D.Gray-Man - Amanecer [Original]

Era una tarde tranquila de esas en las que los ancianos se sientan en las bancas con nostalgias viejas y bastones de madera, nos habíamos estancado en un pueblito no sabíamos que se encontraba vacio y muy ilusos nos quedamos dormidos al pie de un árbol

-levántate- le dije a mi maestro entre alabanzas y murmuros guturales

–No quiero- dijo él y se giro para ignorarme, en aquel entonces yo tenia 15 años una edad en la que la mayoría de las cosas me resultaban muy emocionantes, pero lo que mas me emocionaba era lo que esperaba de aquel hombre ¿se reiría conmigo? ¿se enojaría? Todo el era un misterio.

Recuerdo que lo conocí un mes de mayo bajo la lluvia torrencial, me había refugiado bajo un árbol intentando evitar el despiadado clima cuando me di cuenta él ya se encontraba junto a mi. Recuerdo que lo primero que pensé al verlo fue algo extraño, creo que su aspecto rebelde y desaliñado me impacto por completo, aun así me dedique a ignóralo

-mejor quitémonos de aquí-me hablo de pronto, por un momento lo ignore pero el me tomo y me llevo lejos de ahí. Me llevaba cargando, recuerdo que pensé “¿que le pasa?” pero cuando mire que el árbol bajo el que estábamos explotó, agradecí internamente ese gesto. Supe entonces que ese hombre no era normal ¿Cómo supo del rayo? Eso aun me lo pregunto.

–Tengo hambre- insistí tomándolo de la mano mientras miraba el horizonte, seguramente tendría una buena idea para deshacerse de mi hambre

–y ¿que quieres que haga?- me dijo con un gesto igual de serio, ignore por un momento lo que me dijo, me había quedado contemplado su cara, recuerdo muy bien que era un hombre muy atractivo tenia sus facciones finas los ojos miel y el pelo de un extraño color, en la parte superior era de un café intenso y en la inferior de un negro recalcitrante, siempre le pregunte si era natural y siempre contestaba

–claro que lo es pero si no me crees hay formas de probarlo- me decía mientras miraba épicamente hacia el cielo, a mi me daba un poco de miedo y mejor no le insistía, por lo menos por ese día.

El caso es nos vimos envuelto en un conflicto, después de caminar por los pastizales llegamos a un campo, para suerte el maíz estaba en su punto, nos dedicamos a robarlo. Arrancábamos los mejores, los mas gorditos y jugosos, un campesino nos vio y se hecho a correr, nos quedamos un poco escépticos ¿por que se había echado a correr? no lo averiguamos hasta después que una bola de indios nos corretearon con palos y objetos punzocortantes, el maestro tenia mucha velocidad así que me trepo en sus hombros y corrimos como si no hubiera mañana con los elotes entre las ropas.

Logramos escaparnos de los agresores y nos perdimos en el bosque cuando hayamos un buen lugar encendimos una fogata y calientitos nos acurrucamos a comer. En eso hasta salió un bicho yo me asuste pero el maestro lo tomo, lo aso y se lo comió, me dio mucho asco pero el dijo que eran muy nutritivos, él y sus cosas.

También recuerdo que cuando le platique eso a mi hermana se limito a mirarme con un gesto desaprobatorio
–Eso estuvo mal- recitaba la Gogu como canturreando, yo la tome rápidamente y le sople la barriga como a los bebes.

En aquel entonces yo me había escapado de la casa y recurría a citas para ver a mi hermana, ella siempre llegaba puntual y hasta se hizo amiga del maestro, decir que a mi hermana le agradara alguien era muy difícil. Cuando estábamos pequeñas y había reuniones con burgueses ella siempre era el centro de atención, poseía gran habilidad con el violín y a mi papá le encantaba que diera pequeños conciertos para sus invitados.
Mi hermana siempre fue un prodigio recuerdo que cuando nos íbamos a jugar con los otros niños destacaba por su elegante inteligencia

–eso es muy sucio, tus padres van a regañarte- decía mi hermana cuando los miraba revolcar sus trajecitos finos en la tierra. Yo era pequeña y me la pasaba de su mano escuchando las cosas que decía, por los regular nos alejábamos de las masas y preferíamos inventar historias

-eso es un buen avance- me decía siempre que lograba pronunciar correctamente una palabra.

Después crecimos y el carácter de mi hermana se agudizo, tanto que no hablaba más que conmigo. Fue entonces que preocupado mi padre contrato a los mejores científicos para crear algún vínculo de comunicación. Así fue como llego a este mundo la Gogu, una tortuga con tecnología misteriosa que se encargaba de transmitir las ideas de mi hermana para con el publico, al principio se me hizo algo inverosímil pero después me acostumbre a la compañía de ese ser. En cambio yo me volví muy parlanchina, me encantaba reír y hacer reír a las personas mi padres solía llevarme a sus reuniones para amenizar las charlas, a mí nunca me molesto pero si me sentía un tanto triste por que a pesar de que todos me trataban amablemente muy dentro de mi, sabia que no significaba nada para ellos.

Aprendí a montar a caballo, esgrima, francés, ingles y hasta japonés, pero nada me satisfacía, estaba muy acongojada y me ocultaba en la terraza a escribir poemas.
Un día mi padre me presento a un sujeto: Dibrael no se que. Cuando lo vi no me agrado para nada yo tenia 8 años y el como 13... Tampoco era muy confiada, no hablamos nada durante todo el tiempo que estuvo ahí, fue hasta que empezó a tocar el piano de cola que estaba en el gran salón que me interesó, me senté a su lado y juntos tocamos a Chopin, estuvimos todo un concierto, después se fue y yo me escape para platicar con mi hermana que de seguro ya había acabado sus clases de natación.

Aquellos para mi eran bueno tiempos, no fue si no hasta que conocí la política y la filosofía que decidí marcharme de la casa, mi hermana no quería pero a pesar de eso me dejo ir, luego conocí al maestro…todo parecía perfecto, a pesar de ello no perdí contacto, hasta que decidimos entrar a la guerrilla…eso es algo que a veces deseo olvidar..

Nos masacraron a todos, sabíamos de buena fuente que los militares nos habían encontrado.

Me quede en silencio por largo tiempo intentando sentir mis músculos, movía los dedos en reflejos involuntarios. Danzaban en el aire las cenizas y el aroma de la lluvia se mantenía estancado en mi nariz, parpadeaba esporádicamente cada vez que escuchaba su voz. Fue hasta que el sol se fundió en el horizonte que caí presa de su muerte, fue que mire el cielo lleno de mariposas brillantes. Pensé en mi madre y su cara de angustia, recordé el piano, los colibríes, el aroma de mi padre y la sonrisa de mi hermana. Fue entonces que me levante, no sentía mis pies ni mis labios, corrí sin alma en el cuerpo, flotaban mis pasos, se estremecía el mundo como un animal recién nacido, ansiosa estaba la tierra negra llena de la sangre de mis amigos, los había envuelto con su manto frio y ahora tendidos me miraban esperando que lo encontrara. Corrí y al final cuando lo halle él ya se había ido.
“No hay dia sin noche ni vida sin muerte” estoy segura que esas fueron tus palabras.

-alguien nos delato-gritaba Aurelio eufórico limpiándose el sudor y revolviéndose los cabellos, solo lo había visto así cuando no cercaron en Villa Nueva en agosto pasado, me estremecí e instintivamente mire la cabeza alborotada de mi general

-¿y ahora?-se escucho la pregunta que nadie se atrevía a hacer como un eco de lo que acontecería

-nada-contesto Eugenio tenía la mirada perdida y el corazón desecho, todos sabíamos que había sido Fabio su hermano el que nos había ido a vender como ganado

-tenemos que salir…no hay de otra- se escucho la voz fuerte de Athan desde el fondo de la habitación, se me revolvió el estomago del miedo que nos envolvió a todos, sabíamos que el salir de Punta Verde nos costaríamos mas que la vida

-nos organizaremos por grupo, si logramos salir de aquí haremos historia- esta vez el doctor Alberto quería deshacerse de la intensión, nadie tenia la suficiente confianza para continuar, nos movimos lentamente estábamos inmersos en nuestros pensamientos, decidimos que empezaríamos los preparativos, aquellos hombres salieron uno a uno de la habitación, nos mirábamos expectantes

-debemos hablar-Alberto me tomo del hombro y me alejo de todos- no debes venir, te sacare de aquí pero debes olvidar todo esto- me impresiono su comentario cosa que noto pues rápidamente me sonrió

–tu sabes mi respuesta- le insistí contundente, sentí una mirada sobre mi, en un instante los ojos de Athan se cruzaban con los míos cómplices de mis sentimientos –seguiré hasta el final- tenia 16 años y según yo era lo suficientemente consiente para saber que hacer, inocente de mi.

Cayó. Cayó aproximadamente 4 metros colina abajo estrepitosamente y se rompió 3 costillas, un brazo y una pierna, se dislocó una mano, 4 dedos, el hombro izquierdo y la quijada. No pudo ni llorar del dolor, supuso que sería la muerte cernida sobre él como una amante torpe y temerosa que no le permite moverse a gusto.

Un búho moteado lo observo girando la cabeza como solo esos animales pueden, inmediatamente uno de sus ojos azulinos se vio rodeado por un rojo granate y pastoso.
-Me duele- pronunció con dificultad en su cama improvisada de hojas secas de color café, amarillo y naranja. Precisamente fue en otoño.

De aquel suceso tardó más de año y medio en recuperarse y cuando lo hizo le retorció el cuello al sujeto que le había provocado aquel “trágico accidente”. Entró en su oficina y antes de que James Lodge pudiera decir nada ya tenia sobre el cuello las blanquecinas manos de músico del Burleigh. No quería asfixiarlo, lo que buscaba y deseaba, era escuchar y sentir la tráquea y la columna colapsar ante la fuerza descomunal que le imprimía. Cuando lo logró una lágrima se deslizó por el rostro de Lodge y terminó en la piel de su asesino.

-Ya debías saberlo- sentenció con voz solemne mientras dejaba caer el cuerpo que ahora parecía un títere al cual le habían cortado las cuerdas

-Vendría a matarte.

Hace 3 años alguien en una oscura habitación suspiraba y se dejaba caer sobre él. Se levantaba impulsada por sus brazos, a veces sentía su cabello haciéndole cosquillas, sus húmedos labios la recorrían, le besaban el cuello y los senos, sentía un calor que nunca pensó que aquel hombre poseía, se estremecía en cada impacto, cada golpe sordo, incluso no podía para de gemir, de vez en cuando le rasguñaba la espalda firme, quería concentrarse en sus ojos duros pero el movimiento no se lo permitía. Índigo estaba sentado sobre el sillón y Margaret Austen sobre él haciendo el amor por tercera vez en la semana, se suponía que había ido aquella casa a instruirse, pero había terminado enamorada de ese tipo.

Aquello para nada fue triste, ni siquiera fue un encuentro casual, el mayor Austen había enviado a su hija (aunque ella ni siquiera lo sospechaba) a seducirlo, para que de una vez por todas se casara con el hombre que había dispuesto para ella (aunque él ni siquiera lo supiera). Dibrael al principio se dedico a instruirla, aleccionarla en el difícil mundo de los negocios, incluso no la miraba con detenimiento, nada de ella le atraía hasta que un día reprendió a uno de los socios de negocios de tal modo que esa misma noche la despojo de su virginidad con tanta locura que Margaret entendió en 2 horas lo que nadie le había querido explicar en 19 años. Desde entonces su mente inmadura y febril empezó a trabajar de maneras tan raras que ella misma empezó a temerse, lo imaginaba tocándola, haciéndole el amor en cualquier parte de su hogar, incluso buscaba los lugares mas íntimos para llevarlo ahí, no tardó en aprender a seducirlo.

Dibrael se acostumbró a su presencia la llevaba de un lado a otro, la conocían lo socios, las mucamas y los mozos, los cocheros y los jardineros. Incluso a pesar de su pensamiento (que el calificaba de “inocente”) no parecía incomodarle, aunque en aquel entonces Dibrael tenia 18 años, su vida llena de responsabilidades lo habían vuelto hombre, demasiado hombre.

James Lodge regresó de su viaje por Asia un 21 de abril, renovado y empapado de una cultura misteriosa llena de lo que los ingleses carecían, estaba dispuesto a casarse con su prometida de la infancia. Para su desgracia se enteró minutos después de arribar a su patria que estaba viviendo en casa de el tipo que siempre había odiado.

Su madre, la señora Tiffany Frazer, actual señora de Lodge lo recibió alegremente con una celebración en mente la cual le pareció a James el mejor pretexto para reencontrarse con el amor puro de Margaret.

Todo fue perfecto, los adornos de las mesas, los músicos, la comida, los meseros, incluso la noche era la ideal, luego le vio llegar con un precioso vestido color beige que dejaba al descubierto sus delicados hombros, el pelo rubio recogido en un peinado alto y un hermoso adorno de color ¿azul índigo? La perfección y la emoción de aquella fiesta se habían ido al gaznate. Era bien sabido que aquellos que portaran dicho color eran protegidos de la casa Burleigh, “los intocables” y en una mujer solo podía significar que era la futura prometida de la codiciada sangre del ultimó de ellos: Dibrael.

Su triunfal arribo no solo causó sorpresa al recién llegado, si no a la mayoría de las familias quienes se habían congregado no solo con el fin de divertirse, si no de afianzar amistades y obtener estatus y por supuesto poder.

James Lodge, tardo un tiempo en decidir su siguiente acción, no era algo fácil enfrentarse al Burleigh pero tenia la esperanza de que Margaret recordara aquel acuerdo, así que apretándose el corbatín fue a confrontarle. Para cuando se dio cuenta la muchacha había desaparecido, la buscó por todos lados, preguntó ansiosamente, incluso la busco en todas la habitaciones. Se cansó y una angustia loca le recorrió ¿Dónde estaría? Luego recordó el único lugar en donde no había buscado: su propia habitación. Enseguida fue y la encontró cerrada, no le preocupó no había estado en su casa en varios años y supuso que su madre la había cerrado, luego lo asalto la duda, seguramente Margaret no se encontraría allí se giró sobre si dispuesto a irse cuando escuchó el sonido de algo rompiéndose ¿de donde venia? Luego se sorprendió al saber que provenía ¡del interior de la habitación cerrada! Sacó su llave que guardaba con nostalgia junto a las demás en su llavero y abrió temblorosamente la puerta, lo que encontró le destrozo por completo:

Margaret estaba ahí sentada sobre su tocador sonrojada hermosamente con el Burleigh frente a ella embistiéndola con cadencia y jugueteando con uno de sus senos que parecía haberse escapado de sus ropas, ninguno de los dos advirtió la presencia del intruso (si se le puede llamar así) incluso la hermosa mujer lo incitaba a continuar atrapando su rostro y besándolo con pasión.

El primogénito de los Lodge no se movió, se paralizó, contemplaba como la mujer con la que siempre había soñado era profanada por el imbécil de Dibrael que la tocaba, la saboreaba ¡que demonios!

-Lodge eres un idiota cierra la puerta- se escuchó la voz tremenda de Dibrael que de un momento a otro había sentido su presencia y que además cubría con su propio cuerpo la desnudes de su amante que ahora se refugiaba en él avergonzada y apunto del llanto.

-No sabia que eras de esos- concluyo dándole las espalda en su totalidad, de Margaret solo se alcanzaba a ver un poco de su cabellera, se había vuelto un ovillo y sollozaba aferrada al Burleigh.

Lo único que se supo después es que por alguna razón Lodge había empezado una trifulca con Dibrael y que este le había dado la golpiza de su vida. El chisme de las causas que pudieron provocarla fueron desde envidia hasta deudas, por suerte nadie, absolutamente nadie dio con el verdadero motivo.

Para cuando la lluvia empezó a caer ella se había desvanecido, estaba cansada, su cuerpo empezaba a rechazar su propia alma, supo entonces que pesaba: era una fuerza imparable que se dejaba caer sobre sus hombros y hacia que se revolcará en el lodo negro, no había forma de evitarla, ignorarla, apartarla, solo podía hundirse bajo el peso descomunal de su existencia. Y ahí en el total desaire de la vida pudo ver los pies descalzos de quien ella misma había llamado Índigo

-¡No vengas lárgate, lárgate!- gritaba con ira mientras sus lamentos se desgarraban en el aire, la sangre que venía de su interior la silenciaron a la fuerza, la herida que le atravesaba el cuello milagrosamente no le había destrozado las cuerdas bucales, pero si la tráquea de costado a costado

-¡Cállate imbécil te estás ahogando con tu propia sangre!- respondió con la misma furia visceral, Dibrael estaba agonizando sin herida alguna, la escena que le llenaba la vista solo producía que el desprecio que le invadía se evidenciará

-La mataron…- balbuceó Aizar mientras sus ojos apenas podían enfocarse en algo, luego dejo de moverse, tendida sobre el suelo con la lluvia diluyendo su sangre la castaña no estaba preparada para morir

-Y no pudiste hacer nada- dijo el Burleigh concluyendo la frase que ella había dejado al aire, enseguida se acerco y la cargo en sus brazos con suma facilidad, él había logrado lo que Aizar había deseado con tanta devoción: levantarse.

La selva se extendía hermosamente por todos lados, estaba en las humildes casitas, en el aire incluso en los corazones de los habitantes de San Pedro, el pueblo más grande de la zona con apenas 1000 habitantes, Aizar quien había estado viviendo unos meses en el lugar había dejado que de igual forma la selva se extendiera por su cuerpo, se había separado de Athan por motivos que no comprendía pero con la esperanza de encontrarse nuevamente, mientras tanto se dedicaría a trabajar recolectando mangos para subsistir.

Fue en ese lugar que conoció a Juliana, una chica de piel morena y ojos negros de quien rápidamente se volvió amiga, una amistad entrañable y trágica que dejaría en Aizar una marca imborrable. Lo curioso del caso es que aquel suceso la llevaría a tomar la decisión de su vida y la orillaría a dejar su humanidad.

Fue en Abril cuando las cosas en casa de Juliana se complicaron, Don Agustín quien la había acogido para trabajar había sufrido varios hurtos y empezaba a sospechar que los indígenas que le servían eran gente sucia y desleal por lo que inicio una cruzada de terror para averiguar al culpable, lo malo no fue aquello lo malo fue que Juliana sabía quien había sido: el mozo a quien Don Agustín Ferreira había depositado toda su confianza.

Una tarde Juliana se armo de valor he intento hablar con aquel hombre para que rectificará y admitiera su error, lamentablemente aquello solo fue el final de esa historia, aquel mozo sabiendo que había un testigo hizo un último y sucio movimiento, inculpo a la chica y se lo hizo saber a Don Agustín.

-¡Déjela, déjela! – gritaba con desesperación la delgada mujer mientras intentaba zafarse del agarré de dos esclavos africanos mientras Don Agustín azotaba sin clemencia la pequeña espalda de su amiga

-¡Maldita india! ¡Yo que te recogí de la calle y así me pagas!– los gritos de dolor apenas eran silenciados por la lluvia que caía, en un momento de distracción Aizar logró librarse de los negros y se interpuso usando sus brazos como escudo, Don Agustín no se detuvo “si así eran las cosas las dos recibirían su merecido”.

Sorprendidos estuvieron de la resistencia de la castaña quien no había cambiado su posición y resistía estoicamente cada impacto, la piel de sus brazos ardía en sangre, Don Agustín tomo una decisión ante aquella reacción, minutos después el mozo traidor le disparo a quema ropa a Juliana y de igual forma a Aizar quien de un movimiento sorpresivo recibió la bala en el cuello.