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TESIS: INSOMNIA

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Mensaje por Invitado Dom Jul 29, 2012 4:49 pm

Disclaimer, Agradecimientos:

TESIS: INSOMNIA
Paranoia. Suspense. Survival.
Posible contenido lime


.Prólogo.
.Nedgangen forfører, som forførte den stige.

"Facilis descensus Averno;
Noctes atque dies patet atri ianua Ditis;
Sed revocare gradum superasque evadere ad auras,
Hoc opus, hic labor est.
"



"Insomnio —conocido por ser uno de los trastornos de sueño más común—, se trata de una manifestación del cuerpo que nos dice que algo no anda bien, puede ser provocado por diferentes orígenes. Uno o varios. Este trastorno no se considera un problema grave, existen varias técnicas de relajación que ayudan a suavizar los efectos, al igual que varios medicamentos.

No se ha considerado el insomnio como algo peligroso, ni tampoco como una enfermedad en sí. Es sólo un estado provocado por algo mayor; el qué, es algo que aún no se sabe con seguridad. Debido al artículo 35.2 del renovado Código Núremberg, y el 12.9 de la nueva Declaración de Oslo de la Asociación Médica Mundial —que regulan la experimentación humana—, quedó terminantemente prohibido experimentar con el cerebro humano en busca de respuestas.

Hasta el día de hoy los pacientes con insomnio, o su evolución crónica, siguen si tener un tratamiento efectivo y deben contentarse con las pocas horas de sueño que puedan regalarle las actuales drogas legales, y aceptar sin más todos los efectos secundarios que con ellas llevan. Eso, o resignarse.

Mi nombre es S. Jaylen, soy estudiante de Piscología Experimental en una de las sedes de la universidad Atlantis, mi identificación académica es la RS-7456 sub 21-E. La única meta que me he propuesto desde el momento que ingresé en la escuela de psicología ha sido —y será— entrar en el programa especial de Neurociencia Aplicada a la Psicología. Mis motivos son varios, y no expondré ninguno de ellos porque carecen de interés.

Este año se nos ha pedido a los aspirantes que hagamos una tesis acerca de un trastorno, y para resaltar lo obvio, he escogido el Insomnio. En esta investigación que llevamos a cabo mi compañera —Regina Belfiore— y yo, hemos fijado como objetivo el desarrollar los conocimientos científicos acerca del insomnio, estudiando las relaciones entre los procesos biológicos en el sistema nervioso y los aspectos correspondientes psicológicos y de comportamiento bajo situaciones cambiantes.

Acogiéndonos al pacto de Experimentación Humana bajo el consentimiento informado, me he prestado voluntaria para ser sometida a varias pruebas de naturaleza conductual para ir reduciendo las horas de sueño y con ello producir una deficiencia que lleve a provocar el trastorno que vamos a estudiar, todo esto monitorizado por mi compañera y uno de los miembros novatos del Consejo de Estudiantes de la escuela de Psicología Experimental.

El estudio dio comienzo hace tres semanas, y esperamos abarcar todas las fases antes que finalice el límite de entrega, dentro de seis meses. Al ser una investigación por demás, complicada, hemos decidido llevar en el más absoluto secreto nuestros métodos de experimentación para evitar plagios o pleitos por parte del resto de nuestros compañeros, que sobrevaloran una ética que está obsoleta…"


El ruido gris que siguió al resto de la grabación digital sacó de su ensimismamiento a Jaylen, la joven estudiante chasqueó con la lengua y reprodujo de nuevo el clip de voz; esta vez para enumerar mentalmente todos los errores que había cometido en el cuaderno de bitácora aquella noche antes de formatear la grabadora.

A partir de la segunda semana de comenzar con el tratamiento —y haber pasado a dormir una media de tres horas por día—, su concentración había decrecido. Demasiado. Y lo que antes salía de forma natural, ahora debía poner especial atención, pensarlo largo y tendido.

Aquello comenzaba a ser un problema, uno que no podía compartir por el bien de su investigación, eso incluía a su supervisor, profesores, amigos y a su hermano.
Desde el primer momento habían llevado una doble línea de investigación, una apta para exponer, porque respetaba todas las leyes de ética a las que estaban ligadas y otra que, evidentemente, la ignoraban. Estaba claro que para la tesis “apta para todos los públicos” tuviera los resultados de la otra habían tenido que modificar —y falsificar— algunos detalles con mucho cuidado. Así que estaba de más grabar cosas como aquella en un momento de iluminación sincera.

—Así no vamos a ninguna parte —suspiró Jaylen, hundiéndose en la silla anatómica de su escritorio, lanzando a la papelera varios papeles que tenía repartido por encima de la mesa.

Provocar insomnio a alguien era muy fácil, monitorizarlo también. La primera fase era sencilla —estaba tirada—. Lo complicado era cuando entraban en la segunda, en la que debían analizar el funcionamiento neuronal desde el principio del experimento, estudiar la actividad en los diferentes sectores del cerebro. No era fácil averiguar la naturaleza de aquel trastorno, y no sólo resultaba complicadísimo comprenderlo, también lo era tratar de curarlo. La baza más lógica que deberían usar era la inhibición.

¿Pero como hacerlo si no tenían información acerca de lo que podría provocar bajar la actividad de ciertos lugares remotos del cerebro humano?

Jaylen estaba dispuesta a lo que fuera, era evidente por el modo en el que se había volcado en el proyecto. Pero estaban en un punto dónde jugar con una sola mente era insuficiente. Había llegado el momento de involucrar a otros, aún si ellos lo desconocían. La ventaja de casi vivir en los laboratorios dela facultad, era que monitorizar a la gente para prácticas menores —y saciar la curiosidad de los más novatos— era prácticamente fácil.

Su objetivo estaba por encima de toda ética moral absurda que no hacía más que limitar un conocimiento que deberían haber adquirido desde hacía décadas. Conseguirían lo que se habían propuesto, aunque tuvieran que pasar por encima de todo, de todos.


Última edición por Lena-Lan el Lun Ago 06, 2012 4:45 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Invitado Dom Jul 29, 2012 5:31 pm

asjhljkashkjshateamorofuturaesposamía<333

¡Al fin lo has subido!, y ha valido la espera, es un buen prólogo, capta bien la idea de lo que vendrá a saber en lo que se degenerará ese sampablero, promete mucho >/< como te dije antes, es una idea muy buena y a la que se le puede sacar un buen provecho.

Ya quiero ver a los otros nenes involucrados <3 mejor me amarro los dedos para no decir cosas que están de más xD me ha pasado últimamente con mucha frecuencia. ¡Mucho ánimo con la historia Lany!, sabes que por mi lado tienes todo mi apoyo me torturará la espera pero resistiré con valor(?).

PD: me da miedito ver a Jaylen con altos niveles de estrés y cosas por el insomnio *YaoMing*
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Mensaje por Invitado Lun Ago 06, 2012 6:55 pm

Cosas D:!:

.Capítulo 1.
.Ned til den opprinnelige.




Faltaba una hora para la medianoche, era el momento perfecto para que las decenas de estudiantes de diferentes facultades de Atlantis salieran a desconectar por unas horas de sus actividades, antes de regresar a su siempre arduo trabajo.

El club que estaba de moda era el Shark, y aquella noche de sábado había por lo menos seis decenas de jóvenes esperando en fila frente a las puertas principales del edificio. Cualquiera que hubiera estado ahí antes, sabía que la espera era larga para todos aquellos que hubieran llegado con el tiempo justo.

Aquel día la cola iba más lenta de lo normal, en realidad, apenas se había movido unos centímetros en diez minutos y todo ello se debía al riguroso control por el que los universitarios se veían obligados a pasar y que era controlado por dos pares de gorilas trajeados de tal modo que uno no sabía si hacían cosplay de los Man in Black o del Agente Smith en Matrix.

Al parecer, la semana pasada un grupo de novatos habían montando un escándalo que a ellos les había costado la expulsión de la gran Ciudad Universitaria, y al resto el tener que dejar objetos inofensivos —tales como una lima de uñas o unas gafas de sol— dentro de una bolsita dónde anotarían su nombre de clasificación en la entrada del club.

Este lugar me gustaba más hace dos años —aseguró Regina, bajando la vista para enfocar a su compañera.

Con la excusa de tener que monitorizar las reacciones de Jaylen en diferentes escenarios, había conseguido llevarla hasta el lugar de moda —y que en realidad, nunca dejaría de estarlo—. La morena se había mostrado reticente al principio, aquel último año se había cerrado más en banda y parecía vivir tan sólo por el estudio, y aunque Regina estaba igual de entregada con el proyecto que tenían entre manos, también quería aprovecharlo para conseguir que Jaylen recuperara parte de su vida social.

Daisha y Darlenee están dentro —le dijo en un tono animado, y al ver que la chica de ascendencia noruega la ignoraba decidió llamar su atención de forma sutil: clavándole —muy suavemente— el codo en las costillas.

Jaylen se arqueó, aunque Regina no le había hecho daño, el simple contacto con ella provocó que se apartara unos pasos. Todo aquel que tuviera un nivel mínimo de observación habría notado la tensión en los hombros de la más menuda, la forma en la que parecía haberse crispado y en la expresión contenida de Jaylen. En su conjunto, era una reacción extraña, difícil de clasificar incluso con la excusa de que se tratara de alguien tímido o con miedo al contacto.

Vienen del mismo instituto que tu, las recuerdo —respondió simplemente, sobándose el costado que había recibido la caricia de la rubia. —Darlenee, me gusta su bolsa —añadió Jaylen, como comentario final.

Regina suspiró, tratando de no verse resignada por mucho que así se sintiera en algunos momentos cuando tenía que tratar con Jaylen. Era del tipo de personas que provocaban emociones extremas, o la querías irremediablemente o la odiabas hasta el punto de querer estrangularla, y dada la personalidad de la rubia; sabía que era capaz de sentir ambas cosas a la vez.


El interior del club Shark se encontraba lleno de humo, producido con hielo seco. La iluminación constaba de un sistema tintineante de luces multicolores que provocaban flashazos en medio de la oscuridad y daban la sensación de estar paseando entre fotografías. La misma dificultad para vislumbrar de forma normal el escenario que las rodeaba, fue lo que provocó que Regina y Jaylen se separaran antes de cumplir con el minuto de haberse adentrado en aquel antro.

Por lo menos, sigue habiendo buena música —murmuró Regina, quien decidió dar una vuelta por el club, con suerte se encontraría con sus amigas antes que finalizara la noche.

Los ojos verdes de la Reinaalias ganado durante su primer semestre en la facultad de psicología— se clavaron en la pista de baile, escudriñando la masa de siluetas oscuras que ocupaba el corazón del Tiburón.

Poco a poco, su vista se fue adaptando a aquella luminosidad parpadeante y comenzó a distinguir el contorno de las siluetas. Primero fueron las extremidades, algunas desnudas y otras cubiertas por algunos retazos de cuero y tela, le siguieron los movimientos de cabezas tanto de mujeres como de hombres y la piel desnuda que emitía pequeños brillos producidos por el sudor o quizás algún tipo de aceite corporal. Todo aquel conjunto, unido a las columnas de humo creo una imagen que Regina trató de borrar rápidamente de su mente, al igual que la lista de comparaciones que aparecieron con ella.

Encontrándose hastiada por culpa de su propia imaginación y retorcido sentido del humor, Regina decidió que lo mejor era seguir con intención de recorrer el Shark lejos de la pista de baile. No había terminado de girar sobre sus talones, que pudo reconocer a una de las chicas cuando ésta entró en su vista periférica.

Era de figura estilizada y alta; destacaba entre el resto del tumulto por la elegancia velada de sus movimientos y sus grandes ojos color café, la forma en la que miraba todo a su alrededor y su expresión, le aportaban un aire indómito a su ya de por si exótica naturaleza.

Daisha Mahesh se detuvo a escasos pasos de Regina, y sólo en ese momento se permitió sonreír.

Creía que traías a Len contigo —dijo la pelinegra, inclinándose un poco para asegurarse de que la susodicha no se encontrara escondida detrás de la rubia. Una vez lo hubo descartado, dedicó una aprensiva mirada a Regina antes de darle una pequeña palmada en el antebrazo. —No te preocupes.

No lo hago —respondió directa y sin ninguna muestra de que aquello fuera mentira, podría ser que ahora todo le valiera madres pero sabía perfectamente que siendo como era terminaría contradiciéndose. Al parecer, Daisha había llegado a la misma conclusión que ella. —¿Y Darlenee?

La universitaria de origen sirio miró una última vez a Regina, antes de dirigir la vista entre la multitud, haciendo un gesto con la cabeza para señalar la barra. La rubia entrecerró los ojos, tratando de forzar la vista para escrutar el sector indicado por Daisha, y a lo segundos reconoció la cabellera violeta de Darlenee, quien destacaba entre los demás al haber sido capaz de subirse a uno de los pocos taburetes que había en el club, seguramente para hacer notar su presencia al barman, y conseguir que la atendieran de una vez.

La sonrisa en los labios de Regina se pronunció, y sin tener que decirle nada a su compañera ambas se dirigieron a la barra, sorteando a los grupos de universitarios quejicas —y sobones—, que no habían esperado ni a la media noche para que el nivel del alcohol en sangre fuera lo suficientemente alto para provocarse un shock etílico.

Mientras seguía caminando, Regina distinguió —a varios metros de ella—la figura de quien era uno de los miembros más apreciados no sólo del consejo estudiantil, sino también dentro de la cúpula de la élite de neurocientíficos. Se trataba de Elaine Aradóttir, poco se sabía de ella antes de que apareciera como estudiante estrella del Atlantis, había recibido varias menciones de honor a lo largo de su trayectoria universitaria y aquello era lo que había financiado su doctorado. No era alguien que llamara la atención por su apariencia, era joven —quizás demasiado para alguien que estaba a punto de ser galardonado con el título de doctor—, era menuda y quizás promedio, podía pasar desapercibido si no fuera por su mirada.

¡Que razón tenía quien hubiera dicho que los ojos eran las puertas del alma!

La verdad, es que Regina aún no había conocido a alguien en su facultad —o fuera de ella—, que no se sintieran perturbados por el alma de Elaine, y aunque era cierto que a veces la genialidad y la locura venían de la mano, en la de origen islandés no se sabía cual de ellas llevaba la voz cantante.

Regina se sorprendió al ver que la científica ladeaba la cabeza y la miraba fijamente, esbozó un amplia y encantadora sonrisa, sus ojos parecían contener un brillo de implícito delirio e incluso estando varios metros de ella, podría jurar que había escuchado su característica carcajada.

Elaine le hizo un gesto a modo de saludo —que Regina regresó del mismo modo—, y acto seguido hizo un raro gesto con las manos, simulando unas tenazas, antes de lanzarle un beso, reír y señalar el piso superior del Shark.

Regina —Daisha, que había retrocedido al ver que su amiga quedaba rezagada, imitó los movimientos de ésta con cierta curiosidad e inclinó la cabeza hacia atrás para observar el segundo piso, pareciendo reconocer algo que la alertó. —No me digas.

Regina iba a responderle, tratando de no parecer tan molesta como en realidad estaba, cuando notó la vibración del móvil contra su pierna. Haciendo un gesto a Daisha para que la esperara, se agachó lo suficiente para sacar el aparato del dorso de su bota y observó ofendida el mensaje de su compañera de proyecto, que le anunciaba que regresaba a casa.

Voy a matarla

Mejor hazlo mañana —respondió Daisha con simpleza, antes de arrastrarla hasta la barra del bar y así evitar otro inminente mal encuentro.



“Según la teoría psicoanalítica, las representaciones del inconsciente tienen la particularidad de incidir de manera decisiva en la vida psíquica del sujeto (neurosis) ; son eficaces. Para los psicoanalistas, los síntomas propios de la neurosis o la psicosis son el efecto de algo que el sujeto no conoce, pero la suficientemente eficaz como para contrariar la misma voluntad. Piénsese en un síntoma como el insomnio, en que el propósito consciente de dormir, se ve obstaculizado por alguna preocupación inconsciente.

En función de lo expuesto, la vida psíquica no tiene su centro emisor en la conciencia del hombre, en su racionalidad. Y como en consecuencia de ello se produce un desplazamiento del interés del estudio hacia lo inconsciente para determinar las leyes y mecanismos de su funcionamiento.

Según Freud, el hombre ha sufrido un triple descentramiento. En primer lugar y como consecuencia de los descubrimientos en el campo de la física y la astronomía, la Tierra dejó de ser el centro del universo; con el Evolucionismo, el hombre mismo paso a formar parte del reino animal; el descubrimiento del inconsciente resto a la conciencia su importancia como centro regulador de la actividad psíquica.


Basura —murmuró Jaylen para sí, molesta. Exasperada.

Detestaba el psicoanálisis clásico, más una asignatura que abarcara por dos cuatrimestres todo aquel compendio de técnicas fallidas y que en su tiempo llevaron al suicidio a más personas de las que supuestamente curó. Con un suspiro hizo una bola de papel con la hoja que había usado para tomar algunas notas y la tiró al suelo, junto con varias hermanas suyas; una señal clara de que hacía mucho tiempo que había desconectado de la clase, y es que no se podía esperar más de alguien que llevaba sin dormir más de dos horas en el último mes. Lo que no le gustaba, lo ignoraba. Como aquella asquerosa clase de historia del psicoanálisis.

Buscó entre su bolsa su móvil y sus auriculares, contempló la pantalla táctil del Smartphone y fue consciente por primera vez en los últimos tres días de la cantidad de avisos de mensajes y llamadas sin responder que tenía. Apretó la tecla central, dejando que el menú principal se desplegara y apretó el icono con una nota musical, dejando The Happy Song* preparada para escucharse en cuanto pusiera un pie fuera del aula. No le interesaba nada de lo que tuvieran que decir.

RS-7456 sub 21-E —el asiento por defecto de Jaylen se iluminó como toque de atención.

Los orbes azules de la chica se clavaron en su profesor, cuya voz le llegaba distorsionada desde los altavoces que tenía cerca en su 15º fila. Notó como varios de sus compañeros —muchos que no reconocía y que probablemente ni conocía aunque llevara tres años con ellos— giraban la cabeza para mirarla, esperando una reacción lógica a aquel momento bochornoso para regodearse. Y Jaylen, aunque comprendía las ansias de sus compañeros de presenciar algo que rompiera con el aburrimiento de su rutina, tan sólo se puso de pie, dejó sus hojas en blanco y tomó su bolsa antes de comenzar a salir al pasillo de escaleras que la llevaría a la puerta de salida.

Lo sé profesor, ya me voy —respondió con un tono monótono, cansino. Casi rabioso. Esbozó una sonrisa que habría resultado ofensiva para alguien sensible y se caló los cascos, dejándose ensordecer por el sonido de la música antes que otro comentario o murmullo de alguno de los presentes le sacara de quicio.

El silencio que le proporcionaba ignorar toda existencia que no fuera la suya propia le ayudaba a pensar. Trataba de rememorar todo lo que había estado pasando en el último mes y algo, desde el comienzo de su tratamiento, pasando por la tercera semana en la que habían comenzado a usar a sus compañeros —de curso y de otros que compartían el laboratorio de psicología experimental con ellos— y ver sus progresos durante la cuarta, hasta llegar a finales de esa quinta semana. Volvían a estar atascadas. Y aquello dolía y frustraba.

Aunque no todo el mérito era de Regina y Jaylen —pues estaba su supervisora y probablemente su senior también—, habían hecho asombrosos progresos acerca de la actividad neuronal y averiguado el origen de más actividad en el cerebro durante el período más álgido del insomnio, así cómo también en aquellos que habían logrado tener sueños alterados y pesadillas. Lo curioso era que se encontraba en el mismo sector del cerebro, el más recóndito. El primitivo.

Jaylen suspiró, desparramando sus cosas sobre una mesa cercana al ventanal. No era consciente del momento en que había puesto rumbo a la cafetería, estaba ya acostumbrada a dejar que su cuerpo hiciera las cosas por inercia. Estaba tan agotada de tener que pensar en todo lo que hacía, que había decidido dejar de hacerlo. Así de fácil.

Se derrumbó en una de las sillas, y usó la que tenía frente a ella para apoyar sus pies. Si no fuera porque la cafetería estuviera abarrotada habría tenido la poca delicadeza de quitarse las botas. Cerró los ojos, tratando de disfrutar de la tranquilidad proporcionada por la música y deseó poder dormir aunque fueran unos minutos más. Hasta la próxima clase, o quizás esperaría a que apareciera Regina y la arrastrara al laboratorio. También podría irse de la facultad, esconderse en casa de alguien y evitar tener que discutir cómo inhibirían y desinhibirían ese sector primitivo dónde se ocultaban tantas distorsiones del sueño.

Jaylen quería paz, paz que ayudara a mitigar esa cólera que la estaba invadiendo. No quería pensar cuánto tiempo más podría aguantar.

A saber cómo lo consigue Nikolai —masculló, lanzando sus auriculares estéreos por encima de la mesa. Carraspeó, y dirigió la vista a la mesa contigua. Había un par de chicas que reían de forma estridente, hablando de algo que a Jaylen no le apetecía entender.

Sup~

Hallo —respondió la joven, despegando la vista del trío de féminas para mirar al chico de cabellos castaños que ahora tomaba asiento frente a ella, dejando que Jaylen usara su regazo para apoyar los pies. —¿No tienes clases?

Claro que si, pero me aburría~ —canturreó, pasándole una de las tazas de cappuccino que había traído con él. —Además, me ha llamado Elaine. Parecía preocupada por el lento avance de vuestro proyecto.

Jaylen respondió con otro carraspeo antes de tomar el café y dar un largo sorbo, sin desviar la mirada de los ojos azules de su acompañante. Casi todo el mundo había escuchado hablar de Basil, hijo de nobles eminencias del norte de Italia. Desde el primer minuto que entró en la sede de Atlantis se había pasado yendo de un lado a otro de los colegios. Jaylen, que lo había conocido por Regina —al parecer, eran íntimos amigos— y Nikolai, sabía que estudiaba astrofísica, pero que también había comenzado varias carreras que había dejado por aburrimiento. Y es que la hiperactividad para un superdotado, era difícil de llevar.

¿Quieres verlo? —preguntó repentinamente Jaylen, alargando el brazo para tirar del asa de su bolsa. —No le puedes decir a Niko que lo has visto antes que él —advirtió. Basil soltó una carcajada y asintió, haciendo un comentario por lo bajo en su idioma materno que provocó que la pelinegra se riese también.

Con parsimonia, Jaylen rebuscó en el interior de su bolsa hasta dar con su Tablet, ahí tenía los archivos más importantes de la última semana, junto con varias notas de voz que aún no había eliminado. Abrió los datos más importantes en varias pestañas y entregó el aparato a Basil, sin siquiera sopesar la idea de que no pudiera entenderlo, planteárselo casi le parecía estúpido.

No sabemos cómo administrar los inhibidores y activadores de forma que sólo afecten esa zona del cerebro —explicó Jaylen, después de que hubieran pasado varios minutos en silencio. —Las punciones quedan descartadas porque algunos voluntarios no saben que lo son —explicó, chasqueando con la lengua y dando otro sorbo al cappuccino. —Y aunque lo fueran, no todos pueden alcanzar el nivel de sadomasoquismo de Sei.

¿Sei? —preguntó Basil, apartando la mirada de la Tablet y arqueando sutilmente las cejas, contradicho. —¿Acaso Nimúe se lo ha pedido? Da igual, no quiero saberlo. No me interesa —dijo el italiano, soltando otro comentario por lo bajo que esta vez provocó que la noruega frunciera el ceño. —Lo importante es que tienes razón, esto va más allá de vuestros conocimientos.

Lo sé, por eso vamos con retraso —ignoró la sonrisa de Basil, parecía divertido al poder comprobar abiertamente lo irascible que se encontraba ella. En las últimas semanas había tratado de contenerse para evitar que la preocupación del hermano de la chica fuera en aumento, pero ahora que Nikolai no estaba a la vista, y la cosa cambiaba. —¿Vas a seguir regodeándote? Si no tienes nada que decir que pueda interesarme, no sé porque Elaine se ha tomado la molestia de hacerte venir.

El castaño se encogió de hombros en parte como disculpa, en parte burlón. Era evidente que no le preocupaba el estado de Jaylen, ni tampoco su hostilidad, ya lo había esperado y se le hacía hilarante verla así. Con tranquilidad, comenzó a garabatear sobre la Tablet y entornó los ojos con falso aire pensativo.

Sé lo que necesitáis —dijo finalmente, volviendo la vista a Jaylen. —Estáis buscando a alguien de bioquímica que os ayude con esto y no reporte a la directiva. Y por suerte, conozco a alguien que está casi tan loco como vosotras para ayudaros en esto —explicó, esbozando una sonrisa antes de entregarle de vuelta la máquina a Jaylen.

Al tomar la Tablet, la joven se percató que había algo escrito. El nombre de alguien, junto con su dirección, el número de teléfono y los laboratorios y aulas que frecuentaba. Jaylen no lo iba a decir, pero a veces le perturbaba el hecho de que Basil pudiera tener información tan variada y sobre tantas cosas.

¿Mehiel? —preguntó, arqueando una ceja. —¿No me estás tomando el pelo, verdad? Aún recuerdo lo del semestre pasado —comentó Jaylen, notando como las ganas de golpear a Basil iban en aumento conforme recordaba las jugarretas de las que había sido víctima. —Te juro por lo más sagrado que si vuelve a ser lo mismo, se lo diré a Nikolai —advirtió, guardando con cierto recelo la información obtenida del italiano.

Pienso negarlo todo —murmuró Basil, viéndose por primera vez ligeramente molesto ante aquella amenaza. —Id a verle, y si te parece que es un fraude, acúsame. Veremos como te sale el tiro —contestó, esbozando una sonrisa ladina que asqueó a la muy irascible Jaylen.

Está bien —convino ella, alargando el cable de los auriculares para tomar el móvil y comenzar buscar en la agenda el número de Regina. —Algún día de estos, tendrás que contarme que asuntos tienes con Madame Lunatique. —Se irguió, dejando de usar a Basil como reposa pies, sin ser consciente de la sonrisa que esbozó cuando escuchó la voz de su compañera al otro lado. Al fin podrían ponerse en movimiento. —Regina, creo que tenemos al bioquímico.

*:
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Mensaje por Invitado Mar Ago 07, 2012 1:50 am

XDDDD ahí toy yooo!!! yaaaay que emoción, puedes llamarle un capitulo "no tan fuerte" pero creo que para un primer capitulo donde se supone que se empieza a armar una base para el resto de la historia te ha quedado muy pero muy bien, realmente creo que si triunfas en esta historia deberías hacer un libro. digo, no conozco tanto talento literario por estos lares así que realmente me impresiona y me fascinan tus escritos. esperando por el capitulo 2 y muy paciente XD
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Mensaje por Invitado Mar Ago 07, 2012 6:13 pm

No soy experta en esto de la escritura y esas cosas (sobretodo por que no se me da xD) por eso admiro a quienes pueden hacerlo, por eso quisiera decirte que eres de las mejores. Me gusta mucho tu historia, desde el prólogo hasta este capítulo ha estado sumamente interesante, simplemente me dan ganas de leer más y más (y no exagero x3).

No tengo nada más que decir más que estoy ansiosa por leer el siguiente capítulo y felicitarte, definitivamente una buena historia. :3
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Mensaje por Invitado Mar Ago 07, 2012 11:53 pm

*Después de releerlo unas 5 veces más(?)*

Quiero el segundo capítulo, ahora uwú, no puedo esperar, no me da la gana de esperar y ser paciente. Lo quiero ya~

Dejando mi lado impaciente en la esquina xD, me gustó como llevaste a Regina y a Basil, creo que a ellos fueron los que disfruté mas (no me gustaría incluir a Jaylen porque ella esta sufriendo... sería ser sádica xD), esos reyes italianos u//u me vuelvo a reír con Len y Basil acusarse mutuamente con Nikolai xD van a dominar el mundo, yo lo sé (?)

La descripción de Elaine es canon, no soy quien para certificarlo pero es lo mas cercano al canon (?) que he leído de otro, que Lena me coma el cerebro si miento(?). Mehiel me huele que es otro loco para el saco, no pretende nada bueno, menos si Basil lo conoce >.> (?)

Juré que había comentado aquí Uu... Ya sabes Lany, estás bajo amenaza de muerte, si no continuas e.e mandaré uno de los gatos ninjas de mi senpai mafioso a visitarte (?). Está muy bueno el capítulo, te daré premio <33 si terminas el segundo en tiempo record habrá doble premio(???)
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Mensaje por Sigma-chan Miér Ago 08, 2012 12:48 pm

Pues hacia bastante tiempo q' no leía un fic. Y vaya q' me ha gustado el tuyo, la trama se me hace interesante y llena de intriga. Siento q' en algun momento alguien acabará despertando en la dimensión desconocida n.n

Sigue así q' vas muy bien. Por lo pronto esperaré el siguiente capi ^^

Saludos.
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Mensaje por Invitado Mar Ago 28, 2012 4:41 pm

Cosas D:!:

.Capítulo 2.
.Kunsten å miste.



Las indicaciones que habían logrado reunir por parte de los compañeros de Mehiel, llevaron a Regina y Jaylen hasta el sector más alejado del centro del centro de la Ciudad Universitaria. Lo que situaba la casa del bioquímico en el área que se situaba a las afueras. Había un solo tren que llegara hasta ese lugar, pues era una zona muy poco habitada y poco recomendable para residir.

Aquel detalle le había parecido sospechoso a Jaylen, quien compartió su idea de que aquel estudiante recomendado por Basil debía llevar cosas más truculentas —de las que había dejado entrever el italiano— si tenía la necesidad de vivir tan lejos, dónde supuestamente los ojos del Consejo de Atlantis no llegaban. Regina, que había convenido que la paranoia de su compañera no la dejaba pensar con claridad, prefirió no decir lo que pensaba en voz alta porque era parecido a lo citado por la noruega insomne, y no le apetecía animarla. El deber de Regina era mantener la mente aferrada a la realidad y evitar cualquier ataque de psicosis neurótica que pudiera darle a los voluntarios por la falta de sueño.

Cuando el tren se detuvo en la última parada, ambas estudiantes se apearon en la estación y guiadas por el gps de Regina —dónde habían introducido previamente los datos de la casa que Mehiel usaba más y que Basil parecía haber olvidado escribir—. Terminaron en una estrecha avenida bordeada por lo que eran viejos almacenes rehabilitados para hacer de viviendas, algunos mostraban signos de estar habitados pero de la inmensa mayoría colgaban grandes carteles que anunciaban su venta o alquiler.

¿No crees que sea más cómodo vivir en un barrio cómo este? —preguntó Jaylen, su vista seguía clavada en los edificios, pero Regina pudo notar en la noruega una expresión diferente a la que estaba acostumbrada a ver, una que hacía mucho tiempo que no veía en ella.

No estoy muy segura, nunca me han llamado la atención los lofts —respondió de forma distraída, mostrándose curiosa por la expresión de su compañera. —Demasiado pequeños, y yo tengo demasiadas cosas. Aunque debo decir que me gustan los lugares sin muchas paredes, a veces el exceso de ellas reduce el espacio.

Jaylen parpadeó, y miró extrañada a su alrededor. Por unos segundos contuvo la respiración, y alzó la vista para observar a Regina, sus grandes ojos azules reflejaban sorpresa, desorientación. Parecía haber salido de un profundo trance, y eso a la italiana le preocupó.

Los lugares viejos me recuerdan a mi antiguo colegio, por eso no me importaría vivir en un lugar que tenga ese mismo aire —Jaylen sonrió levemente, y apresuró la marcha sin esperar a Regina, aunque la italiana en ningún momento hizo mención de querer alcanzarla.

Cuando Jaylen se había propuesto para ser el principal sujeto experimental a Regina le había sido difícil de aceptar. No porque estuviera preocupada por como todo aquello pudiera terminar —que lo estaba, pero no tanto como para proponerse ella—, la razón principal había sido por lo poco que sabía de su compañera. Para un experimento y control como aquel, debían tener un informe muy detallado sobre los estudiantes, y así era con la mayoría de los otros que habían comenzado a usar.

Era fácil con los que se habían enrolado a Atlantis desde el instituto, sin embargo con estudiantes como Jaylen —que aparecían de otro país, y que habían estado en otro sistema educativo alejado a aquel— no había nada más que lo básico.

Regina no tenía ni idea de qué cosas podían afectar más a Jaylen y que en el estado en el que se encontraba pudieran provocarle mucha hostilidad y episodios de histeria que era mejor evitar. Sabía que Nikolai había hecho todo lo que estaba en su mano para tramitar el traslado de Jaylen, y que si finalmente se consiguió fue por que cierto noble italiano había metido mano de por medio.

¿Qué clase de genio abandona su carrera como artista para meterse en psicología? —murmuró Regina por lo bajo, viendo como Jaylen —a lo lejos— se detenía para leer las placas de cada edificio. Suspiró, turbada y preocupada. —¿Y por qué hay tanto hermetismo a su alrededor?

¡Regina, es aquí! —gritó Jaylen, moviendo un brazo de forma hiperactiva para llamar la atención de la rubia.

La italiana corrió el último tramo y se detuvo frente al almacén de ladrillo negro, Jaylen ya estaba en la entrada cuya iluminación constaba de una bombilla colgante sobre sus cabezas. Frente a ellas se encontraba una puerta grande revestida de algún tipo de metal y que a su lado tenía varios timbres. Sin perder el tiempo, Jaylen pulsó el que tenía el nombre de Mehiel escrito debajo, no ocurrió nada. Volvió a presionarlo otra vez, y al no escuchar ningún tipo de respuesta apretó una última vez el timbre, sin apartar el dedo de él.

Jaylen, no seas maleducada —dijo Regina, y tomó la mano de la morena, apartándola del timbre. Ella le lanzó una mirada entre molesta y confundida.

La puerta se abrió de golpe, provocando que las dos chicas retrocedieran unos pasos por la pequeña sorpresa. Un hombre delgado apostado en el umbral las contempló con curiosidad. Regina, que era la más extrovertida, le ofreció una sonrisa radiante y confiada.

¿Mehiel Shirayuki?

Ese debo ser yo, a no ser que me hayan cambiado el nombre en la última media hora.

Jaylen se crispó y decidió moverse tan sólo para quedarse detrás de Regina. El hombre que les bloqueaba la puerta le pareció tan alto y delgado como un insecto palo, sus cabellos —que ahora se mostraban rojizos por la humedad— se le pegaban en el cuello. La noruega trató de buscar alguna pista que evidenciara el origen de nacimiento de aquel desconocido, sus ojos eran redondos —y habían adquirido un tono anaranjado— y su piel era de un pálido lechoso. Aquellos datos la extrañaron, y le llamaron la atención.

No pareces asiático —murmuró Jaylen, poniéndose de puntillas para poder hablar por encima del hombro de su compañera, que trató de no reírse al escuchar semejante saludo.

Mehiel, tan sólo se limitó a pasar una mano cargada de anillos plateados por sus cabellos mojados y las contemplo pensativo.

Yo creía que las noruegas eran altas, rubias, y con buenas curvas. Pero tú no tienes ninguna de esas cosas. ¿Acaso dejas de ser originaria de tu país por eso? —dijo, esbozando una pequeña sonrisa. —Regina, encantado.

Basil te dijo que íbamos a venir, ¿verdad? —Regina se rio, notando como la frente de Jaylen —que estaba aplastada contra su cuello— ardía por la animosidad incontrolada que comenzaba a sentir por el bioquímico. —Al parecer no hemos venido a convencerte de que nos ayudes, sino para conocer a nuestra nueva incorporación.

Creo que así es —declaró, pronunciando aún más su sonrisa. Finalmente, abrió la puerta de par en par.— Entrad, por favor. —Hechos los saludos, los tres comenzaron a subir por las escaleras.

El loft era enorme y fuera del mobiliario necesario para hacerse la vida fácil, no había nada ostentoso o fuera de lugar. Nada que llamara la atención, nada parecía sobrar en aquel lugar. Era todo tan plano que nadie podría haberse hecho una idea de cómo era Mehiel por como tenía la casa, sólo quizás que era meticuloso, perfeccionista y ordenado. Con todo tan limpio, y con nada fuera de lugar, se hacía —por alguna razón— raro.

Haciendo caso al ofrecimiento de Mehiel, tomaron asiento en un par de butacas y esperaron a que él decidiera acompañarlas. Durante aquellos minutos de tiempo muerto, Regina se dedicó a observar las respuestas de Jaylen en aquel entorno. Aunque su función fuera la de controlar, aquello de vigilar a su compañera era más un pasatiempo, pues con los otros tenía suficiente con los informes diarios que obtenían en el laboratorio.

Estoy segura que ya lo sabe todo —dijo Jaylen, dirigiendo la vista a Mehiel, quien se encontraba en la espaciosa cocina preparando lo que parecía ser té. —Quizás no por Basil, pero si por las otras dos.

Regina apretó los labios y asintió con resignación.

Comienzo a pensar que hay cosas que es mejor que no les mostremos —confesó y apretó las manos con un deje iracundo. —No me gusta esto.

Jaylen abrió los ojos con sorpresa, y sonrió casi con ternura.

Pero Regina, esto es Atlantis —Jaylen no dejó de sonreír, tan sólo se acercó a su compañera para pasarle un brazo sobre los hombros en un intento de reconfortarla. —Es normal que siempre haya alguien observándonos en este lugar. Quizás es una suerte que Mehiel se enrole.

Regina no tuvo la necesidad de preguntarle a Jaylen las razones que tenía para pensar aquello, estaba claro por como vivía aquel tipo que tampoco le gustaba que husmearan de más en su trabajo y en su vida. Era una suerte que ahora pudieran contar con alguien que estaría acostumbrado a ocultar información a todo el mundo, superiores y universidad incluidos.

Al cabo de unos minutos más, Mehiel apareció en la abierta sala de estar y dejó sobre la mesa de café una bandeja en la que había tres tazas de colores dañinos para las pupilas, una cafetera de titanio, una tetera de metal y varios dulces.

Jaylen notó el ligero movimiento de las aletas de su nariz, cuando logró captar el olor de los pétalos de amapola y lavanda no pudo evitar abalanzarse —del modo más correcto y errático que un insomne se pudiera permitir— sobre la tetera y verter parte del contenido en una de las tazas. Ignoró las miradas que los otros dos se dedicaron mientras se preparaban el café, y se acomodó en el sofá.

Gracias.

Regina miró a Jaylen y otra vez más a Mehiel, que parecía de algún modo divertido y satisfecho con el comportamiento de la noruega. Tal y como sospechaban, era probable que Elaine o Nimúe le hubieran puesto al corriente una vez Basil lo hubo identificado como el único plausible para el trabajo. Era obvio por la manera en la que estudiaba al sujeto principal de experimentación, en el modo en que había estado molestando a Jaylen aún sólo con lenguaje corporal.

Regina dio un sorbo a su café después de olerlo, y entrecerró los ojos, mirando de forma suspicaz e inquisitiva al bioquímico. Mehiel Shirayuki, parecía ser un hombre tan amable como cruel.

Te pediría que no jugaras con la escasa paciencia de Jaylen —dijo Regina, esbozando una sonrisa tranquila. —Porque creo que esta vez no intentaría pararla si tratara de hacerte daño —se sentó erguida en el sofá y cruzó una pierna sobre la otra. —Entenderás que no nos gusta que jueguen con nuestro tiempo, y tampoco que nos tomen el pelo. ¿Me dirás si hemos venido aquí para algo, a parte de saciar tu curiosidad? —preguntó, moviendo de forma sinuosa la punta redonda de sus zapato de tacón rojo que tenía suspendido en el aire. —A mi tampoco me queda mucha paciencia.

Mehiel parpadeó, y su rostro tomó una sutil expresión atontada de a quien le han llamado la atención por algo que ni sabía que estuviera haciendo. Sus ojos castaños se posaron primero en Jaylen que le sonreía por encima de su taza de té con aire contenido y después a Regina, cuya mirada era más fría. Amenazante.

Vaya, al parecer me he dejado llevar demasiado —comentó él, sin perder su sonrisa. —Vuestro proyecto me ha causado mucha impresión, además me parece sorprendente que alguien sea capaz de ofrecerse voluntario para esta clase de experimento —añadió, pues sabía que el sujeto principal de experimentación era el que debía pasar por más pruebas que los otros, y a través de las respuestas que recibieran de él aplicar el tratamiento más funcional al resto de los ratones.

Así que hablando claramente, a Mehiel le sorprendía que un ser humano —cuyo sentido de la supervivencia estaba por encima de cualquier otro— permitiera de forma voluntaria pasar por algo que, sin duda, debía ser una tortura. Y la curiosidad por ver el estado en el que se encontraba, había podido con él. Al fin y al cabo, primero iba su curiosidad científica.

Para mostraros que no habéis venido para nada, os diré que he estado estudiando los informes que me han hecho llegar —sacó de su bolsillo dos unidades de memoria portátiles que entregó a cada una de ellas. —No ibais mal encaminadas al pensar que necesitabais inhibidores y desinhibidores para esas zonas concretas del SNC. Necesitáis administrar unos neurotransmisores por el canal de las neuronas dopaminérgicas y noradrenérgicas —explicó Mehiel. —Por supuesto, no estoy hablando de administrar noradrenalina y dopamina aparte de las que produce el cuerpo. No me ha dado tiempo a revisar los informes de éste ultimo día, pero me he fijado que hay varios grupos donde tienen excesos o deficiencias increíbles de esos neurotransmisores, al igual que de inductores enzimáticos. Lo que quiero decir es que a través de esos canales introducir una catecolamina neurotransmisores que se vierten en el torrente sanguíneomás especifica y que tan sólo actúe en los lugares de las fallas.

¿Estás hablando de un neurotransmisor artificial? —al escucharse decir eso, Regina no pudo evitar sentirse más sorprendida aún. Era simplemente una locura.

Era cierto, que el hombre había aprendido a replicar esos neurotransmisores a través de medicinas y otras drogas —como la cocaína y otras anfetaminas—. Sin embargo, hasta la fecha no se les había hablado de ningún tipo de neurotransmisor artificial e inteligente. ¿Tan lejos había llegado el hombre en el campo de la medicina y la bioquímica? ¿Cómo era posible que todo aquello no fuera a salir a la luz porque fuera considerado una herejía a las nuevas leyes acerca de los derechos humanos?

Estás hablando de los neurotransmisores del proyecto Ronda —sentenció Jaylen, arqueando ligeramente las cejas, con expresión curiosa. —Neurotransmisores de estimulación eléctrica del cerebro.

Creía que habían borrado todo acerca del programa —admitió Regina, mostrándose igual de curiosa que Jaylen. —Por interesante que sea, no puedo dejar que uses algo así en Jaylen, es

¿Inhumano? —Preguntó con dureza Jaylen y cerró los ojos para contraer lo que hubiera sido una expresión demasiado hostil como para dejarla salir. —No me importa, es mejor que lo haga conmigo que con otra persona. Si algo sale mal es mejor que me pase a mi que alguien no sepa que es lo que está ocurriendo. Es nuestro proyecto, lo normal sería que todos nos responsabilicemos.

Regina no dijo nada, se limitó a mirar a Jaylen sabiendo que por muchas razones que le diera no lograría hacerla desistir. Comprendía que —verdaderamente— sólo tenían como opción a Jaylen para probar los neurotransmisores de Ronda y ver si las cosas salían bien, antes de administrárselos a alguien más. No sólo era por seguridad, era la única manera en la que seguirían teniendo algo de control sobre su proyecto y porque sería más fácil excusar cualquier accidente que pudiera ocurrirle a Jaylen que a cualquiera que hipotéticamente fuera ajeno al proyecto.

¿Cuándo podríamos empezar? —preguntó la italiana.

Mehiel volvió a sonreír, de esa manera que molestaba a Jaylen y que casi lograba crisparle los nervios a Regina, se inclinó hacia adelante y le respondió:

¿Qué tal ahora mismo?




El viaje de vuelta en el tren fue silencioso. Jaylen, quien había aprovechado ese lapso para tratar de descansar, se encontraba ocupando dos asientos. Tenía los ojos cerrados, y a Regina se le hacía extraño ver una expresión tan poco tranquila en alguien que en teoría estaba tomándose un tiempo para relajarse. En una ocasión normal o si no se tratara precisamente de Jaylen, Regina habría hablado con ella hasta lograr que sacara aquello que la tenía inquieta y que tan sólo ayudaba a acrecentar su insomnio, pero a esas alturas sabía que era hacer un esfuerzo en vano.

Esta vez no quiero que me acompañes a casa —dijo Jaylen, abriendo los parpados para así mirar a Regina, parecía preocupada. —Últimamente estás exigiéndote mucho más de lo que deberías, y creo que tú también necesitas desconectar. Descansar un poco de mí.

¿No estás siendo un poco cruel contigo misma, qué te hace pensar que estoy cansada de estar contigo?

Jaylen suspiró, y se sentó lo mejor que pudo en una de las butacas que había estado ocupando.

Porque no estamos juntas para pasarlo bien, como las amigas lo hacen —respondió, encogiéndose de hombros.—Estás conmigo para cuidarme todo el rato, y aguantarme por trabajo es insufrible. No soy cruel Regi, soy sincera —Jaylen se movió incómoda en su sitio cuando observó la expresión de su compañera y suspiró de nuevo. —De verdad, estaré bien. Además, quiero estar a solas un rato. Yo también quiero desconectar.

Está bien —concedió Regina, esbozando una pequeña sonrisa. —Hoy lo haremos a tu modo —y con esa respuesta, todo volvió a sumirse en el silencio.

Normalmente —y como había estado haciendo en el último mes y algo más— en vez de bajar en la estación de enlace, Regina se habría quedado hasta llegar a la antepenúltima parada de aquel trayecto de la línea principal para acompañar a Jaylen hasta su casa y asegurarse de que llegara sin ningún tipo de percance, para cuando el paseo de control hubiera llegado a su fin sería demasiado tarde para regresar a la estación y tendría que pagarse un taxi para regresar a casa.

Sin embargo, y tras el acuerdo al que habían llegado las dos, por primera vez en muchas semanas, Regina llegaría pronto a su piso y tendría tiempo para sentarse con sus compañeras —Daisha y Darlenee—, hablar y desconectar. Tal y como Jaylen había sugerido.

Cuando la noruega vio a Regina bajar al andén de la estación central por la ventana, le sonrió e hizo un gesto con su mano izquierda para despedirse. De algún modo creer que había hecho una buena acción le animaba de un modo que no podía explicar, al igual que tampoco podría describir el alivio que sentía al no tener a nadie conocido cerca que la mirase como al bicho raro de experimento que era ahora.

Así que como una idea general, podría decirse que aquel rato en el que Jaylen lo pasó sola y aislada del resto de Atlantis —aunque, irónicamente, estuviera en uno de sus trenes— resultó ser un bálsamo para su estado de ánimo, para su mente y quizás incluso para su espíritu. Al menos lo fue hasta se vio fuera de la estación y encontró a varios metros de ella la figura —siempre reconocible— de Sei Neverleid.

Regina no está, tendrás que ir mañana al laboratorio a hacerte el control —saludó de forma mecánica Jaylen, negándose a levantar la cabeza para poder ver a los ojos a la torre humana que se acercaba a ella. Detestaba a la gente desproporcionadamente alta, porque ella lo era a la inversa.

Antes solías tomarte la molestia de saludar —respondió Sei, apartándose con la mano varios mechones oscuros del rostro.

Ya, tú antes también te tomabas la molestia de hacer muchas cosas —chasqueó con la lengua y decidió que lo mejor era seguir caminando. —¿Qué tal tu vida de insomne?

Es toda una aventura, hace días que meto tazas de café con la cuchara dentro en el microondas sin temer que el mundo vaya a llegar a su fin.

Al escuchar eso, Jaylen no pudo evitar ponerse a reír. Era divertido saber que los demás tenían las mismas reacciones —o al menos parecidas— que ella. Sin embargo esa risa, desapareció tan pronto como había surgido. La atmosfera que rodeaba a los dos chicos de pronto se volvió pesada, tensa.

Ya sabes que prefiero que no hablemos —esta vez, Jaylen se tomó la molestia de levantar la cabeza para mirar a su interlocutor, con una expresión levemente sombría y decaída. —Por estas fechas siempre hacemos lo mismo. Y no está bien hablar de secretos, aunque sea para discutir.

Quizás lo hacemos porque con este tema sólo nos tenemos a nosotros —sugirió Sei, sonriendo de un modo irónico, casi macabro. Como si lo que estaba diciendo no se lo creyera del todo. —Es masoquismo, principalmente —respondió con más convicción, deteniéndose cuando llegaron al aparcamiento de motocicletas y Jaylen pudo vislumbrar el instrumento del mal de Sei.

Jaylen también se detuvo, sospechando que de aquella pequeña visita terminarían molestos los dos, cabreados por el secreto y por el sentimiento de impotencia que nacía cada vez que trataban de sacar aquel tema del cual se habían prohibido hablar.

¿Qué quieres saber? —preguntó directamente la noruega, frunciendo el ceño y notando como una parte de ella la amenazaba con ponerse a hiperventilar.

He estado pensando en el proyecto del insomnio, en la naturaleza del trastorno —explicó, pensativo. —Y me he preguntado si en el fondo, no estás buscando un modo de inhibir o cortar la relación entre recuerdo y reacción. ¿Estás buscando la manera de insensibilizar la mente y el subconsciente? —Aunque sabía que no iba a obtener respuesta, Sei volvió a preguntar: —¿Por qué?

Jaylen apretó los labios, y sus manos formaron un tenso puño. Si no fuera porque Sei le sacaba casi medio metro y se estaba poniendo el casco en la cabeza, le habría golpeado por haberle preguntado algo así, por aparecer y tratar de hacerse el simpático para luego soltarle sutiles acusaciones a quemarropa. Era cruel, e injusto.

Porque guardo un secreto, que es como una obsesión y no veo otra forma de llegar a cumplirla que comenzando este proyecto —puso en alto el puño y lo descargó sin mucha energía en el hombro del ojirrojo. —Mañana. Control. No hagas esperar a Regina.

Dicho esto, Jaylen salió corriendo hacia la calle principal. Sabía que Sei no iba a seguirla, que ya estaría satisfecho con aquella reacción y se regresaría a la madriguera con su hermana mayor para regodearse de la “amistad” pasivo-agresiva que ahora mantenían y porque tendría mucho en lo que no querer pensar. Y aunque Jaylen lo sabía no se detuvo, aunque sus piernas le comenzaran a doler y su visión se hiciera borrosa por la poca cantidad de oxigeno que permitía llegar a sus pulmones.

Cuando subió el último tramo de escaleras del bloque de departamentos, se dejó caer de espaldas frente a la puerta, con los brazos extendidos. Había abierto la boca como si así le ayudara a recuperar de forma más fácil el aliento, aunque en realidad sospechara que tan sólo le ayudaba a parecer estúpida.

Después de unos minutos decidió entrar en el departamento, aún sin dormir le era fácil abrir la puerta del modo en que no emitía ningún ruido. Según Nikolai, Jaylen era la única que tenía esa capacidad innata de saber pasearse como un fantasma por las casas, y era algo que la chica agradecía, sobretodo cuando no tenía ganas de ser advertida.

Al pasar por el recibidor, se detuvo frente a la entrada del salón. En el sofá estaba su hermano observando el interior de una caja de comida china, lo poco que veía de su expresión no podía aclararle nada a Jaylen acerca de lo que pasaba por la mente de su hermano. A su lado —para variar— estaba Basil que usaba las piernas de Nikolai como reposapiés, al contrario que el noruego, él parecía no estar preocupado por lo que se llevaba a la boca y además, tenía la capacidad de seguir hablando sobre cuerpos astrales sin que se le cayera la comida. Ni siquiera perdía ese estilo bizarro y gracioso suyo.

El único momento en el que Jaylen se sentía enternecida por Basil, era cuando le escuchaba hablar de astronomía con Nikolai. Porque parecía distinto, bueno.

¿Me habéis guardado un poco? —preguntó la chica, aún desde el umbral.

Durante un segundo, en el momento en que Nikolai dejó de mirar la comida china para dirigir la vista a su hermana menor, Jaylen se sintió insegura. Incómoda. Porque ella había perdido la capacidad de entender y saber que le pasaba a su hermano sin tener la necesidad de que fuera expresivo con ella, en cambio él, parecía no necesitar mirarla para saber que estaba pensando.

¿Estás bien? —preguntó Nikolai, tan sólo arqueando muy ligeramente sus finas y rubias cejas. —Pareces agitada.

Jaylen abrió la boca y la cerró cuando se dio cuenta que Basil también le estaba mirado con curiosidad. Substituyó su plan original de enfadarse con el italiano por estar ahí, por el de ofrecerles una pequeña sonrisa agotada y contar una media verdad.

He venido corriendo de la estación —explicó, rascándose la nuca. —Ha sido un día muy largo y me siento agotada con mucho sueño.—Me iré a duchar, ahora saldré —añadió, sin darles tiempo a ninguno de los dos jóvenes a preguntarle nada más.

Había muchas cosas de las que Jaylen no quería que específicamente su hermano estuviera enterado o recuperara. Ese secreto que impulsaba a Jaylen a cometer uno de los mayores delitos frente a la Comisión, un secreto que muchos habían perdido y que quizás era mejor asegurarse que se perdía, arrancando la raíz que infectaba sus mentes.


El arte de perder no es muy difícil; tantas cosas contienen el germen de la pérdida, pero perderlas no es un desastre. Pierde algo cada día. Acepta la inquietud de perder las llaves de las puertas, las horas malgastadas.

Después intenta perder lejana, rápidamente: lugares, y nombres, y la escala siguiente de tu viaje. Nada de eso será un desastre. El arte de perder no es muy difícil. Perdí dos ciudades entrañables, y un inmenso reino que era mío, dos ríos y un continente. Los extraño, pero no ha sido un desastre.

Ni aun perdiéndote a ti (la voz cariñosa, el gesto que amo) me podré engañar. Es evidente que el arte de perder no es muy difícil, aunque pueda parecer un desastre.


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Mensaje por Invitado Mar Ago 28, 2012 10:45 pm

Fuck Nyaaaa me encanto! ahora si estoy yooo xP bueno bueno realmente explicaste muchas cosas que no entendí pero ya que mencionas al final que no son necesariamente reales me tranquilizas un poco, ya empezaba a creer que estaba muy oxidado en química jajaja, por cierto me encanto ese ultimo fragmento de poesía, me sentí identificado especialmente por lo de perder el tiempo XDDD esperando con ansias el tercer capitulo y pues me das mas esperanzas al decir que este se tardo mucho pues quiere decir que el próximo tardara menos (?) en todo caso. Good Job! :bien:
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Mensaje por Sigma-chan Miér Ago 29, 2012 5:58 pm

Solo escribiré una cosa:

Espero con ansias el siguiente capi, eso y q' sigo intrigada por saber cual será el Nudo de la historia ^^

Hasta entonces!
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Mensaje por Invitado Sáb Sep 01, 2012 5:41 pm

oh_study Por fin pude leer el nuevo capítulo y la verdad me pareció interesante, sigo diciendo que me gusta mucho como escribes y tu forma de narrar los hechos y demás. :tierno:

Quedé intrigada, ¿cuál será aquel secreto que Jaylen y Sei guardan celosamente? oh_001 Jejeje, simplemente no puedo dejar de pensar en ello xD.

Estaré al pendiente del próximo capítulo oh_025

¡Gracias por compartir este fic! :bye:
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Mensaje por Invitado Lun Sep 03, 2012 12:53 pm

Cosas D:!:

.Capítulo 3.
.Hvor mye tid?.



Los vio. A uno, que parecía estar en estado de shock, completamente congelado y al otro, ahí de píe, confiado. Feliz. Exuberante. Su retina había querido grabar cada detalle de aquel espectáculo para que pudiera recordarlo a la perfección por si quería rememorarlo de nuevo. La forma sutil en la que el lenguaje corporal lo daba a entender todo, la suavidad del momento. Jaylen no recordaba haber visto nada semejante antes, probablemente había presenciado escenas parecidas, pero ninguna que le inspirara paz de aquel modo.

¿Cuánto tiempo queda para que todo termine, para que llegue el accidente?

El sonido del microondas sacó de su ensueño a la noruega, que volvió a guardar los verdaderos controles de su tratamiento en una pequeña tarjeta de memoria y que extrajo del portátil. Una segunda alarma le advirtió que su café la estaba esperando y le hizo ponerse de pie después de asegurarse de que el programa limpiador se ejecutaba.

En las últimas semanas, su cuerpo había comenzado a responder bien al tratamiento, pero había pocas mejoras, en el peor de los días lograba dormir menos de una hora y si estaba de suerte podía llegar a las cuatro. De todos modos, habían conseguido mantener el funcionamiento del metabolismo a raya y ninguna de sus hormonas parecía estar dando problemas, tampoco había irregularidades con la actividad de su cerebro, y aun así, no habían logrado que recuperara el sueño.

Pero estaba bien. Porque su organismo también había comenzado a adaptarse a las pocas horas de sueño, y volver a ser consciente de todo lo que sucedía a su alrededor era un regalo. Ya no había protagonizado ningún episodio agresivo, y aunque se mostraba ligeramente pasiva con todo lo que sucedía a su alrededor, Jaylen era de los pocos voluntarios que respondían de forma más lenta al tratamiento. A pesar de haber sido la primera.

Y aunque casi todo fueran buenas noticias, ninguno de los que trabajaba en el proyecto lograba estar tranquilo.

¿Cuánto tiempo queda?

Nunca te ha sentado bien dormir poco —dijo la voz de Nikolai, a su espalda.

Jaylen no se movió, en realidad sus hombros se tensaron un poco y lo hicieron aún más cuando recibió esa caricia matutina que siempre le dedicaba su hermano mayor. La gente podría pensar que Nikolai, por su aparente falta de emotividad era alguien frío y difícil de tratar. Lo segundo podía ser cierto, pues no era fácil adivinar lo que pasaba por su mente, pero lo primero era algo completamente erróneo —según el punto de vista de Jaylen—. Para ella, Nikolai era una de las personas más buenas que había conocido, era trabajador y era muy cuidadoso con todo. Admiraba la dedicación que le tenía a su trabajo y a las cosas que quería, en el modo indirecto y sutil de malcriar a sus seres queridos y de castigarles cuando hacían algo que no estaba bien.

Nikolai, para Jaylen, era como un tesoro. Algo que debía cuidar sin atarle o hacerle sentir bobo, ninguno de los dos pensaría en ello como una humillación, en las tradiciones de sus ancestros estaba en su naturaleza el cuidar el uno del otro. Como un deber, como un regalo.

¿Nunca? —preguntó Jaylen, cuando recuperó la capacidad de hablar. —No recuerdo haber tenido insomnio, al menos no tan severo como el tuyo. Ya sabes que yo siempre he sido de dormir mucho —comentó con aire pensativo, soltando un pequeño suspiro resignado cuando se dejó llevar por el mayor hasta una de las sillas de la cocina. —A mí siempre se me ha dado bien asimilar las cosas mientras duermo.

Nikolai miró de soslayo a Jaylen pero no añadió nada más acerca del último comentario, simplemente se dispuso a seguir con la preparación del desayuno. Uno que no sólo se compusiera de café y un par de pastillas para matar el dolor de cabeza. Jaylen, por su parte, se acomodó como pudo, usando sus brazos como almohada y apoyándolos sobre la mesa. Miraba con pereza —y un aire curioso que rayaba lo paranoico— a su hermano, hasta perder la batalla por mantenerse con los ojos abiertos.

Recuerdo que me costó dormir cuando nos separaron —repuso, sin moverse un ápice. —A finales de ese verano me fui a la escuela de Artes y Humanidades.

Así es —afirmó Nikolai, quien había comenzado a cortar la grasa sobrante de algunas tiras de tocino. —A mamá y a Agu les parecía lo mejor, era una de las maneras en las que querían prepararte para cuando te fueras —explicó con su tan usual tono imperturbable, era difícil notar si había algún tono nostálgico en su voz. —Te acostumbraste enseguida. Siempre has sido fuerte y testaruda.

Jaylen gruñó por lo bajo, y escondió su rostro en un intento de ocultar el sonrojo que había comenzado a invadirlo, pero dejándose al descubierto cuando sus orejas tomaron el color de los tomates maduros. De algún modo, aquellas palabras le sabían a un cumplido, que le provocaban sentirse entre estúpida y feliz.

Me he acordado de cuando Agu nos dejó en aquel bote en el lago —dijo Jaylen, asomando un poco la cara que aún no había perdido el color. —Cuando dijo que no regresaríamos a casa hasta que no aprendiéramos a llegar hasta ella por nosotros mismos —rio de forma suave y sosegada, su acento cantarín pareció hacerse más marcado y hacía evidente las notas melancólicas de esa risa.

Agu era el nombre cariñoso de quien había sido su abuela, la madre de la suya. Tenía un gran cariño por las pequeñas tradiciones que habían dejado sus ancestros vikingos, la mayoría de las que conservaba eran aquellas que fortalecían el carácter, también las que unían.

Para demostrarles que por su sangre también corría la de aquellos que se habían aventurado en lo desconocido les había abandonado en mitad de un lago, afirmando que llevaban en sus genes la capacidad de saber como navegar —en aquel caso, remar— hasta su encuentro. Después de una hora de reclamos, Nikolai y Jaylen se las habían arreglado para entre los dos aprender a remar y mantener el rumbo que los llevaría hasta el muelle. Podría haber sido simplemente el instinto de supervivencia, pero no quitó lo significativo.

Dejé de poder dormir cuando se puso enferma —murmuró. — Y cuando murió fue cuando recuperé el sueño, demasiado. ¿Te acuerdas cuando la regañaron por dejarnos ir desnudos aquella noche, cuando celebrábamos aún los cambios de solsticio?

Durante un segundo, Nikolai pareció perder la concentración en lo que estaba haciendo y Jaylen tan sólo fue capaz de sonreír de forma maliciosa. Oh, justo había tenido esa conversación con cierto italiano cotilla hacía unos días, cuando trataban de hacer planes para el próximo cumpleaños de Nikolai.

¿Le habría avasallado ya con esas preguntas tan poco impersonales?

Jaylen soltó una pequeña carcajada, y trató de no regodearse demasiado en ello, pues sabía que por una vez que lograba provocar algo en Nikolai, él podía regresárselo de mil maneras diferentes y todas funcionarían.

Le dije que fue en esa época cuando comenzamos a observar las estrellas con Agu y nuestros padres —explicó Jaylen, irguiéndose en la silla para luego volver a hundirse en ella. —Normalmente no hablaría con nadie de nosotros. Pero estos temas, lo pregunta por razones tan curiosas y casi inocentes que no puedo evitar contarle —Jaylen miró a su hermano y arqueó las cejas en un deje de curiosidad. —¿A ti te pasa lo mismo?

Nikolai asintió, y antes de que pudiera decir algo más, Jaylen cambió el tema. Aquella afirmación era más que suficiente para ella y en el fondo, prefería hablar de otra cosa antes de que el tema se pusiera pesado y terminara saliendo a flote pensamientos que Jaylen quería guardar hasta que explotaran. Le avergonzaba la idea de aportar más negatividad a sus vidas, y no quería que su pésima forma de ver la vida supusiera otro punto más para romper el pequeño equilibrio en el que los dos trataban de sobrevivir y seguir adelante.

Nikolai —sonrió levemente cuando él dejó lo que estaba haciendo para mirarla. —Te quiero.




Para cuando Regina llegó al laboratorio, Mehiel y varios de los “voluntarios” ya habían comenzado con el trabajo, algunos eran incapaces de tenerse en pie y unos hasta bizqueaban con los ojos. Se sorprendió al escuchar que la mayoría estaba así por una macrofiesta que se había dado en el Shark durante el fin de semana. Resignada a tener que pasar una mañana sacando sangre y mirando constantes entre vomitonas y mechones de pelo rosado dándole en la cara, Regina colocó sus acreditaciones en la solapa del bolsillo superior de su bata y se la colocó con pereza.

Esto va a ser una porquería —pronosticó Regina, mientras tomaba una caja con palomillas y otros utensilios que iba a necesitar para el trabajo matutino, dando un par de pasos hacia atrás. —Aún no se han dado cuenta que estás aquí, Regina. Quizás si sales huyendo, todavía tienes tiempo de escapar.

Y mientras discutía hacer realmente eso, Mehiel pareció darse cuenta que había llegado y sonriendo de oreja a oreja, le saludó.

¡Al fin estás aquí! —canturreó alegremente el bioquímico, poniéndose en pie. —Llevo dos horas ayudando a nuestros pobres resacosos.

Eso ha sido decisión tuya —respondió cortante Regina, dejando caer la pesada caja sobre la mesa más vacía que encontró. —¿A dónde crees que vas?

Él movió la cabeza con aire desenfadado antes de sortear la mesa e ir hasta la única salida.

Voy a por café —se quitó la bata y ató su cinta de acreditaciones a su cinturón negro con chapas metálicas. —¿Cómo lo quieres?

Regina entrecerró los ojos, mirando con ligera suspicacia a Mehiel. Desde que habían comenzado a trabajar juntos —casi dos meses—, nunca se había ofrecido para traer nada a los demás de forma desinteresada, por lo que la chica no pudo evitar pensar que algo mal había hecho. O peor, que el bioquímico loco se traía algo entre manos.

Me arriesgaré y te pediré un Mocaccino.

Mehiel asintió y atravesó la puerta de salida, farfullando algo por lo bajo respecto a lo poco que se apreciaba su buena voluntad. Regina se sentó en su silla anatómica y comenzó con su trabajo.

El laboratorio estaba atestado para ser principios de semana; la mayoría de los que se encontraban ahí eran curiosos alumnos de primero y segundo, que aprovechaban el estudio acerca del insomnio y los trastornos cognitivos —que llevaban a la vez el grupo de Regina y Jaylen— para ayudar. Algunos eran lo suficientemente inocentes para dejarse usar y mostrarles a los demás como funcionaban algunas de las máquinas del laboratorio. Por supuesto, ninguno de ellos sabía que las simulaciones, no eran precisamente simulaciones.

Nadie parecía darse cuenta del engaño, y era a causa de lo bien que hacía su papel cada uno, que aún nadie había sospechado. También se salvaban de muchas revisiones sorpresas por estar bajo la vigilancia de Elaine, al parecer su influencia sobre sus superiores era mayor de la podrían haber sospechado.

¿Pero por qué ellas?

Regina frunció el ceño cuando se descubrió de nuevo pensando en lo que ocultaba Elaine, en cuales eran sus motivos para asegurarse de qué su proyecto fuera bien, el por qué les había elegido a ellos, y lo que más le preocupaba, era si estarían a salvo del Consejo de Atlantis una vez todo aquello hubiera terminado. Necesitaba un salvoconducto, algo más que todas las pruebas que les estaban ocultando, algo que relacionara directamente a Elaine Aradóttir y a Nimúe Neverleid con el proyecto. Sólo así, sabría que podría sentirse un poco más protegida.

Después de lo que creyó que habían sido horas, comenzó a captar el aroma del café tostado remezclado con otro olor más sutil, algún tipo de sustancia psicotrópica que le recordaba a la belladona —aunque no lo fuera—.

¿Has tenido que ir a moler tu los granos de café? —Mehiel parpadeó con expresión suspicaz, como siempre hacía cuando algo le causaba gracia o le parecía absurdo. —¡Por el amor de ! Mehiel, llevas horas fuera.

Como si no estuviera seguro de que Regina le estuviera hablando a él, miró por encima de su hombro para asegurarse de que no hubiera otro él detrás. No hizo ningún comentario mientras se acercaba a ella, y depositaba sobre la mesa una ancha taza que contenía el pedido de la Reina. Aún humeaba.

A lo mejor lo haga algún día —comentó, entre burlón y ausente. —Pero no creo que lo hiciera para ti, no apreciarías el esfuerzo.

Regina trató de no golpear a su compañero, que ahora estiraba la mitad del cuerpo por encima de la mesa cual gato perezoso. Como aún quedaban estudiantes voluntarios, que estaban limpiando algunos de los aparatos que habían usado para ejercicios de laboratorio, sabía que era esencial guardar las apariencias y no llamar la atención. Se limitó a entrecerrar los ojos y fulminar al pelirrojo con la mirada, advirtiéndole que aunque fuera tarde, la venganza llegaría.

¿Vas a ponerte a trabajar ya? —inquirió Regina, y observó con detenimiento la vacilación de Mehiel, que en vez de responder pensó que lo mejor era quedarse estirado bocarriba sobre la mesa de su colega. —¿Qué haces? —tomó un sorbo de su mocaccino antes de que le saliera una palabra muy fea y ofensiva en su idioma natal.

Bueno, ni Jaylen ni Sei han aparecido aún —comenzó a decir Mehiel, en un tono de voz que sugería que trataba de buscar la forma más cuidadosa de informarla. —A decir verdad, Jaylen ya estaba aquí cuando llegué, me dijo que Nimúe estaba en el laboratorio del departamento de química y que tenía que ir a entregarle los informes de los que hablamos anoche —Regina asintió, aparentemente tranquila sin embargo una pequeña tensión en su mandíbula lograba delatar su enfado.

No era la primera vez que Jaylen o Sei llegaban tarde a sus exámenes, del último era algo normal. Desde que había comenzado el proyecto hacía las cosas como le salían del alma, y era algo que Regina no toleraba, precisamente por eso aquel tema había sido el causante de casi todas las discusiones que se habían tenido. Jaylen, en cambio, había comenzado a presentarse tarde porque simplemente lo olvidaba, o se quedaba rezagada haciendo cualquier otra cosa. Era un efecto secundario de los neurotransmisores con los que ahora estaban trabajando.

La razón por la que necesitaban que los dos estuvieran para los exámenes, era que mientras Jaylen era el sujeto de experimentación, Sei era el de control. A uno se le medicaba y al otro no, y así podían ir comparando respuestas que salían de cada prueba. Era como cualquier otro experimento, sólo que jugando con las neuronas de una persona.

¿Tu tampoco duermes? —Regina desvió la mirada de la puerta para observar a Mehiel, con algo de desconfianza. —Deberías tomarte un descanso, estar tanto tiempo en el laboratorio te hace mal. Al menos a tu sentido del tiempo. ¿Sabes? —se rió, ante la expresión sutilmente iracunda de la rubia. —No ha pasado ni una hora desde que me fui. Quizás trabajas demasiado rápido.

Regina miró su reloj de reojo, y vio que las manecillas le daban la razón a Mehiel. Era cierto que estaba cansada, ningún proyecto anterior le había supuesto sacrificar tanto tiempo, ni tantas preocupaciones. Probablemente lo más sano sería que todos trataran de tomarse un día para respirar, pero ninguno de ellos parecía estar listo para dejarlo.

¡Ditta!

Tanto Regina como Mehiel alzaron sus cabezas, y buscaron el lugar dónde venían las voces que siguieron a la primera exclamación. La italiana se puso de pie, y tras sortear con su elegancia natural maquinaria ligera y a algunos estudiantes curiosos, llegó hasta un pequeño grupo.

¿Qué sucede? —preguntó, esperando a que se hicieran a un lado y la dejaran ver.

En el suelo, estaban desparramados varios pequeños tubos de ensayo esterilizados y una de las estudiantes de segundo semestre. Su nombre era Odette Monblanc, conocida por todos como “Ditta”. Era una chica que entraba dentro del estereotipo francés, de cabellos ondulados de un rubio ceniza y de ojos grandes de un color azul frio. Alta, con una silueta bien definida. Era de las pocas que aún se paseaban por la facultad de psicología experimental con tacones de aguja que midieran más de 10 cm, y era —además— una de las voluntarias del proyecto.

No es nada —repuso Odette, lo más rápido que pudo. Se puso de pie, dejando que varias de sus ondas cayeran sobre su rostro y así ocultaran su expresión abochornada. —Me he tropezado, estaba en mi mundo —miró de soslayo a Regina, y sus mejillas tomaron un rojo aún más rabioso.—Lamento el desastre, ahora mismo lo recogeré —añadió, tratando de agacharse para recoger la caja que había dejado caer, pero antes de lograrlo vio una de sus muñecas aprisionada por una mano dónde relucían algunos aros plateados.

Es evidente que no estás bien —repuso Mehiel, tirando de Odette con un cuidado que Regina desconocía que pudiera tener, dejando que después se apoyara en él para encontrar de nuevo el equilibrio. —No creo que les importe a los demás recoger esto, necesitas sentarte a descansar. Vamos a llevarte con nuestros amigos los enfermeros, quizás hayas tenido una bajada de tensión.

No hizo falta que Regina mirara demasiado a Mehiel, estaba claro que había notado en Odette la misma conducta errática que solía tener Jaylen. Era la primera de los voluntarios bajo experimentación que había comenzado a desarrollar los efectos secundarios de la medicación. Lo mejor era tenerla controlada.


Gracias, chicos —dijo Regina, al notar como los demás habían comenzado a recogerlo todo sin necesidad de tener que pedírselo de forma más directa. Todos parecían haber quedado alterados por ese pequeño incidente. —Cuando terminéis con esto, podéis marcharos. Venid mañana por la tarde, tomaos un descanso —sonrió de forma tranquila cuando algunos de ellos le dieron las gracias, y tras ayudarles a limpiar un poco decidió regresar a su mesa y dedicarse a leer reportes y beber de su mocaccino frío.

Era lo mejor que podía hacer ahora, fingir que aquello no tenía importancia. Debía aparentar que estaba convencida de que no había sido más que un desafortunado accidente por parte de alguien que aún sufría los efectos secundarios de haber bebido como si no hubiera un mañana durante dos días seguidos. Aunque una parte de ella pensara que no había sido por ello, debía seguir adelante con la función. Por el bien de aquellos que estaban implicados.


Con el incidente de Odette, Regina y Mehiel decidieron que lo mejor era esperar a medio día para cerrar el laboratorio e ir a tomarse un tiempo muerto aprovechando el breve receso que les proporcionaba las horas del almuerzo. Sei no había aparecido en toda la mañana y Nimúe les había informado de que Jaylen seguía en la facultad de química con ella, por lo que no tenían más remedio que esperar hasta la tarde.

Regina se rezagó, pues había querido aprovechar ese momento a solas —dónde ningún bioquímico estuviera revoloteándole alrededor pidiéndole indirectamente que le partiera los dientes— para preparar todo lo necesario para los exámenes a los que tendrían que someter unas horas más tarde a sus dos cobayas.

Knock-knock~

Regina no necesitó girarse para saber a quien pertenecía aquel enérgico y gracioso tono de voz. Escuchó el chasquido delatador de las botas con contrachapado en la suela y el ligero tañido metálico de la tapa de un encendedor al abrirse y cerrarse de golpe. Al cabo de unos segundos su vista periférica captó la cocorota rosada y violeta de Darlenee antes de lograr enfocar su rostro cuya expresión denotaba buen humor y una energía desbordante.

He venido a secuestrarte —anunció la alemana, y acto seguido arrastró a Regina fuera del laboratorio. Por suerte, no era algo que tuviera que cerrarse con llave. —He visto a Len en la facultad de química, y nos ha dado el visto bueno para sacarte de aquí por unas horas.

Regina, ligeramente enfurruñada, se dejó llevar por Darlenee manteniendo un ritmo sereno que era más que suficiente para evitar que su amiga tuviera que arrastrarla de verdad.

Si estaba libre para ir a hablar con vosotras sobre secuestros, podría haberse pasado por aquí esta mañana —murmuró por lo bajo. —¿A dónde me llevas?

Al arqueódromo, Daisha tiene que pasar el día ahí. Tiene que encargarse de un grupo de secundaria que ha venido a visitar las instalaciones de la gente de arqueología y antropología —explicó, una vez hubo soltado a Regina para poder ajustarse la capucha. —¿No tienes hambre?

Regina ladeó la cabeza, pensativa.

Me apetece mucho comer lasaña —confesó, esbozando una sonrisa. —¿Qué tal si comemos en alguno de los restaurantes fuera de las facultades de Atlantis?

Darlenee esbozó una sonrisa de oreja a oreja, como si aquel plan le gustara infinitas veces más. Y es que desde un primer momento, había dudado de si habría sido capaz de lograr que Regina desconectara un poco de todo aquello. A ojos de alguien que la conocía desde la infancia, era más que obvio que la situación del proyecto —fuera cual fuere— la estaba asfixiando.

En el camino, Regina consiguió olvidarse momentáneamente de sus preocupaciones, y se dedicó a bromear y hablar con sus dos mejores amigas de cualquier cosa, como siempre solían hacerlo, y extrañamente lo disfrutó sin sentirse mal después.

Nunca le daría la razón a Mehiel, pero mientras terminaban sus postres y hablaban de la pereza que les daba tener que regresar a sus obligaciones universitarias, Regina sentía como un peso menos sobre los hombros. Estaba relajada y notaba que su tensión había disminuido lo suficiente para no morir prematuramente de un ataque al corazón.

En el viaje de vuelta, mientras escuchaba a Daisha criticar el modo de conducir que tenía Darlenee, Regina se permitió un segundo para pensar en Jaylen. No como parte de su trabajo, o una cobaya —como le gustaba llamarse—, sino como su amiga. La primera persona en su curso que se había acercado a ella haciéndole el comentario más fuera de lugar que podría haberse imaginado, la personita menuda que aún a escondidas se preocupaba por ella y se aseguraba de que no trabajara de más.

¿Y quien se encarga de ti, bicho?


Al despedirse de sus amigas, y al notar que casi irradiaba su recién adquirida paz interior le hizo recordar algunas de sus conversaciones con su maestro y mecenas en sus años de secundaria. Realmente, era extraño y extraordinario a la vez, el modo en que las cosas comenzaban a tener sentido según uno iba creciendo.

Aún estaba caminando por el pasillo que daba al laboratorio que se les había cedido, cuando vislumbró la larguirucha figura de Mehiel. Que entraba y salía por la puerta. Aquella visión, a parte de perturbadora, terminó de matar la poca paciencia que le quedaba a Regina para él.

¿Se puede saber que haces jugando con las puertas automáticas? —Inquirió ella, al mismo tiempo que comenzaba a caminar más rápido. —¿Qué tienes, cinco años?

Mehiel, como siempre, no respondió. Tan sólo se metió de nuevo en el laboratorio, como si pensara que ello sería suficiente para que Regina se abstuviera de regañarlo. Se equivocaba, de mucho.

La italiana sólo tardó unos segundo más que su compañero en cruzar las puertas, y antes de decir cualquier cosa prefirió terminar con los protocolos de activación —que cada miembro del equipo tenía que llevar a cabo al entrar y salir del laboratorio— y meterse en su bata. Cuando vio al bioquímico sonreír, comenzó a comprender el por qué Jaylen le tenía tanta tirria.

A ver si aprendes a comportarte —le reprendió, frunciendo el ceño al darse cuenta que aquella era la enésima vez que tenía que comportarse como la adulta del grupo. —Esto no es el patio del recreo, y yo no soy tu profesora. Así que la próxima vez que juegues con mi paciencia te partiré la boca como advertencia —Regina sonrió, y se recogió el pelo en un moño sujeto por varios lápices, poco elegante pero bastante funcional a la hora de trabajar. —¿Dónde está el café?

Mehiel giró sobre su silla, con esa calma impertérrita suya alargó un brazo y señaló con el dedo índice una jarra que contenía un líquido oscuro y casi espeso que se encontraba en la mesita, junto a ella había un pequeño sofá que ahora estaba ocupado por Sei Neverleid, quien aparentemente dormía.

Ha, a que horas te dignas a aparecer —murmuró la rubia, acercándose hasta la jarra, sacando una taza del bolsillo de su bata.

Se detuvo junto a Sei, cuyo pelo medio enmarañado le cubría parte del rostro y ocultaba esos tatuajes en forma de flamas en su mejilla izquierda. Le miró curiosa, preguntándose si de verdad estaba dormido, y con cuidado se inclinó un poco para poder escuchar más fácilmente su respiración.

¿Vas a despertarle con un beso? —Regina se crispó, y sujetó con fuerza la jarra de café para evitar lanzársela a Mehiel.

Espero que no —respondió Sei, esbozando una media sonrisa que pedía a gritos un puñetazo. —No creo que mis pobres labios virginales de princesa pudieran soportar un beso de Regina.

La aludida, por un momento, casi se sintió morir de la risa al escuchar semejante frase salir de la boca del estudiante que se tenía —y lo era para algunas— Play boy. Poco a poco la expresión contraída de Regina dio paso a otra muy escéptica.

Si tus labios son virginales, yo amo vestir como una monja —murmuró por lo bajo, al recordarse que el tipo que estaba tirado en el sofá (aunque no cupiera entero en él) aun era necesario para la investigación y no podía hacerle nada si aún no tenía los electrodos puestos. —Levántate, es hora de hacerte el control y los demás exámenes.

Regina —el tono de Mehiel era perturbadoramente serio. —¿Cómo lo harías para llevar los hábitos? —preguntó, manteniendo el mismo aire grave. —No creo que existan minifaldas para mon-¡AUCH! —antes de poder terminar con su alegato, Mehiel había recibido en plena cabeza lo que parecía ser una grapadora.

La precisión de la Reina era tan temible como aquella maldita fuerza bruta que parecía adquirir cada vez que se molestaba —y que no era en pocas ocasiones—. Fingiendo un puchero, Mehiel comenzó a murmurar cosas acerca de lo poco femenina y atractiva que resultaba una mujer con tendencias homicidas. Ignorando aparentemente, que con cada palabra que salía de su boca, parecía estar incitando a Regina a noquearle definitivamente.

La puerta del laboratorio se abrió una vez más, acallando los comentarios poco acertados del bioquímico coreano, para dejar paso a Jaylen y a Nimúe. La primera, después de marcar todos los códigos de acceso, saludó a Regina y dejó caer su cazadora de cuero en el sofá que antes había sido ocupado por Sei, mientras que la última simplemente comenzó a pasearse por el laboratorio después de hacer un saludo general, como casi siempre hacía.

¿Jaylen, cuanto peso has perdido esta semana? A penas te puedo ver —comenzó a decir Mehiel, si esa era su forma de preocuparse nadie lo sabría, ni tampoco les interesaba realmente. Lo único que se ganó con ello fue un zape en la nuca cortesía de Nimúe Neverleid.

Calla y trabaja, para variar —le espetó la de cabellos castaños, clavando sus pequeñas pupilas negras en el científico y observándole de forma fija hasta que el otro —claramente incómodo— cedió y comenzó con su trabajo.

Regina, decidió ignorar de nuevo a los chicos y sus murmullos —silenciados oportunamente por la presencia del miembro Junior del Consejo de Estudiantes de Química y Psicología Experimental— para acercarse a Jaylen y ayudarle a colocarle los pequeños electrodos en las sienes y diferentes partes de la cabeza. Las pinzas para medir su tensión y por último la aguja que extraería poco a poco sangre de sus venas hasta completar el medio litro.

¿Estás segura que puedes hacerlo hoy? —preguntó, observando con algo de preocupación la delgadez que presentaba Jaylen, sin la bata y su chaqueta, se hacía evidente que había perdido al menos varios kilos en las últimas semanas.

Estoy segura, no te preocupes —respondió, cerrando los ojos. —Estoy bien. Pero he comido mucho, y no logro recordar si debía estar en ayunas.

No, para este test no hace falta.

Los exámenes no eran nada fuera de otro mundo, eran pequeñas pruebas sencillas en los que se estimulaban diferentes partes del cerebro. Constaban de pequeños ejercicios que variaban de matemáticos a visual-lingüístico, lo único que tenían que hacer Sei y Jaylen era responder —de forma correcta a ser posible— hasta que todo hubiera terminado.

Aquel día ambos sujetos de experimentación fueron lentos, Jaylen en una ocasión contestó mal a la misma pregunta varias veces y con la misma respuesta. Lo curioso era que el ejercicio ya lo había realizado con anterioridad y lo había resuelto de forma satisfactoria, lo que dejó en evidencia que Jaylen no estaba atenta a lo que hacía y que Sei tampoco se veía dispuesto a contestar en serio si su compañera no se lo tomaba en serio.

Déjala descansar —Regina apartó la mirada de los monitores para encontrarse con un primer plano de los ojos carmesí de Nimúe y asintió de forma escueta. —Len no nos sirve desconcentrada. Seguiremos con Sei —la alemana se giró levemente hacía atrás para mirar a su hermano pequeño, frunciendo ligeramente el ceño. —¿Lo has entendido?

Sei farfulló algo que nadie quiso tratar de comprender y asintió a la pregunta de su hermana. Con esa nueva orden, Jaylen se puso de píe y recorrió con pesadez la distancia que la separaba de la jarra de café. Regina suspiró y regresó a su trabajo, viendo por el rabillo del ojo como Nimúe volvía a cargar contra Mehiel al verle sin hacer nada o preparándose para comenzar otra tanda de troleadas.

A la rubia italiana no le gustaba sentir que la supervisaban de más, pero toleraba la presencia de Nimúe porque las ayudaba, sobretodo a mantener a raya a los bromistas de turno.

¿Estás segura que podrás terminar el control? —preguntó una vez logró introducir el nuevo programa de ejercicios matemáticos que Sei tenía que realizar.

Ja, kanskje —respondió, sentándose junto a Regina. —No logro tomarme en serio las preguntas, lo siento —trató de explicar Jaylen, y dejó de mirar la pantalla para arrastrarse con la silla hasta la ventana que había justo detrás de ella.

El laboratorio que usaban se encontraba en el cuarto piso de la facultad, estaba apartado del resto, y por la metodología de su proyecto, Nimúe y Elaine habían pensado que era el mejor lugar dónde podrían llevarlo a cabo sin tener que preocuparse por demasiados curiosos.

Las ventanas tampoco podían abrirse, aunque era difícil que llegaran a pasar calor, dependían completamente del sistema de ventilación proporcionado por la universidad y eso les mantenía en unos constantes 20º durante todo el tiempo que usaran las instalaciones.

La vista daba directamente al aparcamiento de la facultad, por lo que de algún modo se hacía deprimente. Jaylen suspiró y decidió soplarle al café para perder un poco el tiempo, pues no había mucho sentido en enfriar algo que estaba prácticamente congelado sino era para retrasar lo inevitable.

En el edificio en el que trabajaba en mi antiguo colegio —comenzó a decir Jaylen, y Regina registró un error de cálculo en el control de Sei. —Cuando miraba por las ventanas de la sección este se veía el parque. Era inmenso, pero era el camino más rápido para llegar a cualquier otra dependencia, incluso a la ciudad.

Regina se sorprendió ligeramente, no era normal escuchar a su compañera hablar de los años que había estado fuera de Atlantis. Al menos no de forma tan casual, y sin que resultara forzado.

A nadie le importa eso ahora —interrumpió Sei, irguiéndose hasta sentarse en la camilla. —Yo tampoco tengo ganas de hacer esto pero no por ello voy contándole mi vida al resto.

Jaylen carraspeó, pero no se molestó en despegar la vista del aparcamiento.

No, tu sólo tratas de hacerte portador de todas las enfermedades venéreas del mundo y por ende, hacernos perder un tiempo valioso —le espetó, y con ello volvió a instaurarse la atmosfera tensa que siempre aparecía cuando los dos cruzaban más que saludos.

Len —repuso Mehiel, en un tono de voz dulce. —El que a Sei le guste contribuir a la ciencia no debería molestarte. Regina y tu sois demasiado controladoras con él, casi parecéis mujeres celo—el bioquímico volvió a callarse cuando recibió otro zape por parte de Nimúe. —¡Era broma! —se quejó.

Calla y trabaja.

Regina observaba a Mehiel y a Nimúe, su expresión parecía estar en blanco pero por la manera en la que casi había roto el mouse del ordenador cualquiera podría hacerse una idea de lo que estaba pasando por su cabeza y lo que por instinto estaba a punto de hacer. Jaylen y Sei se encogieron de hombros y volvieron cada a uno a lo que estaba haciendo, como si la tensión de Regina y la advertencia subliminal de Nimúe hubieran sido suficientes para ponerles un tope.

La noruega suspiró y se tomó la mitad del contenido de su taza de un sorbo, tratando de no apartar la mirada de lo que le ofrecía la ventana, pensó en que de algún modo le era difícil soportarse a si misma, y si había llegado a esa situación por culpa del insomnio o si ya llevaba tiempo en ese estado.

¿A caso ya había explotado?

Tras un par de minutos en un incómodo silencio, Jaylen sacó energías para decidirse a dar la vuelta y seguir de una vez con sus exámenes. Fue en aquel momento, cuando giraba sobre sus talones, que su vista periférica captó un borrón cruzando la ventana. No supo de qué se trataba, pero la expresión de Nimúe —quien parecía haber estado vigilándola— le dio a entender que también había visto lo mismo que ella, sólo que de forma más nítida.

No hubo tiempo de preguntar que pasaba, porque cuando Jaylen fue a abrir la boca para emitir el sonido de las primeras sílabas de su pregunta, se escuchó el estruendo de algo chocar contra un coche seguido del sonido de la alarma de éste.

La noruega casi aplastó la nariz contra el cristal para poder ver mejor, seguida por Regina al segundo, que trababa de visualizar lo que había cuatro pisos más abajo. La sensación de vértigo se hizo presente cuando reconoció a varios metros del coche aplastado un zapato solitario.

Como si los cuatro más jóvenes se hubieran puesto de acuerdo salieron disparados por la puerta del laboratorio —Sei, arrancándose la palomilla de la vena en el proceso— hacia las escaleras de emergencia, mandando a freír espárragos a los protocolos de salida. Nimúe, por su parte, apretó en el teclado del teléfono de la sala el código para las emergencias antes de seguir al grupo de los jóvenes, cerrando la puerta y afirmando todos los códigos de seguridad.

Jaylen fue la primera en llegar al aparcamiento seguida muy cerca de Regina y Sei, Mehiel parecía estar tomándose el tiempo necesario para poder asimilar lo que sabía que estaban a punto de presenciar.

Cuando se acercaron al coche, un Volvo de color plateado, pudieron ver que el cristal delantero no se había roto del todo. Estaba hundido por el peso de una delgada masa de carne cubierta de sangre. El capó se había levantado ligeramente, y parte de él pellizcaba lo que parecía ser un brazo, cuando se acercaron un poco más pudieron reconocer las otras extremidades y a Jaylen se le revolvió el estómago cuando vio que del tobillo de un pie descalzo sobresalía un hueso partido. En la zona del pecho había varios bultos, que sugerían que algunas de las costillas se habían roto y estaban perforando la carne.

Sin darse cuenta de lo que hacía, la noruega notó como tomaba de la mano a Regina y ésta le devolvía el apretón. Ninguna de ellas retrocedió, sino que ambas avanzaron. Porque de algún modo masoquista necesitaban saber quien era —aunque al menos una de ellas lo sospechara—. Al rodear el morro del automóvil pudieron vislumbrar pelo ensangrentado y que ahora olía a quemado, parecía rubio y las ondas de algunos mechones se pegaban contra el rostro de una Odette Monblanc sin vida.

Regina.

Lo sé —le respondió a su compañera, apretando de nuevo su mano.

¿Hemos sido…? —Jaylen tomó aire, apartó la vista del coche y el cadáver en busca de algo que ayudara a serenarla. El tip-toe solitario no la ayudó, tampoco lo hicieron las expresiones de Sei y Mehiel. —¿Hemos sido…?

No —afirmó Regina, que al contrario que Jaylen no podía sacar la vista de encima del rostro hundido de Ditta. —Ni lo pienses. ¿Me escuchas?

Regina apretó los labios con fuerza hasta que solo fueron una delgada y pálida línea. Quería con todas sus fuerzas decir algo cómo que no podían hacerse eso y cargar con la culpa de algo que estaba fuera de sus manos, pero no pudo. Porque de algún modo no encontraba el valor de limpiarse las manos del asunto.

¿Cuánto tiempo queda?
¿Cuánto tiempo queda para que todo termine, para que llegue el accidente?
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Mensaje por Invitado Mar Sep 04, 2012 9:36 pm

wow. este fue largo o fue mi imaginación? pues en todo caso me tomo casi tres días leerlo por completo y aun así me encanta tanto como siempre, me haré fan de tus publicaciones Lena-san y vaya que Mehiel es un payaso jajaja me encanto la parte del habito y de hecho me imagine un habito con minifalda... nada mal, y tal vez sea hasta un fetiche XDDD
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Mensaje por Invitado Jue Sep 06, 2012 12:55 pm

Esto de leerme casi dos capítulos de un golpe me dejó loca y media xD. De verdad amé estos dos últimos capis, me encanta el rumbo que está tomando esta situación y como poco a poco las cosas comienzan a salirse de las manos -comenzó de hecho en este último cap-. Con esto hasta me he dado una nueva visión de ciertos personajes, vaya.

Me encanta Lany >-< síguelo pronto.

PD: He chillado internamente como una condenada con la escena familiar de Nikolai y Jaylen, I'm so happy xD
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