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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

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Mensaje por Invitado Vie Abr 06, 2012 8:04 am

Tendrán que ir a uno de los municipios de China, al parecer se ha tenido problemas de contrabando. Se preguntaran que tiene que ver esto con los akumas o las inocencias, es muy simple.
Al parecer lidiamos con una persona que es muy capaz de dejar a varios hombres heridos y hasta muertos en cuestión de segundos, un akuma tal vez que esta haciendo de las suyas.
Lo que este provocando aquello ha dejado muy asustados a los pobladores de Shanghái al ver los cuerpos casi mutilados allí. Además de eso, la cifra de muerte esta siendo cada vez mas elevado y con ello se esta elevando el número de akumas que están en aquella zona.
No dejen que los akumas se apoderen de China


El mensaje que recibió Asad era bien claro, debíamos de investigar lo que envolvía al misterio contrabandista, y eliminar la gran concentración de akumas que ha surgido en los últimos días. No podía llegar un mensaje mejor.

Las semanas pasaron desde que partimos de Tanzania, durante nuestro viaje había enseñado al muchacho a mejorar su conexión con su peculiar arma anti-akumas, además de explicarle con detalle como seria su vida a partir de ahora, o don la esperanza de que cuando llegásemos a las inmediaciones de la rama asiática pudiera dejar de ser su niñera y que pudiera valerse por si mismo. Nada mas entrar en china nos había llegado la noticia vía teléfono de que algo raro estaba ocurriendo en Shanghái, bueno la ciudad mas bien nos lo dijeron en un segundo aviso y después de avernos pateado medio país. Por segunda vez en lo que llevaba de tiempo con Asad, el maldito de Komui había vuelto a olvidar la mitad de la información.

Entramos en Shanghái por medio de una carreta, la cual iba dirigida por Asad, al cual se le quedaban mirando mas que a nosotros, lo cierto era que nuestro peculiar grupo no pasaba desapercibido para nadie, y mas al estar compuesto por un negro, un mastodonte dorado, y una rata escuálida que casi todo el tiempo iba tapada para que el sol no le afectara. En verdad éramos un trio bastante curioso.

Nada mas entrar en los alrededores, pudimos darnos cuenta de que la mayoría de los campos de cultivo se hallaban desiertos, sin ningún rastro de humanos, pero si de varios hoyos de gran profundidad. Aquello se podía interesante.

Conforme entrabamos en la ciudad, se podía oler un aire a inseguridad y recelo, lógico si veíamos como se comportaban los ciudadanos que caminaban por la calle. Múltiples ojos observaban con recelo la misteriosa carreta que acababa de entrar a la ciudad, otros tantos llenos de curiosidad y cierta angustia por si se trataba de más gente que apoyara los actos conflictivos de cierta persona que por temor no nombraban. Si, en realidad parecía que nuestra entrada les inquietaba.

La carreta estaba descubierta, yo la había pedido a si, con una cierta cantidad de paja en la que poder ir tumbados, pero que estuviera al aire libre, quien me conociera podía suponer que lo hacia para fastidiar al mocoso que me acompañaba, como si después de todos los golpes y diversas torturas físicas no hubiera tenido suficiente diversión.

-Oye retaco, prepara la rata que tienes de mascota, acabamos de entrar a una ciudad en la que no seremos muy bien recibidos- y una fina risa acompaño la frase.

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Mensaje por Faith E. Wippler Sáb Abr 07, 2012 8:04 pm

¿Tenía que preguntarme qué más podía salir mal, cierto? ¿CIERTO?

¡Todo ha sido horriblemente horrible desde que me tuve que ir con ellos! Este hombre no es una bestia, ¡es algo mucho peor! Estoy seguro que este suplicio que él llama entrenamiento tiene como único fin matarme lentamente.

Literalmente al día siguiente de lo que ocurrió en la mina, me di cuenta que cuando decía que me iba a entrenar de la manera más dura posible, me era completamente imposible imaginar la magnitud de lo que un entrenamiento duro era. El general (que luego me repitió Asad como se llamaba) era un ser despiadado que no le importaba ni cuan herido estaba ni cuánto me podía dañar un entrenamiento bajo el extenuante sol, simplemente me obligaba a seguir sus reglas y, si no lo hacía bien, era peor para mí. Los primeros días, no, qué digo, las primeras dos semanas fueron lo peor. Todo lo que había vivido parecía poco hasta ahora y creo que él lo hacía a propósito. No, otra vez miento. Yo que él lo hacía a propósito.

Como sea, contra mi voluntad tuve que someterme a ese entrenamiento al mismo tiempo que me intentaban instruir en lo que ellos decían que sería mi nueva vida. Me dijeron y explicaron sobre muchas cosas que parecían ser sacados de una mente completamente loca y retorcida, pero que no podía negar que realmente existían. Después de lo de la mina, no tenía cara para decirles que mentían. En un comienzo me costó mucho retener todo lo que me decían, pero poco a poco comencé a entender y a interiorizar lo que me decían, aunque admito que sigo un poquito escéptico, pero no digo nada para que el general no me pegue… otra vez. Me basta y sobra (especialmente eso último) con los entrenamientos diarios.

Sin embargo, sí hay algo bueno de todo esto. No saben cuántas cosas he visto y cuantos lugares he conocido mientras viajamos. ¡Nunca creí que el mundo fuera de Tanganica sería así! A medida que abandonábamos las tierras áridas de África, nuevos paisajes comenzaban a dominar el terreno y me maravillaban con su peculiar belleza. El pasto verde que no existía allá (y si había algo, era completamente marchito y feo), el sol parecía no tener tanta fuerza y las nubes (¡nubes! Qué maravilla…) y el viento y… todo era fantástico, hasta que a este loco que tengo como maestro se le ocurría empezar el entrenamiento otra vez. Hasta ahí llegaba la perfección.

Oye retaco, prepara la rata que tienes de mascota, acabamos de entrar a una ciudad en la que no seremos muy bien recibidos —escuché la voz de mi maestro riéndose, pero sin mirarme a mí.

¡Mwalimu*! ¿Cuántas veces tengo que decirle que Taz no es una rata? —le reclamé, sabiendo que era inútil. Sin embargo, mi topo no hizo nada, simplemente siguió durmiendo en mi regazo, sin darse por aludido— …¿sabe qué? Olvídelo.

Después de la primera explicación y de aceptar que el topo era mío al ser mi Inocencia (es tan raro aún decirle así… o pensarme a mí mismo como un exorcista), decidí que para hacerlo oficial tenía que ponerle un nombre. Decirle “topo” todo el tiempo no me parecía correcto. Decidí que era mejor algo corto, para que él pudiera atender siempre a mi llamado y… así decidí ponerle “Taz”. No significa nada especial, pero me pareció un buen nombre y a él parecía gustarle… por lo menos, ahora si lo llamo voltea a verme… casi siempre. Debe faltarle costumbre.

Me daba algo de pena despertarlo, pero debía hacerlo. Lo sacudí un poco, haciéndole cariño para que no se enojara, y él comenzó a bostezar. ¡Por favor, no podía ser más tierno! Se movió un poco sólo para volver a acomodarse a lo que yo lo seguí molestando para que no lo hiciera. Finalmente me volteó a ver y apuesto a que si le pudiera ver los ojos, estaría frunciendo el ceño porque bufó y se bajó de mi regazo y fue a esconderse en la paja que había por ahí. Bien sé yo que algo que a Taz le encanta es dormir, ¡pero no es mi culpa! Él me dijo que te despertara.

Bueno… si se duerme, por lo menos será un sueño ligero —murmuré como excusándome. No quería que mi maestro me volviera a regañar.

No me bajé el gorro de la capa, pero con discreción miré a mi alrededor, cosa fácil porque la carreta iba completamente descubierta (para mi disgusto) así que no tenía problemas para ver el paisaje. Me impresioné al ver la cantidad de gente (no tanto como la primera vez que entramos a China, especialmente por lo diferente que lucían a las personas en mi “hogar”) viéndonos y noté inmediatamente dos cosas: uno, que todos eran iguales a todos los otros que ya habíamos visto. ¡Iguales! Y eso que ya habíamos recorrido buena parte de China; no entiendo como todos parecen ser gemelos de los demás… y dos, se notaba que ellos no estaban contentos con nuestra llegada. De hecho, muchos parecían estar enojados al momento de vernos y eso me hacía sentir algo cohibido… realmente el general tenía razón; no seremos bien recibidos acá.

¿Qué eran esos agujeros de antes? —pregunté recordando cómo antes de entrar había un amplio terreno de cultivos todo maltrecho y lleno de hoyos de grandes dimensiones y profundidad.

Quien sabe, pero tendremos que averiguar por nuestra cuenta. No creo que la gente quiera cooperar —me respondió Asad sin quitar la vista del camino.

Con el paso de las semanas, mi trato con él había… mejorado, en cierto sentido. No éramos los mejores amigos ni nada, pero por lo menos podíamos dirigirnos la palabra si era necesario, aunque él no me mira casi nunca y eso realmente no me molestaba. Aunque admito que es un alivio el no sentir miradas de odio en mi nuca. Tampoco quiero hacerme “amigo” de él ni nada parecido, pero a veces sentía necesario el hablar con alguien que pudiera responderme decentemente, sin producirme escalofrío por sus tétricas risas cuando terminaba de hablar (¿saben a quién me refiero, cierto?).

Dejé de ver a esas personas, para buscar a Taz con la mirada. Me alarmé un poco al no verlo por ningún lado, pero de repente una pequeña bola de paja rodó y chocó contra el mango del pico que tenía junto a mí y Taz apareció desde el interior, mareado según creo yo por cómo caminaba. Lo tomé con cuidado y lo dejé sobre mi regazo otra vez, dejando que se acomodara otra vez allí.

A todo esto… ¿acá sabrán inglés? me pregunté, pues al entrar por primera vez a China descubrí el increíblemente complicado idioma que manejaban y que no muchos hablaban inglés.


*Mwalimu: Maestro.
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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái  Empty Re: El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

Mensaje por Invitado Dom Abr 08, 2012 8:52 am

Cierto aquel animal no era una rata, era un perezoso en miniatura. Lo mejor de todo era ver como a pesar del tiempo que había pasado, el retaco aun no había sido capaz de que le obedeciera al cien por cien, seguramente seria algo que le llevaría su tiempo lograr, eso si lo conseguía.

Asad detuvo la carreta al lado de lo que parecía ser una posada, o mas bien se separo de la calle principal y se detuvo en una de las callejuelas laterales, la cual estaba al lado de un mesón llamado “El panda oscuro”. Desde el exterior no parecía gran cosa, realmente solo parecía un lugar cutre mas en el que poder pasar una sola noche, sin embargo conforme nos íbamos acercando a la ciudad, había podido escuchar de boca de un grupo de trabajadores, el como se quejaban de lo caro y pretencioso que era ese lugar para ellos, lo que traducido significaba que era un lugar perfecto para nosotros.

El sol se encontraba en lo alto del cielo, lo que significaba que serian cerca de la una del mediodía, hora perfecta para entrar a comer algo. Me baje de la carreta de un salto seguido por asad, el cual se había encargado de coger el poco equipaje que llevábamos, y sin decirle media palabra al muchacho escuálido que tenia como alumno, entre en la posada por la puerta principal.

Conforme entraba dejaba atrás el incesante cuchicheo de parte de la gente del exterior, pasando al de la gente del interior.

El lugar en si tenia pinta de ser bastante caro tal y como habían dicho aquella plaga de chinos. Nada mas entrar se podía apreciar varios jarrones y cuadros valiosos, curioso ya que si mal no recordaba nuestra información hablaba de un contrabandista, y aquellos artículos no parecían para nada de origen chino. Asad se dirigió directamente al mostrador donde se encontraba un asustadizo empleado, el cual comenzó a gritar que no tenían sitio y que nos marcháramos, por lo visto lo del miedo si que era real, o quizás fuera por otro motivo.

-Asad págale lo que haga falta, pero hoy nos quedamos aquí le guste o no- y sin decir mas me encamine de vuelta a la salida, -anda que como tenga que obligarle yo-

Allí permaneció el buscador, discutiendo con un chino furioso mientras que no le quitaba el ojo a nuestro equipaje. Yo por mi parte iba a hacer lo que mejor se me daba, crear el caos.

Al salir nuevamente al exterior, pude comprobar que la gente que había habido en un principio allí fuera, actualmente no estaban, o mas bien no había una sola alma deambulando por la calle, como si todas hubieran sido tragadas por la tierra, o quizás se habían convertido en la tierra.

Tras localizar el cartel de un bar a lo lejos, me encamine hacia él lo más rápido posible. A mitad de camino me había percatado de que en unas de las calles paralelas, había un par de individuos que vigilaban cada uno de mis movimientos. Llevar aquel traje te ahorraba el ir en busca de tus victimas.
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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái  Empty Re: El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

Mensaje por Faith E. Wippler Dom Abr 08, 2012 10:17 pm

Cuando la carreta se detuvo, observé curioso el lugar donde estábamos. En un comienzo pensé que había sido por algún obstáculo en el camino, porque según yo no había dónde ir si nos bajábamos aquí, pero finalmente el general y Asad se bajaron, dejándome atrás y metiéndose en aquella callejuela. Tomé a Taz y al pico, y bajé con rapidez de la carreta.

¡Espérenme! —exclamé, corriendo tras de ellos y entrando por la puerta principal antes que se cerrara.

Apenas entré, noté que el interior era algo nada que ver con el exterior. Todo era tan… bonito ahí. Había unas vasijas y dibujos muy bien hechos, con detalles y muchos colores que brillaban y hacía que todo se viera tan elegante. ¡Había mucho oro también! En los detalles de las vasijas y los marcos de los dibujos, y creo que los tapetes que colgaban eran hechos con hilos de oro, plata y rubí; parecían muy suaves a la vista.

No obstante, mi momento de contemplación fue interrumpido por los alaridos del hombre que estaba tras un mesón, haciéndome notar que estaba gritándole a Asad algo que honestamente no entendí por lo rápido que habló. El general le dijo que nos íbamos a quedar ahí, así que tenía que convencerlo porque él no iba a cambiar de opinión y luego de eso se fue. Lo vi marcharse y dejarme con Asad, quien seguía discutiendo acaloradamente con el chino. ¿Qué debía hacer? ¿Seguir al loco o quedarme con el que me detesta? Já, ¿qué opción mejor que la otra?

¿Tú qué opinas, pequeño? —le pregunté a Taz. Me miró y yo lo miré, pero se movió inquieto por la posición en que lo traía (sosteniéndolo con una mano)— Sí, tienes razón. Aunque probablemente me arrepienta en seguirlo, acá me aburriré mucho —me autorespondí como si fuera Taz quien me hubiera hablado.

Vi a ambos lados y noté un pilar gordo blanco, probablemente de mármol, y me fui a esconder tras de él. Aunque acá no habían hechiceros (o de eso me intentó convencer Asad, aunque yo no me fío de eso), me resulta demasiado incómodo y peligroso dejar que la gente me vea, así que me oculté tras el pilar para poder quitarme el gorro de la capa y con cuidado dejé al topo sobre mi cabeza. Si algo había aprendido de él, era que le gustaba mucho andar ahí cuando caminaba. Una vez él se acomodó, me volví a poner el gorro, aunque ahora me veía ridículo y no me tapaba la cara, sino a Taz. Parecía tener una doble cabeza muy deforme.

Como sea, me encaminé rápidamente a la salida, pero me di cuenta que había tardado mucho. Mi maestro ya no estaba ahí. Miré a todos los lados, pero no lo hallé en ninguna parte. ¿Qué tan rápido podía caminar? Ah, cierto… mucho. No entiendo como esa gran armadura no le pesa, ¡parece hecha de oro macizo y eso significa toneladas de peso sobre él! Es increíble… loco, sádico y todo eso, pero increíble.

Mwalimu, ¿dónde está? —susurraba caminando despacio y viendo atentamente a todos lados. Buscaba un gran y enorme destello dorado, ¿qué tan difícil puede ser?

Repentinamente, mi instinto me hizo esconderme tras de una muralla y asomarme con cuidado para ver lo que había más allá en la calle. Habían unos sujetos (iguales todos, por supuesto) que parecían estar caminando con mucha cautela y mandándose señales entre ellos mientras avanzaban, apuntando hacia un lugar que parecía de mala muerte. Con sigilo los seguí, pensando a medio camino en qué rayos hacía yo siguiendo a unas personas que parecían peligrosas (maldita sea curiosidad, alguna vez moriré por tu culpa), y cuando ya estaba algo cerca de ellos noté que muy cerca de la entrada estaba mi maestro. ¿Cómo rayos no lo vi antes? ¡Es gigante!

No obstante, algo me hizo detenerme. De las calles aledañas, más chinos con el mismo aspecto de malo aparecieron y rodearon al general. En un comienzo me asusté, porque tenía toda la pinta de que querían robarle o algo así, pero luego me calmé y decidí quedarme cerca, pero escondido.

Pobres hombres, no saben con quién se han metido pensé casi sintiendo pena por ellos… pero no.

Aprovechando que el general no estaría pendiente de lo que hacía y que estaba en un lugar nuevo, decidí ir a explorar un poco. Caminé lento, permitiéndome admirar las calles, pero notando la falta de gente. ¿Dónde estarían todos? Escuchaba ruido dentro de las casas, pero nadie parecía atreverse a salir de ellas; supuse que era por las muertes que ocurrían recientemente.

Antes que pudiera alejarme mucho de donde había dejado a esos hombres morir a golpes por mwalimu, un sonido llamó mi atención. Eran como de tablas cayendo o cajas o… algo parecido, muy cerca de mí. Busqué con la mirada de dónde venía el sonido, tensando todo mi cuerpo como preparándome para escapar atacar, cuando una sombra salió de entre unas tablas que estaban apoyadas en la pared, pero al intentar huir se tropezó y cayó patéticamente al suelo. Me acerqué lentamente, alzando el pico preparado para pegarle a lo que fuera que estuviera ahí, cuando algo muy parecido a un sollozo me alcanzó.

Era… ¿era un niño?

Bùyào shā wǒ —no le entendí nada, pero tenía los ojos fuertemente cerrados y temblaba mucho mientras sujetaba frente a su pecho una extraña fruta rojiza que nunca había visto.

¿Qué te pasa? —le pregunté, pero él seguía balbuceando lo mismo cosa que me desesperaba un poco— No voy a hacerte nada, así que cálmate de una vez —y mientras le hablaba, le hacía señas intentando comunicarme con él.

Poco a poco dejó de sollozar, pero no dejaba de temblar. Suspiré y me rasqué la nuca, sin saber qué hacer. ¿Sería mejor simplemente dejarlo ahí tirado? Sí, era lo mejor. Me levanté, pues me había puesto en cuclillas para hablarle, pero cuando iba a irme mis pies se detuvieron. Me giré a verlo otra vez y lo miré más atento.

Parecía pequeño, como de diez u once años, de pelo negro y piel clara. Sus ojos rasgados apenas estaban abiertos, pero vislumbré un color oscuro; negro o quizás café. Estaba sucio y su ropa no era la mejor (se parecía a la mía, que no me la había cambiado desde que salí de Tanganica), haciéndome creer que quizás viva en las calles. Es tan parecido a Is--.

Suspiré derrotado.

Soy un completo estúpido por hacer esto pensé, devolviéndome y tendiéndole la mano al niño al tiempo que desviaba la mirada. No suelo hacer esto, pero se parece tanto a él que una punzada de culpa me obliga a hacer esto.

Soy un completo idiota.
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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái  Empty Re: El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

Mensaje por Invitado Lun Abr 09, 2012 3:36 pm

Akumas, una palabra que era claro significado de miedo, sangre, muerte y caos, aunque claro si mi nombre aparecía al lado nunca se sabia se todas esas palabras eran algo que causaran ellos o que hiciera yo.

Cuando me encontraba a una manzana de distancia del bar, los hombres que me seguían de cerca desde la calle paralela salieron corriendo y me rodearon, no solo ellos sino que desde otras callejuelas aparecieron otros tantos chinos, todos ellos sin armas, rodeándome de forma amenazante. Pobres akumas, nunca sabían cuando iban a morir.

Me preparaba para activar la inocencia cuando uno de aquellos hombres comenzó gritarme en su idioma. Con el paso del tiempo había aprendido a interpretar algún que otro idioma, de hecho había aprendido a hablar los principales, algo necesario para desenvolverme en mis muchos viajes, sin embargo el chino no era un idioma que dominara del todo, y tampoco es que tuviera excesivo interés en hablarlo. Al no hacerle caso aquel hombre cambio rápidamente al ingles, una grata sorpresa para mi, y más cuando de su boca salieron palabras que no esperaba.

-Ingles, si, lo sabia, eres otro de sus hombres, ahora te tenemos rodeado- y sin decir nada mas alzo su puño y paso al ataque.

Los humanos eran una gran molestia para mí en especial cuando se interponían en mis masacres. Todo ese grupo de ciudadanos enfurecidos no eran más que humanos normales y corrientes, la decepción en mi era evidente.

No active mi inocencia, no me hacia falta después de todo, pero si que pase al ataque. Aprovechando mi fuerza y velocidad, comencé a repartir una lluvia incesante de puñetazos y patadas a aquel grupo de personas, lanzando a varias de ellas contra las fachadas de las casas, otras tantas a caer al suelo inconscientes, y dejando al único que me había hablado en idioma que podía entender con un brazo roto e inmovilizado bajo la suela de mi bota.

-No se quien te parece que soy, pero yo he venido en busca de un tipo que es muy conocido por su mala reputación, dime donde puedo encontrarlo antes de que te rompa el otro brazo-

-El fantasma, no puedes encontrarlo, yo pensar que tu ser de su grupo- el acento de aquel minúsculo hombre resultaba algo molesto, -tu ir por la noche allí- con su brazo sano señalo al bar al que me dirigía.

Era obvio pensar que de día no iban a realizar ningún acto delictivo, o eso era lo razonable, pero tampoco pensaba esperar a la noche para ver que era lo que se traían entre manos y como pasaban la mercancía, lo que a mi me interesaba era descubrir en que agujero se escondía aquel tipo, y sacarlo para ver cuan fuerte era.

Tras soltar un pisotón sobre el pecho de aquel hombre, me dirigí nuevamente hacia el bar, esperando que esta vez no hubiera nada que me interrumpiera.

Conforme iba acercándome podía ver como desde las ventanas había numerosas personas asomadas, todas ellas con caras de preocupación, pero por muy raro que pudiera parecer ninguna de ellas parecía extrañada ante la escena que acababan de ver, seguramente debido a que tal y como nos habían informado el misterioso contrabandista era un especialista en ese tipo de sucesos.

Una vez entrado en el bar pude notar como el ambiente había cambiado casi por completo respecto a antes de pisar yo aquel suelo. Había pocas personas allí sentadas, tomando o al menos aparentando tomar algún tipo de bebida, la cual habían dejado de lado al verme entrar por la puerta. En total había contado a trece, once individuos sentados y que parecían ser clientes, un camarero, y otro hombre que se mantenía al lado de la puerta que había detrás de la barra y que seguramente conducía a la parte posterior del local. Nada mas entrar el que se encontraba al lado de la puerta desapareció por ella, el camarero se apartó levemente de la barra, y un par de hombres de los que se encontraban sentados en ella, se incorporaron parcialmente. Estaba claro que mi presencia no era muy bien recibida en aquel lugar.
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Mensaje por Faith E. Wippler Sáb Abr 14, 2012 12:09 am

Me cercioré que nadie viniera, cosa que no fue difícil de verificar considerando que todos parecían tenerle alergia al aire de la calle, y luego me senté en el piso sólo teniendo cuidado de no hacerlo demasiado brusco para que Taz no se cayera de mi cabeza. El niño retrocedió asustado, pero yo simplemente me quedé mirándolo, como intentando decirle que no lo iba a matar ni nada. Él me miraba con esos extraños ojos rasgados llenos de miedo y pronto comenzó a alzar la vista hacia mi “segunda cabeza”, quizás sintiendo más miedo por aquello. Realmente dudaba que hubiera visto anteriormente un topo.

No hace nada. Mira —le dije aunque no me entendiera, tomando con cuidado a Taz y estirándolo para que él viera que hasta una manzana era más letal (en su forma normal, claro). Sin embargo, creo que eso lo espantó más, porque casi se cayó de espaldas al yo acercárselo— E-Espera, no te asustes —la situación comenzó a superarme, porque parecía que el niño iba a volver a llorar.

Dejé a Taz en el suelo y le di un par de empujoncitos para que caminara hacia el niño. Él hizo exactamente lo que quería, tanteando el terreno con sus patas y olfateando el aire para reemplazar sus ojos ciegos, para finalmente dar con las piernas del niño, que soltó un gritito patético al sentir las patitas rasposas de Taz sobre su piel. Volvió a defenderse con la fruta mientras temblaba, pero Taz simplemente lo olisqueaba y buscaba la manera de subirse a su regazo para (muy probablemente) dormitar. Finalmente terminó por restregarse contra su pierna y el niño pareció reaccionar bien ante eso; después de todo, el pelaje de Taz es suave aunque no lo parezca.

Lo miró aún indeciso y con miedo, para luego mirarme a mí. Hice lo más cercano a una sonrisa que pude, de esas pequeñas y más bien discretas, y le dije con la mirada que podía tocarlo. Al parecer él me entendió, porque lentamente acercó su mano hacia Taz y la posó sobre su lomo, dándole tímidas caricias que por supuesto mi topo disfrutó. Al verlo, no pude evitar sonreír.

Ya más tranquilo, el niño alzó su mirada hacia mí con una mueca que podría parecerse a una sonrisa. Sin embargo, su expresión cambió como a una de sorpresa y se me quedó mirando fijamente. ¿Tengo monos en la cara acaso?

Alargó su mano y la acercó a mi cara— Eh, eso no —dije retrocediendo un poco, logrando que él volviera a asustarse. ¡Por favor! ¿Acaso no puedo hacer que este maldito niño se calme de una vez?— Agh… ya qué —y volví a reclinar mi espalda hacia adelante, permitiéndole hacer lo que fuera que iba a hacer.

Aunque dudó mucho esta vez, volvió a acercar su mano hacia mí y terminó por tomar uno de mis mechones de cabello. Ahora entiendo el porqué de su expresión de sorpresa; cuando quité a Taz, me quité el gorro también y ahora tenía toda la cabeza descubierta, revelando mi aspecto no precisamente normal. Inevitablemente endurecí la mirada, esperando alguna especie de rechazo, pero me sorprendió mucho (dejándome bastante descolocado) el hecho que ahora estuviera sonriéndome. Parecía como si le gustara mi cabello.

Yuan —dijo repentinamente.

¿Qué cosa? No te entiendo, no hablo chino —gesticulé para que él me entendiera de alguna manera lo que quería decirle.

Dejó de tomar mi mechón blanco y se colocó la mano en el pecho— Yuan —repitió, golpeándose despacio allí. ¡Ah! ¡Era su nombre!

Imité la acción, colocando mi mano en mi pecho y dándome un golpecito tras hablar— Seth —y luego apunté a Taz que nuevamente se estaba durmiendo, usando de soporte la pierna de Yuan— Taz.

Como imité sus movimientos, pareció entenderme inmediatamente pues me apuntó y repitió mi nombre y luego apuntó a Taz e hizo lo mismo, de una manera bastante animada en comparación a como se había comportado hasta ahora. Como parecía más relajado, me sonreía a menudo y debo admitir que su sonrisa me hacía sentir bien. Era… un lindo detalle de él.

De la nada, se reincorporó y me señaló hacia el final de la calle desde la cual había venido (esa por donde había visto a los pobres tontos que sucumbirían ante los puños del general)— Gēn wǒ lái —me dijo, como si no recordara que no podía entenderle— Wǒ yào nǐ yǔ tārén —y comenzó a caminar.

No sabía qué quería, pero creo que no pierdo nada siguiéndolo, ya que sobre el mensaje que recibió Asad no sabíamos mucho y más que algo útil sería un estorbo para mwalimu si lo estuviera acompañando todo el día. Quizás Yuan podría guiarme hacia alguien que supiera bien qué estaba ocurriendo para poder recabar información sobre el suceso, volviéndome más que una carga para Asad y el general, cosa que he sido desde que nos encontramos por primera vez en Tanganica.

Con aquel pensamiento y energías renovadas, tomé a Taz para colocarlo otra vez en mi cabeza, me levanté y seguí a Yuan, que me hacía constantes señas para que lo siguiera, hacia quién sabe qué lugar. Ya había recorrido medio China en carreta, creo que puedo recorrer un poco más a pie y no perderme mucho, ¿no?
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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái  Empty Re: El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

Mensaje por Invitado Lun Abr 16, 2012 7:52 pm

Lentamente me acerque a la barra, observando con detenimiento a los dos tipos que se mantenían sentados en sus respectivos taburetes, en la misma barra del bar. El camarero comenzó a sudar por alguna razón que solo él sabía.

-¿Q-que va a tomar?-

-Un vaso de puré de intestinos, los tuyos para ser concretos si no me dices lo que quiero saber- los dos hombres de mi lado comenzaron a moverse de forma extraña sobre sus asientos, -¿Dónde esta ese contraban…- no me dio tiempo a terminar la frase.

Un par de explosiones solucionaron el problema. Ambos hombres se habían transformado en niveles 1, o mas bien casi transformado ya que estaba esperando ese movimiento en concreto para activar mi espada y partirlos por la mitad. La nube toxica salió al exterior por la puerta del local mientras que el resto de hombres se mantenían alejados al ver aparecer mi arma anti-akumas, lo que dejaba claro que no se trataban de mas maquinas, simplemente humanos que se encontraban de alguna forma bajo el control del misterioso tipo.

-S-señor, ayuda, ayúdanos- el pobre camarero no pudo articular ni una palabra mas ya que un disparo le acertó en plena cabeza. No se trataba de un disparo de akuma, sino de un arma de fuego normal y corriente, el asesino era un humano y allí no quedaba mucha mas gente.

Al darme la vuelta pude ver como uno de los hombres había sacado una pistola, mientras que el resto habían avanzado un par de metros de forma agresiva, dos de ellos con cuchillos. Humanos que defendían a los akumas, que bajo había caído la humanidad.

Usando mi velocidad me coloque a espaldas del que mantenía la pistola, y tras desactivar mi inocencia le sujete el cuello con fuerza desde atrás hasta que crujió y el hombre cayo por su propio peso, con el cuello roto. Lo siguiente fue recoger el arma y disparar en una pierna a los dos que tenían cuchillos, después de eso el resto se apaciguo de forma casi inmediata.

-Bien ahora todos vais a hablar u os destripo uno por uno-

Mis amenazas no tardaron en surgir efecto.

-Tenemos que proteger el bar de los extranjeros, o él nos matara- ahí estaba mi primer rayo de luz en la investigación. –Cuando se entere nos matara a todos y luego ira a por ti, no eres rival para el, nadie lo es por muy fuerte que sea-

Estaba claro que todavía no les había quedado claro de lo que era capaz, pero tampoco podrían descubrirlo. Desde la puerta al otro lado de la barra salió un rayo purpura que golpeo los cuerpos de aquellos hombres, reduciéndolos a un montón de polvo. Lo siguiente fue un desplome del bar. Logre salir antes de que el techo me cayera encima, sin tener posibilidad de ver al causante del último ataque, un rayo que no iba dirigido a mí, sino al desdichado grupo de hombres.

Demasiadas cosas en tan poco tiempo, y ahora tenia que ir en busca del causante del rayo, en ese momento se me vino a la cabeza un tal Seth que viajaba conmigo.
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Mensaje por Faith E. Wippler Miér Abr 25, 2012 12:40 am

Me llevó por la calle en la que estábamos, doblando rápidamente en la esquina para salir hacia una calle muy parecida a la anterior y con el mismo déficit de personas caminando por ahí. La situación parecía estar en un punto bastante crítico para tenerlos a todos así de asustados, pero creo que no es para menos. Después de todo, yo sé muy bien qué es el estar amenazado todos los días a toda hora y era algo horrible.

Yuan iba delante de mí, observando con mucha atención su alrededor para cerciorarse quizás que no viniera nadie. No obstante, no habíamos avanzado casi nada por esta nueva calle cuando un sonido detuvo mi andar y, en consecuencia, también el de Yuan. Me miró con duda, pero yo sentía que algo no estaba bien, mas no había oído demasiado bien y mi intranquilidad parecía no tener fundamento. Reanudé marcha hasta que un sonido mayor y mucho más audible que el anterior me hizo detenerme completamente. Fue potente y le siguieron otros más que sonaban a algo que yo conocía bastante bien.

Un derrumbe.

¡Mwalimu!

Giré sobre mis talones y caminé sobre mis pasos, escuchando algunas débiles quejas del pequeño chino que creo que comenzó a seguirme. No retrocedí porque estuviera preocupado por el general –ni por asomo lo estaba, a él no lo mataba nada– sino porque el derrumbe podría significar la presencia de Akumas (esas horribles máquinas que habían aparecido en la mina semanas atrás y que ahora sabía bien qué era y cuán letal eran) y eso significaba que tendría que enfrentarme con ellas. No por gusto ni por costumbre, sino porque sabría que como escapara de ellas como mi instinto me decía hacer, mwalimu me daría una buena tunda por “cobarde”.

No tardé en cubrir la distancia recorrida y cuando emergí nuevamente a la calle, vi rápidamente una nube de polvo en el lugar donde antes había visto al general siendo “amenazado” por los chinos. Busqué un destello dorado y pronto lo hallé, lejos del derrumbado edificio aunque no demasiado. No me sorprendería que él hubiese estado involucrado en esto, pero no me cabía en la cabeza el que él fuera el culpable, no sin Akumas de por medio. El tipo era un bruto y un sádico, pero no mataría inocentes. Estoy casi seguro de eso.

¡Mwalimu —exclamé para que él me notara. Troté hacia donde él estaba, parándome a su lado y reacomodando a Taz, que con la carrera ya estaba usando la mitad de mi cara para no caerse— ¿Qué pasó? ¿Akumas? —pregunté bajo el riesgo de sonar obvio y, por ende, tonto. Esto aún no era lo mío y temía un poco que su respuesta fuera positiva, pero no podía haber otra explicación.

Observé el lugar con un poco de detenimiento, pero no noté gran cosa. Los escombros habían dejado un desastre total y no podía distinguir mucho entre maderos rotos y algunos objetos destruidos. Escuché tras de mí un jadeo y al voltear, noté que Yuan nos estaba observando con una extraña expresión en sus ojos que rápidamente se transformó a miedo al tiempo que recorría con la mirada la silueta del general.

Cómo no, ese hombre da mucho miedo. A mí me sigue dando, incluso ahora que llevo varias semanas con él, así que no me impresionó su reacción. Me acerqué a él con cuidado y detenimiento y le hice unos gestos con las manos para decirle que se calmara.

Tranquiiilo. Es… un… amiiigooo —le dije alargando las palabras mientras hacía extraños gestos con mis manos para que me entendiera de alguna manera— Traaanquii-- ¡E-Ey! —Taz me dio unos manotazos en la cara intentando bajarse de mi cabeza y torpemente logré atajarlo antes que cayera al piso en caída libre. No obstante, me arañó y se dejó caer (ahora desde menos altura) para comenzar a oler el piso de una manera muy interesada.

Oh, mierda. Como se entierre, me va a llegar otra colleja… especialmente porque suele enterrarse bastante profundo y muerde cuando intentan sacarlo. Ya me pasó, dos veces, y antes de llegar a China. Y ya me llegó tunda por no poder controlar a mi “mascota”.

Pero lo vi y no parecía intentar enterrarse. Parecía nada más buscar algo con su nariz, avanzando lentamente y describiendo círculos irregulares. Rezando a la madre tierra que no se le ocurriera hacer lo que me temía, despegué el ojo de él y volteé a ver a mwalimu mientras miraba de reojo a Yuan.

Él es Yuan. Lo encontré en una calle —le dije rápidamente— Aunque me habló en chino, creo que quería llevarme a algún lugar y quizás él sepa algo o quizás a donde quería llevarme hayan personas que sepan algo —quise agregar “creo que es mejor seguirlo”, pero me lo callé. No tenía ni valor ni autoridad para exigirle nada al general, pero esperaba que mis palabras tuvieran implícito mi mensaje.

Aunque no era propio de mí, pronto me vi poniendo carita de borrego triste como queriendo convencerlo. Sin embargo, apenas me di cuenta la quité; por eso, seguramente el general me hubiera corrido de un golpe o algo así. O se hubiera reído por ser tan patético. Probablemente ambas.

Un grito muy conocido sonó en la calle y al voltearme a ver noté que era Asad, quien venía tardíamente a reunirse con nosotros. Seguramente habría escuchado el escándalo y se hubiese apresurado lo más que pudo a salir a investigar, pero al llegar se detuvo a ver a Yuan, quien ya estaba tras de una pared mirando todo recelosamente. Lo ignoró y miró el lugar derrumbado, agachándose para examinar algo y quitando la mano con un sobresalto al toparse con Taz, quien emergió de dos maderos destruidos tras perderse en los escombros en busca de algo que yo no sabía qué era.

Nuevamente miré al general, pero esta vez con mi cara de siempre… bueno, menos irritada y arisca que siempre, pero también menos de borrego triste. Esperaba a que atendiera a mis palabras; sé que Yuan quería mostrarme algo importante.
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Mensaje por Invitado Dom Abr 29, 2012 1:52 pm

Y allí estaba, recién llegado de su paseo o de donde quisiera que estuviera. Un chico chino apareció por el mismo camino por el que había venido el pequeño exorcista, ahora era obvio donde había estado. Faltaba el numerito de la rata. Taz había decidido pisar tierra y recorrer cada centímetro del suelo en busca de algo que solo él sabia, algo que quizás estuviera bajo tierra y no sobre ella.

Por lo visto el pequeño chino sabía algo que nosotros desconocíamos, y pretendía llevarnos hasta allí. Su desconfianza era mas que justificada, mas cuando no me quitaba los ojos de encima, revisando cada centímetro de mi cuerpo, haciendo grandes paradas tanto en la insignia de la orden, como en las líneas doradas de mi traje.

No tardo en aparecer Asad, el cual había sido atraído por el estruendo que se produjo cuando el edificio se fue abajo, aunque se tranquilizo al ver que ambos estábamos de una pieza el buscador respiro aliviado, luego se limito a observar el desastre formado.

Ignore las palabras de mi aprendiz (al menos por el momento) y me centre a tratar de averiguar quien fue el responsable del último ataque, un ataque que no iba dirigido directamente a mí sino a los hombres que me habían atacado. Era obvio que el responsable era un nivel 2 o 3, y que había liquidado a esos hombres para que no se fueran de la lengua más de la cuenta. Seguramente el primer hombre en escapar debía de ser el responsable de aquel ataque, y ahora debía de encontrarlo para lograr mis respuestas.

Di un salto para aterrizar en la casa de al lado, desde allí trate de localizar a mi objetivo, pero según pude ver aquel tipo ya se había marchado, de hecho no había rastro de nadie alrededor, ni siquiera los típicos curiosos, era obvio que toda ciudad estaba asustada por el responsable de todo, ese contrabandista que dejaba fuera de combate a todos aquellos que le hacían frente.

Una vez comprobado que no había ninguna maquina que matar cerca, baje de un salto al lado del novato. No le dije nada, simplemente me limite a darle un capón en la cabeza, no por algo en concreto, sino por todo lo ocurrido (su despiste, la poca obediencia de su topo, y los gesto tan infantiles que había tenido).

-Asad mira a ver si te entiendes con ese moco y nos guía a un lugar donde averigüemos algo-

El buscador se puso a hablar como mediamente podía el idioma autóctono, algo que parecía que le funciono en cierta medida ya que el chaval le hizo un gesto y comenzó a caminar hacia el norte de la ciudad. Sabia que muchos buscadores dominaban una gran variedad de idiomas y que Asad era uno de ellos, o al menos eso nos había dejado caer con los múltiples idiomas que había hablado a lo largo del viaje.

Le di un golpe en el hombro a Seth para que recogiera su topo y se pusiera en marcha. Lo único que podíamos hacer era seguir a aquel chico y ver a donde nos conducía.

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Mensaje por Faith E. Wippler Sáb Mayo 05, 2012 5:39 pm

Volteé a ver a Yuan y al notar que seguía igual de tenso y desconfiado, le intenté sonreír, aunque me salió algo que no era ni la sombra de una sonrisa… aunque le intenté. Juro que lo intenté. Él me devolvió la mirada, pero noté en sus ojos y luego en su postura que ahora estaba más relajado, aunque no parecía bajar la guardia; lo entendía. Sin embargo, cuando me volteé al escuchar el gran salto del general, creí haber visto algo extraño en donde Yuan estaba que me causó una sensación extraña, pero cuando me volteé a ver, sólo estaba él.

Bah, imaginaciones mías deben ser pensé, pero no me convencí en lo absoluto de ello. Miré a mi alrededor intentando esconder mi paranoia, buscando eso que creí ver y que me hizo sentir un escalofrío, pero por más que miré y miré, no encontré nada. Todo vacío y desolado.

Repentinamente escuché el ruido del pesado cuerpo del general caer a mi lado (y para qué mentir, un pequeño temblor por el enorme peso de él de la armadura), pero cuando me estaba volteando a verlo, un golpe me llegó en la cabeza. Me agarré la cabeza, apretando los dientes para no morderme la lengua, que fue mi primer reflejo para ahogar el “auch” que nació de mi garganta, y le miré con malos ojos mientras me sobaba la coronilla.

Mwalimu le ordenó a Asad hablar con Yuan y él acató la orden con gran rapidez. Le hablaba a Yuan en un chino más o menos fluido, pero al parecer lo suficientemente bueno como para que por fin se sintiera menos asustado y le dijera, en su lengua inentendible por supuesto, a dónde teníamos que ir mientras él mismo se encaminaba hacia allá. Asad lo siguió inmediatamente y pronto el general le siguió, no sin antes golpearme el hombro.

Ya voy —le respondí en tono de queja, yendo hacia donde había visto a Taz hurgando en los escombros— Taz, nos vamos —dije dando un suave golpe a la tierra con la punta del pico.

Casi de inmediatamente la cabecita de Taz emergió de la tierra, haciéndome sonreír internamente. Podía no tener aún un control completo sobre él, pero en estas semanas había podido ir conociéndolo como… mascota suena feo, pero algo más o menos así; mucho más así que como Inocencia. Descubrí muchas cosas que le gustaban, que le disgustaban, qué sentidos tenía más desarrollados y cuáles eran casi completamente nulos. Así descubrí que su mejor sentido era el tacto, seguido por el olfato, y que mis sospechas anteriores de que podía ser ciego fueron confirmadas, pues probé varias veces y noté que prácticamente no veía nada. En base a eso comencé a “entrenarlo” y supe lo útil que me resultaba el único recuerdo de mi madre.

Haciendo caso a lo que había aprendido de él, volví a dar un par de toquecitos en la tierra para decirle dónde estaba y pronto él vino hacia mí. Lo tomé en brazos y lo dejé sobre mi cabeza, cubriéndolo y dejándome otra vez esa deforme doble cabeza.

A trote suave logré recorrer lo que ellos habían recorrido a pie mientras yo me ocupaba de Taz y al alcanzarlos caminé no muy cerca del general, pero lo suficientemente cerca de Asad para mantener vigilado a Yuan. Cuando se giró a vernos, comprobando que íbamos tras de él, una incomodidad en mi pecho me hizo hacer una mueca y desviar la mirada, viendo a mi alrededor como si eso fuera a eliminar la odiosa culpa. ¿Por qué me siento así cada vez que lo veo? ¡Yo no quería a ese niño! ¡No le tenía ningún aprecio! ¿Entonces por qué aún siento que su muerte fue mi culpa? ¿Por qué este estúpido sentimiento no puede desaparecer?

Estúpido Issa… estúpida culpa.

El camino fue largo y tedioso, pero no logró cansarme en lo absoluto. He recorrido distancias mucho más largas en Tanganica, así que esto no es nada. Durante todo el camino intercalé mi mirada en la espalda de Yuan y en los alrededores, notando que a nuestro paso el sonido de puertas cerrándose era lo único que acompañaba al de nuestras pisadas. La gente se escondía como cucarachas ante la luz y eso ya me tenía harto. No porque me gustara estar en lugares concurridos y llenos de gente –todo lo contrario– sino porque el silencio que nos acompañaba lograba turbarme lo suficiente como para hacerme creer que alguien podría estar siguiéndonos.

Pero eso es imposible, ¿no? Escucharíamos sus pisadas antes que pudieran atacarnos, ¿cierto? Miré de reojo al general. Él es un gigante indestructible e invencible, ¿por qué temía que algo saltara de la nada a atacarnos? Él podría acabarlo fácilmente. Él mataría a todos los enemigos y nosotros no correríamos ningún peligro. Pero aún así no puedo quitarme esa sensación de estar expuesto al peligro, que me está volviendo loco.

Mwalimu, ¿no deberíamos ir más… escondidos? El enemigo podría vernos y perderíamos el factor sorpresa —le pregunté, sin dejar de ver a los lados paranoicamente. Me parecía poco práctico este método; si fuera por mí, sería invisible y atacaría en el momento preciso (si me obligara mwalimu, porque mi primer impulso sería huir), pero él parecía estar la mar de tranquilo así, expuesto a todos.

Mientras esperaba su respuesta, ansioso por la tensión que sentía, escuché un murmullo de Yuan. Lo miré a él y a Asad de reojo, intentando oír qué decían.

Zài zhèlǐ? —para mi desgracia, estaban hablando en chino.

Shì. Dàn yào xiǎoxīn, bà ba bù xǐhuan mòshēng rén.
Asad asintió a esas últimas palabras y se volteó hacia nosotros.

Llegamos, pero hay que tener cuidado. Acá tampoco quieren extranjeros —nos advirtió. Tragué duro disimuladamente y me acomodé la capa para tapar más a Taz y, de ser posible, a mí.

Avanzamos con pasos lentos y Yuan pronto nos hizo un gesto para detenernos. El lugar parecía bastante descuidado y había mucha basura regada en el suelo. Él se acercó a una puerta maltrecha de madera envejecida y dio unos toquecitos con un ritmo específico. Pasaron unos segundos en donde yo me pregunté por qué había hecho eso cuando alguien abrió la puerta, revelando a un hombre adulto muy parecido a todos los que había visto hasta ahora en China. Miró a Yuan, le dijo algo y luego notó nuestra presencia, abriendo sus ojos rasgados con sorpresa para luego cambiar su expresión a una de enojo.

Nǐ wèishéme dài mòshēng rén zài zhèlǐ? ! Nǐ zhīdào tā jìnzhǐ! —le gritó, golpeándole la cabeza como antes había hecho el general conmigo.

Děngdài! Tāmen shì bà ba tánlùn de máng. Kàn nàgè nánrén de wàitào.

El hombre se quedó callado, mirándolo con ojos tan achicados que parecía como si estuvieran cerrados. Luego nos miró a nosotros y se detuvo en el general, viéndolo con interés. Finalmente chasqueó la lengua y dijo algo más, haciendo que Yuan se viera aliviado. Entró por la puerta y Yuan le siguió, no sin antes hacernos una seña de que lo siguiéramos.

Caminé hacia allí, queriendo ver qué había dentro, pero de repente noté que iba solo. Me volteé y noté que Asad estaba frente al general, diciéndole algo que, aunque escuché, no entendí el idioma*.

Saben de nosotros. Han hablado de su abrigo y de la insignia de exorcistas. Esto es sospechoso —parece que quería decir algo más, pero Yuan se asomó por el marco de la vieja puerta y nos hizo gesto para que entráramos, apurándonos.

Fui el primero en pasar y lo que vi me dejó anonado. La puerta estaba pegada a una pared tan vieja como ella misma, pero dentro era otra cosa. ¡Era un callejón oculto! Y había varias personas, todos viéndome extraño… Sus miradas me produjeron un escalofrío, pero avancé de todos modos siguiendo a Yuan.


*Asad le habló al General en español para que Seth no entendiera.
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Última edición por Faith E. Wippler el Mar Mayo 08, 2012 8:23 pm, editado 1 vez
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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái  Empty Re: El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

Mensaje por Invitado Mar Mayo 08, 2012 9:38 am

Una extraña sensación afloro en mí, e iba aumentando poco a poco conforme nos íbamos adentrando en aquel barrio, era como si mi cuerpo estuviera a punto de saltar, como si ya estuviera disfrutando de una masacre que todavía no había comenzado, ¿seria la sensación de que pronto nos encontraríamos con mi akuma huidizo? Quien sabia, quizás solo era que lo deseaba tanto que mi cuerpo se encontraba en tensión a la espera de ese enfrentamiento.

Como de esperar Asad nos fue haciendo de interprete y guía, todo en uno, mientras se mantenía al lado de aquel pequeño chino, del cual desconfiaba, aunque bien era cierto que lo hacia de todos.

No tardamos en llegar a nuestro destino, en el cual por lo visto tampoco seriamos bien recibidos, bueno ¿Y cuando lo éramos? Ciertamente ya me daba igual, y si alguno de esos patéticos humanos se le ocurría poner un dedo en mi armadura acabaría perdiéndolo.

Era de esperar, tras haber llamado a una puerta un tanto andrajosa, el chico se llevo un golpe por parte de aquel que la había abierto, claro esta después de soltarle unas palabras que yo ni entendía ni quería hacerlo, fue entonces cuando según parecía nos daban permiso para pasar, y allí que fue Seth a meterse de cabeza el primero, yo por mi parte me detuve cuando iba a dar el primer paso. Asad se había metido en medio, interrumpiendo mi avance.

-Saben de nosotros. Han hablado de su abrigo y de la insignia de exorcistas. Esto es sospechoso-

-Esto será divertido. Tu mantén al inútil atento a lo que pueda pasar- dije pasando al lado del buscador.

No me gustaba hacer de niñera, y cuando tenia que hacerlo odiaba tener que ayudar a los ineptos, sin embargo no podía dejar que mataran al novato, después de todo no quería escuchar otra charla del perturbado de la boina blanca.

Al ver que avanzaba el chaval se apresuró a encabezar nuevamente la expedición, poniéndose por delante del novato y justo al lado del tipo que había abierto la puerta. Yo por mi parte entre tranquilamente, ignorando las miradas de todas aquellas personas que se mantenían apoyadas en las paredes laterales. Un incesante murmullo y ciertas risas comenzaron a surgir.

El chaval continúo caminando, adentrándose en aquel oscuro callejón, el cual parecía que únicamente tenía un camino largo y recto. No sabía a donde conducía, pero estaba seguro que lo que allí había resultaría la mar de interesante y divertido.

Yuan apretó el paso, como si tuviera prisa por llegar, caminando cada vez mas rápido, casi corriendo. La impaciencia era tan mala. Ya me había colocado por delante del chico del topo, y justo detrás de el Asad con cien ojos abiertos a todo lo que pasaba alrededor. Conforme avanzábamos podía notar como un desagradable olor iba en aumento, un olor que resultaba hasta vomitivo, aunque menos mal que ya estaba acostumbrado a él.

No tardamos en llegar al final del callejón, había un montón de bolsas de basura desperdigadas por la zona, las cuales estaban sobre un gran charco que desprendía un olor dulzón, un olor que a mi particularmente me encantaba. Los muros que habían a ambos lados se elevaban alrededor de seis metros de altura, incluso en aquel tramo en el que nos encontrábamos había un pequeño techo de madera y hierro. Ni que eso pudiera protegerles de algo medianamente poderoso.

Aquellos que se encontraban al principio del callejón habían avanzado hasta encontrarse a pocos metros de Asad, el murmullo que generaban iba en aumento. Numerosas palabras en chino surgían de aquellas personas, las cuales no era fácil entender para mi, sin embargo Asad si que entendía varias de las palabras que lanzaban al aire esa gente.

-¿Ves como iba a ser divertido?- Asad me miro con los ojos entre cerrados, aguantándose las ganas de decir lo que pasaba por su cabeza en esos momentos, -Mira a donde nos ha conducido tu amigo- esas ultimas palabras iban dirigidas a Seth, al cual se le estaba acercando Yuan con una amplia sonrisa en su rostro.
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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái  Empty Re: El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

Mensaje por Faith E. Wippler Mar Mayo 08, 2012 9:53 pm

Mientras caminábamos por aquel callejón escondido, las personas cuchicheaban alrededor nuestro y algunas tenían hasta el descaro de reírse de nosotros. ¿No que tenían tanto miedo por ese contrabandista? ¡Por qué se ríen de nosotros! Que rabia me daba, pero incluso yo sabía que era mejor no hacer nada estúpido ahora. Estábamos en desventaja numérica, aunque el general cuenta por… muchos… muchos… esperen, me retracto, me retracto. El general les ganaría a todos sin siquiera sudar una gota, p-pero ese no es el punto. Los miraba a todos con desconfianza y recelo, con todas las alarmas de mi cuerpo atentas a cualquier movimiento inesperado que intentaran hacer. Reglas de supervivencia: nunca bajar la guardia.

Pronto, Yuan comenzó a trotar y aunque quise seguirlo, mwalimu se puso frente a mí y sentí que lo mejor era quedarme cerca de él. Después de lo que he vivido ya no sé qué esperarme. A cada paso que dábamos, un extraño olor fue asentándose en el aire hasta que se volvió asquerosamente reconocible. Arrugué la nariz en desagrado y cuando el olor ya se hizo casi insoportable, me cubrí la boca y la nariz con la mano, pero separando un poco los dedos en pos de irme acostumbrando al hedor. Apliqué un truco viejo que había aprendido cuando me enfrentaba a situaciones parecidas: respirar más rápido, pero menos profundo. ¡Y! No abrir la boca. Si lo haces, como que saboreas el olor y eso es peor y mucho más asqueroso.

Mira a donde nos ha conducido tu amigo —me dijo repentinamente el general mientras la gente nos rodeaban por donde habíamos llegado, como cerrándonos el camino por si quisiéramos huir.

Le dirigí una mirada molesta y hastiada mientras me quitaba la mano de la nariz. Sentía a Taz palmeándose la nariz con sus patas y pensé que probablemente era él el más afectado por este hedor a podredumbre y descomposición de basura. Pobrecito…

No es mi amigo —le dije arisco. No quiero relacionarme más de lo necesario. No soy sociable, no quiero serlo.

No quiero que pase otra vez. No sé si lo soportaría.

Y ahora que intentaba reafirmarme aquella idea se le ocurre volver a Yuan, ¡y con una sonrisa además! Niño, no soy tu amigo, no soy de fiar. No tienes que confiar en mí así como yo no quiero confiar en ti. No te sientas tan cómodo conmigo. Por favor, no lo hagas.

Lái ba! Bà ba zhèng děngzhe wǒmen —me dijo tomándome de la mano y tirando de mí para que lo siguiera. Volteé a ver a Asad y al general, pero sólo vi la mitad del cuerpo de Taz sobre mis ojos cayéndose por mi brusco movimiento. Con mi mano libre lo acomodé y terminé volteándome, dejando que Yuan me guiara hacia donde quisiera llevarme.

No caminamos mucho en línea recta (que así parecía ser todo el callejón), sino que nos giramos hacia una pared y entramos por una puerta que no había visto antes. Apenas entramos, un aroma increíblemente empalagoso y viciante me golpeó la nariz, aturdiéndome un poco. Era un potente aroma a… no sé, dulce y como para comer* y que hubiera sido agradable si no me hubiera pateado en el estómago por su intensidad. Yuan apretó su agarre y tuve que fiarme de su agarre para no trastabillar por el mareo que sentí. De hecho, tuve que poner mi mano libre sobre mi cabeza, porque Taz estaba más afectado que yo por el olor; perdiendo su olfato, necesitaba depender de su tacto y estaba en mi cabeza y no en la tierra, y yo me niego a dejarlo suelto en un lugar como este.

Así que… los hombres de negro y plata vinieron finalmente —escuché una voz que me hizo reaccionar y dejar de perderme en aquellos vapores de dulce olor. Era el mejor inglés que había escuchado hasta el momento, aunque ese gracioso tono del chino aún seguía ahí— Liánghǎo de gōngzuò, wǒ de háizi** —habló a Yuan, quien soltó mi mano y se acercó a él.

Hizo una reverencia y el hombre asintió con la cabeza, permitiéndole acercarse. Le susurró algo al oído y el hombre volvió a asentir. Cuando se separó de él y se encaminó hacia el fondo del salón, me volvió a dirigir una sonrisa, pero por algún motivo, esta vez mi corazón saltó alterado al verla. Sentí la sangre helada y no lo perdí de vista hasta que se apoyó en la pared junto a la puerta, donde un par de hombres nos vigilaban.

Algo en Yuan me había asustado, como si su sonrisa no fuera del todo honesta. Algo más… oscuro en él, pero fue tan breve, tan efímero, que debí haberlo imaginado. Estos vapores me tienen algo tonto.

¿Qué hacen ustedes, hombres de negro y plata, en un lugar tan remoto como es este? —preguntó el hombre. Ahora que lo veía bien parecía un hombre maduro y con la piel tostada, como si hubiera pasado largas horas bajo el sol. Sus bigotes eran largos y negros un poco grisáceos, pero sus achinados ojos eran afilados y duros, como si nos mirara con constante irritación y amenaza.— No corren buenos rumores de ustedes por estos lares. Me sorprende que den la cara —siguió, dejándome confundido. ¿Mala reputación? ¿Por qué?

* El olor que hay es olor a canela y proviene de simples inciensos.
** Buen trabajo, hijo mío.


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Faith E. Wippler
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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái  Empty Re: El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

Mensaje por Invitado Sáb Mayo 12, 2012 12:28 pm

Asad debía de proteger al chico, no debía de resultarle demasiado difícil sin embargo el niño llamado Yuan se lo llevo de allí sin que el buscador pudiera hacer nada para impedirlo, lógico ya que se encontraba sujeto por un par de hombres justo cuando Seth comenzaba a seguir al pequeño chino. Yo podía haber impedido que se lo llevasen pero aquel retaco debía de aprender por las malas lo que pasaba cuando se confiaba en alguien que acababa de conocer.

Una vez ambos atravesaron la puerta camuflada, uno de los que nos rodeaban se acercó de frente, sin mostrar temor, únicamente una cara de asco y rabia.

-Vosotros y vuestro Dios sois historia, no tenéis futuro, y nosotros nos encargaremos de eso-

El hombre comenzó a transformar su brazo derecho en una especie de cuchilla, mientras dos hombres a mi derecha cambiaron sus caras para dejar aparecer un par de pistolas en donde antes tenían los ojos, todo mientras el resto de su cuerpo se mantenía igual, bueno eso si no mencionábamos el todo grisáceo de su piel.

No pude evitarlo, pese a que trate de contenerme no pude. Una tenebrosa risa inundo el lugar, y no pertenecía de ninguno de esos chinos. Desde un principio era obvio que era una trampa y yo había dejado que cayésemos en ella sin preocuparme lo mas mínimo, ¿El por qué? Porque verdaderamente me gustaba ese tipo de trampas. Al fin podría descargar mis ansias de sangre en alguien.

Asad trato de liberarse de sus captores sin ningún éxito, y lo gracioso de esa situación era que no trataban de matarlo, únicamente lo utilizaban de escudo, como si me fuera a detener porque lo tuvieran sujeto en contra de su voluntad. Estúpidos así eran un blanco más fácil.

-Madness- fue mi respuesta a las palabras de la maquina.

Una vez invocada mi inocencia comencé a girarla a gran velocidad entre mis manos, todo mientras yo mismo comenzaba a girar sobre mi mismo, acercándome a aquellos que nos rodeaban. Algunos comenzaron a transformarse en las esferas metálicas que tan inútiles resultaban, otros mutaron sus cuerpos como hicieron los primeros, y todo para nada.

Numerosos disparos se sucedían uno tras otro, y ninguno de ellos llegaba ni a pasarme cerca. Numerosos cortes se sucedían, arriba, detrás, derecha, conforme giraba al compas de mi arma descargaba un nuevo corte en una victima diferente, realmente era muy divertido.

Las explosiones no tardaron en aparecer, y una gran nube de humo toxico se elevaba desde aquel callejón. Después de un minuto, demasiado poco tiempo para mi gusto, todas las maquinas se encontraban troceadas y echas añicos, Asad tumbado contra una de las paredes llevado allí por la onda expansiva de las distintas explosiones, y yo riendo en medio de aquella masacre.

Ahora a por el chico.
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Mensaje por Faith E. Wippler Sáb Mayo 19, 2012 6:14 pm

Yo… y-yo no… —balbuceé torpemente, incapaz de pensar bien por el nerviosismo y el mareo que sentía. Busqué apoyo en Yuan, pero él no hacía nada y por algún motivo ni mwalimu ni Asad aparecían por ningún lado—. N-Nosotros no… —pero no sabía qué responder. Tartamudeaba tontamente y me escudaba tras el pico que había puesto frente a mí, como si aquel chino me fuera a atacar en cualquier momento.

Nos advirtieron sobre ustedes. Sé lo que quieren y no conseguirán nada acá, así que tú y tus compañeros deberán marcharse lo antes posible —me dijo con su gracioso inglés, aunque por su actitud seria y mordaz ya no me causaba ninguna gracia—, y si no lo hacen por las buenas, deberé obligarlos a marcharse —culminó levantando una mano y chasqueando los dedos, haciendo que dos hombres aparecieran junto a él con armas que yo nunca había visto, mas no les dudaba la peligrosidad.

Repentinamente y rompiendo el ambiente, una escalofriante risa llegó a nuestro oídos y yo temblé ligeramente ante ella. Reconocería esa horripilante risotada en cualquier lugar. Los hombres que escoltaban al chino se tensaron visiblemente y pusieron una pose ofensiva, la cual casi les hizo atacar a Yuan cuando él se acercó. Ninguno de nosotros sabía qué pretendía hacer al acercarse tan repentinamente y yo quise acercarme a él, pero no logré mi cometido. Entre que los hombres me lo impidieron al apuntarme con sus armas y que Taz imprudentemente volvió a tirarse de mi cabeza, esta vez yo no pudiendo detenerlo para que cayera tan dolorosamente, no pude acercarme siquiera un paso al niño.

Llamé a mi Inocencia y quise agacharme a buscarla, pero los movimientos bruscos me mareaban demasiado; terminaría vomitando si lo intentaba. Al parecer, mis movimientos fueron percibidos como un comportamiento hostil, puesto que los hombres se alteraron aún más y yo sólo pude agarrar con más fuerza mi herramienta y prepararme para un ataque. No obstante, éste no llegó nunca.

¿La razón? Explosiones. Tanto ellos como yo quedamos congelados ante el ruido de una sucesión de explosiones que eran tan cerca de donde estábamos que hacían temblar los objetos al interior de la habitación y hacían que un vientecillo, posiblemente creado por las ondas expansivas, entrara por el espacio que había entre el suelo y la puerta del cuarto.

Mwalimu está con esas criaturas otra vez… pensé, clavando mis ojos en los guardias personales de aquel hombre, notando el miedo que cruzaba sus rostros. No, ellos no eran Akumas, eran simples humanos.

Sin embargo, gracias a que había logrado concentrar mi atención lo suficiente como para ignorar el mareo –y también ayudaba que ese vientecillo disipaba un poco el viciante olor que invadía la habitación– pude ver con cierta claridad lo que estaba haciendo Yuan, razón por la cual se había acercado tan inesperadamente al hombre mayor. Le estaba cubriendo los oídos con sus pequeñas manos, como no queriendo que oyera las explosiones, mientras mantenía una extraña calma en sus facciones. ¿Cómo podía estar tan tranquilo?

¿Yuan? —lo llamé y él me miró con esa misma sonrisa oscura— ¡Yuan! ¡¿Por qué haces eso?! ¡Yuan! —le preguntaba estúpidamente, porque ya estaba descubriendo por qué lo hacía, sólo que no quería creerlo.

No tú, Yuan. No tú… no, Issa pedí. Obviamente, el mundo me ignoró.

Nǐ lái dào wǒ de xiànjǐng… exorcista —la piel de su rostro comenzó a rajarse y del interior de Yuan comenzó a emerger otra criatura de color blanco y con una llamativa estrella de color negro en su frente.

Rompió todo el cuerpo de Yuan para salir y al mostrar su verdadera forma, tontamente me pregunté cómo pudo haber cabido esa cosa enorme dentro del pequeño cuerpo de Yuan. Medía dos metros de alto y la parte inferior de su cuerpo parecía el de una araña; era muy grotesco a la vista, pero mi conmoción no era por tener semejante adefesio frente a mí, sino el hecho de que hubiera provenido de Yuan, el niño chino que conocí en aquella calle. Ese niño indefenso, inocente, que me había guiado hasta su nido para matarme junto a los otros, que parecían haber ignorado hasta ahora lo que realmente era (aunque por las explosiones de afuera, era fácil suponer que no estaba sólo, sino que tenía secuaces que lo acompañaban).

Issa... —musité, haciendo lo que precisamente me habían repetido miles de veces en estas semanas que no debía hacer: quedarme quieto como un imbécil, siendo un blanco perfecto. Debía de atacar, pero sentía que no podía. Simplemente mi cuerpo se rehusaba a obedecer lo que aquella mínima voz en mi cabeza me decía y lo único que hacía era mantenerse allí quieto, relajando los brazos como si no tuviera fuerza y centrando mi mirada en aquella criatura nácar mientras dejaba que el pico cayera estrepitosamente al suelo.

El brillo verde envolvió a Taz y sin perder el tiempo se lanzó sobre el Akuma para atacarlo con sus garras y sus dientes. El monstruo pareció sólo medio sorprendido por el ataque de Taz –quizás no sabía qué tipo de Inocencia yo manejaba o quizás sí lo sabía, pero no se esperaba que fuera tan violento mi topo– y con facilidad se lo quitó de encima, usando sus ocho largas patas que se flexionaban de manera antinatural. Con una agilidad que no me parecía propia por su tamaño, saltó sobre nosotros y cayó frente a los hombres que custodiaban la puerta, eliminándolos en un pestañeo con dos de sus patas delanteras, atravesándoles el pecho y matándolos al instante.

Fue aquello lo que logró sacarme de mi estupor. Me agaché para tomar el pico (y tuve que aguantarme el vómito que sentí ascender por mi tráquea) y corrí hacia donde el Akuma había escapado, golpeando con el pico la muralla para orientar a Taz. No obstante, cuando salí por la puerta que el Akuma había destrozado, no encontré nada más que algo como un cementerio de máquinas recientemente destruidas y no muy lejos por el callejón la figura del general.

Mierda… se me escapó —musité, enojado conmigo mismo. A mi lado Taz gruñía, olfateando el aire buscando el rastro del Akuma, pero el muy maldito era demasiado ágil y rápido, y de seguro que con esas ocho patas de araña debió haber escapado con facilidad.

Yuan… Issa… recordé la transformación que sufrió el cuerpo de Yuan al dejar salir el Akuma que se ocultaba bajo su apariencia humana y no pude evitar esta vez el vomitar. Me recliné apretándome el estómago y dejé que éste se vaciara, dejándome un desagradable sabor en la boca y un ardor en la garganta por la acidez. Aún estaba mareado por el fuerte aroma dulce del interior de aquel cuarto, pero la vomitada había sido por el grotesco recuerdo y por la sensación que me causó. Junto a mí, Taz volvía a su forma original y se subía sobre mi pie para restregar su cuerpo contra mi pierna.

Maldita sea mi humanidad. La odiaba tanto.
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