Mision casual en Alzey [Socalo-Basil]

Salí volando tras recibir la patada. Me había aferrado a mi katana como a mi propia vida. No la podia dejar caer. La sangre corria por mis brazos, el ataque del general me habia dañado mucho.

-Maldito General de los cojones...no podre atacarle...- dije murmurando.

Me levanté al aterrizar en un tejado, y con sin dificultad, me tiré al suelo y me deslizé por los callejones.

-AKUMAS, ATACAD AL GENERAL- grité, mientras a escondidas me dirigia a la iglesia...

Al ver como la chica salía volando hacia uno de los tejados de las casas cercanas, y que en su recorrido iba dejando un reguero de sangre, procedente de los cortes de sus brazos. No pude hacer más que reír de forma macabra. Le había cogido gusto eso de trocear a aquella aliada del conde, y no dejaría escapar la ocasión de descuartizar a tan insignificante presa.

La chica se limito a correr por los callejones, mientras le pedía a los akumas supervivientes que me atacaran, algo que me pareció tan cómico, que hizo que volviera a reír de manera incontrolada. Aproveche que los akumas se estaban reagrupando, para dirigirse todos juntos a mi posición, para aumentar de forma considerada mi velocidad y correr detrás de la chica.

Al ver como atravesaba las calles en dirección a la iglesia, comprendí que se trataba de otra cobarde más y que lo único que quería era aprovechar su fuerza para atacar al inútil de mi aprendiz. Por lo tanto adelantándome a sus planes, comencé a correr por los distintos tejados, hasta que finalmente llegue a la parte derecha de la construcción religiosa.

Toda la parte izquierda del edificio, había sido derribada, por lo que lo poco que quedaba en pie resultaba ser la parte en la que me encontraba. Sin perder un ápice más de tiempo, comencé a girar mi arma y la clave en el muro exterior, que aun seguía en pie. Corrí de un extremo de la fachada al otro. Mientras corría, podía escuchar como la pared que dejaba atrás caía piedra por piedra, hasta que finalmente lo que quedaba de la iglesia cayó por completo, formando un manto de polvo.

No me importaba si esos tres aun permanecían dentro, ya que lo que a mí me interesaba, era acabar con la chica y destruyendo el lugar al que se dirigía, la obligaba a hacer frente a su inevitable muerte.

Di un salto hacia el cielo, para poder divisar de manera más clara la localización de la chica, al mismo tiempo pude ver como los akumas se habían agrupado por completo, en la parte este del poblado y que habían comenzado a moverse hacia mi posición. Estaba deseando de descuartizar a todas aquellas maquinas, pero antes debía de hacer una breve visita a mi huidiza amiga.

Caí sobre una de las casas que se encontraban por delante de ella. Clave mi arma en la fachada del edificio, y me deslice hasta tocar con mis pies el suelo, mientras la casa era decorada por una gran grieta.

-No te dejare escapar- dije pasando la lengua por mis labios, -has elegido un mal momento para venir a este lugar- dije girando mi arma sobre mi cabeza.

Una vez dicha la última palabra, me moví rápidamente hacia la chica, de tal manera que pase a su lado mientras le lanzaba un corte hacia el muslo derecho. Una vez estaba a sus espaldas, le lance otro corte hacia la espalda, al mismo tiempo que hacía sonar mi tenebrosa y cruel risa.

Alrecibir los golpes, mi cuerpo se dobló con dolor. La tierra se teñía de color granate mientras q el líquido rojizo corría por mi piel.

"Maldito general...si continua dandome golpes, acabaré muriendo...y yo no quiero eso...quiero seguir viviendo, para servir al Conde...no puedo abandonar a Julie" pensé.

-Maldita sea mi suerte...me tuvo que tocar el general más sádico....- murmuré con una risita sarcastica.

Me arriesgaba a morir, pero si era necesario, utilizaría a Dark Soul...Mi katana era mi unica arma...pedí al cielo, que lograse escapar viva de esta mision...

Ya no quedaban akumas de nivel interesante, el general Socalo se había encargado de ellos, no estaba seguro hasta que punto me gustaba eso… mi maestro era un acaparador. Aunque mis habilidades contra un nivel 2 dejaban mucho que desear, y siempre terminaba con mi maestro golpeándome por hacerlo todo mal, sin contar que seguramente antes de ese castigo el akuma ya me habría roto un par de huesos, era más divertido que ir cortando en dos a esas bolas idiotas.

El rastro de akumas guiaba hasta la parte este del pueblo, la gente parecía haber huido, al menos ahora no tendrían el problema de los animales rabiosos esperando a las afueras del pueblo. De momento no me encontraba con ninguna maquina que otro nivel que no fuera de primero, me sorprendí levemente al darme cuenta que regresaba derecho a lo que se suponía ahora que era la iglesia ahora.

Cuanto avancé un par de metros más, observé a mi maestro a lo lejos, el cual estaba prácticamente despedazando a la mujer de cabellos lilas, me encogí de hombros, la culpa la tenía ella por haber sido tan necia de creer que tenía alguna oportunidad contra el general… Tendría suerte si no la desmembraba a base de espadazos.

Los últimos rayos del sol empezaban a teñir de colores anaranjados el cielo aportando un brillo tenue sobre los que aún seguían luchando a los pies de la derruida iglesia, tanto a humanos como a máquinas, personalmente odiaba el atardecer porque la visión que brindaba por culpa de la luz era borrosa, en algunas zonas del país de donde provenía creaba el efecto que algunos llamaban ilusión óptica, era simplemente un fenómeno molesto.

Antes de que pudiera seguir mirando la lucha entre la aliada y mi maestro, varios akumas de primer nivel para variar me atacaron. Use un golpe de viento para desviar sus ataques, para luego saltar sobre uno de ellos y asestar le alabarda en lo que era su deforme máscara. Luego de eliminar al primero me decidí a acabar con el resto.

Observe como la chica solo se movía para retorcerse de dolor, y aprovechando que estaba a su espalda le lance tres nuevos cortes. Dos fueron hacia el tobillo y costado izquierdos, el ultimo sobre el hombro derecho. Tras eso di un salto hacia atrás, lo que hizo que estuviera a una distancia de diez metros aproximadamente. Clave la punta de mi arma en una puerta de las casas que nos rodeaban y tras tirar hacia mi arranque la puerta para lanzársela a la aliada.


-Kikikikikiki, disfrutare destripándote lentamente- dije mientras reía de forma incontrolada.

Cuando me disponía a acatar nuevamente, el grupo de akumas de diferentes niveles, se coloco sobre mi cabeza. Parecía que la diversión de mutilar a la joven iba a ser aplazada, al menos hasta que acabara con la basura que se disponía a atacarme para protegerla.

Mi objetivo principal era la chica, por lo que debería destruir a todas y cada una de esas maquinas lo más rápido posible. Con esta idea en la cabeza, di un salto vertical hacia el grupo de enemigos, y comencé con el desmembramiento de varios de los akumas, sin importar el nivel que tuvieran.

Las explosiones se sucedían una tras otra, y a tan alta velocidad, que perdí la cuenta de cuantos enemigos había liquidado y de cuantos quedaban con vida. Saltaba utilizando al akuma que acababa de destrozar como apoyo, para poder llegar hasta la siguiente víctima. Para cuando me di cuenta, estaba de pie en el suelo, manchado casi totalmente por la sangre de mis victimas, mirando con una gran sonrisa dibujada en el rostro a los pocos supervivientes que allí había.

Solo permanecían en pie un par de niveles 2 y un grupo de niveles 1, pero había visto como otro grupo de diez de las esferas metálicas, se dirigían hacia donde una vez se encontraba la iglesia. Por lo que deduje que debía de haber alguna victima más asequible para ellas en esa zona, pero aun así no estaba dispuesto a dejarles escapar.

Era mi oportunidad. Aproveché el entretenimiento del general, para desenvainar mi arma, no antes, de vendarme las heridas con trozos de mi capa. Miré como el general, se encontraba en el suelo, lleno de sangre.

''Mierda, se ha cargado a la mayoría de los akumas...este tío es increible....aunque sea un exorcista...'' no sabía que hacer. Estaba, entre enfrertarme al general, o salir de allí y dirigirme a un sitio donde protegerme.

Miré mi arma, y recordé por un momento a mis padres. Sacudí la cabeza al notar, que mis ojos se humedecían con el recuerdo de los seres más queridos para mi, que ahora no habitaban en esta tierra.

La decisión me pareció dificil, pero al final, acabé tomandola.....

Me dirigí hasta el general, pero en un rapido movimiento, pude colocarme a su espalda.

-....Espero que no le importe....- susurre a su oido.

Alzé mi katana con la mano izquierda, y le produje un corte desde el hombro derecho hasta la cintura en el lado izquierdo.

Salté tras haberle atacado, y me monté en un nivel tres, que alzó el vuelo.

-Señorita...¿esta bien?- el akuma resultó ser Stephen.

-Si..tranquilo- miré al general desde lo alto.

La verdad es que esa misión ya resultaba ser aburrida, al menos eso era lo que pensaba cuando veía explotar al sexto akuma, cuya explosión alcanzo al séptimo y al octavo los cuales también terminaron siendo consumidos por esta para asegurarme lancé varias ondas cortantes hacia ellos.

¿Nos iríamos pronto de ahí? No me gustaba la gente de ese lugar, ni ellos ni su idioma agresivo. Un sonido que no logré identificar me hizo desconcentrarme durante unos segundos, si bien solo me había enfrentado a niveles uno, aún solía cansarme si usaba durante mucho tiempo la habilidad de la inocencia, por lo que en ese momento que me había detenido pude sentir una ligera nota de cansancio en mi cuerpo.

-Mierda… -Murmuré mientras volvía a cargar contra los últimos akuma que habían venido hacía mi partiéndolos por la mitad, para mi desagrado noté mi respiración algo alterada, me resultaba molesto tener un poder tan limitado… ¿Mejoraría pronto?

En ese momento por encima de mi, sobrevoló un akuma que por su aspecto parecía ser de tercer nivel… ¿Estaba huyendo? Al parecer la aliada debía haberse arrepentido de jugar con el general, o quizás ya habría quedado reducida a pedazos insignificantes de carne que podían ser guardados en una caja de madera de tamaño medio.

La idea me hizo sonreír, terminado el tema de los animales rabiosos y la huida del aliado podía darse por finalizada la misión. Dejé escapar un largo suspiro, mientras me quitaba la sangre de akuma que ahora manchaba mi rostro, me extrañó no ver rastro de mi maestro, dado que por su ropa se le podía identificar a más de un kilómetro de lejos… Me encogí de hombros restándole importancia a ese detalle, el día que al general pudiera ocurrirle algo malo sería el día que perdiera el interés por destrozar, mutilar y matar, por lo que no merecía la pena preocuparse.

Tenía la idea de que la próxima vez que le viera terminaría con la cabeza aplastada contra alguna pared o ventana, por haber hecho algo mal, por lo que por mi, podía tardar en hacer acto de presencia, pensé, mientras seguía caminando a paso ligero por las calles del pueblo de Alzey, en busca de algún akuma más.

Off: Hachi te di la oportunidad de huir y no la aprovechaste, ahora atente a las consecuencias.

Note como la chica se colocaba a mis espaldas y mientras me decía alguna tontería, me separe levemente de ella. El corte que me lanzo solo llego a rasgar mi dorada ropa, a lo que no le di importancia alguna, pero lo que si llego a molestarme fue que se había montado en un nivel 3 y permanecía en el aire observándome.

Al ver aquel gesto de desprecio, coloque una cara de molestia para acabar atravesando el cuerpo del nivel 2, con mi espada. Si esa chica pensaba que me podía atacar y marcharse de allí de rositas, es que no me conocía.

Me agache ligeramente para coger el suficiente impulso, acto seguido di un salto vertical hacia la posición de ambos cobardes que trataban de huir. Cuando estaba a una distancia cercana, lance mi arma, la cual había estado girando desde que mis pies dejaron de tocar el suelo, hacia el nivel 3. La espada se clavo en la cara del akuma, haciendo que estallara en una nube de humo.

Caí sobre el tejado de una de las casas que había en la zona. Sin perder un solo segundo, como si fuera un acto reflejo, di un nuevo salto vertical. Esta vez recogí mi arma que caí por el efecto de la gravedad, cerca de ella pude ver a la chica, lo que aproveche para lanzarle un nuevo corte. Esta vez no iba a ser superficial, ni era para que sintiera el dolor que le causaría mi inocencia, esta vez era un corte profundo, dirigido hacia el estomago. La idea era bastante clara, dañar de manera grave a la chica y aprovechar que estaba en esas condiciones, para devolverle multiplicado por mil, el daño que quiso hacerme con su ataque anterior.

Tras lanzar el corte no me detuve allí, aproveche para lanzarle un puñetazo directo hacia su rostro. No contuve mi fuerza, por lo que el golpe llevaba la intención de causar el mayor daño posible.

-Estúpida engreída de mierda, ¿pensabas que te iba a dejar marchar tras el amago de ataque que hiciste?- dije con un tono cruel.

Ya no quedaban akumas en el lugar, todos los que habían quedado esparcidos los había aniquilado el general Socalo, mientras que yo me había tenido que conformar con los niveles 1, lo cual empezaba a ser deprimente, esperaba que cuando me tocara tener que hacer misiones sin él el resto de mis futuros compañeros no fueran tan acaparadores. En ese momento podría dar mi mundo por un poco de diversión… ¿Dónde se habría escondido caperucita?

Antes que pudiera pensar otra cosa, o que mis pensamiento ligeramente bizarros echaran el vuelo, la explosión del tercer akuma me llamó la atención, y me obligó a correr por las calles ahora estropeadas, llenas de polvo, trozos de yeso, madera, ropa, entre otras cosas, intentando esquivarlas para no tropezarme y que eso no ralentizara mi carrera. Llegué justo a tiempo para observar como mi maestro le daba a la aliada del Conde, la paliza de su vida, aquella imagen provocó que sonriera levemente, era como contemplar el castigo perfecto para alguien que pecaba de extremo orgullo y soberbia, creer que podría con el general Socalo era de ilusos, o de gente que estaba tremendamente loca.

-¡Exorcista Basil!

Va a morir, pensé, ese buscador iba a morir, le mataría yo luego de hacerle todas las cosas que me pasaran por la cabeza en ese momento. Al girarme, hacia el buscador observé que los dos bastardos que me había tocado cuidar huían de dos akumas de primer nivel.

-Lástima. –Susurré, mientras me lanzaba sobre las máquinas usando el viento que había alrededor de la alabarda para impulsarme hacia delante y conseguir una mayor velocidad, quedé detrás del akuma que había más rezagado, soltando el viento que quedaba girando alrededor de la punta de la lanceta en varias ondas, cortándole en rodajas. Al otro, lo partí por la mitad con la alabarda de un movimiento perpendicular, cada uno desapareció haciendo su respectiva explosión.

Cuando me giré hacia el par de idiotas que había frente a mi ahora, el buscador con su herida en el hombro la cual había dejado de sangrar ya, y caperucita con corte profundo en el brazo, el cual seguía sangrando levemente y que le debía doler por la manera en que lo apretaba contra su pecho. Por como me miraron, mi expresión debía ser todo un poema, un poema muy agresivo, porque los dos empezaron a balbucear disculpas.

-Silencio. –Les espeté. –Os dije que no os movierais del túnel, donde los akumas no podían pasar, y no me habéis hecho caso. La desobediencia se tiene que castigar. – Les dediqué una sonrisa, la cual tenía un deje sádico que no pude ni quise disimular. -¿Cuál de los dos quiere ser el primero? –Pregunté entretenidamente mientras balanceaba la alabarda con ligereza.

Una vez lanzado el ataque sobre la chica, acabe cayendo en la calle desde la que salte. Allí se encontraban los cinco niveles 1 que no había destruido anteriormente. Al verles me precipite hacia ellos, los cuales fueron destruidos en cuestión de segundos.

Cerca de donde me encontraba, pude escuchar alguna explosión, seguramente producida por el inútil de mi aprendiz, el cual parecía que aun seguía con vida. Me dirigí hacia donde provenían las explosiones, en busca de mas maquinas a las que hacer pedazos, pero una vez llegue lo único que encontré fue al miedoso del buscador, al trozo de carne que aspiraba a ser exorcista y al tipo de la capa roja.

-Vaya, parece que aun estáis con vida- dije mirando a los tres, -dime idiota ¿le has sacado la información o te tengo que mostrar en tu cuerpo como sacarla?- dije clavando los blancos ojos en el aprendiz.

Realmente no había mucho más que hacer en ese lugar. La diversión ya se había terminado con la destrucción de los akumas, además de que no sabía que había sido de la chica tras recibir mi último ataque. Estaba claro que lo único que me quedaba por saber era la causa del ataque de los animales.

Las calles antes llenas del ruido de las explosiones y los disparos, ahora estaban totalmente en silencio, lo que también hacía suponer que los aldeanos habían huido de allí o simplemente habían muerto durante la batalla. Todo eso no me importaba realmente, ya que lo que a mí me interesaba era que quedara algo más que poder descuartizar, pero para mi desgracia debería de aguantar hasta la siguiente lucha.

De manera inconsciente, al llegar Socalo di media vuelta para poder encararme a él, y así poder escucharle mejor, escondiendo la alabarda detrás de mi espalda, dibujé una media sonrisa en mis labios, tal y como los niños pequeños hacían cuando acababan de ser encontrados por sus padres haciendo algo malo. El buscador pareció aliviado de que dejara de prestarles atención, mientras que Caperucita parecía sentirse algo intimidado por la presencia del general, tanto que uso al buscador de escudo hasta que estuvo lo suficientemente cerca para usarme a mi también como posible saco de boxeo de mi maestro.

-Ah, si para mi desgracia siguen con vida. –Respondí, ignorando el hecho de que el comentario del general fuera dirigido hacia mí también. –A lo que iba, no era inocencia lo que hacia que los animales estuvieran así. Fueron unas máquinas hachas por el tipo de la caperuza roja, el cual ha sufrido muerte por akuma, que emitían ondas de infrasonidos y ultrasonidos, esto hacía que los animales sufrieran estrés. Atacaban el poblado porque es donde se emitían las ondas aquellas. –Expliqué mientras me encogía de hombros y daba un codazo a Caperucita para que dejara invadir mi espacio personal.

El silencio que se había impuesto en el lugar me daba a entender que ya habíamos llegado al final de aquella misión, que se había realizado, sumamente rápido, por alguna razón me alegraba y por otra lamentaba que nuestra estancia no fuera a alargarse, hubiera sido divertido poder entretenerme con algo que no fuera lo mismo de las ultimas semanas: matar akumas.

-Debo suponer que ya hemos terminado aquí, no es cierto maestro? –Murmuré entornando los ojos hacia el buscador y caperucita… Esperaba, no tener que verles otra vez, la del dolor que me habían provocado esos dos idiotas.

No podia soportarlo más. Aquel general era demasiado poderoso, así que habia decidido irme de alli. Ya tendria oportunidad de destruir otra inocencia...

Uno de los akumas de nivel 3 que seguian con vida, me cogió y me ayudo.

-Señorita aliada, yo la llevaré de vuelta a su hogar...sus heridas son muy graves...- me dijo. Yo solo asentí.

El akuma se elevó, y se alejó de Alzey volando ''Perdoneme Conde...no pude conseguir la inocencia...'' fue mi ultimo pensamiento, antes de desmayarme...

[off: me he tenido q ir...prdoname por no habr aprovechado la oportunidad d scapar metron. Naru, ahora sta inactiva]

Sin contestar a la pregunta de mi aprendiz, me limite a caminar hacia el tipo de rojo, el cual retrocedió varios pasos al ver que iba directamente hacia él. Una vez estuve en frente suya, me limite a cogerle por la parte delantera de la camiseta y levantarlo en peso hasta que su cara estuvo delante de la mía.

-¿Qué quería conseguir el otro tipo con esos aparatos?- pregunte con una expresión de seriedad en mi rostro.

-No lo sé, el maestro nunca quiso decirme nada, lo único que me dijo era que lo sabría con el tiempo- dijo el chico de manera entre cortada.

Se podía reflejar el miedo en los ojos del chico de rojo, por lo que deduje que no mentía sobre las intenciones de que fue su maestro. Al ver que no sacaría nada en claro, me limite a lanzarlo hacia una de las casas cercanas. El chico reboto contra la pared como si de un balón se tratara, para caer al suelo inconsciente, tras lo que me gire hacia el novato.

-Oye inútil, estoy cansado de tu compañía, ahora quiero que te vayas a la orden oscura- dije caminando hacia el aprendiz, -y tu le acompañaras- le dije al buscador, el cual se hallaba aun mas asustado que antes, al ver lo que acababa de hacerle al chico de rojo, -cuando llegues a la orden le darás esta carta a Komui, el sabrá que hacer contigo- dije tirándole la carta hacia el pecho.

Había pasado demasiado tiempo con ese novato, por lo que ya era hora de continuar viajando en solitario, de esta forma no tendría que estar pendiente de que me robaran las presas. Pase al lado del nuevo exorcista, para dirigirme hacia las afueras de la ciudad. Mientras caminaba no me moleste en despedirme ni dedicarle unas palabras de consuelo, solamente me limite a alejarme de allí, para encontrar algo nuevo que poder cortar.

(Cambio de escena)

Medio sonreí con la expresión del buscado el cual miraba a Caperucita como si hubiera muerto, en fin, cosas peores pasaban todos los días. Si eso hubiera ocurrido el mismo día en que conocí a mi maestro quizás, me hubiera sorprendido algo el pronto que había tenido al lanzar al encapuchado contra la pared más cercana, pero ahora… hubiera sido estúpido hacer aquel gesto exclamativo que el que tenia al lado había representado con tanta exageración.

Tomé el sobre en mi mano, mientras saboreaba las palabras dichas por Socalo, al fin, podría ir por mi cuenta sin tener que preocuparme de que en cualquier momento mi cabeza fuera separada del resto de mi cuerpo, además el pobre maestro ya había hecho más que suficiente teniendo que cargar con migo y mi personalidad especial durante tantas semanas. Según mi punto de vista era más fácil tener que lidiar con alguien que solo quería mutilar cosas que el que tener que llevar a un peso muerto con ideas como las mías.

-Suerte en sus próximas cacerías, mi general. –Fue lo único que le dije, mientras hacía una pequeña reverencia, y le observaba marchar con los brazos cruzados, una vez hubiera guardado ya la alabarda.

-Exorcista B-… D’Angelis. –Dijo el buscador repentinamente, ahora que volvía a prestarle atención lo veía como más menudo, encogido aún por el aura mortífera que había dejado el general tras de sí. –Sería mejor que partiéramos ya.

Sonreí levemente, anotándome que golpeara a la próxima persona que para llamarme usara cualquiera de mi nombre o mi apellido, o al menos alguien que tuviera esa vocecilla como la que tenía aquel buscador.

-Te sigo. –dije, mientras empezaba a caminar, el buscador se adelantó con energías renovadas, señalándome el camino, al parecer el primer tramo de viaje lo haríamos en tren, por lo que al menos, podría comer y descansar algo, antes de llegar a la Orden, al fin.

(cambio de escena)