Alicia en el país sin Luna <No cierres los ojos>

“Son grandes los sueños, es maravilloso el renacer; pero, cuando el corazón de la luna no brille, no debes de la realidad desaparecer”


El interminable cielo daba lugar a la oscuridad, que volaba con peligro entre las grisáceas nubes que navegaban con lentitud. Ese día, la luna no se asomaba con timidez detrás del cielo cobalto, ni brillaba con intensidad mostrando todo su esplendor. Ese día, el cielo contenía estrellas, solo estrellas, que brillaban con misterio, dando lugar a un gran pasillo apagado.

La hermana de Alicia leía un grueso libro, relatado, no había diálogos ni ilustraciones, solo palabras que se perdían entre la mente de Alicia. Ella, con aburrimiento, contemplaba el vacío cielo, sin luna, sin ninguna magia que mirar.
Los ojos empezaron a pesarle, se oían extrañas voces murmurando palabras inaudibles, el cielo empezaba a desaparecerse, para dejar lugar a una realidad que solo Alicia podía ver.

Después de una intensa oscuridad, Alicia abrió lentamente los ojos, y vio que no estaba debajo del árbol, junto a su hermana, sino en un extenso bosque, tumbada entre la hierba. Su respiración era suave, solo los murmullos del viento eran los únicos integrantes de la silenciosa orquesta nocturna. Alicia se llevó la mano a la cabeza, ¿Dónde estaba? Era de noche, y el bosque, en estos momentos, era aterrador; la hierba se movía con lentitud junto al viento, y la sombra había invadido todo el lugar.
Recuerda- Pensó- Mi nombre es Alicia, tengo 12 años y estaba debajo de un árbol con…- La respiración de la rubia se paró en seco: Había olvidado con quién estaba- ¿Por qué lo he olvidado? ¿Con quién estaba? ¿Por qué no recuerdo cosas?

El sudor empezó a recorrer el pálido rostro de la joven, y su respiración se volvió agitada. Poco a poco, la chica se dio cuenta de su situación: El tiempo pasaba junto a sus recuerdos, por lo que lentamente, olvidaba sus recuerdos anteriores. La rubia emitió un sollozo, y se llevó las manos a la cara; no sabía qué hacer.

Los sollozos de la chica cesaron cuando oyó un crujido proveniente de los matorrales; de allí salió un simpático conejo con gorro y traje, que llevaba un reloj en una pata.

- Dios mío, Dios mío- Murmuraba el pequeño animal- ¡Qué tarde voy a llegar!
El conejo pasó por delante de Alicia, dejándola confusa, y desapareció entre los árboles.

Alicia, con curiosidad, siguió los pequeños pasos del conejo, que habían dejado huellas pequeñas de las patitas del simpático animal. El conejo recorrió varias partes del horroroso bosque; Alicia fue observando cada una de ellas:

Las hojas de los árboles eran blancas y negras, sus troncos estaban podridos y creaban rostros que recriminaban la presencia de la joven. El camino estaba compuesto por afiladas piedras con sus puntas llenas de sangre; Alicia consiguió salir de aquel camino, pero con las piernas llenas de horribles heridas.

El cielo era totalmente negro, no habían ni estrellas ni luna, solamente era negro como el vacío mismo. La brisa se convirtió en unas violentas ráfagas que arrancaron unos trozos de piel de Alicia, que quedaron atascados en las afiladas puntas de las anteriores piedras.
Alicia, herida y con lágrimas en los ojos, llegó a la madriguera del conejo, al que se atrevió a entrar.
- ¡Ah!- Gritó Alicia, al ver que no había suelo alguno bajo sus pies- ¡Ayuda!
El cuerpo casi intacto de Alicia caía al pozo, que ahora, en vez de ser horizontal, era levemente vertical. Alicia empezó a pensar:

Me llamo Alicia, tengo 12 años, y antes estaba en… He llegado a este horrible lugar, y no sé cómo salir. ¿Moriré? ¿Habrá antípodas debajo de este gran agujero?

Al final, después de un gran tiempo pensando, Alicia cayó con delicadeza sobre el suelo, y entró a un mundo de locuras, lleno de absurdas y lógicas paradojas que rondaban por la mente de la rubia. El conejo de antes había desaparecido, así que Alicia empezó a andar, hasta que vio una botella, en la que ponía: “BÉBEME”

Alicia lo dudó unos momentos; no estaba segura si era seguro o no beber aquel extraño líquido, pero se arriesgó, y lo tomó en manos. Acercó con lentitud la botella a sus temblorosos labios, que estaban llenos de miedo, pero, al final, aquella botella los tocó. El líquido viajó por la lengua de la joven, y esta abrió los ojos con horror: El líquido bebido era ácido.

La boca de la chica empezó a arder, y la sangre cayó con violencia al suelo, mientras Alicia, con lágrimas en los ojos, tocaba sus destrozados labios. Pasó un dedo por su labio inferior; estaba lleno de infecciones y heridas que se abrían poco a poco.

Vio una puerta delante suyo, que quiso abrir, pero no pudo; se dio cuenta de que la llave estaba a varios metros hacia arriba, en la gigante mesa.

Alicia se dio cuenta de una cosa: Todo aquel extraño mundo se había agrandado. Ahora, era una pequeña hormiga que no podía hablar. Quiso gritar; pero no pudo, sus labios se lo impedían. Anduvo horizontalmente, con las manos en la boca, hasta que Alicia se dio cuenta de que había algo delante suyo: Una tarta blanquecina y pura, jugosa y deliciosa, al parecer. En un letrero, con letras ensangrentadas, ponía: “CÓMEME”