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¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney

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Mensaje por Invitado Jue Jun 24, 2010 1:47 pm

Sídney, 8 de la mañana. Esa era la ciudad y la hora exacta a la que me levantaba todos los días de mi vida, y digo todos porque pasara lo que pasar, y me encontrase en las condiciones que fueran, era obligado a levantarme a esas horas.

Me levante de la cama para ir directamente al cuarto de baño que había en mi propia habitación, y como si estuviera programa para hacerlo, me asee y vestí en veinte minutos, tal y como siempre hacia, al mismo tiempo que en mi cabeza corría la idea de que lo próximo era bajar a desayunar para poco después comenzar con mi entrenamiento. Ese era el despertar que tenía desde hace años, siempre sin variar ni uno solo de los actos que llevaba acabo, y sin tan siquiera variar el tiempo en el que se realizaban.

Cada día odiaba más mi vida y junto a ella, odiaba a todos los que me rodeaban obligándome a actual de forma tan robótica. El único consuelo tenia era que en cuanto pudiera lograría escapar de ese lugar, de esa familia, de esa asquerosa fortuna que me rodeaba y en especial, lograr ser lo que yo quisiera.

Una vez me hube colocado los guantes para terminar de vestirme, salí de la amplia habitación, para dirigirme a la planta inferior en donde se encontraba la cocina. Allí me encontraba, caminando por los amplios pasillos con diversos adornos dorados, además de los numerosos cuadros que estaban repartidos por las diferentes paredes. Pisando las lujosas alfombras, las cuales fueron traídas desde China, hechas por un gran artesano que según decían era el mejor de aquel continente. A cualquiera de los otros ciudadanos, le encantaría vivir en esa mansión y a su vez poseer todos los lujos que poseía mi familia, sin embargo nadie conocía los secretos que se escondían en esa amplia mansión. Ese era otro de los motivos por los que el ser humano llegaba a ser tan estúpido, siempre deseaba lo que tenían los demás aun sin saber el coste que eso suponía.

Con paso tranquilo entre en la cocina, a la espera de comer el desayuno que ya estaba preparado. Al entrar en la estancia, mire a las dos sirvientas que allí se encontraban, las cuales se encontraban lavando los platos en los que ya habían desayunado mis padres y hermano.

-Buenos días señorito- dijo una de las chicas de forma autómata, -según tengo entendido hoy es su cumpleaños, espero que lo disfrute- tras las breves palabras continuo con su trabajo.

¿Disfrutar? ¿Como podía disfrutar de una fecha como esa, cuando en las ultimas el único regalo que había recibido fue una hora más de entrenamiento? Realmente era algo que ya ni me importaba. Hoy cumplía los dieciocho años, lo que indicaba que además era mayor de edad. Hoy era el día que sin saberlo mi vida iba a cambiar, ya fuera por los planes que mi familia tenía para mí o por lo que iba a ocurrir algunas horas más adelante.

Me limite a sentarme en la mesa y comenzar a comer el solitario desayuno, solitario no por la cantidad que estaba compuesta, sino por el simple hecho de que era el único que estaba allí sentado. Los demás sirvientes y personal estarían revoloteando por la misión, cumpliendo sus numerosas tareas, todos ellos sin ni siquiera decir una sola palabra, cosa que ya no me sorprendía. Mi padre seguramente se habría marchado a ejercer su trabajo como ministro, mientras mi madre se dedicaba a comprar más joyas y lujos para ella misma. Por otro lado estaba mi hermano, el cual había seguido un entrenamiento parecido al mío y ya estaría preparándose para asegurarse que su objetivo no escapara con vida. Resumiendo, lo normal de cualquier día en esa maldita familia.
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¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney Empty Re: ¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney

Mensaje por Invitado Jue Jun 24, 2010 6:13 pm

Off: para no hacer contraste, probaré a rolear en primera persona en esta misión x3. Un placer tener el honor de reclutarte, Will~


Sssssssssssss

Siendo que afuera solo se escuchaba el galope de los caballos mientras se comían la distancia que en ese instante recorrían en contra del viento que los azotaba a ellos y al que los dominaba, dentro sólo se escuchaba el siseo interminable, constante y peculiar que provocaba la hornilla de la cocina donde se estaba cocinando encima comida.

Lo demás era silencio, y el rostro de los buscadores que me acompañaban en esa ocasión mirando fijamente en mi dirección, mientras yo les daba la espalda, inmersa en la labor que había decidido hacer voluntariamente y con mucho gusto. Después de todo, nos moríamos de hambre. No había por qué negarlo.

Después de desembarcar de aquel navío que bien podía haber sido mejor (un barco pesquero de los más viejos y derruídos; esos en los que con sobrecogimiento podrías esperar una repentina brecha en su estructura que acabase por hundir la malograda chatarra, con más pavor sabiendo que estabas en medio del océano, sin nada más que aguas y aguas profundas rodeándote), el sol austero de aquella nueva tierra austríaca nos castigó con fuerza mientras pisábamos con nuestros propios pies el territorio extranjero. De allí, a buscar un carruaje cómodo que nos llevase hasta Sídney, nos habíamos devorado más de dos horas esperando y charlando, todo frente al imponente astro solar que seguía fijo en su sitio lanzándonos sus poderosos rayos sin contemplación alguna. Logrado nuestro cometido, acabamos derrumbados literalmente sobre los asientos mientras el carro se ponía en marcha, aturdidos por el calor y luego mortificados por la sensación de hambruna que no se tardó en aparecer.

Como ya se habrán imaginado, en ese barco que con tan mala suerte nos tocó abordar, no había más que comida fría, hecha en malas condiciones y para nada apetitosa.

Esta vez no tuvimos una racha tan buena como en veces anteriores, fue lo que pensé en aquel entonces mientras un suspiro se me escapaba sin poder retenerlo mucho.

No obstante, el panorama no era tan negro como pensábamos. Después de todo, en el carruaje había una cocinilla incorporada a gas con la cual podíamos preparar algunos bocadillos mientras llegábamos hasta la ciudad famosa. Fue instantánea nuestra alegría al darnos cuenta, sabiendo que además, el cochero había metido prudentemente algo de carne conservada, pan, y otros víveres fáciles de preparar. Lo demás era tararear y esperar. El ánimo se me levantó enormemente cuando tuve la oportunidad de volver a poner en práctica mis artes culinarias. Me gusta mucho cocinar. Me trae recuerdos felices de mi pasado cuando compartía algo de mi tiempo con mamá, a pesar de tener todas las dificultades que teníamos para conversar. Esta vez no fue la excepción.

Con una sonrisa contagiosa en mis labios fui sirviéndole de plato en plato a los dos buscadores la porción de comida que les tocaba. Posteriormente me serví para mí y senté en los asientos del carruaje. Una mesa de madera estaba metida en el medio de las dos partes donde sentarse, de modo que aquel reducido espacio parecía más bien un mini restaurante andante.

¡Vaya! ¡Muchísimas gracias Illya-dono! Esta comida tiene un muy buen aspecto —comentó uno de mis compañeros mientras miraba su plato con ansias, y no esperaba siquiera el sonido de un silbato para empezar a comer con gusto.

En realidad está delicioso —comentó el otro que ya había probado un mordisco y se limpiaba la comisura de los labios con una servilleta educadamente— Tiene una habilidad sorprendente en la cocina.

Mi sonrisa se amplió, ¿qué podía decir? Me había enseñado la mejor.

Drake y Armand, los dos buscadores que me acompañaban esta vez, parecían la contraparte del otro. El primero era blanco como la leche, tanto que se ponía rojo como un tomate cuando el sol apenas llegaba a pegarle de refilón. De cabellos rojizos y ojos verdes. Parecía sobrepasar la treintena y aún así, ni una sola cana se le avistaba entre la mata de pelo que le cubría la cabeza. Armand era totalmente distinto: negro como el carbón, de dentadura extremadamente blanca y grandes ojos avellana, casi como los míos. Él si tenía canas. A pesar de ello, estaba en mejor forma que su compañero.

Me alegraba que aunque tuviesen diferencias tan abismales, pudiesen llevarse de maravilla, casi como amigos de toda la vida.

Bueno, no es para tanto —comenté mientras sostenía entre mis manos el bocadillo— Es solamente una nimiedad. Seguramente es el hambre lo que les hace exagerar.

Luego le di un mordisco y saboreé mi propia obra de arte. Si, estaba delicioso, pero yo también tenía hambre. La carne estaba jugosa y los condimentos perfectamente mezclados. Toda una maravilla.

No menosprecie sus habilidades, exorcista —alentó Armand pegando una sonrisa que me deslumbró por la beldad de esos dientes— si decimos que está bueno y que realmente es una maestra en esto, es porque lo es.

Debería frecuentar la cocina junto con Jerry más a menudo —apostilló el otro guiñándome un ojo.

Bajé la mirada mientras me ruborizaba levemente y asentía.

Así que Sídney ¿eh? —comenté en un susurro para cambiar el tema.

Mi vista se fue automáticamente hacia la ventana del carruaje, donde se podía visualizar la ciudad a la que debíamos acudir para investigar la desaparición misteriosa de todos los buscadores que ahora parecían estar a punto de quedarse de baja. La sombra que me acompañó mientras caminaba por la Orden a punto de partir volvió a mis ojos mientras pensaba en todo lo referente a la misión. Seguía pensando que algo no andaba del todo bien.

Pero para eso estoy aquí. Si hay alguien que puede ponerle fin a todo este desastre soy yo. Estoy segura de ello.

Decirme aquello logró levantarme el ánimo.

En seguida que lleguemos nos pondremos en marcha para investigar lo que ha sucedido —Drake me miraba con seriedad mientras se terminaba su comida. Ahora que había azúcar corriendo por su sangre podía estar más animado para empezar cuanto antes el proyecto.

Asentí en silencio mientras esbozaba otra de las sonrisas de mi repertorio.

El último buscador en desaparecer nos dejó antes de que también cayera víctima del misterio un reporte de lo que habían averiguado en ese lugar bajo el resguardo de otro contacto que tenemos en la ciudad. Será cuestión de ir y revisar. —Armand también me miraba.

Me di cuenta de que los dos trataban de decirme a su modo de que no estaba sola. Sentí algo de culpabilidad remota tras ver que los estaba preocupando injustificadamente. Respiré hondo y volví a ser yo misma.

Bien, bien, eso suena fácil —exclamé alzando un puño con el rostro más animado; volvía a ser contagioso mi temperamento— Estoy segura de que podremos dar con el o los culpables de esto y darles su merecido.

Me devolvieron la sonrisa y asintieron, de acuerdo con lo que había sentenciado.

Yo sólo esperaba que, para bien o para mal, mis palabras se cumplieran igual a un hechizo. Pero de la forma correcta.
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¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney Empty Re: ¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney

Mensaje por Invitado Jue Jun 24, 2010 8:40 pm

El mar siempre había conseguido enfermarme, sobretodo cuando no se podía hacer nada útil, leer con el movimiento de vaivén que había estado realizando el barco durante todo el trayecto trajo por encima de todo, muchos mareos. Precisamente por eso cuando pusimos los pies en tierra firme quise besar el suelo, por muy exagerado que pudiera resultar a ojos de otros. Miré de reojo a Nana y a Derain, ambos se limitaron a alejarse y buscar el carruaje que nos llevaría al maldito hogar de aquellos fieles al Conde.

La gente que pasaba por aquella zona del puerto no podía evitar observar la zona en la que me encontraba, parecía resultarle extraño encontrarse a alguien que a pesar del buen día y la fresca brisa vistiera de negro, un vestido sencillo de seda y manga corta, ceñido en la cintura por un corsé, quizás por que mi rostro era cubierto por un vaporoso velo del mismo color que el resto de mi ropa, daba el claro ejemplo de una mujer de luto, en cierto aspecto lo era.

Cheshire

El puerto sin duda estaba sumido en lo que llamaría, una tranquilidad cotidiana. El ir y venir de gente que esperaba la llegada de amigos, familiares o compañeros, otros que se dirigían ahí para escapar con la excusa de viajar y ver mundo, porque en el fondo había de esos pequeños e “inocentes” humanos que buscaban huir de una rutina para la que no habían nacido.

En una zona más alejada del puerto, donde podía considerarse territorio de pescadores se alzaban sus puestos, el olor a sal y a todo tipo de ser marino inundaba todo el puerto, se hacía pesado, sofocante, había demasiadas palabras para describir aquel repugnante hedor, que me pronosticaba una vuelta al pasado, uno que no tenía ganas de recordar.

Savne. –La voz de Derain me sacó de mis pensamientos, di un cuarto de vuelta para encarar al akuma en su disfraz de humano joven y elegante. Al parecer se detuvo para escuchar que era lo que tenía que decir yo, al menos me concedió unos segundos antes de decidirse a hablar de nuevo. –Savne, la familia a la que vamos a visitar ha enviado uno de sus carruajes para llevarnos hasta su residencia. –Derain se detuvo en sus explicaciones para señalar amablemente al carruaje negro y de apariencia cara que estaba situado a un par de metros de donde me encontraba.

No había manera de poder vislumbrar al cochero, pero los otros dos individuos que parecían ir de regalo junto con el carro era más que distinguible de que eran akumas, presumiblemente de nivel uno por sus movimientos autómatas y las desagradables

El sequito que nos acompañara esta compuesto de…

Akumas. –Corté mientras me decidía a caminar hasta ahí, entré en el carruaje sin decir nada, Nana ya estaba esperando dentro, como siempre completamente asustada por la presencia de aquel trío de akumas desconocidos.

Al subirse Derain, el cochero decidió partir sin percatarse de si ya habían cerrado la puerta a no, los tres nos miramos no mediamos palabra. Sabíamos claramente que era lo que pensábamos en ese momento. Algo me decía que no me gustaría aquella familia, lo presentía, quizás por la ostentosidad en la que vivían, solo hacía falta ver los lujos que había dentro de aquel carruaje…

¿Cómo se llama? –Pregunté finalmente, mirando el paisaje en movimiento que ofrecía la ventanilla que tenía junto a mí. Pude sentir la mirada de Derain sobre mí, como cuestionándose de quien estaba hablando, ladeé la cabeza para observarle mejor y sonreí cínicamente. –Me refiero a la pobre alma inocente que le ha tocado vivir subyugada a… tan estrafalaria familia. –Expliqué mientras tomaba con dos dedos uno de los cojines de terciopelo rojo, en la cual había bordados las iniciales de la familia.

Su hijo es Will, por lo que poco que nos han dicho. –Respondió simplemente, riéndose levemente por el comentario que había hecho, sin duda el también pensaba lo mismo. ¿Por qué tanto fanatismo? ¿Una familia llena de aliados del Conde?

¡Era simplemente absurdo! Y lo era porque no se podía coartar los pensamientos ni la libertad de cada persona. El Conde había citado en su carta que esa familia había sido siempre fiel a sus deseos.

¿Incluiría también al niño?


[Off: lamento el post tan cutroso… pero ando falta de cafeína.. -.-“
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¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney Empty Re: ¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney

Mensaje por Invitado Vie Jun 25, 2010 8:39 am

Una vez hube terminado con la primera de las comidas del día, era hora de dirigirme a la entrada trasera de la casa. Allí como era de esperar, estaría esperándome el dictador de mi instructor, ya que era el momento exacto en el que empezaría mi jornada de entrenamiento, sin embargo algo había cambiado en ese día.

Me dirigí lentamente hacia donde suponía que me estaría esperando, sabía que el llegar tarde suponía algún tipo de castigo, pero por alguna extraña razón decidí llevarme las manos a los bolsillos del chaleco y continuar mi marcha a un ritmo de menor intensidad al acostumbrado. Cruce el amplio salón principal y la biblioteca, la cual poseía una amplia variedad de libros en todo tipo de lenguas.

Durante mi recorrido por la mansión, no puede evitar tener la sensación de que algo no iba como normalmente debiera. No había rastro de los numerosos sirvientes, de los cuales lo normal era que me encontrara a una docena en mi trayecto diario. Otra cosa que me extraño fue que al llegar a donde se suponía que ese montón de músculos que tenia por profesor me estaría esperando, únicamente encontré una nota sobre un mueble que se encontraba al lado de la puerta.

“Querido Will, hoy no recibirás tu entrenamiento diario. Quiero que te dirijas al despacho de tu padre en la segunda planta, ya que te tenemos un gran regalo como motivo de tu mayoría de edad. Te estaremos esperando allí.”

Al leer la nota me sentí contrariado, la letra era de mi madre ¿pero desde cuando ellos me dan regalos? La respuesta a esa pregunta me vino de manera casi inmediata, al recordar lo que sucedió dos años atrás. Mi hermano había cumplido la misma edad que yo, fue entonces cuando recibió una extraña lanza y poco después la visita de alguien al que nunca había visto, nunca entendí el motivo de todo aquello hasta que vi con mis propios ojos como usaba ese arma para ensartar a uno de los políticos del partido contrario al de mi padre.

Era cierto, desde hacia varios años todos aquellos que pensaban diferente a mi padre o a alguno de los demás ministros, moría de forma extraña o simplemente desaparecía. Todo esto llevaba ocurriendo desde que mi familia recupero la fortuna perdida, aunque lo extraño era que desde el cumpleaños de mi hermano esas muertes habían aumentado y más desde hacía un par de semanas. Fue entonces cuando en una de mis escapadas nocturnas había logrado ver como un par de hombres vestidos con túnicas extrañas, caían bajo los ataques de mi hermano y de mi instructor el cual le acompañaba y se limito a estrangular a uno de esos hombres con sus propias manos.

Sin pensar más en el asunto me limite a caminar hacia la segunda planta de la mansión. El amplio edificio estaba compuesto por cinco plantas, las cuales estaban divididas de la siguiente forma. En la primera se encontraba el salón, recepción, cocina y demás estancias en las que las visitas permanecían. En la segunda se encontraban las habitaciones de la familia, al igual que los despachos de mis padres y alguna sala en donde llevaban a las visitas más importantes. En la tercera se hallaban las habitaciones de los principales sirvientes de mi familia, como el del odiado instructor, además de algún cuarto mas en el que teóricamente usaban para relajarse. La cuarta estaba compuesta por las habitaciones del resto de empleados o esclavos como yo les llamaba, después de todo se limitaban a seguir las ordenes sin quejarse por muy rastrera que fuera. En la quinta y última no sabía qué era lo que allí había, teóricamente era un desván donde se guardaban los objetos que no se usarían en un tiempo, sin embargo me parecía extraño que únicamente tres personas tuvieran la llave que te permitía acceder a ese piso, ya que si bien es cierto que a los demás se podía entrar libremente, en lo alto de las escaleras que conducían a la última planta, había una gran puerta que nadie podía atravesar. Los poseedores de las llaves era lógico quienes eran.
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¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney Empty Re: ¿ACM o exorcista? reclutamiento en Sidney

Mensaje por Invitado Vie Jun 25, 2010 7:53 pm

Nunca lo hubiese dicho hasta ahora, pero tanta normalidad a veces podía llegar a asustar… e incluso inquietar.

Por supuesto, al menos en mi situación era así. Tras bajarnos del carruaje, habiendo llegado a la ciudad de Sídney por fin, con los estómagos llenos y de nuevo con renovadas energías, lo que había de la ciudad era lo que, sin querer ofender con ello, podías encontrarte en cualquier otra vulgar y silvestre. Actividad comunal: gente caminando de un lado a otro metidas en sus propios asuntos, mercaderes codiciosos que esperaban hacer el negocio del día, niños jugando con animales o juguetes tradicionales, así como la acostumbrada algarabía de las voces que se aglomeraban, combinaban y terminaban pareciendo una ovación desafinada. El olor de la vida transcurriendo a través de todo ello, mezclado con el sudor dulzón y desaforado de toda esa masa viviente que vibraba en vida propia.

Esta vez no quise abrir mis ojos y mirar los colores a mí alrededor: sería demasiado cansado. Además, no pensaba encontrar nada relativamente extraño tan temprano y con tantas personas estando presentes en ese lugar. La gente se me quedaba mirando, y yo les sonreía casi con timidez; algo que se les antojaba adorable, lo que hacía que incluso varios hombres o chicos me elogiaran con un guiño de complicidad. Una inclinación de la cabeza era todo lo que les dejaba antes de seguir con mi camino al lado de los dos buscadores.

Caray, este sitio está realmente lleno. Como se nota que es de mañana, y que la gente en Australia sabe como madrugar —comentaba Drake mientras se abría paso entre la multitud y nos dejaba el camino libre, estando al frente de la tropa— No se separe de nosotros Illya-dono, que ya estamos por llegar hasta nuestro destino.

Armand se atrasó y quedó tras mío, sonriendo con un gesto apacible mientras me escoltaba también. Traté de adelantarme tanto como podía para seguirle el ritmo a mis guías.

Lidiar con el calor en ese lugar era, inevitablemente, algo que se nos daba fatal. El sol calentaba en ese lado de la tierra más que en la propia Europa, de modo que nuestros cuerpos desacostumbrados pagaban las consecuencias tras venir de un lugar más frío. La aglomeración de entes de sangre caliente y en movimiento no nos ayudaba mucho que digamos. Drake sudaba a mares, al contrario de Armand, que parecía tolerarlo mejor. El traje de exorcista me protegía de los rayos que pudiesen dañar mi piel, pero en compensación me sofocaba también. Inimaginablemente, Albtraum comenzaba a pesarme en las caderas.

La marea de gente nos acabó lanzando convenientemente hasta una plaza más alejada de la zona comercial. Cuando salí, estaba casi jadeando, y tuve que inclinarme hasta apoyar mis manos en mis rodillas mientras descansaba. Aquella batalla había sido peor que cualquiera que hubiese tenido con los Akumas. A lo lejos, entre los gritos de la multitud, se escuchaban los quejidos de un hombre al cual le había dado un golpe en sus atributos cuando con intenciones poco sanas trató de acercárseme sin que me diese cuenta. No pude evitar pensar si le había hecho demasiado daño.

No se preocupe por esos babosos, Illya-dono. Usted le dio su merecido.

Hice una mueca cuando escuché un último grito extinguirse. Quizá me había pasado al darle con la culata de mi arma…

¡Hey, hey, son ellos! —En el centro de la plaza un niño junto a sus amigos nos señalaba mientras gritaba tan fuerte que hasta este extremo podíamos escucharle—¿ven lo que les digo? ¡Sabía que vendrían! Yo tenía razón. Vienen a salvarnos de las garras de esos monstruos llamados Akumas que Albert…

Armand había salido corriendo hasta donde estaba el pequeño y le tapó la boca rápidamente. Me sorprendió la velocidad en que lo había hecho: en un rato estaba al lado de nosotros, y al otro allá silenciando a nuestro delatador. Me acerqué hasta allí con paso apresurado. Los niños me miraban de la misma forma fascinada, sólo que con un toque de incertidumbre, mientras me escrutaban.

Jeremy, ¿qué te ha dicho tu hermano sobre hablar a voz en cuello sobre nosotros y la Orden? —cuestionó de forma retadora mi buscador de ojos expresivos.

El niño murmuró algo que no se escuchó, ahogado por la mano de Armand. Él la retiró lentamente mientras el pequeño hacía un puchero y luego resollaba.

Son unos aburridos —dijo por fin mirando hacia otro lado engreídamente— mi hermano siempre dice lo mismo, pero yo creo que la gente debería saber un poco más de ustedes. Cualquiera que los viera con esos uniformes pensaría que son más bien terroristas.

Venga ya, Jeremy, deja a esos pobres forasteros en paz, ¿quieres? —Se escuchó una voz desde su grupo de amigos— nadie pensaría que son terroristas. Sólo unos pobres muertos de hambre que no hayan donde quedarse.

La manada prorrumpió en risas. Yo sonreí ligeramente, puesto que de alguna manera tenía que darles la razón. Éramos viajeros, aunque no exactamente emprendiendo un viaje a la deriva, sino con una meta por demás surrealista.

A excepción de la señorita ángel —comentó otro de los chiquillos— se parece mucho a las mujeres de las esculturas, ¿es alguna clase de artista? Es muy bella.

Me sorprendí por lo elocuente y seguro que sonaba aquella criatura. Sabía qué había querido decir con tantas ambigüedades: algo parecida a una diosa griega. Vaya.

Si soy un ángel —repliqué luego de inclinarme hacia ellos con una sonrisa risueña— pero manténganlo en secreto, ¿vale? No se ven seres celestiales andando por las calles todos los días. —y acto seguido me llevé un dedo índice a los labios con complicidad.

Todos rieron con expresiones sonrojadas, encantadas. Qué fácil era ganarse a los niños cuando sabías cómo llegarles. Ojalá con la gente mayor fuese así también.

De pronto Jeremy me tomó de la mano bruscamente y se puso a mi lado, mirando a sus amigos con expresión recelosa. Parpadeé observándole curiosa, mientras Armand arrugaba levemente el ceño y Drake se cruzaba de brazos sonriendo con diversión.

Ya está bien, la señorita ángel viene conmigo —dijo de pronto logrando levantar la voz de sus amigos protestando. Me miró con picardía— El inútil de mi hermano los está esperando en su tienda. Tenga cuidado señorita ángel, es un mujeriego del demonio.

Sonreí de soslayo.

Se nota que lo quieres mucho, ¿por dónde es?

Jeremy nos condujo hasta una posada donde en la entrada y primera planta aparentaba ser un bar. Dentro, a esas horas los clientes eran escasos, y la iluminación tenue. El ambiente era sin embargo acogedor. Muchas mesas y sillas desperdigadas por el amplio salón y la barra al frente, donde una mujer entrada en años limpiaba distraídamente un vaso de vidrio con la ayuda de un paño blanco. Al notar al niño levantó los ojos y dejó de hacer su labor de golpe.

¡Niño! ¿Dónde te habías metido? Te estaban buscando desde hace rato, que tienes que hacer la tarea.

El pequeño se apretó contra mis piernas sin soltarme de la mano, mirando enfurruñado a la señora que se acercaba en ese momento hasta donde estábamos.

Es Karla. Está gorda y tiene estrías. Siempre quiere hacer de la buena madre, pero es una amargada—me susurró con discreción. Yo solamente sudé una gota. Vaya crío.

Al vernos, Karla pareció de alguna manera cohibirse. Me apresuré en hacer una reverencia en saludo mientras modelaba mi mejor expresión cordial.

Buscamos a Albert, ¿está por alguna parte? —interrogó Drake tomando la palabra mientras me incorporaba observándolo.

La mujer siguió mirándonos con recelo, de arriba hacia abajo sin ninguna consideración, y luego, con una expresión no exactamente agradable nos respondió con un tono de voz tajante:

En el jardín trasero.

No hay que pensar mucho como para poder saber que fue Jeremy quién nos guió hasta allá. La posada en sí era de estructura humilde y poco acaudalada. Aún así, sus pasillos silenciosos y la madera crujiente, antigua pero resistente, me provenían una sensación de extraña familiaridad. Ya no estaba tan inquieta.

El jardín era realmente amplio, de verde grama y arbustos plantados por doquiera. El sol pegaba allí y hacía relucir la vegetación casi con magia, mientras los haces de luz dejaban al descubierto la telarañas entretejidas de una rama suelta a otra. En medio de un círculo de ramajes y pequeños arbolillos se hallaba sentado en posición de loto un hombre con hábito religioso y poblada cabellera negra que le caía como una melena. Nos daba la espalda, de modo que no podía ver su rostro todavía. Murmuraba algo entre dientes mientras parecía elevar una plegaria. Eso fue lo que pensé hasta que le escuché con mayor claridad.

Ommmmmmm, permíteme ver a través de las almas corruptas que están contaminando la ciudad con sus actos impuros, ommmmmm, y si hay una mujer entre ellos perdónale la vida Señor, más no a los hombres, porque son siempre ellos los que tienen la culpa, ommmmmm, si es una clase de modelo o bella dama dame la oportunidad de ofrecerle una cita, ommmm~

Todos nos quedamos literalmente de piedra.

¿E-es este de verdad el aliado de la Orden al que teníamos que acudir?

¿Lo ven? Les dije que era un mujeriego de segunda —señaló Jeremy poniendo los ojos en blanco.

Ahora entiendo por qué lo sacaron de la sacristía sin mucha polémica —suspiró Drake meneando la cabeza en una expresión en plan “no hay mucho que hacer por él, lástima”.

Armand carraspeó ruidosamente, sobresaltando al monje que perdió la concentración y creyéndose in fraganti agitó la cabeza exageradamente y después se volvió a vernos. Me sorprendió lo joven que era; no debía de pasar de los veinticinco años.

¿Albert? —cuestionó el buscador mayor con fingida paciencia.

Emmm, ¿sí?

Nervioso, el “siervo de Dios” se incorporó con aparente tranquilidad mientras se acercaba hasta nosotros. Pude notar el cambio en su expresión al mirarme, de una manera completamente asustada y nerviosa, a otra maravillada, extrañamente feliz. Oh, no…

¡Ah, vaya! Qué alegría tenerlos por fin en mis aposentos, soldados del Vaticano —sin mirar siquiera a los dos hombres que me acompañaban, me tendió la mano en saludo, sonriendo de forma zalamera— Yo soy Albert, el famoso contacto de la Orden en Australia, un verdadero, verdadero placer conocerla, exorcista.

¿Hacía falta repetir más de una vez ‘verdadero’?

De todas formas sonreí, menos confiada que de costumbre y le estreché la mano en saludo. En vez de un apretón de manos, me besó el dorso con una deliberada lentitud que me inquietó. Mis dos acompañantes lo fulminaban con la mirada.

Illya Van Kindlmüller —me presenté con un hilo de voz.

Con que alemana, ¿eh? —Determinó con tan sólo escuchar mi apellido— es un buen país, si que sí. Me gustan mucho las salchichas que se hacen allí, son deliciosas.

Albert, ¿podría dejar la charla inservible para otro momento e ir al grano? Supongo que ya sabe por qué estamos aquí, ¿no es así?

A Armand debía de parecerle la inmoralidad personificada, dado el trato que le daba. También aparentaba conocerle más que de vista. Me pregunté si ya habían compartido palabras en otra ocasión antes.

El monje se quedó en silencio durante unos segundos, mientras Jeremy observaba las miradas que se intercambiaban su ‘hermano’ y el buscador afroamericano. Yo sentí de pronto como la tensión se abría paso, devorando el humor que trataba de imponer en el ambiente Albert y entonces supe que también él sabía cómo ponerse serio cuando se debía.

Sobre las desapariciones y asesinatos, ya —asintió mirando al suelo aunque sin verlo realmente mientras ponía las manos al frente. Suspiro con resignación— Vengan, vamos a mi oficina y Jeremy… ¿podrías soltar a la señorita Illya e irte a jugar con tus amigos, o hacer lo que sea que tengas que hacer en otra parte? Vamos a hablar cosas de mayores.

Pero yo también voy a ser un aliado de la Orden… debería empezar a saber más acerca de lo que hacen cuando se reúnen con los exorcistas —insistió el niño con el típico tonito infantil persuasivo. En vez de soltarme me tomó con la otra mano el brazo, y se pegó contra mí. Me quedé en silencio, sin querer darle apoyo a ninguno de los dos bandos— Quiero saber, quiero saber.

Albert suspiró de nuevo con resignación y asintió, metiendo sus manos entre las largas mangas de su túnica.

Está bien, pero no seas maleducado cuando empecemos a hablar.

Lo seguimos en silencio hasta su oficina. En el camino nos cruzamos con la tal Karla, que sólo se limitó a mirarnos con expresión adusta y hacerse a un lado. Albert siquiera le dirigió la palabra. Tenía la mirada fija en el recorrido, el rostro tenso. Me imaginé que como yo momentos atrás, estaba pensando en el suceso que debíamos abordar justamente ahora.

La oficina de Albert no tenía nada en especial. Tenía los típicos mobiliarios, el mismo ambiente callado con olor a polvo y libros viejos. El monje cerró la puerta detrás suyo y todos nos miramos esperando a que dijera algo.

Ésta es la carta que se me dejó días antes de que el último buscador que estaba por aquí desapareciera.

Había sacado de entre las hojas de uno de los libros que estaban sobre su escritorio un sobre. Me lo tendió inmediatamente, y yo lo tomé con la misma rapidez, abriéndolo mientras en mis ojos reflejaba cuán ansiosa estaba por enterarme de lo que sucedía en realidad allí. Las palabras escritas por el buscador ausente pasaron por mi mirada frenéticamente mientras la verdad se abría en mi mente con cierto gado de incertidumbre.

Dejé de leer y miré al rostro a Albert, dudosa.

¿La familia Marto?

Él asintió en silencio.

Dicha familia tiene… una historia bastante extravagante con respecto a su manera de ascender al poder. Digamos que incluso dejan mucho que desear.

¿Qué quiere decir con eso?

Otro pequeño momento tenso de silencio. Albert me sostuvo la mirada impertérrito.

Son aliados del Conde.

¿Qué?

O bueno, todo apunta a que lo son, aunque en realidad no lo tengamos del todo claro... quizá sólo sean paranoias mías y se trate más bien de una familia de mercenarios discretos, sin ningún tipo de relación con el Conde Milenario —de pronto el monje estaba evasivo, mirando hacia otra dirección y huyéndome a propósito.

Fruncí el ceño y me puse a su frente. Repentinamente me sentía indispuesta a escuchar una ronda de palabras que solo conseguirían rozar apenas lo que yo quería desentrañar en ese mismo instante. Mecí la carta casi en frente de sus narices con reproche.

Según esta carta, la persona que ellos vieron asesinando a los señores de importantes cargos pertenecía a la familia Marto, más específicamente al hijo mayor de la actual generación, y ahora usted me dice que posiblemente se trate de aliados del Conde —tanteé el terreno mirándolo directamente a los ojos, sin dejar que él mismo se escapara de nuevo de mi fija y profunda mirada— una cosa tiene cierto grado de probabilidad de que tenga que ver con la otra, pero no estamos seguros —suspiré— ¿Cree usted que son o no son servidores del Conde, Albert?

De nuevo esa mirada recelosa en sus ojos. No entendí por qué de pronto se ponía tan… a la defensiva, si rato atrás nos estaba tratando de las mil maravillas, o algo parecido. En sus colores no vi más que destellos nerviosos y también escurridizos, que de alguna manera me torcieron el humor. Él no respondía.

Sin embargo yo sonreí. Si, una curvatura que hizo de mi rostro más deslumbrador de lo que solía ser para los demás. El brillo travieso en mis ojos le hizo repentinamente sobrecogerse.

Ya no tiene importancia. Supongo que, como de costumbre, tendré que descubrirlo por mi propia cuenta.

No supe por qué, pero la idea me hizo explayar más la sonrisa y emocionarme, ¿era aquí donde venía la parte arriesgada del asunto?
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Mensaje por Invitado Sáb Jun 26, 2010 2:36 pm

Cinco minutos, ese fue el tiempo que permanecí en la puerta del despacho. Debía entrar, pero otra cosa muy distinta era si quería entrar. No me gustaba lo que podía suceder una vez hiciera mi aparición, aunque tarde o temprano me iban a ver, y por la experiencia que tenia era mejor que fuese pronto.

Decidido a afrontar lo que sea que el destino me deparara, entre al cuarto sin tan siquiera llamar a la puerta, ya que en ese momento no me encontraba con ánimos de ser cortes. Al entrar vislumbre la figura de mi madre al lado de la ventana, la cual no me sorprendía que estuviera allí ya que fue quien dejo la nota, sin embargo al que no esperaba ver era mi padre, el cual permanecía con el semblante serio, sentado detrás de su escritorio.

-Pasa Will, es hora de que hablemos- dijo el cabeza de familia.

Sin decir nada, de hecho llevaba toda la mañana sin mencionar palabra, me senté en una de las sillas que estaban enfrente de la mesa. Fue entonces cuando mi madre se acerco desde detrás y deposito sobre el escritorio lo que parecía ser una bandeja tapada con un trapo. La curiosidad por averiguar de qué se trataba, aumento a grandes pasos.

-Va siendo hora de que entres en el negocio familiar, gracias al cual tenemos lo que tenemos- dijo mi padre mostrando una fina sonrisa, -mas tarde vendrá alguien muy especial para decirte cuáles son tus futuras labores, aunque antes supongo que quera ver si estas realmente preparado-

Esas palabras hicieron que clavara la vista en el trapo, tratando de descifrar que era lo que allí se encontraba, aunque por las dimensiones de la bandeja suponía que era algo grande. Lentamente acerque la mano derecha y retire el trozo de tela pudiendo descubrir lo que allí se ocultaba, algo que nunca hubiera imaginado. Encima de una bandeja de plata, había un par de dagas, las cuales rondarían los treinta centímetros de longitud, junto a ellas también había un par de fundas con varios enganches que me permitirían sujetarlas a mi cintura. Realmente mis sospechas se estaban haciendo realidad.

Desde mi interior surgió una pequeña risa, la cual poco a poco fue en aumento hasta que mis padres lograron oírla, a lo que reaccionaron mirándome de forma un tanto extraña, yo por mi parte me limite a levantarme y recoger mi regalo.

-Finalmente tengo la llave para salir de aquí- pensé mientras me ataba las fundas a la cintura y enfundaba las dagas.

-¿No vas a hacer ninguna pregunta?- me pregunto mi madre reflejando un tono de preocupación.

-No vieja arpía, ya que por fin tengo los medios para mataros a todos- me limite a pensar de manera alegre.

Tenía la esperanza que esas dagas tuvieran algún tipo de poder especial al igual que lo tenían las armas de mi familia. Había visto como hermano usaba su lanza para emitir varios cortes a distancia. También como mi madre usaba una pequeña pistola para lanzar una especie de dardos de energía a los hombres, los cuales explotaban cuando el proyectil se adentraba en sus cuerpos. Luego estaba la espada de mi padre, la cual se envolvía de llamas y abrasaba todo aquello que tocaba. Solo debía de averiguar cuál era la función de las dagas y cuando lo supiera erradicaría todo signo de vida en esa casa ¿y después? Ya vería cual sería mi próximo movimiento, lo único que tenía claro es que lo haría libremente.

-Os he visto en acción a lo largo de estos dos últimos años, en especial a Thomas- dije dirigiéndome hacia la puerta, -su manejo con la lanza es increíble, ahora si me disculpáis creo que iré al servicio, no me gustaría hacer esperar a esa persona-

Sin decir nada más, salí rápidamente del cuarto, dejando a mis padres con unas caras de extrañeza y preocupación, estaba claro que esa no era la respuesta que esperaban.
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Mensaje por Invitado Sáb Jun 26, 2010 4:52 pm

El ruido que hacían los cascos de los caballos unido al incesante traqueteo de las ruedas había comenzado a taladrarme la cabeza de forma indiscriminada, combatía aquella pequeña molestia dejando pasar un poco de la brisa que corría fuera de aquel armatoste y con decenas de redondos dulces de colores, si no había contado mal, llevaba unos 15 lo que equivalía a un paseo de una media hora aproximadamente, quizás más.

Los que nos encontrábamos dentro del lujoso carruaje habíamos accedido sumirnos en un silencio colectivo solo roto por nuestros pensamientos y alguna que otra sonrisa discreta era lo único que decidimos compartir a lo largo de trayecto.

De modo que esta vez me toca contar contigo. –Siseé, recitando una de las partes de la carta que el Conde me había enviado. –Con la edad que tiene esa bola compacta y aún no sabe tratar con un islandés. –Sentencié dándole una patada al asiento que tenía delante, al lado de Derain, aunque quizás no lo había dicho en voz alta, era más que evidente lo molesta que había quedado ante la insinuación de ser una simple y llana segunda opción.

Su querida Coralie, ya le diría yo a donde podría irse la más cercana al Conde, cuando la viera por haberme hecho esa faena. Todo el mundo que me conocía bien sabía que odiaba todas las bobadas relacionadas con la burocracia, suficiente tenía ya manipulando al par de ineptos que conformaba el gobierno Danés y organizarlo todo de modo que él país siguiera prosperando a pesar de ser llevado en conjunto por un par de ineptos y una reina retrasada. Sin contar que, la idea de que el título de Aliado del Conde fuera heredado a los hijos me parecía simplemente estúpida.

Por eso odio a los padres. –Gruñí, fijando los ojos en las manoletinas negras que calzaba y en las medias a rayas negras y azules, frunciendo el ceño y apretando los labios hasta sentir que la sangre no llegaba a ellos. Una vez más el pensamiento de que aquella familia no iba a gustarme me abordó.

Los padres existían para malcriar a sus hijos. Esas dos entidades les debían aceptar, abrazarles, aliviarles, quedarse con su dolor y guardarse el suyo cuando les vieran partir, y sonreírles sin importarles en que se hubieran convertido, porque supuestamente para eso existía la familia, para comprender, aceptar y perdonar. Nunca para imponer y oponerse a los deseos o necesidades de sus supuestos seres queridos, y porque no era precisamente así les odiaba a casi todos los..."padres".

El silencio abrupto que se había hecho en aquel momento vino contradictoriamente como un zumbido a mis oídos seguido por un escalofrío que me caló por completo. La puerta se abrió tan repentinamente que no pude evitar sobresaltarme, sin darme cuenta había tomado la materia oscura y le asesté la punta de la sombrilla en su rostro.

¡Ríða! –Me salió del corazón. Aquel tipo me había alterado tanto, que no pude (ni quise) evitar recurrir al uso de mi lengua materna para mandarle a hacer cosas inapropiadas a quince generaciones de sus ancestros, durante los siguientes minutos, mientras veía convulsionar al akuma, el cual ahora mostraba un brazo con forma de tenaza. –Nana, por Dios, trágatelo. Es repugnante. –Solté, dándole una patada al akuma y saltando del carruaje, caminando hasta la puerta principal de la inmensa casa que se alzaba frente a mi, seguida por Derain y sus incesantes carcajadas. –¡Me alegra que alguien se divierta!

Con aire colérico, y daba gracias que nade pudiera ver mi expresión tras ese velo, caminé hasta la puerta principal pisando el suelo de tal manera que cualquiera que lo viera pudiera sospechar que intentaba romperlo. No habíamos terminado de llegar que alguien trajeado al más puro estilo de mayordomo británico nos había abierto paso.

Los amos les esperan en el segundo piso, síganme. –Nos dijo directamente, con una voz seca y monótona.

Cerró la puerta con fuerza una vez abordamos la entrada de aquella… mansión. Intenté no hacer otro de mis comentarios a cerca de lo mucho que estaba en contra de la ostentación, sin embargo todo aquel mobiliario aparatoso que cargaba hasta el extremo decía mucho de aquella familia, lo suficiente para reafirmar mis sospechas.

Recuérdame la próxima vez que nos pidan un favor de este tipo que me niegue en rotundo. –Le susurré a Derain, mirando con desagrado un caro jarrón Ming, que desentonaba con el resto de adornos que decoraban la entrada. –Y además no tienen ni idea de decoración de interiores.

El akuma de nivel tres suspiró y se limitó a encogerse de hombros. Él si pareció acceder a los movimientos robóticos de su compañero al cual llamaría, “El mayordomo akuma Australiano”, pues comenzó a caminar en dirección a las escaleras que nos llevarían al segundo piso. Seguí sin moverme hasta que sentí a Nana trepar por mi brazo y subir hasta mi cabeza, donde pareció fundirse con mi pelo tiñéndolo de negro, una vez más, sus orbes colgaron de mis lóbulos, como si fueran dos rubíes.

Sabía extraño. –Fue lo único que dijo la akuma cobarde antes de soltar unas tímidas risas.

Tras sus palabras nos encaminamos finalmente hasta la habitación que usaba el cabeza de familia de los Marto, durante el trayecto (que se hacía interminable) me quité el velo para que un viento inexistente me refrescara, se lo tendí a Derain, intentando no mirar el mobiliario, nunca había visto un pasillo tan… adornado.

Fue con el sonido de una puerta cerrarse que nos detuvimos, un niño acaba de salir por una puerta. Era “el niño”, era alto, de cabellos rubios no pude vislumbrar el color de sus ojos por la penumbra que había en aquel maldito pasillo. Parecía delgado. ¿Le darían bien de comer?

Me crucé de brazos, ladeando levemente la cabeza, haciendo una señal a Derain para que se llevara al otro akuma, y que hiciera con él lo que deseara, cuando sus pasos se ahogaron por la distancia, me permití sonreír, mordiendo así el último caramelo que seguía aún de una pieza.

¿Pretendes huir, o esa solo es una segunda opción? –Pregunté chasqueando con la lengua, todo aquel lugar me agobiaba.
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Mensaje por Invitado Dom Jun 27, 2010 2:08 pm

Empecé a caminar. Con el tiempo que habíamos pasado dentro de la posada de Albert, la marea de gente por las calles fue amainando. Ya no era una avalancha, si bien miles de grupos aglomerados en torno a sí mismos moviéndose con menos energía y más paciencia. La mayoría hablaba entre sí, o fijaban su atención en los humildes puestos donde se vendía mercancía necesaria para el día a día. Nadie se fijó en mí hasta que de la nada aparecí marchando a paso lento en frente de sus narices. Como un imán, todas las cabezas se fueron volviendo para verme, con muecas extrañadas, curiosas y por demás llenas de admiración. No hacía falta verles el contraluz de sus ojos para saber en qué pensaban ¿Qué hacía en ese lugar una criatura tan delicada como aquella?, ¿será una extranjera en tierra extraña?, esos ojos no son de aquí, y la blancura de su piel menos. Quizá los chiquillos no bromeaban mucho cuando me asemejaron con una diosa.

Sin embargo, yo sonreí para mis adentros cuando poco a poco dejaban de mirarme el rostro, y se centraban en algo aún más llamativo: mi uniforme de exorcista. La gabardina que siempre me cubría los hombros, y hacía por demás efectista el movimiento de mi cuerpo con cada paso se había quedado con los buscadores, Albert y el pequeño Jeremy allá a donde estaban. Ahora solo tenía el abrigo de casi corte militar y la clara insignia de la Orden expuesta sobre mi pecho como un trofeo que se luce con orgullo y se pasea, tal como hacía en esos instantes. Las largas botas militares, la pegada licra negra que se ceñía a mis muslos y que secundaba la falda que me llegaba por encima de las rodillas, eran tan negras como la parte de arriba, contrastando a un nivel superior con la luz brillante del día y todo lo que resplandecía en claros tonos.

Pronto empezaron a elevarse los murmullos en torno a mí. En menos de cinco minutos para ellos fui militar, soldado, espía, política, o una opositora del gobierno. Pocos que lograban ver la cruz que discretamente colgaba como un pendiente de mi lóbulo izquierdo comentaron la incertidumbre que si el Vaticano ahora tenía soldados a su disposición para impartir la religión a diestra y siniestra. Oculté mis ojos bajo la sombra de mi flequillo y esbocé una casi imperceptible sonrisa. Empezaban a seguirme los pasos por detrás silenciosamente.

Yo seguía caminando sin algún rumbo en específico, al parecer. En mi mano tracé la señal del espejo humeante produciendo que se abriera a mis ojos un abanico de colores chillones, retorcidos por la inquieta curiosidad de todas las personas a las que veía y dejaba atrás, así como el tétrico contraste de las siluetas completamente negras, neutras, que iban en la misma dirección que yo e intentaban por todos los medios de evitar que fuese evidente que la mayor parte del tiempo posaban sus ojos encima de mí.

Ya no me parecía tan mala la tierra de Sídney, ahora que el calor remitía en mi cuerpo tras haberme liberado de la pesada tela que usualmente me cubría los antebrazos. Las casas amoldadas una al lado de la otra en estricto orden eran de aspecto gracioso, con colores vivos y limpios. Blanco, crema, amarillo. Con sus tejados rojos aparentaban las moradas de las brujas en los cuentos de niños. Casi surrealista. Mis pasos en las calles más solitarias resonaban constantemente. Con los tacones de las botas que llevaba puestas marcando el paso en una marcha con rumbo desconocido.

Toc, toc, toc.

El cielo era amplio. Se abría por encima de la ciudad tal cual como era: sin fronteras. Las aves volaban en él libremente mientras el viento se hacía presente meciéndolas allá arriba, aunque con mezquindad se negase a bajar hasta la tierra para además poder acunar a los que con desesperación clamaban por él. Había un horizonte enigmático más adelante, y de pronto me vi pensando la distraída idea de que las puestas de sol allí debían de ser un espectáculo imperdible. Albtraum elevaba minúsculos chasquidos mientras me movía con cadencia, la cadena de mi acérrimo en batalla al descubierto por detrás de mí, haciendo una curvatura hacia abajo. Veía el reflejo tímido que ocasionaba el metal contra el sol a mis lados, proyectados como manchitas amarillas tenuemente difuminadas contra la madera y el metal.

Soy la magia, soy la luz,
un instante de eternidad,
la puerta abierta al más allá,
si duermes me verás.


El tono solitario de mi voz queda resonó en medio del silencio que había en esa tierra que ahora estaba pisando, donde sólo soplaba el viento moviendo la tierra, pasando por encima de las casas solitarias y empobrecidas, derruidas que se encontraban a mi alrededor. Tablas sueltas se mecían produciendo inexistentes chirridos azotándose contra las paredes decrépitas de la madera descompuesta.

Yo caminaba con un movimiento danzarín impulsando mi cuerpo, y al compás de mis pasos también se movían todas esas personas que ahora yacían detrás de mí con aspecto lúgubre y piel cetrina. Las cabezas bajas ocultando ojos vacíos y expresiones autómatas. Lo único que parecía palpitar en ellos era a veces la carne falsa pulsando un escape para ese disfraz. Un movimiento bamboleante de esos tonos grises y muertos en sus colores quisieron decirme que aún siendo engranajes a duras penas recién nacidos, se mostraban anonadados de que después de tanto tiempo, tantos kilómetros recorridos, no me limitase siquiera a mirarles por encima de mi hombro para comprender cuántos de ellos eran.

Si has llegado hasta aquí,
cuídate de morir sin antes dejar,
terminados todos tus sueños
la vida es para luchar.



Mis labios se movían pronunciando palabras melodiosas, dejando entrever una sonrisa divertida y segura aún más marcada que todas las anteriores, mientras mis ojos eran un misterio. De pronto me detuve, al frente de una valla de madera rota y destartalada que recorría una distancia descomunal, cercando los límites de ese barrio desierto con el horizonte indómito que yo había sospechado que en verdad existía. Lo hacía.

Si has llegado hasta aquí,
cuídate de morir sin antes dejar,
terminados todos tus sueños
la vida es para luchar.

Allí murió mi canto. Ladeé la cabeza, solté una risilla traviesa y por fin, después de tantos minutos silenciosos en procesión, me di media vuelta y les di la cara. Eran muchos, mirándome con expresión neutra pero de alguna extraña manera ansiosa. Los brazos les pendían laxos al lado de sus costados y los pies yacían plantados sobre el suelo, inamovibles.

Ahora, muéstrenle a la señorita exorcista de lo que son capaces de hacer.

La carne pulsante se retorció al unísono, se contrajo, y dejó al descubierto monstruos de dimensiones desproporcionales que como globos tétricos adornaron los cielos de Sídney mirándome con fijeza.

Eso es. No hay lástima señores Akuma. Tanto trabajo de hacerlos nacer, retoños del mal, para que al final terminen justamente aquí frente a mí, a punto de ser mancillados hasta la muerte—la sonrisa se ladeó, y con sorna los miré desafiante. Nadie sabría en qué momento fue, pero ya en mis manos estaba Albtraum vibrando como una bestia excitada por la creciente cacería— vamos a jugar un rato~ les prometo que sus vidas tendrán un sentido después de esto. Más al menos de lo que podrían tener permaneciendo con vida sobre la tierra.

Todos los cañones me apuntaron.

Yo salté, me ensañé encima de uno de esos balones de fútbol mal fabricados y también les devolví la mira con mis propias armas.

Auf geth’s!



Off: Ésta es la canción que cantaba Illya, en medio del silencio de sus propios pasos y los de sus inesperados acompañantes.
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Mensaje por Invitado Dom Jun 27, 2010 5:26 pm

Todo el plan que había ideado en el momento que me fueron otorgadas esas dos armas, desapareció al aparecer ante mí una joven a la que no había visto nunca, por lo que supuse que se trataría de aquella que vendría en mi busca. Ahora debía de pensar rápido en que hacer. Una posibilidad era la de escuchar que era lo que debía de hacer con esas armas, ya que lo poco que sabia hasta ese momento era que debería de matar a otras personas, las cuales seguramente se lo merecían, tal vez después de escucharla podría decidir si matarlos a todos y largarme o matarlos a todos y quedarme para continuar el trabajo sin ataduras.

-Supongo que tu eres la que me explicara cuales serán mis obligaciones- dije mirando fijamente a la recién llegada, -no eres como esos estúpidos sirvientes sin alma, tu pareces distinta-

Mientras decía esas últimas palabras me limite a pasar al lado de la joven, manteniendo la vista al frente, una vez que estuve a un metro de su espalda gire la cabeza para contemplar su figura desde atrás. No parecía ser alguien muy fuerte en apariencia, sin embargo mi intuición me decía que tenía más poder del que las apariencias mostraban.

-Will-

Otra persona entro en escena. Mi querido hermano no podía haber sido más inoportuno, ya que si tenía una ligera posibilidad de salir de allí, esta acababa de ser tirada por la ventana. Thomas había salido de uno de los pasillos laterales, los cuales conducían a las habitaciones de la familia. En su espalda portaba su tan apreciada lanza, lo que me hacía suponer que se preparaba para marcharse en busca de su objetivo.

-Veo que te dieron tus dagas- dijo mirando las armas que llevaba en la cintura, -y supongo que ahora te pondrán al corriente, bueno será mejor que hablemos luego que no quiero interrumpirte-

-Debemos hacer algo, antes de que nos descubran-

Otra voz entro en escena. En esta ocasión se trataba de mi padre, el cual había abierto la puerta de forma enérgica, para después detenerse al ver tal concentración de gente en tan poco espacio. La cara que al principio reflejaba preocupación, ahora era otra en la que se podía ver el desconcierto.

-Supongo que usted será la persona que esperábamos- dijo el cabeza de familia mirando a la joven, -mi nombre es John y soy el padre de esos dos que ve allí parados- dijo señalando hacia donde nos encontrábamos Thomas y yo, -me temo que he recibido una llamada un tanto desafortunada, por lo que no puedo asistir a la reunión, pero usted puede contarle todo acerca del conde a mi hijo en mi despacho- dijo señalando la habitación de la que acababa de salir, -Thomas muévete, necesito que vayas a la ciudad y te lleves a dos niveles 2, por lo visto hay una exorcistas en la ciudad, ya te ocuparas de tu objetivo en otra ocasión-

-Exorcistas- esa palabra retumbo en mi mente, -Niveles 2- otra de las cosas que suponía que aprendería en breve.

-No quiero que te vea, limítate a observarla y comprobar cuál es su grado de fuerza, cuando lo sepas quiero que vengas y me digas todo sobre ella-

-Está bien padre, volveré enseguida- dijo mi hermano alejándose hacia las escaleras.

No sabía realmente lo que estaba ocurriendo, sin embargo la aparición de la mencionada exorcista había logrado poner nervioso a mi padre, cosa que nunca había sucedido hasta ahora, eso hacía que me preguntara si esa persona era fuerte y qué papel jugaba en el trabajo familiar.

En eso mi madre también salió del despacho, reflejando una cara de preocupación. De los tres era la que se le veía más inquieta, algo que aumentaba mas mi ansias por saber más acerca de quién era esa persona misteriosa.

-Hola joven, mi nombre es Emily y soy la madre de Will- dijo mirando a la chica, -querido, será mejor que vayamos a prepararlo todo por si vienen a por nosotros-

Las palabras de mi madre fueron seguidas por una afirmación con la cabeza de mi padre y de un “si nos disculpas” para después bajar las escaleras hacia la primera planta. Por lo que parecía el día iba a ser mejor de lo que esperaba cuando me levante, y era probable que aun se pusiera más interesante todavía.

-¿Y bien?- dije apoyándome contra la pared, -¿tú sabes quiénes son esos exorcistas?- pregunte mirando a la joven, esperando ver su reacción.
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Mensaje por Invitado Miér Jun 30, 2010 1:49 pm

En un par de segundos había aparecido el resto de la familia. Muchos, demasiados nombres que si debía ser sincera no me acordaría de ellos hasta que pudieran ser útiles. La manera en la que se movían nerviosamente provocó en mi una enorme e irónica sonrisa. Tan solo un exorcista y ya temblaban.

¿Qué clase de “fieles” aliados tenía el Conde se ponían tan nerviosos por un solo exorcista?

Me cruce de brazos observando en silencio como el último de aquellos tres individuos desaparecía, el hecho de que hubieran sido descubiertos no era más que por sus estúpidos movimientos tan poco discretos.

Ja, sé que son los exorcistas. Es más, por ellos es por lo que la gente como yo existe, al menos es una de las razones principales. –Respondí sin borrar aún mi sonrisa.

La idea de que hubiera un exorcista en aquella maldita ciudad calurosa era lo más emocionante que podría haber ocurrido, no estaba emocionada en hacer de mensajera y tener que explicar a aquel niño todo lo que debería haber aprendido ya. No era bueno tener explotando a alguien sin que supiera el por qué de tanto esfuerzo. Toda la familia me había causado una impresión mala, obviamente, a excepción de aquel niño, Will. Era evidente el odio e ira contenida que parecía profesar por aquellos que eran sus tutores legales, parecía calculador incluso inteligente, con un poco de la impulsividad mal disimulada de los adolescentes. Una combinación original e interesante.

Quizás a ti no te mate. –Dije abiertamente, mientras le hacía una señal para que me siguiera. –No me gustan los espacios cerrados y si quieres que te responda a todas tus preguntas, vas a tener que seguirme, no me gustaría tener que arrastrarte conmigo.

Di un par de pasos alejándome de la puerta por la que habían salido los padres del niño, no me interesaba pasar más tiempo encerrada en aquella mansión o aceptar las sutiles sugerencias que aquel hombre me había dado. Por el rabillo del ojo pude captar un movimiento casi fugaz, perteneciente a Derain, el cual había vuelto a aparecer en escena, relamiéndose los labios de modo que ninguna mota de aquel líquido oscuro le manchara por más tiempo el rostro.

Derain también ha comido. –Susurró Nana, sin moverse del lugar donde se encontraba, sus orbes de color rubí que eran improvisados pendientes se movieron como si hubieran sido mecidos por una brisa inexistente, para enfocarse en la figura de su compañero, el cual parecía haberse divertido con todos los miembros del servicio, fueran humanos o akuma, que se había encontrado durante su paseo de reconocimiento por aquella mansión.

Si aceptas tu puesto, te verás inmerso en algo que en rasgos generales podría decir que es una guerra. En la cual se lucha por la destrucción o salvación de la humanidad tal cual la conocemos. –Dije finalmente, mientras llevaba las manos a los enganches que sujetaban el faldón del vestido a la parte superior de este, desmontándolos. –Los exorcistas, son apóstoles de Dios, son compatibles con una sustancia divina llamada Inocencia, forman parte de una organización del vaticano conocida como Orden oscura, luchan para frustrar los planes de mi jefe, el Conde Mileranio, destruyendo las máquinas que conforman su ejercito y poniendo a salvo la inocencia. Los reconocerás porque sobre sus uniformes portan un símbolo, normalmente sobre su pecho, que les distingue como portadores de inocencia y soldados de Dios o el vaticano. –Solté una pequeña carcajada de triunfo cuando conseguí soltarme la falda y así dejar visible el pantalón negro que llevaba arremangado hasta las rodillas, la lancé sin problema alguno en dirección a Derain, para luego colocarme bien la prenda que había llevado debajo. –Por supuesto, ahora cabe la posibilidad de que te preguntes que es la inocencia, el Conde Milenario, y las máquinas. Puedo explicártelo todo encantada. –Comenté mientras sacaba del bolsillo dos dulces de color verde, una se la lancé al niño, sin esperar a ver si la tomaba o no, y la otra por supuesto fue a parar a mi boca. –Claro está que hay una condición, y es saber hasta cuanto quieres saber. Tienes esas dagas en tu poder. ¿Pero las quieres? No veo que tengas futuro con tus padres, al contrario que tu hermano pareces pensar por ti mismo.
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Mensaje por Invitado Miér Jun 30, 2010 9:04 pm

Bueno, no estaba mal.

Aquella tierra baldía, tan desconocida para mí como yo lo era en ella, empezaba inevitablemente a ennegrecerse bajo el tinte de la oscura sangre que salpicaban los Akumas antes de estallar, como si alguien hubiese derramado de pronto por accidente un frasco de tinta sobre una hoja en blanco a punto de ser escrita. El rastro de que allí pudo haber algo se manchaba, e incluso las grietas que ocasionaban sus balas en el suelo eran borradas a medida que avanzaba la marea líquida.

Apestaba. Más de una vez contuve la respiración y arrugué graciosamente la nariz en un intento vano por deshacerme de esa hediondez que además era tóxico.

Por eso prefería lanzarme a los aires, por más descabellado que suene. En lo alto del cielo todo era más claro, fresco. La altura me hacía ver cualquier clase de reto como lo que en realidad era: una nimiedad. Podía contra todos ellos, lo sabía, y la certeza de ello era lo que me hacía en ese momento invencible para esos niveles uno que quedaban erradicados bajo el poder de mis Lacrime. Cada detonación me hacía hervir la sangre, y extrañamente, Albtraum también parecía rugir. Era la primera vez desde que recuperé parte de mis recuerdos que se comportaba de esa forma. Mis disparos eran más certeros, las Lacrime poderosas, así como las explosiones que le precedían sonaban con mayor estrépito y causaban mucho más daño del que antes.

Debo de estar causando una gran conmoción. Incluso desde aquí arriba puedo escuchar los gritos de las personas que seguramente deben de estar señalándonos, pensé para mis adentros mientras observaba por el rabillo del ojo como una gran congregación de puntitos negros se quedaba inmóvil allá abajo.

Era divertido saltar de un Akuma tras otro. Descendía, subía, e incluso avanzaba metros enteros con un solo brinco que daba atareada en la faena de exterminio.

Estaba haciendo mucho escándalo, y eso estaba bien.

Nee, nee, ¿de verdad puedo comérmela?

Alguien a mis espaldas había hablado. Cuando me di la vuelta encima de otra de mis víctimas, dos Akumas más avanzados se encontraban mirándome con aspecto cauto, pero a la vez alegre. Uno al lado del otro. Fruncí ligeramente el ceño al verlos, denotando el desagrado que tenía de encontrármelos justamente en ese momento.

¿Hace falta repetírtelo de nuevo, tonto? —cuestionó el otro con una voz peculiarmente femenina… Arara~ era la primera vez que veía a una Akuma nivel dos en acción.—No puedes comértela, más bien debes hacerlo. Recuérdalo, así son las cosas.

Suenan tan seguros que comienzo a asustarme, señores Akuma —intervine con un tono no muy entusiasmado, mirándolos apenas— nunca me imaginé que seres como ustedes pudiesen trabajar en pareja o grupos. Es una verdadera sorpresa, la verdad. Ahora díganme, ¿quién los ha enviado? —Dejé traslucir una pequeña sonrisa irónica— Dudo mucho que a estas alturas de su etapa evolutiva puedan haber dado tan pronto conmigo por su propia cuenta.

¿Qué has dicho, exorcista? —siseó la Akuma, y su tono me recordó al de cualquier chica chillona e histérica indignada— solo con tales palabras ya mereces que destrocemos tu cadáver hasta que esa linda carita de niñita angelical se convierta en una masa irreconocible.

Un amago de risa salió desde lo más profundo de mi garganta.

Hee~ vaya, pero si los he ofendido —¿me estaba divirtiendo? Usualmente no me nacía tomarles el pelo a los Akuma, pero quizá la diferencia de números me estaba de alguna manera impresionando— es mejor que sepan que de todas formas, no voy a disculparme.

No lo hice, de hecho. Más bien salté al vacío, para el burdo asombro de ellos. La minúscula cantidad de Akumas que había dejado con vida me servían convenientemente para descender de saltito en saltito hasta llegar sana y salva al suelo, aterrizando con una de esas piruetas que me encanta hacer en el aire. Cada uno iba explotando según los iba dejando, puesto que sin olvidarlos, les disparaba hacia arriba como una señal de despedida.

Pronto los niveles dos me siguieron los pasos, habiendo reaccionado por fin.

Uno de ellos se parecía a una abeja, y sus alas hacían que volara irremediablemente en zigzag aún descendiendo hacia la tierra. Claro que ni en mil años luz las abejas tenían garras incluidas, ni mucho menos la capacidad de guardar tres aguijones a la vez en sus gruesas colas. Tampoco tenían en lo que podría ser su boca un cañón de largo alcance para disparar. Obra del Conde Milenario al fin y al cabo, que le encantaba distorsionar grotescamente la naturaleza.

Esperé paciente y quieta a que quedaran a mi frente. Sospeché que mi actitud hermética y esquiva les estaba irritando.

El otro parecía… ¿una almeja gigante? Era hasta ahora que se me pasaba por la cabeza la cuestión de cómo era posible que pudiese volar tan bien como la anterior, sin tener alas y ser una sencilla coraza viviente con ojos y boca ocultos en la oscuridad de su hueca cavidad, ¿levitación tal vez?, ¿hasta dónde llegaba la imaginación del Conde?

Que yo sepa no estamos jugando al pilla-pilla, niña bonita —puntualizó la Reina abeja como si hablara entre dientes mientras me fulminaba con la mirada.

Jejejejeje, pero así se hace más divertida la comida. Me gusta cuando corre —agregó el otro. Como sus palabras sonaban igual a como sería la voz de un sujeto de enormes cachetes, pensé que quizá era menos inteligente que la otra.— Además, jugando con ella hacemos más tiempo y así… eh… así podemos... ¿qué era?... ¡Se me olvidó qué iba a decir! ¡jajajajaja!

Ah, si. Es un tonto.

Sin avisar siquiera el inicio de la afrenta, comencé a dispararles. Me sorprendió la inmensa fluidez de mis detonaciones en ambos rifles, uno tras otro, simultáneamente.

¡Hey!

Los dos Akumas protestaron, e inmediatamente se dispersaron cada uno por su lado, habiéndoles explotado en el medio de sus corazas varias de mis Lacrime. gruñeron resentidos, por lo que supe que les había dolido de verdad.

¡Bueno!, ¿no iban a comerme, señores Akumas? Algo así me pareció que habían dicho en un principio —les tenté con una sonrisa cínica que simulé en el rostro. Sólo con ellos tal gesto chocante me salía de forma menos teatral.

En ese momento espabilaron. Los dos al mismo tiempo se abalanzaron contra mí.

Voy~

Yo les apunté con los brazos extendidos y en seguida los tuve en la mira.

Eran míos.
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Mensaje por Invitado Jue Jul 01, 2010 11:09 am

La forma con la que había reaccionado y más aun hablado tras el apresurado movimiento de mi familia, hizo que recibiera una grata impresión de aquella chica. Era evidente que no le gustaba ninguna de las personas que había conocido en ese breve espacio de tiempo y eso lo dejo claro con la amenaza de muerte que dejo caer, eso era algo que me beneficiaba enormemente, después de todo aun tenía la posibilidad de salir de ese lugar y lo haría utilizando la ayuda de la recién llegada y la intromisión del exorcista.

Me limite a escuchar todo lo que tenía que decir, permaneciendo un par de metros detrás de ella. El mensaje era bastante claro, había una guerra en marcha y los exorcistas eran nuestros enemigos. Eso suponía una interesante vida llena de luchas y rivalidades, algo a lo que estaba destinado, pero ante mi tenía la posibilidad de llevar esa vida como a mí me apeteciera.

-No tengo futuro con ellos porque ellos no tienen futuro en sí mismos- dije agarrando la bola que me había lanzado, -las dagas son armas ligeras y mortales, las cuales usare para degollar a todos aquellos que viven en este antro- era el momento de saber si la joven me ayudaría o por el contrario sería un obstáculo más para obtener mi libertad. –Es una buena historia, de la que puedo deducir que si sigo con esta vida me esperan enemigos a los que combatir, los cuales espero que sean dignos de tal lucha- tras esas palabras me lleve la esfera a la boca y una vez disfrutado de su sabor proseguí, -mi objetivo principal será el matar a todos los de aquí como ya he dicho, después tendré la posibilidad de elegir llevar la vida que yo desee, aunque en verdad suena tentador lo que me ofreces, siempre que no deba de soportar más tonterías por parte de gentuza ,tal y como llevo años haciéndolo- en ese instante divise la habitación de mis padres, -iré a recoger una cosa antes de continuar, a la vuelta me gustaría saber si me ayudaras a matarles y después a enfrentar a ese temible exorcista o si por el contrario decidirás delatar mis intenciones, aunque por lo que he podido comprobar eres alguien bastante inteligente, por lo que supongo que escogerás bien-

Una vez dichas esas últimas palabras, me limite a correr hacia la habitación ya mencionada, a la cual con la idea de lo que debía de hacer. Rápidamente me acerque hasta un cofre de plata que había encima de un mueble, en su interior estaban guardadas las joyas que mas apreciaba mi madre y por lo tanto las más valiosas. Con ellas tendría dinero suficiente ante la posibilidad de que finalmente esa chica no me ayudara y me tuviera que ver obligado a huir, con el pensamiento de volver en cuanto tuviera la oportunidad y terminar el trabajo. Saque una pequeña bolsa que llevaba en uno de los bolsillos del pantalón y tras abrirla, introduje las deferentes joyas. Collares, pendientes, anillos, pulseras, numerosas joyas de todo tipo de materiales, las cuales en conjunto estarían valoradas en una buena cantidad de dinero.

Al salir nuevamente al pasillo, pude escuchar la voz de mi padre en el primer piso. Parecía estar organizando algo ante la posible llegada del enemigo, lo que hacía más factible mi traición.

-Eso vosotros temer al de fuera y no os preocupéis por el de dentro, pronto estaréis bajo tierra y finalmente podre ser libre........después acabare con ese exorcista y todo su molesto grupo- pensé mientras dibujaba una amplia sonrisa en mi rostro.

No tarde en regresar hasta donde había dejado a la chica, llevando la bolsa atada a la cintura y preparado ante lo que me tuviera reservado por mis planes de carnicería familiar.
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Mensaje por Invitado Jue Jul 01, 2010 3:30 pm

Escuché atentamente las palabras del chico, el Conde había sido inteligente al querer mandar a alguien antes de que terminara por desquiciarse. Aunque con una familia como aquella no me extrañaba para nada la situación mental del chico luego de todo el estrés que habría sufrido por la constante explotación por parte de sus padres. Estaba claro que sus padres merecían un castigo, su hermano también, pero en grado diferente, no todas las torturas debían ser iguales.

¿Qué harás, Savne? –Preguntó en un murmullo Nana, moviendo sus rojas orbes colgado de los lóbulos de mis orejas, intentando captar algún movimiento que le hiciera saber donde se encontraba el niño. –Le ayudarás ¿verdad?

No tengo nada que perder, además el Conde no se merece una familia tan idiota como esta, el chico tiene potencial para ser un buen aliado. –Sentencié, guardando en secreto el resto de mis suposiciones, estaba claro que no podía dejar marchar a alguien con supuesta materia oscura en sus dagas sin saber sus reales intenciones. –Solo espero que nuestro señor sombrerero no se enfade.

Caminé un poco más, alejándome del lugar donde nos habíamos separado, guiada por la curiosidad del movimiento que habíamos percibido Nana y yo en una de las habitaciones a las cuales se podía entrar desde aquel pasillo. Las voces se escuchaban entrecortadas, y pertenecían por lo que pude entender a un par de niveles dos que estaban acatando las órdenes de la mujer, la madre. Al parecer preparaban una ruta de escape por si no podían hacer frente al enemigo. Hice una señal a Derain para que se acercara, pero fue Nana esta vez quien se dejó caer al suelo y se escurrió por debajo de la puerta.

La noto emocionada. –Comentó el nivel 3 con sorna cuando se escucharon varios sonidos que no eran nada más que un anuncio de reyerta seguido por un grito ahoga y un ruido de succión. –Creo que todo ha terminado. –Añadió cuando al cabo de unos poco segundos más salió el único nivel 2 con vida, el cual parecía haber accedido a cambiar de amo luego de ver la actuación seguramente visceral de Nana para acabar con uno de los suyos.

Ve con el Derain, necesito que tengáis bien vigilada a la madre, ella será la segunda. –Comenté sonriente, moviendo la mano con fuerza en dirección a la habitación por la cual habían salido, una orden muda de que dejaran de holgazanear y trabajaran.

¡Ya regresa! –Exclamó Nana, ahora aterrorizada, convirtiéndose una vez más en aquella masa oscura que trepó por mi cuerpo hasta esconderse de nuevo en mi pelo, tiñéndolo de negro. Sus ojos de nuevo se movían inquietos como si la simple presencia de aquel niño lograra infundirle un temor que jamás hubiera experimentado.

Exagerada~ –Canté alegremente, esbozando una sonrisa torcida al recién llegado. Ya había tomado mi decisión, no porque fuera solo la correcta si no porque también sería la más divertida. –Antes quería haberte dicho que podrás hacer las cosas a tu manera, nadie te dirá como realizar tus misiones, serán tuyas y por eso nadie tendrá derecho a decirte lo que debas hacer durante su transcurso, yo lo he hecho así hasta ahora y no he tenido ningún problema. –Dicho esto le di una palmadita en el hombro y seguí caminando con aire apresurado sacando otro caramelo del bolsillo. –Aún tengo muchas cosas que contarte. Pero lo haré mientras caminamos por la ciudad, tenemos que alcanzar a tu hermano y a esos niveles 2. Estoy segura que aunque sea poca, sientes curiosidad por ver a un exorcista en acción. –Dije finalmente esbozando una sonrisa. –Y nos ocuparemos de tu hermano, será divertido ver la cara de desesperación de tu padre cuando sepa que ya no tiene escapatoria luego de que todos los que haya a su alrededor hayan muerto. –Comenté más para mi que para el chico, estaba tan feliz en ese momento que creía que podría ponerme a cantar en cualquier momento. –Y lo mejor será ver la expresión que pondrá cuando sepa que le has destruido tú, su propio hijo.

Ladeé la cabeza para observar al chico, por un momento pensé en como reaccionaría el Conde cuando se enterara de todo aquello.

Pff, nunca me dijo que esto fuera una misión diplomática
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Mensaje por Invitado Jue Jul 01, 2010 10:37 pm

Aaah~ ya no te sientes tan segura de tus propias habilidades, ¿Eh, angelito? —me dijo con sorna la Reina abeja, y su voz fue tan molesta como el pitido que me aturdía en ese mismo instante los oídos.

Angelito, pensé y vocalicé en silencio con mis labios, no con una mirada muy alegre dirigida hacia la nivel dos que ya comenzaba realmente a fastidiarme.

Jejejejejeje —se rió la almeja, justo detrás de mí y apuntándome con uno de los tantos cañones que le sobresalían ahora de su oscura y misteriosa cavidad— Oye, ¿es aquí dónde termina todo? Quiero decir, ¿puedo comérmela ya?

Jadeaba, y un grueso hilo de sangre me corría desde la frente hasta la barbilla, cruzándose por mi ojo derecho e imposibilitándome la visión allí. Una película roja lo recubría, de modo que cuando intentaba abrir el párpado me encontraba con un extraño, deforme e inquietante mundo carmesí a mi frente. Estaba algo magullada, aunque no realmente grave, como hubiese sido en mis anteriores encuentros, cuando realmente me esforzaba por destruir a un solo nivel dos. Si sentía la capacidad ahora de lidiar con ellos, e incluso llevarles el ritmo. Lo conseguía. Más de lo que esperaba, y por eso estaba sorprendida de mí misma. ¿En qué momento todo se había vuelto más fácil?

Nosotros los humanos no podemos quedarnos estancados durante toda la vida en un solo escalón. Tarde o temprano tenemos que tomar la decisión de subir o bajar de allí, así sea sin que en realidad lo pensemos adecuadamente. Nuestra propia esencia nos obliga a irnos hacia el lado al cual más estamos inclinados.

Cerré los ojos, mi respiración desbocada se controló. El latido presuroso en mis sienes desapareció, e incluso la sangre que manaba de mis contadas heridas se redujo. Había usado en mí misma el símbolo del Uno Jaguar; el valor que ahora sentía inundaba hasta mi propio sistema que trabaja de forma más eficiente. La adrenalina empezaba a rebosarse de nuevo, pero esta vez en una corriente que podía ver y llevar sin ningún problema.

Miré al Akuma glotón significativamente. Luego esbocé una sonrisa demoledora.

No deberías, puedo causarte indigestión.

En seguida me puse en acción. Corrí hasta donde estaba él, que al ver ello soltó una risa descabellada que casi conseguía detenerme. Solo que esta vez estaba lo suficientemente concentrada como para no prestarle demasiada atención.

¿Vienes hacia mí?, ¿Vas a servirte en bandeja de plata? ¡Genial! ¿Eh?

Pero le pasé de largo e incluso la velocidad en mis piernas aumentó. Devoraba los pocos metros que me separaban del muro al cual la bestia le daba la espalda en ese momento, a unos centímetros de distancia, casi igual a un leopardo: extendiendo tanto como podía el largo de mis extremidades. Cuando llegué, tenía el impulso suficiente como para seguir, y eso mismo hice. Logré escalar y quedar separada del suelo por encima de las cabezas y más de mis adversarios. Me solté al vacío. Cuando empecé a crear en el aire un círculo elíptico partido por la mitad, suspendida casi en cámara lenta, fijé desde arriba la mira, y entonces, sin vacilación, le descargué un mar de Lacrime al Akuma-almeja que se asemejó a una lluvia de flechas iguales a las de las guerras romanas, que lo atravesaron desde arriba hasta abajo. El millón de golpeteos metálicos casi simultáneos hizo eco en todo el sitio, dejando un traqueteo que se extinguió hasta varios segundos después.

Un gemido apagado surgió del interior de la almeja empalada.

Due…le, duele mu-mucho…

Todas las Lacrime que le habían dado comenzaron a reaccionar con la materia oscura de su interior, iluminándose hasta que estallaron al mismo tiempo, estremeciendo la tierra cercana y creando una onda circular que se expandió hasta varios metros.

¡Idiota! —rugió la Reina Abeja con impotencia, aunque el tono de su voz había dejado también traslucir una pequeña nota de horror e incredulidad.

Es el destino inevitable de todos ustedes, al fin y al cabo.

Había estado detrás de ella, sólo que no se había dado cuenta. Cuando lo hizo, se volvió violentamente para darme la cara, devolviéndole yo una mirada fija y desapasionada.

¡Maldita angelita! ¡Te mataré! —bramó haciendo vibrar con su voz el aire, mientras sus alas comenzaban a moverse frenéticamente emitiendo un zumbido y lanzándose contra mí.

¿Angelita? No… yo no lo soy…

Mecánicamente volví a alzar a Albtraum a mi frente. Sin analizarlo mucho, había logrado captar en la Akuma un millón de huecos en su irracional ataque, de modo que frenarlo no me iba a costar.

Sin embargo, un choque en mis pensamientos, que se iban por sí solos hacia rincones desconocidos de mi interior, fue lo que me dejó repentinamente helada.

No lo soy…

Era… otra.

¡EXORCISTA!

Tan rápido como vino, el shock pasó. Me sobresalté con el grito de la nivel dos que ya estaba bastante cerca de mí, abriendo los ojos como plato. Mi cuerpo se movió por sí solo, antes de que uno de sus aguijones me desgarrara la mitad del cráneo. Salté con una voltereta hacia atrás. Cuando volví al suelo derrapé en la tierra suelta y me alejé tanto como pude. De nuevo volvía a jadear.

No eres más que una niña —bufó más tranquila, deteniéndose a mi frente, limitándose a mirarme.

Yo se la devolví, de nuevo con aquella expresión hermética y falta de emociones.

Quizá. Trataba de recordar qué era…

¿El qué?

Me quedé en silencio durante unos instantes, ¿qué estaba haciendo?, ¿en qué estaba pensando?

¿Te has vuelto loca acaso?

Aferré mis armas.

No tiene importancia.

Di un salto y me lancé de nuevo al ataque.


Última edición por Elipthi Khanon el Sáb Jul 10, 2010 10:13 pm, editado 1 vez
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