Misión a Quito

El viento rozaba calmo sobre Ismael. Ningun ruido afectaba la zona mas que el del aire escurriendose entre los cuerpos. No obstante en la alturas se llevaba a cabo la matanza indiscriminada, rapida e indolora. - Hecho - avisó feliz el monstruo. Confirmandolo dos veces el Aliado del Conde se elevó lo suficiente para no ser notado, descendió sobre la terraza: Otra tanda de cuerpos sin vida, un suelo aspero, una puerta metálica bajo los pies en el epicentro de la superficie, era la composicion del area.

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Me acerqué tranquilo a la puerta terrestre e intenté abrirla. Al estar sellada fué imposible. Arrodillandome posé mis manos en dicha entrada creando un pentagrama esotérico - ¿Te importaría si la temperatura subiese? - Sebastian negó moviendo la cabeza. Tras segundos de espera el metal culminó derritiendose gracias a la suma temperatura generada por mi materia oscura, abirendonos paso entre las escaleras.

Anduvimos largo rato recorriendo las instalaciones separados. El lugar contaba con alta iluminacion, hasta los rincones menos importantes tenían su parte luminosa. El lujo tambien era alto refiriendonos al entorno en general.

En cierto momento...

- No busques mas Sebastian, la repuesta está en la puerta de en frente - susurré por el transmisor a oídos del colega, entregandole mi ubicación.

Pasé con cuidado escuchando las primeras palabras que no eran mas que las de un radio transmitiendo noticias. Avanzé. Adentrando la vista contemple una siueta sentada en su sillon junto a la chimenea y la radio. Sus oidos estaban atentos a cada uno de mis pasos, pero aun asi no movió pestaña. Atrevidamente tomé asiento en el sillon contiguo e hice una pregunta en forma de testeo improvisado. - Su Despacho es muy bonito, ¿ sus subordinados contribuyeron ? ¿ O fué el Conde ? - aguarde respuesta.

-El tipo que usaba este parece que si se bañaba- dije al ponerme la capucha -Ahora hay que encontrar la maldita madriguera del alcalde.
Caminamos ahora despreocupadamente por las calles, pasando completamente desapercibidas ante las pocas personas que transitaban por ellas. A lo lejos, divisé una alta y oscura construcción, la que tal vez podía ser aquella que buscábamos.
-Mira- indiqué a Trish -¿Ves ese edificio?
Lo señalé con el dedo, esbozando una leve sonrisa, la que desapareció de inmediato al pensar qué podía suceder allí dentro, si es que nuestras suposiciones eran correctas. Llevé la mano derecha al revólver, apurando el paso.

El Alcalde miró de reojo a Ismael, luego volteó sujetando una caja de la cual surgió un cigarro - Tanto tiempo, Ismael, ¿ como has estado ? - dijo eludiendo las preguntas. El joven generó fuego, ofreciendole para encenderle el susodicho cigarro.

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- Yo excelente, veo que usted también - respondí mirando su recordado rostro; es dificil olvidar a alguien que estafó a la familia hace algun tiempo de manera tal. En ese momento reprimí todo sentimiento malicioso y continué intacta mi racha de tranquilidad hasta el momento.

- Por supuesto! - exclamó energico, apagando el radio - ¿ Y que te trae por aqui ?, he oído genialidades en lo que respecta a tu desempeño laboral. -

- Pues veras... eso es verdad. Me desempeño audazmente en ambos labores, por esa razón, ahora comprendo, el Conde me ha enviado a supervisar - retomé insistiendo indirectamente mis intenciones primarias.

- Interesante.. los movimientos del jefe no dejan de sorprenderme, siempre interactuando con la alta sociedad en desgracia. Quien iba a decir que él mismo nos pondría cara a cara nuevamente. -

- Si claro, nos quizo gratificar. - dije sarcasticamente dejando pasar unos segundos - Bueno, sin irnos mas del tema, ¿ Que tal va llendo el progreso ? -

El hombre despojó el cigarro de sus manos y entrelazó los dedos - Diria que lo suficiente para que en un caso de emergencia, como lo sería mi defunción, quedaran vestigios renacedores de mi escencia aqui. ¿Que intento decir?, los akumas esparcidos en Quito y ciudades aledañas poseen un numero considerable, le costaria semanas a las Ramas encontrar y librarse de cada uno, incluso asi, no creo que lleguen al tan esperado por ellos ''cada uno'' - comentó con aires de orgullo.

-Enseguida vamos- dije fingiendo una voz masculina, y cuando el hombre se hubo alejado lo suficiente, me eché a reír de buena gana -Juro que no vuelvo a hacer la voz de machote de nuevo.
Caminé tranquilamente, escondiendo algunos mechones de mi cabello que se habían escapado de la capucha. Algunos de los encapuchados que rondaban por ahí nos miraron algo extrañados, quizás notando que en realidad eran dos mujeres las que estaban bajo la vestimenta. Pero al menos nadie se acercó a preguntar nada, por lo que suspiré y me relajé.
Al llegar frente a la puerta misma del edificio, sentí un escalofrío; algo allí no me daba buena espina. Tragué saliva, nerviosa, apretando el mango de mi revólver firmemente.
-Aquí vamos- murmuré.

- Ismael, creo que tenemos visitas - dijo en tono raro.
- ¿ Que clase de visitas ? - le pregunté interesado.

- Exorcistas, son dos mujeres, no haran mucho - respondió.

- ¿ Akuma machista ? ¿ Es actual o yo no me enteré antes?. Bueno.. evita subestimar a las mujeres, son como los hombres; hay debiles e impotentes pero tambien hay quienes patean fuerte sin vacilar. Cambiando el tema, mantente alejado y limitate a observar sus movimientos, en cuanto se lo comunique a nuestro amigo el alcalde tendras nuevas ordenes. - dije a Sebastian.

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El alcalde quedó pasmado al enterarse. Una cosa era tener a Ismael ahi adentro, otra muy diferente era enterarse de que los exorcistas tambien lo estaban y caminaban campantes en busca de su persona. A pesar del centenar de gente vigilando afuera ¿Como era posible que tres sujetos se hallan infiltrado? se preguntaba el hombre. Inmediatamente envió varios nivel uno al ataque liderados por un nivel dos.

Abrí la boca sorprendida al ver el muy, pero muy bien acomodado sitio que se gastaba el alcalde, mientras asentía a las palabras de Trish, indicando que pensaba de igual forma. Caminábamos a paso rápido, sin saber a ciencia cierta a dónde ir, yo aún boquiabierta, hasta que unos ruidos extraños provocaron que me sobresaltara, por lo que cerré la boca de golpe y me paré en seco.
-¿Escuchaste eso, Onee.san?- pregunté tragando saliva -Será mejor tomar precauciones, aunque estemos disfrazadas aún.
Había una puerta un poco abierta a un lado del pasillo, por lo que en cuanto me percaté de su existencia, tomé a mi amiga del brazo y la arrastré hacia su interior. Caí en la cuenta de que no había notado si había alguien ya adentro, pero para nuestra suerte, estaba vacía. Dejé un pequeño espacio en la puerta, por el que asomé un ojo y observé pasar lentamente a un grupo de hombres encapuchados, que parecían no saber qué estaban haciendo ahí.
-Espero que no sea nada- comenté en un susurro a Trish -Mira a esos tipos.

El asunto se ponía complicado si los exorcistas pasaban la barrera de akuma enviados, por suerte suya nuestro buen amigo el alcalde, sarcasticamente hablando, poseía planes B y C, D, E, F y las demas letras del abecedario inciertas pero probables. Cualquier cosa se puede esperar de un aliado..

- Bien por usted. No solo tiene seguridad externa. - comenté después de una charla anterior.

- Por supuesto ¿ Si no que tipo de Despacho del Gobernador sería ? - tras terminar la frase se levantó, llaveando la gruesa puerta con varias llaves y trabas. Continuamos hablando.

-Tranquila- susurré a Trish, aunque yo también estaba algo bastante nerviosa con el asunto -Ya verás que todo saldrá bien.
Me llevé la mano al cinto, tocando el mango de revólver, sin activarlo aún; mi amiga tenía razón, activar nuestras respectivas inocencias era entregarles en bandeja de plata nuestra posición, y esa no era nuestra intención. Pasar desapercibidas y actuar con cautela sería mucho más útil que atacar a diestra y siniestra desde el principio.
Habíamos llegado al piso más alto, donde suponíamos se encontraba el despacho del alcalde. Los lujos aumentaban mediante nos adentrábamos en el edificio, lo que me hacía pensar en lo injusta de la situación. Suspiré, mientras buscaba con la mirada algo que pareciera importante. Al fondo del pasillo por el que caminábamos había otro, en el que más de aquellos encapuchados marchaban con lentitud, sin siquiera prestarnos atención.
-Me pregunto cuántos akumas estarán en este lugar- susurré con un suspiro, intentando no ser demasiado pesimista.