Misión a Quito

El viaje en barco fue odioso y aburrido, sin nadie con quien hablar ni nada que hacer, pero al menos aproveché de dormir y descansar lo suficiente para la nueva misión que se presentaba. Cuando llegué a mi destino, miré en derredor, buscando con la vista a Trish, hasta dar con una figura que se me hizo conocida. La miré unos segundos, hasta comprobar que era ella.
-¡Trish!- saludé con la mano, sonriente y corriendo hacia ella -¡Ha pasado mucho tiempo!
Miré el lugar con curiosidad, tragando algo de saliva al recordar los detalles de la misión. Tomamos el tren que nos llevó exactamente a la ciudad de Quito, otro de esos viajes aburridos, sólo que ahora estar con mi amiga me mejoraba mucho más el ánimo. Cuando finalmente se detuvo y fue el momento de descender, me levanté de mi asiento cansada de estar sentada por tanto tiempo.
-Deberíamos disponer de móviles más cómodos- dije con una risita.

-¡Trish! ¡Ha pasado mucho tiempo!

Me volví al escuchar la voz de Ariane. No había ni llegado junto a mí cuando ya la tenía en un abrazo.

- Oneee!!!! - Chillé de la emoción, y yo que pensaba que todas mis misiones iban a ser odiosas. Ariane era menor que yo, pero nos tratabamos como hermanas.

Despues de saludarla subimos al tren quejándonos. Eramos pesimistas y complicadas, y eso hizo el viaje mucho menos tortuoso.

Nos bajamos del tren y nos miramos inconformes.

-Deberíamos disponer de móviles más cómodos

Me dijo ella y yo asentí.

- ¿Qué vamos a hacer, Ariane? - Solté poco despues - ¿Cómo nos vamos a colar en la ciudad si está rodeada? Mi vestido no permite piruetas muy osadas, ademas soy bastante torpe, tú sabes, nos vamos a matar nada más entrando.

Me imaginé a ambas saltando un muro... esa fue una mala idea.

Me llevé el dedo índice a la comisura de la boca, en una actitud pensativa. En verdad, el que la ciudad estuviera rodeada de personas impidiendo tanto la entrada como la salida, suponía un problema algo complicado, pero vamos, ya se nos ocurriría algo. El informe decía que cabía la posibilidad de que fueran akumas, lo que nos daba más opciones, pues si resultaban ser civiles o personas comunes, no podríamos actuar con total libertad.
-Sin son de aquellas máquinas odiosas, los matamos y punto- dije sonriendo -Y si no, pues los aturdimos un poco.
La verdad, me daba algo de escalofríos imaginar a cuánta gente habrían asesinado aquellos hombres por el simple hecho de querer abandonar la ciudad de Quito. Suponía que había algo ahí dentro, algo que seguro portaba alguien o estaba en un lugar desconocido, si no, pues no estarían ahí, eso era claro.
Seguimos caminando, hasta llegar lo más cerca que pudimos, pues los encapuchados estaban por una de las entradas haciendo la guardia. Había árboles cerca, por lo que tomé a Trish de un brazo y la arrastré tras uno de tronco grueso, analizando qué era lo mejor que podíamos hacer.
-Si se necesita una distracción, yo puedo hacerlo- susurré, llevándome una mano al hombro que me había herido en mi primera misión, el que ya estaba recuperado -Deberíamos descubrir si son humanos o no primero.
Saqué a Dead Soul Revolver de su funda, y en un murmullo, lo activé. Lo sostuve con firmeza en la mano derecha, mientras seguía observando el comportamiento de los tipos esos.

-Veamos- dije asomando la cabeza por un costado, y utilizando el Crow Light, envié a los cuervos eléctricos desde nuestra posición.
Vi como los hombres veían a las aves con curiosidad, y uno, armado con un revólver plateado, intentaba apuntarle. El otro se quedó muy quieto, sin siquiera inmutarse, hasta que, usando el plan de la distracción, sonreí a Trish para relajar el ambiente y decirle que todo estaría bien. Me puse frente a ambos hombres, los que posaron su vista en mí.
-Si se pone feo, me ayudas- susurré enérgicamente, apuntando al hombre del arma.

-La entrada está prohibida- dijo el tipo que había intentado acabar con los cuervos, con una voz intimidatoria -Regresen por donde vinieron si no quieren morir.
-Sólo pasábamos, no sea tan duro- dije con seriedad -¿Qué es lo que ocultan dentro de la ciudad?
El hombre me apuntaba algo tembloroso, cuando los cuervos se esfumaron entre rayos de luz, y, disminuyendo el campo de visión, me permitía tomar ventaja. Disparé nuevamente, aturdiendo a uno de los hombres, mientras que el otro miraba con terror.
-No hay peligro Trish, no nos va a hacer nada- dije con confianza -¿Verdad, señor?
El hombre abandonó su puesto, y corrió hacia los árboles en que nos habíamos escondido en primer lugar, perdiéndose en ellos.
-Hay que ver los cobardes de hoy en día- comenté con un suspiro.

-Fue fácil, pero hay algo más tras esto- dije -Si es que aquí hay akumas, me gustaría saber por qué hay humanos colaborando con ellos.
Miré sonriente como Trish lograba abrir la puerta sin mayor esfuerzo, pero me quedé completamente en blanco al oír la voz tras de la puerta, y posteriormente, ver a semejante criatura frente a nosotras. En verdad que su aspecto era pesadillesco.
-Ya no hacen a los akumas como antes- comenté con un bufido, refiriéndose a su apariencia -Habían estado esperándonos.
Sostuve a Dead Soul Revolver con ambas manos, y sin dudarlo, disparé con toda la carga eléctrica que pude. Una de las fauces se tragó algunos cuervos, los que parecieron no hacerle nada...hasta que vi como se movía, sintiendo la corriente, y luego simplemente seguía mirando como si nada. Como si nada.
La otra mano-fauce se lanzó hacia Trish, mientras que el arma disparaba entre ambas; era una situación bastante injusta, y más aún cuando llevábamos menos de una hora en la misión. Suspiré, enviando a los cuervos frente a Trish, mientras la mano chocaba con los cuervos y no podía alcanzar a mi amiga.
-Lo siento- me disculpé sonriendo -Mejor yo destruyo una y tú otra.
De pronto, recordé al hombre que permanecía aturdido gracias a mí. Claramente se veía que era un humano normal, así que pensé en llevarlo a un lugar seguro pasada la pelea con el akuma, aunque el tipo haya querido atacarnos.

Luego de un confortante viaje en Ferry por el Atlantico, arribé en tierras venezolanas, punto referente donde inicié el recorrido en tren hasta la capital ecuatoriana de Quito.

- Tranquilo Sebastian, luego de todo este tiempo me has demostrado que eres alguien digno de quien confiar, admirable en tus actos, por lo cual.. tendras tu recompenza en algun momento a lo largo de la mision - exclamé a mi exaltado colega mientras caminabamos los primeros pasos fuera del tren.

Ambos continuamos el trayecto; cabe decir que poco despues fuímos denegados por una barrera de hombres que impedian el ingreso a la ciudad. - ¿Que esta pasando aqui? - exclamé generalizando mi pregunta. La unica respuesta fue un silencio. Tras no recibir contestaciones me adentré dispuesto a abrir paso como sea. - Esta Prohibida la entrada - me detuvo uno de ellos, de aproximadamente dos metros de altura. Acto seguido insistí la entrada; esta vez siendo apuntado con sus armas, con sus inexpresivas miradas previamente clavadas en mí y Sebastian.

Tranquilamente me hubiera encargado del grupo, pero existía cierta promesa que estaba dispuesto a cumplir..
Nos alejamos algunos metros saliendo de sus punzantes miradas. Puesto que eran tan solo humanos, le permití a mi colega entrar en acción.

Me sentí algo mareada al oír el violín, pero no fue nada del otro mundo, aunque provocó que perdiera la concentración por unos momentos, los que la mano a la que me proponía destruir aprovechó para embestirme y lanzarme cerca de la puerta. Choqué con el desertor de la entrada, al que le sangraban los oídos, mientras se sujetaba la cabeza con ambas manos, de rodillas en el suelo junto a su compañero desmayado. Dejé escapar un bufido, mientras disparaba el Crow Light directo hacia la fauce, la cual pareció verse más afectada que la vez anterior.
-Pura electricidad- le dije sonriendo burlonamente, hasta que vi que la cosa esa se echaba a reír -¿Qué rayos te pasa?
-¡Ajajajajaja, eres tan divertida, exorcista!- decía entre carcajadas -¡Cómo si eso fuera a hacerme daño!
Apreté los dientes, más que molesta, mientras que con gran esfuerzo ponía en los siguientes cuervos toda la electricidad que me era posible. Envié a la mitad a sus ojos, los cuales comenzaron a sangrar a mares, mientras que la otra embestían su singular "cuerpo". Ahora sí, luego de haber sido dañado antes, comenzó a electrocutarse, hasta que logré destruirlo. Sonreí, viendo como le iba a Trish. Había sangre de akuma por todos lados.
-Definitivamente ya no hacen a los akumas como antes- comenté con una carcajada, mientras me apoyaba en las rodillas algo encorvada, sintiéndome en parte cansada -Falta el cabeza de pistola.