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Todo el material que se publique dentro del foro es y será propiedad de su creador a menos que se indique lo contrario.
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[Actividad] ¿Te gusta mi historia?
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[Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Comienza la actividad del viernes 13
En este tema tendréis que ir subiendo vuestras respectivas historias, pero recordar:
-El tema del que va a tratar la historia será libre.
-No hay máximo de palabras ni de letras.
-El premio son 7 puntos al ganador, y si el numero de participantes es elevado se pondrán un segundo y tercer premio.
-Mañana se decidirá el ganador y se entregaran los puntos.
¿A que esperáis? ir subiendo vuestras obras literarias y que la suerte os acompañe.
Invitado
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Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
- El árbol de la vida:
- El árbol de la vida
Todo era oscuridad. Alguien se había visto atrapado entre un mar de sombras del que era difícil distinguir nada. No se veía, no se oía, no se olía... nada. Era un hombre como podría haber sido cualquier otro, se llamaba Álex y no era más que un padre de familia español. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Eso ya lo veremos en adelante. El caso es que, como buen humano que era, viéndose rodeado de una escena tan oscura y asoladora no podía hacer más que caer presa del nerviosismo y la desesperanza, intentando descifrar los acertijos que traía consigo su localización entre "la nada". En ese momento no podía recordar ni quién era, ni lo que había hecho la “noche anterior”... Nada. Tan solo la búsqueda de un método posible para huir de aquel lugar parecía acudir a su mente.
Y casi como una respuesta a su plegaria nerviosa, una extraña voz dio contestación a su necesidad. ¿Una voz? No... más bien podríamos definirlo como un conjunto de ellas.
-Abre los ojos, Álex.-decían- Abre los ojos y enfréntate a tu existencia.
Misteriosas palabras, sin duda, pero por si acaso Álex intentó abrir los ojos tal y como había hecho todas las mañanas a la hora de despertarse. ¡Milagro, se hizo la luz! Frente a la vista del absorto hombre se empezó a mostrar un paisaje bien diferente al que conformaban las sombras eternas. Al frente, un cielo azul, nítido y amplio, como aquel que había adorado en vida; a sus lados, un amplio prado, repleto de pureza, de hierba verdosa (especialmente bella, brillante) y, según se podía ver al proseguir con el estudio, también se alcanzaba a ver un sinfín de árboles que se alzaban sobre los cielos, con alturas inverosímiles. El campo parecía ser extremadamente amplio, por lo que no era posible determinar el número de figuras que crecían desde lo más bajo hasta lo más alto. Todo esto lo pudo observar Álex con un simple vistazo, justo antes de que a su espalda se pudiera oír un mensaje que casi consiguió sobresaltarle:
-Levanta, Álex. Es hora de empezar a desandar lo andado.-de nuevo eran múltiples voces las que hablaban.
Una vez más palabras que daban lugar a amplios interrogantes. Álex, con la simple intención (inicialmente) de observar a sus interlocutores, se incorporó y giró hacia la orientación de la que parecía haber venido el mensaje. Se mostraron tres figuras: un niño, un adulto y un anciano. Ninguno de ellos tenía ninguna característica fuera de lo habitual, pero sin embargo podía vislumbrarse en ellos rasgos que incitaban a la mente de Álex a relacionarlos con algo.
Los tres poseían el cabello corto, de color castaño (excepto el anciano, con abundantes canas que lo hacían casi completamente blanco), una altura media para sus edades (en orden de colocación: 1’50, 1’80, 1’70) y un rostro pálido, alargado y, tan solo en el caso del octogenario, arrugado, caracterizado por unos ojos marrones. En cuanto a sus cuerpos, tan solo cabe destacar la corpulencia del adulto, en contraste con el pequeño casi esquelético y el anciano fofo.
Álex seguía intentando ubicarlos en su memoria, pero parecía que esta no quería dar lugar a ningún recuerdo, y por lo tanto le hacía completamente incapaz de reconocer aquello que le llamaba la atención. Así, se propuso realizar una pregunta, a la que sus acompañantes se adelantaron. En ese momento pudo ver como los tres movían los labios al mismo tiempo, sin lapso alguno de tiempo.
-Aquí no tienes ningún poder sobre tu presente, tu pasado o tu futuro, no más del que te otorguemos nosotros. No preguntes, no pienses, tan solo escucha.-dijeron en inicio, parando en seco al confuso hombre- Álex González Núñez, hijo de Roberto González y Nuria Núñez, muertos el dos de noviembre de dos mil once y el cuatro de octubre de dos mil nueve respectivamente. Cumpliste los cuarenta y cinco años el pasado diecisiete de noviembre, el mismo día en el que fuiste despedido de tu puesto de trabajo en INGSOC & COMPANY, razón por la que caíste en una grave depresión. El diecinueve de noviembre del mismo año fuiste informado del accidente acontecido en la calle Gran Vía, ciudad de Madrid, suceso en el que tu ex-mujer y tu hijo de seis años se vieron afectados, resultando heridos de gravedad, con lesiones traumáticas y quedando en estado de shock, para posteriormente pasar a caer en un coma profundo. Todo esto te llevó a un colapso que tu resistencia mental no pudo soportar, dirigiéndote en el acto a una sola idea: el suicidio.
Callaron. El colapso mental que aconteció en la mente de Álex es difícilmente descriptible: un mundo de sensaciones, recuerdos, memorias y vivencias que le atacaban vertiginosamente, a una velocidad desorbitante. El hombre se llevó las manos a la cabeza y cayó al suelo de rodillas, jadeando, mientras todas las imágenes de los acontecimientos referidos se acumulaban por momentos y le hacían caer en un estado agónico de difícil resolución. Todo aquello era verdad... Únicamente lo había olvidado. El brusco modo en el que Antonio, su superior, le informó de la quiebra de la empresa y de la futura desaparición de la misma, y por tanto de la pérdida de su puesto... el accidente de Marta y Lucas; incluso acudieron imágenes suyas, en el baño, con una navaja de afeitar en la mano derecha, casi presionando las venas de la muñeca izquierda. Todo aquello había sido verdad... ¿Cómo había podido olvidarlo?
Sin que se diera cuenta, la figura del infante (un niño que tendría más o menos la edad de su Lucas, cerca de seis años) se acercó a él, colocando una mano sobre su hombro y transmitiendo en el acto una inexplicable sensación de tranquilidad (la típica tranquilidad e inocencia que solo un niño puede sentir). Era como si sus almas hubieran entrado en sintonía.
-No hay de qué preocuparse, Álex.-dijo el pequeño con voz aguda y tranquila- Estás aquí por alguna razón. En esta vida nada que ocurra está determinado por el azar. Así que levanta, y ven con nosotros.
Los ojos del interpelado estaban casi llorosos, a punto de derramar alguna lágrima... pero el niño retuvo la tristeza de Álex y le otorgó las fuerzas necesarias para alzarse y enfrentarse a aquello de lo que le hablara. De improvisto había sido embriagado por la tranquilidad de la inocencia. Seguidamente, fue el segundo del extraño trío, el adulto, el que dio un paso adelante, colocando su mano derecha sobre la cabeza de Álex. En última instancia sería el anciano el que haría lo mismo, apoyando la mano en el hombro derecho. Ambos, dijeron:
-Toda acción conlleva unos efectos. Todo efecto determinante para la vida debe ser causado por una acción meditada.-Resonaron sus voces al mismo tiempo- Es hora de que te enfrentes a tu destino y tomes tus propias decisiones.
Justo al finalizar esas palabras, todo alrededor de los tres personajes empezó a volverse borroso. Lo que había sido una bella pradera empezó a girar y se convirtió en un torbellino gigante. Este proceso tan solo duró unos instantes, breves segundos, y cuando todo volvió a la normalidad Álex y sus aliados volvieron a aparecer en la misma pradera, solo que en ese momento se encontraban frente a un árbol. Éste, a diferencia de muchos otros rebosantes de vida, se veía marchito. Alrededor de su tronco se había formado una circunferencia en la que la hierba estaba muerta, el espacio constaba de tan solo tierra yerma. Cabe decir que ese árbol no era el único que se veía en este estado, había otros tantos que también lo imitaban, pero no era lo más habitual en el lugar. Álex alzó la vista hacia arriba, y al hacerlo observó una peculiaridad:
-¿Qué tipo de árbol es este...?
No eran de extrañar sus dudas, aquel era un árbol muy peculiar. En él, efectivamente, se podían observar los componentes básicos de un ser vivo como aquel: tronco, ramas, corteza... mas no era del todo normal. El tronco principal tenía un grandísimo grosor (quizá llegaba a los quince metros de diámetro), y solo él era capaz de ascender hacia el cielo y alcanzarlo. Por el contrario, las ramas salían a lo largo de él, casi todas ellas de una longitud normal, excepto una, que desde que se había alargado en un inicio se había convertido en un nuevo tronco (menos grueso que el principal) ascendiente hacia el cielo, y de él habían surgido nuevas ramas, repitiéndose el proceso múltiples veces. Siempre una sola rama por cada tronco.
-Este es el árbol de la vida.-dijeron las tres voces a la vez, sin mediar espera- Tu árbol de la vida. En el camino de tu vida ha habido tantas decisiones como ramas, incompletas y completas, ves en el mismo,-ciertamente, había incontables ramas- pero sólo aquellas decisiones que tomas son las que siguen ascendiendo y toman el liderazgo del recorrido, creando nuevos caminos predeterminados, pero de los que tú has tomado conciencia a la hora de elegirlos, hasta llegar a la unión de nuevo con el tronco central, como lo hace todo árbol de la vida, en la muerte.
Era curiosa esa concepción de la vida, sin duda. Un árbol en el que las ramas predeterminan los posibles caminos que tomar, siendo tú mismo el que decides cuál de ellos seguir. Serían tan innumerables las posibilidades que, a pesar de estar determinadas con anterioridad, no limitarían la libertad del individuo más allá de lo que pudiera hacerlo uno mismo.
Álex no podía alcanzar a ver hasta dónde había llegado las ramas de su vida, aquellas que habían crecido a base de sus decisiones, ya que estaban demasiado por encima del cielo y las nubes. Pero realmente no le hacía falta verlo. Realmente ya sabía aquello que vería al haber recordado todo lo acontecido en las últimas horas. Tan solo se preguntaba si la rama vigente se habría unido ya al tronco principal dándole muerte (y eso era aceptar su muerte) o si simplemente estaba esperando una decisión final, la cuál ni siquiera estaba seguro de poder, o querer, tomar, aquello a lo que se llamaría “la redención” de aquella opción que había tomado impulsivamente.
Los tres guías volvieron a separarse de él, colocándose en esta ocasión junto al árbol, a un lado del mismo, y mirando directamente a su dueño, como si esperaran a que diera el paso final.
-Has sido elegido para redimirte, Álex,-dijeron al unísono- y nosotros somos tus guías porque sin ti nuestra existencia nunca habría llegado o llegará. Somos tu pasado, tu presente y tu futuro.-completaron, hablando a continuación el niño, como portavoz de sus palabras, sonriendo con dulzura e inocencia- Sin tí tu pasado no habría existido. Sin tus acciones y elecciones jamás habría crecido y habría podido madurar...-calló, dando lugar a la voz del adulto, quien se expresó con más severidad- Sin tus decisiones tu presente se habría visto sumido en una existencia insustancial. Tú me das vida, tú decides el camino por el que voy...-y acabó por completar el anciano, amable y tranquilo- Y sin tí tu futuro jamás llegará. Sin tí yo no existiré. Tú tienes poder sobre mí... ¿Sabrás tomar una decisión correcta?
Quedó absorto. Sin duda, todo era muy extraño, demasiado surrealista. Aquello no podía ser más que una ilusión, no más que una alucinación. ¿Su árbol de la vida? ¿Su presente, su pasado y su futuro? ¿Qué era aquello...?
¿Pero... y qué si lo era? No dejaba de ser una lección que pudiera aprovechar para sí mismo... y para ayudar a aquellas personas a las que amaba.
-Hay veces-dijeron, nuevamente, los tres al tiempo- en las que la mente no nos permite pensar con total claridad todas las consecuencias que tendrán nuestras acciones. Hay ocasiones en las que no es justo dejar que la desesperanza y el dolor den mal fin a algo que podría haber acabado de otro modo, sin conocer las diferentes posibilidades de lo que podría haber ocurrido. Por esta razón, Álex, te es otorgado este don, esta oportunidad Coloca tus manos sobre el tronco de tu árbol, siente su savia casi inerte, su escasa vida... de este modo podrás ver las consecuencias directas que tendrán tus acciones si sigues adelante con la decisión de poner fin a tu vida. Pero también serás capaz de ver aquello que habría ocurrido si no tomaras una decisión como esa.
Y así lo hizo. Álex no se demoró en dar un paso adelante y colocar las manos sobre el tronco del árbol, sintiendo su rugoso y cálido tacto. Este apenas le importunó durante unas milésimas de segundo, ya que casi instantáneamente el mundo volvió a dar vueltas a su alrededor.
En esta ocasión no apareció en la misma pradera, sino que lo hizo en lo que parecía ser un cementerio, pero lo hacía como un espectador externo, flotando sobre las cabezas de un gran número de presentes. Ninguno de ellos se fijaba en su presencia, por lo que presupuso que no podrían verle. Todos ellos estaban ataviados con el típico color negro, y también tal y como era de esperar, se mostraban melancólicos, derramando lágrimas, decaídos. No era para menos. Entre ellos había gente que al principio Álex no pudo reconocer, pero que mientras les iba observando pasaba a identificar por determinada información que recibía espontáneamente. Allí estaban sus dos hermanas, sus primas, su único primo (el que, cabía decir, había sido su mejor amigo desde la infancia), algunos de sus tíos, su abuela (madre de su padre) y su abuelo (padre de su madre). Todos ellos agónicos, desolados y amargados. Aquello lo había provocado él con su acto, con su decisión transcendental... ¿Acaso era justo que todo acabara de ese modo?
La escena del cementerio duró unos minutos que el observador dedicó a identificar a gente y a sufrir por aquello que había desatado (o podría desatar). Pero de improvisto ocurrió un cambio tan inesperado como veloz. De nuevo, la escena se volvió borrosa, como un torbellino, y llegó una nueva. En esta pudo identificar su propia casa, el salón de la misma y, como personajes principales... al verlo casi le dio un vuelco el corazón. Quiso lanzarse sobre ellos, saltar, correr, llorar de alegría, gritar... pero no pudo. Ahí podía ver a su ex-mujer y a su hijo, ambos abrazándose y llorando desconsolados. No daba crédito, al principio se sentía alegre de verlos... pero no tardó en recordar por qué estaba ahí, y la melancolía volvió a aparecer en la mente de Álex. Era cierto. También a ellos les podría haber hecho mucho daño. Sabía que las posibilidades de que despertaran del coma no eran muchas. ¿O sí lo eran? Y también sabía que él no soportaría sobrevivir sin ellos ¿Pero, y si ellos conseguían sobrevivir? ¿Qué harían ,o al menos su hijo, viendo a su padre muerto sin causa aparente? No podía ser bueno en ninguno de los casos. Y Marta... Bueno, era cierto, estaban separados, pero de eso apenas hacía un mes. Era difícil que ella pasara indiferente, que no sufriera por la repentina muerte de su ex-marido. ¿Quién era él para hacer sufrir de ese modo a las dos personas que más le habían importado en toda su vida?
¿Pero y si no ocurría eso? ¿Y si había otra posibilidad? ¿Y si decidía vivir? La escena cambió de nuevo tan rápido como había llegado, pero esta vez no cambió el escenario, sino tan solo los personajes. En esta ocasión estaba él, sentado en el sofá, con el rostro cubierto por las manos, encorvado. No hacía falta preguntar a qué situación refería esa “premonición”. Sin embargo no pudo ver en aquel hombre nada que no hubiera visto en sí mismo antes. Él realmente ya había dado por hecho la muerte de sus familiares inconscientes; la posibilidad de que sobrevivieran no había sido considerada con la suficiente realidad. Que sufriría increíblemente si no vivían, era un hecho, por lo que no cabía hacerse falsas esperanzas para después pasar a sufrir lo indecible. Pero aún así...
En esta ocasión el cambio no fue brusco. Simplemente, la figura de Álex (el de la escena) se difuminó un instante. Seguidamente se formaron, en su lugar tres. Estaban ellos, la familia; la familia que le hacía feliz, Álex, Marta y Lucas abrazándose. No había imagen más bella. No podía existir mayor anhelo que el de un padre como él, emotivo y sentimental, volviendo a tener en sus brazos a las dos personas que, quisiera o no aceptarlo, eran los pilares de su vida: las dos personas más importantes que existían para él. No podía permitirse perderlas. No quería crear la mera posibilidad de hacerlas sufrir, de ser causante de su agonía. No. Antes sufriría él por ellos. En ese momento tenía las ideas bien claras. Quería que la escena observada se cumpliera. Quería que aquello se volviera realidad. Quería rectificar en sus actos y dejar que los acontecimientos llegaran por sí solos. Quizá tuviera que soportar el dolor de la muerte de su hijo y su mujer, cierto. Pero sin duda, la agonía de esa posibilidad podía ser perfectamente equiparable a la felicidad que tendría a la hora de volver a sentir y abrazar a sus seres queridos.
De nuevo todo giró. Todo se hizo borroso. Esta vez la situación confusa se alargó más de lo que lo había hecho antes. Mientras se prolongaba, las cuatro escenas confluyeron en la mente de Álex. Debía tomar una decisión. Cualquiera de las dos posibles sería difícil de asumir. ¿Huir de la vida como un perrito con el rabo entre las piernas o enfrentarse a los acontecimientos que el destino había preparado para él? La imagen de su hijo y su ex-mujer se mostraron frente a él, como una foto de retrato familiar, sonriéndole. El ver esa imagen le hizo cuestionarse si realmente estaba planteándose qué decisión tomar. ¿Acaso no lo había hecho ya?
Finalmente, todo volvió a la normalidad, y Álex se encontró en el pequeño baño de su casa, que incluso aún compartía con su ex-mujer (ante la permisividad de ella a la hora de que el padre de su hijo buscara una nueva casa). En su mano derecha sujetaba una cuchilla de afeitar, presionando sobre las venas de la muñeca de la mano izquierda. La mirada del hombre se clavó al frente y observó su rostro demacrado, cansado, con el cabello castaño desordenado y los ojos marrones profundos y dubitativos. En él no pudo evitar reconocer las facciones que compartía con su hijo: esa nariz pequeña, esos ojos amplios y sinceros, ese cabello corto y oscuro... La mano derecha se abrió, cayó la cuchilla. Álex dio un par de pasos, retrocediendo, y miró al frente casi asustado. ¿Abandonar sin más a la gente que quería? ¿Cómo había podido planteárselo? En ese momento lo veía claro. No, ese no era su destino. Nadie le haría dudar nunca más. Se convertiría en una persona lo suficientemente fuerte como para vivir por encima de los designios.
En ese momento el móvil de Álex empezó a sonar, alarmándole. Lo sacó del bolsillo. Era el doctor Ramos, con quien ya había tratado en el hospital recientemente... tan solo debía llamarle ante novedades del caso de Lucas o Marta...
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Invitado
Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Holaaa ^^ Kratos, tu historia es... Fantástica *¬* A mí me ha salido un poquillo rarilla, bueno aquí lo dejo xD:
- Spoiler:
- Madness (Locura)
La mente humana, aquel impenetrable escudo que protege nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros secretos más ocultos. ¿Acaso es indestructible? ¿Acaso nada lo puede dañar excepto la muerte? Lo dudo mucho.
Suspiro. Todavía es Miércoles. El tiempo es tan pesado como el plomo, y tan infinito como el vacío mismo. Y claro, qué peor que tener exámen de historia mañana.
Dejo caer mi mirada sobre los hombros de Alice. Si nos comparamos, hay mucha diferencia entre nosotras. Ella tiene la piel de color del caramelo, el pelo, como unos alambres dorados que caen en su rostro, y sus ojos de color miel que reflejan la luz de la mañan. Yo, pelo negro y desordenado, tez blanquísima, y ojos marrones rojizos. Aunque ella es mi mejor amiga, a veces la envidio, porque ella es tan perfecta…
O quizás yo soy la hipócrita. A veces me pregunto que hay en la mente de las personas que me rodean. Qué piensan, cómo piensan, en quién piensan… Me pregunto si piensan como yo. Porque, todos somos tan diferentes…
- Kire, ¿Vamos juntas a casa?- Oigo la dulce voz de Alice, delante de mí.
- Sí… Vamos…- La miro con duda, y me levanto.
Cuando salimos de las puertas de la escuela, veo que el sol se está ocultando. Atardece poco a poco, y Alice y yo somos las únicas que salimos tarde, ya que ella se queda charlando con la profesora (Nunca entiendo esto) y yo me quedo leyendo un libro. Ya es como una costumbre, y a mí no me importa quedarme.
Al salir, la voz de Alice se vuelve más débil, y su mirada se pierde entre el atardecer. Andamos y andamos, yo miro las baldosas del suelo que se pierden en el suelo, y ella simplemente sueña en silencio. Esto es raro, normalmente Alice suele hablarme y contarme lo que ha hecho hoy.
- Alice…- Clavo mi mirada en ella- ¿Estás bien?
- ¡Todos me preguntan lo mismo!- Doy un paso hacia atrás, Alice nunca me grita. Ella cierra sus puños con fuerza, y baja la mirada- Todos…
- ¿Te ocurre algo, Alice?- Pongo mi mano en su hombro, y ella me mira con odio. Aparta mi mano de su hombro, y luego me habla en un tono de tristeza.
- Kire…- Alice retuerce su rostro, que se convierte en un gesto diabólico con una sádica sonrisa- ¿Estoy loca?
- ¿Qué?
Me quedo completamente asombrada. Alice normalmente es dulce conmigo, no me grita casi nunca, porque casi siempre estoy callada. Le gusta hablarme, y siempre sonríe. Hoy no, al parecer. De repente, en un día, cambia todo. ¿Le habrá pasado algo a Alice?
- ¿Estoy loca, Kire?- Alice sube sus manos a su cabeza y empieza a rasgarse su sedoso cabello con sus uñas- ¿Crees que estoy loca?
- ¡No, claro que no!
Alice deja de sonreír, y pierde su mirada en la sombra. Da la vuelta, y empieza a correr.
- ¡Alice! ¿A dónde vas?
No consigo respuesta. Alice simplemente corre, y me deja atrás. Claro. Ella es mejor que yo en todo. Pero esto es nuevo. Intento localizarla, imposible. Corro por mil callejones, subo cien escalones, giro hacia todas las direcciones. Aún así, ella se pierde en la sombra, y me deja en shock. ¿A qué viene esa actitud tan demente?
Alice no tiene padres. Ella vive con su abuela, en una gran casa. Alice ama el té y los dulces llamados “macarons” unas galletas de crema aplastada entre dos dulces. Suelen ser de varios colores, Alice ama los rosas. Yo, en cambio, amo los colores oscuros y sucios. Supongo que siempre seré la desastrosa Kire que persigue a Alice, o eso creía antes.
Paro en seco. No la encontraré. Eso seguro. Quizás aparezca mañana. Me giro, y voy en dirección a mi casa. ¿Qué le habrá ocurrido a Alice? Ella no es así.
Tan repentino. Tan de repente. Entre las sombras. Puedo ver mi reflejo en el té verde que mamá me ha preparado. Ni lo he probado. Seguro que sabría amargo, como las palabras de Alice. No le he comentado el asunto a mi madre, porque seguro que ella la liaría, y no es lo que quiero que ocurra. O porque tengo miedo. Mucho miedo. Alice…
- Kire, ¿Estás bien?- Levanto mi mirada, mi hermanita Karin me mira con sus ojitos esmeralda.
- S-sí, lo siento, me tengo que ir.- Me levanto rápidamente, y corro hacia mi habitción. Me avalanzo contra la cama. ¿Por qué me preocupo por ella? ¿Por esa doña perfecta? Alice...
La espero en la parada del autobús. Alice no llega. No la veo. No veo ni su cabello tan refinado, ni sus ojos de color miel, ni su piel de color acaramelada. ¿Estará enferma? No. Si lo estuviera, me llamaría. Esto es raro, muy raro. El autobús llega, pero Alice no. Todos empiezan a meterse dentro. No me interesa. No, ninguna de esas personas me interesan. Solo Alice.
Salgo corriendo de allí, por reflejo. Recorro las grandes calles de nuestra ciudad, para luego encontrarme con la fábrica abandonada de Drew, una gran fábrica que dirigía nuestro alcalde anterior. De pequeñas veníamos aquí a escondernos. Me adentro en ella, y veo que la oscuridad acecha alrededor del extenso edificio. Tengo miedo, esto es surrealista, pero no importa.
- ¿Alice?- Pregunto- ¿Estás aquí?
No hay respuesta. Solo mis palabras, que vuelan por el aire haciendo eco. Sigo andando por instinto; aunque no quiero seguir moviendo las piernas, éstas se mueven por sí solas. Me adentro más y más, hasta que ya no distingo nada de lo que hay aquí. Recuerdo cuando jugábamos saltando encima de unas cajas de cartón. Consigo palparlas. Pero luego, toco algo blando. Recorro la cosa que estoy tocando. Es redonda, y…
- ¿Qué haces aquí?- Hay tres chicas detrás de mí. Y el cadáver de Alice yace muerto encima de las cajas de cartón.- No eres bienvenida.
- ¿Q-qué le habéis hecho?- Sus ojos han perdido color. Su pelo ya no se mueve junto al viento. Ya no sonríe, como lo hacía antes. Tiene medio cuerpo arrancado, y en medio de su pecho, pone “Madness Time”
Doy un paso hacia atrás. Es asquerosa. Esta escena. Alice tiene un gran cuchillo clavado en la cabeza, y de aquel agujero sale sangre sin cesar. Lo cojo, y se lo quito despacio. ¿Aquellas tres chicas…?
- ¿Tú eres la amiguita que Alice manipulaba? No eres gran cosa- La chica de en medio, de pelo rojo y rizado y tez blanca, sonríe- Te daremos de comer a los puercos.
- ¿Q-qué está pasando?- Agarro el cuchillo con fuerza.
- Tu amiguita era una chivata sin remedio- La chica de la izquierda, de piel de porcelana, y piel rubio, maldice entre dientes- Lo contó todo.
- ¿Qué todo?- Pregunto.
- ¿No lo sabes? Pues entérate tú misma- La chica de la derecha, de pelo corto y alborotado, se abalanza sobre mí con un cuchillo, pero yo la esquivo y salgo corriendo.
Recorro los grandes pasillos de los almacenes, mientras oigo nuestros pasos resonar en el aire. ¿Qué ocurre? ¿Por qué le han hecho eso a Alice? ¿Qué está pasando…? Por puro reflejo, cojo un trozo de cartón rápidamente y lo pongo en mi cabeza, eso para el cuchillo que al parecer lanza alguna de las tres chicas.
Corro con todas mis fuerzas, se me tensan los músculos, pero no paro. Las chicas me van a alcanzar, de eso estoy segura, y no puedo correr hasta casa sin descanso, así que…
Se me oscurece la vista, y todo empieza a girar. <<¿Estoy loca, Kire?>> Siento que mi aliento se enfría, igual que mi piel. Empiezo a apretar el cuchillo. El cadáver de Kire, amordazado y mutilado, tirado en las ruinas de nuestra infancia. “Chivata” ¿Qué había hecho Alice? Me lo pregunto continuamente. “Chivata” ¿Qué había contado? Las chicas dijeron que Alice me había manipulado. No las creo, Alice, la dulce Alice no me haría eso. Es mentira. Todos me mienten, como siempre. Agarro con fuerza el cuchillo, y me paro en seco. Doy la vuelta, y veo que las tres chicas están delante de mí.
- ¿Te has rendido, cosita? Te dolerá menos si no te resistes. Bien hecho…- La pelirroja del pelo rizado corre hacia mí, e intenta cortarme, pero yo la esquivo, y le hago un gran corte en el pecho.- ¡Aghh!
- Alice era mi amiga- La furia me invade- Alice era mi hermana.
- ¡Lucy!- La chica rubia intenta ayudar a la tal Lucy, pero ésta no responde. De un rápido movimiento, corto la espalda de la rubia.
- Una menos.
Sólo queda la del pelo corto, que me mira con furia. Yo sonrío sádicamente, todos morirán menos Alice y yo, porque somos amigas.
- ¿Quedas tú?- La miro con diversión, la del pelo corto se abalanza contra mí; mierda, tiene bastante fuerza, por lo que se pone encima de mí, e intenta clavarme un cuchillo. El mío se cae al suelo, no consigo cogerlo. Soporto la mano en la que contiene el afilado objeto, y miro hacia una esquina. Hay un afilado cristal. Con la mano izquierda, cojo el cristal, y le corto la cara.
Su cuchillo cae justo al lado mío, mientras ella se toca la cara. Cojo el cuchillo, y se lo clavo justo en la nuca. Todas muertas. Todas, incluso Alice.
Mi vista vuelve a la normalidad, y se dispersa la niebla. Ya no estoy fría, la sangre vuelve a fluir en mis venas. ¿Qué ha pasado? ¿Quiénes son todas estas personas?
Caigo de rodillas. ¿Por qué todos mueren? ¿Por qué pasa esto? ¿Acaso la mente humana no era indestructible? Entonces… ¿Cómo me he dejado poseer por esos sentimientos?
Doy golpes al suelo, mientras unas gotitas saladas caen por mis ojos. Alice…
Me levanto, y miro a los cadáveres en el suelo. La rubia de antes está tumbada con Lucy, y la del pelo corto tiene la cara destrozada. Alice está dentro, amordazada y torturada, muerta y sin vida. Cojo los cuatro cuchillos que han sido utilizados para la matanza, y los limpio con un pequeño bote de agua que hay al lado de las cajas manchadas de sangre. Las meto en mi mochila, y me dirijo a la escuela. No sé qué hacer. Quizás nadie se entere de esto. Quizás sí. Iré a la escuela, y volveré con normalidad a casa. Aquí no ha pasado nada.
Estoy delante de la puerta de la escuela, que está cerrada con cadenas y llaves. La escalo como puedo, y entro al patio. Está vacío, y una brisa recorre toda la zona. Mi pelo desordenado juega junto al viento. Alice…
La puerta de la escuela también está cerrada con llaves y cadenas. Cojo uno de mis cuchillos, y con fuerza, rompo una de las cadenas allí puestas. Rompo la siguiente, y ante mí, se abre una violenta visión.
Hay cadáveres de estudiantes tirados por todos lados, la sangre tiñe las paredes. Ando hacia las escaleras que hay delante, y las subo. No agarro la barandilla, ya que por ella, nada la sangre de alguien. Llego al pasillo. Oigo un ruido, alguien viene hacia aquí. Me giro, y paro con fuerza el ataque de un cuchillo, que sale volando y se clava en uno de los trabajos hechos por alguna clase, ahora destrozado. Corto a la chica en el cuello, y ésta se cae al suelo, gritando de dolor. ¿Qué está pasando? Es la única pregunta que ronda por mi mente. El despacho de la psicóloga Banks está en una esquina del pasillo, será buen lugar para esconderme. Abro la puerta, y veo que la joven psicóloga está debajo de una mesa. La señorita Banks tiene 22 dos años, es rubia con el pelo recogido en dos trenzas, y tiene unos dorados ojos amarillentos.
Ahora, tiene sus rodillas rodeadas con sus brazos, mientras intenta protegerse.
- ¿Señorita Banks?- La miro, y le ofrezco la mano, pero la joven se niega a aceptarla- Salga de ahí..
No obtengo respuesta. Parece que la psicóloga está en un trance, y yo sé por qué. Porque algo raro está ocurriendo en el colegio. Oigo unos ruidos, y me escondo en el armario que hay cerca del escritorio. Entran varias estudiantes jóvenes, de 12 años por lo menos.
- ¿Matamos a la psicóloga?- Me quedo en shock al oír esas palabras. ¿Se plantean matar a una persona inocente?
- No sé si hará falta…- Dice otra estudiante- Aunque podría chivarse, como Alice…
Alice. Amordazada y torturada, abandonada en el almacén junto a las cajas de cartón. Otra vez ocurre. Mi mirada se nubla, empiezo a sudar, me enfrío, y el miedo me rodea.
Salgo del armario con violencia, y corto rápidamente a dos estudiantes de las seis que están. Con rapidez, esquivo dos cuchillos, aunque uno se me clava en el piel, y lanzo dos cuchillos a las dos estudiantes. Aunque me duela, seguiré luchando. Cojo uno de los dos cuchillos que me quedan, e intento cortar a una estudiante, pero ésta lo esquiva, y me lanza una caja pesada llena de objetos metálicos, al parecer, que impactan en mi cabeza. Se me va la frialdad, aquel sudor frío y aquella vista nublada.Me quedo tumbada, y una se pone encima de mí.
- ¿Qué haces aquí, Kire? ¿Te has enterado de lo de tu amiguita? Sí, Alice. La torturamos durante 11 horas, echamos sal a sus heridas, la cortamos, la troceamos… ¡Fue tan divert…!- Se oye un gran golpe, la chica cae en seco al suelo.
En los brazos de la psicóloga hay una sartén. Acto seguido, yo lanzo un cuchillo a la otra, que grita y nos maldice. Ya no valen las palabras.
La psicóloga me saca el cuchillo de mi pierna, y lo venda. Las dos nos sentamos en la mesa de pacientes, en shock.
- ¿Qué está pasando, señorita Banks?- Miro fijamente a la mesa.
- Todo es culpa del gobierno- La psicóloga empieza a sollozar.
- ¿Por qué?
- Ellos os han hecho esto, Kire- La joven pone una mano en mi pierna- Ellos os matan poco a poco.
- Esto, yo…- No sé qué decir, simplemente, pero me decido, y la miro con fuerza- Por favor, explíqueme y cuénteme todo lo que sepa sobre esto.
- ¿Eh?- Los grandes ojos de la joven empiezan a brillar de nuevo- Me matarán después de esto, seguramente. Pero ya no importa- La chica suspira, y empieza a hablar- Hace varios meses que respiráis gas venenoso. El gobierno, decidió hacer un “experimento” con vosotros, para activar vuestra demencia, y para que os perdieseis en la locura. Tu amiga, Alice, lo sabía todo, ya que su padre, antes de morir, programó el gas, y ella lo investigó. Se lo contó todo a los Agentes del Pueblo. Estos y ella fueron asesinados por Rya, Lucy y Karen, tres chicas que activaron muy pronto su locura. Este gas solo hace efecto en los niños, así que, tú también, en gran parte, estás en la misma situación. Alice te manipuló para que tú cargaras con la investigación del gas, y lo destruyeras. Pero no lo has conseguido, como veo. Alice, al parecer, enloqueció por sí sola y fue pillada por las tres chicas.- La psicóloga suspira- ¿Por qué justo hoy pasa esto? El gobierno lo programó todo. El gas tiene que ser destruido, ya que el gobierno tiene pensado hacer esto con muchos grupos de estudiantes. Tratarlos como ratas de laboratorio- La señorita Banks baja su mirada a la mesa.- Lo curioso es que tú puedes controlar en parte tu locura, los demás no. Por eso, te pido que destruyas el gas.
- ¿D-dónde está el gas?- Pregunto.
- El gas está instalado en la parte superior del tejado. Tienes que destruirlo. Pero te encontrarás con muchas “amigas” en el camino. Por eso, lleva este cuchillo carnicero- La psicóloga me da un enorme cuchillo muy afilado. Y tus cuchillos normales limpiados, junto a dos más que he encontrado por ahí.
Cojo las armas que la psicóloga me entrega. Si quiero destruir el gas, y cumplir el deseo de Alice, tengo que hacer esto, pero tengo riesgo de que me atrapen y me torturen como a ella. No tengo valor para hacer esto… Pero tengo que hacerlo. Pronuncio un leve “gracias” y salgo por la puerta. El tejado. Tengo que llegar hasta ahí, y destruir el gas. Recorro el pasillo anterior, con firmeza, y oigo voces detrás de una puerta. De ahí, salen dos chicas altas, una de cabello dorado y la otra de cabello castaño que empiezan a correr detrás de mí. Me giro un momento, y tiro dos cuchillos al azar. Fallan. Mierda, no es tiempo para fallar.
Necesito activar la “locura” porque sino no sobreviviré. Intento acumular fuerzas dentro de mí, pero no me enloquezco, ni empiezo a sudar. ¿Y si hay más gente arriba? ¿Y si me torturan? Sudor frío que recorre mis venas. La sangre deja de fluir, mi respiración se entrecorta, y el terror me invade. Tiro dos cuchillos más a las chicas, que aciertan en sus cabezas. Tengo que aguantar así. Tengo que estar loca para acertar. Subo las escaleras a grandes pasos, y corto la cabeza de la chica que intenta atacarme con el enorme cuchillo. El único camino que hay al tejado es la iglesia, y es por ahí donde llegaré. Rompo la puerta a grandes golpes con el gran cuchillo carnicero, y ante mí, se abre un camino formado por escombros. Paro tres objetos afilados que me lanzan con el gran cuchillo, y lanzo tres a las chicas que me espían debajo de un banco. Acierto. La gran escalera. Tengo que subir por ella, y conseguir destruir ese extraño gas. Delante de mí, se pone una chica alta, de tez morena y ojos rubíes. Tiene un pañuelo en la cabeza.
- No dejaré que destruyas el gas. ¿No lo comprendes? Es importante para nosotros- La chica saca una katana.
Me alejo un poco de ella, y saco mi cuchillo carnicero. Ella me ataca con rapidez, lo esquivo con dificultad, me agacho, e intento cortarle el pie, pero ella salta hacia atrás y da un corte áspero a mi piel. Mierda, tengo el brazo derecho herido. Pongo el cuchillo en el izquierdo, pero me pesa. La locura se está pasando.
La chica corre con agilidad hacia mí, y yo paro su rápido ataque con mi cuchillo, doy un paso hacia atrás y le lanzo tres cuchillos. Ella para los tres con facilidad, y después, me corta el brazo izquierdo.
Me caigo al suelo. Me desvanezco suavemente, en la iglesia… No conseguiré el objetivo de Alice. No destruiré el gas.
La chica pone su katana sobre mi corazón.
- ¿Unas últimas palabras?
- Alice…- Empiezo a cerrar los ojos con suavidad, pero los abro cuando la chica de la katana es atravesada. Alice. Está delante de mí. No está muerta- ¿No estás…?
- Claro que no. Esto fue mi idea, tonta. Yo mando a aquellas chicas. Mi padre creó este proyecto, y yo lo seguiré.- Acto seguido, la oscuridad invade mi mente.
La locura es lo único que puede destruir la mente humana.
POV Narrador
Se pueden ver unos cuerpos encerrados en unas cápsulas, mientras una chica joven de ojos de color miel experimenta con varios líquidos. El gran laboratorio contiene de todo; desde animales a personas. Se oye un crujido de un cristal; Alice no le da importancia, será su imaginación.
Se oye un crujido más grande, y un cristal romperse. Alice se gira, y es atravesada por un tubo metálico.
- Adiós, Alice…- Kire sonríe.
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Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Muy buen trabajo Kratos y Shion, estoy sorprendida ^w^
Fua, ahora se me hace extraño subir algo que sea tan corto xDDD Pero bueh, yo lo intento ^__^
Fua, ahora se me hace extraño subir algo que sea tan corto xDDD Pero bueh, yo lo intento ^__^
- Spoiler:
Titulo: Amor
Fandom: Xenoblade Chronicles
Género: Hummm... Romance y Angst?
Advertencia: Humm contiene un espoiler importante del juego a pesar de que en ningún momento mencione nombres, los que hayáis jugado sabréis a quienes me refiero. Pero no temáis, los que no sepáis nada del juego también podéis leerlo ya que no hay ninguna referencia a la trama n_n
Disclaimer: Los personajes usados en la historia no son de mi propiedad, yo solo los usé para crear algo con lo que disfrutarais
N/A: Esto surgió solo, tengo predilección para el Angst (xD) además el personaje usado es mi favorito dentro del juego Xenoblade Chronicles, me dio mucha rabia lo que le pasó y de esa rabia surgió esta bazofia xD Espero que os guste~ x3 (y que os rompa el corazón )
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¿Por qué el amor debía ser tan complicado?
La vez que sale de palacio para realizar una importante misión y conoce a ese amable y apuesto muchacho -y algo atrevido podría añadir-, se da cuenta de que es diferente a los demás.
Cuanto más tiempo pasan juntos más se da cuenta de que le gusta pasarlo con él, ríe más a menudo y, a diferencia del estoicismo que debe fingir en el palacio, puede actuar libremente, puede ser ella misma.
Cuando se da cuenta de que el corazón del joven ya lo tiene otra persona, el suyo propio se llena de desesperanza.
Intenta alejarse de él, pero el imperioso deseo de ayudarlo en su causa no se lo permite. Solo le queda fingir que todo esta bien, que no le ocurre nada. Aunque sabe que su amiga, que siempre la había animado, se da cuenta de sus forzadas sonrisas.
Su rival en el amor también se da cuenta, incluso se disculpa con ella, pero por algún motivo siente que no debe hacerlo, ¿disculparse por ser feliz? No tiene sentido, además, ella es la que le hace verdaderamente feliz, ¿no debería estar contenta por él?
Sin embargo, cada vez que los ve sonriendo y hablando debe desviar la mirada, una incómoda presión se instala en su pecho y sabe que no se irá por un largo rato.
A veces no sabe si agradecer al destino o maldecirlo por haberle permitido conocer tal persona.
Aunque en el fondo sabe que no podría estar más agradecida.
Invitado
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Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
No me he tomado el tiempo para leer las otras historias, apenas hojearlas, acabo de llegar de la uni y traigo un humor de perros sueño + hambre + discusiones con profesora y estudiantes no son buena combinación. Cuando vuelva a ser Dream(?) con gusto me las leeré x3, la que medio vi fue la de Kratos que encuentro interesante. Well >-< aquí voy.
Este trabajito es parte de un proyecto libre que llevo en fanfiction.net, si gustan (?) les puedo pasar el link donde están los otros.
Este trabajito es parte de un proyecto libre que llevo en fanfiction.net, si gustan (?) les puedo pasar el link donde están los otros.
- El vaso más feliz del mundo:
- Título del Drabble: El vaso más feliz del mundo.
- Fandom: Saint Seiya y Saint Seiya Lost Canvas.
- Proyecto: Utopía.
- N° Drabble: 4°.
- Personajes: Dégel y Kardia (de aprendices), Camus y Milo.
- Agradecimientos: A Suigin Walker principalmente por sugerirlo, me hizo tanta gracia al punto de ir a la cocina y hacerme mi propio “vaso más feliz del mundo”.
- Disclaimer: Saint Seiya y Saint Seiya Lost Canvas no me pertenece, la trama sí.
»¤«
—¿Cuánto te falta para acabar?
—Poco, se paciente Kardia.
Era ya como la décima sexta vez que le preguntaba lo mismo, y le contestaba lo mismo. No sabía a quién aborrecer más en ese momento, si al ratón de biblioteca de su amigo o al estúpido libro de quinientas y tantas páginas que llevaba toda la santa mañana leyendo. De verdad, no podía entender como alguien, un ser humano de carne y hueso como lo era él, podía pasar TODA una mañana encerrado en un cuarto con los muros atestados de libros, enormes estantes que te dan la impresión de cerrarte cualquier alternativa de salida y te fueran a aplastar para que jamás escapes de sus garras, o para el caso, de sus amarillentas y viejas páginas.
Kardia de solo pensarlo se asfixiaba, pero si seguía allí, con los codos apoyados en el montón de cojines del suelo luciendo su mejor cara de fastidio, era con la intención de apurar a su amigo el ratón fuera de la biblioteca. ¡Por Athena!: afuera el sol brillaba, los pajaritos cantaban, las manzanas esperaban a ser mordidas, los aprendices se entrenaban y al estúpido solo se le ocurría encerrarse en su cueva a leer un libro de qué cosas.
—¿Sabes que si no tomas sol te enfermarás?
—Tomo sol todos los días.
—¿Enserio?, pff, con las horas que pasas aquí encerrado lo dudo.
—Hay muchos momentos del día en los que salgo, cuando voy a ver al Patriarca, cuando voy por alimentos al pueblo… —decía sin quitar las retinas de las letras impresas, pasaba una página.
—Ajá… ¿y qué tal ahora? —se le plantó de frente sonriendo de oreja a oreja.
Dégel le sostuvo la mirada un instante, pensativo. Kardia sorteó el sí que tenía esperando toda la mañana y que cerrara ese maldito libro de una vez.
—Calculo que me tomará una hora más terminar este capítulo —la sonrisa de Kardia se degradó notablemente hasta parecer una mueca de… de todo—¿por qué no sales y te alcanzo luego?, considerando que me has esperado suficiente…
Sí, grandísimo idiota, te he esperado no SUFICIENTE. Más que SUFICIENTE.
Le tembló el labio inferior y estuvo a punto de volarle el libro a Dégel de no ser porque el recuerdo de la última vez que había hecho eso apareció en su mente para frenarlo. La última vez que hizo eso el libro había volado hacia una de las teas y se había quemado bastante… al punto de que fuera imposible de rescatar. Dégel había tardado semanas en perdonarle eso, incluso durante ese tiempo aparte de ignorarlo, se había negado a verlo hasta que sus fiebres empeoraron. Sólo eso y una disculpa torpe –muy torpe- fue lo que salvó su amistad.
Por eso Kardia se estaba portando bien con él, porque temía meter el aguijón donde no debía y causar que definitivamente Dégel lo repudiara.
Y de nuevo, malditos libros, todo era su culpa.
—Voy por un vaso, tengo sed —dijo nada más como respuesta a la sugerencia de Dégel, el cual se sorprendió un poco ya que casi, casi esperaba una rabieta por parte del joven escorpión. Sabía que estaba jugando con su paciencia, pero en ese tiempo, siendo un aprendiz era lo suficientemente egoísta y cerrado como para preferir sus libros que el mundo exterior, y un poco de tiempo compartido con Kardia.
Aún así le inquietó esa respuesta, ¿se habría hartado?, ¿se habría de verdad hartado de su actitud apática como para usar una salida diplomática y perderse?. Ya lo que leía no entraba en su cerebro, las preguntas no lo dejaban.
—Dégel —lo llamó desde el otro lado; Kardia había regresado de la cocina—¿Dónde están los vasos en este templo?
—Las doncellas se los han llevado para hervirlos con la intención de desparasitarlos —Kardia alzó las cejas y Dégel supo que el término le era extraño—quitarle las bacterias —corrigió y el otro asintió con la cabeza—puedes usar el mío que siempre ha sido el más limpio, solo no lo vayas a dañar. Lo dejé en la mesa, allí —señaló al escritorio que daba frente a la ventana del templo circular. Kardia lo agarró.
Dégel sintió un alivio momentáneo de que su presentimiento acerca de la paciencia de Kardia para con él fuera solo una paranoia. Claro, Kardia no era capaz de ser tan discreto con el carácter explosivo que tenía para decir las cosas. Si de verdad tenía un problema con él estaba seguro de que sería el primer objeto de sus gritos.
Y el alivio fue momentáneo porque un agudo ruido taladró sus tímpanos casi al momento de poner los ojos de nuevo en el libro.
—¡¿Qué demo-…?! —intentó decir en un tono de voz que pudiera escucharse a sí mismo mientras se tapaba las orejas con las manos, superado por el penetrante chillido del cristal arañado por una aguja—¡Kardia!
Estaba pasando la uña escarlata por encima del vaso de vidrio, sin considerar lo infernal que era el ruido que causaba cual gato pasando las garras en una pizarra.
—¡Mira Dégel! —dijo cuando finalmente acabó—¡Es el vaso más feliz del mundo!
Cuando se lo enseñó no lo captó a la primera, todo lo que había ahí eran líneas garabateadas.
—¿Me puedes explicar qué clase de broma es esta? —preguntó con un timbre de enfado que no menguó el buen humor del otro.
—¡No es ninguna broma! —le acercó el vaso—¿No la vez?
—¿Ver qué? —alzó una ceja.
—La carita, bobo.
Tomó el vaso y lo estudió con el detenimiento de alguien que trata de resolver un complejo enigma. Finalmente lo vio, dos palitos en vertical y una larga curva en forma de media luna simulando una sonrisa. Una carita feliz.
Era estúpido, Dégel sabía que eso solo podía salir de una mente infantil atestada de costumbres y cuentos arcaicos. Pero eso no le impidió reírse con ganas y, para sorpresa de Kardia, lograr que cerrara el pesado tomo.
—Vale, es el vaso más feliz del mundo —rió sin parecer una burla—creo que si me hará bien salir hoy.
Eso le arrancó una sonrisa de victoria a Kardia quien no le dio más tiempo que de dejar el vaso sobre el escritorio y salir en una carrera de la biblioteca y la casa de Acuario. Mientras más lejos de esos perversos estantes, mejor.
.
.
.
.
Curiosamente, en otro tiempo, la misma broma se repetiría.
—Oye Camus, hay algo en ese vaso —le señaló Milo al acuariano mientras este bebía una fresca limonada durante el desayuno en la décimo primera casa; tan antojadas en los veranos infernales como esos.
—¿Hm?, ¿Qué tiene? —preguntó mientras revisaba los lados de la elipse hasta dar con unas finas líneas grabadas en el vidrio. Las llevó en dirección al sol para que se apreciaran mejor. —Ah, parece que un gracioso dibujó una carita sonriente, no lo había notado hasta hoy.
—Ah vaya —rió quitándole prestado el vaso a su compañero para apreciarlo mejor—entonces debe ser el vaso más feliz del mundo, ya que siempre está sonriendo.
Camus no pudo evitar reírse con el comentario, solo a un niño que estuviera atrapado en el cuerpo de un adulto, como el caso de Milo, podía verlo de esa manera.
Y esa era una manera de ver las cosas que siempre le arrancaba una sonrisa a su frío e impasible ser.- Título del Drabble: El vaso más feliz del mundo.
Invitado
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Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Bueno, acá traigo mi historia para el concurso. Espero poder sorprenderlos a todos con el fandom y que logren adivinar de qué es antes que acabe.
Enjoy~
Enjoy~
- Spoiler:
- “BODOQUE”Corríamos a todo lo que nuestras piernas daban, intentando no tropezar con las piedras que se escondían bajo la nieve. Sentía la adrenalina correr por mis venas y mi garganta y y pulmones ardían por el frío aire que respiraba en plena carrera. Lo escuchábamos cerca, demasiado cerca. No podíamos despistarlo.
— ¡Willo, yo lo distraeré! ¡Ve por Papá y los otros! —le grité. Él me miró alarmado.
— ¡No! ¡Te va a atrapar! —un grueso pino se erguía frente a nosotros. La oportunidad perfecta.
— ¡Rápido Willo o nos alcanzará a los dos!
— ¡Roshan…!
— ¡HAZLO! —y con mi lanza le golpeé el costado, haciendo que trastabillara y girara hacia la izquierda para evitar el pino. Yo me fui por la derecha.
Me gritó algo cuando nos separamos, pero el rugido del dientes de sable que nos venía persiguiendo tapó su voz.
Seguí corriendo. Sentía mis piernas latir dolorosamente por el esfuerzo –correr en la nieve no es nada fácil–, pero no podía detenerme. Si lo hacía podía darme por muerto. Ver a un dientes de sable y que él te viera a ti significaba que pronto tendrías a toda su manada sobre ti y el alfa no dudaría en saltar hacia tu cuello para desgarrártelo y matarte. Incluso luego del deshielo, los inviernos seguían siendo feroces y encontrar comida no era una tarea fácil, ni siquiera para nosotros. ¿Pero cómo diablos íbamos a saber que habría un dientes de sable rondando cerca de los mamuts? Los mamuts son gigantes y hasta para uno de ellos es difícil cazar uno, más aún a una manada completa. ¿Acaso estaban tan desesperados por comida?
Escucho sus pasos rápidos tras de mí. No puedo perderlo, es demasiado rápido. Apenas volteo para ver cuán cerca está de mí cuando siento que me ahogo –una rama debió haber pescado parte de mi abrigo– y rápidamente pierdo el equilibrio, cayendo de espalda y golpeándome la cabeza contra el suelo. Me rebota la cabeza en la nieve y al llevarme la mano a la nuca, noto que no hay sangre. Menos mal.
Sin embargo, el rugido del dientes de sable me advierte que ya no tengo escapatoria y mientras intento levantarme alzo la lanza frente a mí, preparado para lo que sea que venga. Antes que pueda correr nuevamente, el tigre aparece frente a mí y me gruñe. Se agazapa, preparándose para saltar y yo, aunque estoy temblando de miedo, intento mantenerme firme y alzar mi lanza contra él. No puedo dejar que huela mi miedo.
Ruge antes de saltar, pero otro sonido más fuerte opaca el rugido del tigre y siento un temblor bajo mis pies que definitivamente no soy yo.
Un mamut.
De entre los árboles aparece un gran mamut barritando, moviendo su larga trompa y colocándola entre el tigre y yo. El felino gruñe y luego ruge, pero no le hace nada.
Me quedo de cuadritos. ¿Qué acaba de pasar? Sólo atino a mantener la lanza en alto e intercalo las miradas entre el dientes de sable y el mamut, sin saber qué hacer.
¿Por qué el dientes de sable no lo ataca? Quizás es porque no puede solo contra un mamut, pero según lo que los viejos ancianos nos cuentan sobre los dientes de sable, nunca andan solos, pero no ha llegado su manada. ¿Estará esperándolos? ¿Y qué hace un mamut aquí solo y por qué lo detuvo? No entiendo absolutamente nada.
Los minutos pasan y los únicos que hacen sonidos son los animales. El mamut ya no barrita, pero agita su trompa intranquilamente mientras el dientes de sable gruñe y mueve su pequeña cola como queriendo saltar al ataque. Repentinamente el tigre se voltea a verme y yo retrocedo con cuidado, esperando no incitarlo. Mas no me ataca.
¿Por qué?
Ninguno se mueve, sólo me observan y pronto dejo de sentir pánico. Aún siento miedo, pues Papá siempre me ha dicho que hay que tenerle mucho respeto a los mamuts (yo creo que es porque te pueden matar de un pisotón, pero Papá nunca me ha dicho nada) y que hay que mantenerse lejos de los dientes de sable, porque son peligrosos, pero ninguno de ellos parece querer atacarme y eso me relaja, aunque no bajo la guardia. Mantengo mi lanza bien alto y agradezco el haber tomado el abrigo de piel de lobo, porque está corriendo un viento muy frío y de no haberlo traído, estaría congelándome.
Pronto, escucho pasos y las voces del resto de los cazadores. Las orejas del mamut y del dientes de sable se mueven y el tigre se agazapa otra vez. Se sienten amenazados.
— ¡Por acá! —es Willo. Los trajo a todos.
— ¡No! ¡Esperen! —les grito yo, temiendo que el tigre los fuera a atacar ahora que parecía recobrar su aura hostil—. ¡No hagan nada!
— ¡Un mamut! —oí a Rucco y pronto lo vi salir con los demás, alzando sus lanzas y apuntando al gran mamut—. ¿No que era un dientes de sable?
— ¡Ahí está el tigre! —apuntó Willo y el felino nos rugió.
— ¡Esperen! ¡No los provoquen! —les intentaba decir yo—. ¡Papá! ¡Detenlos!
Papá, quien traía la lanza más grande, dejó de observar por un segundo a los animales para verme a mí y luego volvió a mirarlos. Los iba a cazar, yo lo sé. Pero nosotros no somos nada contra ellos, el dientes de sable nos iba a matar si el mamut no nos pisoteaba antes. ¿Qué podía hacer?
De pronto, escuchamos algo. Un barritar de otro mamut, pero era más agudo y menos poderoso. Vi al gran mamut y noté cierta urgencia en él. Agitaba la trompa con ansiedad y antes que pudiera hacer algo, otro mamut apareció. Era muy pequeño en comparación, una cría probablemente. Sus colmillos no eran largos y enroscados como los del otro, sino cortos y pequeños, aunque muy blancos. En ellos había algo extraño que desentonaba con el pequeño mamut.
Un… ¿collar? ¿Por qué había un collar en el colmillo de esa cría?
Escuché un jadeo. Fue Papá. Lo miré y noté que estaba muy sorprendido mirando al pequeño mamut. ¿Qué ocurría?
— ¿Papá?
La cría nos miraba con intriga, quizás nunca había visto humanos antes.
— Bajen las lanzas.
— Pero Runar…
— Bájenlas —nadie rechistó. Todas las lanzas apuntaban ahora al suelo.
Papá dejó su lanza en el suelo con mucho cuidado y lentitud, alzando las manos en son de paz. Lo miré y luego miré al mamut grande, que ahora parecía extrañamente más tranquilo. Hubo un largo silencio y pronto el mamut volvió a mirarme, siendo imitado por el dientes de sable, haciéndome sentir inquieto. ¿Qué estaba pasando?
Pronto, la cría barritó y los animales emprendieron retirada, dejándonos a todos de piedra. ¿Se estaban yendo?
— ¿Papá?
— Vámonos al campamento.
— Pero el dientes de sable nos vio, debemos movernos. No es seguro estar aquí, su manada podría atacarnos en la noche —replicó Willo, viendo con urgencia por donde se habían ido los animales.
Papá negó con la cabeza.
— Esta noche estamos a salvo —fue todo lo que dijo—. Vamos al campamento.
Nadie le rechistó. Todos emprendieron la vuelta en silencio. Papá se agachó a recoger la lanza y noté que estaba sonriendo. Caminamos juntos, un poco alejados del resto de los cazadores.
— Papá, ¿qué fue eso? —le pregunté. Él me miró y sonrió, desordenándome el cabello.
— Nada, hijo —me respondió—, sólo un reencuentro con viejos conocidos.
— ¡¿Ah?! ¡Cómo!
Él rió, pero no dijo nada más. Aunque él siguió caminando, yo me detuve un momento y miré hacia atrás. ¿A qué se refería con eso?
Retomé el camino, trotando hasta Papá aunque mis piernas me reclamaron el haber hecho eso. Nos fuimos en silencio y yo aún con muchas interrogantes en la cabeza. Pero lo que más me causaba curiosidad era esa cría de mamut. ¿Por qué tenía un collar en su colmillo? Obviamente no lo pudo haber hecho el mamut.
Miré a Papá y noté lo tranquilo que se veía.
Ahora que lo recuerdo, él una vez mencionó que Mamá tenía un collar de conchas azules…
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Disclaimer: Los personajes de "Ice Age/La Era del Hielo" no me pertenecen y esta historia ha sido creada sin fines de lucro.
Línea Temporal: Entre la 3era y 4ta película
Última edición por Faith E. Wippler el Vie Jul 13, 2012 9:06 pm, editado 2 veces
Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Vomitaré un conejito, Andreé.
- Spoiler:
Querida Lenalee
Probablemente usted tome esta carta pensando que ha sido su amante quien la ha enviado, no he puesto remitente ni estampilla y he usado el mismo color de tinta para escribir su nombre. Me he esmerado para que eso pensara, pero igualmente no reconocerá mi letra, eso ha sido por un descuido mío, imagino que seguirá leyendo por curiosidad.
He sido dedicado Lanalee, la he observado con cautela, he dejado que me ofenda más de lo normal e incluso que me culpe de cosas que no he hecho, he ignorado sus salidas a la media noche y los suspiros groseros que salen de su boca, he mentido con su esposo justificando sus ausencias y dándole pretextos solo para descubrir donde ha guardado sus cartas.
Las he encontrado debajo de su buró en un apartado oculto, un paquete grande envuelto en terciopelo rojo. Las he tomado mientras usted no está y las he leído una a una.
“Recorrer tu cuerpo” Ha escrito él.
¿Recuerda que me han azotado por escaparme? eso fue porque he ido a buscar a todas las tiendas un papel que iguale los sobres de sus cartas. He tomado el único centavo que me pertenece para comprar ese sobre y estaba feliz, fue la segunda vez que salí cuando me descubrieron y ahora tengo la piel abierta, pero eso no es lo que he querido decirle.
Estoy muy triste, tengo el corazón alborotado y la legua con sabor amargo.
He planeado tanto Lenalee...
Quiero confesarle lo que he hecho esta tarde ¿puede notar lo descuidado que he sido con mi letra? Eso es porque me ha tomado por sorpresa, yo había planeado otra cosa.
Él ha estado jugando en la sala donde usted siempre le ha negado, ha estado corriendo y saltando y riendo, y yo le he mirado y no le he dicho nada, porque cuando lo miro debe saber que me recuerda a usted; con esos ojos lilas y hundidos, y ese pelo lacio que sale del centro de su mollera formando un espiral, si cierro los ojos incluso puedo identificar su caminar altivo de venado, su olorcillo a lilas y betabeles de los que tanto se come.
Le he dejado Lenalee, con malicia le he dejado que juegue esperando que se golpeara con alguna estatuilla, mueble o jarrón. Ha sucedido lo último. ¿Recuerda el jarrón de cobre? le ha caído en la cabeza y él ha gritado quedito, se le ha hecho una herida gigantesca, no la he podido tapar con mis manos y la sangre gorgotea. Cuando le he movido, sus ojos estaban en blanco y de su boquita ha saltado un líquido que desconozco.
No deje de leer Lenalee, aun debo decirle más.
Pronto ha dejado de quejarse, ya no se mueve y yo le he tomado y le he lavado para quitarle la sangre, he usado su pañoleta de seda china para amarrarla alrededor de la cabeza porque se le ha partido en muchos pedazos, como a un cascarón de huevo que se le rompe la puntita para dejar salir solo la clara, así le ha quedado su cabeza.
Le he vestido con su traje sastre, el que solo usa en ocasiones especiales y le he recostado sobre su cama Lenalee, ahí en donde a usted no le gusta porque le recuerda lo que ha tenido que dejar. Le he tomado sus manitas tan pequeñas con sus dedos cuadrados y las he postrado sobre su propio pecho. Parece que duerme. Entre más lo miro, más me recuerda a usted, tienen las mismas cejas.
Probablemente ha dejado de leer y ha salido a verificar mis palabras, imagino que habrá soltado este papel y estará saliendo de la casita de campo. Que estará respirando fuerte y que estará llorando. Lo imagino mientras escribo porque debo decirle que no podrá salir de esa casa. Lo sé muy bien porque en el momento que ha sucedido todo yo he venido lo más rápido posible he dejado la carta y me he ocultado para esperarla.
Porque debe saber que yo no quería que el niño muriera, debe saber que el plan era matarla a usted Lenalee. El plan era que mientras leía una carta que parecía de su amante yo le clavaría el cuchillo en la espalda una y otra vez.
Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Ésta vez si participaré bien (?) ;w; hahaha, bueno ésta historia es de una idea que tuve en mente hace mucho & nunca terminé de redactar, & como ya tiene años :c pues pondré un capítulo random (?)
- Spoiler:
- I'll love my murder.
Capítulo (n).
Aquella noche no pudo conciliar el sueño, pensando en lo que había ocurrido la noche anterior. ¿Había cometido el error más grande al llevarlo a su apartamento? Sí, lo había cometido, cualquiera que la conociera le hubiera dado una gran cachetada y un sermón,por suerte para ella, no conocía nadie con la capacidad de hacerle entender las cosas, y la única persona que existía, ya había muerto a manos de un asesino que rondaba por la ciudad.
¿Pero por qué era tan ingenua? ¿Por qué? Era algo que Milah nunca podía explicarse a sí misma, ni siquiera podía entender porque tomaba decisiones completamente a la ligera, sin pensar en las consecuencias, pero estaba ahí... sentada en una silla observando al joven de apariencia seria y sonrisa irresistible... lo observaba ahí, dormir...
—Tan tranquilo... — Murmuró, sin pestañear, con la cabeza ladeada, percatándose del movimiento constante que hacia el pecho del joven en cada inhalación y exhalación.
No podía controlar sus sentimientos, se estaba dando cuenta de que le sucedía algo cada vez que lo miraba, cada vez que él la tomaba en brazos y la llevaba a su recámara en cada ocasión que ella se quedaba dormida por estudiar hasta horas de la madrugada, cada que lo sentía cerca de ella. Por un momento lo consideró cariño, pero por otros momentos se daba cuenta de que era amor y era difícil de controlar.
— Mi~Ly... ~— Se oía salir de los labios del bello durmiente, a lo que Milah reaccionaba con un rubor rosa en sus pálidas mejillas, y sorprendida esbozaba una pequeña sonrisa al saber que probablemente Aaron estaba soñando con ella, no quiso imaginar que tipo de sueño sería, pero esperaba que a la mañana siguiente él mismo le contara.
1:26 a.m.
Sus ojos se cerraron como por arte de magia, sin que se percatara de que se iba a dormir plenamente, no se sentia incómoda en aquel asiento, había echado su cabeza hacia atrás dejando caer su larga cabellera color azabache pero manteniendo la misma sobre su hombro izquierdo...
3:44 a.m.
"— Cada noche, desaparece junto a las llaves. Cada noche... Cada noche... ¿Tú sabes qué hace él cada noche? —
— No... — Era esa voz otra vez...
— Cada noche... ¡Te lo he dicho ya! ¡CADA MALDITA NOCHE! —
Esa misma voz que oí justamente ayer... mientras dormía. ¡Esa maldita voz que no para de repetir que me lo ha dicho! No entiendo qué me trata de decir, pero siempre es igual, estoy soñando otra vez... y debo despertar..."
Y sus ojos se abrieron nuevamente, a la espera de ver el cuerpo de su príncipe oscuro, de aquel perfecto bello durmiente que le había cautivado desde la primera noche en que le tocó conocerlo... pero ese cuerpo esbelto y marcado... no estaba ahí.
Como todas las noches, desde la primera... había desaparecido a la madrugada. Y simplemente no dejaba rastro de a donde iba, o por qué huía... ¿Qué hacía cada maldita noche?
— Si lo supiera no estaría así de preocupada ... — Se dijo a si misma, poniéndose en pie y dirigiéndose al sofá donde anteriormente su encantador hombre había dormido, se recostó y volvió a dormirse, a esperar que esos brazos fuertes la llevaran a su cama.
— ¡GRITA! ¡GRITA QUE TE DEJE LIBRE! — Apretó el gatillo disparando a uno de los rincones del estacionamiento vacío y abandonado, era una pistola parabellum 9mm, tenía a su víctima atada de manos y pies, y la misma gritaba una y otra vez que la dejara libre, pero él simplemente omitía sus sollozos.
Disparó al aire de nuevo, acercó el cañón de la pistola a la entrepierna de aquella mujer desconocida, y haciendo presión sobre la piel, provocó una quemadura y un grito de dolor por parte de aquella joven.
Había gastado al menos 15 balas, disparando en un rincón oscuro donde no podrían notarlas, luego de hacer quince marcas en las partes íntimas de la joven, terminó por aburrirse y...
¡BANG!
Disparó a la cabeza, luego disparó dos veces directo al corazón, si no moría al instante moriría en unos minutos antes de que los oficiales, detectives y todos los encargados de investigar sobre él, se dieran cuenta de que existía esa víctima.
Quitó las cuerdas que ataban a su presa, las guardó en la misma bolsa que había llevado consigo, volvió a acomodar las cajas que había quitado de aquel rincón donde disparó, y eliminó todo rastro posible de huellas digitales en el cuerpo de la chica, aunque usara guantes, prefirió desvestirla y desechar las prendas en ciertas alcantarillas que había visto con anterioridad.
— Y volverán a sentirse los mismo imbéciles, igual que siempre... — Sonrió sarcásticamente, desapareciendo en la oscuridad de aquel lugar.
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Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Por probar no se pierde nada
- La otra cara de la moneda:
- John Leadleman avanzó con paso tranquilo y con una expresión de relajación aparente en su rostro. Sin embargo, en su interior estaba de un humor de perros. Podía entender que le llamaran con urgencia para algunos casos extremadamente importantes, pero últimamente lo hacían en los momentos en que iba a sentarse a comer o a dormir una plácida siesta.
Algunos días era mejor no levantarse de la cama, decían. John pensó que a ello debía añadírsele no coger el teléfono nunca, aunque estuvieran amenazando al país con un ataque nuclear masivo.
Aunque no se trataba de una amenaza de bomba por parte de alguna organización, la bulliciosa actividad del cuerpo de policía de Rhode Island alrededor de una casa, de aspecto bastante tétrico debido al horrible gusto que había tenido el arquitecto al pintar las paredes de un gris oscuro que no casaba con el paisaje, parecía decir todo lo contrario.
Buscó con la mirada entre los policías hasta dar con uno que llevaba una gorra azul marino de oficial en lugar del clásico casco militar que llevaban los demás agentes. John se fue acercando al hombre mientras se palpaba la gabardina en busca de algún cigarrillo que su esposa no hubiese logrado quitarle aún. Se preguntaba cuando dejaría su obsesión por procurar que su marido tuviera una vida más larga, lo cual, como le había repetido cientos de veces, era algo imposible por su trabajo
-¿Cómo vamos teniente Sealman? –preguntó a modo de saludo sacando un maltrecho cigarrillo de un bolsillo interior- ¿Ya se ha rendido ese hijo de puta?
Si al teniente le había sobresaltado la súbita aparición de John, lo disimuló bastante bien. Como todo buen oficial haría en presencia de un superior, al menos en aquel estado del país, se llevó la mano extendida a la cabeza, inclinando el brazo de forma perpendicular para formar un triángulo casi perfecto y acabar realizando el saludo militar.
-Aún no, comisario Leadleman –respondió al tiempo que bajaba el brazo- Parece que aún le quedan fuerzas para aguantar y tocarnos las narices todavía más.
Leadleman se llevó el cigarrillo a la boca y, mientras buscaba un mechero, dio unos cuantos pasos observando distraídamente el aspecto de la casa. Cuando se encendió el cigarrillo y le dio una amplia bocanada, examinó con más detalle la estructura y, lo primero que le vino a la cabeza era que realmente se ajustaba a la personalidad de su dueño, un viejo conocido suyo desde sus tiempos de oficial.
Un par de policías se agazaparon entre los arbustos de la casa a la espera de órdenes. El teniente solo pudo hacerles un gesto para se mantuvieran en sus posiciones. Miró a su superior con calma, consciente de que estaría evaluando la situación en la que se encontraban.
-Este Powell… ¿Con que planea jodernos esta vez? – Preguntó a su teniente- ¿Otro carrito bomba como la última vez?
El teniente negó con la cabeza.
-No, señor. Está vez amenaza con volar la calle entera si alguno de mis hombres pone un pie en esa casa. Parece ser que ha dispuesto una red de explosivos de goma dos en puntos estratégicos de la calle, con la misma amenaza sí intentamos desactivarlas, pero según los técnicos…
John le hizo un gesto con la mano en la que sujetaba el cigarrillo, mostrando su ligera aversión hacía la mención de los técnicos que iba a decir el teniente.
-Ahórrame las idioteces de esa pandilla de carroñeros, y mejor explícame que es lo que quiere Powell y porque no ha entrado un equipo especial para arrestarlo y que este aquí esposado y lloriqueando sus derechos.
El teniente se revolvió algo incómodo en el lugar donde estaba. La respuesta no le gustaría mucho al comisario, pero se aclaró la garganta y, tratando de poner una voz neutra, le respondió.
-Se lo puedo resumir en una palabra: Warren.
Externamente, John parecía el reflejo de las aguas de un estanque, pero en su interior estaba luchando para evitar el impulso de coger una pistola y entrar a la casa dispuesto a pegar un par de tiros. Dio una calada al cigarro para calmarse y soltó el humo por la nariz.
-¿Está ya dentro, no? – sacudió la cabeza y arrojó el cigarro al suelo, pisándolo con furia- Que tontería, claro que lo está.
Dirigió la mirada a una de las ventanas de la casa y suspiro con resignación.
-Espero que ese niñato no salga de esa casa con los pies por delante, porque de hacerlo
tendremos que estar limpiando esta calle de sangre y restos humanos todo el mes.
Aunque era una afirmación retórica, el teniente asintió inconscientemente. Warren Clearby, un joven de veintiséis años no era propiamente un agente de policía, sino un estudiante universitario, pero sus numerosos encuentros con el criminal de la casa, así como la petición que había hecho este para que entrara solo él, lo hacían el elemento indispensable para evitar el desastre.
Pero en aquel momento Warren no pensaba que era el elemento indispensable. Pensaba más bien en el hombre que había sido su némesis desde hacía ya cinco años, en las veces que se habían encontrado, y en que era probable que aquella fuera la última vez que se cruzaran.
Ciertamente, Max Powell había sido uno de los grandes líderes de la mafia de Rhode Island en otros tiempos, pero ello no cambiaba que ya fuera un anciano a merced del tiempo. Podría decirse que aquel “pequeño” acto de volar toda una calle por los aires era el fin de su carrera delictiva, algo que a simple vista parecía un crimen de un simple aficionado al pequeño terrorismo comparado con sus acciones pasadas.
Warren avanzó lentamente por el pasillo, intentando que no se oyeran sus pisadas, aunque estaba claro que su hombre ya sabía que estaba en la casa. En sus manos tenía una Beretta del calibre 38 con doce balas en la recámara del cargador y un silenciador, colocado en el cañón, para amortizar el molesto ruido. Normalmente Warren habría preferido no tener que usar aquel artefacto del diablo, pero siendo Powell quien le había “invitado” nunca se sabía lo que podía esperarle al otro lado de la puerta del pasillo. Abrió la puerta lentamente esperando encontrarse algún tipo de arma apuntándole a la sien.
Lo que había fue todo lo contrario de lo que Warren habría esperado. La sala estaba decorada al estilo de las antiguas salas de reunión británicas del siglo XIX, algo que chocaba con el pobre aspecto exterior de la casa, pero que reflejaba el buen gusto de su dueño por lo clásico y las falsas apariencias. A un lado podía verse una mesa de madera con acabados exquisitos y un sillón de cuero situado al lado de una pequeña mesilla, en la que había un vaso de vino, un teléfono móvil, unas llaves y una cajita de cristal con una moneda en posición vertical encima de un pequeño cojín.
- Llegas a tiempo Warren –dijo una voz al otro lado de la habitación- Un poco más y te habrías perdido los fuegos artificiales.
La voz provenía de un hombre de estatura algo bajo, con varias canas y que llevaba un jersey rojo oscuro, que miraba por una de las altas ventanas de cristal las acciones de los policías para intentar entrar en la casa. Warren le apuntó con la pistola tranquilamente y le mostro una sonrisa sardónica.
-Perdona, me paré a tomar un café en ese agradable bar de la esquina de la calle. Ya sabes que para volarte el culo es mejor que este en caliente y despierto para no perderme detalle.
Sonriendo ampliamente, Powell se apartó de la ventana y fue a sentarse al sillón, bajo la atenta mirada del cañón de la pistola de Warren.
- Parece que el sentido del humor nunca te falla en este tipo de situaciones –comentó mientras sentaba- ¿Qué será esta vez entonces?
Le echo una rápida mirada a la Beretta y torció un poco el gesto.
-Ya veo, una pistola. Se nota que quieres acabar con esto pronto.
Warren se acercó un poco, vigilando con cautela los movimientos del hombre. Se posicionó frente a él y siguió apuntándole con el arma.
-Siento no poder entretenerte con una exhibición de lanzamiento de cuchillos como en el circo de sol -se disculpó irónicamente- Pero me corre algo de prisa, ya sabes, prepararme la comida, sacar a pasear al perro, evitar que una calle vuele por los aires.
La rutina de siempre.
Powell cogió el vaso de vino y le dio un sorbo. Acto seguido lo dejó en la mesa y cogió la cajita de la moneda, la sacó y la hizo girar sobre la mesa. Tras ello apoyo las manos en los puños del sillón. Su mirada era una mezcla entre divertida y nostálgica, aunque Warren sabía que no podía fiarse de las miradas de Powell, porque siempre escondían alguna sorpresa de última hora.
-Los jóvenes de hoy siempre con prisas –repuso con voz sorna- Todavía recuerdo aquellos días en los que hasta la guerra se tomaba con calma. Claro que por aquel entonces no teníamos los fascinantes medios que tenemos hoy en día.
Warren no pudo evitar sonreír ante otro de los discursos de Powell, los cuales siempre le llevaban a épocas pasadas donde, según él, el mundo era un lugar más complicado.
-Sin ir más lejos preparar todo esto me ha llevado solamente tres horas, mientras que antes habría necesitado varios días para prepararlo.
Aquel comentario no fue realmente adecuado, como reflejo Warren al cargar el arma y apuntar al entrecejo del hombre. Este apenas reacciono ante el movimiento.
-¿Y todo aquel parque infantil de tu niñez? –Inquirió Warren al tiempo que levantaba una ceja- Por esa regla de tres deberías haber volado el edificio de finanzas de Washington hace tiempo por las subidas de impuestos.
Powell soltó una risotada ante el comentario de Warren. Normalmente era el único con el sentido del humor adecuado para arrancarle aún alguna carcajada de su viejo cuerpo, aunque era cierto que el motivo de todo aquello había sido el derrumbamiento del parquecito por la construcción de un centro comercial. Se limpió una lágrima del ojo y miró a Warren de forma divertida.
-Tendrías que dedicarte a la comedia –sugirió con una sonrisa- Tienes mucha imaginación y una mente ágil, aunque ¿serás igual de rápido para evitar el espectáculo? Que la suerte lo decida igual que la suerte de mi pequeño jardín de sueños derrumbados.
Warren supuso que Powell aludía al pequeño parque que había sido derrumbado semanas atrás para construir un edificio nuevo y supuso que aquel debía ser el móvil de la trama de los explosivos. Sin embargo, las dos preciosas milésimas de segundo que se tomó para relacionar los hechos, bastaron para que Powell se llevara la mano a la boca y mordiera una pastilla de cianuro que había cogido disimuladamente del cojín de la moneda.
Warren se abalanzó en un vano intento de evitarlo, pero Powell expiró entre convulsiones en el sillón. Aquello pintaba mal. Si Powell había muerto quería decir que el mecanismo para activar las cargas de la calle ya estaba en marcha y Warren solo tenía unos segundos para encontrar el interruptor.
Recordó los últimos momentos del anciano y entonces cayó en la cuenta. Mencionó que todo lo dejaba a merced de la suerte y solo había una cosa en la habitación que dependiera de ello. Con gran rapidez se abalanzó por segunda vez en el mismo día, hacia la mesilla de al lado, donde la moneda estaba a punto de dejar de girar. Warren la cogió justo a tiempo en la palma de su mano y la observó minuciosamente por el lado de la palma.
En el lado donde debía estar el símbolo de valor de la moneda, podía verse una pequeña muesca con un interruptor que parecía uno de esos pequeños botones de presión. De haber golpeado la mesa habría activado el circuito de las cargas, pero la rapidez de Warren lo había evitado.
-Buen intento, pero tu mención a la suerte fue tu perdición –comentó al inexpresivo cadáver de Powell. Observo la moneda de nuevo y sonrió- Cara. Tú pierdes, viejo.
Se acercó a la ventana e hizo unas señales con la mano. Afuera, tanto el teniente como John comprendieron y ordenaron la retirada de los agentes de la vivienda. Warren hecho un último vistazo al cadáver y salió de la habitación con la moneda en la mano.
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Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Todavía no es medianoche (faltan unos 12 minutos aquí) pero en alguna otra parte del mundo ya son pasadas las medianoche xD. Para dejar a los jueces elegir a los ganadores, que por la cantidad de participantes serán tres lugares, el tema queda cerrado. No mas fics! Gracias por su participación a los usuarios que postearon sus fics, me sorprende la cantidad ¡De verdad! No pense que hubieran tantos participantes.
Jueces, ya saben como proceder desde este instante.
En este mismo tema, el administrador Metron anunciara a los tres primeros lugares, atentos/as.Alice
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Exorcista
Re: [Actividad] ¿Te gusta mi historia?
Entrega de premios
Gracias a todos los que participasteis, los cuales estaréis esperando saber al ganador del concurso, pues bien primero pasemos al tercer premio:
-El tercer clasificado y por lo tanto el que reciba 5 puntos será: Megastar
-El segundo clasificado y por lo tanto el que reciba 6 puntos será: Aizar
-El ganador y por lo tanto el que recibirá el gran premio de 7 puntos es: Faith
los ganadores que me envíen un pm para decirme a que personaje se les entregaran sus puntos.
Enhorabuena a los ganadores, y ya sabéis, seguir concursando.
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