Misión a New York [Sócalo y Faith]

Después de una larga travesía en barco llegue a la ciudad de Nueva York, el trayecto fue largo y aburrido. La mayor parte del tiempo me la tire en la cubierta observando el mar y deseando que algún akuma hiciera su aparición y de esta forma pudiera divertirme aunque fuese un poco, lo único que compensaba todo aquel aburrimiento era el pensar que tendría mucha diversión al llegar a nuestro destino.

Baje del barco y mire a mi alrededor para comprobar si había algo fuera de lo común y en realidad lo había pero no de la forma que yo esperaba, pese a que era medio día había poca gente en el puerto y los que estaban por allí caminaban temerosos y vigilando sus espaldas, aquello me hizo suponer que no me había equivocado de lugar y que la información debía de ser correcta.

-Bien Bien, el jinete solo aparece de noche, por lo tanto habrá que dar una vuelta por la ciudad por si hubiesen akumas a los que descuartizar- dije en tono alegre.

Durante todo el viaje en barco, Faith apenas y vio al General. Ocupó su tiempo principalmente en el interior del camarote, charlando con Clareon y de vez en cuando subía a la cubierta y para escalar el barandal y así poder admirar el paisaje distorcionado por esporádicas alucionaciones.

Una vez la embarcación arribó al puerto de Nueva York, Faith siguió al General. Descendieron al muelle y notaron que la escasa gente que transitaba por el lugar lucía temerosa y volteaban casi paranóicamente, como si en cualquier momento algo les fuera a saltar por la espalda. Sócalo parecía decepcionado por aquella vista.

-Bien Bien, el jinete solo aparece de noche, por lo tanto habrá que dar una vuelta por la ciudad por si hubiesen akumas a los que descuartizar -dijo con una nota animada en su voz, deseoso por comenzar a masacrar lo más pronto posible.

-Descuartizar Akumas~ -la idea no pudo sonar más tentadora para la niña, puesto que desde las últimas alas de golem en la Orden, no había podido dar nada más a Clareon como ofrenda.

Caminaron juntos, ella siempre atrás, puesto que sus pequeños pasos no eran competencia para las grandes zancadas del hombre, y comenzaron a recorrer la ciudad. De vez en vez, Faith se miraba el brazo vendado -le habían quitado el yeso justo antes de salir de misión- y palpaba su frente, esperando que sus heridas hubiesen alcanzado a sanar completamente.

Los neoyorquinos les abrían paso, sin ocultar su temor, y muchos se escondían en las casas o tiendas más cercanas que tenían. El terror que había sembrado el Jinete sin Cabeza tenía paralizada a la ciudad, aunque aquello no era más que una ventaja para ellos. Si se cruzaban con personas que se vieran tranquilas, sabrían inmediatamente que se trataba de Akumas nivel uno. Ellos no compartían el mismo miedo que los humanos corrientes de la ciudad.

En poco tiempo recorrimos gran parte de la ciudad, en todo ese recorrido no había aparecido ni un solo akuma, aquello me estaba cansando y desesperando, en el informe la misión parecía que iba a ser bastante entretenida pero hasta ese momento no parecía que nada se saliese de lo normal. Pasadas varias horas desde que comenzara el paseo en busca de akumas, el sol aun permanecía en el cielo y los akumas aun no habían aparecido.

-Esto es increíble, ni si quiera mi uniforme les llama la atención- pensé con rabia mientras continuaba caminando.

Cuando parecía que toda búsqueda resultaría inútil, delante de ellos aparición un pequeño grupo de hombres con una actitud muy diferente del resto de aldeanos, aquellos hombres estaban riendo a carcajadas limpias y ruidosas, pero todas las risas fueron silenciadas cuando el grupo vio como me acercaba hacia ellos. Todos los hombres comenzaron a deformar sus cuerpos haciendo aparecer de distintas formas las típicas armas de fuego que poseían los akumas.

-Bueno creo que podre matar el tiempo un rato con vosotros- dije riendo.

Recorrer la ciudad a pie, a primera vista, parecía una tarea larga y tediosa que debían de tomarse la molestia de hacer. No obstante, aunque sí fue tedioso y monótono, no les tomó mucho tiempo recorrer gran parte de la ciudad sin sufrir altercado alguno. De hecho, el llamativo uniforme de exorcista del General no llamaba la atención en las personas, quienes sólo desviaban sus miradas y seguían su camino.

-Parece vacío -pensó la niña, puesto que las pocas personas con las que se cruzaban por las calles parecían más fantasmas que humanos vivientes, con movimientos sigilosos y en absoluto silencio moviéndose de un lugar para otro.

No obstante, cuando ya todo parecía indicar que deberían de esperar hasta el anochecer para presenciar la aparición del Jinete sin Cabeza, un grupo de hombres hizo su aparición. Se veían jubilosos, riendo a carcajada limpia, mas éstas desaparecieron al posar sus vistas en el General. Rápidamente, sus cuerpos se deformaron hasta revelar un total de nueve Akumas que se lanzaron inmediatamente al ataque.

-Bueno creo que podre matar el tiempo un rato con vosotros -dijo el General, riendo extasiado ante la idea de descuartizar algo.

Por su parte, Faith quitó la chistera de su cabeza, murmuró un "Actívate" y no demoró nada en lanzar su arma contra el primer Akuma. Éste, sin haberla visto antes puesto que centró su atención en el General, no alcanzó a reaccionar a tiempo, por lo que fue alcanzado de lleno por las hojas cortantes de Clareon, explotando y reduciéndose a restos metálicos.

A la primera explosión, cerca de una decena de nuevas personas hicieron aparición por el lado opuesto, aparentemente cercando a ambos exorcistas, y se transformaron en Akumas al igual que los primeros. Faith se volteó, dejándole los primeros Akumas al General, y volvió a lanzar su arma cuantas veces fue necesario para ir eliminando uno por uno a los Akumas que la atacaban.

-Cierto. Fácil es -musitó al comentario de la voz de su cabeza, tras esquivar una bala de sangre teniendo que lanzarse hacia su derecha y cayendo sobre el suelo. Una punzada le hizo detenerse y contemplar su brazo, para luego ignorarlo y recibir con el brazo contrario a su arma.

Aún faltaban cuatro Akumas por destruir, pero el escenario era sospechoso debido a la facilidad con que parecían suceder las cosas. Los Akumas no hacían más que lanzarles balas de sangre, las cuales ella esquivaba no sin cierta dificultar por ser lenta en cuanto a reflejos, pero sus tiros parecían ser bastante inexactos y eso no podía ser buena señal.

Contemple como la niña activaba su inocencia y comenzaba a destruir a los akumas uno por uno, aquello llego a molestarme debido a que aunque eran niveles 1 un akuma siempre era considerado por mi parte por un sujeto al que podría matar.

-Madness- grite activando mi inocencia, -hey niña un interfieras en esto- le dije a la exorcista que me acompañaba.

Lance mi arma hacia los akumas restantes de mi lado, la inocencia dorada fue volando y partiendo por la mitad a todos y cada uno de los akumas, una vez hecho su trabajo regreso a mis manos para ser nuevamente lanzada hacia los de la otra parte, al igual que pasara con los primeros akumas los segundos quedaron destruidos. Mire a mi alrededor y pude ver que todas las balas habían ido cerca mía pero ninguna con suficiente peligro como para matarme.

-Esto es raro- pensé mientras daba un salto hacia una de las altas casas que habían a nuestro alrededor.

Mire a mi alrededor en busca de mas rivales que fueran atraídos por los disparos y las explosiones, al levantar mi cabeza pude ver como tres niveles 2 estaban en el cielo y bajaban a toda velocidad hacia nuestra posición, conforme se acercaban pude ver como uno de los tres akumas tenía una forma parecida a un halcón. Cuando vi que estaban a una distancia cercana di un gran salto hacia él, en el vuelo nos cruzamos y solo se pudo escuchar un sonido sordo en el aire, de pronto las alas del akuma fueron cortadas y este cayó de cabeza contra el suelo, mientras los otros dos se dirigieron hacia la joven exorcista.

Sócalo rudamente le dijo que no estorbara y la niña, siendo obediente, pero no al General, dejó de lanzar su arma. El hombre, casi como si estuviese espantando moscas con su mano, destruyó con facilidad a los cuatro Akumas contra los que Faith se iba a enfrentar y saltaba hacia el tejado de una casa de gran altura, dejándola sola en tierra firme.

Una vez el silencio reinó en la ciudad americana, la chica dio una pequeña vuelta sobre su propio eje para contemplar su alrededor. Todo parecía casi intacto tras el ataque de los Akumas y no era raro que nadie se asomase.

-Nada es perfecto -pensó, siendo que aquello realmente era algo incoherente en la situación que estaban. Pero así era ella.

Repentinamente, y rompiendo la frágil paz que se había instaurado en el lugar tras la eliminación del grupo de niveles uno que los había atacado, un sordo ruido sobre ella la obligó a alzar la mirada. Aquello sólo le advirtió tardíamente de la presencia de nuevos Akumas, pero éstos de un nivel superior a los anteriores.

-¿Cuándo? -alcanzó a musitar, ciertamente casi sorprendida por la aparición de los Akumas-Halcón que bajaban en picada hacia ella.

En un rápido movimiento, Faith lanzó su arma contra el Akuma más cercano y apenas alcanzando a pronunciar un casi inaudible "Boomerang", la chistera abierta con sus hojas cortantes brillando de un tenue verde logró hacer una leve y superficial cortadura en la unión del ala con el cuerpo.

No obstante, el arma no alcanzó a volver a tiempo a sus manos para que Faith pudiese dañar al segundo, aunque fuera tan mínimo el daño como con el primero. Con lentos reflejos, Faith fue alcanzada por una de las poderosas patas del Akuma y éste, con fuerza, la lanzó contra la puerta de la casa sobre la que había estado Sócalo.

-Prrr~ Que exorcista tan débil -canturreó el Akuma, emitiendo un graznido y riendo por la debilidad de Faith, quien recién se estaba incorporando tras el ataque mientras se quitaba los trozos de madera que tenía sobre sí, luego de haber roto con su cuerpo la puerta por la fuerza del impacto.

-No vale la pena. Mejor la matamos y luego vamos por el otro -agregó el segundo Akuma en el mismo tono que el anterior, siendo quien apenas y había sentido el corte efectuado por el arma de la niña.

Al caer nuevamente sobre la casa vi como la niña era atacada por los dos akumas restantes, pasando del estado de la exorcista di un salto hacia donde estaba el akuma al que le corte las alas y que trataba de levantarse como podía, tras el salto quede al lado de dicho akuma, antes que pudiera decir algo fue despedazado un multiplex partes mientras yo reía de forma diabólica.

-Están preparados akumas de pacotilla- dije aun riendo a los otros dos restantes.

Al oír mis palabras uno de ellos se abalanzo hacia mí a gran velocidad, con lo que no contaba el akuma-alado fue que en un momento me coloque a sus espaldas y de un corte en horizontal le seccione ambas piernas haciéndole caer al suelo. Al ver lo sucedido el ultimo akuma que quedaba entero se precipito hacia mí pero esta vez desde el aire, tras dar un salto lateral esquive el ataque del akuma haciendo que las garras de este se clavaran en el suelo.

-Maldito exorcista, es imposible que seas tan rápido- grito de rabia el akuma.

-Yo no soy un exorcista inútil como el resto- dije justo antes de hacer que la cabeza del akuma que había hablado saliese volando a lo que le siguió una fuerte explosión.

Después de haber decapitado aquel akuma, pise la cabeza del que se estaba retorciendo en el suelo de dolor por la pérdida de sus piernas, mientras que reía sin parar clave la hoja de mi espada en la espalda de aquel nivel 2 y comencé a retorcerla en su interior, mientras lo hacia los gritos de dolor del akuma resonaban en todo el lugar y solo fueron callados por la explosión que acabo con su vida.

Antes que los Akumas pudiesen efectuar cualquier cosa que dijeron, Faith, de soslayo, vio como el General Sócalo hacía aparición desde lo alto del tejado.

Luego de eso, no se escucharon más que gritos desgarradores, siempre seguidos por una explosión. Cuando se escuchó una estruendosa explosión, la tercera desde que los Akumas-Halcón habían hecho su triunfal aparición, Faith había logrado quitarse todos los maderos hacía pocos minutos atrás y también había localizado a su chistera, desactivada y tirada pocos metros lejos de ella.

Una vez incorporada, con arma en mano nuevamente activada, Faith se acercó al General.

-Limpio -observó, haciendo alusión a que tanto el General se veía igual a cuando empezó la batalla y que el lugar ya no tenía Akumas que los acechaban.

Volvió a girar sobre su propio eje lentamente, intentando avistar algún indicio de peligro o alguna pista que les sirviera para poder recabar más datos sobre la presencia de Akumas en el área o, mejor aún, sobre el Jinete sin Cabeza.

Cuando estaba de espaldas al General, casi ignorando su presencia al estar sumergida en las palabras de Clareon, el sonido de algo arrastrándose en el piso llamó su atención. Al voltearse, vio como un hombre de aspecto andrajoso y con un rostro algo lunático les hacía a ella y a Sócalo una seña para que se acercaran.

-Hay que acercarse -opinó ella mientras emprendía marcha para encontrarse con aquel hombre de psicótica mirada y extrañas distorciones a su alrededor a ojos de la griega.

Cuando después de asegurarme de que no quedaran akumas por los alrededores vi como un hombre de aspecto extraño se arrastraba cerca de nuestra posición, en eso que escucho como la niña decide acercarse hasta el extraño tipo, sin desactivar mi inocencia hice lo mismo.

-¿Que es lo que quieres viejo?- pregunte mientras le miraba con extrañeza.

-¿Habéis venido a derrotar a los monstruos y al jinete?- dijo el hombre medio riendo.

-En cuanto lo atrape tranquilo que lo partiré en dos- dije de manera desafiante.

-Entonces debéis hacer dos cosas o esperar hasta la noche o ir a las afueras de la ciudad, se dice que el jinete viene cabalgando desde allí- dijo aquel tipo, -además de que los monstruos le siguen a todas partes-

-¿Por qué parte de la ciudad suele entrar?- pregunte mientras desactivaba mi inocencia.

-Normalmente por la norte, pero algunas veces lo hace por la parte oeste- dijo el hombre apoyándose contra una pared.

-Vamos a la parte norte- dije a mi compañera sin ni si quiera mirarla.

[Off: Culpen al sr.inspiración .__.]

Una vez se reunieron con el hombre, éste preguntó inmediatamente si habían llegado a Nueva York a eliminar al Jinete y a los monstruos, con esto último haciendo referencia evidentemente a los Akumas. Tomando las riendas del asunto, Sócalo entabló una breve charla con él, logrando así sacarle información valiosa.

-Vamos a la parte norte -fue la orden del General, quien parecía nunca se dignaba a mirarla.

Cuando quiso voltearse y encaminarse hacia la dirección mencionada por el hombro, éste mismo la llamó, pidiéndole que se quedara un segundo más. Iba a ignorarlo, como hacía con gran parte de la gente que le hablaba, pero durante toda la conversación había visto los ojos dementes del hombre y en cierta manera, le recordaron a los que le devolvían la mirada en el espejo.

-Esto es importante, así que no lo olvides -le dijo en tono confidente y con aquella misma sonrisa torcida que tuvo durante toda su conversación con el General-. Si antes del ocaso el cuervo púrpura aparece por el este, el jinete aparece por el oeste. Si no aparece, viene por el norte, pero trae compañía. En cualquiera de los dos casos, párate hacia donde veas un hongo grande, rosa y parlante, y luego gira hacia las cinco, pero en sentido inverso al reloj -le dijo como si recitara el extracto de un poema antes de emprender retirada dando vueltas, como imitando a una bailarina.

Sin haber entendido nada, pero recordando palabra por palabra lo que el hombre le dijo, Faith se volvió sobre sus talones y emprendió marcha hacia el norte de la ciudad. Tuvo que trotar para alcanzar a Sócalo, pero se detuvo metros más atrás de él, a sabiendas que de todos modos luego quedaría atrás por sus cortos pasos.

Durante todo el tiempo que les tomó llegar a la frontera norte de Nueva York, ambos exorcistas se mantuvieron en silencio. Inclusive la voz que siempre le hablaba estaba callada, por lo que Faith ocupó ese tiempo en admirar los tejado de las casas. Vio cerca de una docena de aves, entre ellas cuervos, pero todos eran negros.

Pero el ocaso aún no llegaba y cuando el sol comenzó a dar los primeros tintes anaranjados a las nubes, ambos exorcistas ya habían arribado al extremo norte de la ciudad.

-Paz~ -pensó al ver que esa parte de la ciudad parecía deshabitada y ellos, al parecer, eran las únicas almas en pie.

New York City. Cuántos recuerdos le traía Jack aquella ciudad tan nombrada. Aquella ciudad tan industrioza y avanzada. Europa quedó tna asombrada que Estados Unidos, que de pocos siglos de ser descubierta hubiera avanzado tanto en la tecnología, también sus fuerzas militares eran envidiables.

Hacía tiempo que no iba a aquella ciudad tan reconocida, aquella ciudad en la que le enjendró su madre. Aquella ciudad en al que se crió, tubo amigos, estudió ayudado de sus padres y finalmente se alistó al ejército, para suceder todo el trayecto, que lo llevó a ser Noé.

Un portal se abrió a las afueras de la ciudad, en el oeste de la ciudad, saliendo Jack en un nuevo traje Smoking. Eso era lo único que había en el arca para vestirse, y que propiamente el único que se las cambiaba era Tyki. Le molestaba no usar las suyas, gracias a que fueron quemadas y destruidas por otra general.

Al salir del portal, se podía ver la ciudad enteramente, personas que a lo lejos estaban en el lado oeste, un cmaino de tierra del que provenía el chico. Que el mismo camino comunicaba a una ciudad próxima, que eran de a kilómetros llegarle. Cualquiera pensaría que caminó todo ese trayecto para alcanzar la gran ciudad que era New York, y que había cambiado rotundamente en todos sus aspectos, tal cual era hace unos años.

Empezó a caminar tranquilamente, con sus cabellos azules alrededor de la ciudad, quizá encontraría a aquellos exorcistas en el camino, o escucharía explosiones causadas por akumas, cualquier fuera el caso, hiría a aquel lugar para enfrentarse a tan llamado general, si era tan fuerte como lo era aquel título.

Llegamos a la parte norte de la ciudad cuando el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, lo único que tocaba era esperar pacientemente, algo de lo que no disponía demasiado, a que el jinete hiciera su aparición, era una espera aburrida debido a que no había nadie por las calles.

-Esto parece muerto- pensé mientras me apoyaba contra la pared de una de las casas más cercanas a la salida.

El tiempo paso demasiado despacio para mi gusto y el sol finalmente se oculto en el cielo dejándole paso a la fría y oscura noche, el silencio era tal que ni si quiera pareciese que hubiera gente en las casas, solo se podían apreciar unas pocas luces en el interior de alguno de los edificios, que eran rápidamente apagadas por las personas en su interior. No sabía el orden que tenía el jineta para elegir y matar a sus víctimas, lo único seguro era que en cuanto lo tuviera delante le haría pedazos con mi Madness.

El ocaso dio paso a la fría y silenciosa noche, que cayó como velo oscuro, salpicado de estrellas e iluminado sólo por la enorme luna creciente sobre sus cabezas. El silencio que reinaba sólo era roto por uno que otro grillo tímido que cantaba en apenas susurros.

-¿Y el Jinete? -preguntó en voz baja, sentada en el suelo con la espalda apoyada en el muro de una casa. Tenía las rodillas flectadas y había apoyado su frente en éstas, por lo que su cabello corto y negro ocultaba su faz.

No había visto al cuervo púrpura ni a ninguna otra especie de ave, por lo que estaban en la localización correcta; el norte de Nueva York. Los minutos pasaban lentamente, como si se alargaran a propósito para convertir su espera en algo interminable.

No obstante, cuando la niña pensó que terminaría quedándose dormida, el sonido de un suave galope rompió la armonía silente del ambiente y anunció la llegada del Jinete.

Sin levantar la mirada, Faith sonrió tétricamente mientras exhalaba lentamente.

-Hora era que llegara -musitó antes de activar su inocencia y levantarse para posicionarse junto al General, a la espera que el Jinete emergiera junto a sus acompañantes.

Y tal como dijo el hombre con quien habían hablado, el Jinete apareció de entre el oscuro manto de las sombras, montado en un bello espécimen de color marrón oscuro y relucientes ojos negros. Tras él, toda una compañía de Akumas hizo su aparición, cubriendo los posibles blancos débiles del Sin Cabeza. Éste, quien parecía no traer armas consigo, se detuvo ipso-facto a unos metros de donde estaban.

Jack se encontraba recorriendo la ciudad, recordando todos los lugares que había pasado. Juegos, casas, lugares de trabajo, todos aquellos lugares que recordaba. Miraba el cielo ya nocturno del lugar, más que una misión, parecía que había venido solo por recuerdos. Muchas personas le veían de forma rara, puesto que un moking de una persona rica pasando por nueva York ya era raro, ya que los únicos ricos habitaban en Europa.

En una esquina, vio a un viejo vendiendo verduras, este no le paró, y sigió caminando, pero el viejo parece que si lo reconoció.

-¿Jack Hart? ¿eres tú?

Aquella voz no le parecía conocida en lo absoluta, aun así, volteo para saber quién era. No sabia en lo absoluto quien era, su apariencia no se le hacía conocida. Se quedó en silencio mientras lo veía, para luego voltear hacia el camino y dar un paso.

-¿No me recuerdas?, Soy Jhon Heart... tu tío.

Este cuando recordó ello, empezó a recordar que realmente si parecía él. Aquel hombre, hermano de su padre, empleado de una fábrica, aunque no recordaba cual.

Volteo a verlo nuevamente, y al parecer si era él. Pero su cara seria no dejó de estar en su cara. No quería saber nada de su pasado, ni menos quienes la integraban. Quería olvidar todo lo que tenía que ver con Humanos normales, aquellos seres débiles que necesitaban protección.

-¿Quién... eres?

Dijo de manera seria. El cual siguió caminando por el camino.

El viejo, frustrado, siguió en su mercadeo, triste por quizá ver a la persona equivocada.