Reclutamiento en Napoles

Buscador escribió:

Hace varios años, en Napoles (Italia) un extraño suceso acabo casi con media población. Duró apenas unas semanas, ya que un desconocido que pasaba por allí, logró solucionar el problema. Nadie habló con él, y nosotros hemos llegado a la conclusión, de que podría tratarse de un antiguo exorcista que tenía que acudir a una misión cerca de allí.
Bien, ahora, apenas un par de días, se han vuelto a registrar extraños movimientos por los alrededores del pueblo. Los ancianos, aseguran que oyen explosiones, las mismas que oyeron cuando ellos eran jovenes. Creemos que las explosiones, son causadas por Akumas, en busca de una Inocencia que pueda estar escondia por los alrededores del pueblo.
Hemos investigado, y nos hemos informado sobre la leyenda que cuentan de este pueblo. También investigamos a los posibles sospechosos que puedan estar haciendose pasar por gente normal cuando en su interior esconden al Akuma. Antes de ayer, acampamos a las afueras del pueblo, y como los ancianos nos contaron; oimos las explosiones. No pudimos resistirnos a quedarnos parados, asi que corrimos hacia el interior del pueblo, y con nuestros propios ojos los vimos.
Se trataba de Akumas de nivel uno. Como habiamos sospechado desde el principio. La vida de mucha gente inocente este en pleigro, y solo los exorcistas podran liberar a este pueblo. Es urgente.

Hubo una canción, no recuerdo la letra.

El sol golpeaba los pastizales que parecían recibirlo con una danza exótica, Athan dormía sin importarle los repentinos saltos del transporte que lo llevaba, su cuerpo se perdía entre montones de paja que de vez en vez le hacían cosquillas en la nariz. Habían pasado algunos días desde que comenzó su viaje y estando tan cerca de su destino decidió descansar.

-¿¡Que le parece joven!?- gritó el ancianito que conducía la carreta tirada únicamente por una mula

-¿Qué?- apenas audible fue la respuesta del moreno que rápidamente se asomo de entre la paja, estaba despeinado y ojeroso

-Ha sido un buen año para nosotros, ha ido bien la venta, para serle sincero no lo hago por el dinero- continuo el viejo guiando a la mula con algunos golpes

-Lo hago por el viaje, me gustan los paisajes, la brisa y el silencio- la mirada se ilumino ¿era nostalgia?

-Que bueno ver a los jóvenes viajando- concluyó con una risita que a Kafkis le pareció de lo más extraña, enseguida el transporte se detuvo, el castaño había llegado a las afueras del pueblo

-Muchas gracias por traerme- dijo con la sonrisa radiante mientras que de un salto bajaba de la carreta

-Que tengas suerte jovencito- gritó muy fuerte, la realidad es que le fallaba el oído y exclamaba en un intento por oírse, pronto la carreta retomó el camino y desapareció empequeñeciéndose en la lejanía.

En medio del camino, el de mirada amarilla sacudió sus ropajes, aun tenia restos de hojarasca, llevaba el torso cubierto por un sagum café que ocultaba el traje de la orden. Caminó entonces rumbo al pueblo, con paso firme, antes de llegar uso la capucha como quien desea pasar desapercibido, enseguida un aura de misterioso le envolvió.

-¿Por dónde empiezo?- se cuestionó en voz baja observando con detenimiento el lugar, en esencia parecía un sitio alegre, lo que no encajaba era la actitud de las personas, estaban asustabas

-Huele a miedo- decidió entonces iniciar su recorrido en el primer lugar que se le ocurrió: la iglesia, quizás podría obtener información, eso o encontrarse de una vez a lo que temía fuera el enemigo…

Las explosiones nocturnas, habían cesado pasadas tres horas; luego, todo había vuelto a la normalidad. El silencio de la noche había vuelto a reinar. Aquellas explosiones cada vez me ponían más nerviosa, no me gustaban. Se oían cada vez más y más cerca de mi casa, y luego a la mañana siguiente la gente de los alrededores se veia rara y observadora. Sentía sus miradas en mi espalda según pasaba junto a ellos. Cada vez que ese sentimineto me invadía, traía a mi mente la imagen de la cajita que había encnotrado, eso, me tranquilizaba.
Hoy, era diferente. Las personas que se comportaban de modo extraño normalmente, oí lo destacaban aún más. Como era ya habitual en mi rutina, salí a dar mi paseo diario. Las calles estaban llenas de gente, cruzaban de un lado para otro. Era la hora de hacer las compras y todo el mundo estaba en las calles. Podía haber sido como en otro pieblo, de no ser por las expresiones de mieo que llevaban en sus rostros, o por lo rápido que se movían para estar el menos tiempo posible fuera de sus casas; para evitar exponerse a esos seres que provocan gritos de puro terror.
Estaba sentada en la plaza, observando el panorama cuando una sombra captó mi atención. Entre la gente, una figura encapuchada caminaba tranquilamente en dirección a la...No, no podía ir allí. A la iglesia no. Ayer las explosiones procedían de allí y eso solo podía significar una cosa. Él iba directo a la perdición. La alta figura parecía que estaba decidia a entrar, pero no se lo podía permitir. Tenía que advertirle.
Lentamente me levante, y comencé a caminar detrás de él. Esperé a que llegara a una zona donde hubiera menos gente que allí. Apreté un poco más el paso, no quería perderlo de vista. Caundo estuve lo bastante cerca, me paré y dije con firmeza:
-Si yo fuera tú, no entraría ahí.

Es como viajar de noche, esquivando las rocas de un camino que esta deshecho.

Kafkis andaba sin dificultad entre los transeúntes, como era común la seguridad que emanaba le tenía absorto de interrupciones, eso o quizás su altura, el hecho es que pronto llegaría a la iglesia.

-Si yo fuera tú, no entraría ahí.

Athan se detuvo, ante él se postraba una jovencita de aspecto delicado, de piel clara y ojos de un profundo negro se miró reflejado en ellos como en agua calma.

-¿Enserio?- habló con la voz tranquila y con curiosidad inocente observó a quien de pronto le había abordado, debajo de la capucha lo único que destacaba era el resplandor animal de los ojos amarillos

-Es muy amable de tu parte preocuparte “love”– dijo sonriendo, esta vez una racha de aire elevó sus ropajes dejando ver por un instante el traje con adornos de plata que la orden le había otorgado

-Pero te diré un secreto- continuó mientras se acercaba a ella con aire confidente

-Soy un devoto- ultimó guiñándole un ojo.

-Aunque si me dices por qué estaría muy agradecido- Kafkis estaba contento, no había tenido que buscar mucho al parecer la información estaba frente a él y quien mejor que un habitante dispuesto a hablar, después de todo eran ellos quienes estaban sufriendo…

Lleva en la espalda al propio miedo, en las manos una lanza, en la boca una plegaria.

Ese hombre ya no sueña.

El desconocido se había parado al oir mi voz, se dio la vuelta y pude ver que la persona con la que estaba apunto de hablar, venía de muy lejos. Estaba segura, era el desconocido que acaba de llegar, y no tenía ni la más remota idea de donde iba a meterse.

Una ligera ráfaga de aire, se levantó, y debajo de la capa que lo cubría, pude ver unos adornos plateados. Me eran familiares, pero ¿de qué?. Me quede con la vista fija unos segundos, intentando recordar dónde había visto unos dibujos como aquellos. La imagen de mi abuela dibujando, vino a mi memoria, era tan nítida que parecía que lo estaba viviendo otra vez. Allí sentada, inclinada sobre la mesa concentrada en su dibujo. Me acuerdo que tenía cinco años, y aquellos dibujos quedaron grabados en mi memoria.
El desconocido se inclino hacia delante:

-Te diré un secreto, soy un devoto.

Asi que un devoto ¿eh? Bueno daba igual, la vida de este hombre estaba en peligro y no podía permitir que la perdiera. Eso es algo demasiado preciado como para andar jugando de esa manera; además esos seres...

-Aunque si me dices por qué estaría muy agradecido.

Al parecer estaba dispuetso a escuhcar la entretenida historia que corria de boca en boca sobre este lugar y los acontecimientos sucedidos. Lo miré recelosamente, no tenía intención de contar nada, y no lo haría.

-Lo siento mucho, pero solo limitate a seguir mi consejo-le dije seria- si quieres seguir vivo-susurre.

Una gota de sudor se deslizó por el rostro de Kafkis, la jovencita hablaba muy enserio con dos cosas: no planeaba decirle nada y esperaba que evitase acercarse a la iglesia. El de mirar dorado suspiró y alzó la vista al horizonte. Definitivamente era el lugar en donde se asentaban los Akumas que mencionaba el informe.

-Gracias por todo “Love”- le dijo sonriente mientras emprendía la huida rumbo a la iglesia, en esa posición no era difícil darse cuenta que sujeta a su espalda llevaba una especie de vara.

Reflexionó mientras esquivaba a la gente ¿había sido la mejor decisión escapar de esa manera? pero ¿qué podía hacer? Le era imposible explicarle con detalles sus motivos, deseo eso no causara problemas, después de todo era un extraño y aquel suceso ponía en peligro a la jovencita.

No tardo en llegar, su larga zancada y agilidad le habían puesto en el lugar deseado, ante él se alzaba una iglesia pequeña bastante bonita de acabados barrocos, no dudó en abrir las enormes puertas de madera, un sonido tosco acompaño su entrada, el lugar estaba extrañamente oscuro, pronto los pasos de Kafkis retumbaron como eco. Cuando llegó al altar central atiborrado de imágenes religiosas y querubines la evidente ausencia de gente le hizo desviarse hacia una puerta más pequeña ubicada al fondo del lugar, estaba entre abierta, sin pensarlo mucho entró con sigilo, aquella puerta daba hacia la parte trasera de la construcción: un cementerio.

-Mi lugar favorito- habló con sarcasmo mientras avanzaba con cautela, tenía la misma sensación que siempre le abordaba antes de cada batalla: un cosquilleo en la nuca.

De pronto el sonido metálico estrellándose contra una lapida lo alertó, automáticamente un ente redondo apareció flotando. Athan dió un paso hacia atrás y tomó con rapidez el bastón largo que llevaba en la espalda preparándose para lo que venía, enseguida el Akuma disparó hacia su posición, pero antes de que la bala impactara con el moreno ágilmente la bateo cual pelota de beisbol desintegrándola en el aire: Hefesto su arma antiakuma estaba activada y entre las manos de su portador se volvía un objeto mortal para casi cualquiera.

-Vamos a jugar- dijo con una sonrisa canina acercándose con firmeza al enemigo que respondió lanzando nuevamente su ataque, Kafkis lo esquivó sin mucha dificultad y saltó clavandole sin miramientos el arma, a continuación con otro salto se alejó de la máquina que explotó estruendosamente

-AH!! ¡Cuánto ruido!- exclamó en una especie de berrinche infantil

-¡Señor por fin ha llegado!- se escuchó una voz en la lejanía, Athan se viró solo para toparse con un muchacho joven que portaba sobre su espalda y con dificultad un enorme aparato cuadrado

-Buscador-chan- habló el castaño mientras le sonreía con entusiasmo

-Déjeme guiarlo, no muy lejos de aquí logramos capturar a cinco Akumas, la barrera no resistirá por mucho tiempo- continuo eufóricamente mientras señalaba la ubicación, el muchacho tenía el cabello rubio y la tez blanca, se notaba cansado y ojeroso seguramente por el estrés de la misión

-Vamos entonces- Athan respondió con ánimo mientras le quitaba la extraña máquina de la espalda y apretaba el paso para sorpresa del confundido buscador…

Cuando la muerte acecha, todo puede ser posible

Aquel chico parecía que no me iba a hacer caso, y tal como lo predije, sucedío.

-Gracias por todo “Love”-me dijo antes de darse la vuelta y hecar a corre hacía la iglesia.

Me quere parada, sin moverme. Me había cogido por sorpresa, no esperaba que hiciese algo así. "Sería cabezón" pensé. ¿Qué podía hacer? Tenía que pensar algo y rápido.
La imagen de la cajita y las cartas apareció en mii cabeza, ¿qué quería decir eso?¿era una señal? Por el cuerpo comenzó a recorrerme un extraño sentimineto, sentía como si algo me llamasse. Una loca idea cruzó por mi cabeza, pero la deseché en seguida, aquello era una locura, ¿ qué podían hacer unas cartas contra unos monstruos que lo destruían todo en un abrir y cerrar de ojos?.

Sin más, mi cuerpo se dió la vuelta y comenzó a correr en dirección a mi casa. Cuando me di cuenta, ya estaba llegando; no vivía muy lejos de la Plaza Principal, donde estaba la iglesia. Cuando llegué, subí corriendo las escaleras hasta llegar al desván. Encontré la cajita donde la había escondido, estaba intocable. La abrí con cuidado y allí estaban; envueltas entre terciopelo morado, se encontraba la particular baraja que había encontrado. Pasé las manos por encima y una oleada de calor me invadió. Las guardé en un bolsillo y volví a irme. Bajé las escaleras todo lo rápido que pude, intentado no caerme y saalí a la calle. Sentía el oxígeno corriendo por mis venas, y los latidos de mi corazón en la cabeza. Si quellas cartas podían ayudar a aquel muchacho, estaba dispuesta a ayudar.

Me paré delante de la puerta de la iglesia, esperaba que todavía estuviese allí, preferiblemente más vivo que muerto, pero la única manera de saverlo, era entrando allí y eso hacía que se me pusiese la piel de gallina.
-No tenía que haber ido a por las cartas-mascullé entre dientes.
Armandomé con todo el valor que corría por mi cuerpo, entré; y lo único que me encontré allí, fueron cenizas...¿cenizas? ¿qué hacían allí esas cenizas? Me temí lo peor, esperaba que no fueran del muchacho. Aquel sitio no me gustaba, me daba repelus, era como si mil ojos me vijilaban. Salí de allí y miré a mi alrededor en buscándolo, pero no lo encontré. ¿Dónde se había metido?

No sé si tu estas bien, quizá yo deba estar afligido por ti.

Ambos hombres avanzaron entre lapidas, unas más ostentosas que otras, la mayoría descuidadas, para Athan aquello resultaba muy banal, después de todo no era la muerte el dolor de los vivos, más bien la ausencia, el espacio vacío de aquellos a quien amaron lo que terminaba por corroer los corazones y de vez en vez los transformaba en monstruos.

Por un momento lo invadió el recuerdo: el olor a carne quemada, la sensación que causaba el abismo en los ojos vacios de los cadáveres, las manos sucias y el interminable llanto de las madres quienes arrastraban a sus hijos limpiado sus rostros como deseando verlos despertar una vez mas

-Aun pienso que yo debería cargar ese aparato- interrumpió con timidez el buscador que mantenía el paso mientras intentaba ocultar el sonrojo grosero que tenía en el rostro, estaba abrumado por la amabilidad que el castaño le había mostrado, no habían tenido esa consideración en el tiempo que llevaba en la orden

-No te preocupes- dijo el moreno sin detenerse y con una sonrisa cohibida, la flama que avivaban sus ojos estaba apagada, aun estaba nostálgico aunque eso no le privaba de su concentración ni mucho menos de su deber, se movía con naturalidad como si el gran aparato que llevaba en una solo mano no pesara ni un gramo.

Recorrieron todo el cementerio, no fue hasta que cruzaron la barda que lo delimitaba que pudieron acercarse al objetivo, la realidad es que de la iglesia hasta ahí solo eran unos cuantos metros, algunos árboles preludio de bosque se alzaban orgullosos

-Amo Exorcista la barrera esta por allá- indicó el rubio mientras señalaba lo que era evidente: una enorme bola tranparente manutenía presos a un grupo de Akumas que se limitaban a intentar salir envistiendo las paredes

-Es hora de trabajar- declaró el castaño mientras dejaba el aparato en el suelo y con premura activaba su inocencia

-¡Chicos estén listos!- exclamó, dos buscadores que mantenían la barrera atendieron con euforia la orden de Kafkis, aquel proceso era peligroso para ellos, en cuanto quitaran la barrera los Akumas saldrían dispuestos a todo, debían coordinar sus acciones para evitar accidentes

-En cuanto estén listos corran a refugiarse- ordenó con decisión...

Aquella niña se parecía mucho a ti: tenía la misma mirada en los ojos ¿la devoraste lobo?

Seguía parada en medio de la calle sin saber que hacer. Había desaparecido, se había esfumado y no tenía ni la más remota idea si estaba herido o no, si seguía vivo o no. ¿Qué podía hacer? ¿A dónde podía haber ido? Busqué el contacto de las cartas, auqello me tranquilizaba.

Comencé a bagar por las calles, me pasé un rato mirando a todos lados, buscando esos ojos amarillos que se veían bajo la capucha. Nada, no debía de estar en el pueblo. Entonces, ¿dónde estaba? solo quedaban los alrededores; miraria en las afueras de la ciudad, en los comienzos del bosque y ...en el cementerio.

Me dirguí al bosque, a lo mejor había salido huyendo, pero dudaba mucho que alguien tal fuerte como él, y con tanta confianza en si mismo pudiera tener miedo de aquellos seres. Él era valiente, y seguro que se había enfrentado a ellos. El problema, era el estado en el que se encontraba el pobre hombre.

Busqué por el bosque, y no encontre rastros de que alguien hubiera pasado por allí. Al ir al bosque, tampoco encontre nada, ni comentarios de la gente ni la alargada sombra del hombre. Eso solo indicaba una cosa, solo me quedaba un lugar dónde buscar...en el cementerio. La última vez que había estado allí, había encontrado las cartas, ¿quién sabía lo que podia encontrar ahora? Me giré y comencé a caminar en dirección al cementerio. A mitad de camino, oí un ruido que me resultó familiar. Corrí y me paré de golpe al oir las explosiones. Genial, allí tambien estaban estos malditos seres. ¿Y si estaban persiguiendo al chico? No lo sabía, pero la única manera de averiguarlo, era llendo.

Caminé lentamente hasta la entrada, no queria que se diesen cuenta de mi presencia, y entonces los ví. Encerrados en unas especies de cajas luminosas, golpeando las paredes para salir de allí. Un grupo de hombres, vestidos con capas marrones claras, sujetaban unos extraños aparatos que producían las luces que mantenían encerrados a los monstruos. Caminando lentamente, se estaba acercando el chico de antes. Lo había encontrado, pero ¿qué hacían?¿qué pasaba allí? No lo sabía, pero algo me decía que no tardaria mucho en averiguarlo.
-¿Qué es lo que esta pasando aquí?-dije en voz alta sin darme cuenta, esperaba que el chico no lo oyese.

Guigard el buscador, exhaló intensamente, le sudaban las manos que aun sostenían la extraña lámpara que creaba la barrera que contenía a los caídos, miró de reojo a su compañero y movió la cabeza indicando con un gesto que el momento había llegado.

Todo sucedió rápidamente: en coordinación absoluta desactivaron la barrera y se lanzaron con ligereza evitando contacto alguno con las maquinas que salieron dependidas intentando embestir a los buscadores. Para cuando se dieron cuenta, Athan ya estaba destruyendo Akumas, de un salto había golpeado con su arma al primero partiéndolo por la mitad, la explosión llamo la atención de los demás que se agruparan disparando hacia el exorcista, Kafkis esquivo el ataque sin mucha dificultad y fue tras ellos con diferentes movimientos, el bastón les permitía darles alcance y maniobrarse sutilmente, era claro su destreza y coordinación, veterano en batallas después de todo.

El espectáculo no duro mucho, al final los Akumas habían sido purificados y el exorcista regresaba triunfante mientras relajadamente continuaba girando su arma cual reflejo involuntario

-¡Love!- exclamó asustado al ver que no muy lejos se encontraba la jovencita que le había advertido en el pueblo, ante aquel comentario los buscadores se viraron ¿Qué hacia ahí?

Athan no tardo mucho en ir a su encuentro ¿Qué debía decirle? ¿Cuánto había visto?

-¿Cuánto tiempo llevas ahí?- pregunto paternalmente mientras la tomaba de los hombros con suavidad, Kafkis estaba asustado, era peligroso que anduviera por ahí

Spoiler:

Como era de esperar, mi presentemiento si hizo realidad. El chico se avalanzó sobre las masas de monstruos, blandiendo una bara, dividida en tres partes. Cuando cada extremidad de la bara, tocaba a uno de los seres, este se combulsionaba y al poco explotaba convirtiendose en polvo. ¿Polvo? Eso era. Ese polvo, aquel que había visto exparcido por los suelos de la iglesia, era de esos seres. Era de ellos. Contemple el espectaculo con los ojos bien aniertos, aquello era increible; después de todo, no eran indestructibles.

-¡Love!-exclamo el chico.
Aparte la vista de los restos de los cuerpos. Una rafaga de aire se levanto, y se llevó volando las cenizas. Clavé mis oscuros ojos en él, y lo mire profundamente. Se estaba acercando a mí. No sabía como reaccionar. Me qeudé quieta. Algo en mi interior me decía que no me haría daño, pero ver lo que podía hacer el arma que portaba...me hacía ser recelosa.

-¿Cuanto tiempo llevas ahí?-me dijo ya enfrente de mí.

Se había acercado, y me había agarrado suavemente por los hombros.
Desvié la vista un segundo, y bailó con rápidez de los hombres con capas a el chico.

-El suficiente como para ver lo que has hecho-dije en apenas un murmullo-¿Cómo has hecho eso?¿Qué eran esos seres?¿Quiénes sois? y ellos-dije mirando a los hombres- ¿Quiénes son? ¿Qué es lo que está pasando aquí?

Athan Kafkis tenía un dilema, estando cara a cara con aquellos ojos oscuros que clamaban respuestas no podía simplemente evadir el tema pero ¿Cómo hablar de ello? Del todo no estaba autorizado para andar divulgando con tanta calma a que se dedicaba

-En verdad lamento mucho que tuvieras que presenciar todo eso- acabo rindiéndose, un gesto casi triste invadió su rostro, sorprendentemente antes de que continuara el relato fue interrumpido

-Señorita no se preocupe aquí todo está bajo control- dijo con autoridad uno de los buscadores que se aproximó a la escena, tenía la piel oscura y la cabeza rapada

-Lo único que debe saber es que ahora nosotros nos encargaremos de este asunto- concluyó con orgullo, los demás miraron la escena entristecidos, después de todo era por su seguridad, en el fondo lo que el buscador quería es que se mantuviera apartada de todo eso

-En este caso estoy de acuerdo con mi compañero “Love”- habló nuevamente el castaño mientras le sonreía a la jovencita, Kafkis trabajaba para proteger a la gente como ella e involucrarla sería contrario a su objetivo

-Todo va a salir bien te prometo que me encargaré de acabar con esos monstruos- continuó mientras se agachaba hasta la altura de la pelinegra enseñándole el dedo meñique como símbolo de su promesa, esperaba que estrecharan sus dedos, quizás era algo tonto pero para el castaño aquella delicada jovencita todavía era una niña…

-En verdad lamento mucho que tuvieras que presenciar todo eso- acabó rindiéndose.
-Señorita no se preocupe aquí todo está bajo control- unos de los hombres que estaban allí, se acercó.

Había pronunciado cada palabra con voz autoritaria. Lo observé fijamente, era alto, de piel oscura y cabeza rapada. ¿Sería es jefe de aquel extraño grupo?

-Lo único que debe saber es que ahora nosotros nos encargaremos de este asunto- continuó diciendo.
-En este caso estoy de acuerdo con mi compañero “Love”. Todo va a salir bien te prometo que me encargaré de acabar con esos monstruos-

Miré al joven con sorpresa en mis ojos. No sabía qué hacer ni que contestar. Había visto con mis propios ojos cómo acababa con cada uno de los monstruos, ¿y pretendía que me olvidara de ello? No, allí había gato encerrado y lo sabía bastante bien. Aquellos hombres ocultaban algo que no me querían contar. Estaban en todo su derecho de hacerlo, pero creo que me debían una esplicación.

Alcé la barbilla con orgullo y diriguiendome al hombre de piel oscura dije:

-¿Pretendes que me queda tan tranquila, después de ver como este hombre-señale al joven de pelo castaño- ha acabado con casi más de una docena de esos monstruos?
La verdad es que no me lo podía explicar yo misma, no podía encotrar una solución lógica, para lo que ese hombre había heho, por más que buscara una respuesta, no la encontré. Bajé la vista al suelo, y luego la desvíe hacia un lado. Siempre hacía lo mismo cuando pensaba.

¿De qué me sonaba todo aquello? Lo conocía, alguna vez había oído algo muy parecido a eso, pero ¿dondé?. No tardé en darme cuenta. ¡La vieja leyenda! Claro, los monstruos y las explosiones estab relacionados, la figura misteriosa que nos ayudó en aquel entonces, debía de pertenecer a la mimo lugar que el castaño, pero y ¿el resto de los hombres?

-Creo que se de qué va todo esto, pero todavía no estoy muy segura. Hay una leyenda en la que aparecen los mosntruos y tú-dije señalando al castaño- pero vostros...-pasé la mirada por cada uno de ello- ¿qué tenís que ver en todo esto?

Fue un suspiro general, el pequeño grupo se miró entre sí con mucha preocupación, al final se enfocaron solamente en Athan, era claro que buscaban su aprobación, una duda flotaba en el aire ¿Qué vamos hacer?

-Oh! Mi pequeña niña, en que problema te hemos metido- exclamó el castaño mirando al cielo

-Antes que nada creo que si vamos a confesarte nuestro secreto deberemos presentarnos- su voz era suave y tranquila

-Soy Athan Kafkis- empezó el exorcista

-Aristo Taiana- dijo el más joven mostrando una sonrisa desganada, de cabello rubio y aspecto lánguido, ojos oscuros y cansados Aristo era alguien amable de apariencia descuidada

-Geert Zimmerman- se presentó con voz suave, llevaba el pelo rojizo atado en una coleta, parecía fatigado y la barba que tenia le daba un aspecto maduro y algo violento, tenía una cicatriz debajo del ojo color apiñonado derecho

-Alphonse Guigard – continúo con seriedad, figuraba como alguien dedicado y serio, de ojos violáceos y pelo negro tenía facciones frías, daba la impresión de que era alguien introvertido, nada más lejos de la realidad

-Odon Marquez- declaró por último, su altura y piel oscura era más que suficiente para amedrentar a la mayoría, poseía la cabeza rapada y los ojos de un verde oscurecido, a pesar de todo era alguien de buen corazón aunque no siempre lo aparentaba

-Y todos trabajamos para el vaticano, La orden Oscura es nuestro hogar- Athan observo una gran roca cercana la cual utilizó de asiento, el relato seria largo

-Nuestro trabajo es eliminar a esas criaturas conocidas como Akumas-continuó Odon imitando a Athan sentándose sobre una lapida

-Los exorcistas son los enviados de dios y los únicos capaces de purificar a las maquinas malditas– dijo con entusiasmo retraído Aristo que de un momento a otro parecía fanático de Kafkis

-Seguramente la historia de la que hablas debe mencionar a un exorcista como yo…- concluyó el de ojos amarillos mientras los otros 2 buscadores también se sentaban a descansar, después de todo llevaban largo tiempo en estrés

-Porque no nos cuentas más de esa historia y nos dices tu nombre “Love”- un viento pasajero removió los cabellos del exorcista, tenía un gesto amable y una sonrisa reconfortante...

Uno a uno se fueron presentando. Pasé la mirada por cada uno, según decían su nombre. Comenzó el castaño que tanto me había intrigado su forma de actuar; Athan Kafkis. Un nombre bastante bonito, sí. Perfecto para él.
El siguiente en hablar fue, Aristo Taiana. Un joven de calleos rubios. Bastante mono. Geert Zimmermant, pelirojo y con barba. Parecía mayor que los demás. Alphonse Guigard y Odon Marquez le siguieron. Posé la vista unos segundos en este último, él había sido uno de los que habían evitado el desarrollo de esta conversación. Una persona alta y de pile oscura. Lo observé de arriba abajo como había hecho la primera vez.
Seguí escuchando las palabras de Athan, Aristo y Odon. Así que el Vaticano ¿eh? ¿Orden Oscura? Vaya nombre para estar relacionado con la Iglesia. Ellos que siempre habían sido de colores claros, pareza y esas cosas y ¿ponían "Orden Oscura" a una organización bajo su mando? Aquello si que era desconcertante. Los monstruos que Athan había matando se llamaban Akumas, estraño nombre para unas criaturqas como aquellas. ¿Enviados de Dios? No lo entendía. ¿Los únicos? Era imposible, no podían ser solo ellos, ¿cuántos podría haber como Athan?

Las palabras de Atahn me sacaron de mi pensamiento, seguramente tendría todo el tiempo del mundo para responder al torbellino de preguntas que se estaban formando en mi cabeza. Ví como se acomodaban, seguramente ibamos a estar ahí un rato, pero no em gustaba ese sitio, me parecía un lugar un tanto inadecuado para hablar. Estuve a punto de sugerir que vinieran a mi casa, pero callé en el último momento. Los volví a mirar a todos y luego me apoyé contra una de las paredes de un pantón de mármol.

-Me llamo Daniela- miré a Atthan-¿Qué puede interesar una vieja leyenda a personas como vosotras?-bajé la vista al suelo y luego volví a levantarla clavádo mis ojos que se habían oscurecido más en el Exorcista- Esta bien, pero es muy larga, así que resumiré un poco-inspiré profundamentre y luego solté el aire poo a poco- Veréris, hace muchos años, se repitió lo mismo que sucedió aquí. Esas horribles explosiones comenzaron a escucharse, la gente desaparecía día tras día y no se sabía por que. Pasamos semanas así, hasta que una noche de tormenta, alguien llegó- le negro de mis ojos se intensificaba según abanzaba con la historia- Aquel individuo solo estuvo aquí u par de horas, llegó caminando bajo la lluvia sin ninguna prisa, y de la misma manera se fue; pero no antes de haber acabado con todas y cada una de las criaturas a las que vosotros llamaís Akumas. Mi abuela era una niña cuando eso sucedió y vió con sus propios ojos al descocido y vió claramente eso-dije señalando el emblema de la Orden- Bien este es mi pequeño resumen, ¿alguna pregunta antes de que yo empiece?