Misión a Egipto [Metron-Faith-William]

Optando por la vía marítima, los exorcistas, al abandonar la Orden, subieron a una embarcación bastante moderna que cruzaría el Mar Mediterrán ese mismo día hacia Egipto, más específicamente arribaría en Alejandría, donde desembarcarían los exorcistas. Debido a que la pirámide que estaban buscando aparecía y desaparecía, y los buscadores que habían ingresado a ésta lo habían hecho en las cercanías del río Nilo, no tendrían problemas comenzando por allí; Alejandría estaba situada en el delta del Río Nilo, por lo que si la pirámide nuevamente aparecía en las cercanías del río, ellos estarían lo suficientemente cerca como para investigar.

El viaje en barco no tuvo ningún contratiempo, por lo que al verse las costas egipcias, Faith ya estaba en la cubierta observando distraídamente y pudo admirar como el barco se acercaba hacia el puerto, el cual incluso desde lejos se veía bastante concurrido.

-¿Pirámide? ¿Cómo es? -se preguntó mentalmente, pues nunca había visto una anteriormente.

El cielo estaba completamente despejado y el sol brillaba intensamente. El uniforme negro de exorcista comenzó a sofocar a la niña, pues la temperatura era seca y alta, pero no hizo amago de quitárselo. ¿Para qué? Así llamaría al Akuma cabeza de Anubis más fácilmente y no había que decir la emoción de Clareon por recibir el sacrificio de aquel día; las alas de golem calcinadas ya habían quedado en la historia.

Utilizando el barco para llegar a nuestro destino, tardamos menos de lo que en un principio suponía. Lo normal era que los viajes que realizábamos tardaran varios días o incluso semanas, pero en este caso no fue así. Eso hacía que la espera y la impaciencia fuera menor, ya que tenía ganas por llegar hasta aquel país y poder ver con mis ojos las pirámides de las que había oído hablar como si fueran leyenda.

El viaje lo pase dando vueltas por el barco para tratar de matar el aburrimiento, pero el último trayecto hasta atracar en la ciudad lo pase en la cubierta contemplando la ciudad que poco a poco se agrandaba conforme nos acercábamos. Ya no faltaba mucho para llegar lo que suponía que pronto podría ver la aparición y desaparición con mis propios ojos.

Lo que si iba a resultar una molestia en aquella misión, sería el intenso calor que azotaba la zona, la temperatura era elevada y mi traje no ayudaba a sofocarlo. Poco a poco las ganas por llegar habían aumentado debido a la intensa temperatura que había, ya no solo eran las ganas de comenzar sino que debía de sumar las ganas de esquivar el calor.

-Parece que no será tan buena misión como pensaba en la orden- pensé al tiempo que me secaba el sudor de mi frente.

No sabía si era ella o Egipto estaba encerrado en una cúpula de cristal que intensificaba el calor emitido por los rayos solares. ¡Es que no podía hacer tanto calor!

Al acabar su viaje en barco, todos los tripulantes del navío descendieron hacia el muelle gracias a un tablón de madera grueso que habían colocado. Faith, quien ya tenía las escasas cosas que había llevado, descenció junto a un pequeño grupo de aristócratas que habían viajado con ellos, pero que nunca habían abandonado su camarote de lujo. Por supuesto, la presencia de la niña los perturbó y le lanzaron miradas reprobatorias y de superioridad.

-Hey niña, ¿qué haces? ¿Acaso no sabes que somos una familia importante de aristócratas? -preguntó de forma despectiva uno de los integranes de aquella "élite social", el cual no era un niño mucho mayor que ella.

Por supuesto, la chica no se movió de donde estaba, pues sabía que debía de esperar a su compañero de misión, aunque no fuera por voluntad propia. Al ver que había sido ignorado por ella, aquel petulante menor quiso quitarle lo único que era extraño en la vestimenta de la niña: su chistera. Grave error.

-Pones un dedo encima y mato -fue la gélida respuesta de la exorcista. El chico ciertamente en un principio sintió un escalofrío por la frialdad de la niña, pero luego, sintiéndose ofendido, le dio la espalda y le aplicó la ley del hielo.

-No le prestes atención, cariño. Concéntrate en la visita a las pirámides que harás mientras estemos nosotros los importadores de leche de cabra -dijo una mujer tan presumida como el niño, alta, esbelta y bella pese a su actitud petulante.

-Mejor que no vayan a las pirámides, señoras. Últimamente corren muchos rumores negros sobre esos lugares -dijo un mercante egipcio que estaba pasando casualmente por ahí sin detener su marcha.

Y Faith se aburría como ostra entre toda esa gente. ¿Acaso y ya se había perdido entre la multitud que Metron no se veía por ningún lado? Perfecto... lo que faltaba.

Una vez llegados al puerto, la multitud comenzó a bajar a tierra con algo de prisa. En medio de todo aquel gentío perdí de vista a mi compañera lo que supondría un retraso inesperado en la misión, debía encontrarla rápido para evitar más problemas, por lo que baje del barco examinando con detenimiento las personas que ya habían bajado.

No veía a mi pequeña compañera por ningún lado, lo que hizo que me inquietara un poco, hasta que finalmente cuando ya casi había bajado a tierra, pude divisar un resplandor plateado que procedía de su uniforme. Rápidamente me abrí paso entre la multitud hasta llegar al lado de la joven exorcista.

-Oye Faith, no te separes tanto que casi te pierdo- dije sonriendo, -¿por dónde crees que deberíamos empezar?- pregunte a mi compañera.

Hasta la ese momento no la había oído hablar mucho, lo que no me extraño debido a la distinta personalidad de cada uno de los exorcistas de la orden, pero pese a todo debía de saber si tenía algo en mente o solo nos pondríamos a buscar por los alrededores.

Cuando Metron la encontró entre todas las personas, el chico sonreía, aunque sus palabras demostraban su pequeña inquietud. Ante la pregunta del pelirrojo, Faith, muda, apuntó al mercante que continuaba caminando, esquivando a la gente que estaba en el muelle.

-Dijo que hay rumores. Sobre pirámides -explicó brevemente por lo que había escuchado mientras esperaba al exorcista.

Sin esperar respuesta, comenzó a caminar en la misma dirección de aquel hombre para darle alcance. No obstante, al acercarse al grupo de aristócratas, notó que el niño que anteriormente le había hablado la estaba mirando.

Al pasar junto a su lado, en conjunto con una tétrica y torcida sonrisa, la niña sólo moviendo los labios, sin emitir sonido alguno, le dijo un claro "Tocas y mueres" mientras tocaba el ala de su chistera. El niño no pudo evitar volver a sentir un escalofrío. Faith realmente podía dar miedo.

El mercante egipcio no se había detenido en ningún momento, pero la gran cantidad de personas que estaban rondando por allí le impedían moverse demasiado rápido. El pequeño tamaño de la exorcista le permitía escabullirse entre las personas sin mayor problema, por lo en tiempo récord se interpuso en su camino, parándose frente a él.

-¿Se te ofrece algo, pequeña? -preguntó amablemente el hombre al notar que ella no se movería de enfrente.

Una vez que la joven Faith me indico señalo a un hombre que caminaba entre la muchedumbre y por lo que parecía sabía algo de las pirámides, comencé a caminar hacia él esquivando a todos los que se cruzaban en mi camino. Me costaba moverme debido a la cantidad de personas que habían en tan poco espacio, pero al final conseguí darle alcance tras empujar a varios de los ciudadanos, a los que no les agrado la poca sutileza que tenia con ellos.

-Perdone que le pregunte- dije apareciendo por las espaldas del hombre, -¿podría decirme algo de las famosas pirámides?- dije sonriendo.

-¿Quién eres tú?- pregunto el comerciante algo extrañado.

-Solo soy un turista que ha venido aquí para verlas y me gustaría que me dieran algo de información- dije colocándome al lado de mi compañera.

-Te puedo decir que no es un lugar seguro, ya que hay una en especial que está haciendo cosas raras- dijo en tono serio el hombre, -la gente dice que aparece y desaparece, pero lo raro es que aparece en un lugar distinto cada vez, aunque otros dicen que mantiene un orden en los cambios de lugar- dijo de manera pensativa.

-Vaya eso es increíble ¿sabría cual será el próximo lugar en el que aparecerá?- pregunte con entusiasmo.

-Lo siento joven pero en eso no puedo ayudarte, si quieres saberlo ve a preguntarle a los otros comerciantes que trabajan cerca de las otras dos- dijo el hombre.

Aquella información no aclaraba gran cosa las dudas que había en aquella misión, solamente habíamos conseguido averiguar que por lo visto la pirámide seguía un patrón a la hora de aparecer, pero también era posible que solo fuese un rumor más. Lo único que había claro en las palabras de aquel comerciante era que para saber algo debía de ir al lugar en donde se encontraban las otras dos pirámides y donde se encontrarían otros comerciantes.

La información entregada por el mercante realmente no fue de mucha ayuda, pues aquellos datos ya los sabían gracias al informe proporcionado por el supervisor. Lo único les servía era la mención sobre las dos pirámides y sus comerciantes.

Ya teniendo claro hacia dónde debían de ir, sin siquiera despedirse, Faith comenzó a caminar hacia el sector comercial cercano a las otras dos pirámides que decía el mercante. No era para nada difícil encontrar el camino correcto, pues las pirámides eran el principal atractivo turístico de Egipto, por lo que todos los turistas se dirigían hacia allá, casi en masa.

Caminando bajo el gran y brillante sol, y entre los turistas emocionados, las pirámides poco a poco se iban haciendo más visibles. A medida que se acercaban, aquellas milenarias construcciones se hacían cada vez más grandes y su magnificencia se hacía cada vez más clara.

-Grande... muy grande -fue su comentario sin despegar su vista de las pirámides-. Ahora... ¿dónde? -nuevamente pensó en voz alta, recobrando su mirada perdida que había dejado de lado al concentrarse en las pirámides.

-Muchas gracias por la información- dije despidiéndome de aquel hombre.

Comencé a recorrer el camino que me llevaría a las otras dos pirámides, justo al lado de mi compañera. Durante el trayecto pude ver como la gran mayoría de los que habían bajado del barco, se dirigían hacia aquellos grandes monumentos. Nadie quería perder la oportunidad de ver las grandes y famosas pirámides, que eran un símbolo para el país.

Al llegar hasta ellas quede impresionado por el tamaño que tenían, eran mucho más grandes de lo que había pensado y de lo que había imaginado. Tras varios segundos contemplándolas, recordé el motivo por el que habíamos llegado a aquel país, lo primero era la misión y más tarde podría apreciar aquellas grandes estructuras con más tranquilidad.

Al pie de las pirámides había numerosos comerciantes que trataban de hacer dinero con los típicos utensilios y recuerdos, que vendían. Me acerque a uno de ellos para tratar de aclarar algo mis dudas, ya que debía de conseguir información más útil que la que me dio el anterior comerciante.

-Perdone, ¿Qué sabe de los rumores de las pirámides? ¿Oí que eran tres y aquí solo veo a dos?- pregunte a uno de los vendedores.

Por desgracia para mí se negó a contestarme e incluso a pedirme que me fuera de allí. Estaba claro que sería un trabajo más difícil de lo que parecía a simple vista. Ya fuera por miedo, o simplemente porque no entendían lo que sucedía, algunos de los comerciantes de aquella zona se negaban a decir algo respecto a la misteriosa desaparición.

Al pie de las pirámides, el área estaba tapizada de comerciantes y turistas que vendían y compraban mercancía típica del lugar, por lo que el tipo de gente que ellos buscaban no fueron precisamente difíciles de ubicar.

Mientras Metron iba directamente hacia los mercantes a preguntar sobre la desaparición de una de las tres pirámides, Faith optó por observar. A sus ojos, todos los comerciantes eran iguales: oportunistas y con una máscara de valentía falsa. Sin embargo, en aquel lugar el ruido invadía tanto el aire que no podía escuchar bien los murmullos de los rayos solares o de las pirámides, por lo que tuvo que taparse los oídos para no hartarse.

Los primeros cinco puestos los pasó sin acercarse a los vendedores, pues éstos no tenían la pinta de estar dispuestos a colaborar con ella. Mas en el sexto puesto, llevando una jarra más grande que ella, una niña que no superaría los catorce años, linda y con la piel morena, llamó la atención de Faith.

-Agh... está pesado -escuchó la exorcista murmurar a la chica intentando esquivar a las personas al tiempo que debía concentrarse en no dejar caer el jarrón.

-¿No eran tres? -la pregunta de Faith a espaldas de la chica la asustó, mas ésta se las ingenió para no botar el jarrón.

-¿T-Tres? ¿Quién eres? ¿De qué me hablas? -preguntó ella apenas viendo de reojo a la pelinegra, pues el gran adorno le estorbaba la vista. La respuesta de la exorcista fue simplemente apuntar en dirección a las pirámides, pero bastó para que la egipcia captara el mensaje-. ¡Ah! Las pirámides. Bueno... papá me dijo que no hablara sobre esto. No puedo ayudarte, perdona.

-¿Sabes que personas mueren por pirámide? Y si no ayudas, no pararán de morir. Por mí no problema, pero bueno... -fueron las desinteresadas palabras de la pelinegra al tiempo que se volteaba y hacía amago de emprender la marcha hacia otro puesto.

-¡E-Espera! -llamó la morena dejando con cuidado el jarrón para que éste no se arruinara. Alcanzó rápidamente a Faith, quien no estaba ni a dos metros de ella-. S-Si te digo lo que sé, ¿pararán a la pirámide ambulante?

-Puede... tanto como no puede.

-Bueno... ven -tomó a Faith de la muñeca y la tironeó para que se alejaran de la muchedumbre que atestaban los puestos. Al parecer, el tema era delicado-. Bien, te diré lo que sé. Según papá, la pirámide ambulante aparece y desaparece cada veintidós horas y va de sur a norte de Egipto. Desapareció de aquí en un comienzo, pero al parecer, su primera aparición fue hasta la ciudad más al sur y luego una más al norte y así sucesivamente. No sé porqué se traga a quienes entran, pero así sucede -explicó con voz grave, señalándole así la delicadeza del asunto entre los habitantes de Alejandría y Egipto en general.

Faith escuchó cada palabra y al concluir la morena, volteó a mirar a las pirámides. Ahora que no estaban entre tanto bullicio, juró haber escuchado como las dos pirámides restantes hablaban entre sí. No entendía nada de lo que decían, no sabía egipcio se dijo a sí misma, pero lucían tristes. Quizás extrañaban a la pirámide que faltaba.

Recorrí varios puestos sin tener suerte con ninguno de los vendedores, nadie quería decir nada respecto a lo que sucedía con la pirámide, lo que significaba que no podría continuar la misión y detener aquellos extraños sucesos, hasta que supiera algo útil.

Harto de que los comerciantes no me dijesen nada o simplemente me echaran de sus puestos, decidí preguntar a los turistas que rondaban por allí. Me acerque a varios de aquellas personas que recorrían el lugar, pero para mi desgracia ninguna sabía nada, incluso algunas no sabían que existían una tercera pirámide, que me hizo que me fuera a dar por vencido cuando detrás mía apareció un hombre con un traje como el que solían usar los arqueólogos.

-¿He oído bien? ¿Preguntas por la pirámide que falta?- pregunto el hombre algo nervioso.

-Si ¿pasa algo? si sabes algo te pediría que me lo dijeras- dije con tono calmado.

-Mi compañera entre a esa pirámide cuando aún estaba en su lugar natural, de repente se desvaneció tras una fuerte luz brillante- dijo el hombre, -era una luz violeta, y que parecía salir del interior de la construcción- dijo aun nervioso.

-¿Sabes donde aparece la pirámide?- pregunte algo mas apresurado.

-No, pero por favor si sabes cómo saca a mi compañera de allí- dijo el hombre con una medio suplica.

La egipcia tenía intenciones de seguir hablando con la exorcista, pero quien parecía ser su padre, comerciante de una de las tantas tienditas colocadas al pie de las pirámides, se acercó a ella presuroso, como si tuviera prisa.

-¡Fatima! ¿Y el jarrón que te pedí que me trajeras de la carpa? -preguntó molesto por la tardanza de la niña.

-¡Papá, papá! ¡Esta niña dice que puede detener a la pirámide ambulante! -contó alegremente Fatima, siendo rápidamente tomada del brazo por el hombre, quien le preguntó a gritos qué había dicho y con fuerza se la llevaba del lado de Faith.

La griega ni siquiera se dio cuenta en el momento en que estaba sola, pero al notar que ya tenía lo que necesitaba, dio media vuelta y comenzó a buscar a Metron. ¿De qué servía saber sólo ella la información? Clareon por sí solo no podía hacer nada, así que necesitaban al pelirrojo.

No le fue muy difícil ubicar a su compañero; un chico pelirrojo era bastante llamativo incluso en esos parajes. Un aparente arqueólogo lo acompañaba, pero ni importancia le dio la pelinegra. Jalando la manga de su camisa quiso llamar la atención de Metron.

-Veintidós horas tarda y va de allá a acá -fue su breve explicación apuntando con su índice hacia donde ella creía que era el sur (no tiene mucho sentido de orientación) en la última parte de la oración-. Las dos restantes suenan tristes -agregó antes de distraerse con un montículo de arena que creía que se movía por causa de una nueva alucinación, pero sólo era un alacrán que estaba escondido.

Mientras hablaba con el arqueólogo mi compañera se acerco de improviso, la mire algo sorprendido ya que hacía rato que no la veía y no esperaba que apareciera de la nada. Interrumpí mi conversación con aquel hombre para escuchar las palabras de la niña exorcista.

-Veintidós horas tarda y va de allá a acá– dijo mi compañera apuntando con su índice hacia donde ella creía que era el sur, -Las dos restantes suenan tristes-

Quede un poco confuso por las palabras de mi compañera. Por lo visto se las había apañado para saber la localización de la pirámide, lo que nos adelantaría mucho las cosas, solo debíamos ir hacia el sur aunque no estaba muy seguro si era por donde señalaba mi compañera.

-El sur no está por allí- dijo el arqueólogo algo extrañado, -ese es el oeste, el sur está en aquella dirección- dijo señalando hacia el horizonte.

-Muchas gracias, nosotros no tenemos ni idea exactamente de por dónde estamos- dije riendo, -vamos Faith, debemos salir cuanto antes- dije comenzando a caminar.

-Si siguen recto hacia el sur encontraran un puesto en donde alquilan camellos, con ellos os será más fácil avanzar- sugirió el arqueólogo.

-Gracias y espero salvar a su compañera- me despedí del hombre y comencé a caminar.

No tarde en llegar al puesto de los camellos, en el había un pequeño grupo de hombres que se preparaban para salir en la dirección hacia la que debíamos ir en busca de la pirámide. No sabía si esperar a que se adelantaran o directamente ir con ellos ya que podría ser una trampa o simplemente una casualidad, solo el tiempo lo diría.

Sin volver a dejar escapar una palabra de su boca, Faith se encaminó junto con Metron hacia donde supuestamente se encontraba un puesto de camellos donde podrían alquilar un par de aquellos animales para poder evitar ir a pie bajo aquel brillante e intenso sol.

Al llegar al lugar con los animales, un reducido grupo de hombres se encontraban allí y ya tenían alquilados los camellos necesarios para poder embarcarse hacia donde parecía ser que el par de exorcistas también debía marchar.

Aquello no podía ser una casualidad, ¿o sí? Era un escenario demasiado oportuno para cualquier enemigo, que no cabía duda que se trataba de una trampa.

-Caballos jorobados -dijo inocentemente señalando los camellos, pues en su vida había visto uno de esos animales en su vida antes, mientras marchaba hacia quien alquilaba los animales.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la conversación de aquellos hombres, curiosos sujetos que a su parecer se parecían al alacrán que había visto entre la arena sólo que más feos, llegó a sus oídos.

-...no era un faraón para nada pobre. Ya sabrán qué riquezas encontraremos en esa pirámide -era la codiciosa voz de uno de los sujetos, el más moreno de todos, cuyos ojos pequeños y como aceitunas refulgían ante la mención de los tesoros del faraón.

-Pero... ¿no es la de Merenptah la que desaparece y se lleva consigo a quién esté dentro? Y también hay un guardia, Demian dijo haberlo visto y además, ¡¡mencionó que era igualito a Anubis!! -aregó con temor otro de los hombres, el más alto y largirucho de todos, el que lucía más débil de todos esos bandidos, aparentes saqueadores de tumbas.

-¡No seas cobarde! -le espetó otro de los sujetos golpeando en la nuca al más temeroso de ellos.

-¿Mera...ah? -musitó pensando en voz alta, ignorando olímpicamente al señor que alquilaba los animales, el cual intentó hablarle sin éxito alguno.

No pude sentirme extrañado por las palabras de aquellos hombres, parecían que iban en busca de algún tesoro, pero de lo que no tenían ni idea era de que si entraban en la pirámide no conseguirían salir, o al menos que mi compañera y yo estuviésemos allí para sacarles.

-Disculpen, ¿se dirigen a la pirámide?- pregunte con educación, -si es a si me gustaría que nos llevasen hasta ella, ya que nuestros padres son ricos y nos han pedido que les veamos allí, pero para nuestra desgracia no sabemos guiarnos muy bien por el desierto- dije sonriendo.

Antes de que ninguno de aquellos hombres pudiese contestar, saque una pequeña bolsita con varias monedas de oro y pague al comerciante que se ocupaba de los animales, por el uso de dos de ellos. Eso les hizo que los ojos de casi todos los hombres brillaran con entusiasmo.

-Si os llevaremos, supongo que nos recompensaran por ello- dijo el hombre con emoción.

-Si, por eso no os preocupéis- dije sonriendo.

Tras aceptar nuestra oferta, todos los miembros del grupo se prepararon para partir. Me subí a mi camello con algo de dificultad, debido a que era la primera vez que subía a uno, había montado en caballos en mi granja, pero nunca subí en un animal como ese. Una vez sobre la espalda del peculiar medio de transporte, me quite la chaqueta de exorcista y la ate a mi cintura, debido a la intensa calor que hacia necesitaba refrescarme como fuese y esa era la única que se me ocurría. Debajo llevaba una camiseta de color azulado, con las mangas cortas y lo suficientemente fina como para eludir el calor.

Todo estaba preparado, por lo que comenzamos a partir casi de inmediato, nuestro destino seria la misteriosa pirámide, a la que tenía ganas de entrar para descubrir lo que sucedía en su interior.