Reclutamiento de Abel Dominos [Grecia]

Un día tranquilo de nuevo; demasiado tranquilo se podría decir, tanto, que se notaba que toda la gente estaba muerta un poco más abajo. Los ojos de Abel se quedaban mirando el sólido vacio que dejaban las personas al no pasar por la calle, por la que, por no pasar, no pasaba siquiera una mota de polvo, seguramente, por miedo tambien a que pudiera acabar enterrada en el "jardincito de atrás de su casa".

- Y esta mierda siempre es igual... malditos bichos.

Culpa en parte tenía, pues él tambien acabó con varias vidas por alguna razón que quería saber, pero antes por lo menos de que lo descubrieran esas terribles masas de cosas flotantes y esféricas que caminaban buscando casa por casa y que dejaban sin vida a los habitantes de cada una de ellas.
De repente, Abel marcó en la pared de madera de su casa algo así como una raya, a la que ya se sumaban más de 20, que, resultaban ser algo tal que una marca para saber los días que llevaba escondiéndose de aquellas abominaciones, que, de algún modo llamativo y no peligroso, llamaban su atención.

- 21 días y solo quedo yo... esto hubiera sido más fácil si no pasara nada...

Miró por la ventana sin cubrirse siquiera un poco. Los Akumas, que aún no sabían que eran ni su nombre, seguían a lo suyo, buscando sin parar por todos lados, escepto por la casa en que se hallaba el joven, aunque, más que una casa, en lo que vivía era un buardlla bien cubierta y bien cerrada por todos lados escepto por las ventanas, para no llamar la atención: la peurta de la buardilla estaba taponada con muebles de todo tipo, entablonada para que nadie pudiera salir o entrar del lugar...
Aunque eso podría traer algún problemas a la hora de querer comer, Abel no sintió problema alguno pues estaba provisto de comida en aquel lugar, la cual o bien comía cruda, o cocinaba ligeramente para que el olor no alarmara a aquellas criaturas, que fuesen lo que fuesen, estaban empezando a mosquear cada vez más al chaval.

Llegue a Grecia tras mis continuos viajes de ciudad en ciudad, con el único fin de encontrar algo divertido a lo que matar, que en este caso no era otra cosa que los akumas que tanto me divertían.

Recorrí varias ciudades del país encontrando solo un leve rastro de nivel 1, los cuales ya hasta me resultaba aburrido destruir. Solo aparecían en pocas cantidades y muy de vez en cuando, lo que me hacia añorar los enfrentamientos contra los niveles 2 y 3, que pese a que duraban poco, resultaban muy divertidas.

Cogí un tren que llevaba a una ciudad apartada del resto y que me llamo la atención por la ausencia de personas que querían tomarlo, incluso el maquinista tenia reflejado en terror en su rostro. Eso me hizo ver que aquel seria un viaje en el que podría encontrar algo divertido que hacer y seguramente que matar.

Tras el largo viaje en tren, a la ciudad casi apartada del mundo y la que era ignorada por los pueblos cercanos, llegábamos a la estación de dicha ciudad. Mi sorpresa fue que estando en las afueras de la ciudad, numerosas explosiones se sucedieron ante el avance del tren. Al mirar por una de las ventanas, vi como un grupo de niveles 1 atacaban continuamente hacia el transporte en el que viajaba.

Aquella situación me pareció divertida, no podía evitar que la continua sensación y ganas de matar que corrían por mi cuerpo, salieran a la luz mediante mi tenebrosa risa. Era hora de comenzar la carnicería y nada podría arruinarme aquella diversión.

La casa de Abel estaba algo alejada de la estación del pueblo; pero, por suerte, o por desgracia, ya que ambas eran igual de probables, en el tren se veía algo interesante que hizo que el muchacho sacara aún más la cabeza de su escondrijo.
A lo lejos se podía apreciar los mismos bichos que asediaban el pueblo, y ahora, el transporte que iba bastante rápido a pesar de ser una zona en la que el que dirigía la máquina debería empezar a frenar, al menos, un poco para no pasarse de parada.

El joven griego observó algo que no veía desde hacia los 21 días que transcurrían con anterioridad: los Akumas... ¡se estaban retirándo y dirigiendose al tren!
Algo debió de llamarles mucho la atención para que aquello pasara, y seguro que era algo importante, que considerarían una amenaza, ya que si no... no se hubieran tomado tantas molestias en ir todos hacia el aún en movimiento transporte.

- Que les den por el culo.. ya estoy harto de ellos...

Harto de llevar días y días encerrado alli, decidió tomar algo el aire, aunque fuera desmontándo todo lo que le defendía y cogiendo, como única defensa, el bastón de su madre que intentaba llevar siempre con él.
Su carne algo pálida enseguida cogió color al ver que el aire fresco le llegaba al fin después de 3 semanas enclaustrado en unos 30 metros cuadrados.

- Ya podía ser así siempre...

Curioso, como siempre puede ser alguien joven, se acercó con cautela a ver que pasaba por allí, y no vió más que destellos de color púrpura que se dirigían hacia el tren.

-Madness- grite al tiempo que juntaba las palmas de mis manos.

Los dos semicírculos de mis hombros se unieron para dar forma a mi preciada espada mandoble, la cual comencé a girar y lance contra el techo para abrir un gran agujero por el que salir al exterior. De un salto aterrice en el techo del tren, notaba como aquel transporte era cada vez más inestable, por lo que debía abandonarlo del todo por precaución a un descarrilamiento que estaba condenado a suceder.

Comencé a girar mi arma al tiempo que reía macabramente, mis ojos se abrieron por completo al contemplar como un mayor número de akumas acudía a recibirme. Estando a punto de entrar en la estación di un salto para aterrizar sobre una de las bolas metálicas, no tarde en cortar a aquel insignificante enemigo por la mitad para que acto seguido saltara encima de mi siguiente víctima.

Mientras yo iba de akuma en akuma, el tren a cabo por salirse de las vías debido en parte al continuo ataque de los niveles 1 y en parte a la excesiva velocidad que llevaba aquella gran máquina. Entre las explosiones que realizaban los akumas al ser atravesados por mi arma y mi continua risa, se podía escuchar el gran estruendo que causaba el tren al chocar con todo a su paso.

La estación quedo completamente destruida, varios vagones incluso acabaron arrasando las casas cercanas a las vías, y la locomotora quedo inservible para siempre. Ni siquiera pensé en el maquinista del aparato, ni si aquel accidente se había llevado por delante a algún ciudadano que pasara por aquella zona, lo único que a mí me importaba era matar a todos los akumas posibles y poco a poco el numero de las bolas metálicas iba decayendo.

Con cada explosión, Abel estaba más pasmado con lo que estaba pasando. Alguien, algo... quien o lo que fuera estaba reventando aquellas cosas sin siquiera despeinarse.
Una gran explosión y algo más arrasaban la parada por la que Abel casi caminaba. Lo veía al fondo, como a cada segundo que pasaba,, se iba todo destruendo más y más sin pararse en absoluto.
Los bagones del tren, eso era lo que causó aquella situación que Abel vio desde el otro arcen cuando se paró.
El maquinista... no parecía que fuera a sobrevivir entre las llamas que lo consumían rápidamente por la propia acción del fuego y la del combustible.
Apiadándose de él, el muchacho camino hacía aquel señor algo mayor que gritaba ayuda mientras chillaba con una voz que le apagaba poco a poco a medida que tragaba aire en sus pulmones.
No tardó en ver que allí no estaban los depósitos de agua, y que, en el tiempo que iba a buscar ayuda que no conseguiría, o bien un poco de agua, el señor estaría muerto, calcinado.
Viendo su sufrimiento, el joven griego decidió por ir a por él directamente y matarlo para que al menos tubiera una muerte que no le doliera.
El muchacho, acostumbrado ya a tanta muerte a su alrededor, ni suiquiera sintió pena por él, o algún tipo de sentimiento que le pudiera hacer llorar o similar.

Mientras, explosiones venían de cerca, y eso era bueno, aunque algo alarmante.
Abel continuó corriendo hacia donde todo ocurría y vió, a nada menos que una persona, viva... y que encima de medir 2 metros de alto y parecer más un monstruo que un humano, estaba derrotando aquellas cosas que ni siquiera los guardias del pueblo pudieron derrotar a balazos.
Extenuado por correr y ver la lucha, que parecía hacerle más mella a él que all propio combatiente, se sentó a ver como ya quedaban menos bolas voladoras que disparaban sin cesar.
Sus fuerzas incrementaban y Abel estaba contento por poder estar fuera otra vez gracias a aquella persona. Las fuerzas crecían en él debido a la confianza que le estaba dando aquel monstruoso humano espada en mano... pero... se veía incapaz de pdoer hacer eso que el otro hacía.

Aquella batalla se volvió más monótona por momentos, los akumas no llegaban ni a acertar la dirección de sus disparos, mientras que yo me dedicaba a destruirlos sin ningún esfuerzo. Al ver que los pocos niveles 1 que quedaban con vida, se habían agrupado en una misma zona y que disparaban casi al mismo tiempo sus mortíferas balas. Caí al suelo y lance mi arma contra ellos, la dorada espada fue volando directamente hacia donde se encontraban los numerosos akumas.

Desde mi posición me quede contemplando como todos y cada uno de esas maquinas creadas para matar, iban explotando una tras otra, hasta que mi espada volvió a mis manos y comprobé que el lugar en donde hacia un momento se encontraban los últimos akumas, ahora solo había un humo intenso que se dispersaba con la ayuda del aire.

Sin desactivar mi inocencia me encamine hacia los restos que quedaban del tren, contemplando el destrozo que había causado que aquel transporte se saliera de las vías. Cuando estuve más cerca pude divisar como había un muchacho en aquel lugar y que poseía una vara a la que no le di importancia, me acerque hasta el muchacho para tratar de saber si había algo más interesante a lo que destrozar en aquella ciudad.

-Oye chico, ¿Has visto a algún otro ser extraño por la zona?- pregunte mirándole fijamente una vez que estuve frente a él, -da igual el aspecto que tuviera, pero si lo has visto contesta- dije algo impaciente.

Atontado por ver toda aquella masacre, pero sin sangre, Abel respondió más o menos tímidamente:

- Pues...no...no hay más.

El muchacho sacudió la cabeza asombrado todavía por el poderío de aquella persona. Era increible. Sus poderosos brazos y una altura descomunal comparada con la suya... intimidaban mucho, y su voz junto con sus actos yy lo que parecía un ansia en su tono... lo pintaban aún más feroz o más bestia.

- Perdón por... la indiscrección -quería ser efucado, no fuera as er que pasara algo malo- pero... se puede saber como coño -levantaba el tono poco a poco- ha hecho esto sin sudar!?

Istérico, Abel le mencionó que llevaba días sitiado, sin opoder hacer nada, mientras gente intentaba matar a aquellas cosas... y que... después de su repentina llegada, todas esas bolas gigantes... explotaran porque él lo había querido a base de espadazos.

- A ver... yo es que esto no me lo entiendo

El joven daba vueltas por todos lados intentando explicase aquello, de manera algo lógica, poruqe, seguía incrédulo por lo que vio.

Las palabras del muchacho me molestaron al principio ya que parecía que no había más akumas a los que destruir, pero después no pude evitar extrañarme ante el comportamiento del joven.

-Esos eran akumas y si los he destruido es porque soy un exorcista, supongo que nunca has oído hablar de nosotros- dije desactivando mi arma.

Si era cierto que todos los akumas habían desaparecido, no era necesario mantener la activación durante más tiempo, aunque claro esta iba a asegurarme antes de irme de aquel lugar.

-Dime chico, ¿sabes por qué atacaron la ciudad?- pregunte mirándole fijamente, -¿Cuánto hace que aparecieron?- pregunte con algo de prisa.

No podía dejar que si había algún nivel superior en aquella zona se fuera sin darle a conocer a mi espada.

El joven, ya algo más que mosqueado seguía anonadado viendo la cara del otro y su profunda voz. Estaba la cosa para como para no contestarle, pues no parecía alguien muy estable respecto a la distinción entre lo que debía o no matar.

- 21 días y no tengo ni idea... pero... no han parado desde entonces.

Abel recordó la palabra que acababa de decir: Exorcista. Había oido algo tal que ellos salvaban a la gente de justo estas situaciones. Dichos comentarios llegaban de los mercaderes que iban a la ciudad hace tiempo.
El griego no les creía mucho, pero... ahora creía de pleno que eran tan reales como él.

- En estos 21 días no me han dejado en paz, pero por suerte no me han podido encontrar.

Abel tragó saliva al ver todo su alrededor, cosa que antes no podía hacer pues centró su mirada en Socalo, quien, como aún no se había presentado, pues, para romper el hielo como se suele decir, hizo que el muchacho tubiera que hacerlo, con buenos modales, para no enfadar más a aquella persona... si es que se trataba de una persona tal y como suelen ser.

- Abel... mi nombre es Abel... y estas criaturas me tienen ya más que harto.

Era un intento, pues de querer hablar cultamente... no consiguió seguramente más que impacientar más a Socalo en su búsqueda de más Akumas.

Si aquellos akumas habían estado veintiún días atacando aquella ciudad sin descanso, debían de estar buscando algo en concreto, lo que me dio a pensar en una inocencia. Lo normal era que atacaran y al no quedar supervivientes a la vista se marcharan, pero en este caso no fue a si, atacaron y deambularon por la ciudad durante todo ese tiempo, lo que también me hacía suponer que estarían dirigidos por algún otro.

-Soy el general Winters Socalo, dime si hay algún mas con vida y si sabes de algún suceso extraño que hallas visto en esta ciudad- dije en tono serio, -¿has visto algo que brillaran con una extraña luz verdosa?- pregunte con insistencia.

Tras aquellas palabras comencé a caminar ciudad a dentro, al hacerlo pude ver como tal y como me dijo el muchacho, la ciudad había sido atacada desde hacia tiempo. Las casas estaban llenas de agujeros y medio derrumbadas, algunas ropas que antes eran usadas por los ciudadanos estaban tiradas por las calles, si había algún superviviente seria difícil encontrarlo.

- Extraño extraño... la llegada de esas cosas... pero a parte... todos los que aquí habitaban el pueblo... murieron repentinamente -Abel bajó la cabeza-.

No iba a revelarle la entera verdad, así que... mejor que se limitara a saber lo que seguramente estaba buscando o quería saber.
Una luz verdosa... a Abel no le vino nada a la mente... escepto que todas las noches, un reflejo de color verde brillaba sobre el bastón de su amdre, que estaba apollado casi siempre en una pared cercana al muchacho o en la propia mano del joven, tal y como ahora la tenía.

- Ésta vara...-se la enseñó acercándosela- todas las noches me ha tenido mosqueado el hecho de que... por alguna razón sin sentido reflejara la luz verde. No me a dejado pegar ojo a veces, o conseguía desvelarme... pero... es demasiado preciada para mi... -la apartó de las grandes manos de aquel General-.

No quería perderla porque alguien llegara y la destruyera. Por eso, la apartó de las manos de aquel hombre, que, aunque no sabía lo que querría de aquel objeto... quizás fuera intuitivo el hecho de que fuera a romperlo, ya que parecía que eso era por lo que allí estaba.

Mire atentamente la vara que llevaba aquel joven, si decía la verdad podría significar que la vara fuera la inocencia que buscaban aquellos akumas, en ese caso debía mantenerlo cerca para estar presente cuando la buscaran.

-Si eso es cierto iremos a recorrer la ciudad los dos juntos- dije girando la cabeza levemente hacia el muchacho.

Sin decir nada más volví a reemprender la marcha hacia el interior de la ciudad. Debía de atraer la atención de los akumas que quedaran escondidos, si es que quedaba alguno, para poder continuar mi disfrute personal, a la vez que debía descubrir si aquel joven era compatible con la inocencia.

-Dime muchacho, ¿eres capaz de hacer que la vara brille si te concentras?- pregunte en tono serio.

Si resultaba que en verdad era compatible con la inocencia, significaría que sería un nuevo aprendiz al que adiestrar a mi manera, eso significaría que aquel seria un viaje más entretenido de lo que me esperaba.

El muchacho escuchó con atención lo que aquel hombre le dijo.
La ciudad, ahora debería estar desierta tras tal matanza. Semejante proeza les habría llamado a todos a ir a vencer a Socalo, pero... no era cierto del todo.

- Pues no lo sé. Solo se que cuando me concentro es porque pienso en alguien querido, y nada más. Solo cierro los ojos para pdoer concentrarme más si es posible.

Le contó su método de concentración. Con esa respuesta no sabía si le valdría, pero seguro que le aclararía lo de ver una luz verde... Si tenía los ojos cerrados o vendados la mayoria del tiempo para concentrarse. ¿cómo podía ver nada mientras tanto?
Varios akumas asomaron la cabeza enseguida, cuando Abel entro algo en el pueblo.

- ¿Para esto querías que me metiera otra vez aquí?

Abel se apartó del camino, poniendose cerca de Socalo, el cual ese veía bastante potente y concentrado en seguir con su hasta ahora, labor de exterminio.

- Joder... cada vez hay más de ellos -señaló a aquellas bolas mietras miraba a Socalo algo despreocupado-.

El General... por su parte, seguro que hacía algo bueno con ellos... algo... de provecho por asi decirlo.

Tras caminar durante un corto periodo de tiempo adentrándonos cada vez más en la ciudad, el reclamo que llevaba conmigo hizo que los akumas no tardaran en salir. Varias bolas metalizas se asomaron entre los edificios dispuestas a matarnos y recuperar la inocencia, no pude evitar reír levemente al ver como mi plan había funcionado.

-Si quieres decir que si te use de cebo, si lo hice- dije separándome del muchacho, -que sepas que es posible que seas compatible con la inocencia que hay en tu vara, esa es la razón por la que los akumas atacaron el pueblo y cuando acabe con ellos empezare contigo- reí mas intensamente, -tendré que enseñarte algunas cosas, ¿a que nunca te has planteado ser exorcista?- tras hacer la pregunta comencé a correr hacia los akumas que por allí rondaban.

Una vez más active mi inocencia al tiempo que corría para efectuar mi habitual masacre. Uno por uno fue destrozando los niveles 1 sin mucho esfuerzo, las explosiones se sucedían una vez que mi dorada espada partía en dos a aquellas maquinas asesinas, para que después una nube de humo toxico saliera de las explosiones y rodearan el lugar.

Cuando mi cacería termino pude sentirme más aliviado, había calmado mis ganas de sangre por unos pocos segundos, pero aun no habían desaparecido, además de que ahora tenía a un posible discípulo al que enseñarle con mis buenos métodos a utilizar la inocencia, eso siempre que aceptase y fuese capaz realmente de usarla.