Emergencia [Mongolia, Reclutamiento de Luca]

La cabeza de la mujer volvió a su sitio original antes de que comenzase a levantarse lentamente. Al mismo tiempo, su columna vertebral no cesaba de doblarse hacia los lados de una forma muy violenta y repentina, acompañado por un sonidos que identifiqué como el chasquido de los huesos. Ya en pie, se giró hacia mí con la cabeza inclinada hacia delante como si hubiera dejado el cuello muerto. Su pelo corto no tenía la longitud necesaria para cubrirle el rostro, por lo que pude identificar que aún tenía dibujada aquella mueca. Comenzó a aproximarse con la misma lentitud que mostró antes. Su espalda no había dejado de retorcerse ni un segundo y ahora lo hacía con mayor brutalidad, doblándose a partir de varios puntos y en diferentes ángulos. Los codos y las rodillas se habían unido a esa especie de baile, de forma que tropezó varias veces mientras caminaba.

Apenas dio dos pasos cuando se detuvo. Se inclinó hacia atrás, mirando hacia el techo, y su pecho se abrió en dos. Del interior de la grieta surgió un cráneo enorme cubierto por una piel grisacea de aspecto duro. Tenía la misma sonrisa que la mujer. Si tenía ojos, los llevaba tapados por una correa negra que daba varias vueltas por la cabeza y el cuello; la cual no se encontraba atada, sino cosida a la piel. No tenía orejas, pero sí unos orificios en los laterales de la cabeza. El resto del cuerpo del monstruo no tardó en aparecer. El torso tenía una forma muy irregular; se veía un bulto más grande que la cabeza en el lugar donde debería haber estado el pectoral derecho, mientras que lo que sería el izquierdo estaba completamente liso, con una estrella de cinco puntas dibujada, colocada al revés. El abdomen estaba hundido hacia dentro. El brazo derecho era enorme, más grande que el tronco y la cabeza juntos, y en su extremo no se veía una mano, sino una especie de muñón con tres estacas de metal de aspecto oxidado. El brazo izquierdo era de tamaño normal; pero no tenía codo, ni tampoco mano; en su lugar, se podía ver un orificio profundo de unos cinco centímetros de diámetro. No tenía piernas ni nada parecido. Debía de medir más de tres metros, ya que se encontraba inclinado hacia delante para poder caber en la estancia. No se veía rastro alguno de lo que había sido una mujer bonita.

Estuve a punto de vomitar. Suerte que tenía un estómago de hierro. Intenté levantarme y correr, pero las piernas no me respondían y no podía abandonar a los niños a su suerte. Tampoco podía apartar la vista de aquel engendro para comprobar que los pequeños no habían sido aplastados.

Eso estiró su recto brazo izquierdo hacia mí y el orificio de su miembro comenzó a centellear con un color morado. No quería pensar qué saldría por allí, tendría que esperar a verlo, aunque no quería. Y algo cumplió mi deseo. La sala completa empezó a temblar y el monstruo se tambaleo, deteniendo lo que seguramente habría sido un ataque mortal; además de que las arrugas de tierra que nacían en la gema habían comenzado a brillar intensa y constantemente en verde. Aquel engendro se giró hacia la piedra y rugió.

Había algo en ese mineral que se oponía al monstruo; algo que lo repelía y, a su vez, me atraía a mí. Por una vez, entendí a los niños, que no se habían alejado ni un momento de aquel objeto. Quise imitarlos y me encaminé hacia ellos, olvidándome completamente de Ico e ignorando al monstruo.

Durante esos instantes, tuve la sensación de que solo existió aquel mineral, que me llamaba, que me quería.

Cuando el humo comenzaba a disiparse, localice a los akumas restantes y sin darles tiempo a reaccionar, volví a lanzar mi arma hacia los supervivientes del primer ataque. Al igual que pasara la primera vez, mi arma fue destrozando uno por uno, a los niveles 1 allí presentes, pero en esta ocasión, no quedo ninguno de ellos con vida.

Entonces di un salto para aterrizar sobre la extraña colina, Una vez allí, observe como había una pequeña apretura, que conducía a su interior. No pensaba darle mayor importancia que la que tenia, pero entonces se pudo apreciar una tenue luz en el fondo de la cueva. Esa debía de ser la razón por la que los primeros niveles, permanecían allí sin hacer nada, y daba la posibilidad que algún nivel superior estuviera allí dentro.

Me precipite al interior de la cueva, mientras hacía sonar mi escandalosa risa por toda ella. Si había alguien allí dentro, le encontraría y acabaría con el sin ninguna dificultad, pero la risa le atraería como la miel a las abejas. No conocía ningún akuma, que no quisiera acabar con un humano y el hacer ruido para atraerlo, era la mejor manera de que atacara.

Una vez en el interior de la cueva, observe como la luz provenía de un corredor, no muy lejos de mi posición. Camine hasta que el camino se volvió demasiado estrecho para que pudiera pasar con comodidad. En ese momento hice girar mi espada y la lance contra la apertura que allí había.

El impacto produjo una fuerte explosión e hizo temblar toda la cueva. La apertura se hizo lo suficientemente grande como para que pudiera pasar un adulto sin dificultad, pero varias rocas pertenecientes al techo, se desprendieron de este y cayeron por todo el subterráneo. Además los trozos de rocas que antes me obstaculizaban el paso, se habían disparado hacia el interior de lo que parecía una sala.

Fue entonces cuando pude ver como había varias personas allí reunidas, y entre ellas un nivel 2 listo para el combate. El día se estaba volviendo más interesante por momento, ¿Quién me iba a decir que podría disfrutar de la masacre de unos cuantos akumas? Eso era lo que me importaba en ese momento, destruir a todas las maquinas posibles, sin importan la cantidad que fueran.

Mientras caminaba hacia la gema pude notar el sonido de numerosos estruendos. ¿Había más de esas cosas arriba? Supongo que era muy posible pero, ¿a quién estarían atacando? En fin, tampoco era muy importante. Yo mismo estaría muerto en breves, pero bueno, seguramente me lo merecía. Posiblemente, ser asesinado por un monstruo era el mejor castigo divino para otro monstruo como yo. Pero eso era imposible, porque Dios no existía. Lo único que me importaba en aquel momento era morir tranquilamente junto a aquella gema.

Pude escuchar el sonido de una risa monstruosa, que venía desde el principio de la gruta. Otra de aquellas criaturas debía de haber entrado por la grieta. Bueno; a más monstruos, una muerte más rápida y menos sufrimiento, ¿no?

Me arrodillé junto a mi piedra y me relajé completamente. Tal vez ya estaba muerto, porque me sentía completamente en paz, pero el dolor de mi antebrazo me decía que aún estaba vivo. Pero por poco tiempo. Cualquiera de los dos monstruos acabaría con mi sufrimiento, o eso pensaba hasta que algo parecido a una explosión comenzó a derribar parte de la cueva. ¿Tenía que morir sepultado? ¡¿Qué tiene que hacer un hombre para que le atraviesen el pecho con un trío de pinchos oxidados pegados al brazo de un monstruo?!

Me harté de esperar y aparté la vista de la gema para fijarla en aquel monstruo tan perezoso. Eso tenía la cabeza orientada hacia lo que hasta hace poco había sido una abertura estrecha, que ahora mostraba un aspecto muy amplio. No podía ver a ese segundo monstruo que lo había provocado, ya que el desprendimiento llenaba de polvo el ambiente. El primer engendro parecía ahora más concentrado en el otro que en mí, cosa que me molestó un poco. Si iba a morir ese día, quería morir ya. Me levanté y corrí hacia el deforme. Embestí con el costado derecho de mi puerto contra la espalda del monstruo, de la misma forma que se trata de tirar una puerta abajo. Mi intención era hacerlo enfadar. Y lo conseguí.

El monstruo me golpeó con su enorme brazo derecho al mismo tiempo que se giraba. Volé por los aires hasta chocar contra la pared. Afortunadamente, no me llevé a ningún niño por delante. Pude observar como el flujo de brillo que recorría la sala a través de las arrugas se transladaba para situarse lo más cerca posible de mí, de una manera que me pareció protectora. Teniendo en cuenta que el brillo parecía venir de un mineral, también se me antojó un poco siniestra.

Observe con detenimiento como el nivel 2 golpeaba a un chico que había en aquella estancia, el cual salió volando hasta parar a una de las paredes de roca. Tras librarse de la molestia, el akuma centro nuevamente su vista en mí y en especial en la espada dorada que portaba conmigo.

Antes de aquel amasijo de metal intentara siquiera un solo ataque, Me lance hacia él con un salto a gran velocidad. Después le clave mi arma en su cara, para qué dos segundos después, deslizarla hasta la parte baja de su cuerpo. Eso hizo que el cuerpo del nivel 2, fuera abierto en canal y que una cantidad considerable de sangre me bañara casi por completo. Lejos de desagradarme, empecé a reír de forma macabra.

Pocos segundo después de mi baño especial, el akuma estallo repartiendo sus numerosos trozos por toda la habitación. Fue en ese momento, cuando ya no tenía nada más que cortar y desmembrar, me di cuenta de la luz verdosa que inundaba toda la estancia. Sin duda era la luz de una inocencia y esto lo pude comprobar cuando vi con mis propios ojos la materia divina que se hallaba en el centro del círculo de niños.

Avance hacia ella apartando de forma brusca a un par de los mocosos que allí se encontraban, los cuales cayeron al suelo recibiendo un fuerte golpe. Con paso firme me acerque hasta la inocencia, la cual se encontraba en estado puro, y aseste un golpe seco al suelo que la sujetaba. El impacto provoco que la inocencia se separara de la tierra y acabara a pocos metros de mi, más concretamente entre yo y el joven que fue lanzado por el akuma.

-Parece que finalmente si había inocencia- dije mirándola esfera verdosa.

El polvo ya se había dispersado y podía ver al segundo monstruo... o tal vez no tan monstruo. Sin duda, había algo fuera de lo normal en aquel individuo, pero era como un corderito al lado de aquella torre deforme que se elevaba cerca de unos laterales de la sala... Pero antes de que pudiera darme cuenta, aquella persona, tan insignificante como yo, había partido por la mitad al monstruo con una especie de sierra dorada. Aquel acto fue seguido por una lluvia de sangre y una lunática risa de fondo.

Empecé a hiperventilar. Vale, calmémonos. Acababa de ver la cosa más horripilante del mundo salir del pecho de una mujer. Después, esa cosa me había atizado. Y para colmo, la segunda cosa más horripilante del mundo había aparecido para reclamar su primer puesto y aterrorizarme. Agradecí tener los pantalones todavía húmedos por la lluvia de la noche anterior, ya que así no se noto mucho la prueba de mi temor.

Para añadir más surrealismo a la escena, los restos del monstruo explotaron. Afortunadamente, la explosión no derribó la gruta, pero sí a varios niños. Cubrí mi rostro con el brazo sano para defenderme, de forma casi inútil, de los pequeños pedazos que sobrevolaron toda la sala. Aquella cosa no podía dejar de molestarnos ni partida en dos. Me acerqué hasta una chica que no conocía, a gatas, para examinarla. Se había dado un buen golpe en la cabeza, pero su mirada perdida pronto comenzó a buscar la piedra y me tranquilicé un poco. Al menos, hasta que aquel gorila vestido de oro apartó a dos de los niños de los chicos que se encontraban en pie y golpeó el suelo, asustándome de nuevo. Su golpe había servido para extraer el mineral del suelo. Recordando que yo no había podido sacarla, me sentí un poco estúpido.

Pero aquella impresión se desvaneció tan rápido como asimilé lo que acababa de ocurrir: algo dentro de Echo había sonado como una nuez partiéndose cuando había caido a causa del empujón. De pronto me daba igual que aquel individuo pudiese aspirar a coger mi gema. Si lo deseaba, podría metérsela donde no le daba el sol. O mejor, yo mismo se la metería si a Echo le había pasado algo malo.

Ignoré completamente haber escuchado por segunda vez en aquel día la palabra ''Inocencia''. En aquellos instantes no estaba para razonar.

-¡¿Se puede saber qué demonios pretendes?! -grité sin mirar a la persona a la que me digiría. Traté de hacerlo, pero la furia y el miedo me impedían hacer un uso correcto de mi cuerpo.

-¡¿Se puede saber qué demonios pretendes?!– grito el muchacho de mayor edad.

Al escuchar esas palabras no pude evitar clavar mis blancos ojos en su cara, tras lo que dirigí mi mirada hacia la inocencia caída en el suelo. Lentamente camine hacia ella, una vez la hube cogido y guardado, clave con fuerza mi arma en el suelo, lo que produjo una pequeña onda expansiva, la cual golpeo a los niños que aun seguían en pie y los hizo caer al suelo.

-Si quieres permanecer con vida, más te vale cerrar esa bocaza- le dije al muchacho.

Una vez dichas esas palabras, pinche con uno de los extremos del arma, uno de los trozos del akuma muerto, acto seguido lo lance con fuerza hacia el pecho del joven. Tras eso me coloque a sus espaldas usando la gran velocidad que nos caracterizaba a los generales y le pegue un puntapié en su torso desnudo.

No iba a dejar que un pobre muerto de hambre viniera a darme consejos o lecciones. Si esos niños estaban heridos era problema suyo, ya que estaban en medio de mi camino. Pese a la pequeña matanza que llevaba sobre mis hombres en ese día, aun tenía ganas de seguir descuartizando y pese a que no pudiera hacerlo contra ese mocoso, si podía torturarlo a base de golpes.

Los niños parecían recuperar el sentido en el momento en el que guarde la inocencia en uno de mis bolsillos, estaba claro que era el motivo por el que permanecían allí parados sin imitarse por lo que sucedía a su alrededor.

Se podía escuchar como varios de ellos empezaban a hablar o más bien balbucear. Por las caras que ponían, no tenían muy claro donde estaban, ni que hacían en ese lugar, pero ese no era mi problema. Debía salir de allí y rastrear los alrededores en busca de más victimas a la que poder trocear.

Levanté la vista sólo cuando escuché caer a los dos niños que aún estaban en pie. Al parecer, la causa de aquello fue que el hombre había clavado la peculiar sierra en el suelo. Si no fuera porque yo también percibí una fuerza cuando eso ocurrió, el hecho me habría parecido casi estúpido.

Observé por primera vez, de forma detenida, el aspecto de mi... salvador. Como ya había visto antes por el rabillo del ojo, su traje tenía ornamentación dorada. Y él era muy grande. Su rostro era, sencillamente, algo fuera de este mundo. Y él era muy grande. Una de las cosas que más me llamó la atención fueron sus ojos vacíos, pero en un sentido totalmente literal. Ah, y que él era muy grande.

... Nunca antes había visto un hombre tan grande en mi vida. Siempre me había considerado a mí mismo como una persona bastante alta, ya que a todos los objetivos del Regno di Cuores estaban habitados por gentes con una dieta no muy buena, y ello se veía en su estatura. Por primera vez en mi vida fuera de Italia, me sentí bajo. Y débil. Y con los pantalones mojados.

Aquel hombre con aspecto de armario pareció querer divertirse a mi costa y me lanzó, haciendo uso de la sierra, uno de los restos del monstruo explosivo que había matado. A mi cerebro no le dio tiempo a reaccionar y permanecí sereno mientras aquella cosa chocaba contra mi pecho y me hacía perder el desequilibrio. La cosa no fue igual cuando el hombre desapareció de mi vista y sentí un golpe en mi espalda que me hizo caer de bruces contra el suelo. Aquello me hizo perder los nervios, lo que me ayudó a levantarme casi tan pronto como toqué el suelo. Como había supuesto, mi caida no había sido casual y el hombre se encontraba detrás de mí. Me giré hacia él y le miré firmemente a los ojos.

-¡¿Te crees que por tener una maldita sierra de oro y ciento cincuenta kilos atados a tu gordo culo puedes hacer lo que quieras?! -grité. Empezaba a arrepentirme de haber fijado la mirada en los ojos blancos de aquel indivíduo, pero no podía echarme atrás-. Puede que yo matase a mis padres, ¡pero tú eres una persona realmente despreciable! -aparté la vista finalmente de su rostro para comenzar a dar vueltas sobre mí mismo al mismo tiempo que agitaba los brazos de una forma muy estúpida y algo cómica, tratando de burlarme de la actitud del hombre-: Oh, ¡mírame! ¡Soy el justiciero de Mongolia! ¡Mato monstruos para luego atizar a las que habrían sido sus víctimas! ¡Y me encanta! -noté una manita tirando de mis pantalones ligeramente. Me giré hacia el que me tocó y, sin importarme su identidad, comencé a gritarle también a él-: ¡No me toques! -aparté la mano de aquel niño que no conocía. Me arrepentí inmediatamente después, pudiendo ver que casi todos los pequeños se habían reunido alrededor de Echo, que seguía tumbado.

Durante un segundo, se me paró el corazón. Mi respiración cesó. No sentí el sudor frío que me empapaba el cuerpo. Ni la humedad de mi única prenda de vestir. No sentí nada, salvo rabia. Y aquella rabia fue transformada en un impulso nervioso que cerró mi mano derecha en un puño y me hizo lanzar un puñetazo hacia el oscuro rostro de aquel demonio.

No me hubiese importado que en aquel momento hubiese surgido otro monstruo de su pecho, como tampoco me importó que la gema que había guardado en su bolsillo estuviese brillando de una forma alocada, de una forma tan rabiosa como yo, aunque el resto de la habitación ya no la acompañaba.

Las palabras de aquel muchacho estúpido, hicieron que me entraran más ganas de pegarle. Ya no tenía ningún akuma cerca para torturar, por lo que podía desquitarme con la escoria que trataba de hacerme burla.

Detuve su golpe con mí la palma de la mano izquierda, ya que en la derecha aun poseía mi inocencia activada, y apreté con fuerza su puño. Tras eso le retorcí el brazo hacia fuera y le aseste un fuerte cabezazo, directamente hacia su frente.

Fue entonces cuando me percate que la inocencia que había guardado en mi bolsillo, empezaba a brillar de forma más intensa a la habitual, justo de la misma forma que había visto ocurrir en las ocasiones que aquella materia divina, encontraba su dueño legitimo. Eso hizo que diera un salto de un parte de metros hacia atrás, sacase la inocencia del lugar en donde la tenía guardada, y viera la reacción que parecía tener cuando la apuntaba hacia el mocoso insolente.

Parecía que aquel muchacho era compatible con ella, pero eso era algo que debería de juzgar por mí mismo. Debería de asegurarme al cien por cien, que era compatible con ella, y para lograr mi objetivo, lo mejor era probar sus capacidades.

-Te dejare una cosa clara, saco de carne, no soy un justiciero, ni he destruido aquel akuma para salvarte la vida- dije guardando nuevamente la inocencia en mi bolsillo, -me importa una mierda lo que te ocurra a ti y al resto de la humanidad, mi único fin en esta vida es matar a cuanto ser se cruce en mi camino, ya sea maquina o humano con materia oscura- dije clavando mis ojos en los del chico, -si quieres vivir demuéstralo, date prisa en salir de aquí- dije soltando una pequeña carcajada.

En ese instante una sonrisa de crueldad se dibujaba en mi rostro tapado. Tenía la intención de poner a prueba las cualidades del muchacho, de una forma un tanto peculiar.

Salí de la cueva en la que nos encontrábamos, corriendo a gran velocidad, riendo y girando mi arma sin parar. Una vez en el exterior, di un salto vertical hacia el cielo y lance mi arma con una la fuerza justa para que esta se clavara en la parte externa de la pequeña colina. Eso hizo que la cueva comenzara a temblar y a derrumbarse.

Lancé un bramido al aire cuando aquella persona retorció mi brazo. Lo hizo con la misma facilidad que quien estruja un paño húmedo. De la misma manera, me sorprendió su capacidad para no mostrar dolor cuando me asestó un cabezazo que me hizo caer al suelo. O tal vez, ni siquiera le dolió. Bueno, teniendo en cuenta que tenía la cabeza metida en un casco siniestro, la cosa era muy comprensible.

-Te dejare una cosa clara, saco de carne, no soy un justiciero, ni he destruido aquel akuma para salvarte la vida. Me importa una mierda lo que te ocurra a ti y al resto de la humanidad, mi único fin en esta vida es matar a cuanto ser se cruce en mi camino, ya sea maquina o humano con materia oscura -dijo.

-Qué profundo eres -murmuré con un tono irónico, de forma casi inaudible. Ignoré todas las palabras que no entendí, como "Akuma" o "Materia oscura". Palabras lunáticas de un hombre a la par, supuse.

-Si quieres vivir demuéstralo, date prisa en salir de aquí -continuó.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. El hombre se había marchado de allí antes de que yo pudiera reaccionar y la gruta parecía estar a punto de derrumbarse. Vale, presión, lo que necesitaba.

Gateé hasta Ico y me cogí en brazos, para colocarlo después a mi espalda. Él reaccionó adecuadamente, rodeándome el cuello con los brazos. Después, me dirigí hacia los otros chicos, examinando el estado de Echo mientras tanto: se encontraba boca-arriba, pero no pude verle la cara porque uno de las niñas se había puesto a llorar sobre ella. Lo que sí pude ver fue un charco de sangre. Vale, más presión.

-Nos vamos -ordené a todos los pequeños.

La mayoría obedeció inmediatamente, acercándose hacia la salida. Tuve que tirar de la niña que lloraba a Echo para que se moviese y el último niño nos siguió al ver que iba a quedarse solo. Me esforcé por pensar en cualquier cosa que no fuera nuestra situación actual y actuar por puro instinto, pero me fue imposible. Hmm... ¿qué tal probar a pensar en una canción de la flauta?

Do... El habitáculo donde se había encontrado la gema terminó por derrumbarse mientras corríamos por el largo pasillo, que antes había sido estrecho en una gran parte... Fa... Ya nos encontrábamos en la estancia donde se veía el exterior a traves de la griera por la que caí... Mi... Pero había unos cinco metros de altura hasta la grieta... Sol... Yo no podía hacer nada con siete niños a mis espaldas... Mi... Ah, no. Seis niños... Do...

Vale, ¡demasiada presión!
Y además, la canción que me mantenía distraido era estúpida.

Sólo había manera de salir de la gruta. Bueno, había dos, pero no me molesté en contar la opción de que los familiares de los niños nos sacaran de bajo los escombros tres días después de muertos por el derrumbamiento. La única forma de salir, la única forma de vivir, era tragarse el rencor y suplicar a aquella persona que había matado a uno de mis niños. ¿Quería ver hasta qué punto estaba dispuesto a llegar para sobrevivir?

Aquí lo tenía.

-¡Sáquenos de aquí! -grité con todas mis fuerzas-: ¡Ayúdenos, por favor!

No sabía a dónde iba a llegar haciendo aquella petición. Lo más seguro es que, en el caso de que el indivíduo se encontrase fuera, solo se molestase en escupirme en la cara. Pero había que intentarlo. Por mí y por los siete niños.

Ah, no. Seis...

Me quede esperando sobre la colina a que el mocoso saliera de la cueva, mientras tanto me entretenía escuchando el desprendimiento que se estaba llevando a cabo en el interior de la cueva. No sabía el estado en el que estaba y tampoco era que me importase demasiado, ya que tenía que ver si realmente era lo que buscaba.

Fue entonces cuando pude escuchar la voz del muchacho pidiendo ayuda, lo cual hizo que riera de manera tétrica ¿es que no había escuchado lo que le había dicho hacia unos pocos minutos? Por el tono de sus palabras pude deducir que no lo había entendido con claridad.

-¿De verdad piensas que te voy a ayudar?- pregunte al mismo tiempo que asomaba la cabeza por el agujero, -abandona a esos mocosos y sube trepando, hazlo o morirás, así de simple- dije contemplando al grupo.

En ese instante la inocencia había empezado a brillar de forma descontrolada, mas aun que lo estaba haciendo hacia pocos minutos. Por lo visto realmente parecía que el chico podía ser compatible, lo que me obligaba a ayudarle aunque fuera de mala gana.

Saque la inocencia del bolsillo en el que la tenía guardada y la deje caer hacia el interior de la cueva. Lentamente la materia divina fue cayendo hasta parar a los pies del joven, fue entonces cuando se podía apreciar un intenso brillo que parpadeaba insistentemente.

-Cógela y da gracias a que te ayudare porque eres compatible- dije de mala gana.

Di un salto para aterrizar detrás del muchacho, acto cogí a uno de los niños por la ropa y lo lance hacia fuera por la grieta que había sobre nuestras cabezas. Uno por uno repetí el mismo gesto hasta que saque del lugar a todos ellos, después simplemente me limite a agarra por el brazo izquierdo al muchacho y lanzarlo de igual forma que los niños. Para finalizar di un salto y salí de la cueva justo antes de que acabara enterrada por completo.

No me hacía gracia tener que haber sacado de allí ni a él ni a los niños, pero debido a que se convertiría en mi nuevo aprendiz, no me quedaba otro remedio que salvarle la vida para que de esta forma deseara estar muerto, ese deseo que le invadiría cuando comenzara su entrenamiento.

[Siento no haber posteado antes. Entre los estudios y otras cosas ya decía yo que se me olvidaba algo...]

Mis ojos se abrieron como platos cuando aquel monstruo recomendó soltar a los niños y me instó por mi propia salvación. Era una idea tan remota en mi mente que ni siquiera la había considerado. Y no iba a empezar a hacerlo ahora: o los niños salían conmigo o ninguno salíamos de la gruta.

Entonces, él dejo caer la gema, que comenzó a brillar fulgorosamente a mis pies. Me agaché la cogí con la mano izquierda, pese a ser el brazo que me dolía, puesto que el derecho estaba ocupado manteniendo a Ico contra mi espalda.

El hombre saltó por la amplia grieta del techo y cayó junto a mí. Acto seguido, comenzó a lanzar a los niños por los aires, de una forma que aparentaba ser tan facil como desechar un pañuelo tras sonarse los mocos. Aquel tipo emanaba un aura de repugnancia. Una vez todos los niños, incluso mi protegido Ico, estuvieron fuera de la grieta, procedió a lanzarme a mí. Como si él hubiese sabido de mi lesión, me lanzó con brusquedad tirando de mi brazo izquierdo. Noté cómo se me dislocaba el hombro. Para colmo, caí sobre el lado izquierdo de mi propio cuello. Tuve la sensación de no poder gritar tanto como quería. Y mantuve el silencio.

Al parecer, todos los niños había aterrizado de una forma más o menos afortunada, salvo el maldito de Ico. Ahora parecía haberse roto la rodilla de la pierna derecha. Al parecer, el destino no pararía hasta haberle quebrado cada hueso del cuerpo. El destino o tal vez... no, eso era imposible. Porque Él no existía.

Aunque, visto lo visto aquel día... un monstruo... otro monstruo más maleducado aún... ¿Existiría un tercer monstruo más cruel aún habitando entre las nubes? Si era así, en aquel momento debería estar riéndose de mi pesar hasta rebentar. Pero eso era imposible, porque Él, Dios, no existía

-Eres un cerdo -murmuré mirando al cielo, sin saber muy bien a quien dirigía el mensaje.

Off: Ok no te preocupes, me lo imagine.

Aterrice cerca del muchacho, el cual se encontraba observando el cielo, algo a lo que no quise darle importancia. Lo único que me interesaba en ese instante, era el dejarle claro su nuevo trabajo. Me coloque a sus espaldas y coloque la planta de mi pie derecho sobre su espalda, acto seguido le di un empujón con cierta fuerza.

-Levántate de una maldita vez, creo que es hora de que te cuente en lo que te convertirás a partir de ahora- dije entre una fina risa.

Observe a mi alrededor para comprobar como casi todos los niños se ponían en pie como podían, algo que solamente observe mientras esperaba la reacción del muchacho. Tras esperar varios segundos, me decidí a caminar en dirección al poblado. Por el camino podría dejarle claras sus nuevas obligaciones.

-Dime muchacho, ¿no te gustaría ser un exorcista?- pregunte girando levemente la cabeza hacia él, -claro que te guste o no es en lo que te convertirás- dije riendo nuevamente.

El sol se encontraba en lo alto del cielo, siendo tapado por unas pocas nubes. Por lo que parecía no había previsión de más lluvias por el momento, lo que significaba que podía avanzar más rápidamente. Además seguro que el novato no querría llegar hasta el poblado, si no era con todos los niños.

Aunque de forma lenta, los niños comenzaron a caminar en la misma dirección a la que yo tome. Pese a que ninguno de ellos se atreviera a hablar, se podía ver claramente el miedo que sentía hacia mí, después de todo se encontraban golpeados y heridos por mi culpa, pero las ganas de regresar a sus tiendas junto a su familia, hacían que tuvieran que caminar por detrás mía.

¿Un Exorcista? Tendría que vestir una ridícula sotana y lanzar chorros de agua bendita a la gente haciendo uso de un isopo, ¿no? ¿Tendría que recitar la Biblia y acogerme a su literalidad con la esperanza de liberar a las personas del demonio?

Ja.
Ja.
¡Ja!

-¡Por supuesto que no! -grité mientras me levantaba, a pesar de que aquel hombre había afirmado que yo no tenía elección.

En el tiempo que tardé en ponerme en pie, los niños ya habían puesto paso hacia el poblado, siguiendo la marcha de aquel insensible enviado del Diablo. Todos, salvo Ico. Ah, y Echo. Sacudí la cabeza para olvidar todo lo que había sido éste último; ya me lamentaría más tarde.

Me encaminé hacia el chico lesionado y lo cargué de nuevo sobre mi espalda, dispuesto a alejarme de la colina mientras le echaba un útimo vistazo. El alto pico había detenido su eterna rotación, como si hubiese perdido la energía que lo movía. Así mismo, ya no mostraba uniformidad, se había caido hacia un lado y su extremo había girado hacia dentro, formando una especie de rico en la punta de lo que antes había sido una lanza que acongojaba al cielo. Ahora, aquel antiguo pico de aspecto misterioso y magestuoso no transmitía otra cosa que no fuera desánimo y muerte.

Giré sobre mi mismo y corrí hacia el hombre que, en cierto modo, me había salvado; para ponerme también en cabeza de todos los niños. Cuando le alcancé, lo cual no fue facil debido a las grandes zancadas del indivíduo, decidí preguntarle algo.

-¿Y cómo se supone que te llamas? ¿Tienes nombre? ¿O simplemente eres un monstruo cualquiera? ¿Y sexo? ¿Tienes sexo? ¿Eres chico o chica? En fin, pareces un hombre, pero no conozco a ningun humano que pueda hacer lo mismo que tú... -no me di cuenta en ningún momento de que tal vez estubiera hablando más de la cuenta.

Con cada pregunta que hacia el muchacho mas furioso me iba poniendo, hasta llegar al punto de no poder resistirlo y ralentizar mis pasos, de esta forma el muchacho quedo por delante mía lo que aproveche para desactivar mi inocencia, después coloque mi mano derecha sobre el cráneo del mocoso. Lentamente fui haciendo más fuerza y ejerciendo más presión sobre su cabeza.

-Mira idiota, soy el general Winters Socalo y te dejare claro que otra estupidez mas y te descuartizo lentamente ¿te queda claro?- dije en tono serio.

Solté la cabeza del chico y volví a reanudar mi rápido paso. Por lo visto debería de vérmelas con otro inepto al que debería de hacer entrar en razón a base de golpes. Pese a todo estaba dispuesto a reservar la lluvia de puñetazos que deseando de hacer caer sobre él, para cuando estuviéramos en el poblado, mientras aprovecharía para dejarle claro cuál sería su cometido y que pasaría si decidía no acompañarme por las buenas.

-Iras a Inglaterra aunque te tenga que llevar dándote patadas durante todo el camino- dije apretando los puños, -allí esta la orden oscura y allí es donde te convertirás en un exorcista, entonces podrás dar caza a las maquinas llamadas akumas que vimos antes-

Estaba claro que mis palabras no le iban a convencer, pero era mejor saber cuál sería su reacción antes de continuar contándole más sobre el trabajo, después de todo aun nos quedaba un largo camino hasta llegar al poblado, el cual no tenía ni idea del estado en el que se encontraba.

Suponía que los buscadores habían ayudado en la reconstrucción de las casas, o por otro lado se habrían dedicado a atender a los heridos. Nada de eso me importaba realmente, pero no podía dejar de pensar en la cara que pondría el muchacho cuando llegásemos y viera parte del poblado arrasado.