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Todo el material que se publique dentro del foro es y será propiedad de su creador a menos que se indique lo contrario.
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Donde los hombres se convierten en dioses [Teotihuacán] Ángel & Dibrael
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Re: Donde los hombres se convierten en dioses [Teotihuacán] Ángel & Dibrael
La miró durante un rato sin interés, realmente estaba absorto en sus pensamientos; hacia demasiado tiempo que no recorría aquellas tierras: recordó a su madre cubriéndose del sol en los jardines, recordó también a Serpens montada en su caballo moteado, con el pelo recogido y su trajecito verde, vio a Balam hacerle travesuras a los sirvientes. Cuando la mujer a la que observaba se volvió totalmente roja volvió a la realidad casi de golpe.
Los caballos relincharon con fuerza, el carruaje en el que iban recorría los caminos a gran velocidad, El Duque bajo la vista un momento; necesitaba ser honesto consigo mismo, ese país guardaba consigo recuerdos gratos, estaba entusiasmado, a pesar de eso no había nada en su rostro, sus gestos eran indescifrables.
-Su Excelencia- interrumpió la mujer de rasgos asiáticos que acompañaba a Dibrael -algunos “espías” me informaron que la Orden Negra ya está cerca del sitio- agregó con aire solemne, ella destacaba poderosamente por su vestimenta, portaba una elegante Yukata de color negro y detalles dorados, tenía el pelo recogido tradicionalmente al estilo japonés y adornos en el cabello de oro y piedras preciosas; sus rasgos vivaces y juveniles resaltaba su piel pulcra y clara que contrastaba con el negro de sus ojos.
-En cuanto lleguemos quiero hablar con él- habló por fin el Duque-No quiero más errores de su parte- concluyó mirando con desinterés por la ventana; Índigo vestía una chaqueta color azul claro, pantalones blancos y unas botas alemanas color negro.
-Como usted órdene- respondió la mujer mientras hacia una reverencia; miró entonces por la ventana y empezó abanicarse; el objeto era de lo más fino tenía grabados en tinta de una grulla blanca.
No paso mucho tiempo antes de que llegasen a su destino: una enorme propiedad situada en los límites de la capital; sería mejor para mantener su fachada, empezarían su viaje al anochecer rumbo a las pirámides, después de todo habían preparado algunos "sirvientes" para dicha tarea.
Índigo pronto se relajó en los jardines de la lujosa propiedad, leyendo el periódico en español, se preguntó si su acento no habría cambiado, después de todo no tenía muchas conversaciones en aquel idioma muy a pesar de hablarlo perfectamente.
A todos lados le acompañaba sumisamente “la Geisha” –nombre que los sirvientes locales pronto le pusieron a la mujer que le acompañaba- mientras le informaba con discreción todo lo que requiriera el Duque. Estaban esperando a que el "espía" volviera para recibir sus nuevas órdenes.
Los caballos relincharon con fuerza, el carruaje en el que iban recorría los caminos a gran velocidad, El Duque bajo la vista un momento; necesitaba ser honesto consigo mismo, ese país guardaba consigo recuerdos gratos, estaba entusiasmado, a pesar de eso no había nada en su rostro, sus gestos eran indescifrables.
-Su Excelencia- interrumpió la mujer de rasgos asiáticos que acompañaba a Dibrael -algunos “espías” me informaron que la Orden Negra ya está cerca del sitio- agregó con aire solemne, ella destacaba poderosamente por su vestimenta, portaba una elegante Yukata de color negro y detalles dorados, tenía el pelo recogido tradicionalmente al estilo japonés y adornos en el cabello de oro y piedras preciosas; sus rasgos vivaces y juveniles resaltaba su piel pulcra y clara que contrastaba con el negro de sus ojos.
-En cuanto lleguemos quiero hablar con él- habló por fin el Duque-No quiero más errores de su parte- concluyó mirando con desinterés por la ventana; Índigo vestía una chaqueta color azul claro, pantalones blancos y unas botas alemanas color negro.
-Como usted órdene- respondió la mujer mientras hacia una reverencia; miró entonces por la ventana y empezó abanicarse; el objeto era de lo más fino tenía grabados en tinta de una grulla blanca.
No paso mucho tiempo antes de que llegasen a su destino: una enorme propiedad situada en los límites de la capital; sería mejor para mantener su fachada, empezarían su viaje al anochecer rumbo a las pirámides, después de todo habían preparado algunos "sirvientes" para dicha tarea.
Índigo pronto se relajó en los jardines de la lujosa propiedad, leyendo el periódico en español, se preguntó si su acento no habría cambiado, después de todo no tenía muchas conversaciones en aquel idioma muy a pesar de hablarlo perfectamente.
A todos lados le acompañaba sumisamente “la Geisha” –nombre que los sirvientes locales pronto le pusieron a la mujer que le acompañaba- mientras le informaba con discreción todo lo que requiriera el Duque. Estaban esperando a que el "espía" volviera para recibir sus nuevas órdenes.
Re: Donde los hombres se convierten en dioses [Teotihuacán] Ángel & Dibrael
Había sólo dos prioridades en la miserable vida de Tom; la primera y probablemente la más importante era sobrevivir de cualquier modo posible y la segunda complacer a Índigo. Lamentablemente para él ninguna de las dos congeniaba; servir a Índigo era una sentencia de muerte.
Se atragantó ante esa idea, repasó entonces la labor que le habían encomendado y después de dar un par de piruetas en el aire, se posó sobre la frondosa copa de un árbol; su enorme y rechoncho cuerpo hizo crujir la madera.
-Cuando encuentre la inocencia-se dijo–debo avisar-agregó con retraso.
Tom había sido decente en su vida o eso solía decir, se inventaba historias acerca de su pasado para rellenar el vacío de recuerdos, como una especie de pasatiempo. El akuma que parecía un moscón gigante y grotesco agitó sus alas alistándose nuevamente para emprender el vuelo; vio sus manos de insecto y envidió profundamente a “Zeus” ¿Por qué tenía que ser tan feo en su forma liberada?
El sol empezó a ocultarse y con ello el nivel 2 se llenó de ansiedad; para aquel momento él ya debía haber informado de su progreso, como respuesta a su miedo empezó a exudar un líquido transparente y viscoso.
-¡Yuko!- gritoneó–¡Yuko!– insistió frotándose las manos y dando vueltas sin control
-¿Ya encontraste el lugar?- le respondió una voz femenina, pausada y refinada.
-Estoy cerca de las pirámides- Tom sobrevolaba con agilidad la calzada de los muertos que desde esa distancia parecía una simple línea –No veo fuego- agregó –Pero tengo un plan- dijo mientras decendia sobre la pirámide más grande; la pirámide del sol.
-Observaré desde un sitio estratégico- habló con seriedad intentado ser lo más convincente posible, enseguida en lo más alto de la pirámide se sentó en posición de flor de loto y cruzó sus 4 brazos.
-Voy a enviar un enjambre pequeño de akumas- se escuchó la voz fría de Índigo, el nivel 2 casi se cae de espalda de la impresión.
-Y cómo eres lo suficientemente importante para no presentarte ante mí, espero que cuando lleguemos tengas la inocencia en tus manos- agregó con voz profunda y sarcástica; ante eso con desesperación el nivel 2 se frotó la cabeza y se arrancó entre sufrimientos la catarina que hasta ese momento estaba aferrada a su frente; el insecto se resistió, era del tamaño de un ave pequeña y forcejaba por escapar.
-Excelencia no ha sido mi intención- le gritó a la catarina como si se tratara de un micrófono.
-Si le haces daño a mi pequeña te mató- se escuchó nuevamente la voz femenina proveniente del insecto.
-Yuko, dile a su excelencia... dile que no fue mi intención-lloriqueó el moscón gigante mientras corría en círculos por el pánico que sentía.
-Consigue la inocencia Tom, es lo único que importa- concluyó la voz que provenía desde la catarina.
Un enjambre de 6 niveles 1 aparecieron entre las nubes; poco se distinguían con el sol recientemente oculto, descendieron lentamente. A esas horas había poca gente transitando por la zona, se retiraban a sus hogares después de trabajar arduamente. Los akuma mataron a los pocos rezagados en el área, pronto el lugar quedo libre de gente: las maquinas ahora recorrían la calzada de los muertos a sus anchas, buscando la inocencia.
Se atragantó ante esa idea, repasó entonces la labor que le habían encomendado y después de dar un par de piruetas en el aire, se posó sobre la frondosa copa de un árbol; su enorme y rechoncho cuerpo hizo crujir la madera.
-Cuando encuentre la inocencia-se dijo–debo avisar-agregó con retraso.
Tom había sido decente en su vida o eso solía decir, se inventaba historias acerca de su pasado para rellenar el vacío de recuerdos, como una especie de pasatiempo. El akuma que parecía un moscón gigante y grotesco agitó sus alas alistándose nuevamente para emprender el vuelo; vio sus manos de insecto y envidió profundamente a “Zeus” ¿Por qué tenía que ser tan feo en su forma liberada?
El sol empezó a ocultarse y con ello el nivel 2 se llenó de ansiedad; para aquel momento él ya debía haber informado de su progreso, como respuesta a su miedo empezó a exudar un líquido transparente y viscoso.
-¡Yuko!- gritoneó–¡Yuko!– insistió frotándose las manos y dando vueltas sin control
-¿Ya encontraste el lugar?- le respondió una voz femenina, pausada y refinada.
-Estoy cerca de las pirámides- Tom sobrevolaba con agilidad la calzada de los muertos que desde esa distancia parecía una simple línea –No veo fuego- agregó –Pero tengo un plan- dijo mientras decendia sobre la pirámide más grande; la pirámide del sol.
-Observaré desde un sitio estratégico- habló con seriedad intentado ser lo más convincente posible, enseguida en lo más alto de la pirámide se sentó en posición de flor de loto y cruzó sus 4 brazos.
-Voy a enviar un enjambre pequeño de akumas- se escuchó la voz fría de Índigo, el nivel 2 casi se cae de espalda de la impresión.
-Y cómo eres lo suficientemente importante para no presentarte ante mí, espero que cuando lleguemos tengas la inocencia en tus manos- agregó con voz profunda y sarcástica; ante eso con desesperación el nivel 2 se frotó la cabeza y se arrancó entre sufrimientos la catarina que hasta ese momento estaba aferrada a su frente; el insecto se resistió, era del tamaño de un ave pequeña y forcejaba por escapar.
-Excelencia no ha sido mi intención- le gritó a la catarina como si se tratara de un micrófono.
-Si le haces daño a mi pequeña te mató- se escuchó nuevamente la voz femenina proveniente del insecto.
-Yuko, dile a su excelencia... dile que no fue mi intención-lloriqueó el moscón gigante mientras corría en círculos por el pánico que sentía.
-Consigue la inocencia Tom, es lo único que importa- concluyó la voz que provenía desde la catarina.
Un enjambre de 6 niveles 1 aparecieron entre las nubes; poco se distinguían con el sol recientemente oculto, descendieron lentamente. A esas horas había poca gente transitando por la zona, se retiraban a sus hogares después de trabajar arduamente. Los akuma mataron a los pocos rezagados en el área, pronto el lugar quedo libre de gente: las maquinas ahora recorrían la calzada de los muertos a sus anchas, buscando la inocencia.
Re: Donde los hombres se convierten en dioses [Teotihuacán] Ángel & Dibrael
Intentó no hacer ruido tapándose la boca, agazapada entre la maleza sudaba frío; el pequeño que protegía jadeó con fuerza, estaba a punto de llorar, ella le frotó el estómago con su mano libre intentando consolarlo, pero él sólo tenía 5 años y mucho terror a Dios y al bicho enorme que recorría el sendero: "el cien pies gigante con cabeza de cocodrilo".
A María se le heló la piel cuando la criatura empezó a masticar el cuerpo del hombre; una lagrima rodó por su mejilla al recordar lo que había hecho para protegerlos, no los conocía pero él les había salvado como si se tratara de su propia familia.
Abrazó a su hermanito con mucha fuerza, sólo tendrían que esperar a que la criatura se fuera; le murmuró que todo estaría bien, que si se mantenía callado el demonio no los vería; el pequeño se refugió en ella conteniendo su llanto.
María hizo una única plegaria a Dios; que salvara a Manuel, él era muy pequeño.
Se escuchó el galope de un caballo y la tierra retumbó bajo los pies de la muchacha.
-¡Su excelencia!- exclamó con una voz gutural el bicho y se giró para recibir al recién llegado e hizo una reverencia, María poco entendió del idioma pero interpretó el gesto; de algún modo esa cosa rendía respeto.
Sintió terror; apareció por el sendero un nuevo personaje: un hombre montaba lo que a primera vista parecía un caballo sin embargo este era muy grande, su pelaje era negro y la crin y su cola eran blancos, tenía en su frente una especie de cuerno, como una rama retorcida, en algunas partes del cuerpo su piel era como la de una serpiente.*
La criatura exhaló una especie de humo rojizo, el hombre sólo se limitó a alzar el brazo.
-Me he desecho de la mayoría de humanos que había por aquí- dijo "el cien pies" –Encontré a un buscador- hizo una pausa y se relamió los labios –pero me lo comí porque no era muy cooperativo- agregó con timidez.
-Eres muy descuidado- dijo el “caballo”, María seguía sin enterarse de que hablaban –Hemos hallado a algunos humanos más en el camino…- de pronto la criatura guardó silencio al sentir que Índigo desmontaba.
Al ver aquello María, inmediatamente tomó a Manuel y con mucho cuidado se movió entre la maleza, se arrastró lo más rápido que pudo, en su mente solo había un pensamiento, una plegaria.
Salva a Manuel, Diosito salva a Manuel.
No muy lejos vio un árbol seco y grande, en su base tenía un agujero lo suficientemente grande para que se ocultara su hermanito.
-Manuel, quiero que vayas y te metas en ese hoyo y no salgas por nada- le dijo entre murmuros; el niño negó con la cabeza –Por una vez haz lo que te digo- dijo la muchacha mientras lo sacudía con frustración, el niño accedió y se fue gateando intentando no hacer ruido; María se alertó al escuchar unos pasos; vio que Manuel no llegaría sin que lo descubrieran, ante ello sólo pudo tomar una decisión.
La muchacha se puso de pie y corrió en dirección a los monstruos, tenía que proteger a Manuel; corrió lo más rápido que pudo, con la fuerza que sólo te puede dar el miedo.
Salva a Manuel Diosito, salva a Manuel.
Unos brazos la atraparon con fuerza, ella dio un grito desesperado, forcejeó sin éxito, sintió que su cuerpo era elevado del suelo, alguien la arrastraba con facilidad y la llevaba hacia "el caballo"; María vio que Manuel había logrado ocultarse y la miraba entre lágrimas.
Cuida a Manuel Diosito. Cuídalo por mí.
-Eres un idiota- le dijo "el caballo” al “cien pies” quien se envolvió en sí mismo llorando.
-Sigue vigilando el camino- habló de pronto Índigo quien forcejeaba con María –No quiero más fallas- concluyó, "el cien pies” asintió entre lágrimas y se fue velozmente.
-Cálmate- le dijo a la muchacha en perfecto español; María dejó de moverse por la sorpresa; hasta el momento poco había entendido –Vas a acompañarme- sentenció el Inglés; ella no lo había visto bien hasta ese momento, él también era un demonio, la boca suya estaba llena de dientes horribles.
-¡No!- dijo desgarradoramente –¡Déjame, suéltame, ayuda!- vociferó con terror
–Cálmate- le interrumpió Índigo.
–¡Me vas a comer!- le gritó mientras se retorcía entre sus brazos –¡No me comas!- agregó entre sollozos.
-No te voy a comer- discutió.
–¡Demonio! Eres el diablo- Dibrael logró controlarla con uno de sus brazos atrapándola entre él y el costado del Akuma como si se tratara de una pared, esta vez la confrontaba frente a frente; María cerró los ojos.
-Si te quisiera muerta ya estarías muerta- agregó el Ingles mientras se retiraba la máscara, María abrió con lentitud los ojos y se topó con la cara del Burleigh: era muy pálido y sus rasgos eran distintos a todo lo que había visto en la vida; su piel le recordó a los santos de la iglesia; Dibrael aprovechó que estaba más tranquila y la puso sobre el akuma.
-Vámonos- agregó mientras se acomodaba; María sintió sus brazos rodeándola, tenía demasiado miedo cuando "el caballo" empezó a galopar lanzó una última plegaria.
Diosito cuida a Manuel.
A María se le heló la piel cuando la criatura empezó a masticar el cuerpo del hombre; una lagrima rodó por su mejilla al recordar lo que había hecho para protegerlos, no los conocía pero él les había salvado como si se tratara de su propia familia.
Abrazó a su hermanito con mucha fuerza, sólo tendrían que esperar a que la criatura se fuera; le murmuró que todo estaría bien, que si se mantenía callado el demonio no los vería; el pequeño se refugió en ella conteniendo su llanto.
María hizo una única plegaria a Dios; que salvara a Manuel, él era muy pequeño.
Se escuchó el galope de un caballo y la tierra retumbó bajo los pies de la muchacha.
-¡Su excelencia!- exclamó con una voz gutural el bicho y se giró para recibir al recién llegado e hizo una reverencia, María poco entendió del idioma pero interpretó el gesto; de algún modo esa cosa rendía respeto.
Sintió terror; apareció por el sendero un nuevo personaje: un hombre montaba lo que a primera vista parecía un caballo sin embargo este era muy grande, su pelaje era negro y la crin y su cola eran blancos, tenía en su frente una especie de cuerno, como una rama retorcida, en algunas partes del cuerpo su piel era como la de una serpiente.*
La criatura exhaló una especie de humo rojizo, el hombre sólo se limitó a alzar el brazo.
-Me he desecho de la mayoría de humanos que había por aquí- dijo "el cien pies" –Encontré a un buscador- hizo una pausa y se relamió los labios –pero me lo comí porque no era muy cooperativo- agregó con timidez.
-Eres muy descuidado- dijo el “caballo”, María seguía sin enterarse de que hablaban –Hemos hallado a algunos humanos más en el camino…- de pronto la criatura guardó silencio al sentir que Índigo desmontaba.
Al ver aquello María, inmediatamente tomó a Manuel y con mucho cuidado se movió entre la maleza, se arrastró lo más rápido que pudo, en su mente solo había un pensamiento, una plegaria.
Salva a Manuel, Diosito salva a Manuel.
No muy lejos vio un árbol seco y grande, en su base tenía un agujero lo suficientemente grande para que se ocultara su hermanito.
-Manuel, quiero que vayas y te metas en ese hoyo y no salgas por nada- le dijo entre murmuros; el niño negó con la cabeza –Por una vez haz lo que te digo- dijo la muchacha mientras lo sacudía con frustración, el niño accedió y se fue gateando intentando no hacer ruido; María se alertó al escuchar unos pasos; vio que Manuel no llegaría sin que lo descubrieran, ante ello sólo pudo tomar una decisión.
La muchacha se puso de pie y corrió en dirección a los monstruos, tenía que proteger a Manuel; corrió lo más rápido que pudo, con la fuerza que sólo te puede dar el miedo.
Salva a Manuel Diosito, salva a Manuel.
Unos brazos la atraparon con fuerza, ella dio un grito desesperado, forcejeó sin éxito, sintió que su cuerpo era elevado del suelo, alguien la arrastraba con facilidad y la llevaba hacia "el caballo"; María vio que Manuel había logrado ocultarse y la miraba entre lágrimas.
Cuida a Manuel Diosito. Cuídalo por mí.
-Eres un idiota- le dijo "el caballo” al “cien pies” quien se envolvió en sí mismo llorando.
-Sigue vigilando el camino- habló de pronto Índigo quien forcejeaba con María –No quiero más fallas- concluyó, "el cien pies” asintió entre lágrimas y se fue velozmente.
-Cálmate- le dijo a la muchacha en perfecto español; María dejó de moverse por la sorpresa; hasta el momento poco había entendido –Vas a acompañarme- sentenció el Inglés; ella no lo había visto bien hasta ese momento, él también era un demonio, la boca suya estaba llena de dientes horribles.
-¡No!- dijo desgarradoramente –¡Déjame, suéltame, ayuda!- vociferó con terror
–Cálmate- le interrumpió Índigo.
–¡Me vas a comer!- le gritó mientras se retorcía entre sus brazos –¡No me comas!- agregó entre sollozos.
-No te voy a comer- discutió.
–¡Demonio! Eres el diablo- Dibrael logró controlarla con uno de sus brazos atrapándola entre él y el costado del Akuma como si se tratara de una pared, esta vez la confrontaba frente a frente; María cerró los ojos.
-Si te quisiera muerta ya estarías muerta- agregó el Ingles mientras se retiraba la máscara, María abrió con lentitud los ojos y se topó con la cara del Burleigh: era muy pálido y sus rasgos eran distintos a todo lo que había visto en la vida; su piel le recordó a los santos de la iglesia; Dibrael aprovechó que estaba más tranquila y la puso sobre el akuma.
-Vámonos- agregó mientras se acomodaba; María sintió sus brazos rodeándola, tenía demasiado miedo cuando "el caballo" empezó a galopar lanzó una última plegaria.
Diosito cuida a Manuel.
- * Acotación:
- Hola; antes que nada solo pedir disculpas por la demora.
Sobre la descripción del Akuma “caballo” tiene el aspecto parecido al de un Kirin una criatura mitológica de la cultura china.
María tiene 15 años y Antonio los salvo a ella y a su hermanito.
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