Reclutamiento de Abel Dominos [Grecia]

Plantearse ser exorcista. Al principio, desde hacía tiempo, volvió a recordar de las habladurías de la gente... pero ahora que había visto a un General exorcista... ser uno de ellos le llamaba más aún la atención que antes, ya que previamente no hacía mucho caso de esos rumores, que resultaron ser ciertos por lo que sus ojos podían ver en aquel instante.

- Osea... que vienen a por mi... ¿porque mi madre me dió lo que más precio ahora?

Era lo único que tenía de ella. Ni una foto, ni otra pertenencia, ni un collar... nada. Solo la vara que le había acompañado siempre y que... ahora resultaba que tenía una Inocencia dentro. Abel no sabía lo que era la Inocencia, pero seguro que estaba relacionado con lo que citó Socalo sobre lo relativo al color verde cuando Abel se concentraba.

El muchacho pensó en lo último que dijo el General. Aprender de él... sería arriegado si usaba los mismos métodos que los de la muerte de los Akumas... pero, era un reto que no podía dejar escapar, además de que la idea de hacer por fin algo de probecho apra los demás le rondaba la cabeza.

- No pongo ninguna pega... así que por probar no se pierde nada.

El joven se llenó de optimismo tras que esa idea le rondara la cabeza. Podría ayudar a la gente, y después de haber hecho daño a tanta, la deuda quizás se saldara siendo un exorcista, aunque eso requiriera sacrificio.

Me acerque lentamente al muchacho al tiempo que escuchaba sus palabras, por lo que parecía había aceptado ser mi aprendiz, pero aun debía determinar si realmente estaba capacitado para activar la inocencia y si era compatible con ella.

-Bien bien, pero antes de contarte nada necesito que me lo demuestres- dije mirando la vara, -haz que brille- dije como si fuera un mandato, -necesito comprobar que es verdad-

Era hora de descubrir si aquel joven seria mi próximo aprendiz, o solamente la había visto brillar y nada más, pero por su bien más le valía que fuese compatible o sufrirá la perdida de aquella vara y algún golpe por mentir.

Allí en medio de una de las calles silenciosas de la ciudad, seria donde comenzaría el entrenamiento del joven, daba igual que hubiera akumas cerca, o si algún superviviente los veía allí. Lo que podría ser inconvenientes para otro, para mí serian más diversión.

Abel, con su mirada centrada en general de una forma bastante curiosa, asintió con la cabeza en señal de que le había comprendido a la primera. Concentrarse era fácil, pero con aquel sujeto delante y con todos los sentidos puestos en su vara... era dificil que no se apoderara de él la tensión.

- Vamos...

Abel susurraba a sus adentros palabras que le hacían recordar a su madre, ya que de ella casi no tenía imagenes mentales. Las pocas que podía recordar, le hacían concentrarse todo lo que podía, al menos de momento.
Después de un minuto con los ojos cerrados, los abrió de par en par, como si de platos se tratasen.

- Más...

Comoo si nada, miró su vara. Cogida por sus manos, una más arriba que la otra, la soltó para que cayera sobre su pecho. El golpe que le dio fue duro y no sabía porqué lo había hecho, pero sentía algo así como si la vara estubiera en su mente haciendo lo que realmente le daba la gana.
Una vez más, la agarró con las dos manos, esta vez una cima de la otra, aferrándose a la vara como un cobarde a su vida.

De repente, una luz tenue pero de color verde intenso vrilló en la vara, y Abel, sorprendido, tensó los músculos de los brazos para agarrala con más fuerza, como queriendole trasmitir energía para que brillara aún más.

Me quede mirando como el muchacho activaba su inocencia, al ver como la luz emanaba de la vara no pude evitar sonreír levemente, ya que tal y como me imagina, había encontrado a un nuevo discípulo al que debía de enseñar cómo usar aquel arma divina. Sería un proceso largo pero a la vez divertido, después de todo podría divertirme un rato más.

-Bien chico, eres compatible- dije mirándole fijamente, -los akumas son armas creadas por el conde milenario para matar a todos los humanos del planeta, estas arma se crean a partir de la muerte de un ser querido, en ese momento se te aparece el conde y te dice que llames so alma con todas tu fuerzas, lo que no saben los que le hacen caso es que cuando llamas a el alma de tu ser querido esta se transforma en akuma, te mata y se queda tu cuerpo- dije sonriendo, -por lo tanto cualquier humano que veas puede ser un akuma, claro que pese a que me gustaría ir matando a todos, solo puedes dañar directamente a los akumas con tu inocencia o en otro caso a la familia noah y a los aliados del conde- dije aun sonriendo, -la inocencia es el poder sagrado procedente de dios y es lo único capaz de destruirlos, todo lo demás no funciona-

Esperaba que todo aquello le hubiera entrado en la cabeza al muchacho, para no tener que volverlo a repetir por segunda vez. Quería pasar cuanto antes a la parte practica del entrenamiento, pero para eso debía de asegurarme que comprendiera todo con detalle.

-Tú te convertirás en exorcista, viajaras por el mundo en misiones de recuperación de inocencias, además de que te enfrentaras a los akumas- dije sin quitarle la mirada de encima, -pero hay distintos akumas, las bolas con cañones son los niveles 1, los que tienen distinta forma son los niveles 2 y otros con forma casi humana con una armadura son los niveles 3, aunque en tu estado si te enfrentas a un nivel 3 o uno del 2 más poderoso que el resto, te matarían sin problemas, ¿alguna duda?- dije esperando su respuesta.

Su mirada lo intimidaba a la vez que le daba más fuerzas para convertirse más o menos como él: en un modelo, algo sácido, a seguir.
Su tutela, aunque seguramente fuera aser firme, sería la mejor que se podría recivir, y debía de estar contento por esa misma razón, pero, por respeto, no mostró su contento co una ridícula sonrisa sobre el tema.

No iba a decirle nada mientras hablaba explicándole rápidamente en un resumen lo que era el mundo una vez cursara el entrenamientos.
Ahora al menos sabía que los akuma podían ser humanos, así que... todo lo que pasó antes de la llegada del general que no incumbía a los akuma en su verdadera forma...
Debía contárselo.

- Siento no haberlo dicho antes... pero mejor que lo sepas ahora...

Bajó la cabeza pensativo, esperando reunir el valor suficiente como para uqe pudiera decirselo esperando lo que pudiera hacerle con algo de temor, pero con ganas de soltarlo para quitarse un peso de encima.

- detrás de mi casa... no hay más que muertos... pero, no todos ellos... no todos los que maté estñan de cuerpo entero.

Escuche sin prestar mucha atención las palabras que me decía el muchacho, hasta que una de ellas me llamo la atención. Dijo claramente la palabra “mate” lo que hacía referencia a que él había matado a varias personas, eso hacía que mi atención en aquel joven aumentara, podría ser interesante el encontrar a alguien que tuviera las mismas ganas de sangre que yo.

-¿A cuántos has matado? ¿Por qué dices que no todos ellos están? Explícate- dije inclinándome levemente hacia el joven.

Si eran ciertas sus palabras, se me había presentado la oportunidad de conseguir un nuevo discípulo al que transmitir mis deseos de matar y descuartizar, a aquellos seres metálicos. Eso no significaría que sería más amable con él, pero si haría que mi diversión fuese mayor.

-Vamos chico, llévame hasta tu casa y en el recorrido quiero que mantengas activa la luz de la vara- dije dándole la espalda, -quiero que te expliques mientras andamos, ¿serás capaz de hacer las tres cosas a la vez?- dije de manera algo divertida.

Tres cosas a la vez. Al menos sabía que podía hacer dos con gran facilidad: andar y contárselo a la vez; pero eso de ir concentrado mientras caminaba y hablaba... era algo más difícil, y lo comenzó a notar el muchacho una vez se puso en marcha.

La verde y tenue luz alumbraba un poco en el suelo, como si del color de la hierba joven fuera.

- Fácil... algunos no están enteros... porque de descomponen, y otros... no tengo la razón exacta, pero es como lo que hiciste tú...

La luz baciló un poco con una intención como de apagarse. El joven se paró en seco ante su casa, justo donde el destello casi no se podía notar en algunos momentos.

- ...como lo que hiciste con esos Akumas... reventaron, o desaparecieron. A mi me pasó que, cuando maté variso de los cuerpos que deberían de estar enterrados, cuando tuve...

Entró de repente en su "jardín" particular. Algo así como un aspecto algo lóbrego s cernía sobre el cesped, de color grisáceo, que era remarcado por las pequeñas lápidas de piedra mal tallada que Abel les ofreció a los cuerpos muertos para al menos saber cuántos habían... perecido por su "culpa".

- ... que ir a por el material para enterrasles, ya... no estaban, y eso que nadie del pueblo se le ocurriría haberse acercado a mi por esa misma razón.

La luz, de repente, se apagó del todo. Abel intentó poder recuperar aunque fuera un solo destello, pero, es que no podía en aquel instante concentrarse con tantas cosas rondando su cabeza: el pueblo, los akumas, su madre, Socalo, su cementerio en miniatura... demasiadas cosa que se recordaban a la vez.

Seguí al muchacho, sin parar de mirarle, hasta su casa. Tuve que contenerme para no golpearle cuando estuvo a punto de perder la sincronización con la inocencia, pero una vez que la luz de la vara se apago no pude evitar pegarle un puñetazo en la cabeza.

-Debes tratar de mantenerla más tiempo- dije en tono serio.

Contemple el jardín, mirando cada recoveco que en él había. En aquel lúgubre lugar había varias tumbas repartidas por la zona. Si era verdad lo que decía no valía la pena ni intentar mirar en aquellas tumbas, por lo que decidí salir de aquel lugar.

-Vamos enfrente de tu casa, chico- dije en tono imperativo.

La ciudad seguía sumergida en el continuo silencio, por lo que parecía que mi plan de alertar a los akumas con la inocencia del muchacho no había funcionado, lo que significaba que podría dar lugar su entrenamiento. Me sitie en medio de la calle con los brazos cruzados.

-Activa la inocencia una vez más- dije aun con tono serio.

Abel se quedó algo atontado por la reacción de Socalo al ver el mini-cementerio. Normalmente, una persona típica comenzaría a decir barbaridades y a cargarse física y psicológicamente al muchacho, pero Socalo... para nada en absoluto parecía importarle aquello.

El joven hizo lo que el General quiso: acercarse al frente de la casa. Una vez allí, de nuevo escuchó sus palabras e intentó reproducirlas fielmente en su cabeza:

*Activa la Inocencia una vez más*

Abel, concentrándose como antes lo que pudo en su madre, dejó por completo el exterior como algo ageno. Al principio no consiguió nada, por lo que cambió de táctica ya que, esos pensasmientos parecían que incluso lo estaban desviando más de la concentración que a ayudarle.
Ahora, en vez de lo único que recordaba de su familia, comenzó a pensar en lo que había hecho con anterioridad al enseñarle su jardín a aquel hombre: pensar en las muertes que causó, y mejor aún, en las que causaría a los Akumas si su racha de ganas de sangre seguía igual.

*Si esto funciona...*

Si eso funcionaba significaba que como aquellos pensamientos serían su mayor concentración, los utilizaría más a menudo y por tanto, llevaría a cabo sus pensamientos, tal como Socalo hizo con aquellos Akumas. Seguramente él pensara en concentrarse así de aquel modo, así que... a seguir los pasos de su ahora maestro.
Un pequeño destello se hacía cada vez mayor y mayor después de recordar con precisión como ejecutaba un conciudadano suyo.
Era algo dificil porque fue el priemro al que mató, pero aún así, le permitió que la luz brillara con gran fuerza un rato después.

Estuve contemplando como el chico hacia esfuerzos por activar su inocencia, parecía que le costaba y cuando me disponía a acercarme a él con no muy buenas intenciones, vi como un tenue brillo comenzó a emerger de la vara. Ver aquello me relajo un poco, pero aquel entrenamiento acababa de comenzar y no le resurtiría algo divertido a aquel joven.

-Activa y desactívala varias veces seguidas- dije mientras le daba la espalda.

Observe todo lo que había a mi alrededor para ver que podía utilizar en el entrenamiento. Las casas de la zona estaban agujereadas y dañadas, debido sin duda al continuo ataque de los akumas esféricos. Eso me beneficiaba a la hora de encontrar algo útil que poder usar y a si fue, habían varios ladrillos y piedras dispersadas por toda la zona.

Fui recorriendo los alrededores, mientras dejaba que mi nuevo aprendiz hiciera lo que le mande, en poco tiempo tuve una buena colección de piedras en mis manos, listas para ser usadas tal y como tenia en mente.

El joven Abel conseguía poco a poco estabilizar la Inocencia, pero ahora no era lo que le estaba pidiendo su sensei, así que, antes de que pudiera hacer nada, o hablar, comenzó poco a poco a hacer que la luz se fuera y viniera continuamente.
Eso le requería un gran esfuerzo al muchacho, por lo que en unas cuantas repeticiones del ejercicio ya estaba casi como si hubiera corrido un par de kilómetros a un ritmo increible sin parar.

*Más me vale volver a intentarlo*

Mientras Socalo procedía a coger piedras y restos de algún edificio, no se sabe para qué, el muchacho se relajó unos segundos, fatigado ya por estar y tener que repetir la operación cuantiosas veces.
Lo malo era que, si no podía soportar el entrenamiento del General, éste le desecharía o le haría pasar por un infierno hasta que aprendiera a controlar su vara.

- ¿Y qué piensas hacer con esos gijarros?

Al lado de Socalo al menos lo parecían, pero eran piedras que le podrían hacer una avería a cualquiera si se le daba en el sitio preciso y se le pillaba desconcentrado. El chaval, viendo a Socalo una y otra vez, y pensando para qué cometido querría utilizar esas piedras, volvió a reanudar su trabajo, que, desafortunadamente, se había quedado a mitad debido al cansancio de Abel.
El joven blandió la vara con las dos manos y se volvió a concentrar, corrigiendo un poco la manera de concentrarse y dejar de hacerlo por momentos para volver a sus pensamientos profundos que le hacían tener la mente despejada, pero lista para activar la vara.

-Tú no te preocupes que lo vas a saber ahora mismo- dije medio riendo, -déjalo ya, ahora comprobemos tus reflejos con la vara-

Tras decir eso me coloque a aproximadamente unos diez metros del muchacho, con el brazo izquierdo sujetaba el montón de piedras que había recolectado, mientras con la mano derecha lanzaba y recogía una piedra repetidas veces. Centre mi vista en mi joven aprendiz, pensando en los sitios donde golpearle.

-Las balas que lanzan los niveles 1 son venenosas para los humanos, si te toca una de ellas estarías muerto en cuestión de segundos- dije aun en tono alegre, -veamos si puedes esquivar estas piedras, o bloquearlas con tu vara-

Comencé a lanzar unas pocas piedras hacia las piernas y los brazos, no llevaban mucha fuerza por lo que iba a velocidades normales para cualquier humano, tras lanzar varias lance una a gran velocidad que paso silbando por la oreja del muchacho.

Estaba loco... o era su forma de entrenamiento, pero Abel se estaba empezándo a motivar con tal de salvar su cuerpo de unos moretones qu le podrían salir en el futuro; eso, a no ser que Socalo le pegara tal pedrada que pudiera romperle algún hueso.

*De momento es fácil*

Una pierda a una velocidad considerada bastante alta si se comparaba con las demás, le rozó el oido al muchacho.

*Vale... no tanto*

Abel esquivaba las piedras como podía: unas veces, si le iban al pecho, las repelía con su vara; las que iban cerca de la cabeza, era necesario que se ladeara un poco; las que iban a las piernas, simplemente, daba unos pocos pasos para evitarlas...
Al cabo de unas cuantas piedras, el joven examinaba un poco las trayectorias de éstas, viendo el patrón que seguían cuando se las lanzaba el General.
No tenían un orden concreto, pero sí algo predecible. De vez en cuando, cada poco tiempo, las piedras le rozaban las piernas, y eso no le gustaba mucho, ya que tená que moverse un poco.

*Ojo por ojo...*

Abel empezaba a aborrecer esas piedras que tanto odiaba y que estaba viendo venir en todo momento. Prefería arriesgarse con algo más... propio de lo que podría ser un entrenamiento con aquel General.

- Hay que arriesgarse...

Abel vió que una piedra solitaria le iba directa a un pie, y por un impulso que no pudo remediar, ni siquiera concentrándose en las demás piedras, la pateó, con tal mala suerte que apareció cerca de Socalo, pasándole a una velocidad media por su lado derecho.

*Ahora si que va a ser bueno...*

En la cara del muchacho, una sonrisaq se mostraba un poco maliciosa (cabrona para que nos entendamos). Si todo era como creía y Socalo reaccionaba como quería, podría ser divertido, o más bien, podría ser un reto por salvar su vida.

Al ver cómo me devolvía una de las piedras de una patada, la cual paso cerca de mi costado derecho. Ante aquella reacción me detuve para lanzar mas piedras y me moví a gran velocidad para colocarme a espaldas del muchacho, tras hacerlo lo comencé a lanzar otra ráfaga de piedras a una velocidad mucho mayor que la anterior.

-Este te pasa por haber hecho esa estupidez- dije riendo.

Una vez que casi todas las piedras fueron lanzadas, cogí la ultima que resultaba se la mayor de todas y la lance contra el pecho del joven. Parecía que se sabía defender pero aun estaba lejos para poder hacer algo medianamente decente, contra los akumas.

Debido a los daños de las casas, uno de los barrotes de una de las verjas que tenía una casa. Me acerque para recoger el barrote y después recogí algunas piedras, las guarde en uno de los bolsillos de mi chaquete, al mismo tiempo que me acercaba agitando la barra en el aire.

-Activa la inocencia y mantenla- dije mirándole fijamente.