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Mensaje por Invitado Miér Feb 10, 2010 2:28 pm

Off: bienvenida Mad, ahora podrás ayudarme a torturar a la novata *señalando a Eli*

La onda de color verdosa que fue lanzada por el extraño tipo, hizo que varios de los akumas fueran destruidos de un solo golpe, lo que hizo que mi malestar aumentara. Los niveles 2 habían quedado reducidos a ocho, los cuales ahora se encontraban a mí alrededor preparándose para atacar. Mientras el raro exorcista había salido corriendo lugar utilizando un caballo. En el instante en el que vi como huida de la plaza, sentí el impulso de lanzar mi arma y seccionarle las patas traseras al animal, pero tuve que contenerme ya que por ahora debía de centrarme en los apetitosos akumas que me cercaban.

-Madness- pronuncie para activar nuevamente mi inocencia.

Cuando la espada tomo forma, me precipite hacia el grupo segundo nivel. Con dos cortes rápidos partí por la mitad a dos de aquellas maquinas, dejando a los seis restantes con una cara de incertidumbre ante lo que acababa de ocurrir.

Mire fijamente a las distintas formas que poseían aquellas maquinas. Dos de ellas poseían alas como si de mariposas se trataran, y en su pecho tenían varios cañones listos para ser disparados. Otras dos se arrastraban por el suelo como si fueran serpientes, sin tener piernas pero si un par de brazos, los cuales terminaban en forma de pinzas. Los dos últimos medirían cerca de los cinco metros de altura, además de tener un cuerpo obeso y redondeado, al igual que su único pie y su única mano que salía desde el centro del tronco.

La emoción que sentía en ese momento era tan grande que no podía dejar de mover ambos pies. Era como si fuera un niño al que le ponían delante una caja llena de caramelos, ansioso por comenzar a devorarlos uno tras otro. Por lo que me lance hacia uno de los akumas corpulentos y tras asestarle un fuerte corte que le partió la cabeza en dos, utilice su cuerpo para lanzarme hacia una de las maquinas voladoras, a la cual le ampute ambas alas antes de caer al suelo.

Los dos akumas con forma de serpiente, se lanzaron hacia mí, mientras se escuchaba la explosión del akuma de un solo pie y los gritos de angustia del volador, el cual se hallaba a mis espaldas retorciéndose de dolor. Esos akumas medirían cerca de cuatro metros de largo, por lo que di un salto y clave la hoja de mi arma sobre la metálica piel de uno de ellos, tras lo que me limite a arrastrar el arma hacia el extremo opuesto de su cuerpo, lo que hizo que explotara, no sin antes descargar un chorro de sangre hacia arriba.

Ya había eliminado a dos de los seis adversarios y otro permanecía agonizando en el suelo, mientras tanto escuchaba como otra explosión procedente de la parte opuesta de la plaza, hacia que dirigiera la vista hacia allí. Tal y como me imaginaba se trataba de la otra exorcista, de la que no me había percatado de su presencia hasta ese momento.

La presencia de la chica podía tomarla de dos maneras, una buena dado a que le obligaría que me contara quien era el huidizo exorcista y otra mala debido a que mataría a varios niveles 1. De todas formas ese no era momento de pensar en el método que utilizaría para sacarle la información, sino que debía centrarme en los invitados de mi peculiar fiesta.
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Mensaje por Invitado Jue Feb 11, 2010 9:58 pm

Off: yo también te quiero Metron òó




La gente movía la cabeza de un lado a otro, más que sus ojos, siguiendo el compás de destrucción que se estaba desatando a su frente, de izquierda a derecha. Muchas mujeres habían apresurado a sus hijos a meterse dentro de los edificios o construcciones que tenían a sus espaldas, o a cualquiera que estuviese abierto y a su alcance. Los pequeños, además de llorar escandalosamente algunos, sin contener la curiosidad buscaban asomarse en las ventanas para seguir viendo lo que sucedía. Les maravillaba de cierta forma ver a los exorcistas acabando con los Akumas, como si fueran superhéroes luchando contra las temibles fuerzas del mal. La idea les había gracia, aunque estuviesen muertos de miedo y se inquietasen ante la posibilidad de que quizá fallasen en algún momento. Dios no quiera, rezaban algunas mujeres.

Los hombres, dando una débil muestra de hombría al no poder hacer nada más, quedaban parados allí, también observando con inquietud y seriedad. Algunos se estremecían con las explosiones, y otros hacían muecas tras ver y escuchar las siniestras risas de Socalo tanto como sus actos despiadados por cada monstruo que iba devorando prácticamente con su arma.

Illya contaba una historia distinta. Se contentaba con terminarlos lo más rápido posible y sin contemplaciones. Semejante a un felino que va de caza (aunque en este caso no se aplicara la necesidad de comer como causa primordial del comportamiento agresivo y feroz que demostraba la exorcista en aquel momento). Su habilidad era envidiable. Esquivaba, saltaba y disparaba con una elasticidad y elegancia propia de una señorita (aunque curiosamente las damas no solían matar monstruos salidos de Dios-sabe-dónde como verdaderas guerreras formidables), así como acuciaba a los Akuma con educación, limitándose a mirar sus muertes solo lo estrictamente necesario (una fugaz mirada comprobando que se estaban calcinando por dentro gracias a su Inocencia, pero siempre con cortesía).

Varios ahogaron un gemido de sorpresa y horror cuando una explosión sorpresa pareció haber absorbido a la hermosa dama, ¡pero no!, como si lo hubiese presentido (¿estaba en el aire, levitando como un perfume acre?, ¿lo había olfateado desde un principio?) se había anticipado bien y ahora les daba la cara a los Akumas causantes. No eran muy inteligentes, a claras luces, así que aquel pequeño esbozo de estratagema lo consideró como una verdadera joya por parte de ellos: quizá en un nivel más avanzado tendrían una inteligencia apoteósica.

Una verdadera lástima —canturreó dentro de su mente con cierto tono sarcástico— lamentablemente no durarán mucho, como para comprobar si de verdad iba a ser así

Y su palabra se convirtió en hecho. Luego de haber salido ilesa de aquella pequeña “emboscada”, sin miramientos los apuntó (eran dos), uno con cada arma y disparó repetidas veces, más frenética que antes, como si en la ocasión presente quisiera asegurarse de que quedasen hechos verdaderas antorchas vivas. Las explosiones por ende, fueron más estrepitosas. Las Lacrime, volátiles de por sí, en grandes cantidades podían llegar a causar inmensas explosiones pavorosas. Una columna de humo se elevó en el cielo, mientras el metal restante ardía en verdaderas llamas, estando sus anteriores usuarios literalmente aniquilados.

Visto lo visto, Illya volteó a mirar a su alrededor, jadeando por el esfuerzo, y con el cabello suelto desparramándose tras su espalda. Las mejillas tintadas en rojo por el “previo calentamiento intenso” era lo que le daba el aspecto (además de encantador) de un verdadero ser humano en frente de los incrédulos ojos de los espectadores. La persona que había causado el exterminio de aquellos monstruos, distinta del “Verdadero Exorcista” era nada más ni nada menos que esa jovencita, la cual yacía parada mirando con algo de curiosidad, todavía recuperando el aire a grandes bocanadas, al otro hombre temible que remataba el trabajo con los que parecían ser más duros. Illya hizo una mueca al ser público del modus operandi de Sócalo para acribillar a los Akumas. Les daba una muerte, cuando se le apetecía, lenta y dolorosa. Sádica y cruel en desmedida.
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Mensaje por Invitado Vie Feb 12, 2010 1:23 pm

Off: Dejo a Socalo encargado de las torturas Very Happy, la pobre Illya tendrá ya de sobra con él xD.



Tal y como se me había mandado me había mantenido fuera de ese teatro que los exorcistas estaban montando. En mi mente habían quedado grabadas las palabras de aquel hombre que hacía llamarse el Verdadero Exorcista, la manera arcaica que tenía para expresarse, era la misma que usaban los religiosos incluso más extremistas y sectarios. La fuerza y convicción en lo que predicaba frente a todos le daba el poder de ganarse a la multitud, quienes habían terminado por verle como su salvador absoluto de tal manera que los otros dos exorcistas al lado del verdadero ya habían perdido el ganarse la confianza de los residentes de la ciudad.

Al observar una vez más la onda expansiva que había reducido a cenizas a los akumas, me agaché fingiendo que mi instinto sobre protector me incitaba a abrazar al niño que tenía llorando de la angustia junto a mí, en realidad, solo para asegurarme de que aquel ataque no me rozara, tenía la duda de si podría herirme a mi también. Aquella ola verdosa arrasó con la horda de akumas que se habían acercado hasta el lugar, no era capaz de sentir nada afín con ese poder, y por alguna razón tampoco aprobaba la versión de que aquello era inocencia, al menos no una inocencia tan pura como la que había visto usar a los otros exorcistas.

El niño me usaba para cubrirse la cara, producto de mal olor que había quedado estancado en el aire luego de que las máquinas del Conde Milenario fueran reducidas a un cúmulo de gas venenoso. Mis ojos quedaron fijos en los akumas que seguían aproximándose, su mayoría eran niveles 1 y algunos de nivel 2, que por algún tipo de suerte habían conseguido salir con vida. Sentí como una de las máquinas que podía considerarse ente pensante miraba hacia mi dirección, maldije en voz baja el poco disimulo que tenía aquella mariposa grotesca.

Ignoré a los akumas, atraída por las explosiones provocadas por la inocencia de la chica exorcista, los rifles que portaba ya de por si ejercían cierta impresión sobre los que se encontraban en el lugar, pero el poder que parecía albergar cada ataque del arma dejaba más que impresionados a la gente que ahí se encontraba, que cada vez más parecían un público aterrorizado y a la vez entretenido, esperando que alguno de los dos exorcistas mostrara algún nuevo truco.

No sabía muy bien que pensar al respecto de lo inconsciente e idiotas que podían llegar a ser los espectadores de aquella atroz representación. Algunos incluso ahogaban gritos cuando la exorcista pelirroja parecía ir a sucumbir ante algún ataque de los akuma y en el último momento salía airosa sin perder ni por un instante su pura, a la vez que fuerte, presencia. Había distinguido muecas de horror y repulsión por las torturas que el General de brillante uniforme infligía a las máquinas demoníacas, sin embargo otros incluso parecía que fueran a vitorearle por destrozarlas de una manera tan sádica y cruel, porque a su modo de ver se lo merecían al ser lo que eran, enemigos, asesinos.

El resultado final era que, a pesar que no fueran el hombre que se hacía llamar Verdadero Exorcista el espectáculo que les estaban ofreciendo, les impedía moverse del lugar, con un poco de suerte cuando terminaran pudieran incluso recibir una ovación por parte de la afición.

Cuando tuve suficiente de la representación, solté al niño que aún me tenía agarrada. Le observé durante unos segundos, directamente a sus grandes ojos oscuros empañados por las lágrimas que vertía, nunca me había gustado la gente pequeña, sin embargo creí sentir algo parecido a lástima por aquel crío cuando le limpiaba la cabeza al igual que los hombros de algo que parecía ser polvo y cenizas. Aquella acción me incomodó, por lo que me puse de nuevo en pie, apremiándome a mi misma a alejarme de aquel lugar antes de que terminara por adoptar a todos los que habían quedado huérfanos durante el último ataque, tomé el mismo camino que el buscador, con ansias de proclamarse algo que no era, había tomado para escapar.

Mis pasos se detuvieron junto al bar donde el buscador había tomado el caballo para asegurarse su huída, di un par de pasos más al distinguir algo en el suelo que me llamó la atención, eran unas minúsculas gotas de sangre, en la zona donde el Verdadero Exorcista había montado sobre el animar para escapar. Por lo que recordaba haber visto, podría jurar que nada había tocado al hombre como para herirlo, igualmente la idea de que aquella sangre fuera suya me hizo sonreír, saqué de mi pequeña bolsa un pañuelo de seda y lo tire sobre aquel liquido espeso para que lo absorbiera, mientras que alzaba disimuladamente la sombrilla, para lanzar un poderoso y blanquecino rayo sobre uno de los tejados más cercanos que había junto a mí, la cual provocó una fuerte explosión seguida de un pequeño humo grisáceo que empezó a alzarse producto del trozo de edificio que se había desprendido, sería suficiente como para que los akuma que me seguían se dieran por enterado de que ahora si les necesitaba.

Me sentí aliviada al ver que nadie se había percatado que había sido yo quien había provocado que parte de aquel tejado se derrumbara, la zona estaba prácticamente desierta debido a que el espectáculo de los exorcistas era algo digno de ver y que llamaba demasiado la curiosidad de los seres humanos como para quedarse escondidos en sus casas. Por alguna razón que no lograba comprender ahora, no me sentía con ánimos de matar a nadie para asegurar su discreción.

Tomé del suelo el pañuelo, esbozando otra vez una diminuta y sosegada sonrisa, adentrándome en el antro que había frente a mi, había mucho de lo que hablar con mis camaradas y si algo había aprendido es que se llamaba menos la atención en un lugar público y concurrido que a escondidas en algún callejón oscuro.

-La paz prometida me temo nunca van a encontrar. -Entoné alegremente a la vez que sacaba un gran y esferico caramelo verde de mi bolsa, sentándome en una de las mesas que había libres en aquel bar, esperando a ser atendida. -Aquel lugar que ansían se encuentra muy lejos... más allá de la cruel luz esmeralda. -Estaba segura, que aquel que para algunos ahora era como su profeta, solo traería muerte a su ciudad, podía sentirlo. Era lo que había visto en aquel supuesto exorcista de mirada ida y expresión neurótica, no quedaba nada de humano en él.
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Mensaje por Invitado Sáb Feb 13, 2010 2:42 pm

Tuve que dar un salto lateral para esquivar el ataque del otro akuma con forma de serpiente, lo que aproveche para darlo en dirección hacia el akuma corpulento. Clave la hoja de la espada en el tronco de nivel 2, acto seguido la retorcí en su interior, lo que produjo numerosos gritos de angustia, los cuales fueron callados por la típica explosión procedente de la maquina muerta.

Tras la muerte de esa presa, clave la vista en el alado, al que le partí por la mitad con solo lanzar el arma hacia él. Di un salto para recoger la inocencia en el aire y aterrizar sobre el akuma con forma de serpiente, pero al caer lo hice atravesándole la cabeza con la dorada espada.

Una vez que ambos akumas explotaron, me dirigí hacia donde se encontraba la exorcista, no sin antes partir en dos con un corte vertical al nivel 2 al que le había cortado las alas y se encontraba retorciéndose de dolor en el suelo.

Por lo visto, la muchacha había terminado destruyendo a todos los niveles 1 que se habían dirigido hacia ella, con lo que pude deducir que no era tan débil como aparentaba o al menos contra las maquinas de primer nivel. Era hora de saber que pasaba en aquella ciudad y sobre todo con el que se hacía llamar el verdadero exorcista.

Con forme me acercaba a la exorcista, veía como los ciudadanos no sabían si dar gritos de alegría por haber sido salvados o simplemente esconderse en sus casas para pasar desapercibidos y de esta forma que nos fuéramos antes. No le di importancia a ese hecho y decidí centrarme en lo que importaba en ese momento, el averiguar quién era el otro tipo y lo más importante, donde estaba para poder clavarle mi puño izquierdo en su cara.

-Tu retaco- le dije a la chica una vez que me encontraba a pocos metros suya, -dime quien es ese tipo y qué diablos hacéis aquí- dije en tono de mandato.

En ese instante uno de los hombres que se encontraban en la plaza, se dirigió corriendo hacia donde se encontraba la fuente, después a punto su dedo hacia donde nos encontrábamos para comenzar a decir unas palabras que encontré un tanto raras dado que acabábamos de salvarles la vida a todos los presentes, pese a que esa no fuera exactamente mi intención.

-!El verdadero exorcista tenía razón¡- dijo en voz alta, -¡ha sido aparecer estos impostores y aparecer mas monstruos, ellos son los responsables de lo que ocurre!- continuo gritando el hombre.

Lo que al principio parecían ser murmullos, pronto se convirtieron en gritos en contra nuestra ¿acaso les ese tipo había lavado el cerebro a toda la ciudad? Visto lo visto era una gran posibilidad, pero esa pregunta debía responderla él en persona.

-Me gustaría darles a todos lo que se merecen, pero prefiero ir a por ese exorcista raro- dije al mismo tiempo que me apoyaba mi arma contra mi hombro derecho.

Antes de que se volviera a agrupar la gente y tuviera que comenzar a golpearles y cortarles como hacia un rato, me largue de la plaza a una velocidad moderada saltando por los tejados de las casas en la misma dirección que había tomado el exorcista-buscador. Mientras tanto podía escuchar los gritos de fuera fuera por parte de los ciudadanos que dejaba atrás, no solo los de la plaza, sino que también los de las calles por las que pasaba.

En ese instante pude escuchar una fuerte explosión cerca de allí, pero al dirigir la mirada desde la posición elevada en que me encontraba, solo pude divisar una nube de humo. No había rastro alguno de akumas en los alrededores, sin embargo esa sería mi primera parada en busca de algo que me condujera al llamado verdadero exorcista.
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Mensaje por Invitado Dom Feb 14, 2010 3:01 pm

Illya pensaba que en general, los problemas sociales se habían acabado dado todo lo sucedido, pero no.

Se habían empeorado aún más.

¿Qué decir de aquellas personas malagradecidas?, ¿qué pensar? Era como si en sus cabezas ya estuviese completamente definida la imagen de ellos, como viles asesinos, infames, pecadores y blasfemos. Criticaban eso que además, parecía irónico. Acusándoles de falsos mientras ellos mismo sabían que portaban uniformes que eran enteramente genuinos del Vaticano. Daba risa desde alguna perspectiva, pero Illya no rió.

Más bien observó cómo Socalo se iba hacia otro lado para no comenzar una nueva carnicería y ponerse a hacer cosas mucho más productivas, con un rostro enteramente neutro, casi ingenuo. La gente volvía a arremolinarse a su alrededor como la última vez, en esta ocasión sin otras armas más que sus manos y algunos guijarros, pero ella no les escuchaba. Mucho menos se inquietaba al tenerlos tan cerca, gritándole prácticamente cerca del oído la misma retahíla de palabras y frases, que en el interior de su cabeza, una parte suya empezaba a hartarse de escucharlas. ¿Quién sabe qué pensaría? Miraba a su alrededor, ignorando olímpicamente la avalancha de rostros deformados en ira (y parecían verdaderos monstruos; más tarde se preguntaría si los Akumas eran verdaderamente los fenómenos en aquella ciudad), casi como un poeta inspirado, buscando la aprobación de su musa, vista al horizonte. Lástima que ese horizonte para Illya estuviese completamente opaco bajo la columna de humo que se atravesaba en su mirada, como si algo más adelante se hubiese destrozado producto de algún trueno o cometa.

Cuando la primera piedra estuvo a punto de ser lanzada en dirección a la cabeza de Illya, una voz interrumpió aquel circo estereofónico.

¡Un momento!

La voz grave de Antonio hizo que todos se voltearan a mirarlo perplejos, a excepción de Illya, que sonreía de medio labio con cierto aire travieso.

¿José Antonio?

Esperen un momento señores, ¿no ven que están a punto de cometer una grave equivocación? Esta muchacha, junto con aquel otro hombre les acaba de salvar la vida, ¿y lo único que pueden hacer ustedes como agradecimiento es apedrear a uno de ellos como si fuera un animal? —exclamó el negociante mientras se acercaba hasta donde estaba la joven dama. A medida que iba pasando, la gente se apartaba, como si le tuviesen algún tipo de estima o consideración social que les impidiera refutarle mientras continuaba hablando.

¡Pero el Verdadero Exorcista dijo que eran falsos!

¡Tú lo escuchaste Antonio!

¡Nosotros no dudamos de sus palabras!

Y sin embargo, siendo aún falsos, han logrado acabar con todos esos demonios igual que el Verdadero, —interrumpió con un grito acusador— ¿no nos demuestra eso que en realidad no están aquí para hacer el mal?

Quizá era la primera vez en todo el rato que aquella masa social empezaba a razonar. Se produjo un silencio de entendimiento abrupto, casi desconcierto, como si hubieran estado vedados de explicaciones bastante lógicas y ahora todo parecía estar más claro. Por ende, ya en ese momento de luz, sus actuaciones comenzaron a parecerles estúpidas, impulsivas y propias de aunténticos asesinos.

T-tiene razón —admitió la voz de una mujer, apenada.

Luego una y otra y miles más de voces empezaron a murmurar y hablar entre sí. A diferencia de las veces anteriores, esta vez en sus rostros se veía lo grave que se sentían, tanto como la vergüenza de haber actuado con tanta idiotez junta.

Fue en ese momento que Antonio aprovechó a tomar a Illya de la muñeca, y llevarla a un lugar más apartado. Cuando salieron de la plaza y las voces dejaron de escucharse, en mitad de una calle de tierra, el hombre suspiró y se enjugó el sudor. Luego miró a la hermosa chica y notó que se encontraba a unos pasos lejos de él, haciéndole una reverencia, con un gesto aliviado en el rostro.

Gracias por haberme salvado, señor Antonio.

¿Pero qué dices? No he hecho nada. Si ese hombre pudo haberse escapado como hizo, no dudo que tú pudieras hacer lo mismo. Lo que me estaba preguntando realmente era por qué no te habías movido de ese sitio, ¿es que querías que todas esas personas te hicieran daño?

Antonio no parecía ni enojado, ni histérico, solo enormemente confundido.

Ah, es que… —Illya desvió la mirada hacia arriba lentamente, sintiendo la vista del mayor sobre ella aún. Una enigmática sonrisa empezaba a formarse en sus labios— algo me decía que las cosas se solucionarían de una mejor forma, y fue así: vino usted y los calmó a todos.

El negociante la miró desconcertado esta vez, y se rascó la cabeza como si estuviese apenado. Luego la miró con cautela.

Eres casi una cajita de sorpresas ¿eh?, joven Illya.

Podría ser verdad —cedió— ahora me toca a mí impresionarme. Pensé que admiraba tan ciegamente como ellos al Verdadero Exorcista, como ustedes le llaman.

Ahí estaba el punto al que quería llegar. La mirada de Illya no permitió que Antonio le evadiera. Sus ojos de un caramelo tan dulce y perspicaz, lo veían con una atención absoluta, que el mismo negociante empezó a sentirse incómodo, ¿era alguna clase de presión mental?

B-bueno, verá… —carraspeó dos veces con el puño cerca de la boca— cuando usted se fue corriendo hacia donde estaban esos monstruos me preocupé de verdad y fui en su búsqueda —Illya alzó las cejas sorprendida— ah, no me mire así, lo menos que quería era que uno de mis interesantísimos clientes muriera en el acto, minutos después de haber hablado conmigo. Me parecía un verdadero mal presagio. Entonces cuando traté de seguirla al mismo ritmo, (debo admitir que es usted una hábil corredora) alguien me dijo algo parecido a lo que solté en frente de todos ellos y me hizo pensar en todo lo que sucedía. No entendía al principio qué quería decir, pero cuando vi que todos empezaban a dejarse llevar tan fácilmente por las palabras de ese hombre, me sentí de alguna manera distinto. Creo que un poco tonto e inocente. A mi edad esas cosa no suelen suceder, hacerle completamente caso a lo que dicen otros, pero creo que la primera vez fue inevitable.

Felicidades por su gran habilidad persuasiva, Xavier, pensó Illya con ironía.

¿Y ese alguien quién era?

¿Ah? Pues es una vieja mujer que vive a las afueras de la ciudad. Muchas personas la apodan “Sibila” y creen que es vidente. También se rumorea que es descendiente directa de los Maya-…

Antonio paró de golpe. Parecía titubear, como si hubiese algo más, y no quisiese soltarlo por alguna razón que la exorcista desconocía. Illya ladeó la cabeza confundida, aunque sintiese la verdadera emoción por dentro, ¡una descendiente de los antiguos pobladores de la gran México!, ¡Increíble!

Concentró la mirada, y luego de unos segundos de silencio observó los colores del amable negociante, inquietos y escurridizos. Efectivamente faltaba algo en el relato.

Hay algo más que debe decirme, ¿no es así?

El hombre dio un respingo y luego miró a Illya con sorpresa. Pareció sonreírle apenado.

La…Sibila me dijo antes de marcharse, con estas mismas palabras: “Quiero hablar con la señorita Van Kindlmüller y el General Socalo. Si no es mucha molestia, ¿podría traerlos a su hotel? Allí estaré esperándolos”.

Tras escucharle, muchos, demasiados pensamientos comenzaron a arremolinarse dentro de la cabeza de la exorcista, mientras sentía el pecho hinchársele de algún inexplicable sentimiento que iba más allá de la emoción y el impacto.

¡Quiere vernos!, ¡voy a conocer a una verdadera vidente, una verdadera sibila!

Así que ese sujeto era eso, ¡un general! Madre mía, creo que en verdad estaré en problemas si vuelvo a cruzármelo…

¿Sabe ella algo de Xavier?, ¿va a ayudarnos?

Saltemos entonces


¿Joven Illya?, ¿está bien?

La exorcista asintió, y justo en ese instante, una enorme sombra pasó velozmente por encima de sus cabezas. Ella giró la mirada hacia arriba, y se encontró justamente con Socalo, que parecía andar de tejado en tejado, hacia una dirección que ella intuyó, podría ser de donde brotaba aquella columna de humo, producida quizá por algún fenómeno o incendio.

¡Eh, General Socalo! —Gritó mientras le seguía, pero antes de saltar, se volvió a Antonio— En un momento estaremos allá, espérenos junto a la Sibila, señor Antonio.

Y luego se marchó a la misma velocidad que Winters, en su búsqueda. Cuando creyó haberlo alcanzado, dio un salto alto, haciendo una pequeña pirueta en el aire, para luego aparecer en frente de él, e impedirle el paso.

Quería saber más acerca de ese supuesto exorcista, ¿me equivoco? Entonces deje de perder el tiempo y sígame, que tengo una pista de dónde podría estar.

Aunque no estoy muy segura de si es eso en realidad~
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Mensaje por Invitado Lun Feb 15, 2010 4:10 pm

En poco tiempo me había plantado en un hotel, el cual estaba mejor adornado que lo que podía esperar, después de todo los últimos hoteles en los que estuve eran más bien lúgubres, en lugar de acogedores.

Habían pasado varios minutos desde que me encontré con la joven exorcista, la cual se interpuso en medio de mi recorrido y me hizo una propuesta que decidí aceptar. Si quería saber más acerca del otro exorcista y el porqué de su comportamiento, no me quedaba más remedio que seguirla hasta ese lugar. En esos momentos la curiosidad por ese tipo era más fuerte que la que tenia por lo que produjo la última explosión. No había akumas por los alrededores y no se divisaban señales de que los hubiera habido en la zona cercana al estallido, por lo que decidí aclarar mis dudas siguiendo a la chica.

Entre por la puerta del hotel y me acerque hasta lo que parecía ser la recepción, acto seguido eche un rápido vistazo a mi alrededor, para poder comprobar que no había nadie más allí. Solo un tipo que parecía esperarnos detrás del mostrador. El hombre parecía algo intimidado cuando me acerque hasta él, por lo visto tanto mi cara, como mi altura le dejaban una sensación un poco temerosa, pero eso era algo habitual con la gente que me veía desde cerca.

-Por favor seguirme hasta la sibila- dijo el hombre caminando hacia la habitación continua.

Con paso firme seguí al dueño del hotel hasta lo que parecía ser una pequeña sala de estar, en la que seguramente los hospedados en aquel hotel descansaban o hablaban de sus asuntos. La habitación en si no era muy amplia, solo constaba de cinco mesas redondeas con sus respectivas sillas y una larga mesa rectangular, la cual estaba rodeada por un par de largos sillones. En uno de aquellos sillones se encontraba una anciana, de hecho era la única en la habitación, la cual parecía estar esperando a que llegáramos.

El hombre camino de manera algo impaciente hacia la anciana, parecía que aquel hombre tuviera más prisa que nosotros, en que la vieja mujer nos contara lo que supiera del verdadero exorcista. Camine con paso lento hasta uno de los sillones, el cual me llego a recordar por un instante al que el supervisor tenía en su despacho. Me senté frente a la anciana, tras hacerlo pude observar como la mujer me examinaba con detenimiento, como si se asegurara de que realmente fuera yo.

-Vaya vaya, no nos conocemos, sin embargo se que ustedes son los verdaderos exorcistas y no ese loco poseído por la inocencia- dijo la anciana recostándose sobre el respaldo del sillón, -mi nombre es Lucia y creo que debería contaros lo que se de ese supuesto exorcista-

No pude evitar arquear una ceja cuando de entre las palabras que dijo la anciana, se encontraban la de poseído ¿era posible que me encontrara ante otro caso en el que la inocencia utilizaba a un humano corriente por los fuertes deseos de este? Hasta ese instante pensaba que el hombre había venido junto a la chica o que fuera alguien compatible que no sabía exactamente cuál era su deber, pero por lo que parecía no era así.

-¿Quién es ese tipo y porque esta poseído por la inocencia?- pregunte con curiosidad.

En ese momento mi estancia en la capital mejicana se había vuelto bastante más interesante de lo que pude llegar a imaginar en un principio.

-Su nombre es Xavier y antes fue un buscador, pero para su desgracia fue atacado junto a sus compañeros y a un exorcista que les acompañaba- dijo la anciana con cierta intriga, -lo último que llegue a saber del grupo era que tanto el cuerpo de Xavier como la inocencia habían desaparecido-

-Si sabes eso ¿no será que eres miembro de la orden?- pregunte con una sonrisa en mi rostro.

La anciana respondió con otra sonrisa, después le pido amablemente a Antonio que les dejara solos unos instantes, lo que el hombre hizo sin poner ninguna pega. Parecía que la anciana mujer no había dicho todo, que aun debía poseer más información. Todo eso me estaba llegando a parecer interesante en cierta manera.


Última edición por Metron el Lun Feb 15, 2010 6:30 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Lun Feb 15, 2010 6:08 pm

Observé desde mi asiento junto a la ventana, como la columna de humo desaparecía de manera gradual, mientras que las copas vacías empezaban a amontonarse sobre la mesa de oscuro ébano, cada uno de esos objetos que usaban como recipiente para el alcohol que ahora paseaba por mis venas reposaban sobre posavasos, para así evitar dejar marcas en la madera del mueble. Después de que hubieran terminado con la primera partida de akumas que los suyos habían soltado por la ciudad, lo único que me quedaba ahora a parte de esperar a que llegaran Nana y el resto, era entretenerme con algo, intentando ignorar el profundo sentimiento de traición que llevaba arrastrando durante las últimas semanas.

Bebía porque era una manera de dilucidar mejor las cosas en las que me veía obligada a pensar, el hecho de que ahora tuviera que cerrar los ojos cuando veía a un ser humano convertido en cenizas, o el por qué ahora sentía ese respeto por la gente que perdía seres queridos, futuros akuma… Eso debía ser bueno, ¿No?

-No. –Me respondí a mi misma, quizás sorprendida ante el significado de ese monosílabo, que me obligó a tomarte otro trago con la esperanza de caer desmayada y evitar seguir pensando porque ahora su trabajo le resultaba tan difícil de realizar.

Volví a redirigir mis ojos hacia la ventana una vez más, el humo se había disipado del todo, podía observar desde la supuesta seguridad que ofrecía aquel bar, como el horizonte se tenía en feos ocres. Había perdido la noción del tiempo y mi impaciencia iba aumentando al mismo tiempo que la ligera sensación que me adormecía desaparecía por completo.

-Savne. –La voz inconfundible de Hao me obligó a salir de mis pensamientos, y ladear con lentitud la cabeza para enfocar las tres figuras que estaban a pocos metros de mí, la pequeña, por no decir diminuta, akuma parecía sentirse bien al encontrarse en un lugar relativamente oscuro. Se sentó en el extremo más alejado de la ventana, clavando sus ojos índigo, en sus compañeros. El siempre tan callado Derain, con sus cortos cabellos oscuros despeinados, su mirada azul siempre opacada por algunos mechones, se sentó a mi izquierda observando con desagrado la cantidad de vasos que había sobre la mesa. Por último estaba Kälorm, el cual ofrecía una copia casi idéntica a la de Derain, solo que sus ojos eran de un negro vacío o en su defecto, profundo y sus cabellos se encontraban perfectamente ordenados, siendo estos de un color un poco más acaramelado… Observé al akuma de nivel 3, le odiaba, no sabía cuando se había dado cuenta de ello, pero era la única respuesta que encontraba ante la repugnancia que sentía ahora al estar junto a él.

-Os habéis tomado vuestro tiempo. –Susurré, mientras me bebía de un solo sorbo la siguiente copa que un camarero dejó en la mesa, sobre otro posavasos. Sabía amargo, a las lágrimas que nunca derramaría, a traición. Estornudé varias veces, como si aquel líquido me hubiera irritado la garganta, nada más lejos de la realidad, o al menos de los verdaderos motivos. –Da igual, estáis aquí. –murmuré mientras sacaba el pañuelo que había absorbido la sangre del supuesto exorcista. –Derain… puedes? –Murmuré mientras le alcanzaba el trozo de tela.

El akuma de fríos ojos azules, observó el pañuelo de seda en silencio, sus pupilas quedaron clavadas en las manchas de sangre que lo adornaban, lo acercó a su nariz olfateándolo sin poder evitar dibujar una mueca desagradable, por último rozó la mancha más grande con la punta de su lengua, que volvió a esconder tras sus dientes soltando un leve gruñido, como si el leve tacto de la sangre le hubiera dolido.

-Esta sangre no es animal, al menos de ninguno que me haya comido. –Repuso Derain, lanzándome una mirada acusatoria, como si creyera que hubiera intentado envenenarle.

-Entonces es humana. –Comentó Hao con su tono de voz inocente e ingenuo.

-Si, supongo. –Ahora era a la niña de ojos índigo a quien miraba a malos modos, la cual se encogió en su silla. –Pero hay algo en la sangre, esta infectada, pondría la mano en el fuego que hay inocencia en ella.

-Eso no es posible. –Solté repentinamente, mientras tomaba de nuevo el pañuelo y lo escondía con recelo. –Recuerdo haber visto que sujetaba algo con la mano. Aunque sentí algo extraño en su poder. La inocencia esta hecha para eliminar akumas, para hacer que vuestra alma descanse en paz nuevamente, aunque sea usada de manera sádica o tenga la forma más abominable el poder que emana de ella no es como lo que he sentido con los ataques del loco en traje crema.

Hao se movió incomoda en su silla, como si quisiera decir algo pero la mirada severa de Derain se lo impidiera, era obvio que el otro akuma de nivel 3 lograba intimidar a la diminuta del segundo nivel.

-Ah… mi señora… No será posible, que la inocencia de aquel hombre sea agresiva, por que no le pertenece a él? –Se aventuró a decir la akuma, mirando con timidez a sus compañeros. –Puede que por eso, también le esté dañando.

Intenté sopesar la idea, pues se hacía atractiva. Dos de mis dedos se pasearon por mi frente en un vano movimiento para masajearme las sienes al sentir que mis ideas se amontonaban terminando por serme todas y cada una, inútiles. Carraspeé, sintiéndome molesta conmigo misma, si hubiera podido en ese momento, me hubiera golpeado hasta dejarme inconsciente.

-Bien, necesito que amontonéis a todos los akumas que os sea posible en dos zonas diferentes. –Dije finalmente. –El verdadero exorcista no saldrá de nuevo sabiendo que están el general aspirante a caballero dorado, y la belleza de los rifles, es preciso crear un estado de caos, pero lo suficientemente seguro para él, así volverá a dejar verse. Es consciente de que no puede enfrentarse a los dos a la vez, y su orgullo le impedirá dejar que ocurra una masacre… Es el verdadero exorcista, no dejará que manchen su reputación.

-¿Y si no funciona? –Preguntó Kälorm observando atentamente, como me levantaba y me disponía a salir del bar.

-Mi función no es deshacerme solo de exorcistas o inocencias, es aportar una gran cantidad de almas vivas en pena, para que el ejército del Conde aumente. –Respondí, por alguna razón mis palabras me resultaron poco convincentes. –No tengo porque preocuparme de quien vaya a morir. Nan... Hao, acompáñame. –Añadí, dejando que la akuma de orígenes chinos, me tomara de la mano, para salir del bar, dejando a Kälorm y a Derain, con la tarea, nosotras debíamos hacer algo, que quizás nos arrojaría más luz al pasado del aquel hombre.
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Mensaje por Invitado Mar Feb 16, 2010 3:07 pm

Una vez dentro del hotel, Illya contuvo el aliento por la expectación. Se encontró, junto con Socalo (que extrañamente y de muy buena manera había aceptado seguirla), a Antonio, que los aguardaba con expresión inquieta. Al alzar los ojos y verlos, casi sonrió tras comprobar que la jovencita seguía allí, pero no pudo cuando identificó a su compañía, quién en verdad intimidaba en altos grados. Les señaló donde estaba la mujer que les esperaba y acompañó hasta allá, e inmediatamente el general se dirigió hacia donde estaba la tan nombrada sibila, como si estuviera recreando la escena de una charla de negocios cualquiera, dentro de una compañía cualquiera.

Illya se tardó más en acudir. Tanteaba el terreno, como si no creyera que aquello estuviera pasando, y se trataba de un absurdo e infantil sueño. Pero no era ni lo uno, ni lo otro. Estaba sucediendo, y la experiencia que le seguiría, quería estrecharla con fuerza y asimilarla tanto como pudiera. Recordó las historias de su madre; ella nunca había visto a una sibila en persona, y menos descendiente de los mayas. Tragó saliva, mientras paso a paso trataba de acomodarse en otra silla que la dejara al frente de la tan esperada presencia sobrenatural.

Al sentarse y mirar a la anciana, inmediatamente se percató de que, en efecto, no era alguien común y corriente. Sus colores eran inmensos, como el manto del firmamento o la aurora boreal. Increíble. Se desplegaban casi por toda la habitación, sin tocarlos, pero rodeándolos, ¿sería palpable aquella visión?, ¿lo sentirían tanto Antonio como Socalo, y era por eso que el primero quería finalizar con el momento lo más pronto posible?

La sibila era pequeña y menuda, pero su aura la hacía imponente. Sus arrugas, surcadas alrededor de su pequeño rostro, eran profundas, pero más que ridículas la hacían parecer como alguien de verdadera experiencia. Estaban frente a alguien que quizá lo había visto todo, sin siquiera pedirlo. Vestía un sencillo vestido blanco, y en sus dedos chicos y rugosos coronaban varios anillos de extraña procedencia. Oro, plata, cobre, estaban hechos de valiosos minerales y se fundían como símbolos. Illya reconoció algunos, pero otros le parecieron imposibles de descifrar. Estaba frente a alguien de un nivel superior al de ella, ¡Cuánto le gustaría aprender todo lo que supiera! Pero la situación no lo ameritaba.

Luego de que la anciana observara detenidamente a Socalo, identificándole, se dirigió a Illyana con una fugaz sonrisa, como si hubiera captado sus deseos con el revoloteo de sus pequeños y jóvenes colores, nerviosos.

Se presentó como Lucía, y ante la pregunta directa del general, optó por responder con un pequeño resumen de su aparente gran revelación.

Su nombre es Xavier y antes fue un buscador, pero para su desgracia fue atacado junto a sus compañeros y a un exorcista que les acompañaba— resumió sin entrar en detalles. Illya volcaba toda su atención en ella—lo último que llegue a saber del grupo era que tanto el cuerpo de Xavier como la inocencia habían desaparecido.

Se notaba que estaba reservándose la información por Antonio, ¿era algo que no le concernía al pobre mortal? Sin pensárselo dos veces pidió que se retirara, y él accedió. Tras el ruido sordo de la puerta cerrándose tras el negociante, la sibila les sonrió a ambos exorcistas y pareció de alguna manera abrirse más. No se notaba en su rostro, ni tampoco en la posición de su cuerpo. Parecía más bien un perfume nuevo, libre, que se desprendía como una presencia indómita.

La Orden Oscura… peculiar nombre para una organización que está al servicio de Dios —fue la respuesta ambigua de la anciana ante la nueva interrogante de Socalo—Sin embargo, estoy al tanto de su autenticidad. Entiéndanme, sólo soy una anciana que lo ve todo y a la vez no observa nada. Las luces de la verdad se revelan ante mi mirada como si fuera algo cotidiano, aunque sea un error considerarlo así. Yo sólo dejo que el poder fluya a través de mí y lo comparto con quienes de verdad lo necesitan. No soy ninguna salvadora, ni tampoco un peón más en la guerra santa que se desenvuelve a su alrededor, señor Winters.

¿Qué le sucedió a Xavier y a su compañía?, ¿podría decirnos?

Sin contenerse había intervenido en la conversación. La mujer se giró hacia ella y la miró, también analizando su rostro. Illya se sintió ligeramente intimidada, ultrajada, como si alguien invadiera sus secretos más oscuros y pudiera leerlos con una facilidad imposible. Lucia sonrió de nuevo, las arrugadas mejillas enjutadas.

Xavier quiere decírselos personalmente —respondió— les espera. Les teme, pero sabe que una parte de él ansía tenerlos cerca. Es por eso que desde su renacer ha estado aguardando el mejor momento, ha estado preparando su mejor obra de teatro. Y ustedes han resultado ser las personas elegidas para vivirla y quizá… romperla. El rumbo de lo que sucederá ahora dependerá de las acciones que elijan tomar, exorcistas.

Se levantó de su asiento, pero no se movió del sitio. Parecía mirar su entorno con los ojos desenfocados. Una mirada que lo veía todo. Eran de un color barro oscuro, pero Illya juraba que en aquel momento comenzaban a blanquearse.

Con una profunda voz, que hizo encoger a la exorcista en su asiento, recitó:

Se ha ido de la ciudad, pero está cerca. Vuelve a la raíz de donde surgió, lejos y cerca de aquí. Retoma sus pasos, con esa fuerza indomable que lo descontrola, pero que le acepta gracias a un oscuro lazo. No pueden separarse, puesto que parecen ser uno.

»Sus deseos son claros: pretende darle fin a la obra que desde siglos atrás lleva desenvolviéndose como una tragedia eterna. Ingenuo, cree que lo conseguirá, sin tomar en cuenta cuántas vidas podría llevarse por el medio. No las ve, no las siente. Está encerrado en sus propios lamentos, en sus propias sombras.

»Es tétrico, su poder nace de unas entrañas moribundas que no descansarán hasta que se cumpla su último pero imposible deseo.


¿Dónde está Sibila? —Interrumpió Illya con el aliento contenido— ¿En dónde se encuentra Xavier?

Les espera, Illyana —susurró ella, y la joven sintió cómo la carne se lo ponía de gallina— allá a donde vayan las almas del Conde, como una cadena, atraídas como insectos a la luz, estará él. Los anida, en contra de la voluntad de sus amos. Quiere a la Legión entera, porque ellos serán su holocausto, y su devastadora escena final. Quizá rete a la persona que está en la ciudad, que cree poder atraerlo, cuando en realidad él los absorberá a todos ustedes. La mujer de la sombrilla incluida.

¿La mujer de la sombrilla?, ¿de quién está hablando?

Lucia despertó repentinamente de su trance. Los ojos volvieron a ser los mismos y su sonrisa regresó a ser normal. Con tranquilidad, como si nada hubiese sucedido, volvió a sentarse en su sitio y les miró. En la mesa a su frente, había una taza de té que ella tomó y sorbió un poco.

Lástima, se ha enfriado.

La exorcista la miraba con la boca entreabierta y el reflejo de su gran sorpresa brillando en sus ojos caramelo ¿Ya?, ¿eso era todo?

Son todas las pistas que puedo darles —musitó como si le hubiese leído el pensamiento— y creo que son más que suficientes, a mi parecer. Luego de que termine el ataque de Akumas que está a punto de volver a suceder en la ciudad, Xavier les mostrará el camino, de una manera indirecta, puesto que él ya se ha ido. Sólo tienen que estar atentos, y tener la mente libre. Es así como se darán cuenta.

La sonrisa de Lucia se ensanchó, de una manera tan regocijante, cuando la primera explosión resonó y se escucharon el primer coro de gritos terroríficos.

Antonio entró azotando la puerta prácticamente, con los ojos desorbitados del miedo y la impresión, jadeando como si hubiese corrido kilómetros antes de llegar a ellos.

Han vuelto —gritó.

Lucia se acomodó en su sillón y suspiró, mientras pasaba un larguirucho y pálido dedo por el borde de la taza de té. Proféticamente, murmuró:

Pero no encontrarán lo que quieren, sólo a ustedes. Por el simple hecho de ser peones.
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Mensaje por Invitado Miér Feb 17, 2010 2:55 pm

Sin duda las extrañas palabras de la mujer hicieron me arrepintiera de haber seguido a la joven exorcista. Pensé que de esa forma podría sacar alguna conclusión de lo que ocurría en esa ciudad y en especial, averiguar algo del extraño tipo. Sin embargo, la anciana salió con numerosas palabras que no tenían sentido alguno, las cuales según ella eran pistas.

-Son todas las pistas que puedo darles-

Esa fue la frase que colmo el vaso que componía mi paciencia. Ni siquiera me moleste en escuchar los comentarios que les siguieron, ya que no tenía sentido que lo hiciera, después de todo lo único que me quedaba claro era que el tipo antes era un buscador y que la inocencia que portaba podía ser la del difunto exorcista. Estaba claro que estando allí sentado no sacaría nada en claro, si quería averiguar quién era el tipo, debía comenzar con su búsqueda.

Cuando me disponía a levantarme el hombre llamado Antonio irrumpió en la sala al grito de han vuelto. Deduje por el tono de miedo que acompañaban esas dos palabras que se trataría de los akumas, a los que ya echaba de menos.

-Mira vieja bruja- dije levantándome y colocando mi mano derecha sobre la pequeña cabeza de la anciana, -no me apetecen escuchar sus cuentos para dormir, lo único que quería era que me dijera quien era el tipo- dije en tono serio, -y por cierto, ¿se puede saber quién eres tú y que haces aquí?- le dije a la joven exorcista como si acabara de percatarme de que estaba en la habitación.

Solté la cabeza de la anciana y comencé a caminar hacia una de las ventanas de la estancia en la que nos encontrábamos. Una vez corrí la cortina que impedía ver lo que sucedía en el exterior, mire hacia el cielo para divisar unas cuantas esferas metálicas.

-En realidad me da igual quien seas- dije como si yo mismo me respondiera a la pregunta, -solo te lo diré una vez, no quiero que me estropees la diversión- dije al mismo tiempo que me hacia crujir los huesos de ambas manos, -solo eres un estorbo que no puede ni con su alma, se te ve dubitativa, temerosa, se nota que eres una simple exorcista novata del tres al cuarto, por lo que dudo que seas de utilidad aquí- dije dándole la espalda y comenzando a caminar hacia la puerta.

Había pasado mucho tiempo sin cometer una carnicería y cuando tenía la oportunidad de hacerla y de paso averiguar algo sobre un tipo que parecía interesante, aparecía una exorcista para fastidiar los planes. No todos los días encontraba a alguien que desprendía una gran fuerza, algo que pude notar cuando utilizo su inocencia en ambas ocasiones.

La hora de la charla se había terminado, era momento de pasar a cosas más serias. Con este pensamiento en la cabeza abandone el hotel a gran velocidad, elevando la mirada hacia el cielo nada más salir. Allí estaban, un grupo de niveles 1 disparando sus balas envenenadas a todo aquel que se le cruzaba en el camino, los cuales se encontraban no muy lejos de mi posición. Era hora de retomar la cacería por lo que empecé a correr hacia donde se encontraban la nube de esferas metálicas.
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Mensaje por Invitado Jue Feb 18, 2010 9:59 pm

Luego de que Socalo hubiese terminado su discurso altamente insultante y ofensivo, dándose la retirada posteriormente hacia algo que según él, parecía resultar más interesante aún que lo dicho por la sibila, Illya se levantó de su asiento de golpe, su mirada rebosando verdadera furia y los puños fuertemente apretados, clavándosele las uñas en las palmas sin ella percatarse, y en realidad, sin importarle.

¡¿Pero quién se cree que es ese sujeto para insultarnos de esa forma?! —espetó sin poder contenerse. Lucía se limitó a mirar el interior de su taza y beber otro pequeño sorbo en silencio, aguardando—Solo porque es un General y se cree tener la fuerza suficiente para comerse al mundo entero, no quiere decir que valga aún más que cualquier otro —agregó furibunda y luego el rumbo de su ira cambió hacia otra dirección— ¡Me llamó debilucha! Como si él nunca hubiese pasado por ese camino. ¡Claro! lo que pasa es que su primera sincronización con la Inocencia fue por encima del 100% ¿no? Oh, gran Socalo que todo lo puede. Más bien debería llamarlo…

El berrinche sosegó varios minutos después, cuando las explosiones seguramente hechas por el General empezaron a escucharse con más frecuencia. Illya todavía mantenía el gesto tenso y furibundo, pero por lo menos, había terminado de soltar sus ciento un sarcasmos e insultos como un enorme globo que se va desinflando poco a poco. Al tiempo, cuando la habitación quedo momentáneamente en silencio, estando aún Antonio de pie y mirando a ambas mujeres con desconcierto, la sibila soltó una sonora carcajada que hizo que ambos, exorcista y negociante se volvieran hasta donde estaba. Siguió riéndose incluso cuando se le acercaron a ver si algo iba mal con ella, y luego paró poco a poco mientras tomaba una servilleta y se limpiaba las lágrimas, sosteniendo su estómago con la otra mano. Parecía haber presenciado el mejor chiste de su vida, sin ella pagar nada a cambio.

Tú superior parece tener un carácter bastante superficial y animal, ¿cierto? Fue muy divertido verle lanzar tantas palabras vacías juntas y luego irse como un pequeño niño que se rinde al primer intento en un juego—dijo al cabo de un rato, y soltó otra incontrolable risilla—Pero esa no es la actitud, Illya, así que más que estorbarle, serás de gran ayuda para poder resolver el misterio que ahora envuelve el caso de Xavier, esté Socalo allí o no, es tu misión después de todo, ¿cierto? —la castaña asintió con vehemencia y Lucia contuvo otra carcajada— Pues bien. Como has de saber, cualquier caso que se relacione directamente con lo sobrenatural no suele mostrarse tal cual como es, sino de una forma sumamente ambigua y metafórica. En mi opinión, es lo que lo hace todo interesante. Tienes noción también de que no puedo decirte más de lo que ya he hablado; no es porque no quiera, es porque sencillamente no me llega más información. Quizá sea la voluntad de Xavier, aunque intuyo que se trata de algo más fuerte que el poder del que es capaz de emitir una sola persona, ¿comprendes?

Illya comprendía, y se sentía orgullosa de que la anciana maya le hablara de una manera más técnica cuando a espiritismo se refería. Era como sentirse aceptada como una más, de aquellas personas que entienden ese mundo y desean aprender todo lo posible. Ahora se sentía cómplice de la mujer, y eso le ayudaba a formar lazos con ella y su magna presencia, cuyos colores envolvían todo el cuarto invisiblemente, como un aroma sutil pero siempre perenne.

Le agradezco que se haya tomado la molestia de hablarnos, Lucia. Como verá, no soy tan mal agradecida como ciertas bestias —agregó con sorna mientras ponía los ojos en blanco al recordar la actitud anterior del tosco general.

Será mejor que guardes esa lengua cuando estés cerca de él, que estoy segura de que no tendrá contemplación alguna contigo como escuche un insulto de tu parte. Está en su naturaleza, según puedo ver.

La exorcista bufó, pero no le replicó, dando a entender que eso también lo sabía, y bastante bien. Lucia sonrió satisfecha y le hizo una seña para que se fuera.

Nos veremos luego, Illyana. Cuando hayas resuelto el misterio quiero que me visites y hables acerca de él, ¿de acuerdo?

Será un verdadero placer, Lucia. Gracias por su mágica ayuda.

La joven alemana realizó una pequeña zalema, antes de marcharse por una de las ventanas de la habitación, dejando la estela de su elegancia y grácil aura revoloteando como una efímera mariposa en la sala. Lucia dio otro sorbo al té y puso mala cara.

¿Podría hacerme el favor de calentarme el té, Antonio? Me he estado conteniendo todo este rato, pero ya no puedo soportarlo.








Ya que el señor quiere hacerse cargo de los Akumas, entonces seré yo la que encuentre a Xavier. Bravo por usted, Socalo, siga divirtiéndose con sus amiguitos, mientras tanto cumpliré con mi misión y resolveré ésta encrucijada sola

Illya se hallaba arriba, encima de un tejado, mirando hacia la dirección donde se encontraba el General aparentemente luchando. Desde esa altura, el viento soplaba con mayor fuerza, y hacía que sus largos y sedosos cabellos castaños bailaran a su son sin mucha dificultad. Los acaramelados ojos de los que era poseedora se movían de un rincón a otro, mientras en su mente se repetía en retahíla las anteriores palabras de la sibila, buscando algún punto que coincidiera con su realidad, que le mostrase el camino hasta donde estaba Xavier.

Los Akuma se verán atraídos hasta él, formando una cadena intencional que me guiará hasta donde se encuentre. Si no hay nada parecido aún, quiere decir que Xavier no quiere mostrarnos el camino todavía, ¿seguirá preparándose junto con su escenario?

La joven exorcista asintió en silencio, respondiéndose a sí misma la cuestión. Pues claro que era así, ¿de qué otra forma sino? Lamentablemente solo debía esperar, aguardar, como un predador a su presa.

Y justamente en el momento indicado, cuando sea la hora de actuar, te encontraré Xavier. A ti, y al misterio que te envuelve, y lo resolveré
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Mensaje por Invitado Vie Feb 19, 2010 6:55 pm

No tarde demasiado en correr hacia el grupo de akumas, que surcaban el cielo. La carrera la comencé en suelo firme, pero pronto salte sobre el tejado de las casas para hacer más corto el trayecto. Era molesto tener que ir de calle en calle cuando podías atravesarlas, además de esa forma podría atacar a los akumas que se encontrasen más elevados.

Cuando me encontraba a pocos metros del grupo de niveles 1, active mi inocencia para no perder un solo segundo, sin embargo el comportamiento de las esferas metálicas hizo que me detuviera en seco. Había algo muy raro en toda aquella escena que estaba contemplando. Solo unos pocos akumas estaban disparando a los ciudadanos y edificaciones próximas, el resto se limitaba a esperar, como si estuvieran esperando algo… o a alguien.

En realidad lo que me parecía más raro es que nadie hubiera intervenido ¿Dónde estaba el tipo vestido de buscador? Lo que me hizo correr hacia allí no fueron las ganas de matar, que como eran normal seguían recorriendo cada fragmento de mi cuerpo, lo que hizo que me diera prisa fue la idea de ver al llamado Xavier. El tipo resulto ser interesante debido a todo el misterio que le envolviera y las ganas de desvelarlo hacían que apartara mis instintos asesinos a un lado.

Diez de los akumas que allí se encontraban, se giraron hacia mí y comenzaron a disparar sus numerosos proyectiles, a lo que yo respondí cortándolos a todos en numerosos trozos. Cuando acabe, caí en lo que parecía ser un callejón poco transitado, seguramente debido a los akumas o por los numerosos desperdicios que allí había. Por lo visto allí se encontraban numerosos cubos y contenedores con basura, como si fuera el principal lugar en donde echar los desperdicios.

-Raro- pensé observando que el resto de enemigos no se molesto por las explosiones de sus compañeros, -esto cada vez es más raro, y por lo tanto lo hace muy interesante- dije casi susurrando.

Al empezar el día entre en la ciudad en busca de algún akuma al que descuartizar, pero el misterioso tipo hizo que mis prioridades cambiaran. Quería volver a verlo, tenía que saber que pasaba realmente, pero sobre todo debía castigarlo por tratar de eliminarme, mediante los simples humanos. Era posible que la inocencia le estuviera controlando, pero eso no impediría que le asestara un puñetazo en medio de la cara.

En el momento en el que me disponía a continuar con la matanza, en mi cabeza resonaron unas palabras que no hacía mucho que las había oído.

-Se ha ido de la ciudad, pero está cerca. Vuelve a la raíz de donde surgió, lejos y cerca de aquí. Retoma sus pasos, con esa fuerza indomable que lo descontrola, pero que le acepta gracias a un oscuro lazo. No pueden separarse, puesto que parecen ser uno-

¿Era posible que esa anciana no estuviera tan loca como pensaba? ¿Era posible los akumas intenten hacerle aparecer pero este ya no esté cerca? Hasta el momento no había rastro de él, por lo que debía de suponer que unas cuantas explosiones no le harían salir sino podía escucharlas.

-Está claro, elimino a esta basura y comenzare a registrar los alrededores de la ciudad- pensé mientras hacía crujir el cuello.

Nuevamente me detuve antes de ir de cacería. Esta vez la razón era un nivel 2 que acababa de llegar volando y que parecía reagrupar a todo todas las maquinas de primer nivel.

-Escuchar quiero que vayáis hacia el sur, no se para que me molesto si es inútil que entendáis algo- dijo el nivel 2 que poseía un aspecto parecido a una avispa, -ir hacia allí- señalo hacia el sur de la ciudad.

-Todavía estáis aquí- dijo otro nivel 2 que acababa de llegar corriendo por una de las calles, -los niveles 3 dijeron que habían sentido algo cerca de un templo que estaba al sur de la ciudad- dijo el caminante.

-Ya lo sé pero debía de guiar a estos inútiles para que no la fastidien- dijo el volador.

-Está bien, pero además deberías de saber que han divisado a la chica exorcista en esa dirección, te la dejo a ti que yo voy a por el objetivo principal- dijo el caminante, tras lo que salió corriendo.

Al escuchar sus palabras me percate que el hotel estaba en esa dirección. Lo que significaba que ese grupo se encontraría con la inútil de la chica. Si bien no me importaba lo que le ocurriera, eso entorpecería la búsqueda del otro tipo, después de todo ¿para qué registrar los alrededores de la ciudad si te podían llevar allí? por lo que debería de seguirles y esperar que nada ni nadie los entretuvieran demasiado.


Última edición por Metron el Dom Feb 21, 2010 7:20 pm, editado 1 vez
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Misión a México. The True Exorcist [Illya Van Kindlmüller & Winter Socalo] - Página 2 Empty Re: Misión a México. The True Exorcist [Illya Van Kindlmüller & Winter Socalo]

Mensaje por Invitado Dom Feb 21, 2010 7:10 pm

La cadena de la que tanto había hablado la Sibila empezaba a formarse frente a los ojos de Illya. Había abandonado el hotel, y ahora se encontraba a unos tejados lejos de él, pero no lo suficiente como para no perderlo de vista. El edificio era alto, de tantos pisos como helados ella podía devorar cuando se sentía ansiosa para variar. Helados. El estómago le rugió un poco, y apenada aunque no hubiera nadie cerca para mirarla, se llevó una mano hasta allá y lo acarició suavemente.

Cuando esto termine prometo que me tomaré por lo menos tres copas de fresa y chocolate —musitó para sí misma mientras la idea le hacía sonreír encantadoramente.

Justo en ese momento, el primer Akuma pasó volando por encima de su cabeza y la ignoró olímpicamente. Eso fue más que suficiente como para hacer que la exorcista tomara un ángulo menos obvio y quedara oculta de la horda que empezaba a desplegarse en dirección al sur.

Muchos pasaron cerca del hotel, pero al cabo del tiempo se alejaban y marchaban a una dirección fija, como hormiguitas directo a su madriguera luego de haber estado rumiando la zona. Un zumbido hizo que la alemana girara la cabeza hacia su espalda y estuvo a tiempo de agacharse antes de que la parte inferior de un Akuma volador, semejante al de una avispa, le embistiera. Pareció tampoco percatarse de su presencia, pero Illya notó que buscaba a alguien por encima, y al no encontrarlo, se enrabietaba.

¿Una presa más fácil que el general, quizá?

El pensamiento, y lo obvio del asunto en parte le hizo enojar, y por otro lado le impelo a actuar con mayor cautela. Con habilidad se bajó del tejado, con dos pequeños pero potentes saltos, y aterrizó a tiempo para mirar como la procesión de Akumas se formaba como una verdadera cadena en dirección sur. Illya miró a lo lejos, tanto como lo permitía su posición y se dio cuenta que más allá de la ciudad, en lo alto, se ubicaba la silueta ensombrecida de una edificación enorme.

¿Acaso podría ser un templo antiguo?, ¿es allá donde estás, Xavier?, ¿ahí pasó todo lo que sucedió antes de que te convirtieras en lo que eres ahora?

Si no fuera porque ella no era adivina, hubiera pensado en el acto que en efecto, así era. De todas formas se suponía la afirmación más obvia que podía pensar. Justamente los Akumas sobrevolaban hacia allá, como un conglomerado público asiste a su mejor interpretación teatral predilecta.

Su instinto le decía que si eso era así, entonces Socalo también estaría dispuesto a seguirlos hasta allá. De modo que consciente o inconscientemente, terminarían reuniéndose en el mismo sitio.

Pero por medios distintos, por favor.

Minutos más tarde, Illya se hallaba montada sobre un corcel, saliendo por el lado sur de la ciudad hacia sus afueras, y más allá, donde se alzaba el evidentemente templo maya, hecho ruinas por la conquista colonizadora muchos años atrás. La conciencia le remordía ligeramente dentro, puesto que no había conseguido al caballo por métodos honestos. Solo lo había visto allí, amarrado a un carromato abandonado a su suerte en frente de la entrada de un bar. Supuso que el dueño se entretenía dentro y con discreción se hizo de él. De todas formas el animal parecía más alegre y vivaz con ella, que con su verdadero amo.

El viento empezó a ser más fresco, casi frío, al salir del enclaustramiento de tantos muros, edificaciones y construcciones juntas. La libertad de la naturaleza brillaba a su alrededor, siguiendo un camino de tierra que doblaba hacia una dirección opuesta más adelante, y que con el tiempo, dejó atrás. Todo verde y pastoral, mezclado con árboles salvados de la tala y que se mecían de un lado a otro por el viento del sur.

Arriba en el cielo, puntitos que ella identificó como Akumas flotaban en la misma dirección suya. Al verlos, y luego de algunos segundos meditando, mientras el caballo corría ágilmente por la tierra y la grama, Illya ladeó la cabeza y frunció levemente el ceño como si algo le extrañara. Era así.

¿Cómo pueden estar tan seguros de que Xavier se encuentra en esa dirección?

Repentinamente, el cielo del más allá se iluminó de un verde que ella reconoció al instante, salpicando a las nubes de pálido y enfermizo color. Venía de lo alto del templo. Seguramente era Xavier. Se escucharon remotos ecos de explosiones, y nubes ocre levitaron temporalmente junto a las otras, en la inmensidad de arriba.

Illya se permitió sonreír con una dulzura irónica que encantó su ya precioso rostro, tras ver aquella explícita respuesta que ella no había solicitado.






Como si se acercaran, como si pretendieran marchar hasta acá para conseguirlo…

Un gramo de esperanza…

¡Ayuda!, ¡no nos hagan daño, no estamos infectados!

Pero vengan… los espero. El mal debe ser erradicado…

Yo no participe en esta guerra para acabar así.

Pero tiene que terminar. Le pondremos fin.

Ojalá alguien escuchara mis plegarias… está oscuro, y no puedo respirar.

Le había dicho al capitán que no los dejara ir… que no permitiera que se fueran.

Akumas y exorcistas, por igual, todos son falsos y merecen ser eliminados del mapa.

¡La peste!, ¡esta absurda situación debe terminar ya!

¿Los mataremos?

¿A todos?

Si.


Las voces callaron con tal decisión unánime. Y el templo quedó en un infinito, solemne silencio.
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Mensaje por Invitado Lun Feb 22, 2010 8:55 pm

Off: Siento la tardanza, exámenes ._. malvados me absorben.


La casa de por si sola no hubiera levantado las sospechas de nadie en ese lugar, era pequeña y era igual que cualquiera de las que se pudieran encontrar por la ciudad, quizás el pequeño detalle que tenían las tejas, parecían ser de un tipo de material que retenía el calor que emanaba de los rayos del sol, también destacaban las lunas pues tenían diferentes motivos dibujados en colores ocres en el cristal. La puerta de color nogal, seguramente sería de Ceiba, una madera que parecía ser típica de ahí. Mi mano avanzó lentamente hasta que las yemas de los dedos rozaron el picaporte, de tacto frío construido con algún tipo de metal pesado, su forma imitaba un rostro infantil de pronunciadas mejillas.

Era la primera vez que dedicaba tanto tiempo para decidirme a tocar una puerta, no era emoción, tampoco miedo o incertidumbre, aquello que me invitaba a estar inmóvil frente el umbral de aquella casa era sin duda alguna la idea de entrever algo de todo el misterio que rodeaba al hombre que se hacía llamar “el verdadero exorcista”. No estaba segura de querer saber lo que ocultaba el antes buscador…

“¿Qué es lo que ocurrió para que te hayas maldecido de tal manera?”

Aquel pequeño hombre en traje de color crema de algún modo lograba preocuparme cuando Hao, “Nana”, había barajado la posibilidad de que estuviera usando algo que no le pertenecía. No era mi trabajo “sufrir” por otros, sin embargo mi misión ahora me pedía averiguar que era lo que sucedía, precisamente por eso, había usado la información que el conde me había dado, para encontrar a uno de los akumas que había asegurado que conocía al buscador, cuyo escondite se encontraba a unos centímetros de mis dedos.

La cabeza repicó contra la madera con fuerza, provocando que del interior de la casa surgiera un sonido profundo y tétrico, logrando así que prestara un poco más de intención a lo que estaba haciendo ahora. Sentí como Hao se abrazaba con fuerza a mi cintura, la akuma de nivel dos se encontraba bastante turbada desde nuestra llegada a la capital, me preocupaba la manera en la que los akumas se estaban comportando, quizás solo fueran paranoias de una neurótica, la realidad era, que ya no había vuelta atrás. Todos íbamos a mover nuestras piezas en un significativo movimiento final.

Pasaron varios minutos antes que la puerta se abriera, frente a nosotras se hallaba una mujer de mediana edad, la piel de la extraña comparada con la mía era tostada, tenía unos profundos, sus profundos castaños se clavaron en las desconocidas que se encontraban delante de ella, por su expresión cansada y a la vez asustada pude comprender que sabía quienes eran los que habían llamado a su puerta.

-¿En que puedo ayudaros? –Preguntó con un hilo de voz, apagada e intranquila.

-Buscamos a Naamah. –Respondí, acariciando en la cabeza a Hao, la cual seguía agitada por la situación. –El Conde nos ha enviado.

La mujer movió ligeramente la cabeza, haciendo que sus largos cabellos azabaches ocultaran la mitad derecha del rostro, dándole un aire más sombrío a su ya siniestra expresión. Se hizo a un lado, tomándose su tiempo antes de dejar que cruzáramos el umbral de la puerta.

-Seguidme, por favor. –Fue lo único que dijo antes de perderse en el pasillo que daba a nuestra derecha.

Hao decidió tomar su forma de akuma, al notar el peso de la máquina de ojos rojos no pude evitar carraspear levemente, la actitud que estaban teniendo todos empezaba a molestarme también. Seguí caminando por el pasillo, el cual era estrecho y carecía de cualquier tipo de luz, ni natural ni artificial.

-¿Por qué tanta oscuridad? –Pregunté sin mucha curiosidad cuando mis manos toparon con lo que parecía ser una ventana tapiada desde dentro, la mujer se detuvo y podría jurar que la mirada que me dedico estaba llena de desdén e ira contenida, esperó un par de segundos antes de empezar a caminar, cintando “Al señor no le gusta la luz”.

La habitación que la mujer nos obligó a cruzar era sin duda más oscura que el pasillo anterior el único detalle revelante de aquel lugar era el olor nauseabundo que lo inundaba. Pude reconocer una nueva respiración, diferente a la de nosotras tres. Dentro de la estancia poco podía entrever, sutiles movimientos, producidos por esa cuarta persona que aún no hacía mención de querer dar más señales de vida que las que ya había dejado “sentir”.

-Mi nombre es Elaine. –Dije finalmente, luego de varios minutos de silencio que hicieron que la poca paciencia que tenía se esfumara. –He venido por el fenómeno ocasionado por el que se proclama “Verdadero Exorcista”. El Conde me dijo que usted era uno de los que le identificó… Más concretamente dijo, que asegurabas que había sido una de las victimas de los akuma que había por aquí antes… Necesito respuestas, y no tengo tiempo que perder, así que respondes por las buenas, o lo harás por las malas.

Lo único que obtuve como respuesta fue el silencio, capté un leve movimiento, producido por la mujer sin nombre que se encontraba a mi derecha. Con perezoso andar, se había deslizado hacia un lateral de la habitación, para mover un poco una de las tupidas cortinas de color bronce que cubría una ventana, más bien algo que recordaba a un pequeño rosetón, la luz que lo atravesaba hacia que los diferentes colores de la luna crearan pequeños destellos que reflejaban caleidoscópicas figuras en contra del suelo.

Por el grito ahogado de Nana pude comprender que la tenue luz coloreada era suficiente como para que la silueta de quien se hacía llamar Naamah se pudiera distinguir claramente, y así era. Los destellos del sol ahora iluminaban una grotesca figura humanoide que se encontraba sentada en un diván. No debía medir más de 180cm de alto, de tez extremadamente pálida, algunas zonas de su cuello se veían moradas, y de entre la bata que le cubría se podían ver yagas… que eran sin duda lo que ocasionaba aquel olor a muerto.

Los ojos marrones de lo que se suponía era un hombre se clavaron en mi, su mirada inerte parecía no haberse movido desde el momento en que había entrado, parecía no haber parpadeado para poder seguir manteniendo su mirada, fue entonces cuando me percaté que el hombre tan siquiera tenía pestañas lo que le hacía verse extraño.

-En realidad nosotros no fuimos quienes terminamos del todo con ellos. –Dijo finalmente el hombre, hablando por medio de la mujercita que se encontraba junto a la ventana, control mental, parecía.

-Te escucho, Naamah. Es hora que me descubras la verdad.

La mujer de nombre desconocido soltó un leve grito, algo parecido a un lamento en un tono tan bajo que podría haber helado el corazón de cualquier persona normal, se dejó caer al suelo apoyando sus manos con dificultad contra el piso, jadeando y observándome una expresión de profunda agonía.

-No hay nada bueno en la verdad, señorita Elaine, solo encontrará su final, y dolor. No hay más que dolor… Desde aquel día. –Me gritó la mujer, a la cual decidí dejar de mirar porque su expresión desencajada por el terror empezaba a provocarme arcadas, decidí mirar al hombre en descomposición, el cual seguía sin quitarme los ojos de encima.

-¿Qué ocurrió…?

Otro grito de dolor, hizo que mi preguntara quedara sin terminar, esa vez había logrado que me recorriera un escalofrío por la espina, aquella visión me revolvía el estomago, y me sacó un grito ahogado cuando la mujer me agarró de una pierna.

-Nuestro amo nos mandó al templo que se hallaba al sur de la ciudad, habían estado ocurriendo sucesos lo suficientemente extraños como para creer que eran producidos por una inocencia. –Dijo entre sollozos la mujer, abrazándose más fuerte a mi pierna. –… No fuimos los únicos atraídos al lugar, nuestro amo quiso acorralar al exorcista y a esos buscadores dentro del templo… -La mujer volvió a gritar, llevándose las manos a la cabeza, siguiendo con sus alaridos cargados de agonía. -¡¡No puedo más!! ¡¡¡Me duele, amo, suélteme!!!

No comprendí muy bien, el porque terminé por decidirme a caminar hacia la figura pútrida que no paraba de miraros y asestarle la sombrilla en el estomago, haciendo que así los gritos de la mujer cesaran.

-¿Qué pasó? –Inquirí, sintiendo un ligero escalofrío cuando la mujer, que al aparecer era otro akuma, empezaba a retorcerse en el suelo soltando gritos ahogados.

-Aquel… a quien se le fue tendida la trampa… los arrastró a todos, al amo… a mis hermanos… a sus semejantes… sus espíritus aguardan inquietos en las entrañas del templo… -La mujer volvió a gritar de nuevo, justo cuando una corriente eléctrica salida de la sombrilla recorría el cuerpo del otro akuma. -¡¡Señor, duele!! –Gritó de nuevo, logrando que cerrara los ojos para evitar así seguir mirando. -¡¡Ahh!!... No importa… la VERDAD… la verdad no importa, vamos a morir todos de igual forma.

Con aquellas últimas palabras liberé toda la energía de la materia oscura para que dañara lo suficiente al akuma por nombre Naamah, para que se viera obligado a liberar a su “sirvienta”, sintiendo como Nana se apegaba a mi presa de la emoción que debiera sentir en ese momento.

-Nana. –Susurré.

-¿Mi señora? –Preguntó tentativamente, la akuma.

-Quiero que te lo comas, luego buscarás a Derain y a Kälorm para marcharos de aquí, ya no os necesito. –Terminé por decir, antes de dejar a la pequeña akuma en el piso. –Nos veremos en casa. –Dije en un susurro para luego dirigirme hacia la salida de la casa.

Había algo que me turbaba de lo que aquella máquina estúpida había dicho. Habían sido atraídos por la presencia de una inocencia, y al menos como me lo imaginaba yo ahora, el exorcista encargado de esa misión había sacrificado a todos, inocentes y no tan inocentes, para asegurarse de que la inocencia no había caído en malas manos. ¿Cómo había sobrevivido ese buscador? ¿Estaría usando la inocencia del exorcista o la que supuestamente se encontraba en aquel templo? Fuera como fuese, aquella visita no me había proporcionado más que nuevas preguntas, y una sensación de alerta que podía con mis nervios.

La sorpresa fue, cuando me percaté que los akuma que había dejado merodeando por el pueblo, para que fueran haciendo de las suyas, mientras intentábamos saber más acerca de aquel hombre de traje crema, se dirigían hacia el sur de la ciudad, parecían ignorarme a pesar de que supieran quien era yo.

“Vamos a morir todos de igual forma”

Me encogí de hombros, mientras sacaba un caramelo rojo de mi bolsa y me lo llevaba a la boca, con la intención de seguir a la hilera de akumas. Quería saber que había sucedido en aquel lugar, aunque eso significara, morir con el resto de los que se suponía que eran todos.
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Misión a México. The True Exorcist [Illya Van Kindlmüller & Winter Socalo] - Página 2 Empty Re: Misión a México. The True Exorcist [Illya Van Kindlmüller & Winter Socalo]

Mensaje por Invitado Mar Feb 23, 2010 9:35 pm

Decidí mantenerme por detrás del grupo de akumas, corriendo por las diferentes calles y ocultándome de la vista de aquellas maquinas voladoras. El plan era sencillo, llegar hasta el templo utilizando como guía a los distintos akumas y una vez allí, dar con el llamado Xavier para ajustar cuentas por sus acciones anteriores.

No tardamos en llegar donde se encontraba el hotel y no muy lejos de él, pude divisar como la exorcista esquivaba un ataque procedente del nivel 2, para poco después marcharse a algún lugar. Decidí no prestarle atención a la chica y concentrarme en mi mismo, al fin de cuentas no la necesitaba para nada.

Tras esos momentos de espera, continúe mi persecución, la cual poco a poco me conducía a las afueras de la ciudad. Mientras atravesaba las diferentes calles, corriendo espada en mano, veía el rostro de miedo que muchos de los ciudadanos ponían al contemplar el paso de aquella cantidad de monstruos.

Salimos de la ciudad para adentrarnos en un espeso bosque, pese a que esas maquinas sobrevolaban desde lo alto de las copas de los arboles, yo me limite a correr por el verde suelo que cubría las afueras de la capital mexicana. Pese a la diferencia de altura, podía escuchar claramente el escandaloso ruido que hacían al volar, estaba claro que ya no solo se trataban del grupo al que estaba siguiendo en un principio, sino que se habrían unido a otros de diferentes niveles, que por lo que parecía también se dirigían al mismo lugar.

Pronto llegue a un pequeño claro y no pude evitar elevar la vista para ver cuántas presas en total volaban sobre mi cabeza, pero el numero que divise era más del que podía esperar en un principio. Era como si un batallón entero de esas maquinas asesinas, habían sido enviadas a esa ciudad, lo que dejaba claro que el conde quería acabar con el tipo y apoderarse de su inocencia al precio que fuera.

-¿Pero qué?- pregunte al ver como un rayo de luz verde se elevaba en lo alto del cielo.

Estaba claro que debía de pertenecer al extraño tipo y si no quería que se me adelantaran debería incremental la velocidad todo lo que pudiera, por lo que sin pensarlo más, empecé a correr lo más rápido que podía, para así llegar a mi destino en el menor tiempo posible.

En poco tiempo llegue a lo que parecía ser un viejo templo maya, el cual pese a que se encontraba en medio del bosque, permanecía doscientos metros separado de toda vegetación. La construcción era bastante más grande de lo que había imaginado en un principio, su altura máxima rondaría los veinte pisos de altura y el terreno que ocupaba en el suelo tampoco se quedaba atrás, ya que por lo que podía observar desde el exterior, el ancho rondaría los quinientos metros. Se podía apreciar como varias partes de la estructura, habían sido derivadas con el paso del tiempo y ahora se podían ver claramente diferentes huecos en las paredes, así como varias de las zonas más altas habían caído al suelo que ahora pisaba.

Observe como pese a la gran cantidad de akumas que se habían concentrado, ninguno de ellos se decidía claramente a acercarse al templo, era como si el rayo de luz que había visto antes los hubiera atemorizado hasta tal punto que temieran por sus vidas.

-Ellos pueden esperar- dije mientras caminaba hacia uno de los huecos que habían en las paredes.

Estaba decidido a encontrar al que se hacía llamar verdadero exorcista y lo haría aunque tuviera que echar abajo todo el lugar, no estaba por la labor de comenzar una búsqueda que seguramente podía llevar horas.

Una vez entre dentro y había caminado un par de pasos, me detuve en seco. La sala en la que me encontraba en una simple habitación, la cual era poco más grande que la sala en la que hable con la anciana, pero eso no era lo que hizo que me detuviera, sino que el causante fue unas extrañas voces que resonaba de forma alejada, por todo el lugar.

-Tengo miedo, tengo miedo-

-Pronto todo terminara-
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