorientado danés. Afortunadamente había logrado saltar lejos justo a tiempo para presenciar un acto de pirotecnia, producto del estallido de su tan acérrimo rival. ¿Cómo, así de fácil?

Sacudió el polvo que se había acumulado en sus pantalones, un caso perdido pues solo los ensució más con algo de sangre que tenía en sus manos pero bien se le había hecho un habito él limpiar moronas o manchas que siempre le caían en su pantalón.

Al despejarse un poco la algarabía de caos el hombre se terminó de erguir al tiempo en el que su arma volvía al montón de pedazos metálicos que originalmente era y un destello verduzco regresaba al collar del danés, iluminando por escasos segundos su rostro y dejando ver como su mirada estaba completamente ausente de la escena.

-Mi mente revela un estancamiento- pronunció de la nada.

Su voz de perdió en un tono ronco, ver a Marianno aparecer con la tan preciada Inocencia apenas y causo una leve emoción en Anders. Había rasgado tanto la idea de encontrarse con la misma que a la hora de encontrarla el sabor a gloria no le llegó de inmediato, eso o que se encontraba en un estado moribundo. Difícil de decir.


Pasaron segundos en los cuales el buscador luego de atender a la joven alemana se guardó el tesoro en una de las tantas valijas que cargaba junto con la maleta de Christian y su chamarra.

-La encontré donde el detective mencionó que podía estar –respondió al fin- Pero no es el momento para explicaciones, tenemos que llevarlos al hospital antes de…

Un sonido hueco inundó el lugar como un costal cayendo sobre el asfalto, ahora que estaba tan vacio, los sonidos viajaban con facilidad. Marianno se volteó a sus espaldas y con la mirada recorrió el lugar, entre tantos vidrios rotos y paredes cayendo pudo observar un bulto sobre la alfombra. Era… si, el exorcista.

-¡Detective-san! –gritó Marianno al distinguir a Christian entre la pila de escombros, estaba tirado ahí sin siquiera moverse por lo que tomando a Illya para que se apoyase en él corrió hacia donde el exorcista.

Al llegar ahí se encontró con que el hombre estaba recostado boca abajo y su larga cabellera cubría convenientemente su rostro cayendo desde su nuca hasta el suelo. Instintivamente el buscador puso la mano sobre su espalda para intentar despertarle mas solo se encontró con la asquerosa sensación de sentir la sangre del exorcista en su mano. Sudó frio. ¿Estaría muerto? ¿En su primera misión? ¿Así de fácil?

-Esta respirando, pero ambos necesitan llegar un hospital –lucia bastante consternado, era físicamente imposible que cargara tanto a el danés más alto que él y también apoyar a la peliroja. Problema.


Como una solución casi instantánea alguien pudo haber escuchado las plegarias del buscador. Con un sonido de puertas metálicas rechinando sus visagras, la tenue luz de madrugada entró en la casa de los espejos (ahora un salón vacio) donde lentamente y poco a poco varios individuos entraron. Eran policías, lo supo pues usaban uniformes azules y traian consigo varios perros muy bravos listos para localizar la fuente de tantos destrozos. O a los exorcistas en su defecto.

-¿Hay alguien aquí? –se escuchó con un eco esperanzador.

-¡Aquí, aquí! –gritó Marianno con fervor, ondeando su mano ensangrentada vigorosamente. –Hay heridos, ayuda.

Los policías se voltearon hacia el lugar de donde provenían las voces y al percibir la escena mandaron unas señales a ciertos individuos fuera del edificio. Instantes después varios hombres de blanco entraron junto con camillas listos para auxiliar al danés como a su compañera. Como una solución casi instantánea.


Pasaron minutos en los cuales la feria de Kiel se había vuelto un despliegue completo de unidades policías en sus patrullas, paramédicos y médicos socorriendo a los habitantes que se habían quedado atrapados dentro del tétrico desfile de Akumas. Illya había sido tomada por una de las enfermeras y la llevaron a una carpa improvisada para curar las heridas que pudieran mientras estaban en condiciones para ser trasladados al hospital, al fin y al cabo sus heridas no eran del todo críticas y si todo salía bien estaría caminando por su cuenta con algo de descanso. Christian, por su parte, había sido trasladado a un reciento parecido junto a la tienda de la exorcista. Estaba sobre una pequeña camilla donde un par de enfermeras y un doctor le habían retirado el suéter húmedo en su propio fluido y ahora removían poco a poco las incrustaciones de vidrio en su espalda y el pedazo de madera en su brazo. Marianno esperaba afuera por ambos, sentado sobre un barril en la intersección de las dos tiendas.

En medio de la operación despertó para sufrir el resto del proceso. Ahora estaba sentado en la misma camilla con su pecho inclinado hacia adelante y recargando sus codos sobre sus rodillas mientras una de las enfermeras terminaba de limpiar sus heridas antes de vendarlo.

-Lo lamento pero algunas de estas heridas dejarán una cicatriz- se excusó en una voz suave, algo intimidada por el hecho de que Anders no hubiese pronunciado palabra en todo el tiempo que estuvo ahí. – Ciertamente son muchas cicatrices las que tienes.

-Son solo errores –dijo en voz baja mientras con el tacto de su mano derecha recorría una de sus cicatrices más significativa.

En la parte baja de su abdomen, la zona derecha de su pelvis, tenía una cicatriz que fácilmente abarcaba los 10 centímetros de largo formando un zurco carnoso en su piel bronceada. Todas y cada una hechas por criminales o desperfectos en los métodos tan poco usuales que Christian seguía, como a cualquier ser humano, no todo le salía bien siempre… era ensayo y error para el exorcista.

-Para que se recupere completamente tendremos que tranferirle algo de sangre -anunció llevandose el algodon sucio que utilizó para limpiar al joven- Gracias a Dios no fue tanta la sangre que perdio y sigue consiente.

-AB positivo -sentenció con una mirada perdida, estaba demasiado agotado como para dar explicaciones. Afortunadamente su grupo sanguineo era compatible para recibir sangre de cualquier tipo por lo que recibir una transfusión no suponia un problema. ¿Gracias a Dios? No, Gracias William Harvey y a la genética.
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Mensaje por Invitado Miér Mayo 26, 2010 8:07 pm

Y… ¡Ya está lista!

La enfermera que le atendía le sonrió con tranquilidad mientras le daba unas cuantas palmaditas en la espalda. Allí donde estaba Illya, se encontraban más mujeres, de las sobrevivientes al desastre, siendo atendidas por otras enfermeras que diligentes se movían de un lado a otro murmurando cosas en un alemán que la devolvió a sus recuerdos cuando vivía en el país, una combinación de nostalgia e inquietud. Se escuchaban las voces entremezcladas, gritos de niñas agarradas a sus madres y uno que otro llanto que era enseguida apaciguado con palabras dulces, promesas de reencuentros, mejoras.

Illya miró su entorno con una sonrisa y mirada distraída hasta que se volvió hacia la enfermera que le había ayudado con sus heridas. Asintió en silencio una sola vez dedicándole su mirada más agradecida.

La otra ladeó la expresión entre curiosa y sorprendida.

No pareces ser muy habladora, ¿o sí? —comentó mirándola con curiosidad; del rostro de Illya no podía sacar nada— ¿Te sientes muy cansada?

Un poco, Ms. —contestó con la misma expresión sonriente, hermética— Agradezco mucho que se haya tomado la molestia en atenderme, habiendo tantas personas heridas y necesitadas…

¡Chica, tú eras de entre todas las más graves, permíteme decirte! —exclamó de repente la otra mirándola con los ojos enormes— No fue ninguna molestia. Nuestra prioridad era atender a los que más lastimados estaban, ¿qué fue lo que hiciste para terminar así? Parece como si te hubieses metido en una lucha callejera, o algo por el estilo…

Y de pronto la miraba con recelo. Los moretones que habían sido atendidos, y las heridas sangrantes suturadas, eran las mismas que solían ver las enfermeras en las salas de emergencia por algún pleito entre matones. Aunque era imposible, ¿no? Una chica que lucía tan delicada como ella no podía… no podía involucrarse en algo tan peligroso como eso, ¿cierto?

O algo por el estilo —la imitó Illya luciendo una sonrisa más apagada.

Antes de que la enfermera dijera algo más, se bajó de un saltito de la camilla y buscó su abrigo de exorcista. Ya llevaba su camisa encima, puesto que inmediatamente buscó colocársela después de habérsele atendido el torso entero. Sentía un leve mareo, pero ella se caracterizaba por ser resistente. O algo así creía.

O algo por el estilo…, repitió deslizando una pequeña sonrisa enigmática en sus labios mientras se disponía a salir de allí.

¿Y el descanso? Illya no tenía ganas de descansar. Quizá sí, pero no en un hospital, rodeada de enfermeras, médicos. Ambiente clínico. Curiosamente la cabina cálida de un tren se le antojaba mejor, más apetecible. Más seguro y cómodo.

A un paso antes de salir de la carpa, se detuvo en seco.

No lo entiendo, ¿por qué siento las ganas de marcharme tan pronto?

Se supone… se supone que éste es el país donde nací y viví desde pequeña, ¿no? Estar en él debería hacerme sentir bien, sentir el deseo de permanecer un rato más y disfrutar…





Un destello. La imagen de las suturas, pinzas y el bisturí en las manos de aquella honesta y agradable enfermera. De pronto la forma de esos brazos se vuelven más robustos, el ambiente alrededor se apaga levemente, como si alguien le hubiese bajado el brillo al tono y las paredes blancas de la carpa se salpican en un azul enfermizo. No es ya esa amable mujer la que sostiene la utilería médica en frente de Illya. Más bien es… es…

Bueno, bueno, ¿por dónde empezaremos hoy?

De pronto todo eso desaparece de su mente. Una pared invisible, mental, se impone entre todas las imágenes formadas en su cabeza y las hace trizas, igual como a los espejos de la atracción de la feria.




Cuando Illya volvió en sí, notó que ya había salido de la atención médica improvisada donde estaba y que se encontraba en frente de una distinta, más alejada, de colores oscuros. Dio un respingo cuando esta se entreabrió y dejó descubierta la silueta de Christian dentro. Se sonrió con inquietud, temblándole los dedos ligeramente y retrocedió varios pasos.

No sería lo correcto.

En ese momento de la carpa salió otra enfermera. Cruzó una mirada con la exorcista y le preguntó si el que estaba dentro era su compañero. Illya respondió que sí, sin agregar nada más. La mujer le preguntó entonces si su grupo sanguíneo era AB+, Christian necesitaba una transfusión de ese tipo, cualquier donante sano serviría de utilidad. Ella, apenada, se limitó a negar con la cabeza y entonces la enfermera la despidió alejándose del sitio con una reverencia.

Puede ir a visitarlo y ver como está, si desea —le había sugerido antes de marcharse.

La exorcista alemana se le quedó mirando hasta verla desaparecer y después suspiró. Ya no le temblaba el pulso. Respiró hondo dos veces y entonces hizo caso de las palabras de la enfermera.

Al entrar y mirar a Christian, sonrió levemente deteniéndose en mitad del camino.

¿Todo bien? —cuestionó tranquilamente mirándolo a él y a las vendas que cargaba en la espalda.
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Mensaje por Invitado Sáb Mayo 29, 2010 3:54 am

Algunas luces ambulantes y señales borrosas aún recorrían la mirada del danés. Se sentía débil como una hoja de papel, como si con la más leve brisa se fuera a desboronar. Pero eso era normal. Lo extraño aún era como había soportando tanto trabajo físico todo el día sin siquiera llegar a estar fatigado, lo pensó por un buen tiempo, dejando como punto y aparte el caso de la inocencia. Su cuerpo estaba lleno de cicatrices pero fuera de eso lo tenía perfectamente marcado, siempre se ejercitaba lo necesario para mantenerse al margen en la policía danesa así que ser resistente estaba en su naturaleza, pero aún así… ¿Esta inocencia estaría afectando su desempeño físico? ¿Tendría esa habilidad?

Aun había tantas preguntas. Solo necesitaba a alguien a quien agobiar con ellas.

Entonces un destello de luz iluminó su silueta de repente, no se había percatado antes pero en la carpa era el único presente y estaba por demás oscuro, es por eso que cuando la enfermera salió del lugar trajo consigo una corriente de luz a escena que inundó tenuemente el ambiente.

-¿Todo bien?- una voz familiar golpeteó en los oídos de Anders.

Rápidamente alzo su mirada para encontrarse con los ojos acaramelados de la joven alemana, por un momento sintió recuperada su energía. Aún no quería tantear ese terreno pues le resultaba complicado, pero existía algún motivo por el cual su simple presencia no le molestaba en lo absoluto. Tal vez así se sentía el no estar rodeados por gente que lo detestara, no sabía, era algo nuevo para él. Incluso pretendía responder algo sarcástico como siempre, algo como: ‘No, hay peleas en el medio oriente’… pero ahora no se vio en la necesidad.

-Siento como si me hubieran arrastrado por toda una ciudad y estrellado contra una tienda de espejos –sonrió de medio lado al momento en el que quitaba la mano de su herida e intentaba concentrar la atención en otro lado que no fuera su pelvis.

No lo pretendía admitir pero era algo que le avergonzaba, era muy notable que alguien le había apuñalado con alguna daga, un error de principiante.

De momento solo quería levantarse y andar por el lugar para evitar la mirada de la alemana pero era demasiado el mareo que sentiría con solo pensar en ponerse de pie. Así que distrajo su atención, comenzando divagar, saliéndose de la tangente.

-Puedo ver que estas repuesta- con los ojos parecía voltear hacia un lugar al fondo de la carpa a su lado más en realidad no estaba viendo nada en especial- O por lo menos caminas…

Con su tacto tanteo el colchon de su camilla. Nada. Metió sus manos en sus bolsillos y hurgó un poco. Nada. ¡Nada de nada! ¿Dónde estaban sus cigarrillos? Era su manera favorita de manejar los problemas, era su manera de tomar evasivas. Eso ahora que no podía simplemente irse de ahí caminando.

De nuevo volteo y cruzó miradas con la alemana, abrió su boca de repente y emitió un leve sonido que fue interrumpido antes de formarse una palabra.

-¡Ahí esta! Gracias a Dios- una voz un tanto chillona interrumpió en el lugar.

Por una parte estaba liberado de su fallido intento de llenar el silencio, pero por otro su visita no era del todo la persona con la que tendría que lidiar. Una chiquilla menor de edad buscando a un hombre ya de 22 años con una expresión de esperanza en todo su rostro. Atravesó el lugar pasando a Illya de largo y fue hasta donde se encontraba, no sin antes dirigirle una mirada incómoda a la exorcista, preguntándose qué harían ambos que aparentemente no tenían nada que ver.

-Qué bueno que no está muerto –casi sin poder evitarlo aplaudió levemente de una manera infantil, con una alegría desbordante- Yo sabía que no iba a morir, los de su tipo son difíciles de matar.

-¿Como…? –la mirada del exorcista había pasado de una leve impresión a fastidio profundo en muy poco tiempo. Como si acabara de emborracharse y sufriera los estragos de una intensa resaca, se sostenía la cabeza enredando sus dedos entre los cabellos en su frente y pasándolos hacia atrás. Las palabras chillantes de la mujer le sonaban como martilleos a su tímpano.

Sus ojos oscuros se posaron por un momento en el cuerpo del detective, formándose un semblante incómodo entre susto y compasión al notar las múltiples heridas en su piel. Un leve sonrojo invadió su rostro más tuvo la decencia de disimularlo.

-¿Qué tal, no hice bien? –lucia ahora expectante.

-No sé de qué rayos hablas- procurando evitar el contacto visual, aquel comentario despertó un leve interés en el danés.

-Los médicos, policías –algo desesperanzada bajó las manos- Yo les dije que vinieran, sabía que los iban a necesitar. ¿Hice bien, no?

Bueno… ciertamente sí. Era mucho mejor que quedarse en posición fetal en un rincón, que hubiese sido de ellos si no llegaran los médicos a tiempos. Pero por otro lado su egocentrismo le dijo: ¿Qué hubiese sido de ella si él no la hubiera salvado?

En su mente: estaban a mano y no pensaba agradecerle.

-Así que no eres tonta, solo cobarde- una leve sorpresa se asomó en sus ojos.

Y en su mente: eso era un agradecimiento.

La sonrisa feliz de la joven se quebró por un momento, pero la juventud entusiasmada era suficiente para dejarlo pasar y volver a sonreír con alegría en el rostro. Había hecho algo bueno y estaba satisfecha por ello, nada ni nadie se lo iba a quitar por ahora.

-La adulación no es una de sus virtudes, ¿cierto? Pero de seguro tiene otras... eh... -y entonces guardó silencio, no sabía su nombre.

-Heinrich Nietzsche, mucho gusto –sonrió sin ganas- Tienen mis archivos en el hospital, digo… ahí guardan direcciones y todo eso.

Eso pareció suficiente para la joven quien sin argumentar nada más salió de ahí con una sonrisa en el rostro. Si hubiese sido un poco más culta se habría percatado del nombre falso pero para suerte del danés, era otra adolescente de hormonas alborotadas que no había tenido el ‘placer’ de conocer sus modos. Tan incómodo.
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