Misión a Yancail [Basil & Cyris]

Nuestra “apacible, bondadosa y silenciosa” compañera daría actos de presencia hasta en un circo, parecía increíble que una persona de su “madurez” se comportara de la forma que había actuado, por si mi mente no lo había asimilado quería actuar de una forma bastante irónica y sarcástica. Cómo se le podía coger tanta manía a una persona que había conocido hacía escasas horas, no me lo podía explicar, lo catalogaría como uno de los misterios de la vida, pero quizás mi problema es que no me había topado con gente de su calaña.

Por otra parte el mensaje que nos comunicó el domador o conductor del elefante era un alivio para todos, o al menos para mi persona, quería que aquel trayecto se acabara, y aquellos minutos que faltaban para llegar parecían hacerse eternos y si eso no fuera suficiente los retortijones y mareos no me dejaban pensar con suficiente claridad. Ahora que se veía ya los alrededores del pueblo me podía dar cuenta de la pobreza en la que vivían algunos lugares del sur del continente asiático.

Con cierta perspicacia mi mirada se dirigí hacia los lugares que podían ser de importancia o de probable importancia, aunque aquella activad terminó siendo un fastidio del cual no se podía sacar fruto alguno. Un bramido del elefante nos dejó bastante claro que el camino se había terminado, y que iba siendo hora de que dejáramos descansar su agotado lomo, el cual era de utilidad, pero que era utilizado en contra de su libertad natural.

La bajada de la criatura fue bastante más complicada que la ascensión, al menos para mi parecer, quizás el motivo sería que mi subida estuvo condicionada por el factor peligro y otras cosas que prefería dejar atrás, aún se me helaba la mente y los sentidos el pensar que aquel animal se quiso mofar de mí. Sying fue la siguiente en bajar, y comenzó a hacerlo inmediatamente cuando yo me encontraba casi por la mitad de la bajada, parecía creerse importante o algo por el estilo, hubo una idea que surcó mi mente, la influencia de mi compañero parecía haber hecho mella incluso en mis pensamientos, ya que no era propio de mí pensar en aquellas cosas, pero sentía una especie de resquemor que me había hecho declinarme por una cosa, pero que el juicio de mi conciencia hizo que no lo realizara, quizás no me sentiría más tranquilo, pero al menos intentaría no cambiar demasiado mi forma de ser…

Después que la médium bajara, mi mirada se dirigió a sus ojos, también era cierto que del amor al odio solo existía un único paso, pero no quería imaginarme que un lazo tan bonito como era el amor surgiera entre una persona que se me había causado tantos engorros desde el principio. El buscador fue el primero que bajó antes que nosotros, y no sé por qué, pero sonrió bastante cuando aquellos pensamientos recorrían los suburbios de mi intrincada mente. Para colmo Sying parecía seguir ignorándome por completo y mis alejadas ilusiones, se iban esfumando como la arena en el desierto… ¡¿por qué aquellos pensamientos pasaban por mi mente?! No sentía nada en absoluto, estaba siendo bastante absurdo e idiota, estaba ya algo cansado, pero algo me decía que aquella tarde no terminaría como me gustaría.

Habíamos llegado, allí nos esperaba la morada que había consumido el alma a tantos viajeros y aventureros, allí estaba el centro de atención de un chiflada y una panda de mandados, entre esos mandados me encontraba yo mismo, pero en aquellos momentos parecía estar pensando en las musarañas, ya que el tiempo parecía que no pasaba en absoluto, me encontraba sumido en un espacio en el que los minutos parecían horas, y las horas días completos, no podía explicarme lo que me ocurría en aquellos momentos, pero debía figurarme que mi primera misión no sería aburrida ni tediosa, solo había que haber vivido un principio tan variado como el que acababa de vivir hacía ya varias horas para darse cuenta de aquello…

Al fin habíamos llegado. Eso era apenas en lo que podía pensar cuando el elefante se detuvo, aquella noticia había resultado como una pequeña inyección de energía para aguantar a los otros un tiempo más. Estaba en realidad tan “animado” que apenas fui consciente de cuándo o cómo bajé del elefante, lo importante es que ya estábamos ahí. Podríamos ir a lo que realmente interesaba sin tener que aguantar por más tiempo a esa asiática lunática que se había auto-nombrado exorcista.

Eoleo se había acercado al hombrecito verde para hablarle de algo, le seguí mirando un rato sintiendo algo de envidia por la facilidad que el buscador mostraba para comunicarse con la gente de ahí. El hecho de que muchos no supieran hablar en nuestro idioma ya era un contratiempo, al menos para mí, no me gustaba tener que ir con un traductor humano incorporado solo porque a la gente no se molestara en aprender otros idiomas (obviando el hecho que eso también me incluía a mi).

Finalmente decidí prestar atención a mi compañero, Cyris se había mostrado extremadamente silencioso desde el incidente del elefante y el bicho, me resultó extraño el aire hiperactivo que emanaba del chico algunas veces. El buscador había sonreído, incluso reído de una manera disimulada y con aire pomposo al pasar junto a él… ¿Qué demonios estaba ocurriendo ahí?

La respuesta vino sola, cuando se me ocurrió dirigir la mirada al lugar donde antes habían estado puestos los ojos del otro exorcista. Me encogí de hombros con cierto aire resignado y aburrido. Aquello que podía estar pasando con el chico no era nada nuevo o que no hubiera visto ya.

- Eoleo, si ya has terminado de comunicarte con el duendecillo, podríamos ir entrando ¿verdad? –comenté en un tono de voz sospechosamente alegre al mismo tiempo que caminaba hacia él y le tomaba del brazo–. Nos queda mucho por hacer y tenemos que estar preparados para cuando sea medianoche ~

El buscador arqueó una ceja, seguramente le había tomado por sorpresa el hecho de que le llamara por su nombre y que esta vez no hubiera atentado contra su integridad física. Como no me interesaba demasiado seguir escudriñando la expresión del hombre di media vuelta para observar a los otros dos.

Sying observaba todo su aparatoso equipaje con el ceño fruncido, nunca había esperado tener que llevarlo todo ella sola. Era evidente que la sola idea le molestaba y antes de ponerse a caminar con tropecientas maletas prefería ponerse a discutir, para variar.

-Me niego a ir a ver al alcade antes de haber encontrado un lugar dónde dejar mi equipaje. Mi material es muy frágil, ¿sabeis? No puedo llevarlo de un lado para otro –Sying nos observó, arrugando más el ceño, fue graciosa la manera en la que su expresión fue contrayéndose hasta formar un mohín–. Estas cosas pesan mucho…

La mirada demandante de la mujer era simplemente molesta, tanto que si hubiera estado más cerca de ella no me hubiera importado golpearla con una de sus inmensas maletazas para que aprendiera a no llevar exceso de equipaje la próxima vez. Sin embargo decidí no moverme y simplemente cruzarme de brazos.

- ¿Y qué? –pregunté con una sonrisa, obviamente no tenía intención de cargar con más bolsas suyas y además luego de aquel cabezazo prefería mantener las distancias de esa fuente de catástrofes naturales en las que se estaba convirtiendo Sying.

Podría decirse que Sying se comportaba exactamente como desde el principio, con la intención de llamar la atención y aquella manía de estar en desacuerdo con nosotros, encima que no habíamos tomado ninguna represalia en contra suya iba exigiendo tonterías que no tenían fundamentos alguno, aunque desde el fondo de mi subconsciente había algo que me impresionaba y que me hacía pensar que lo que quería era llamar la atención de todos nosotros, era cuestión de tiempo que algunos de nosotros nos hartásemos por completo.

Pues tras recomponerme de mi súbito silencio, comencé a caminar por el camino que teníamos por delante. Al final Eoleo tuvo que ayudar con el equipaje de Sying aunque lo hizo a regañadientes y con bastantes bufidos por su parte, me extrañaría mucho que mi compañero, Basil, no hubiera notado que me había comportado de una manera un tanto extraña, pero es que en realidad parecía como si me hubiera marchado de los confines del mundo, todo aquello me resultaba muy complicado de explicar y había algo que nunca había aparecido en mi interior.

-¿Basil? Tenemos que hablar con el alcalde del lugar, sería mejor que nos diéramos prisas, y más si “ésa” quiere seguir incomodándonos con sus tonterías y bobales comentarios. No creo que encontremos algo demasiado confortable en un pueblo tan pobre, pero por mí no hay ningún problema…y olvida lo de hace un momento.-quise parecer lo más confiado en mí mismo, pero con mis últimas palabras no pude reprimir que algo no iba bien conmigo mismo, pero quizás el tiempo lo diría todo…

La tarde había llegado ya hace unas buenas horas y en breves momentos podría apreciarse los primeros detalles de que la noche venía a buscarnos, su oscuridad y frío empezaba a envolvernos, y mi cuerpo tiritaba por el helado aliento que soplaba por el aire. Por una parte Sying se calló, algo raro en ella, parecía guardar cierto respeto por el lugar, ya que fue casi inmediato que se callara al comenzar a caminar por sus calles, Eoleo parecía que también se había percatado de su temible silencio, pero no le dio la mínima importancia ya que seguía con su comportamiento jovial y alegre de siempre.

La pobreza del lugar era claramente evidente, aunque tampoco era tal como me lo imaginaba, la posada donde paramos era pobre, sin muchos lujos pero confortable y calentita para pasar una noche en sueño, aunque dudaba que aquella noche fuera destinada para el descanso de nuestros atrofiados cuerpos, los cuales llevaban como cargas varios días de viajes.

Si me fijaba no sabíamos nada de nuestra impertinente compañera, no nos había explicado nada en absoluto y su presencia era un simple misterio sin resolver, también es verdad que nos dijo que ahuyentaba a malos espíritus, aunque dudaba mucho que pudiera contra unos akumas si se presentaba la ocasión.

-Eoleo, si te parece acompaña a Sying a su habitación, tengo que hablar con Basil sobre un asunto, ya te explico luego.-dije al buscador al oído para que la señorita no se enterase nada de nada, no tenía ganas que se pusiera a refunfuñar y más cuando parecía haberse calmado por completo.

Al verlos subí por las escaleras, aunque antes hablaron con el tabernero para el tema de las habitaciones, me dirigí a mi compañero, quería conocer su punto de vista y ya que estábamos podíamos conocernos algo mejor.

-Basil, ¿qué haremos ahora? Tengo algo de miedo de lo que nos pueda ocurrir y encima el día no ha sido un camino de rosas precisamente. ¿Tomamos algo antes que terminen de ordenar las habitaciones?-expresé mis preocupaciones a mi compañero, mientras le preguntaba si quería tomar algo con lo que calmar la sed, no quería parecer un estorbo, simplemente quería hablar más tranquilamente de igual a igual…

Spoiler:

Decidí mantenerme en silencio durante todo el camino hasta esa especie de hostal, a excepción del momento en que asentí a modo de respuesta al asunto que Cyris me había pedido olvidar, todo el mundo era humano, y todos los adolescentes se comportaban como adolescentes, no iba a echarle en cara el hacer o pensar cosas que cualquier chico de su edad haría, aunque fuera exorcista no significa que tuviera que perder su humanidad. Ja.

Solía mirada de tanto en cuando, y de soslayo al buscador y a la mujer esa, de la cual cuánto más tiempo pasaba con nosotros más seguro estaba que sólo nos traería problemas. ¿Estaría mal dejarla abandonada a su suerte una vez se metiera en la casa aun cuando alguno de mis compañeros la alertara del peligro que corría?

Les dejé hablar con el tipo que se encargaba de ese tugurio de mala muerte. Prefería mantenerme alejado de cualquier situación estúpida que pudiéramos volver a protagonizar (como la subida y bajada por el elefante) y así ir recuperando la paciencia que había perdido durante el camino.

-Basil, ¿qué haremos ahora? Tengo algo de miedo de lo que nos pueda ocurrir y encima el día no ha sido un camino de rosas precistamente –pues sí, por una vez estaba completamente de acuerdo con Cyris. El día no había comenzado bien ni acabaría bien si seguían interponiéndose en el camino–. ¿Tomamos algo antes que terminen de ordenar las habitaciones? –sólo asentí, a la vez que caminaba hacia la zona de la taberna (principalmente el primer piso de aquella… posada) que estuviera más cerca de las ventanas. Prefería tener una buena visión de lo que pasaba en el exterior, por si acaso.

Al sentarme dejé junto a mí el cilindro que contenía la alabarda, en ese momento sólo se me ocurrió pedir agua, porque el recuerdo de lo que fuera la sustancia que me habían dado de beber los italianos del tren hizo que me mareara de nuevo.

-No es malo tener miedo, mientras lo tengas te ayudará a evitar que hagas cosas estúpidas o suicidas. Al fin y al cabo tu mayor compromiso es con la inocencia que posees, no puedes dejar que caiga en malas manos solo por querer hacerte el valiente, o por haber perdido el miedo. Hay exorcistas que olvidan que siguen siendo mortales a pesar de tener a Dios de su parte –repuse una vez que pude beberme la mitad del vaso y dejar de sentir la garganta reseca–. De todas formas, creo que el día irá a mejor una vez nos podamos deshacer esa mujer gruñona y con mal gusto.

Unos comentarios como aquellos me hacía sentir gratamente bien, podía decirse que mi compañero tenía una parte de su ser un tanto especial y a la vez violenta, aunque como todos, tenía una parte más sensible que de vez en cuando afloraba en su interior, seguía pensando que aquella faceta sádica nos sería útil, no es para que se comportara de aquella manera siempre, pero al fin y al cabo intimidaba lo suyo.

Era extraño que pidiera un simple vaso de agua, aunque al igual que él fue lo que bebí sin más, mientras esperaba que Sying y Eoleo bajaran después de colocar los equipajes en las habitaciones que nos habían asignados. El paisaje era típico de los pueblos que vivían sobre intrincadas y salvajes zonas como aquellas. Montañas, bosques y caminos sin asfaltar, era una manera de salir de las grandes ciudades, aunque también la pobreza y miseria me daba mucho que pensar, cómo era posible que algunos vivieran tan bien y otros en situaciones como estas.

Quizás la cultura de aquellas zonas no fuera la misma en la que yo había crecido, pero se deberían dar algunos derechos al igual que al resto de personas, no era la moral más acertada, ni mucho menos pensaba que la de mi pueblo fuera la mejor, pero aún así aquello me hacía pensar demasiado y se me embotaba la mente mientras mi compañero miraba a través del mismo cristal que yo…

Tras unos minutos me dí cuenta que Eoleo se encontraba allí pero sin la compañía de la orgullosa mujercita, me podía imaginar cosas, unas más improbables que las otras, pero si se trataba de Sying cualquier cosa podía ser cierta. El buscador parecía tranquilo aunque su mirada reflejaba un sentimiento de impaciencia y de inconformismo.

-Ahora no quiere ni salir de su habitación, se ha encerrado en ella y dice que no permitirá que entre…¡Qué complicadas son las mujeres!-nos comentó el buscador mientras pedía una bebida para sentarse en la barra mientras que nosotros visitáramos a la señorita que se había empeñado en no salir, cualquiera la entendía, estaba ansiosa por llegar y ahora no quería ni salir a la calle, al fin y al cabo nos había dado demasiados problemas, quizás no se sintiera demasiado a gusto entre nosotros, aunque la causante de aquel malestar era únicamente problema suyo.

Me levanté tras echarle una mirada de impotencia a mi compañero, quería transmitirle aquel sentimiento de cansancio, aunque cualquiera podría saber lo que identificó con él. Subí las escaleras, cada paso parecía un kilómetro de camino, aquel asunto empezaba a escapárseme de las manos, quizás tendríamos que ponerles las cosas más claras, o quizás éramos nosotros los que no lo hacíamos demasiado bien, quién sabría…

Llegué a la puerta de la habitación, la cual se encontraba al final del pasillo a la izquierda, según las indicaciones del buscador allí era donde se había encerrado Sying, parecía mentira que aquella mujer nos entretuviera tanto en nuestra misión, pero tampoco sabíamos nada de ella, quizás era alguien importante, aunque lo dudaba mucho, y cuando digo “mucho” es lo siguiente a esta gran palabra.

Llamé a la puerta, en primer lugar tranquilamente y sin enfadarme, el silencio reinó el pasillo. Al segundo intento también ocurrió lo mismo, era un acto de impasibilidad por parte de Sying, se creería que conseguiría evadirnos, pero esta vez no ocurriría nada de eso.

Al ver que no había ni una sola respuesta, ya lo único que me quedaba era echar la puerta abajo, no era muy gruesa y no es que estuviera en perfecto estado, así que me aparté unos centímetros para atrás y rápidamente la golpeé con el peso de mi cuerpo. La puerta quedó hecha trizas, las astillas volaban por el aire mientras me caí al suelo por no calcular demasiado bien la fuerza del impacto, mi mirada se dirigió en todas direcciones, pero lo único que pude ver era un lazo blanco que caía por la ventana hasta la calle, Sying se había escapado y había dejado todas sus cosas allí, nos la había jugado…

La aparición de Eoleo con aquella expresión impaciente y casi impotente fue como un anuncio de que íbamos a volver a tener problemas. Esperé a que Cyris se adelantara, fuera lo que fuese aquello que hubiera hecho la mujer ya no era nuestra incumbencia. Éramos exorcistas, no guardaespaldas y ya me estaba hartando de tener que vigilar que aquel saco molesto impidiera incluso que pudiéramos beber algo antes de ponernos en marcha.

Finalmente me puse de pie tomando el cilindro que reposaba junto a la pared y colgándomelo de la espalda subí escaleras arriba, si bien no muy lento tampoco me maté esprintando. Al llegar a la habitación que nos había indicado el buscador, me sorprendí al ver que la puerta estaba rota… y a Cyris dentro del cuarto, lo que no me sorprendió mucho era esa cuerda hecha con sábanas y que la mujer de aire chino la hubiera usado para escapar.

-Mira Cyris, no es por ser cruel y toda esa mierda –comencé a decir, entrando hasta el fondo de su habitación y asomándome por la ventana. El edificio no era demasiado alto así que había sido una buena opción la de escaparse por ahí sin ser vista, sin embargo y teniendo en cuenta el calzado que llevaba esperé que se hubiera torcido algún tobillo en la caída que separaba la sabana del suelo–. Pero no es nuestra responsabilidad procurar que no se haga daño. Está aquí por su propia voluntad y si quiere jugar a hacerse la importante y la entendida en este tipo de sucesos que lo haga. Si muere será culpa suya. –dije tranquilamente.

Realmente aquella mujer no me había inspirado mucha simpatía, y lo que le ocurriera de ahora en adelante me importaba un pimiento. La verdad es que lamentaba no haberla lanzado por el tren cuando tenía ocasión, seguro que si hubiera cometido ese error con el maestro me hubiera castigado brutalmente, aunque era probable que con Socalo jamás hubiera ocurrido algo así, no lo habría permitido.

Dirigí una mirada de soslayo a Cyris, esbozando una pequeña sonrisa despreocupada, que quizás y de manera inconsciente quería ser algún tipo de disculpa por no saber decir lo que la gente esperaba que alguien mayor y responsable. Y sin embargo me lo consideraba, no con las personas o mi actitud, sino con mi trabajo. Lo más importante realizar nuestro trabajo y no detenernos por una maldita mujer estúpida que no hacía más que hacer… estupideces.

Sin pensarlo tomé una de las maletas de Sying y la abrí de par en par, sin importarme que eso fuera una invasión a la intimidad, y comencé a sacar cantidades industriales de ropa hasta que di con un par de sobres que le tendí a Cyris.

- Ella no ha querido ser sincera con nosotros, y como posiblemente será un estorbo para nosotros esta noche, lo mejor que podemos hacer es estar informados de cualquier cosa que la una a este pueblo, así que lee mientras yo sigo buscando –le dije con un tono serio, que indicaba que ni estaba bromeando y que no pensaba tener ningún tipo de cargo de conciencia por lo que estaba haciendo, quien se interpusiera en mi trabajo se convertía oficialmente en un enemigo.

Pues cogí con desgana los sobres que mi compañero me había ofrecido, quizás así pudiéramos conocer información sobre su vida y quién era realmente, podríamos llevarnos sorpresas o simplemente serían las típicas cartas de una mujer aburrida, ni mucho menos quería comportarme de manera machista pero es que aquel tumulto que nos había causado no era para menos.

Cogí un banco que estaba junto al escritorio de la habitación, mientras mi compañero buscaba me senté y leí con atención todo lo que tenían que decirnos aquellas palabras. La caligrafía era de buen gusto y fácil de leer, pero al mismo tiempo la tinta utilizada era simplemente mala y estaba bastante borrosa, aunque al menos las letras estaban bien escritas y pude transcribir en mi mente el mensaje en su totalidad, este era el contenido del primer sobre:



La señorita tenía familia en aquel lugar tan pobre, por qué los despreciaría, no me podía explicar que rechazara a sus padres, los cuales seguro habían trabajado para darle lo mejor a su hija, ahora más que nunca me ratificaba que Sying no había tenido una vida fácil pero que era demasiado quisquillosa, orgullosa y egoísta, aunque todo esto lo pensaba por el enfado, aunque en el fondo sabía que no podía recriminar a nadie por sus defectos sino por sus virtudes…

-Basil, parece que esa mujer vivía aquí en el pueblo, aunque aún no me explico el por qué de su vuelta, por lo que parecía no estaba dispuesta a volver, leeré el otro sobre, quizás nos muestre todo lo que se cuece por aquí.-dije a mi compañero mientras le pasaba el documento, cogí el segundo y saqué el texto, este era mucho más corto pero estaba escrito con decisión, aunque había una parte que estaba corría por completo, alguien había llorado leyendo o escribiendo aquella carta, este era su contenido:


Todo empezaba a reconstruirse en mi mente, Sying era la hija del alcalde, nadie la había contratado sino que había venido por petición de su propio padre, aunque había cosas que no entendía podía decirse que desde la aparición de aquel edificio algún akuma habría pasado por el lugar, debíamos apresurarnos y llegar al fondo de todo este asunto.
Pasé la carta a Basil mientras empezaba a pensar lo que íbamos a hacer.

-¿Qué te parece? Sying es una mala hija… ¿tendremos que ir? Este asunto ya empieza a inmiscuirnos, ¿no te parece?-pasé el último documento y le pregunté su opinión, era hora de que nos pusiéramos manos a la obra, algún akuma podría estar rondando por allí en cualquier momento, era de noche y la casa podría aparecer en cualquier momento…

Mientras Cyris leía las cartas, yo me había dedicado a buscar entre el equipaje de la mujer cualquier cosa que pudiera darnos más pistas acerca de lo que había estado ocultando todo este tiempo. Pero no había nada relevante, me percaté que la maleta dónde decía tener sus cosas para los rituales, estaba completamente vacía… ¿Había estado hablando en serio acerca de purificar esa casa?

Dios, Dios, Dios… siempre queriendo poner las cosas más difíciles ¿eh?, esbocé una sonrisa irónica al mismo tiempo que guardaba las cosas de Sying en la maleta en el orden en que las había encontrado. No es que me importaba si por alguna razón se enteraba de que habíamos hurgado en sus cosas, era por mantener un orden.

Una vez Cyris me entregó las cartas para que las leyera no pude evitar carraspear. Era evidente porque había decidido desaparecer antes de que pudiéramos siquiera hablar con el alcalde, probablemente no había querido que nadie supiera que la hija prodiga había regresado y segundo con la actitud que había mostrado seguramente se disponía a hacer algo que cualquier persona con dos dedos de frente no haría en situaciones que escaparan a su comprensión: buscar lo que fuera que había impulsado la muerte de su madre y el malestar en el pueblo, y vengarse.

-No todo el mundo puede ser el hijo modelo que todos los padres sueñan tener, Cyris –comenté al mismo tiempo que guardaba de nuevo las cartas en el interior de los sobres y los volvía a poner en su lugar–. No podría decirle nada en ese aspecto, yo nunca fui un modelo sano a seguir ni como hermano ni como hijo, y al final cosas como estas o te arrepientes o las aceptas. –dejé escapar otro suspiro asqueado. Toda aquella situación la situación me resultaba demasiado dramática superaba la manera irónica en la que veía el mundo desde hacía tiempo.

Era empalagosa la idea de una historia como aquella: una hija que huye de su hogar porque no podía soportar que la gente no aceptara su nuevo “yo” y que decide regresar sólo impulsada por lo que alguna vez sintió (y que probablemente aún sentía) por su familia y ese sitio. Yancail era su pueblo, y no podía abandonarlo cuando era tan obvio que estaba sufriendo. No dejaría que destruyeran sus recuerdos sin enfrentarse a esa nueva amenaza. Si, algo así de pegajosa era quizás la historia que envolvía al alcalde y su hija, y luego estábamos nosotros y nuestra versión. Esperaba que en la nuestra hubiera más acción y menos drama.

-Ya ha anochecido, así que podríamos salir y pasearnos por las calles del pueblo mientras esperamos que sea medianoche –dije finalmente, recogiendo la sabana que aún colgaba de la ventana, antes de caminar hasta la puerta, pisoteando los trozos de madera esparcidos por el piso, sin poder evitar mirar a Cyris y sonreír un tanto divertido al imaginar la escena del niño echando abajo la puerta–. Esa mujer fue asesinada por un Akuma, la descripción en la carta lo hace demasiado obvio. Así que por suerte vamos a poder divertirnos mientras esperamos a la atracción principal –comenté animadamente mientras salía de la habitación y me dirigía escaleras abajo en dirección a la salida. –¡Eoleo! El descanso se acabó~ –anuncié desde la escalera, sin importarme si alguien más lo escuchaba o si se molestaban porque hubiera alzado la voz ahora que la noche se había cernido sobre el pueblo.

Por alguna razón, había descartado la opción de hablar con el alcalde. Era obvio que él no le había pedido a esa mujer que se inmiscuyera en el asunto, y por las cartas no parecía tener más información de la que pudiéramos disponer con los informes que nos proporcionaron en la orden. Lo mejor era dejar de dormitar y ponerse a la acción, finalmente.

Habían avanzado por las calles de aquel pequeño pueblo, hasta llegar hasta un gran árbol, que estaba justo detrás del lugar donde supuestamente solía aparecer la casa que era el motivo de que fuese enviado hasta allí. Se había encaramado en una rama y en esos momentos estaba de cabeza, afirmándose con sus pies a la rama gruesa y firme del árbol ese; se balanceaba una y otra vez, de brazos cruzados mientras la sangre comenzaba a agolparse en su cabeza, haciendo que las venas de sus sienes se notaran completamente -Esto es aburrido...- murmuró para sí. Estaba solo, el akuma que lo acompañaba se había ido por orden de él a pasearse por el pueblo, en busca de algún indicio de que los exorcistas ya hubiesen llegado, cuando ya no pudo seguir de cabeza, se dio la vuelta y con poco esfuerzo se acomodó para quedar sentado sobre la rama.
El sol hacía mucho que ya se había escondido en el horizonte, dando paso a la noche y sus ruidos naturales. Lee se había quedado dormido durante unos instantes, cosa común en su vida diaria, debido a que siempre vagueaba sólo cuando lo veía netamente necesario, se ponía a hacer su trabajo. Despertó justo en el momento en que las pocas luces que allí en Yancail se podían ver ya se estaban extinguiendo; seguramente, el suceso que debía investigar estaría pronto a suceder, y aún no tenía ni noticias de los exorcistas ni del akuma.
Un ruido bajo sus pies lo hizo mantenerse atento y miró con cautela, intentando no hacer ningún ruido, para su sorpresa vio a una chica, de marcados rasgos orientales sentada sobre las raíces del árbol en el que él se escondía. -tsk- murmuró con fastidio, ¿por qué siempre las mujeres lo complicaban todo? Para él, que ella estuviese allí era un inconveniente, porque no tenía ni el más mínimo interés en matarla... Sólo quería quemar el pueblo, deshacerse de los exorcistas e irse a dormir. Aún no veía nada interesante en aquella situación y mientras no fuese divertido para él, no haría nada.
La chica de pronto se levantó y al parecer se secó el rostro. Lee rodó los ojos, pensando que seguramente aquella chica habría sido rechazada y ahora lloraba como Magdalena por alguien más. -mujeres- murmuró olvidando por completo que no debía hacer ruido. La mujer se asustó y dijo con evidente nerviosismo pero disfrazado de altivez -¿Quién está ahí?- Lee se dio un golpe en la cara con la palma abierta y negó con la cabeza, dándose cuenta de su estupidez. Saltó del árbol y cayó frente a la mujer. -Este no es lugar para mujeres- le dijo cruzándose de brazos, mirándola ceñudo -Vete, me molestas- añadió haciéndole un ademán con la cabeza para que desapareciera de allí por sus propios medios antes de que él tuviese que hacerlo.
- ¿Quién te crees que eres? Yo puedo andar dónde se me dé la gana- replicó ella dando un pisotón en el suelo. -Eres tú el que debería largarse de aquí, tu no tienes idea de quién soy... Más te vale que no te metas conmigo- la mujer le lanzó una mirada desafiante y se cruzó de brazos. El chino resopló con evidente mal humor y la tomó con fuerza de un brazo, arrastrándola bastante lejos del lugar que él estaba custodiando -Te dije que te largaras, no tengo tiempo de perderlo con mujeres estúpidas, si no te largas, te mataré- amenazó evidentemente molesto, soltándola con desprecio y dándole un empujón para que desapareciera de allí. Total de todas formas ella y todos los del pueblo iban a desaparecer. Se dio la vuelta, para volver al árbol, pero justo en ese momento la casa apareció...un extraño brillo y luego un leve temblar de tierra y una inmensa casona, completamente diferente a todas las del pueblo apareció ante sus ojos. Una sonrisa maligna apareció en su semblante y se frotó las manos -Al fin- murmuró nuevamente, antes de sentir un golpe seco en la parte trasera de su cabeza, se llevó instintivamente la mano hacia la zona adolorida y se volteó para darse cuenta de que la mujer continuaba allí y que le estaba lanzando piedrecillas por la espalda -Eres molesta- musitó con enfado, mientras su rostro se endurecía y se ponía sus guantes. -Ya me cansaste, y que mueras ahora o más tarde no tiene incidencia...- levantó una de sus manos y de ella salió una pequeña voluta de fuego. la chica quedó boquiabierta, al darse cuenta de que había aparecido la casona y que el hombre que estaba frente a ella había hecho aparecer fuego de la nada.

Al parecer estaba asustada y no articuló palabra alguna, solo se limitó a salir corriendo con dirección hacia el pueblo. Lee estaba a punto de lanzarle la bola de fuego, cuando apareció Mei, el akuma nivel dos que lo acompañaba -¡Los exorcistas vienen! Están en marcha, vienen, vienen!- El emperador lo miró fastidiado porque lo había interrumpido, pero no dijo nada al respecto -¿Y qué estás esperando? Envía unos cuántos akumas de los que para que se encarguen de ellos, tengo cosas que hacer aquí- el akuma asintió con la cabeza y salió disparado en dirección hacia el pueblo, Lee los vio como poco a poco se le iban uniendo por el camino entre cinco a siete akumas, redondos como balones y llenos de cañones. Para él, no había máquinas más feas que ellos, sobretodo cuando lograban subir de nivel y evolucionar. -Bien, veamos qué hay dentro de esta cosa, mientras antes termine aquí, más pronto terminaré- aún tenía en mente al a mujer que lo había golpeado con aquellas piedrecillas, tenía muchas ganas de darle su merecido, pero no había para qué alarmarse, al final, ella y todo ese asqueroso pueblo desaparecerían antes de que saliera el sol.

Como se diría, nuestros caminos se volverían a cruzar aunque no quisiéramos, quizás antes de lo que nos pensábamos pero ahora era el momento de empezar a investigar, no llamar la atención y averiguar el motivo de la aparición paradójica del edificio en cuestión. Tras salir Basil de la habitación escuché su voz, llamaba a Eoleo y estaba claro que era el momento de salir de la posada, así que abandoné la habitación al igual que mi compañero y bajé hasta donde Eoleo se encontraba.

-Parecéis algo diferente, ¿y Sying? No quiere salir, ¿verdad? Es una pena que tengamos que entrar en faena tan rápido, con lo bien que me lo estaba pasando.-decía Eoleo el cual se le notaba que tenía los colores un poco subidos, en tan poco tiempo había bebido unas tres copas, era joven y vividor pero su resistencia al alcohol no es que fuera demasiado fuerte, esperaba que no se pusiera demasiado pesado.

Tras unas pequeñas risas, Eoleo se puso algo más serio tras contarle todo lo que habíamos descubierto allí arriba, estuvo a punto de atragantarse debido al impacto de nuestras palabras, aunque bajo mi opinión tampoco es que fueran muy impactantes. Aquel ataque de tos y atragantamiento hizo que tuviera que ir rápidamente hasta el servicio para beber algo de agua y lavarse la cara un poco, tras este gracioso incidente, válgase la palabra “gracioso”, salimos de la posada.

Hacía una brisa bastante agradable, la noche estaba despejada y las estrellas relucían en el firmamento. El sonido de los grillos en el ambiente era relajador y a la vez espeluznante, en cualquier momento cabía la posibilidad de que algún indeseable atacara y más que nada me refería a la presencia de los akumas, era extraño pero lo más probable era que una Inocencia estuviera causando aquello, pero era un fenómeno bastante inusual, quizás era lo más simple del mundo pero mi inexperiencia me decía todo lo contrario.

Nadie me diría que me pasaría una cosa como la que acababa de ver, la “hija pródiga” iba corriendo por la calle como alma que le llevaba el diablo, tenía un rostro asustado y muy diferente al que solía ostentar, parecía que había visto al mismo diablo y en unos instantes se percató de que la había visto. Rápidamente cambió de rumbo y pasó por la calle que tenía más cercana a su paso, después de eso un fuerte ruido estruendoso sacudió el aire.

Preocupado por lo que le podía haber ocurrido cogí velocidad y llegué a un espectáculo digno de ver. Por no prestar atención Sying se había chocado con un sistema de andamios de caña de bambú, no eran demasiados altos, pero la pobre se había dado un buen golpe en toda la cara, no sabía si reír o pasar impasible pero no podía quedarme quieto, parecía realmente preocupada pero no me podía explicar por qué. Tampoco me explicaba el afán de huir de nosotros, ¿llegaría el momento en el que no lo podría explicar?, por lo pronto se encontraba en el suelo tirada con un moratón en toda la frente, estaba desmayada pero seguía respirando sin problemas, las malas hierbas nunca morían.

-Mira a quién tenemos aquí, a la mismísima hija del alcalde de Yancail, ni más ni menos.-dije a mi compañero, mientras observaba aquella imagen tan tonta e ilusoria.

De pronto un ruido provino de la nada, y como si fuera un espejismo una gran casa apareció delante de la plaza que se encontraba al final de la calle, por fin daba señales de vida, ahora era el momento de decidir si socorríamos a Sying o visitábamos aquel lugar alejado de la mano de Dios, ¿qué demonio estarían haciendo los akumas? No había visto ninguno desde hacía mucho tiempo y mi sed de venganza crecía…

No habíamos terminado de salir de la posada y caminar un par de metros que Sying hizo acto de presencia en el tramo inicial de la única calle amplia del pueblo. Era curiosa la expresión de terror que había plasmado en su rostro, la cual provocó que el mío se iluminara con una sonrisa burlona. ¿Habría ya aparecido la maldita casa? Sólo esperaba que sí. Estaba cansado de tanta tranquilidad.

Había decidido seguir desandar el camino de Sying y así ver de una vez por todas que era lo que le habría causado tal sobresalto cuando me percaté que contrario a mi idea Cyris había decidido perseguir a la mujer molesta para averiguar que había provocado aquel sonido tan escandaloso que venía de la calle por la que se había escondido. Tendríamos que tener una charla más adelante, era molesto tener que retrasar más las cosas por esa infantil curiosidad que parecía sentir por aquella problemática.

-Me parece bien que quieras hacer amigos, pero esto de tener que detenernos cada vez que la nena hace una gracia comienza a hartarme –le dije una vez hube alcanzado tanto mi compañero como al buscador, cruzándome de brazos y observando con aire escéptico el cuerpo de la mujer, que yacía en una posición un tanto incomoda en el suelo. En su rostro, entre la zona del pómulo y la nariz comenzaba a formarse un bulto de color morado, tenía un aspecto horrible, tampoco pasé por alto que tenía tanto las pestañas como las mejillas húmedas, había estado llorado–.Marchémonos antes que tengamos que aguantar sus alaridos. Tenemos cosas más importantes que hacer que el de convertirnos en enfermeros de una malcriada que se mete donde no la llaman –podría ser que no fuera la persona más amable del mundo, pero ya había dejado claro millones de veces que nuestra prioridad era esa casona (la cual había acabado de aparecer) y no esa mujer.

Había comenzado a caminar para regresar de nuevo al camino principal cuando se escuchó el sonido de varios disparos, fue fácil reconocer el sonido de los cañones de esas asquerosas máquinas de primer nivel. ¡Al fin! Algo con lo que podría desahogarme, si se hubieran tardado un par de minutos más probablemente hubiera terminado por atizar a esos tres.

Si bien corrí para acotar más rápido la distancia que me separaba de dónde posiblemente estuvieran los akumas, salí con cuidado a la calle central, para evitar que por mis prisas una de esas balas me convirtieran en polvo. Con una primera mirada pude ver ya algunos rastros de polvo que caían al suelo, con sus respectivos pedazos de ropa. Había cuatro akumas, quizás más, pero no podría estar seguro, desde la esquina donde estaba era difícil de ver toda la calle.

-Bien, vamos a terminar pronto~ –saqué la alabarda de dentro del cilindro, activando la inocencia en el momento en que la tuve sujeta. Mi primera víctima sería el akuma que estaba más cerca de donde estaba, unos 2 metros a mi izquierda, tan solo fue necesario que dejara disparar el viento que rodeaba la alabarda como si balas de aire comprimido se tratara, la explosión que produjo atraería a dos más de ellos–. Si no te das prisa haré yo todo el trabajo~ –comenté en un raro tono animado, antes de atravesar directamente con la hoja del alabarda a un segundo akuma, aprovechando esa nueva explosión para escabullirme y salir del callejón.

Basil parecía molesto debido a mi insistencia de acercarme donde aquella mujer había quedado desmayada a causa de un golpe bien dado contra un andamio. Quizás aquella insistencia fuera tan simple como que siempre intentaba ayudar a los que lo necesitaba, bien era cierto que aquella mujer no nos había dado ninguna sola alegría ni tranquilidad, todo lo contrario, pero al fin y al cabo era una mujer que necesitaba de la ayuda de alguien. Para sumar importancia a la cosa, aquella misteriosa casa había aparecido justo delante de nuestras narices y un pequeño grupo de akumas nos atacaban con sus proyectiles llenos de maldad e impureza.

Mi compañero empezó a destruir akumas por doquier, pedí a Eoleo que se apartara y ayudara a Sying, la cual aún no se había levantado de su letargo. Corrí en busca de un poco de acción, era hora de comprobar la práctica que había acumulado en unas pocas semanas, sabía con certeza que eso no era nada comparado con la experiencia que algunas personas llegaban a alcanzar con su Inocencia, pero ese tema era cuestión de tiempo y no podía hacer que mi sincronización fuera demasiada alta tan pronto, todo a su debido tiempo…

Activé la Inocencia y adquirió como siempre aquel brillo tan característico que me tranquilizaba de una forma bastante agradable, la arena de su interior empezó a dar vueltas como las brumas del desierto y en unos instantes aquella sustancia que parecía ser fluida aunque no lo era, salió de su morada y fue lanzada justo como mis pensamientos la dictaba, si yo pensaba que fuera a la izquierda esta cogía esta dirección y así podía hacer que impactara contra los akumas sin mucha dificultad, aunque aquel control no era totalmente parcial y no siempre hacía justo lo que pedía.

-¡Basil, déjame uno, quiero demostrar lo que valgo!-grité a mi compañero a la vez que empecé a correr en busca de los cuerpos que disparaban, no quería que se los cargara todos tan rápido, quizás él podría pero yo tendría que tomarme mi tiempo, así que el panorama estaba claro, si queríamos entrar en aquel lugar, antes tendríamos que sudar la gota gorda.

El flujo de arena fue justo al akuma que tenía más cercano, rebotó en él como si de una pelota de goma se tratase, no le hice demasiado daño pero al menos unos arañazos no muy profundos hicieron que atrajera la atención de aquel ser maligno, no sabía si aquello había sido algo bueno, aunque ya empezaba a darme cuenta que mi rutina diaria serían cosas por el estilo.

La casa permanecía silenciosa y sin mucha acción que digamos pero mi lucha contra el akuma era todo lo contrario, un sinfín de saltos, disparos y corrientes de aquella sustancia a la que llamábamos arena. El impacto de varios flujos hizo que el akuma quedará bastante mal, aunque ni mucho menos había terminado la cosa, me cogió por sorpresa, me encontraba debajo de una especie de porche de madera y un disparo hizo que varios trozos de arena se me cayeran encima. Gracias al cielo ninguno fue lo bastante imponente para hacer un daño consciente, pero hubo un golpe en la muñeca que me la dejó un poco trastocada, aunque no podía pararme, sino todo mi cuerpo se convertiría en pura ceniza…

Ya estaba buscando a nuestra tercera víctima cuando escuché la voz de Cyris cerca de mí, asentí con aire distraído a sus palabras, estaba bien mientras no se hiciera daño, por extraño que me pareciera incluso a mí, de todos los compañeros que había tenido hasta ahora era quien mejor soportaba. De todos modos, preferí centrarme en eliminar al resto de los akuma antes que terminaran por ser una amenaza peor de la que ya eran.

Una vez hube salido a la calle principal observé que mi estimación sobre los akuma era equivocada, uno de esos demonios había escapado del campo de visión, pero así como estaban de equilibradas las fuerzas el que hubiera una cosa de más no iba hacer que nuestra vida peligrara. Además el hecho de que sólo unos cinco akumas pudieran amedrentarme era un hecho no solo penoso sino que también patético que solo tendría por consecuencia correr el peligro de ser despedazado por Madness, si es que hubiera ido a esa misión con el maestro.

Céntrate pedazo de idiota, o terminarás convertido en polvo, y en efecto cuando me quise dar tiempo uno de los akuma ya estaba disparando en mi dirección, con más bien poco estilo me dejé caer para evitar así los disparos y al no verme capaz de incorporarme con la velocidad suficiente como para esquivar y destrozarle preferí comenzar a rodar por el suelo en dirección a la máquina del Conde hasta quedar debajo de la esfera, tratando de no clavarme la alabarda durante el proceso, sin pensarlo por segunda vez pues pensar mucho cuando en cualquier momento podrían dispararme en la cabeza no era demasiado inteligente, ensarté la alabarda en el akuma, dejando que el viento que la rodeaba se expandiera en ondas de manera que lo cortarían desde adentro, ejerciendo un poco más de presión al final hasta hacerlo explotar.

Por alguna razón que no lograba entender del todo, volví a rodar por el suelo para alejarme un poco de la explosión, y cualquier otro pedazo de akuma que me podría caer, era bien consciente de lo que podría pasarme si algo de su sangre entraba en contacto con mi organismo (por ejemplo si me tragaba algo o entraba por alguna de las mucosidades, por haber tenido la genial idea de matarle desde el suelo).

El sonido de varios disparos llamó mi atención, cuando logré ponerme en pie vislumbré la figura de mi compañero enfrentándose a uno de los akumas, el cual parecía haber disparado contra él haciendo impactar una de sus bañas contra el porche de madera, confiaba en que pudiera solucionarlo él solito, lo preocupante era la segunda maldita esfera amorfa que se acercaba a Cyris atraído por el ruido de los disparos.

Otra vez sin pensar, al parecer comenzaba a actuar por puro instinto como cierto bruto que disfrutaba con matanzas indiscriminadas, y salí a la carrera tras el akuma activando de nuevo la inocencia y tratando de hacer que el viento que se arremolinaba en la alabarda se condensara y así poder darle varias veces contra él si lograba contener la inocencia y no dispararlo todo de golpe, dijeran lo que dijeran controlar la inocencia era mucho más cansado que dejarla ir por su cuenta, por suerte logré mi objetivo logrando atravesar el cuerpo del akuma tres veces, logrando que detuviera el avance y si bien estaba malherido seguía vivo

Venga Basil, se supone que tú puedes con más que esto~

Aquel dolor de muñeca estaba fastidiándome bastante, y el akuma al que me enfrentaba aún estaba demasiado vivo para atacarme. Basil consiguió salvarme de un akuma del cual no había notado su presencia, pero el poder de su alabarda era muy superior a las partículas de mi reloj, giré en el suelo para esquivar otro de los disparos del akuma que quedaba, me levanté pero al apoyarme en la mano que tenía dislocada me dio un buen crujido.

La muñeca no estaba en su mejor momento y precisamente no podía tomarme el lujo de quedarme impasible ante un ataque que podría causarme una muerte instantánea. Así que cogí el reloj como pude, intentando no hacer muchos esfuerzos con la mano, que se trataba de la izquierda. Al menos era diestro y podía arreglármelas con la derecha únicamente. Tenía un hinchazón, pero no podía pararme más en pensar, sino que debía actuar ya.

-¡Basil, acabo ya!-grité a mi compañero, que no se encontraba demasiado lejos de mí, empecé a concentrarme y de nuevo la arena empezó a dispersarse por el aire, cogí carrerilla ya que debía esquivar la fila de misiles que me iba lanzando, ahora mismo parecía estar jugando conmigo, el akuma era el cazador y yo su presa indefensa.

Tenía que acabar de una vez con aquel cuerpo esférico, me paré de brusco y antes de que el akuma pudiera lanzar otro proyectil, el poder de mi Inocencia hizo que estallara y que desapareciera sus motas de polvo en el aire. Parecía que aquel ataque del enemigo había terminado y se podía decir que por el momento íbamos ganando. La casa de grandes dimensiones se encontraba en el lugar donde había aparecido, no sería demasiado tarde pero ya podíamos hablar de la madrugada.

Me acerqué a mi compañero y le dí la mano, me había ayudado, quizás había sido una carga para él, pero yo sabía que había actuado de la mejor manera posible y sin ninguna intención de estropear nada.

-Exorcistas, ¿se encuentran bien?-llegó Eoleo corriendo preocupándose por nosotros, para mi sorpresa Sying se había recuperado aunque parecía que estaba aún un poco entumecida, ya que parecía que la cabeza le hacía chiribitas.

-La verdad es que he estado mejor otras veces, tengo la mano izquierda chunga y no puedo moverla prácticamente nada, puede ser que se haya roto algún hueso…-respondí a la preocupación del buscador, no quise mostrarme demasiado niño ante una cosa como aquella y ni mucho menos quise parecer que me dolía, aunque tenía un dolor demasiado insoportable, aunque lo aguanté y me mordí el labio.

Sying no había dicho ni una sola palabra, parecía rara, distante y no enrabietada como otras veces, parecía una mujer diferente, le habría afectado aquel golpe o es que no era tan horrible como ella nos lo había pintado. Eoleo empezó a preocuparse por el estado de aquel hinchazón y de la mochila que cargaba al hombro sacó unas vendas para la mano. La apretó demasiado, quizás para que el hueso no se saliera en caso de que estuviera roto, pero seguía doliendo y tenía ganas de gritar de dolor, aunque me las aguante.

De pronto Sying empezó a correr, ¿se habría escapado de nuevo? , pues no, empezó a subir el rellano de aquella mansión o casa grande, parecía que buscaba algo en aquel lugar. Si había venido por petición de su padre, el por qué se iba a inmiscuir en un problema del cual podía salir mal parada, no lo entendía.

-¿Entramos?-simplemente pregunté, era más que evidente que lo que tuviéramos que encontrar se encontraría en su interior, pero si no nos decidíamos no conseguiríamos nada, era el momento de actuar, ya que en cualquier instante nos podrían asaltar de nuevo.