Misión en Albania. [Miranda Lotto y Joey Jordison.]

En cuanto el chico empezó a correr, la alemana entró en pánico, la primera misión que resultaba en proteger a alguien hasta el cansancio y lo echaba a perder, era obvio que el chico reaccionaría de todas las formas posibles menos una aprobatoria. Lo único que se le ocurrió fue correr detrás de él.-¡Stefan-san!-gritaba la chica, su nombre lo había aprendido de su hermana, que lo había emncionado antes
-¡espera por favor!-seguía clamando. Y claro como era de esperarse, cayó al suelo, pero el suelo tenía un declive por lo que bajó rodando como una pelota detrás del chico.

(OFF: >w< ¡Me hiciste caer Stefan! xDDD te haces el difícil, pero no me doy por vencida muajajaja)

No sabía que ocurría detrás de mi pero a la mujer le había pasado algo y el hombre ya sabía a donde me dirigía, no importaba, mi hermano, mi padre, mi madre ellos los harían irse. Seguí corriendo y sentí como mis mis mejillas ya estaban calientes, me estaba cansando y era por que no estaba acostumbrado a correr, ellos se acercaban bastante rápido. Lo único que alcance a sentir es como alguien me empujó por detrás y me hizo caer a mi también, la castaña me derribó mientras rodaba cuesta abajo e hizo que perdiera mi equilibrio, así ambos lograron por fin alcanzarme.
Quien diría que mi casa estaba ya a pocos metros más y siquiera eso pude hacer. Cuando los vi tan cerca de mi solo cubrí mi rostro ocultando la vergüenza que sentía en aquel momento y esperando sus regaños.

-Oigan ustedes, ¿quienes se creen que son para tratar a mi hermano así? -aquella voz me pareció inconfundible. Aun que, ¿por que él estaría aquí?- Stefan, levántate del suelo pero ya.

Si, era él. Alexander Von der Beck, era el hermano mayor de Stefan, se llevaban 5 años de diferencia y era quien se encargaba de la familia cuando su padre salía de viaje para realizar negocios al exterior. Fue él quien sacó a su hermano menor recién nacido de aquel incendio en sus ciudad natal y fueron luego recogidos por sus actuales padres gitanos. En las tardes de la plaza el maravillaba a los jóvenes del pueblo con sus actos de malabares con fuego y otras acrobacias. Por la noches en los conciertos era quien tocaba el piano. Es un joven bastante despreocupado y la mayoría de las cosas se le hacen fácil; es igual de directo como su hermano pero a el no le interesa el ocultarlo, cuando se trata de asuntos familiares se torna sobreprotector y a veces agresivo. Necesita pensar mejor las cosas.
De cabello largo atado en una coleta y mechones asomándose por el frente, más alto que su hermano y vestido normalmente de pantalones negros, zapatos café y una playera normal desabrochada y con vendajes debajo.



-¡Hermano! -olvidando a ambos sujetos me levanté de nuevo y corrí hacia él abrazándole. El por supuesto me soltó al instante y se puso delante de mi.
-Respondan, ¿quienes son?

Listo, si mi hermano estaba ahí significa que mi hermana había llegado a casa.

La exorcista había golpeado algo en su trayectoria y rodaba junto con eso, que era en realidad Stefan, lo reconoció por los ruidos de dolor que provenían de él, en cuanto a ella, le dio incluso tiempo de pensar que era más rápido el camino como lo estaba recorriendo que si hubiera corrido tras él. Por fin ambos se detuvieron y Miranda todavía algo mareada sólo logró escuchar la pregunta que había hecho el muchacho junto a Stefan.
-Ah lo siento mucho...este..yo...digo nosotros...bueno...-la chica no podía poner sus pensamientos en orden, en parte por la caída, y por otra parte era el muchacho frente a ella, siempre se ponía nerviosa con personas que imponían con tan sólo su presencia, él definitivamente no era la excepción, la exorcista parecía estar a punto por ser comida por el muchacho, al menos eso aparentaba.

A Joey le restaban menos de 10 metros para llegar donde Miranda y Stefan. Desde aquella distancia a la que se encontraba, podía escuchar los lamentos de Miranda precedidos con anterioridad por algún que otro grito de una voz que no reconocía, pero que parecía imponer su autoridad donde se hallban.
Eso sería malo para los dos Exorcistas, pues si se topaban ya con alguien así de morros, convencer a Stefan sería mucho más difícil, pero aún así, Joey tenía determinado por la misión ir con Miranda y llevarse consigo al muchacho, no a la fuerza, pero si que sería conveniente que fuera aunque le costara pues era para un gran bien.

-Respondan, ¿quienes son?

Esa voz era la que anteriormente se oía algo a lo lejos. En verdad iba a ser muy molesto tratar con aquel hombre para llevarse pacíficamente a Stefan.Joey entró en aquel lugar con su presencia, su traje negro, su arco empuñado por si acaso, pero las flechas sin scarlas de la funda.
El ambiente estaba algo tenso, pero más lo iba a estar después de que Joey hiciera acto con su palabra.

- Si tanto le interesa, somos Exorcistas, y estamos intentando convencer a Stefan de que se viniera con nosotros para ayudarnos a luchar contra los Akuma.

Joey miró a aquel hombre. Era alguien que parecía fuerte y determinado, y por eso, no parecía ir a rendierse en proteger a Stefan. En realidad éste no corría ningún peligro, quizás al contrario, pero que llegue alguien a tu pueblo y que se quieran llevar a alguien querido, pues tiene que doler y mucho.
Aquella era la situación, aunque las cosas habían cambiado algo desde que el albano echó a correr cuesta abajo hacia aquel lugar.

-¿Es eso cierto Stefan? -me preguntó mi hermano aún viendo a la mujer.
-Si... hermano, hace poco en la plaza unos monstruos atacaron y...
-Claire me lo contó todo, ahora resulta que tienes "poderes", ¿no?.

Si ya lo sabía, ¿por que me lo preguntó?

-Solo quería saber si estabas consiente de ello- Mi hermano parecía leer mentes.- Bueno, resulta que papá esta de viaje y ustedes peyos no se van a llevar a mi hermano sin mi permiso.

Lo cierto era que podrían alejarme de todo el mundo, tal vez incluso de mis padres y Claire, pero no de Alexander, nunca.
Solo una cosa me mantenía inquieto... hace tiempo en el pueblo mi hermana estuvo a punto de morir junto conmigo mismo. Le debía nuestras vidas a aquellos dos que arriesgaron sus vidas mientras que yo no podía hacer nada.
Si me hacía parte de ellos era muy probable que salvara a otras hermanas menores, salvaría a muchos padres de familia e incluso acabaría con esas cosas que pusieron en riesgo a las personas que mas quiero. Aquel sentimiento de impotencia tan horrible que sentí ya no volvería a asomarse. Mi pañuelo de nuevo comenzó a brillar, entre más seguro me sentía mas resplandecía.

-Stefan... -habló mi hermano un tanto consternado- ¿En que estas pensando?
-Quiero salvarlos a ti y a Claire. -volteé a ver a los exorcistas de nuevo- Ustedes no son malos, ¿cierto?

Miranda se quedó en silencio mientras las personas a su alrededor hablaban, no alzaba la vista pues sentía la mirada penetrante del muchacho. Al momento de escuchar a Stefan la exorcista percibio duda y para ambos exorcistas, quizá hasta esperanza.
-No lo somos, nuestros poderes son para proteger a las personas, no para dañarlas-la chica se había levantado del suelo y su voz era firme, si en algo creía y estaba segura de ello, era en la orden y todos sus compañeros, ellos la habían salvado de una vida desdichada.-nosotros no queremos apartarlo...jamás haríamos algo que Stefan no quisiera, si deseas tiempo...podemos esperar-.

Exorcistas... así se les llamaba. Entre ambos exorcistas comenzaron a susurrar, eso no nos dio buena espina ni a mi hermano ni a mi. Por si fuera poco tendría que consultarle a mis padres esto y ellos por supuesto no me dejarían ir.

-Stefan, es hora de irnos a casa, mamá y Claire están preocupadas por ti.

Claro que debían estarlo, después de lo ocurrido, ¿quien no lo estaría?. Pero... después de tantos años, nunca me había sentido tan decidido y tan necesario. No me agradaba tener que convivir con otras personas pero aquellos inconvenientes eran nada si me ponía a pensar como poder salvar aunque sea una simple vida sería satisfactorio. Además, si formaba parte de ellos tal vez podría ayudar a mi familia con algo de dinero, lo que fuera.
Ese sería mi plan, haría lo peor que un hijo podía hacerle a su familia y todo por "ayudarles". Escapar.

-"Los veo en la fuente en dos horas, en la fuente en dos horas." -me repetía en la mente tratando de encontrar el valor para decirlo en voz alta.

Volteé a ver a mi hermano que me había tomado por el nudo del pañuelo con aquella mirada influyente que ponía cada vez que se cerraba hacia el diálogo.

-Espera, solo quiero despedirme- Me solté de él y fui a donde el par de sujetos para avisarles sobre mi plan.
-Olvídate de eso, nos vamos ya. -y me tomó del brazo para alejarme de ellos y así nos introducimos en el bosque hacia casa. Mientras me alejaba me quedé viendo a los exorcistas hasta que les perdí de vista.

En ningún momento durante el camino le reñí, solo me quedé callado esperando que todo esto pasara a ser solo historia. Mi hermano era como mi padre y a quien más quería en este mundo, le debía mi vida entera y desobedeciendo no iba a poder pagarle. Al llegar a casa Claire me recibió con un abrazo y mi madre con una deliciosa cena, comimos sin siquiera tocar el tema de lo ocurrido y mientras los tres tendíamos la ropa a las afueras de la casa Alexander se encerró en su habitación.
Pero como quiera ya lo había decido, iba a escapar.

Ninguno se movió hasta que Stefan entró a la casa, fue entonces que la exorcista pudo respirar con normalidad, el tipo de personas como el hermano del chico causaban ese efecto en Miranda, sus piernas también dejaron de temblar, a pesar de que Alexander era un jóven normal, la chica sólo había esperado a que sacara rayos de los ojos para fulminarlos.
-Supongo que hay que esperar-dijo la exorcista a su compañero y al instante un gruñido salió de su estómago.
O/////O-Ah lo siento mucho-.

El día en el distrito de Sarandë transcurrió tranquilamente y tal como lo habían dicho, los Exoricstas no hicieron más que esperar a ver que era lo que sucedía. Las actividades en la ciudad se basaban primordialmente en reparar los daños surgidos por los ataques de los Akumas que pudieron haber sido más graves sin la oportuna intervención de los Exorcistas. La noche llegó muy temprano y los ciudadanos se pasaban a retirar.

-Este día no dimos ningún concierto.- Al terminar de lavar los trastes me fui a mi habitación dando gracias a que mi hermano había salido. Esperando a que todos se durmieran comencé a escribir una carta para mis padres, otra para Claire pero ninguna para Alexander, por más que busqué no pude encontrar las palabras para despedirme de él y que lo entendiera. Para cuando me di cuenta ya había oscurecido totalmente así que me pase la mochila por el hombro otra maleta y me dispuse a salir, lo complicado fué arrastrar mi contrabajo hasta la salida pero por fin logré salir.
Una vez afuera di todo de mi por darme prisa esperando a que los exorcistas siguieran esperándome después de toda la incertidumbre.

-Exorcistas... -hablé bajito pues no podía ver mucho, si no estaban aquí tendría que buscar en la ciudad. -Exorcistas, ¿pueden oírme?.
-Miren nada más, un niño perdido. -En medio de la noche una sombra todavía mas intensa me cubrió por completo, cuando volteé lo primero que vi fue a un extraño muñeco, parecía un títere siniestro mas sin embargo se movía, me estaba hablando.

Sin más que decir se alejó un poco mientras flotaba sonriente y su boca se abrió para dejar salir una especie de cañón, como algo instintivo solté mis cosas y me alejé de ahí, su disparos me seguían, ¿por que me estaba atacando si yo no tenía nada que ver con ellos?. No sabía que hacer.

-Oh muchas gracias-. dijo la chica al momento de tomar las dos bolas de arroz, comenzó a comer con gusto, sus tripas también le agradecieron dejando de sonar.
Quedaba ya poco tiempo para la cita entre los exorcistas y Stefan, antes de ello Miranda había propuesto ayudar a las personas con las labores de reparación, que en realidad con Miranda ahí se rompian más de las que ya lo estaban. Esperaron en la fuente como les había susrrado el muchacho, pero ni sus luces aparecían. Estaba a punto de decirle a Joey que fueran por él, ya que sus padres se pudieron haber dado cuenta o tal vez su guardián, es decir su hermano mayor, pero escuchó un sonido fuerte que provenía de unas calles atrás. -¡Joey-san!-se alarmó la exorcista-algo anda mal-.