Misión a Egipto [Metron-Faith-William]

Ya sobre su camello, animal extraño y terriblemente sospechoso para la niña debido a sus misteriosas jorobas, Faith y Metron pudieron comenzar inmediatamente su viaje en dirección a la ubicación actual de la pirámide gracias a que el pelirrojo había convencido mediante mentiras a ese grupo de saqueadores que los guiaran hacia allá. Ese tipo de gente era tan fácil de manipular; un poco de dinero y estaban de tu lado.

El camino era lento por el calor del potente sol, el paso lento de los camellos, la nula conversación entre los viajeros y el interminable desierto que al horizonte sólo reflejaba arena y más arena. A medida que avanzaba el tiempo, el calor, que había permanecido tan potente y asfixiante que obligó a la niña a quitarse su chaqueta de exorcista y ponérsela sobre la chisteria para protegerse a ella y a Clareon de los rayos solares, comenzó a disminuir lentamente, muy lentamente de intensidad.

Luego de más de una hora de continuo silencio, los saqueadores, quienes iban a la cabeza de la caravana, se agruparon aún sobre sus camellos y sin detener su tortuguesca marcha y comenzaron a hablar intentando que ellos no los oyesen, aunque no lograron aquello; sus voces llegaban claras, aunque a un volumen más bajo por supuesto, hasta donde estaban Metron y Faith.

-¿Tú crees que ésos sean hijos de ricachones como dicen serlo? -cuestionó desconfiadamente a quien parecía ser el líder de la banda.

-¡Por supuesto que sí! ¿Ya les has visto la pinta que traen? Les puedo asegurar que en sus chaquetas, esas cruces realmente son de plata auténtica y ese aire de falsa humildad... créanme, con este par y los tesoros de la pirámide, nos sacamos el premio gordo -murmuró con plena confianza aquel tipajo de tez morena y ojos pequeños y negros.

Los demás prefirieron no contradecirlo.

El tiempo continuaba pasando y el calor continuaba desintensificándose a medida que el ocaso se acercaba. Cuando ya Faith estaba cansada de no ver más que arena, camellos y esos graciosos alacranos alados que pululaban por el vasto cielo cual molestos mosquitos, algo cambió en el horizonte. Un punto a lo lejos fue lo que apareció ante sus ojos, señalándoles que faltaba poco para llegar y que todo el camino hacia allá, molesto, cansino y caluroso, había valido la pena. La pirámide que realmente trataba, según uno de los saqueadores, la tumba de Merenptah por fin hizo su aparición.

Tras un largo y tortuoso trayecto, llegamos a la famosa pirámide que desaparecía y aparecía. Poco a poco el camello en el que viajaba junto al extraño grupo, me acerco hasta varios metros de la entrada, quedándonos a unos cien metros escasos. Alrededor no parecía que hubiese nada fuera de lo normal, solamente estaba el vasto desierto que se extendía alrededor de la maravillosa construcción.

El grupo de saqueadores aligeraron su paso, llenos de codicia y ganas de conseguir tesoros como en los que se mencionan en los cuentos infantiles, se les veía impulsados por un fuerte deseo por obtener más oro y riquezas que nadie en este mundo. No todos los hombres fueron corriendo hacia la entrada de la pirámide, ya que el que parecía el líder se acerco lentamente hasta donde me encontraba.

-¿Dónde están vuestros padres?- pregunto con algo de enfado en la voz.

Parecía que no le había hecho gracia que no estuvieran las personas ricas que le había dicho, en sus ojos se podía apreciar cierta rabia e ira contenida. Al ver que el hombre estaba dispuesto a todo prefería alargar la mentira un poco más, lo último que quería era comenzar una pelea en la que casi seguro dañaría a aquel hombre.

-Nos dijeron que entrarían en la pirámide- dije sonriéndole, -no te preocupes…-

Antes de terminar lo que iba a decir el suelo comenzó a temblar, un grupo de unos veinticinco akumas salió de la arena. Todos eran niveles 1 y no tuvieron ningún problema con comenzar a disparar hacia el grupo de hombres que corría hacia la entrada de la pirámide.

De entre la arena, ocultos desde quién sabía qué momento, un montón de Akumas de primer nivel surgieron como una verdadera plaga, comenzando a descargar sus balas de sangre contra los inocentes saqueadores que no sabían el peligro que corrían.

Faith aún estaba sobre su camello cuando los demonios emergieron del suelo. El animal, asustado, se paró en dos patas y, botando al suelo a la niña cuya caída no fue dolorosa gracias al efecto amortiguador de la arena, corrió junto a los otros camellos que intentaban escapar. Sin embargo, todos los animales que intentaron huir fueron alcanzados por varias balas de sangre, por lo que sus cenizas se mezclaron rápidamente con la arena, escondiendo entre la misma las monturas.

-Vinieron a la boca de lobo -musitó con una amplia sonrisa ensanchándose retorcidamente, al tiempo que, aún de espaldas sobre la arena, se quitaba su chisteria de la cabeza y dejaba que sus negros y cortos cabellos se ensuciaran y enredaran con la arena-. Actívate, Clareon~ -y la chisteria se activó con un brillo verde mucho más intenso que las veces anteriores.

Se levantó con la inocencia firmemente tomada con su diestra y, clavando la vista en los Akumas que estaban más cerca que ella de la pirámide, siguió sonriendo.

-Boomerang -dijo lanzando la chistera con fuerza y destreza, permitiendo que la inocencia se dirigiera hacia las esféricas máquinas demoníacas del Conde.

Mientras su inocencia volaba, destruyendo un par de Akumas al instante de impactar contra ellos, Faith notó algo extraño en la pirámide. Por un segundo, y estaba segura que no había sido cosa de su mente, la imagen de la pirámide se distorsionó antes de volver a la normalidad.

-Suena... ¿no será? -murmuró al tiempo que emprendía carrera -apenas y podía llamarse a sí por la lentitud con la que iba debido al irregular terreno- hacia la pirámide para ingresar al interior de ésta.

Las explosiones sucedían una tras otra, pero no todas eran provocadas por la inocencia de la menor. Su chisteria había destruido a tres Akumas antes de volver a su mano, mas aprovechó el hecho que aún le faltaban unos pocos pasos para llegar a la entrada de la pirámide y lanzó una vez más la chistera, destruyendo a varios Akumas más.

-La pirámide... quiere marchar, tiene miedo de monstruos -se decía a sí misma viendo fijamente a la pirámide, como si no hubieran Akumas peligrosos a su alrededor.

Sin haber recibido aún su chistera en sus manos, pues ésta aún no completaba su órbita, Faith logró llegar a la entrada de la pirámide. Los saqueadores que se habían precipitado a ésta no se veían por ningún lado, por lo que supuso que habrían perecido por el ataque de los Akumas.

-¡No dejes que se te escape el tesoro! ¡Ve a por la niña y así pedimos un rescate! -exclamó con voz autoritaria uno de los pocos saqueadores que aún quedaban en pie.

-Inocencia activada- dije bajándome del camello y cogiendo mi alabarda.

Vi como mi compañera se precipitaba hacia la pirámide al tiempo que atacaba a los akumas, seguí su ejemplo y comencé a correr hacia la entrada, lance mi alabarda de forma que esta volase y fuese destruyendo a varios akumas. Una vez volví a tener mi arma entre mis manos, seguí corriendo hacia la entrada.

Cuando me estaba acercando pude ver como la pirámide emitía un resplandor extraño, tal y como dijo el arqueólogo, que encontré en las otras dos pirámides. Eso podía significar que se iba a marchar de aquel lugar por lo que debía de darme prisa para llegar antes de que eso sucediese.

Ya solo quedaban unos pocos akumas volando sobre la arena del desierto, dado a que casi todas sus víctimas fueron convertidas en polvo, habían fijado sus disparos hacia los únicos supervivientes que quedaban en pie, los dos exorcistas no tendríamos dificultad en esquivar sus balas, sin embargo el líder de los saqueadores y dos hombres más que pertenecían a su grupo, no podría esquivar sus ataques.

-Alabarda voladora- dije lanzando nuevamente mi arma antes de llegar a la entrada de la construcción.

Mi arma sobrevoló el cielo destruyendo a los pocos que aun quedaban en el aire y una vez hechos su trabajo regreso a mis manos. Una puerta comenzó a bajar lentamente para cerrar la pirámide, antes de que llegara hasta el suelo los tres hombres que habían sobrevivido llegaron al interior, casi arrastras.

Finalmente la pirámide se cerro y desapareció envuelta en un fuerte resplandor, tal y como dijo el arqueólogo. Había conseguido lo que quería, que era llegar al interior de la misteriosa construcción, lo único que quedaba era encontrar lo que causaba el fenómeno.

Segundos antes que la puerta, del mismo material que la pirámide, cerrara la pirámide para transportarla hacia algún remoto lugar de Egipto, la chisteria volvió a las manos de Faith. No obstante, ésta no alcanzó a recibir a la inocencia en sus manos, pues uno de los saqueadores que había sobrevivido y se había colado al interior de la milenaria construcción la tomó en brazos y cubrió su boca con una de sus grandes y callosas manos.

En primera instancia, la niña no sintió nada, por lo que no hizo nada. Mas, al darse cuenta de lo que le estaban haciendo, ese enojo con el que poco a poco se estaba familiarizando vino a ella. ¡¿Quién osaba tocarla a ella?!

-Quieta niña, si no quieres que te haga daño -ordenó con voz cruda el hombre que la tenía en brazos, pensando que si la tenía con él, tenía asegurada una gran suma de dinero pidiendo un rescate a sus "padres millonarios"-. Ahora, tú, llévanos con tus padres si quieres a tu hermana en una pieza -dijo a Metron entre la oscuridad, pues con la puerta cerrada, ya no entraba siquiera un mísero rayo de luz.

No obstante, la oscuridad en la que se hallaban de sopetón se vio iluminada por unas antorchas que estaban colocadas en las murallas, las cuales anteriormente no habían visto, y que se encendieron casi por arte de magia. Gracias a esto, pudieron contemplar como un largo pasillo no muy ancho se perdía allá lejos y que, más o menos a los cinco metros, se ramificaba en distintos pasillos que se perdían y mezclaban sin patrón alguno.

Un gutural sonido acompañado por el de unos pasos asustó a los saqueadores, logrando que el que tenía atrapada a Faith la soltara para retroceder asustado hasta toparse con la muralla.

-Clareon sucio -musitó con preocupación la pelinegra tomando entre sus manos la chisteria para quitarle el polvo y la arena que lo cubría y ensuciaba su lustroso color negro.

Aquel sonido volvió a resonar en el interior de la pirámide, ahora siendo acompañado por gritos lejanos y apagados. ¿Qué había al interior de esa pirámide? Quizás un Akuma, quizás Inocencia, quizás una momia... ¿quién sabía?

Faith, colocando nuevamente la chistera en su lugar adecuado y lanzándole una gélida mirada al saqueador que la había intentado apresar, miró a Metron y luego miró hacia el frente, comenzando a caminar por el pasillo.

En el momento en el que las antorchas se encendieron y vi como uno de aquellos hombres había agarrado a mi compañera, pero antes de que pudiera decir o hacer nada, un grito se pudo escuchar desde la profundidad de los túneles. Ese imprevisto hizo que Faith fuera liberada por el hombre, para que después se encaminara hacia el interior de la pirámide.

-Os diré una cosa para que os quede clara- les dije a los supervivientes, -nosotros somos exorcistas y nuestros padres no están aquí, si se os ocurre hacernos algo a mi compañera o a mí, os aseguro que lo lamentareis- tras decir eso comencé a caminar por el túnel recién iluminado.

El grito provenía de uno de aquellos largos y laberinticos, túneles. Seria difícil dar con el adecuado y más con aquel trió de saqueadores de tesoros, detrás de nosotros. No parecía que mis palabras les hubiesen causado miedo o duda, si no que todo lo contrario. Nos seguían sin quitar sus ojos de nuestras espaldas, esperando el momento para hacer algo inesperado.

Al llegar a la primera bifurcación, una pequeña medalla de oro brillaba desde una de las paredes del camino de la derecha. Sin pensarlo demasiado uno de aquellos hombres se precipito cuchillo en mano, hacia su preciado tesoro, el problema estuvo que en cuanto estuvo enfrente del objeto dorado, el suelo debajo de sus pies cedió. El hombre cayó hasta el fondo de un estrecho pozo, en el que al final no había otra cosa que varios pinchos en los que el hombre fue ensartado.

-Sera mejor que llevemos cuidado por donde caminamos Faith- dije algo sorprendido ante la muerte inesperada de aquel hombre.

El infortunado destino de uno de los saqueadores divirtió a la menor, aunque en parte la decepcionó; ahora no podría dárselo a Clareon como tributo. Como fuera, escuchó a Metron decirle que debían ir con cuidado y con un gesto perezoso y mecánico asintió, pues realmente no lo estaba escuchando, como siempre.

Continuaron caminando, ignorando los tres pasillos laberínticos que se abrían ante ellos y que parecían llamar a los saqueadores por los tenues brillos dorados al final de tan largos túneles.

A medida que sus pasos devoraban paulatinamente los metros que los separaban del origen de los gritos, éstos se volvían cada vez menos frecuentes, pero más audibles. Para Faith, aquello era la cosa más clara que tenía en aquel lugar encerrado y que, como se podía imaginar, poco a poco se volvía más caluroso.

-Viven -dijo repentinamente al aire, pero, en segundo plano, dirigiéndose a Metron. Por supuesto, sus palabras tan poco coherentes y aparentemente inconexas con las demás frases que le seguirían, referían a los dos saqueadores que los acompañaban-. Tanto deseo... ¿puede? -cuestionó pensando en la avaricia que brillaba en los ojos de esos hombres.

Luego de la primera trampa, esos dos habían evitado caer en las tentaciones menores que se les presentaban a medida que avanzaban. Seguramente estaban esperando al botín final, ubicado en la cámara del emperador Merenptah.

Al llegar a la duodécima bifurcación con la que se topaban, una nueva exclamación de horror llegó a sus oídos, pero ésta provenía de uno de los pasillos nuevos conectados a la arteria principal de la pirámide, específicamente el de la derecha. Detuvieron su marcha y, al intentar ingresar por el nuevo pasillo, un sonido lejano, como de algo cortando el aire, detuvo a Faith. Justo a tiempo, pues una lanza pasó muy cerca de ella, rozándole la mejilla logrando marcarle un no muy profundo corte en ésta y cortándole unas pocas hebras negras de cabello.

-Akuma~ -canturreó, dando aquello por hecho.

Y como llamados por el diablo, o en este caso el Conde, un reducido grupo de Akumas de primer nivel, no más de seis o siete, aparecieron en fila por el pasillo. Oculto tras las esféricas máquinas encañonadas, un Akuma de segundo nivel, idéntico físicamente al Anubis retratado en papiros antiguos, empuñaba en cada mano un par de espadas-lanzas, como si quisiera evitar que los exorcistas continuaran su camino.

Tan rápido como Faith activó su Inocencia, el primer Akuma en la fila comenzó a descargar sus balas contra los exorcistas.

Conforme avanzábamos los gritos eran más perceptibles, no sabía si lo hacían en modo de trampa o simplemente por un descuido, pero parecía que nos estuviesen conduciendo por el camino correcto. Sin mencionar los túneles que ignorábamos por contener algún objeto brillante parecido al oro.

Tras un largo recorrido los akumas hicieron su aparición y como no podía ser de otra forma empezaron a atacar, primero con una lanza que no se nos clavo por poco, segundo por los continuos disparos de los niveles 1.

-Inocencia activada, nivel 2- dije colocándome delante del grupo, -protección divina- grite al tiempo que hacia girar mi arma entre mis manos.

Forme un escudo que nos protegía de los disparos envenenados. Debido a la poca movilidad que había en esos túneles, no podía ir a enfrentarles de cara, eso sería muy arriesgado y seguramente haría que me convirtiera en una mota de polvo más. Pese a que el escudo mantenía las balas lejos de nosotros, eso no significaba que no podríamos atacar nosotros mismos.

-Faith atácales desde dentro del escudo, es la única posibilidad- le dije a mi compañera.

Pero con lo que no contaba era que uno de los saqueadores echara a correr hacia atrás lleno de miedo, el otro simplemente callo sentado contemplando con atónito como hacíamos frente a esos monstruos. De repente un grito desgarrador vino desde detrás nuestra, parecía que algo había cogido al hombre que huyo de allí. Cuando el grito se silencio solo se podían oír ruidos de algún liquido que caía al suelo en mediana cantidad, sumado a huesos que crujían y piel que era cortada. Tras eso se oyó como el ruido de una puerta de piedra como la de la entrada a la pirámide, se cerraba.

Estaban literalmente entre la muralla y el escudo que los protegía de ser alcanzados por las mortíferas balas que disparaban los Akumas. Ya sólo con uno de los saqueadores como una carga extra, aunque, para su desgracia, debían de protegerlos aunque fuera indirectamente.

Sin soltar la chistera, Faith realizó un gesto preciso y brusco con la muñeca y, gracias a esto, su Inocencia cambió su forma de cerrada a abierta. En el túnel únicamente iluminado por el brillo de las Inocencias y las antorchas de las paredes, las hojas cortantes en forma de "S" brillaban amenazantemente, reflejando las llamas rojizas de la antocha más cercana.

-Dos... dos... Dual Slash-musitó lanzando con rapidez y sin vacilar la chisteria hacia enfrente, la cual atravesó sin problemas el escudo de Metron.

El arma cortó el aire con facilidad y se dirigió hacia el Akuma que lideraba la fila de máquinas endemoniadas. El arma, sin perder velocidad, movimiento y fuerza, atravesó justo en el centro del cuerpo esférico y encañonado. La explosión estremeció el túnel en que el que se encontraban y rápidamente fue seguida por una segunda, cuyo origen provino del Akuma que le seguía al recién destruido.

Con dos Akumas menos en una órbita completada por su chistera, Faith no tardó en recibir el arma en sus manos y repetir la acción un par de veces más. Los restos de las máquinas, simple chatarra que estorbaba en el camino, eran lo único que los separaban del Anubis que no dejaba de verlos con su rostro canino y no había descruzado sus espadas-lanzas que formaban sobre su pecho una perfecta equis.

-¿Lo quieres? Ven~ -dijo con voz monótona la niña exorcista viendo al Akuma y apuntando con su pulgar al saqueador aterrado, quien ya había perdido todo el orgullo que le quedaba y lloraba abiertamente, dejando escapar audibles sollozos aterrados. Faith, quien estaba aún junto a Metron, jaló con su mano libre la manga del pelirrojo-. Quita -pidió señalando la barrera que los había defendido y sonriendo como sólo ella sabía hacerlo.

Como percibiendo las intenciones de los exorcistas, el Anubis descruzó sus armas y apuntó ambas a los exorcistas; una espada-lanza apuntaba al pecho de cada uno.

Una vez que los akumas de nivel inferior fueron destruidos y de que mi compañera me hiciera una señal para quitar el escudo, lo acabe quitando pasando a modo de ataque. Agarre con fuerza mi arma y observe atentamente los movimientos que hacia el nivel 2 que había frente a nosotros, por lo visto solo se había preparado para contraatacar.

-Bien prepárate maldita maquina- dije mirando fijamente a mi rival.

Me lance hacia el listo para golpearle lo más fuerte que pudiera y a si fue como lo hice, descargue un fuerte golpe con mi arma hacia la cabeza del akuma con cabeza de Anubis, pero mi ataque fue bloqueado con las dos armas que portaba encima. Una vez bloqueo mi ataque, me pego una patada en el estomago, que me lanzo hacia atrás.

El espacio en el que nos encontrábamos hacia difícil la lucha cuerpo a cuerpo, mas contando que casi todas mis batallas como exorcista habían sido al aire libre. Debía de encontrar la manera de quitarle la ventaja que tenia de luchar en aquel túnel, pero para colmo no podría usar ningún ataque serio ya que la poca altura del techo me lo impedía.

Me lance por segunda vez contra el nivel 2, esta vez antes que llegara me lanzo varios golpes que logre bloquear con mi arma, para que acto seguido le lanzara yo alguno mío. La pelea era algo lenta pero intensa, cada golpe que lanzábamos llevaba bastante fuerza. Parecía que estábamos en tablas hasta que uno de mis golpes hizo que el arma que llevaba en la mano izquierda, se le cayera hacia atrás. Eso le dejaba más desprotegido ante cualquier posible ataque y previendo lo que haría mi compañera, me agache y lance un golpe por bajo que el akuma bloqueo con la otra espada-lanza que llevaba.

Al desaparecer lo que los escudaba anteriormente de las balas de sangre que los Akumas de primer nivel que ya había derrotado, Metron se lanzó inmediatamente al ataque contra el Anubis. El espacio con el que contaban para luchar no ayudaba para nada al pelirrojo, quien, por el tipo de arma que portaba, precisaba de más espacio. Faith no tenía la necesidad de moverse tanto, además que ella no era para nada de atacar a corta distancia, por lo que el estrecho espacio sólo le molestaba al tener que eludir a su camarada cuando se movía.

El primero movimiento fue realizado por Metron, cuyo ataque fue rechazado por el Akuma con la ayuda de sus espadas-lanzas y luego expulsó al exorcista hacia atrás con una poderosa patada. Faith se corrió hacia atrás en pasos diagonales para que el chico no chocara con ella, pero al no recordar que estaba el único saqueador vivo inmóvil y tumbado en el suelo, tropezó con él y cayó de espaldas al suelo.

No obstante, fue un tropezón de suerte, pues el Akuma, aprovechando que había enviado a Metron hacia atrás, lanzó hacia donde estaba ella parada una de sus espadas-lanzas. No pudo hacerle daño, pues la chica había caído de espaldas, pero tampoco sucedió lo que podría esperarse. El arma regresó a la mano de Anubis, pues, a diferencia de la otra espada-lanza, ésta estaba atada a sus dedos por unos finos y casi invisibles hilos transparentes.

-Por poco... -pensó levantándose luego que su compañero se lanzara nuevamente hacia el Akuma y aquel par comenzara a intercambiar golpes.

Se levantó ignorando al saqueador asustado y, notando que Anubis había perdido una de sus armas (la que no tenía atada a su mano) gracias a un golpe efectuado por el español, y que Metron se había agachado dándole el espacio aéreo necesario, Faith volvió a lanzar rápidamente a Clareon hacia el Anubis-Akuma.

-Dual Slash -dijo con el rostro plano y sin un brillo en los ojos-. No te metas en mi cabeza -agregó viendo su arma volar, pues, al igual que la supuesta voz de la pirámide, podía escuchar claramente una voz que había asociado con el Anubis.

La chistera cortó el aire con velocidad y, gracias a que el Akuma tenía que retener la alabarda de Metron con la única espada-lanza que le quedaba, no pudo evitar el largo corte en diagonal que las filosas hojas cortantes le inflingieron justo en el pecho. Al realizar el segundo corte en diagonal formando una equis en el pecho del Akuma, la chisteria volvió a las manos de la pelinegra, la cual, por motivos desconocidos, tenía en su otra mano una de las antorchas encendidas.

El golpe que mi compañera había efectuado al nivel 2, hizo que este retrocediera un par de pasos al tiempo que llevaba la mano en la que no poseía arma alguna, al lugar de los cortes. Aproveche ese momento para asestarle un golpe directo, contra el pecho del akuma, golpeando en el lugar exacto en donde los dos cortes se unían para formar la equis.

El golpe hizo que a partir de los cortes que ya tenía, aparecieran en el cuerpo de aquel adversario numerosas rajas de deterioro. No eran lo bastante como para hacer que explotara, pero si lo suficientes para que sintiera un fuerte dolor. Esa era la ocasión perfecta para acabar con él, o lo hubiera sido si no me encontrara en aquel espacio tan estrecho, solo me quedaba dejar que mi compañera lo rematara.

En el momento en el que me disponía a agacharme para dejar nuevamente vía libre a la pequeña exorcista, el akuma con cabeza de Anubis hizo algo inesperado. Con el arma que llevaba en sus manos, golpeo con fuerza el techo que había sobre nuestras cabezas, eso hizo que las piedras que lo sostenían comenzaran a temblar y a desprenderse poco a poco, hasta que al final cedieron y cortaron el túnel en el que nos encontrábamos.

El akuma quedo en una parte del desprendimiento, mientras yo quede en la otra. La rabia y frustración se apoderaron de mí, aquel nivel 2 había escapado por los pelos y estaba seguro que lo volvería haber más adelante, pero ahora estaba en un callejón sin salida. Debía de encontrar la manera de continuar, aunque tuviera que abrirme paso a golpes con los muros.

En ese momento un pensamiento llego a mi cabeza, ¿Qué le había pasado al otro saqueador? Ya que desde los extraños ruidos no supe nada de él, de hecho no había tenido tiempo de pensar en otra cosa que no fuera detener el avance de los enemigos que nos salieron al paso.

Cuando ya todo parecía perdido para el Akuma-Anubis, éste dio vuelta la situación logrando así escapar airoso de su encuentro con los exorcistas. Golpeando el techo con la suficiente fuerza, logró que éste colapsara y los separara, evitando así su destrucción.

Con el túnel cortado por el derrumbe recién ocurrido y con la conexión a la arteria principal de la pirámide cerrada por una puerta de piedra similar a la de la entrada, los exorcistas y el saqueador parecían atrapados en aquel camino cortado.

-¡¡N-NO!! ¡¿Y ahora qué haremos?! ¡Es-Estamos atrapados! ¡Moriremos aquí! ¡E-El ai-aire se va a-a acabar! -decía con desesperación el saqueador abrazándose a sí mismo y viendo las paredes con terror, respirando entrecortadamente. Al parecer, aquel sujeto era claustrofóbico y podía ni siquiera estar enterado de ello.

Por su parte, Faith le dedicó medio segundo, o menos, una mirada plana y vacía, antes de ver el techo como si fuera lo más interesante del mundo. ¿Ahora qué harían? Todas sus posibles salidas estaban bloqueadas de una u otra manera, no había forma de escapar o eso parecía.

-Emperador compañía es lo quiere -musitó con desinterés, sin siquiera notar lo depresivas y ciertamente tétricas, debido a su tono de voz, resultaban-. Nos dejará para acompañar -agregó mirándose la punta del zapato.

Mas su sepulcro silencioso no se alargó por más. Con el mismo esplendor verde y cegador con el que se había transportado, el interior de la pirámide fue iluminado y, cuando el destello se extinguió, Faith se encontró junto a Metron y el bribón desprovisto de valor en medio de una habitación circular, de un diámetro no muy excesivo y que estaba conectado con un sinnúmero de pasillos oscuros y silenciosos, donde un constante goteo en la mayoría era lo único que rompía el silencio.

Era inquietante la situación. La oscuridad, iluminada tenuemente por las pocas antorchas que había en las paredes, parecía querer devorar a los únicos tres seres vivientes de aquella pirámide. ¿Dónde había quedado Anubis? ¿Y los que emitían los gritos? No podían saberlo, el silencio era demasiado pesado como para advertir la presencia de alguien más.

Cuando ya pensaron que estaban completamente solos, una rata apareció por entre los pies de Faith -¿de dónde había aparecido en primer lugar?- y, al ingresar a uno de los pasillos largos y oscuros, una nueva trampa fue activada y la rata pereció bajo una lluvia de flechas que venía del techo de aquel pasillo.

¿Dónde estaban? En el centro de un campo minado literalmente. Y el silencio no ayudaba en nada.

Había que encontrar una forma de salir de ese túnel cerrado, pero los gritos de desesperación del saqueador y las palabras desalentadoras de mi compañera, hacia que mi espíritu se fuera apangando como si de una vela se tratara. Antes de poder decir una sola palabra un resplandor me dejo ciego por unos instantes, cuando recupere la visión me encontraba con que estaba en una habitación rodeada por numerosos caminos.

Me quede observando atentamente la habitación en la que nos encontrábamos, hasta que una valiente rata se atrevió a entrar en uno de los pasillos, esta quedo sepultada por una lluvia de flechas que no la dejo en buen estado. Nos encontrábamos en una habitación rodeada por numerosos túneles, que seguramente contenían alguna trampa.

Me acerque hasta la puerta en la que la rata encontró la muerte, tras recoger una de las antorchas que había en las paredes, ilumine la el contorno de la puerta para tratar de averiguar algo útil. En ese momento me doy cuenta de que en la parte superior de la puerta habían varios jeroglíficos, quizás con ellos podríamos saber algo mas, la cuestión era que si el único que estaba especializado en Egipto estaría dispuesto a leerlos.

-Aquí hay unos jeroglíficos, tú que pensabas venir hasta aquí y se suponía que eras el líder de aquellos hombres, se supone que debes saber leerlos, si quieres salir con vida más te vale que hagas tu trabajo- dije desactivando mi inocencia.

Era inútil preocuparme en ese momento por los akumas, ya que teníamos otro problema más serio, algo contra lo que no podíamos pelear, si no que deberíamos de pensar para superar. El miedoso saqueador se acerco hasta la puerta y recogió otra de las antorchas. El miedo no solo se reflejaba en su rostro, si no que se podía notar en los movimientos temblorosos que su mano hacían y por defecto que hacia la antorcha.

-Está bien, no me queda otra- dijo acercándose lentamente hacia la puerta, -Aquí dice entra y recibirás un regalo del cielo, pues menudo regalo son las flechas- dijo el asustadizo hombre.

Me quede pensativo ante aquellas palabras que dijo el improvisado traductor, tenía razón que el regalo fueron una lluvia de flechas, era algo que no tenía sentido. Después de pensarlo varios segundos. Me acerque hasta la puerta que había a la derecha de la que acabábamos de traducir, al igual que la anterior tenía unos símbolos egipcios sobre ella, por lo que le hice un gesto al saqueador para que los tradujera.

-Aquí dice, entra y tus hermanos te recibirán con un abrazo, veré en las otras- dijo el hombre que estaba perdiendo el miedo debido a la intriga de los mensajes, -entra y el mundo se te abrirá, entra y te lloverán las riquezas, entra y el fuego eterno te alumbrara- con cada mensaje traducido cambiaba el semblante del hombre, hasta que el uno de ellos no pareció gustarle, -entra y morirás de forma espantosa, que rayos es esto- dijo volviéndole el miedo.

-Es raro que solo haya un mensaje de algo malo y que los demás sean de algo bueno, aunque la rata…- dije de manera pensativa, -Faith ¿qué te parece?- pregunte a mi compañera.