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En algún lugar de Tanzania~

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En algún lugar de Tanzania~ Empty En algún lugar de Tanzania~

Mensaje por Faith E. Wippler Lun Feb 21, 2011 11:20 pm

En un pequeño pueblo ubicado en el norte de Tanzania, extraños temblores han estado azotando al yacimiento minero de aquel lugar, cuando nuestros escasos registros de allí dan luces que la localidad prácticamente nunca había vivido siquiera un sismo en lo que llevaba de conocida. Los pequeños sismos sólo se presentan en el yacimiento y, conforme los días pasan, la intensidad de éstos aumenta así como su recurrencia. Debido a estas anormalidades, se presume la posible existencia de Inocencia en la zona, aunque no podemos estar seguros debido a los crecientes rumores sobre un ‘hechicero’ que dice poder revivir a los muertos, por lo que la presencia de algún involucrado con el Conde también es probable.

Se solicita enviar ayuda al lugar lo más pronto posible, para poder solucionar este problema e indagar en los rumores sobre este ‘hechicero’.

{Al norte de Tanzania — 05:26 a.m}


Camino con paso lento y pausado, intentando disfrutar el hecho de que todo esté desolado y que ningún alma esté a estas horas en las calles del pueblo. ¿Quién en su sano juicio saldría antes de que salga el sol? Bueno… yo, aunque no estoy seguro que tan sano está mi juicio. Después de todo, ¿qué sentido tiene tener buen juicio si ya nada tiene significado alguno?

Ninguno.

Estoy más muerto que vivo. Sin ti ya nada es igual.

Desde que te fuiste no he podido dormir. La culpa me carcome, el arrepentimiento me tiene paralizado. Los primeros días derechamente sufría de insomnio, pero hace dos días que he podido conciliar el sueño por un mísero par de horas. No es suficiente, pero algo es algo, aunque mi aspecto demacrado y las pronunciadas ojeras negras bajo mis ojos digan lo contrario.

Incluso no tengo mucho apetito. Siempre me acostumbré a comer poco y a racionar bien los alimentos, tal y como me enseñaste, pero el fardo con lo poco que tengo permanece casi intacto. Sólo saco algo después de una jornada entera de trabajo y sigue siendo poco lo que como.

Te extraño tanto.

Observo a mi alrededor, sin temor a que la luz me dañe los ojos. Los tonos azulados y fríos colorean todo. Mi gruesa capa me cobija del frío matutino, mas algunas brisillas heladas se cuelan de todos modos por mis piernas, arrancándome uno que otro escalofrío.

Endurezco la mirada, tensando mis labios en una línea recta. Sé que están allí. Quizás durmiendo, quizás recién despertando o quizás incluso ya rondando por allí. Los vi llegar hace como una semana, pocos días después de que te marcharas de mi lado y me dejases desprotegido. Son iguales a todos, vistiendo esos mismos ropajes y luciendo las mismas alhajas demoníacas que parecen mostrar con todo el orgullo del mundo. De tan sólo recordarlos, un sabor agrio puebla mi boca.

No me atraparán.

De boca en boca había llegado hasta acá la masacre que habían hecho en una pequeña familia en el pueblo más cercano, justo hacia donde yo me debería dirigir después de conseguir mi paga acá. Dicen que no eran más de tres y que sus ‘propiedades mágicas’, propias de nosotros, habían sido demandadas por europeos, los mismos que nos vienen a robar nuestros valiosos minerales y nuestras hermosas rocas preciosas.

¿Me estarán buscando? Quizás los otros chicos que trabajan en la mina ya habrán soltado la lengua y habrán dicho que estoy aquí. Si es así, debería marcharme pronto. Debería irme ahora mismo que aún el sol no sale y que tengo todo para largarme de este lugar. Pero…

Mamá… —tú nunca más podrás marcharte de acá y no quiero dejarte sola. No aún.

Me arreglo la capa, cubriéndome bien el rostro y el cuerpo, acomodo mi fiel herramienta sobre mi hombro para estar más cómodo y me vuelvo invisible una vez más, como si nunca hubiese estado aquí. En no mucho saldrá el sol y quiero pasar a verte, a dejarte una solitaria flor que encontré escondida de todo, creciendo tras un albergue. Así mi culpa se alivianará por un segundo para marcharme a trabajar en paz, antes de volver a sentir el peso de la responsabilidad de tu muerte nuevamente en mis hombros, cuando el sol vuelva a esconderse y la jornada del día de hoy marque su fin.


Última edición por Faith E. Wippler el Mar Mar 08, 2011 3:16 pm, editado 1 vez
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En algún lugar de Tanzania~ Empty Re: En algún lugar de Tanzania~

Mensaje por Invitado Lun Feb 28, 2011 3:51 pm

Spoiler:

Temblores, ese fue el mensaje recibido ¿Y no podrían haber enviado a algún exorcista que estuviera rascándose la barriga en la orden? No claro que no, yo estaba cerca de donde se estaban produciendo, además de que la palabra temblores iba asociada casi siempre a la de akuma.

Mi continua búsqueda de acomodadores de inocencia no había tenido demasiada suerte en los últimos meses, en verdad hacía tiempo que no encontraba a un nuevo exorcista, aunque la cosa se compensaba con los akumas que iban saliendo al paso.

Mis pies me habían llevado hasta Tanzania, más concretamente al norte del país. Había estado viajando solo desde hacía bastante tiempo, ningún buscador que me entorpeciera la marcha y mucho menos algún humano que a la larga podría resultar más molesto que los de ropas color crema. Fue al llegar a una ciudad cuando mi golem se agito, síntoma que indicaba que desde la orden trataban de ponerse en contacto conmigo, ¿Una nueva misión? ¿Alguna banda de akumas en las proximidades? No, nada de eso, únicamente unos temblores en una mina a pocos kilómetros de mi posición. Una vez recibido el mensaje, partí casi de inmediato hacia la zona en cuestión, decidiendo ir caminando durante todo el trayecto, después de todo la distancia no era mucha y ya había comenzado a hartarme de coger tantos medios de transportes, era hora de estirar las piernas y ver lo que mi nuevo mandato me deparaba.



Faltaba poco para el amanecer cuando llegue a las puertas de un pequeño poblado, en el cual supuse que me podrían indicar la situación de la mina, sin embargo aun era demasiado pronto para encontrar a alguien levantado, era por eso que prefería pasear por pobres calles que habían en aquel lugar, y de esta forma hacerme una idea de cómo serian los habitantes del poblado.

A travesé los dos pilares que simbolizaban una gran puerta invisible. En ambos pilares estaban grabadas algunas inscripciones en la lengua nativa, y por lo carcomida que estaba la madera era de pensar que fueron talladas hacía muchos años, seguramente antes de que el más anciano del lugar naciera.

El silencio reinaba en todo el poblado africano, como si se tratase de una ciudad fantasma o abandonada hacia ya muchos años, ¿Mal síntoma? Solo era tranquilidad, paz, un poblado que no había sido perturbado hasta el día de hoy, lastima por ellos que yo haya llegado allí, dispuesto a general el mayor ruido posible si ciertas maquinas del gordo me echaban una mano.
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Mensaje por Faith E. Wippler Jue Mar 03, 2011 11:49 pm

{05:43 a.m}



Posé la punta de mi índice izquierdo en el suelo y comencé a girarlo mientras enterraba la uña. De a poco, un pequeño agujero se fue formando hasta que mi dedo quedó enterrado completamente en la tierra. La agradable sensación de la tierra acariciando mi piel logró arrancarme una sonrisa triste al tiempo que lo retiraba del suelo y tomaba delicadamente la flor que había encontrado. Era un lirio africano, una bella flor azul de varios pétalos abiertos hacia el cielo.

Intentando no dejar de sonreír —sé que te gusta que lo haga—, con cuidado introduje el tallo en el agujero y cuando el extremo de éste topó con el fondo, eché de a pequeños puñados tierra para terminar de enterrarla. Sólo la flor y un par de hojas sobresalían del suelo.

¿Te gusta? Es linda y es azul, como tus ojos. Me recordó a ti y por eso la traje —hablé en voz queda sin ser oído por nadie, pues estaba completamente solo. Aún faltaba un poco para que el sol se asomara, pero los colores azules que coloreaban todo perdían intensidad.

Miro una vez más hacia donde sé que tu cuerpo dormido está descansado y me levanto. Sacudo ligeramente mi capa y me despido con un pensamiento de ti. Me pongo en marcha hacia la mina, a la cual llegaré cuando la luz bañe a todo el pueblo y el sol ya esté más de la mitad por encima del horizonte.

Así como llegué hasta acá, mientras marcho de manera invisible por un pueblo que ya está despertando, termino de disfrutar la soledad de este páramo y me pierdo en el único camino de tierra visible hacia el yacimiento. Seguramente, volveré a llegar primero.




{Cerca de la entrada del pueblo — 06:02 a.m}


Aunque intentasen pasar desapercibidos, sus sonoras alhajas se lo hacían imposible. Por cada paso que daban, sus tobilleras emitían un agudo tintineo que, entre tanto silencio, rompía la paz de manera tétrica y espeluznante.

Eran cinco, todos iguales. Sus pieles oscuras les brindaban un perfecto camuflaje con aquella escasa iluminación, pero sus vestimentas color crema los delataba, así como lo hacía su joyería. Ostentaban plumas coloridas y uno de ellos poseía unos intensos ojos azules que podían confundirse con gris. Ninguno hablaba, pero se movían con perfecta sincronización, como si se pudiesen comunicar por medio del silencio o del sonido que emitían sus cadenas, tobilleras y pulseras de huesos. Al caminar, como siendo reemplazadas por los sonidos de sus decoraciones, los pies no parecían siquiera tocar el suelo; no se escuchaban pasos, sólo tintineos.

Habían escuchado en su camino hacia el pueblo que la presencia de un mágico podía hallarse en las cercanías. Decían que eran como cucarachas; con la luz se escondían. Pero eran ligeramente fáciles de encontrar si sabías buscar bien y vaya que ellos sabían buscar muy bien. Luego del trabajo que habían hecho con el último trío, conseguir uno nuevo les traería grandes beneficios. Los extranjeros pagaban muy bien por sólo una pócima para atraer la riqueza, por lo que debían de abastecerse de la mayor cantidad de mercancía posible para poder seguir con su trabajo.

Intercambiaron una sonrisa y desaparecieron de escena, ocultando su tintineo con el silbido de una brisa de viento que acarició el pueblo amablemente, antes que el sol llegara a brillar sin misericordia.

Spoiler:


Última edición por Faith E. Wippler el Jue Jul 07, 2011 12:03 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Mar Mar 08, 2011 8:25 am

Me adentre en el pueblo a la espera de lograr encontrar a alguien despierto, pero el único ser vivo que pude visualizar por las calles, no era más que algún insecto que se arrastraba por el suelo. La situación resultaba algo desesperante, no lograr encontrar a nadie y que además no supiera hacia donde debía de ir exactamente hasta que no me topara con algún aldeano, me hacía pensar en la posibilidad de echar la puerta debajo de una de las casas, y sacarles la información utilizando la intimidación, algo que se me daba realmente bien.

Después de cinco aburridos minutos logre ver una figura humana, ¿raro? Realmente no ya que dicha figura pertenecía a la de alguien con ropas color crema, el cual deambulaba por el lugar buscando algo o a alguien. Un buscador, seguramente en que dio la voz de alarma en la orden, y que ahora estaría buscando a aquel que le mandaron como salvador del lugar. Salvador, una palabra graciosa para referirse a mí cuando a lo único que me dedicaba era a la destrucción.

-He tu- le espete mientras me acercaba con paso rápido.

El de ropas claras se giro al escucharme, pasando de dibujar una cara de preocupación a una de alegría. Era un hombre, no demasiado mayor ya que a simple ojo habría dicho que tendría alrededor de los cuarenta años, cerca de mi edad, y por lo tanto no esperaba que fuera un simple novato que no sabía ni donde estuviera el norte, eso sería de ayuda, y no entorpecería mi marcha. Sin lugar a la duda lo más destacable de él sería el color de su piel, oscura al igual que la del resto de los de aquel continente, o al menos de la mayoría, un color que destacaba entre tanta claridad que desprendía su ropa.

-General- dijo con voz ronca, -me alegra ver que por fin ha llegado-

-Si si si, ¿Dónde está la mina y dime si tienes idea de que produce los temblores?- corte de forma radical el efusivo saludo que pretendía darme aquel tipo.

-Ehhh pues he de suponer que a lo mejor es aquel que dicen que está reviviendo a los muertos- dijo el buscador con una expresión de extrañeza en su rostro.

-¿El Conde?- dije de forma sarcástica, -¿Cómo que aquel que está reviviendo a los muertos?- pregunte extrañado ante su afirmación.

-¿No le dijeron los de la orden lo del tipo que está reviviendo los muertos?-

Aquella charla se estaba volviendo demasiado estúpida para mi gusto y más con las últimas palabras del buscador.

-Maldito Komui, siempre se olvida de decirme lo más interesante de las misiones, un día de estos regresare a la orden y le meteré la Madness por…-

De pronto un extraño tintineo rompió con el armónico silencio que reinaba en el pueblo, el cual parecía proceder de algún lugar cercano a la entrada, la misma entrada por la que había pasado yo minutos atrás. Sonaban a cascabeles, un ruido normal y corriente, pero que a su vez causaba que mi curiosidad por averiguar de lo que se trataba aumentara.

-Tienen que ser a los cazadores, o al menos así es como yo les llamo, no dejaran a ninguno de ellos con vida por tal de lograr más riquezas- la preocupación era notable en el buscador, pero no como si se trataran de enemigos metálicos o siervos del gordo, sino como si se tratasen de otro tipo de enemigos, no para mí, pero si para aquellos que habían nacido con la maldición de un color más claro incluso que el mío.
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Mensaje por Faith E. Wippler Mar Mar 08, 2011 9:11 pm

{Yacimiento minero — 06:57 a.m}


Once días atrás no tardaba más de media hora en llegar a la mina, pero ahora tardaba prácticamente una hora. Mi paso, aunque sigiloso e imperceptible, es ahora sumamente lento, como si tuviese toda la calma y el tiempo del mundo; menos mal tengo insomnio o llegaría cada día tarde y terminaría siendo echado a patadas.

Como los últimos días, al avistar de lejos la entrada de la mina no vislumbré a nadie. Era el primero, pero pronto los demás llegarían. Después de todo, con el tiempo que me tomó en llegar la luz ya bañaba agradablemente (claro, para todos menos para mí) y el sol estaba ya sobre el horizonte, aunque en lo alto del cielo, aunque eso no tomaría mucho tiempo. No en un lugar como este. Con aquella luz que me resulta tan molesta, pero inevitablemente necesaria como para cualquier persona, dibujé con mis ojos el yacimiento: la casucha de madera medio podrida en donde guardaban la mayoría de las herramientas que usaban los mineros, los carros metálicos que los extranjeros les habían proporcionado para que pudiesen movilizar desde el interior todo lo valioso que pudiesen extraer cada día, la planicie árida sin rastro alguno de verde y finalmente la entrada de la mina; amplia, con muchos menos puntales que el mínimo requerido para la seguridad de los trabajadores y con una profunda oscuridad que me invitaba a entrar.

Sonrío ante esa invitación.

¿Otra vez madrugando, nyeupe?

Y así como llegó, la sonrisa desapareció.

No necesité voltearme para saber quién me había hablado, aunque por el sonido de las pisadas puedo adivinar que no es sólo Wólo, sino que estaba acompañado por… yo diría que unos tres descerebrados musculosos más.

Quien habló con una voz sumamente ronca es uno de los veteranos de la mina. Había nacido, crecido y madurado en aquel pequeño pueblo y desde siempre se había dedicado al negocio local. Su físico de hombre fuerte y machote camuflaba increíblemente bien sus cincuenta y tantos años, y su piel oscura estaba curtida por las extenuantes horas al sol. Quienes le acompañaban no eran muy distintos, todos con físicos claramente formados por el duro trabajo que representaba la minería y todos compartían el intenso moreno de sus pieles y el color aceituna de sus ojos. Ese del que ya me hubiera gustado haber tenido al nacer, pero para mi desgracia no lo poseía…

Sin embargo, aunque para cualquiera ellos fueran simples mineros, para mí no eran más que uno de los tantos que desearía que desaparecieran de la faz del planeta. No era precisamente anormal que se burlaran de mí, que me marginen o cosas por el estilo, pero en aquella mina mi apariencia parecía más extraña de lo normal.

Aunque definitivamente, los chicos más jóvenes eran mucho peor que ellos.

¿Qué te trae por aquí, nyeupe? —preguntó haciéndose el tonto con una sonrisa ladina y con un tono claramente venenoso.

Trabajo —respondí cortante, frunciendo el ceño profundamente sin darles la cara. No quería darles la satisfacción de ver mi molestia.

Ah~ ¡qué conmovedor! ¿Y por qué lo haces? ¿Por tu mami?

…Maldita sea. Había enterrado el dedo en la llaga.

Sin embargo, antes de poder responderles algo, el jefe llegó junto a otros mineros más. Con ellos y con los que arribaron minutos después ya éramos unos veinte y aún faltaban los rezagados.

Sin perder el tiempo, el jefe –aparentemente flaco y debilucho a diferencia de muchos otros negros del lugar– dio las instrucciones del día, siendo más firme y estricto de lo normal. Eso era clara señal de que alguien importante iba a venir a visitar la mina, ya fuera un hombre de negocios o un político corrupto que permitía el funcionamiento de este tipo de minas ilegales. Extranjeros, por supuesto. Pero esa suposición sólo llevaba a que nosotros también teníamos que comportarnos como debíamos: como sumisos y obedientes trabajadores que no levantaban la cabeza ante sus superiores.

Todas las siluetas negras –gracia a mi capa, también entraba en esa clasificación– no tardaron en ponerse a trabajar. Los más jóvenes ingresamos primero, pues nuestras tareas se limitaban a picar las paredes, preparando el terreno para que los mayores entrasen a excavar con sus palas. ¿Por qué nos tratan como si no tuviésemos más habilidades? Estoy seguro que soy mejor que varios de aquí. Sin contarme, había unos tres que rondaban por mi misma edad y unos dos que eran un par de años mayores. Como todos los días, los demás sólo me lanzaron miradas que iban desde el desagrado hasta el desprecio antes de hacerme la ley del hielo con la más fría indiferencia. Sinceramente no me importa; es más, lo prefiero así. Menos gente a mi alrededor era mejor.

Otro día, otro… ehm… ¿cómo habían dicho? intentaba recordar mientras comenzaba a trabajar, sin quitarme la capa pero descubriéndome los brazos y la cabeza para estar más cómodo. Dentro de la mina, no había que tener miedo.


{Orden Oscura — Casi una hora atrás}


Sintió un escalofrío recorrerle la médula espinal al momento en que estornudó y estaba casi seguro que no tenía nada que ver con el frío matutino. Komui observó a su alrededor mientras rozaba la orilla de su taza de café con sus labios y al verse solo, alzó los hombros y siguió caminando.

¿Habría estado alguien hablando de él?

Spoiler:


Última edición por Faith E. Wippler el Jue Jul 07, 2011 12:07 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Jue Mar 10, 2011 12:02 pm

Spoiler:

Fueron diez minutos perdidos. Diez minutos en los cuales el buscador que se había presentado como Asad, y se había dedicado a explicarme con detalle todo lo que allí ocurría acerca de los misteriosos temblores y las resurrecciones. Según parecía era cierto que los temblores se concentraran en la mina, en la misma mina en la que varios trabajadores habían sufrido algún tipo de accidente en los últimos meses, misteriosamente después de varios días algún familiar del minero muerto decía que este había regresado y que se encontraba muy cerca de ellos, ¿Tienen esas palabras lógica? Para una mente normal y corriente puede que no, sin embargo para un exorcista las tenia.

A pesar de todo, no solo fueron los mineros los afectados por estos síntomas, sino que familiares algunos aldeanos que habían muerto por algún tipo de afección, habían dicho palabras similares ¿Acaso el Conde estaba haciendo horas extra en ese lugar dejado de la mano de Dios? Era posible aunque si pudiera tomar alguna zona como centro de creación de akumas, resultaba difícil creer que escogería una tan pobre.

Los temblores sin embargo parecían efectos producidos por la naturaleza, o al menos eso es lo que le parecía al tal Asad mientras me guiaba de camino a la mina. No veía ninguna relación entre ambos sucesos, pero pensó que era necesario contarlo por si estaba equivocado. A mí en cambio si me parecía que estaban relacionados de alguna forma, quien sabia pero si eran los akumas o algún aliado como dijo en una suposición mi guía, era posible que estuvieran buscando algo en concreto en el interior del yacimiento ¿Inocencia quizás? No veía otro motivo, a no ser que planearan algún tipo de plan que la orden no había previsto. Fuera lo que fuese estaba claro que el asunto parecía divertido y podría causar que me entretuviera durante un tiempo.

-Hace mucho que no tengo una misión interesante- medite mientras nos acercábamos a nuestro destino.



Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto nos llevo llegar hasta la entrada de la mina, lo único claro era que el sol ya había salido, y que algunos aldeanos se habían levantado de apacibles sueños para ir a trabajar bajo tierra, esperando ser recompensados por una labor bien hecha.

Al llegar a la entrada me limite a observar a varios hombres que circulaban por allí, empujando carretas llenas de herramientas hacia el interior del yacimiento, las mismas carretas que pretendían sacar llenas de algún material caro y reluciente.

En ese instante el buscador hizo el gesto de ir a preguntar a uno de los pocos que circulaban por allí, sin embargo tras poner mi diestra sobre su hombro, y clavar mis blanquecinos ojos en los suyos color miel, decidió desistir y dejar que yo tomara la iniciativa de la situación.

-¿Peligroso trabajar con esos temblores últimamente no?- pregunte de forma sarcástica mientras me acercaba hacia el que parecía dar las ordenes en ese lugar.

El hombre ya había fijado su vista en mí antes de que yo hablara, observando las dimensiones tan corpulentas de mi cuerpo, así como lo llamativo y extraño que resultaba mi uniforme. El color dorado se mezclaba con el gris y el negro, destacando aun más ese brillante color signo de riqueza, ¿Acaso sería un gran empresario que estaba dispuesto a invertir millones en el lugar? Ja, eso es lo que seguramente le hubiera gustado al tipo.

-U-usted es...-

-Eso no te importa, solo quiero que me respondas a la pregunta- interrumpí al capataz.

-N-no, no nos molesta……..además los temblores son de vez en cuando y desde hace poco, nada que asuste a estos hombres para trabajar- el pequeño hombre parecía nervioso ante mi imponente figura, aunque uno de los que se encontraban en el exterior no parecía compartir el mismo sentimiento, dejando a un lado el trabajo para acercarse de malas maneras a curiosear.

-¿Qué pretendes? Si quieres trabajar coge una pala y al interior como todos en lugar de hacer esas estúpidas preguntas, a menos que tengas miedo de que te caiga un pedrusco encima y arruine ese traje tan lujoso-

La expresión de mi rostro, tapado por la máscara, denotaba un aire de indiferencia y enfado ante semejantes palabras, ¿Debía “castigarlo” por su forma de hablar? Quizás luego ahora necesitaba la información.
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Mensaje por Faith E. Wippler Dom Mar 13, 2011 12:41 am

Apreté las manos con fuerza alrededor del mango del pico y sentí mis dientes crujir por la molestia que experimentaba. Si no fuera blanco, mis nudillos lo estarían de seguro por la fuerza que estaba usando.

¿Muy difícil para ti, theluji? Tranquilo, deja a un profesional hacerlo —por supuesto, no podían pasarse más de cinco minutos sin abrir la boca para insultarme.

Cierra el pico —espeté con voz áspera y mirada dura.

Simplemente traté de ignorarlo, pero no pude. Le dediqué medio milisegundo al voltear los ojos para mirarlo antes de volver a intentar picar esa maldita y obstinada roca. Por supuesto, sólo necesité un golpe antes que el pedazo de piedra se trizara finalmente y cediera. Lo escuché gruñir en voz baja y darse vuelta, diciendo algo despectivo y recibiendo las respuestas de los otros chicos.

Sonreí. Por supuesto que se iba a desplomar. Fue difícil, lo admito, pero yo era el profesional aquí. En cuanto pillé el centro de apoyo de la roca, sólo tenía que picar en ciertos puntos específicos con fuerza para lograr mi cometido.

Sin embargo, no pude vanagloriarme internamente por mi pequeña hazaña del día pues, como dicen, los rumores y las malas noticias vuelan y rápidamente, desde la entrada de la mina nos llegó una interesante información.

Un extranjero bastante extraño. Su apariencia da miedo, pero… quizás sea un nuevo hombre que viene a negociar con el mandamás —comentó Badgi a Kalé mientras arrastraba un carro metálico con las últimas herramientas que diariamente ingresaban al sector donde trabajábamos; las demás no eran esenciales, pues ya teníamos bastantes.

¿No era un hombre que pretendía trabajar acá? Ndongo dijo eso.

Tiene agallas Ndongo, más que hombre ese sujeto parecía una bestia —dijo Sandile apareciendo justo atrás de los otros dos—El pobre Gali estaba que se hacía en los pantalones cuando habló con él.

Y así siguieron los comentarios hasta que el último mencionado apareció con una expresión de miedo en su rostro que me pareció haberla visto muy pocas veces con esa intensidad. Seguramente dejó a Ndongo atrás con ese sujeto. ¿Acaso tan horrible era? Ni que comiera personas. De seguro era sólo otro de afuera que viene a robarnos o quizás…

Me paralicé ante ese pensamiento y decidí eliminarlo antes que creciera en mi mente.

De manera tácita, todos acordamos lo que siempre. Cuando vienen los de afuera a hablar con el dueño del yacimiento, preferimos hablar en nuestra lengua para que no nos entiendan y fingir que no sabemos su inglés (sí, aquí siempre sabes las dos). Inmediatamente, como si realmente nos pudiésemos comunicar mentalmente, las conversaciones que siempre había durante el trabajo no cesaron, pero el suajili fluía y chocaba contra las paredes rocosas casi musicalmente.

Y olvidando completamente el pequeño tema del hombre afuera de la mina, continué mi trabajo como siempre. En silencio y de manera completamente solitaria. Era normal que trabajaran como mínimo en parejas, pero sólo me bastaba mi propia presencia para trabajar perfectamente. No necesitaba de los hipócritas que sólo sabían decir cosas venenosas de mi persona.

El simple pensamiento me llenó de un sabor amargo la boca y una ira silenciosa recorrió mis venas. Sí, sé que soy un estúpido. No debería afectarme esto, ¿cierto? Siempre ha sido así. Nunca me han tratado bien (bueno, excepto los de mi raza y esa curandera…), ¿entonces por qué sigo sintiendo esta rabia por este trato que me dan? ¿No debería haberme acostumbrado?

Maldita sea.

Y no pude evitar aplicar más fuerza de la que debía al picar la tierra. Una grieta se formó y cuando quise recuperar mi herramienta, me di cuenta que ésta se había estancado. Trágame tierra, por favor.

¡BRROOOOMM!

¿E-Eh?

En cuanto el rugido de la tierra se escuchó desde el interior de la mina, un fuerte sacudón nos tiró a todos al suelo. Fue increíblemente fuerte en comparación con todos los anteriores, pero fue corto. Muy corto, diría yo. Tanto así, que creí por un segundo que había sido mi imaginación, que yo me había caído y lo había atribuido a un nuevo temblor, pero entonces… ¿cómo los demás también estaban en el suelo? No. Había sido un temblor.

Todos nos levantamos mirando hacia los lados, al parecer compartiendo mis mismos pensamientos. Sin embargo, a parte del golpe que nos dimos al caer nada había ocurrido. ¿Era una buena señal? Quizás estos extraños temblores estaban por cesar prontamente. Eso espero.

¿En serio?



Bueno, realmente no. Esta comodidad y familiaridad que me trae siempre el estar bajo la tierra, siendo literalmente cobijado por ella me hace imaginar que quizás estos temblores son para llamarme. Para darme algún mensaje. Incluso podría ser mamá…

Slap

Me cacheteo una mejilla. Ese es el pensamiento más irracional que he tenido en el último tiempo. Con razón cuestiono la sanidad de mi juicio… Pero como sea, tras levantarme del suelo tomo mi herramienta y con un fuerte tirón la saco de la tierra. Miro el agujero con nulo interés y luego marcho hacia el área donde están los otros chicos. Son unos inútiles y al paso que van no expandirán esa pared en unas cuantas horas más.

Háganse a un lado —me tragué el ‘inútiles’ y simplemente me abrí paso entre ellos para hacerme cargo de aquello que ellos son incapaces de hacer bien.

Ojalá me pagaran más por hacerte esto. Pero eso ya es pedir demasiado.
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Mensaje por Invitado Vie Mar 18, 2011 12:05 pm

La paciencia no es uno de mis puntos fuertes y eso era algo que estaba a punto de conocer aquel tipo que aun continuaba delante mía, soltando bravuconadas por su boca, la misma boca por la que me entraron ganas de meter todos los picos y palas del resto de trabajadores de la mina. Lo mejor fue ignorarlo, y por eso un minuto después de que el que se suponía que era el jefe del lugar entrara en la mina, seguí sus pasos para adentrarme en el corazón de la tierra, haciendo caso omiso del estúpido que no se dedicaba más que a provocarme.

De pronto algo cambio todo. Un temblor, un pequeño y breve terremoto que parecía proceder del interior del yacimiento. Sin duda era el lugar al que debía de ir, y el que tanto deseaba pisar.

Aligere el paso hasta ir entrando al interior de la mina, pasando al lado de todos y cada uno de los trabajadores que me encontraba por el camino, ignorando los cuchicheos de aquellos que me veían pasar con extrañeza. Yo únicamente me limite a continuar adelante, hasta dar con la causa de los temblores.

-Tu quédate por aquí a ver qué sacas de estos idiotas- le dije al buscador mientras le hacia un gesto con la mano que denotaba lo poco que me interesaban las historias que pudieran decir.

La frase retumbo en las paredes que nos rodeaban, pudiendo ser claramente escuchadas por el resto de personas que trabajaban allí, aunque claro esta eso no me importaba demasiado que digamos.

Una vez hube dejado atrás a todo el mundo, me adentre en la oscura caverna, llegando hasta un punto en el que el camino se dividía en cinco posibles direcciones, complicando el que pudiera investigar todo el lugar sin verme perdido en medio de la oscuridad, pero entonces algo ocurrió. Un nuevo temblor surgió de la nada, lo que produjo que numerosas rocas se desprendieran tanto de paredes como del techo, desplomándose contra el suelo. El terremoto duro cerca de los tres segundos, durante los cuales pude apreciar como el temblor era cada vez más fuerte, como si aquello que lo producía se estuviera aproximando a donde me encontrara.

-¿Akuma?- me pregunte mentalmente al recordar semejantes movimientos cuando las maquinas se movían bajo tierra para atacar de forma sorpresiva a sus presas, sin embargo eso era algo totalmente distinto, y que muy pronto saciaría mi curiosidad.
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Mensaje por Faith E. Wippler Dom Mar 27, 2011 12:16 am

Realmente creí que estaban exagerando. Sinceramente lo creía. Pero cuando el hombre del que varios estaban hablando pasó frente a todos nosotros junto con otro hombre que venía exageradamente abrigado para el calor de África, pero que claramente pertenecía a la región, supe exactamente el porqué generaba tanto temor. Era un hombre (¿o una bestia?) enorme y dorado, cuya mera presencia resultaba hostil. Antes me parecía ridícula la idea de que comiera personas, pero ahora no me parecía tan estúpida…

Un pequeño grupo, cuando el hombre pasó junto a nosotros, murmuró en nuestra lengua sus opiniones acerca del extranjero. Otros, como yo, estábamos tan anonadados con su presencia que no pudimos abrir la boca. De hecho, si digo la verdad, una oleada de miedo me llenó de tan solo verlo y las palabras se me atoraron en la garganta, así que ni aunque quisiera iba a poder hablar.

Tu quédate por aquí a ver qué sacas de estos idiotas —dijo aquel sujeto con una voz grave que rebotó en las paredes y produjo un eco de ultratumba. Entendimos (o por lo menos la mayoría, pues tenía un acento extraño) sus palabras y lo vimos alejarse y perderse al final el túnel. Ninguno tuvo el coraje de hablarle para decirle que era peligroso ir allí sin supervisión de algún minero; no sabía los peligros de la tierra.

Aquel hombre vestido de color claro, en contraste con su piel oscura, simplemente asintió y se volvió hacia nosotros, como si confiara en las palabras de ese… ¿hombre? Lo que sea.

No teman. Mi nombre es Asad y aquel hombre solucionará todos sus problemas —dijo en perfecto suajili, revelándose como un nativo el lugar. Había una seguridad en su voz y un pequeño rastro de alegría que me hizo pensar que, aunque había nacido aquí en Tanganica (a todo esto… ¿seguiré allí o ya me habré movido tanto que habré cambiado de región?), no había vivido lo que nosotros sí.

¿Nuestros problemas? ¿Acaso solucionará el hambre, la pobreza, las enfermedades? No me hagas reír —las repentinas palabras de Ndongo, a quien no habíamos visto llegar por centrar nuestra atención en los otros, no hicieron más que amargar el ambiente.

En algo estaba de acuerdo con Ndongo. ¿Solucionar nuestros problemas? ¿Este hombre podría solucionar los míos también? No. Nadie podía. ¿Con qué derecho nos da palabras de esperanza cuando aquí la esperanza ya se encuentra más muerto que un hombre perdido en el desierto?

El rostro del hombre se suavizó con aquella despreciable expresión de lamento, de pena por nosotros. Lo miré de mala manera y lo ignoré, continuando mi trabajo. No necesito ni la lástima ni las esperanzas de nadie. Sólo era otro iluso que no conocía la vida.

¡BRRRRROOOOOOOMM!

Y de nuevo. Un temblor volvió a sacudir la tierra, pero por cada latido de nuestro corazón, la intensidad del movimiento aumentaba. No podía sostenerme en pie, por lo que por puro reflejo volví a picar con fuerza el suelo para estancar mi pico en él, buscando algún soporte.

¡CUIDA--! —no pude terminar de oír a Kalé, pues un dolor en mi frente me nubló brevemente los sentidos. Instintivamente llevé mi mano hacia ella, pero ante el mero roce una descarga eléctrica en mi cabeza me hizo alejarla. Podía sentir algo deslizándose por mi sien izquierda.

No duró mucho más que… ¿tres o cuatro segundos alguien dijo? Para mí fue eterno, pero en cuanto se detuvo, con dolor volteé a ver a los demás. Escuché muchos gemidos de dolor y contemplé como varios habían sido golpeados por las rocas que cayeron del techo de la mina. Allí entendí el mensaje completo de Kalé y que lo que me había golpeado en la frente hacía sido una roca que me había caído encima.

Será mejor que todos salgamos, es peligroso aquí con estos sismos.

¿Y qué pasará con ese hombre?

Él estará bien. Yo lo sé —no sé qué tan convencido se oía, pero todos obedecimos y salimos de la mina.

Una vez estuvimos afuera, Asad sacó de un bolso que traía y que no había visto antes un pequeño paquete de papel, el cual desenvolvió revelando su contenido. Eran cosas que recordaba haber visto alguna vez en casa de aquella curandera, por lo que supongo que servían para curar.

Los heridos hagan una fila. Los más pequeños primero —ordenó extrayendo más cosas de ese paquete.

Además de mí, había dos más de los ‘jóvenes’ heridos. Los demás eran como cinco o seis de los mayores, así que nos pusimos primero; yo estaba tercero. Cuando fue mi turno y me tuve que quitar mi capa, ahora sucia de sangre, tuve que cerrar los ojos fuertemente por la intensa luz solar, pero al abrirlos un poco para intentar ver algo noté como Asad tenía los ojos bien abiertos como si hubiera visto un fantasma y, por el temblor de su mano, supongo que era por mí y que dudó el atenderme. Pero terminó de todos modos limpiando mi herida y simplemente le puso una venda alrededor. Desvió la mirada y yo inmediatamente me fui, apenas musitando un ‘gracias’ que no se entendió para nada.

Me alejé inmediatamente del grupo y me senté en una roca que había por allí. Sentí un nuevo temblor bajo mis pies, pero acá afuera nunca se sentían tanto como adentro. Lo ignoré y pronto cesó. Toqué con cuidado la herida, pero apenas hubo presión me volvió a doler, por lo que dejé de insistir en intentar averiguar cuán grave era. Creo que no mucho, porque aunque dolía ya estaba en mis cinco sentidos y no me sentía mareado ni nada. Un pequeño golpecito, nada más.

Dejé escapar un suspiro y miré de soslayo al grupo. Asad ya había terminado de curar superficialmente a los heridos y dijo a viva voz que necesitaba hablar con cada uno de ellos, qué sabré yo para qué.

Mamá… ¿me estarás cuidando desde el donde estás?

Y mientras percibía un nuevo temblor bajo mío, volteé la vista hacia el camino por donde siempre me venía al yacimiento y noté a la lejanía unas figuras viniendo directo hacia acá. ¿Serían esos extranjeros que comerciaban con el mandamás? Ya se habían tardado…

Tlin~ Tlin~

No… —no-puede-ser. Por favor, que sea mi imaginación. Por favor.

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Última edición por Faith E. Wippler el Jue Jul 07, 2011 12:18 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Dom Abr 03, 2011 6:59 am

Una mina, lugar oscuro y solitario, allí donde nadie podría llevar una vida normal. Sobre explotada por la mano de obra, laberíntica debida a los numerosos túneles que la componen. Si a todo esto le sumamos el simple hecho de que numerosos terremotos azotan el lugar, llegaríamos a la conclusión de que nadie permanecería mas tiempo del necesario allí, sin embargo no era así.

En lo más profundo de la mina alguien había permanecido vivo durante demasiado tiempo, resguardándose del sol, saliendo únicamente cuando la oscuridad era la reina del cielo, aprovechando esos breves periodos de tiempo para llevar a cabo su venganza, una venganza fría y oscura, en la que no se salvaría ni uno solo de los humanos de aquel misterioso y problemático continente.

Por desgracia para él los exorcistas habían llegado hasta su lugar de retiro, y eso solo podría significar que habían venido a por él, ¿Quizás había dejado alguna pista? ¿O tal vez alguien le había visto haciendo su trabajo? Eso era imposible, pero no podía dejar que los portadores de la inocencia lograran encontrarlo.





Nuevos temblores surgieron de la nada, cada vez más fuertes, más cercanos, y por lo tanto más peligrosos. Hasta ahora numerosas rocas se habían desprendido del techo, obligándome a saltar de un lado en otro para esquivar posibles golpes, y de pronto todo ceso. Los terremotos se sentían cada vez más cercanos, y eso a pesar de que no había profundizado en aquella mina, lo que significaba que el responsable se estaba acercando a donde me encontraba, y con un poco de suerte ese alguien seria un akuma que destruir.

El silencio reino durante un par de minutos, en los cuales permanecí alerta, esperando un posible ataque, un ataque que nunca llego. Estaba claro que de esa forma no iba a obtener gran cosa, por lo que me decidí a volver en busca del de traje color crema, para ver si él había tenido más suerte, por lo que comencé a deshacer el camino que ya había recorrido.





El ataque nunca había llegado en el interior de la mina, algo que no podían decir aquellos que se encontraban en el exterior. Cinco niveles uno había salido desde el suelo como si de topos se tratasen, elevándose varios metros del suelo para después apuntar sus cañones a los humanos que allí se encontraban, lo siguiente fue algo bastante obvio, una lluvia de proyectiles envenenados, los cuales convertirían en polvo a todos aquellos que los tocaran.

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Mensaje por Faith E. Wippler Dom Abr 10, 2011 1:25 am

Mi primera reacción fue levantarme cual resorte, sin despegar mi vista de aquel punto en la lejanía en donde se visualizaban las figuras que se acercaban. Sentía mi cuerpo temblar como si hiciera frío y sólo porque la capa me caía sobre la frente y ocultaba mi rostro, no se podían ver mis ojos, abiertos de par en par y con las pupilas contraídas de terror.

Mi segunda reacción había sido la de correr lejos, refugiándome donde no me encontraran. Sin siquiera tomar atención a los gritos de Asad, que había visto cómo huía hacia el interior de la mina y que me pedía algo sobre que tenía que interrogarme como a todos los demás, me interné en la tierra con el corazón latiendo tan fuertemente que me dolía el pecho; de hecho, podría salirse de mi interior.

Eran hechiceros. Los tintineos me lo habían dicho, aunque apenas había podido escucharlos claramente.

Me encontraron mamá. Me van a matar pensé al borde de la histeria, recordando que me había prometido a mí mismo vivir por ti, escapar en tu memoria. Sé que tú me quieres vivo y no muerto, pero con esos bastardos pisándome los talones, temo no lograrlo. Ayúdame, ¡ayúdame por favor! rogaba en mi mente.

Pero no pude adentrarme mucho más en la mina, pues un nuevo temblor me hizo tambalearme y, cuando cesó, un nuevo sonido que nunca había oído llegó a mis oídos. Había escuchado alguna vez sobre armas de fuego, pero nunca había visto una en vivo y en directo en mi vida; sólo sé que ‘disparan’. Creo que esto era lo que ellos llamaban disparos.

Sin embargo, al voltearme, sólo pude abrazar fuertemente mi herramienta mientras veía lo más bizarro que había visto en mi vida. Eran extrañas cosas flotantes, enormes, que tenían unas raras protuberancias por doquier. También oí gritos desgarradores de todos los hombres que estaban fuera. No sabía qué ocurría, pero tampoco quería. Tenía mucho miedo para averiguarlo.

Y como un perfecto cobarde, di media vuelta y huí. De los hechiceros, de esas cosas que habían salido de la nada, de mi maldición, de todo. Quería desaparecer, estar muerto, dejar de tener miedo, estar con mi mamá… ¿es que acaso este día podía ser peor?

Corrí y corrí, tropezándome y levantándome cada vez, hasta que llegué a la bifurcación en la que habían estado trabajando los mineros antes que nosotros llegáramos. Nunca me había adentrado allí y no por falta de ganas, sino que entre que cuando llegamos nos habían obligado a crear un segundo túnel cerca de la entrada para hacer una vía alternativa y la muerte de mamá, no había tenido precisamente la oportunidad de hacer una exploración como se debe.

Me recargué en la pared e intenté recuperar el aliento y calmar mi corazón. Aún temblaba y sentía el miedo en mí, pero estaba disminuyendo. O eso espero...


{Entrada del yacimiento minero — 08:12 a.m}

Se habían acercado lo más sigilosamente posible, pero considerando que sólo había un camino viable para llegar sin perderse hacia donde los rumores les habían conducido. Breves brisas casi inexistentes movían sus ropas casi dramáticamente y por el segundo en que se habían detenido para contemplar el paraje, el más absoluto de los silencios reinó a su alrededor.

Contemplaron con un brillo maligno el lugar y esperaron ver una motita blanca entre las pieles negras de su gente a su escurridiza presa. ¡Ja! Todos eran iguales. Creían poder escapar de ellos, salirse con la suya y regodearse en su egoísmo, aquel que ostentaban por poseer características mágicas que los africanos corrientes no. Menudos blancos. Ellos se encargaban de esa maldita raza de manera humilde, como los fieles servidores a su pueblo (y a sí mismos) que eran.

No obstante, en cuanto reanudaron su marcha, apenas estuvieron a unos cuantos metros del tumulto de mineros que permanecían en el exterior, cerca de la boca de la mina, un hecho inesperado e inexplicable ocurrió. De la tierra misma emergieron unos extraños entes esféricos, con tubos saliendo de su cuerpo. Y no dudaron en comenzar a disparar, regando una lluvia mortal en donde el cántico de gritos y llantos era la música ambiental.

¿Qué clase de magia era esta? Ellos eran los mejores de la región y nunca habían presenciado algo igual. Era la maldición más poderosa que habían visto. ¿Quién era el hechicero que había invocado tales bestias?

Inteligentemente, se alejaron del lugar escondiéndose para no ser vistos. Contemplaron como la veintena de hombres se estaba viendo rápidamente reducida. En menos de un minuto, cinco habían desaparecido y los demás parecían estar siendo acechados por el mismo destino.

Reiteraban… ¿qué clase de retorcida magia era esta?

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Mensaje por Invitado Dom Abr 17, 2011 11:27 am

Si, sus preciosas mascotas habían comenzado a hacer su trabajo, aquello para lo que habían sido creadas, lo único que se les daba bien en ese mundo cruel y lleno de maldad. Y mientras los niveles 1 masacraban a cuanto humano se le cruzaba por delante, él permanecía a la espera, aguardando al momento adecuado para salir, o mejor dicho esperando que todos sus enemigos, ya fueran humanos o naturales, desaparecieran del lugar, permitiéndole continuar con su ambicioso plan.

Debía de permanecer a la espera, aguardando en silencio, algo que no le resultaría demasiado difícil, después de todo lo llevaba haciendo casi toda su vida, y más si mencionamos que había tenido que sobrevivir gracias a estos factores.





Los disparos retumbaron por todos los laberinticos pasillos que componían la mina, eso hizo que fuera inevitable el escuchar todos y cada uno de los tan habituales sonidos, esos sonidos que para cualquier otro ser humano resultarían molestos y que en cambio para mí eran verdadera música.

Era hora de ponerse en marcha, hora de hacer mi trabajo, hora de darme un baño de sangre. Sin embargo no encontraría rivales de altura en el exterior, únicamente cinco insignificantes bolas.

En pocos segundos atravesé corriendo las galerías que conducían al exterior, pasando al lado de uno de los jóvenes mineros que había visto trabajando hacia tan solo unos cuantos minutos, limitándome a decir una única palabra, la cual era seguro que no le causaría precisamente consuelo “cobarde” para después desaparecer en mi veloz marcha, llegando de este modo a la salida de la mina.

Antes de que mis ojos se acostumbraran a la luz, antes de que los akumas tuvieran tiempo de reaccionar, me basto una sola palabra y ocho segundos para general cinco explosiones, las cuales representaban cada uno de mis enemigos.

Una vez destruidas las maquinas, observe a mi alrededor el destrozo que habían cosechado, tratando de buscar algún rastro de una túnica color crema que estuviera llena de cenizas, pero lo único que pude visualizar fueron lo que hasta hacia cinco minutos eran cuatro seres humanos.

Según parecía el buscador había logrado llevar a varios supervivientes al interior de la mina, personas a las cuales no había prestado atención en mi carrera hacia el exterior, las mismas que ahora se encontraban apoyadas contra las paredes de roca, tratando de comprobar que no se habían vuelto locas.

-Asad, busca a alguno que nos pueda servir de guía. Nos vamos al interior de la mina- dije desactivando mi arma al mismo tiempo que pasaba al lado del de ropas color crema. Era momento de investigar aquello más a fondo.

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Mensaje por Faith E. Wippler Miér Abr 27, 2011 11:54 pm

Apenas había recuperado el aliento, cuando esa… bestia que imitaba ser persona apareció corriendo desde las profundidades de la mina y ni se detuvo siquiera a mirarme; me espetó “cobarde” antes de desaparecer de mi vista. Si somos realistas, no tengo de qué quejarme ante su única palabra, pues eso es lo que soy: un simple y egoísta cobarde que solo piensa en salvarse a sí mismo. Pero al mismo tiempo, no puedo evitar que un nudo de rabia me bloquee la garganta. ¿Quién era él para juzgarme? Ni siquiera me conoce, ni siquiera me ha visto. Si me viera sabría porqué soy así. ¡Todos lo saben! Y ni por palabras mías; sólo asumen, aunque bien.

Apreté los dientes tragándome el orgullo y la rabia, y me quedé quieto aún tranquilizando mi corazón y mi respiración. Repentinamente, el sonido de varias explosiones simultáneas me congeló y la mina se sacudió un poco ante la potencia de los estallidos. Sudé frío. ¿Qué habría pasado allá afuera?

No tengo tiempo para pensar en eso. Tengo que pensar en cómo huir, pronto me dije a mí mismo mentalmente, intentando enfriar mi mente y pensar lógicamente. Aún es de día y el sol no perdona. Aunque tenga mi capa, estar mucho tiempo bajo el sol me acalora de todos modos y me agota más rápidamente, pero parece como si no tuviera otra opción. Entre este loco, esta… esta… bizarrés y los hechiceros, no necesito más señales para tomar la decisión de irme de este pueblo.



No sé qué hacer —me doy de cabezazos contra la pared. ¡Tengo que irme! ¿Pero dejarte? Debo cumplir mi promesa, pero me duele hasta el alma pensar en abandonarte a tu suerte aquí.

Suspiro.

¿Qué haré, mamá? entre la desesperación y el desosiego, no hago otra cosa más que abrazar mis piernas y sollozar por un breve minuto.





El ataque había sido completamente inesperado, pero la experiencia le permitió actuar. Entre la lluvia de bala había logrado guiar a varios afortunados hacia la boca de la mina, pero fue la rápida aparición del hombre de oro la que evitó una tragedia más grande. Sus ojos brillaron al ver la fuerza del General y su admiración por los exorcistas creció a pasos agigantados. Cuando Sócalo le indicó su próximo destino y su nueva tarea, Asad no lo pensó dos veces antes. Se acercó a los supervivientes y esperó con prudencia a que alguno pudiera recuperar el aliento y, quizás, la cordura.

¡¿QUÉ FUE ESO?! —Sandile fue el primero en explotar, indicándole al buscador que por fin había superado el shock inicial y que estaba comenzando a asimilar la situación. Pero eso sólo era el principio del caos general.

¿Dónde está Kalé? ¡¿DÓNDE ESTÁ?! ¡KALÉ! ¡KALEEÉ! —gritaba Badgi, desesperado por no ver a su compañero entre los presentes. La idea de que había perecido en el ataque era inconcebible.

Cálmense. Ahora están a salvo —intentó convencerlos, pero nadie parecía escucharlo.

El pánico se disparó entre los mineros, jóvenes y viejos, y el nerviosismo y temor calentaban el ambiente. Las voces se confundían entre gritos, palabras y murmullos, en donde nombres saltaban de allí para acá, infinidad de preguntas quedaban sin respuestas y locas suposiciones de maldiciones y desgracias comenzaban a forjarse entre los sobrevivientes.

¿Ndongo?

Parece que murió. Ése, sí, theluji.

Nos han maldecido. Todos moriremos.

Y muchas otras frases fueron dichas que ya no pudo entender por el alboroto.

Pero Asad estaba perdiendo ya la paciencia. Tenían que seguir o todos terminarían muertos. Por lo que, tomando lo primero que vio allí (una pala metálica), azotó la pared con firmeza, consiguiendo la atención de todos. Su mirada era severa y, por sobre todo, firme. Todos callaron.

Sé que están asustados. Sé que tienen muchas preguntas. Pero ustedes mismos han visto como el General ha derrotado a los monstruos. ¡Confíen en él! ¡Él los salvará! —por algún motivo, ahora sus palabras cobraron otro significado para todos los presentes— Nos quedaremos en la mina. Órdenes del General. Necesito un guía para que nos oriente aquí. ¿Algún voluntario?

Era un silencio sepulcral donde sólo se agitaban las miradas. Se miraban nerviosos los unos a los otros, pero antes que les volviera a latir el corazón, alguien dio un paso al frente. Era el tímido Gali.

Yo lo haré —apenas sacó voz para pronunciar esas palabras, pero parecía decidido— Soy Gali y sé que Ndongo hubiera querido esto. Por eso lo hago —un silencio solemne se ciñó sobre ellos. Asad sonrió satisfecho.

Muy bien, Gali. Guíanos hacia el interior de la mina —el hombre no dudó en colocarse al frente, agachando la mirada al pasar junto al General. En tanto, Asad también le dio alcance y se colocó a su lado, refiriéndose a él— Este hombre nos guiará. Yo seré su traductor —informó mientras caminaba, mientras tras ellos, una pequeña tropa de mineros los seguían inseguros y temblorosos.





Así como acabó el ataque, se vieron entre ellos sin saber qué expresión poner. Si antes estaban desconcertados, ahora lo estaban más. ¿Ese hombre había acabado tan rápidamente con esas bestias? Sonaba a un buen negocio…

Con paso sigiloso, curiosamente logrando que sus alhajas apenas emitieran un suave tintineo, siguieron al grupo a una distancia prudente, adentrándose también en la mina. Si los mineros sacaban de allí preciosidades y valiosos tesoros, ¿por qué ellos no?

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Mensaje por Invitado Lun Mayo 02, 2011 4:30 pm

Finalmente y tras una serie interminable de frases en otra lengua, de gritos y tonos de voz un tanto alterados, uno de los mineros acepto hacernos de guía mientras el resto se limitaba a seguirnos desde atrás, con miedo, aterrorizados por lo que habían contemplado hacia tan solo unos pocos minutos, y por el miedo a lo desconocido que les esperaba en la profundidad de aquel yacimiento. Varios de los sujetos, que casualmente antes del ataque se las daban de gente fuerte y valiente, ahora habían recogido varias herramientas para tener la posibilidad de defenderse, ¿Acaso pensaban que si nos seguían armados a las profundidades del infiernos los demonios no aprovecharían la ocasión para saborear su carne? Al menos esa parecía ser su idea.

No tardamos demasiado en atravesar la zona en la que antes estaban trabajando, para llegar a la bifurcación en la que aun se encontraba el joven cobarde, el mismo que había visto en mi carrera en busca de las presas del exterior, fue entonces cuando un murmullo comenzó a surgir en el grupo que nos perseguía, un murmullo en su lengua, la cual desconocía pero que por la cara de Asad pude entender que no eran palabras que le gustaran demasiado. Al pasar al lado del joven, nuestro improvisado guía soltó una palabra que sonaba más a insulto que a preocupación, y más con la cara de repulsión que puso. Todo aquello confirmaba la teoría de que aquellos mineros la presencia del joven no era precisamente grata, y más seguramente por la forma de huir del lugar tras dejar atrás al resto de sus compañeros.

Era cierto que a mí no me importaban las relaciones humanas, que no me preocupaba por el bienestar de nadie en el mundo, y era más que claro que todo lo que hacía era para que pudiera servir a mis propios intereses o propósitos, fue por eso que al pasar al lado del joven me detuve un par de segundos en los que me limite a mantener mi mirada en el frente, sin apartarla de la cabeza oscura del que dirigía la expedición.

-Vamos cobarde, quizás aprendas algo útil de tus compañeros-

¿El general más despiadado de la orden recogiendo un bueno para nada? ¿Acaso mi mente se había trastocado más de la cuenta? Lo cierto era que si habían akumas en el exterior, era muy posible que también los hubieran en el interior y por lo tanto necesitaría a más de un guía para llegar al fondo del asunto, y más aun para lograr salir de ese laberintico lugar, Además de que cuanta más carne, mas buitres acudirán al festín.

-¿Y ahora?- pregunte ante la duda de cuál de los caminos tomar, ya que los que iban en cabeza (Gali y Asad) no se habían detenido en ningún momento, y se encontraban observando ambos tramos.

-Según dice el que nos adentra en lo más profundo es el izquierdo- tras varias palabras en aquella lengua el buscador por fin hablo algo que le pudiera entender.

Y tras mover la cabeza de forma afirmativa, continuamos caminando por el tramo izquierdo del recorrido, deseando de ver lo que los profundos y oscuros caminos de la mina nos reservaban.






No lo podía creer, o más bien no quería creerlo. Sus amigos, sus hermanos, sus compañeros, habían sido destruidos en cuestión de unos pocos segundos, con una gran facilidad, más de la que pensaba.

En aquel sucio, corrupto y repulsivo mundo, los únicos que lo aceptaban, eran los akumas y ahora cinco de ellos habían desaparecido y nunca volverían, eso era algo que le enfadaba demasiado. Debía de actuar, sus enemigos se acercaban, o más bien su enemigo, ya que solo había un exorcista en el grupo, aunque por las vestimentas y el poder que había demostrado tener era muy posible que se tratara de un general, pero eso no le pararía, no podría detener su gran proyecto por culpa de un inoportuno exorcista, lo único que tenía que hacer era eliminarlo. Aunque seguro que no le sería fácil.

Se arrastro entre su aliada la oscuridad, caminando por un sendero que le conduciría a lo más profundo de la mina, en busca de alguien que le podría ayudar en su nuevo objetivo.

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