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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

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Mensaje por Invitado Miér Mayo 23, 2012 5:19 am

¿Cual era el alimento preferido de los akumas? La respuesta era bien sencilla, los humanos. Una ciudad dominada por el miedo, en la cual las leyes las imponía un ser extremadamente poderoso, el cual era el encargado de dirigir todo lo que allí sucedía, los humanos claramente habían llegado a controlar esa ciudad, convenciendo a varios humanos de que lo mejor para ellos era obedecer sino querían ser devorados, como ya les pasara a muchos otros. Aquel callejón sin duda era el salón principal en el cual se celebraban los grandes banquetes, en los que el plato principal era el humano indefenso y aterrorizado. Los desperdicios, las bolsas, la sangre, todo hacia indicar que aquellos que se mantenían bajo las ordenes de aquel contrabandista, disfrutaban allí de sus regalos.

Cuando salió Yuan con forma de akuma, yo me encontraba distraído con otro asunto, lo que le permitió escapar y camuflarse para no ser detectado por el chico y su topo. Asad se encontraba escondido entre los restos de las maquinas destrozadas, algo que hizo bajo mi mandato, mientras que yo mantenía la mirada fija en otro enemigo, uno que se me había escapado en el bar y que no estaba dispuesto a volver a dejar escapar.

Un nivel 2 se mantenía sujeto a una de las paredes que nos rodeaban, a unos cuatro metros sobre el suelo. Era delgado como un palo, con extremidades largas y afiladas, de hecho su cuerpo le permitía rajar rodo aquello que lo tocara en un determinado ángulo, ya que su cuerpo a pesar de esa complexión, terminaba en filo. Sus largos brazos y finos dedos, se encontraban clavados al muro de ladrillo, observando con detenimiento cual seria mi próximo movimiento.

Ese enemigo no se encontraba entre los que nos habían atacado, no, él acababa de llegar guiado por las explosiones, y en esta ocasión su objetivo no eran simples humanos, lo era yo.

Levanto el brazo izquierdo apuntando hacia donde nos encontrábamos, y de pronto una luz purpura comenzó a concentrarse en la palma de su mano, era obvio lo que pretendía. Lanzo su rayo pero no nos alcanzó ni a Asad ni a mi, el de ropas color crema se encontraba protegido por la chatarra, mientras que yo me coloque debajo del sujeto tan rápido como pude, para después dar un salto en vertical y tratar de partirlo por la mitad, sin embargo la maquina antes de recibir el corte había saltado a la otra pared. Como era obvio le imite y salte hacia la otra pared, y el akuma respondió saltando a la contraria, después de dos saltos mas por parte de ambos, nos encontrábamos suspendidos en el aire, con el akuma tratando de acertarme con su rayo justo cuando mi inocencia dorada fue lanzada hacia él, partiéndolo por la mitad y terminando a si con su existencia.

Al caer al suelo recogí mi arma y me dispuse a busca nuevas victimas, sin embargo no lograba divisar alguna nueva, únicamente a las que ya estaban destrozadas. Fue entonces cuando vi al chico, el cual acababa de regresar al callejón, junto a su rata, no pude evitar acercarme a él, no para preocuparme de su estado, sino para saber que había estado haciendo hasta ese momento.

-¿A cuantos has matado? Espero que a unos cuantos- si la respuesta era bien diferente el golpe en la cabeza estaba mas que asegurado. –Lo cierto es que debemos de darle las gracias a tu amigo, sin él no hubiera podido exterminar a tantos- mientras me reía Asad intervino para tratar de suavizar las cosas.

-General, hemos eliminado a una gran cantidad, pero algo me dice que en esta ciudad quedan muchos mas, deberíamos de seguir investigando el paradero de nuestro objetivo- cierto, me había desviado un poco de lo principal, cazar a ese contrabandista, y era hora de seguir buscando.
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El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái  - Página 2 Empty Re: El loco, el pálido y el contrabandista, caos en Shanghái

Mensaje por Faith E. Wippler Dom Mayo 27, 2012 11:54 pm

Me limpié con mi antebrazo los restos de vómito de mi boca y se erguí con cierta debilidad. Sentía mi respirar alterado, como si me costara hacerlo, pero realmente no le atribuí a nada importante. Lo que valía toda mi atención era el callejón –o mejor dicho, el cementerio de máquinas– y más concretamente donde estaba el general. No pude distinguir muy bien lo que sea que estaba en una de las paredes y aunque lo intenté, la mirada me temblaba y no encontraba como enfocarla, pero por lógica debía ser un Akuma. De no ser porque aún no me recuperaba completamente de la conmoción, seguramente me hubiera asustado al ver a algo tan mortífero cerca de mí; pero simplemente no pude sentir miedo. Sentía una fría indiferencia que me hacía daño.

Cuando terminó por destruir a la máquina blanca, el viento que produjo la explosión me golpeó sin violencia y me ayudó a despejarme un poco más, haciendo que mi malestar y mareo disminuyera paulatinamente.

¿A cuántos has matado? Espero que a unos cuantos —me sobresalté al escucharlo y al voltear a verlo, noté que estaba junto a mí. ¿Cuándo vino hacia mí? No podía haber estado tan distraído como para no notarlo— Lo cierto es que debemos de darle las gracias a tu amigo, sin él no hubiera podido exterminar a tantos —ante la mención de Yuan y su risa, volví a sentir ese desagradable revoltijo de sentimientos negativos dentro de mí, causando que el malestar que sentía se manifestara en mi rostro junto con una mirada por lo demás ácida y muy malhumorada.

No me hables de él… —musité arrastrando las palabras y sintiendo un tirón en mi pantalón. Al mirar hacia abajo, noté que Taz inútilmente intentaba escalar como gato, pero no lográndolo como era obvio pensarlo.

General, hemos eliminado a una gran cantidad, pero algo me dice que en esta ciudad quedan muchos más, deberíamos de seguir investigando el paradero de nuestro objetivo —habló esta vez Asad, haciéndome caer en la realidad, aunque no logrando quitarme la cara de malas pulgas.

Tenía mucho sentido. Si Yuan era uno y era precisamente de la última persona que me lo hubiera esperado, ahora no podía ver a nadie sin creer que de repente me iba a atacar por la espalda con esas balas venenosas o algo así. Ahora me sentía peor que en Tanganica; era como haber entrado a una ciudad infestada de esa temible plaga.

Me agaché rápidamente (arrepintiéndome por ello, pues volví a marearme) y mientras tomaba a Taz con una mano y usaba como soporte el pico, escuché unos gemidos desde la habitación que hacía poco había abandonado, recordando el hecho que había personas adentro que parecían ser realmente humanos. Acomodé a Taz en mi cabeza y volteé a ver a ambos, dudando un poco de las palabras que iba a usar, puesto que realmente no estoy seguro si los que quedaban dentro eran humanos o esto era simplemente otra trampa.

Adentro… hay humanos. O eso creo —les dije irguiéndome nuevamente, pero no atreviéndome a encaminarme nuevamente allí.

Asad me miró y luego miró la puerta (ahora destruida) por la que anteriormente Yuan me había guiado. Al notar mi vacilación, él fue el primero en ingresar y con cierta inseguridad, lo seguí a paso lento. Además del desorden que había causado Yu… el monstruo al huir y los cadáveres de los dos centinelas, todo parecía en su lugar y gracias al viento que entraba, el vicioso aroma estaba mucho menos presente, siendo apenas una esencia ahora y volviendo mucho más soportable el estar allí dentro.

Tal y como lo había pensado, los tres hombres que antes habían estado allí en pose imponente intentando amenazarme para que nosotros nos marcháramos de la ciudad, ahora se encontraban en el suelo con un aspecto lamentable. El que había hablado conmigo estaba con la mirada perdida y el cuerpo tembloroso, mientras que sus dos guardaespaldas o lo que sea que fueran estaban completamente shockeados y uno de ellos estaba sollozando, demasiado asustado como para poder notar nuevas presencias humanas. Veía los cuerpos de los chinos muertos mientras dejaba que las lágrimas cayeran por sus ojos; quizás eran amigos o algo así.

Junto con los sollozos de aquel hombre, pronto oí un susurro y rápidamente noté que se trataba del hombre de largos bigotes, mas al entender qué decía sentí como una patada en el estómago que me hizo fruncir el ceño y apretar los dientes en enojo.

Yuan… Yuan… —repetía, viendo la puerta por donde el Akuma había abandonado la habitación— Wǒ de érzi... Wǒ de érzi... —musitaba como mantra una y otra vez, aumentando mi irritación cada vez que esa maldita palabra, cuyo significado sólo podía intuir, llegaba a mis oídos.

Zhǔxí xiānshēng, nǐ hái hǎo ma? Tā shānghàile nǐ ma? —Asad hablaba con él, agachándose para tomarlo por los hombros y sacudirlo un poco. Pero aunque el hombre guiaba su mirada hacia él, no parecía realmente verlo.

Dejé al buscador con aquel hombre y me dediqué a ver aquella habitación tan sencilla ahora que no me resultaba horriblemente mareante el estar aquí. Había unos hermosos tapetes muy parecidos a los que había visto en donde nos íbamos a alojar (también con finos hilados de oro que brillaban con la tenue luz de la llama de unas velas) y sólo un jarrón, aunque también era similar a los que había en aquel lugar. Aquellos objetos me hacían sospechar; el callejón no se veía tan bien como para tener especias de esta calidad.

Sin embargo, pronto mi atención se desvió a otro objeto: un pequeño mueble de madera. Se encontraba al fondo de la habitación, a espaldas de aquel hombre, por lo que me acerqué con cuidado por si alguno decidía blandir nuevamente sus armas y atacarme, mas los tres parecían tan afectados por lo recién ocurrido que no se movieron de su lugar, dejándome el camino libre. Me acerqué hasta el mueble y vi dos puertitas que imitaban a una ventana. Tomé los pequeños pomos y abrí con cuidado, sorprendiéndome de lo que encontré allí.

Era una especie de altar. Era pequeño, pero muy bien cuidado. En el centro había un dibujo de una mujer muy parecida a todas las que ya había visto acá en este lugar, que le sonreía al pintor con algo parecido a dulzura. Había unas pocas flores que acompañaban al retrato y un dibujo hecho a pincelazos con tinta negra medio mal hecho reposaba allí también.

¿Quién sería esa mujer? Alguien importante para aquel hombre supongo, porque tenía este altar tan bonito para ella.

Mi… mi esposa —escuché repentinamente la voz de aquel hombre, asustándome un poco— Mi hermosa… Suyin —siguió con voz nostálgica, perdiéndose nuevamente en el vacío y aumentar sus temblores, pero ahora por los sollozos más que por miedo— P-Primero mi e-esposa… y a-ahora m-mi hijo —su voz estaba colmada de dolor, pero algo me hizo “click” y miré nuevamente el dibujo de la mujer y luego el dibujo de tinta negra.

El dibujo… no parece tener mucho tiempo pensé al ver que la tinta estaba completamente seca, pero el papel estaba en perfecto estado. Si la mujer hubiera muerto hace años, se vería rastros del tiempo; estaría añejo, pero estaba en muy buen estado. No podía tener más de un mes.

Abandoné mi puesto frente al altar y me acerqué hasta donde estaba él. Trastabillé antes de llegar a él, logrando que me mentalizara en nunca oler o comer algo con esta esencia otra vez que ya me produce asco, y lo miré lo más seriamente que pude.

¿Hace cuánto murió su esposa? —le pregunté, pero él parecía estar demasiado descompuesto para responderme— ¡Cuándo! —le espeté. Sé que no debí haberlo hecho, pero todo lo que había pasado también me había afectado a mí al punto de ponerme rabioso y más irascible de lo normal, especialmente por el malestar que sentía que me hacía sentir más enojado al darme cuenta de mi propia debilidad.

Finalmente alguien respondió, pero no fue él. Fue uno de los otros dos chinos, el que no yacía llorando por sus compañeros caídos.

Tres semanas… murió —me respondió con un muy mal inglés— Yuan triste, mucho… y luego… Yuan otra vez —me intentó explicar mientras tomaba a su compañero por los hombros, cargando con su peso, y recuperaba el arma con la que anteriormente me había amenazado; dos palos de madera unidos por una cadena.

No alcancé a procesar bien lo que intentaba decirme cuando sentí la urgencia de marcharme de allí. Sin ningún tipo de ceremonia me largué por la puerta, recargándome en la pared de afuera y dejando recargada allí mi herramienta. Me apreté el estómago y me cubrí la boca con mi otra mano, sintiendo un terrible malestar golpearme. Me sentía mareado y débil, pero no entendía por qué. Al quitarme la mano de la boca, noté que la punta de mis dedos (lo único descubierto gracias a los guantes que usaba) se encontraban enrojecidos a diferencia de la piel de mi antebrazo, la cual se mantenía cubierta gracias a mi capa. La sorpresa me llevó inmediatamente a la comprensión y me llevé la mano a mi cabeza, sintiendo mi cabello descubierto con Taz encima, pero sin la capucha y me toqué la cara, sintiéndola caliente.

Kulaani —maldije. Aunque el callejón tenía cierta protección del sol gracias a los tejados de las paredes que lo rodeaban, no era siquiera un buen filtrador, por lo que sin darme cuenta había estado expuesto demasiado tiempo al sol, sin mencionar ese estúpido olor que me mareó lo suficiente en lo que estuve allí dentro.

Quité a Taz de mi cabeza y lo puse sobre mi hombro, cubriéndome con el gorro rápidamente. Para mí era normal sentir calor, porque aunque la capa me tapaba casi entero, no era impenetrable para los rayos solares. Me había distraído tanto con los acontecimientos que no le tomé importancia a cuando dejé caer el gorro y seguí bajo el sol, sintiendo su calor y obviando el gradual ardor que sentía en mi piel.

Pero ya qué. Fue estupidez mía y tengo que pagarlo. Lo importante era que lo había entendido. El por qué el contrabandista mataba a tantas personas.

Quería crear un ejército de Akumas.

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Mensaje por Invitado Dom Jun 03, 2012 9:25 am

El novato había recibido un golpe tan gran que seguramente le costaría recuperarse en un par de días, lógico y normal dado lo recién vivido aunque en mi opinión debería de tener otro punto de vista distinto al que tenía.

Había permanecido en silencio ante su respuesta, limitándome a contemplar lo que hacía con detenimiento, de esa forma me quede quieto viendo como entraba y acosaba a esos humanos, los cuales se mantenían bajo las órdenes del akuma con aspecto de crio. No era la primera vez que veía algo parecido y menos aun en ese pueblo, aunque en las ocasiones anteriores casi siempre había sido debido a que los akumas usaban alguna habilidad en la gente que los rodeaba, o en las pocas como la que estábamos viviendo en las que el akuma los mantenía bajo su influencia usando el miedo y los sentimientos de aquellas personas que aun les querían.

En aquella ciudad habían muchos akumas, aunque mi opinión era distinta a la de Asad ya que pensaba que la mayoría había muerto en aquel callejón, debían de quedar varios que servían de alguna manera a los planes del objetivo principal, y según parecía Yuan se había unido al resto de sus compañeros. Debíamos de encontrar al cabecilla de todo.

Una vez escuchada toda la explicación (la cual me resulto más que obvia) me limite a seguir con la mirada al joven aprendiz, el cual parecía encontrarse en una encrucijada de sentimientos, aunque todos la tenían tarde o temprano.

Antes de que alguno de los presentes pudiera darse cuenta, había cogido por la ropa al mocoso y sin pensármelo dos veces lo lance hacia el fondo del callejón. Era la parte más sombreada debido a que la posición del sol aun no le afectaba directamente, y todo gracias al improvisado techo. Para desgracia del enano peliblanco, esa zona también era donde más manchas de sangre habían, y en donde se amontonaban las numerosa bolsas guardando los desperdicios que las maquinas no habían querido.

-¡Espabila! Te lo dije en Turquía y ahora aquí, no te lo pienso repetir en otra ocasión. ¿Por qué llevo este uniforme? ¿Por qué los exorcistas siempre están alerta y no se fían ni de su propia sombra? ¿Por qué debes estar alerta en todo momento y no dejarte llevar por tus estúpidos sentimientos?- mi tono de voz era claramente molesto, y el enfado iba en aumento conforme pasaban los segundos, -recuerda lo que te explique de los akumas, aliados del Conde y los noah, y contesta con rapidez que me colmas la paciencia-

En Turquía fue donde ocurrió un extraño suceso que debía de investigar, un suceso relacionado con el mar que bañaba la ciudad. Llegamos allí guiado por rumores como lo hicimos hasta China, una vez llegamos lo que nos encontramos fue un grupo de akumas disfrazados con las pieles humanas, como en cualquier otro sitio. Lo que pasaba era que aquel grupo de personas como siempre trataron de ayudar en la medida de lo posible, todo para luego transformarse y tratar de matarnos. Fue allí donde le tuve que poner al día de todo lo referente a la confianza, y de cómo tenía que comportarse, pero según parecía había olvidado aquella enseñanza y se volvía a mover por sus sentimientos.

Spoiler:
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Mensaje por Faith E. Wippler Dom Jun 10, 2012 2:22 am

Spoiler:

Repentinamente sentí que la capa me ahogaba y antes de poder siquiera pensar en nada, me sentí en los aires antes de caer nada amablemente sobre el duro suelo y, sin poder entenderlo, mi cuerpo resbaló un poco antes de detenerse. Un chillido llegó a mis oídos y supe que Taz había caído cerca de mí, cosa que me hizo preocupar.

¡Espabila! —me gritó el general, evidentemente molesto conmigo. Apenas mencionó “Turquía” los recuerdos volaron a mi mente y empuñé las manos mientras él me exigía respuestas—, recuerda lo que te expliqué de los akumas, aliados del Conde y los Noah, y contesta con rapidez que me colmas la paciencia.

Porque… todos son potenciales enemigos. Todos nos traicionarán. Todos… son Akumas —le respondí sin levantar la vista, permitiendo que la sombra aliviara un poco el malestar de mi cuerpo, pero no el enojo que sentía dentro de mí.

Cuando estuvimos en Turquía gracias a los rumores que corrían por las cercanías y que llevaron al general a decidir ir hacia allá, la gente tuvo la misma reacción que habían tenidos todas las que habíamos visto hasta el momento: desconfianza y miedo, especialmente hacia mwalimu. No obstante, pese a mostrarse reacias y desconfiadas, al saber que íbamos a “solucionar el problema”, se mostraron voluntariosas a ayudar, cosa que me sorprendió. Finalmente, todo resultó ser un simple teatro y todos ellos eran Akumas, que luego fueron destruidos en un santiamén y que me demostraron aquello que él me decía: nadie era de confianza. Ningún lugar estaba exento de Akumas.

…y los sentimientos sólo te hacen débil —culminé recordando sus palabras, obviando los improperios que le siguieron ante la mera idea de seguir al corazón.

Yo realmente nunca había confiado en nadie. No me acercaba a la gente porque ellos me habían rechazado en una primera instancia, aunque era algo obvio por mi aspecto. Pero al abandonar Tanganica, realmente me había sentido increíblemente descolocado y desorientado. Todo era diferente; los paisajes, las costumbres, las personas. Aunque aún se me quedaban mirando, no parecían odiarme sólo porque respiraba y aunque se alejaban por temor a nosotros, no era por mí, sino por el general (que para qué mentimos, causa temor a primera vista y mucho más si lo conoces un poco). Mi madre siempre me decía que aunque yo creyera que era arisco y mala persona, en verdad no lo era. Nunca le creí hasta que me embarqué en este viaje; me costaba comportarme como siempre. Este… poco rechazo me impulsaba a no ser tan… yo, pero no me estaba dando nada bueno.

He… soy tan estúpido pensé, sintiendo algo de vergüenza interna por lo patético que era. Yo no quería ser exorcista, yo no quería nada de esto, pero si para serlo tengo que volver a encerrarme en mí mismo y detestar al mundo como siempre lo he hecho, pues lo haré encantado. Aunque me costara un mundo (cosa que no creo, siempre se me ha hecho fácil desconfiar de otros y tratarlos mal) lo haría.

Nadie va a pisotearme. Nadie va a tenerme lástima nunca más. Mis enemigos no me verán, pero yo los tendré siempre vigilados. La ley de la rata.

General… —casi me sobresaltó la voz de Asad. Alcé la mirada y lo vi asomado por el marco de la puerta (o lo que quedaba de él), con una expresión extraña en el rostro.

Ah… ahora lo noto. Hay un aire pesado entre mwalimu y yo.

No creo que quedándonos acá saquemos más información. Ya he reunido todo lo que podía con estos hombres, así que deberíamos salir de aquí —comentó, evidentemente pidiendo la aprobación del general.

Ante sus palabras, repentinamente me sentí muy cansado otra vez. Con algo de dificultad me senté e intercalé mi mirada entre Asad y el general, esperando la respuesta de este último. Realmente me apetecía salir de aquí para descansar un poco, mas conociéndolo, seguramente nos obligaría a seguir investigando hasta que la luna estuviera en lo más alto o incluso más. Era realmente un desgraciado cuando de otros se trataba.

En lo que ellos acordaban lo que fuera que fuéramos a hacer (tengo el pequeño presentimiento de que fuera lo que fuera, yo sufriría…), miré alrededor buscando a Taz. Lo encontré bastante más rápido de lo que pensé, notando que estaba hurgando entre las olorosas bolsas que ya habíamos visto apiladas en otras partes del callejón.

Como recién cayendo en cuenta, por fin el asqueroso hedor que antes ya me había repugnado me invadió toda la nariz y la boca, haciendo que me tapara con ambas manos, pero pronto sentí que me había mojado la cara con algo. Al quitarme las manos, noté que mis guantes estaban manchados con algo oscuro y cuando me acerqué una palma para oler aquello que olía distinto (no a descomposición), la aparté inmediatamente, sintiéndome algo asustado increíblemente asqueado al notar qué era.

¡Esto es sangre! me dije internamente, escandalizado. Cuán rápido como pude tomé a Taz, apartándolo de aquellas bolsas que quién sabe qué cosas tenía dentro –el olor realmente daba pistas, pero quiero evitar imágenes mentales– y huyendo de allí para ponerme contra una pared donde aún había sombra. Miré con malos ojos al general mientras intercalaba mis manos entre sostener a Taz y limpiármelas. El muy maldito lo hace a propósito.

Yo sé que él me odia. En lo profundo de mi ser, lo sé muy bien.

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Mensaje por Invitado Lun Jun 11, 2012 3:07 pm

Al fin parecía que aquel mocoso había vuelto en sí, recuperando el sentido y la confianza, poniendo al frente cual era la mejor forma de hacer frente a las creaciones del Conde. A muchos exorcistas le resultaba difícil el ver como todos aquellos que les rodeaban eran un posible akuma, unos sufrían por ello, otros simplemente se limitaban a hacer su trabajo manteniendo la mente lo más clara posible, yo por mi parte disfrutaba con esa extraña sensación, después de todo ¿Había algo mejor que poder aniquilar a cuanto enemigo se me cruce por delante sin tener luego ningún problema con la justicia? No, no había ninguna otra forma, eso a pesar que a mi realmente no me importaban esos malditos agentes de la ley.

Mientras el novato se percataba de adonde había sido lanzado, Asad salió del interior de lo que quedaba de casa, y dijo algo que resultaba obvio. Debíamos de movernos, la cuestión era a donde. Antes de poder decidir nada, el buscador comenzó a sugerirme varios lugares que le habían dejado caer los individuos de dentro, sitios de lo más extraños para cualquier investigación.

-Bien pongámonos en marcha- dije en un tono lo suficientemente alto como para que el retaco me escuchara, -por tu bien más vale que no pierdas de vista a tu rata-

Sin darme cuenta de la noción del tiempo, habían llegado las nueve de la noche. Durante las horas que nos mantuvimos callejeando, pasamos por todos y cada uno de los lugares que nos había indicado Asad, investigándolos cuidadosamente.

El primer lugar no era otro que un templo budista, en cuyo interior se decía que se estaban haciendo numerosos intercambios de objetos religiosos, de todo tipo de de culturas y religiones. Como era de esperar al llegar no pudimos encontrar nada excepto varios akumas de primer nivel protegiendo la edificación.

A continuación fuimos a una especie de granja, la cual se suponía que era donde se recibían las obras de arte para luego repartirlas en los diferentes puntos de la ciudad. Como era lógico allí tampoco logramos hallar a nuestro objetivo, ni mucho menos a las mencionadas obras, aunque si a un par de granjeros que de humano tenían bien poco, y en esta ocasión no me pude resistir a lanzarles la bola de pelo que portaba mi aprendiz para obligarle a pelear.

Y de esa forma continuamos de una punta de la ciudad a la otra, pasando por la comisaria, la estación de tren y por ultimo una casa del té, todo para nada más que encontrar a unas pocas esferas metálicas.

Terminado de visitar el último punto de interés, nos dirigimos directamente al hotel en donde teníamos nuestras habitaciones reservadas. Era hora de comer un poco y de descansar, o al menos esa era la versión oficial, ya que en realidad tanto Asad como yo nos dimos cuenta de varias cosas a lo largo de nuestra caminata, de las cuales pudimos sacar varias ideas de donde podía estar oculto nuestro objetivo, pero para ponerlo todo en orden era necesario que regresásemos a la tranquilidad del hotel y dejar aquellas calles tan desiertas y llenas de los incesantes murmullos que salían desde el interior de las casas.
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Mensaje por Faith E. Wippler Mar Jun 12, 2012 7:36 pm

Aunque intenté quitarles todas las manchas de sangre, un rastro oscuro quedó. Hice una mueca asqueada, pero terminé desistiendo de mi inútil intento; necesitaba agua para sacar eso y acá no disponía de ella. Dejé a Taz donde a él le gustaba (sobre mi cabeza) y me preocupé esta vez de taparme bien para que el sol no siguiera haciendo estragos sobre mí, y comencé a caminar pegado a la pared, yendo por la sombra, hasta llegar a donde había dejado el pico apoyado, tomándolo y dándole unas vueltas sobre mi mano.

Volví a hacer un gesto parecido a una mueca, pero distinta a la anterior. Al apretar el mango, noté que la madera parecía más débil que antes; podría romperse y no quería que pasara. Sólo tengo que tener más cuidado me dije, aunque no sé si en el momento de batalla lo recordaría.

No te quedes atrás —me dijo Asad cuando él y el general ya habían comenzado a caminar por el callejón, dispuestos a abandonarlo.

Sí, sí —le respondí con desgana, pues él me había hablado con un tono más o menos similar. Comencé a seguirlos y al sentir las patitas de Taz desordenándome el cabello, miré hacia arriba intentando enfocar mi mirada en él—, y tú hazme caso por una vez. Como no lo hagas, nos va a llegar a los dos —le dije, aunque el general me había amenazado a mí y no a él.

Al salir, nuestro primer destino fue un lugar en donde todos estaban muy callados, explicándome que se trataba de un templo budista, una especie de lugar sagrado donde se veneraba a un hombre que ya había muerto llamado Buda. Era algo así como donde los shamanes realizaban sus ceremonias a los dioses, pero más elegante y en cierto sentido frívolo. Aunque teníamos la esperanza de encontrar algo, lo único que pudimos hallar fueron un puñado de Akumas que resguardaban el lugar y que no vivieron más de dos minutos luego que aparecieran frente a nosotros. Mwalimu acabó con ellos tan rápido que apenas tuve tiempo para sentir la adrenalina del peligro en mi cuerpo.

Apenas terminamos ahí, yéndonos con las manos vacías, fuimos a un lugar lleno de animales y con un olor no precisamente agradable –mucho mejor que como olía el callejón, por supuesto– donde nos esperó exactamente la misma suerte que en el templo: un par de Akumas disfrazados de humanos que apenas vieron la armadura dorada del general, destrozaron sus pieles humanas y comenzaron a atacarnos. Sin que yo me lo esperara, mwalimu tomó a Taz de mi cabeza y lo lanzó contra los monstruos, causándome un pequeño paro cardíaco.

¡TAZ! —exclamé horrorizado al verlo volando por los aires, pero siendo envuelto por la luz verde para rápidamente crecer y cambiar a su forma de ataque.

Pronto superé la sorpresa inicial al notar que el general no planeaba intervenir en batalla, por lo que tuve que correr hacia donde estaba Taz para ayudarlo. Las máquinas lanzaban a diestra y siniestra sus balas mortíferas y tenía que esquivarlas al tiempo que intentaba acercarme lo más posible a donde estaban para poder señalarle a Taz hacia donde saltar. Apuntalaba la tierra con golpes simples, pero fuertes y Taz seguía mis indicaciones, saltando cuan alto podía para asestarles golpes con esas enormes garras que tenía. Era frustrante para mí ver como Taz se esforzaba tanto por destruirlos cuando para mwalimu lo hacía en un instante y que para peor yo no fuera más que un estorbo para él. Yo no podía hacer nada más que indicarle sus ubicaciones y debía dejar que Taz arriesgara su vida por hacer lo que yo le dijera. ¡Qué cosa más injusta! ¿Por qué no podía yo ayudarlo?

Seguramente el general se aburría al dejarme a mí y a Taz a cargo de estos Akumas al demorarnos mucho más que él, pero no intervino en toda la batalla. Sabía que era su deber el enseñarme y que por lo mismo debía dejarme experimentar el trabajo de un exorcista en carne propia y en solitario; después de todo, yo no siempre estaría con él.

En fin, cuando acabamos allí no nos dejaron un segundo de respiro y nos marchamos a otro lugar, bastante lejos de donde estábamos. Y así estuvimos el resto del día, yendo de un lugar a otro, encontrando sólo Akumas y ningún rastro del contrabandista ese. Esta vez, al igual que en Turquía, el general me obligó a luchar solo en tres encuentros donde eran pocos Akumas, dándome una especie de “libertad” para actuar solo, no como en Marruecos –nuestra estancia fue más breve, pero no exenta de presencia de algunos Akumas, aunque allí los encontramos de casualidad y no había nada “interesante” en palabras de él– que él se encargó de todo y lo poco que pude hacer, fue más bien patético. Me costaba mucho hacer que Taz entendiera y ahora, aunque no tenía aún un perfecto control (ni nada cercano a eso), mi topo y yo parecíamos entendernos un poco mejor.

Vamos chico, al hotel —me dijo Asad luego que había pasado un rato después de la última y corta batalla en aquel refinado salón lleno de artículos demasiado elegantes para mi gusto.

¿En serio? —pregunté con demasiada esperanza en mi voz; más de la que debía. ¡Pero es que no saben cuánto anhelaba ese anuncio!

Como si todo el cansancio del día hubiera desaparecido y el constante malestar que me siguió el resto del día después de mi descuido en el callejón con el sol abandonara mi cuerpo, me uní al grupo de lo más feliz del mundo y cuando avistamos el hotel, aceleré el paso y fui el primero en entrar, agradeciendo estar por fin ahí.

No me importa que mañana me vuelva a estrujar como paño sucio, ¡por poder descansar unas cuantas horas doy lo que sea! pensé sin medirme, sonriendo abiertamente por primera vez en mucho.

Toma. En un rato baja a comer algo —me dijo Asad lanzándome una llave que atajé en el aire.

Asentí y, quitando a Taz de mi hombro (que era donde lo había estado llevando en el camino de vuelta) y abrazándolo contra mi pecho, me encaminé hacia la habitación que se me había asignado. No quise ni entender el signo que tenía pegado en la puerta y simplemente me adentré rápidamente en la habitación, lanzándome a la cama cuidando el no aplastar a Taz. Realmente eran condiciones muy precarias en las que habíamos vivido en Tanganica y lo más parecido a una cama en lo que había dormido alguna vez había sido algo como un colchón viejo y roído, por lo que cuando salimos de allí y pasamos la primera vez en un hostal, no saben lo bien que dormí en algo que realmente podía llamarse cama. Y esta ahora era tan mullida y cómoda que sentía que en cualquier momento caería dormido.

Pero no. Fui al pequeño cuarto de baño que tenía la habitación (los jarrones costosos no eran sólo apariencia, el lugar sí tenía su lujo) y abrí la llave del agua al máximo y lo más fría posible y me mojé la cara y el cabello hasta que me empezó a escurrir por la espalda, causándome escalofríos. El frescor alivió ese ardor que no se me fue en todo el día y el tomar agua como poseso también me alivianó el malestar general que sentía.

Halloween 2016 Encontrada:

Pero… volví a la habitación y tomé el pico, que yacía sobre la cama igual que Taz (que ya se estaba enrollando en las sábanas), y lo miré con mucha atención. La madera… está trizada. Seguramente estará quebrado por dentro pensé, sin poder evitar una mueca triste. En lo que llevaba de “exorcista”, había sido demasiado bruto con mi herramienta. No era como el trabajo de minero, acá no había precisión, sólo brutalidad y me entristecía verlo en ese estado. No quería que se rompiera, era lo único que me quedaba de mamá.
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Mensaje por Invitado Sáb Jun 16, 2012 6:55 pm

Mientras el mocoso se marcho a su habitación, Asad y yo nos decantamos por ir al comedor a comer algo y matar esa hambre voraz que nos azotaba. Todo ante la atenta mirada del recepcionista, el cual no paraba de maldecir en su propio idioma. Claramente allí no les gustaban los extranjeros.

-Conociendo lo que le gusta a Cross este país, fue capaz de dejarles endeudados y al ver el uniforme teman que les hagamos lo mismo- pensé de forma cansada al recordar el comportamiento del pelirrojo.

Una vez llegados al comedor, no pude evitar fijarme en la decoración tan particular que había tanto en las paredes como en las columnas. Dejando de lado los cuadros que podían haber sido pintados por cualquier pintor famoso, habían ciertos escudos de oro colgados en las paredes, y finos detalles del mismo material en las columnas, todo había sido guardado con el suficiente cuidado como para que nada ni nadie estropearan semejante decoración.

El salón estaba bastante concurrido, algo lógico dado que era plena hora para cenar, y seguramente todos los huéspedes del hotel se encontraban allí. Aun quedaban un par de mesas libres, una larga la cual parecía estar reservada a un grupo de unas ocho o diez personas, y otra más apartada que parecía ser para cuatro. Como era obvio me fui a sentar en la de cuatro sin quitar de encima el ojo a la grande.

Una vez allí y después de que Asad nos pidiera algo decente de comida (no me apetecía comer algo que se estuviera arrastrando el día anterior) y fue entonces cuando disfrutamos de una tranquila cena, sin sobresaltos ni agobios. Parecía mentira que fuese yo el que se encontraba allí sentado.

-Tsk, ese novato es un autentico estorbo. No puede acabar ni con un simple nivel 1 sin acabar exhausto- espete justo cuando el camarero nos servía el postre.

-Sabiendo eso ¿Cree que hace bien en dejarle solo esta noche? Si sufrimos algún ataque es posible que no pueda defenderse- Asad no podía evitar preocuparse mientras observaba su plato.

-Si no puede pues que muera, no le he adiestrado para que sea un vago-

Cinco minutos después nos encontrábamos marchándonos a nuestras respectivas habitaciones, no sin antes haber intercambiado un par de ideas sobre el paradero del contrabandista. Por la mañana ya habría tiempo de seguir investigando, y más contando que debíamos ir zona por zona nuevamente.
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Mensaje por Faith E. Wippler Vie Jun 29, 2012 1:40 am

Cuando bajé a comer algo, la hora de la cena estaba culminando. Fui lo más sigiloso y silencioso que pude, temiendo que los demás huéspedes notaran mi presencia, cosa que logré con insospechada facilidad, incluso con mi “doble cabeza” y con el pico que andaba trayendo en mano. Desde el suceso en Turquía aprendí que tenía que ir con él hasta al baño, porque nunca se sabía en qué momento podían atacarnos y si antes lo llevaba siempre, ahora era prácticamente una extensión de mi mano.

Al llegar al comedor, no pude evitar maravillarme con la decoración del lugar. Todo era precioso y lleno de oro, haciéndome casi sentir que mis puros ojos estaban ensuciando su belleza. Intenté no quedarme demasiado rato como tonto mirando los escudos, algunos con pequeñas incrustaciones de quién sabe qué piedra y que moría por ver de cerca para ver la pureza del mineral precioso, y fui a buscar algo para comer. Como no quedaba mucha gente, los meseros ya estaban en las cocinas y sólo quedaba abierto algo que hacía no mucho aprendí que se llamaba “buffet” o, para mí, comida gratis al alcance de mi mano. Tomé cuanto pude (y es que me moría de hambre) y nuevamente quise escabullirme, pero intentando pasar desapercibido, logré ver algo tan extraño como sospechoso.

Había poca gente en el comedor, a lo sumo diez, pero casi todos (por no decir todos) estaban congregados en una sola mesa, hablando en voz baja y viendo a su alrededor como esperando a que alguien apareciera. No podía entender nada de lo que hablaban, pero asumí que estaban hablando en chino y el tema parecía ser delicado, porque todos tenían rostros de muerte. Vi que algunos parecían pasarse cosas bajo la mesa, pero no estaba tan cerca como para poder apreciar bien lo que sucedía y no quería exponerme tan descuidadamente. Al final, terminé retirándome del lugar sin quitarles el ojo de encima y cuando ya no los pude ver más, me detuve y miré hacia donde estaba Taz, quien intentaba ir por la comida que llevaba.

Eso fue… sospechoso. ¿Por qué tanto secreto? Además parecían estar buscando algo… —murmuré a mi Inocencia, la cual evidentemente me ignoraba en pos de obtener comida—. Gracias por la atención, Taz. Así sí que puedo confiar en ti —le dije sarcásticamente, rindiéndome al ver que sólo quería un pedazo de carne que coronaba el plato que traía.

No obstante, mi pequeño monólogo fue cortado abruptamente (por mí) al sentir que mi hombro chocaba con el costado de otra persona. Volteé a ver con quién me había topado, pero sólo pude ver la ancha espalda de un hombre, que no volteó a verme tras el pequeño choque. No lo había visto antes en el comedor, pero parecía encaminarse hacia allá.

Lo observé unos segundos más antes de reemprender mi camino, pero un escalofrío me recorrió la espalda y me giré algo rápido para volver a verlo. Estaba ahora más lejos y no parecía haber cambio en él, pero cuando yo iba a entrar a mi habitación, él justo dobló para ir por el pasillo que llegaba al comedor y ahí pude notarlo; me estaba mirando de reojo. Otro escalofrío me recorrió la espalda y entré rápidamente a la habitación.

¿Me estaba viendo? ¿Por qué me estaba viendo? pensé mientras dejaba el plato en la cama y Taz saltaba desde mi cabeza hacia ella y se robaba aquella carne que estuvo viendo todo el camino.

No, quizás yo estaba equivocado. Quizás vi mal. Yo sé que no tengo muy buena vista que digamos, así que es muy probable que haya visto mal… pero no puedo confiarme de nada, ni siquiera de mis sentidos, los cuales podían resultar muy traicioneros. Estábamos en territorio desconocido y no sabíamos qué tan cerca del enemigo. Había que permanecer alerta.

Un ruido de mi estómago me sorprendió y sentí mis mejillas tibias por la vergüenza. Menos mal nadie me miraba. Vi a Taz comiendo muy feliz aquel trozo de carne (que apenas y quedaba algo) y le imité, tomando otro trozo y comiéndolo con avidez. Tenía que recuperar fuerzas para lo que viniera y sabía que una buena comida y una noche de descanso me renovaría las fuerzas. Sin embargo, mientras comía no podía evitar pensar en todo lo que había pasado hoy día y pronto las ganas de dormir se me pasaron, aunque no la necesidad de.

¿Dónde estaría Yuan ahora? Recuerdo bien su… nueva forma, así que es cosa de buscarlo y seguramente encontraríamos también al contrabandista o por lo menos a una buena parte de su ejército de Akumas. ¿Y esas personas del comedor? ¿Estarían ligadas de alguna forma con él? Y ese hombre… ¿realmente me habría estado observando? Bueno, no es como que te encuentres a alguien como yo en la calle muy a menudo y menos con un topo en la cabeza, pero había algo raro en su mirada.

Quizás debería decirle a Asad o a mwalimu —murmuré a Taz, el cual estaba lamiendo los restos del plato, que ahora se hallaba vacío. Pronto negué con la cabeza—. Mejor no. Seguro y me golpea por no encargarme yo de esto o algo así —musité con el ceño fruncido, pero sin poder evitar que pronto mi expresión se suavizara y que una suave risa se escapara de mis labios.

¿Por qué me río de esto? No es nada lindo que te golpeen varias veces al día por razones estúpidas. Realmente lo que he vivido no tiene ninguna gracia, ¿entonces por qué me río? Aah… ya no importa. Es mejor ni preguntarse estas cosas. Creo que simplemente me estoy volviendo loco.

Dejé el plato a un lado e imité a Taz y me acomodé sobre la cama. Él estaba sobre el extremo de la almohada, dejándome un espacio para mi cabeza. Aún muchas cosas rondaban por mi cabeza, pero pronto el cansancio comenzó a ganarle a mi mente y poco a poco las cosas dejaban de tener importancia o sentido mientras era arrastrado hacia el mundo de los sueños. Y como siempre, desde que tú te fuiste, me aferré con fuerzas a tu imagen mientras me dejaba ir, esperando poder soñar otra vez contigo, con tu calor y con tu voz, mamá.

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Mensaje por Invitado Miér Jul 04, 2012 11:42 am

La noche avanzo en medio de un silencio incomodo, el cual no era alterado por ningún animal ni humano de aquella ciudad, era como si todo ser vivo estuviera esperando alguna señal, algo que les dijera ya podéis comenzar a comportaros tal y como sois.

Las tres habitaciones se encontraban seguidas, una al lado de la otra. La más cercana a las escaleras era la del chico, la siguiente la de Asad, y por último la mía. Habían pasado cuatro horas desde que Seth se había encerrado en su cuarto junto a su mascota, y a esas horas era muy probable que ambos estuvieran durmiendo a pierna suelta, tratado de olvidar el día que habían vivido. Los muy tontos no sabían que eso era el comienzo de una tortura que les duraría de por vida.

Todos en el hotel dormían, o al menos eso se podría apreciar en primera instancia. No había luces, ni pisadas, ni tan siquiera se podían escuchar palabras, simplemente un tranquilizador silencio.

De pronto algo cambio, ya que a pesar de que era un ruido leve (como el de algo flotando en el aire) ese mínimo sonido hacía presagiar que la tregua había terminado.

El pomo de la puerta de la habitación de Seth acababa de ser derretido tras haber sido tocado por algo a una alta temperatura, todo lo más silencioso posible, haciendo que ese metal fundido callera en el suelo de madera, ocasionando un pequeño surco en él, el cual poco a poco comenzaba a arder. En eso que una figura conocida se acerco a él. Yuan se encontraba a los pies de la cama, observando con una siniestra sonrisa como el novato dormía, pensando en la manera más cruel para asesinarle, pero no estaba solo, junto a él se encontraban un par de niveles 1, los cuales esperaban impacientemente en el pasillo, todo mientras un tercero esperaba tras la ventana, en plena calle.

Usando un segundo juego de llaves, dos hombres entraron en la habitación de Asad, y dos más en mía. En ambas camas se podían apreciar las figuras claras de ambos, los dos acostados en nuestras respectivas camas.

La mano derecha de Yuan comenzó a volverse rojiza, como si estuviera hirviendo. Con la clara intención de agarrarle por uno de sus tobillos y de esta forma hacer que sufriera como si le estuvieran quemando vivo.

Cuando la mano de Yuan se encontraba a unos veinte centímetros del tobillo de Seth, en las otras habitaciones se pudieron escuchar el sonido de varios disparos. Los cuatro hombres se habían convertido en niveles 1, y sin dudar, dispararon directamente hacia las camas. Los proyectiles, impactaron dejando una nube de plumas.

.

..



Dos explosiones destrozaron mi habitación.

-Kikikikiki- y una siniestra risa las siguió, -¿De verdad pensabais que podíais cogerme desprevenido? Joder me dais pena de lo tontos que sois- ambos akumas habían sido partidos por la mitad.

Previendo todo aquello, me había escondido en el armario, esperando pacientemente a que las maquinas hicieran su aparición. Asad por su parte se había escondido en el armario de Seth mientras él había bajado a por su cena, y justo antes de que Yuan lograra ponerle su mano encima, el buscador salió y encerró al nivel 2 en un campo de contención. Por su puesto el plan no hubiera funcionado si no hubiéramos preparado nuestras camas a modo que pareciera que dormíamos en ellas, y usando al novato y su rata como cebo para atraer a los akumas. Todo ideado en la cena.

De un golpe tire abajo parte de la pared que comunicaba mi habitación de la de Asad, y sin despeinarme partí en varios pedazos a los dos niveles 1. Era hora de ir a por el plato principal.

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Mensaje por Faith E. Wippler Miér Jul 11, 2012 1:09 am

Algo me sobresaltó en mis sueños, despertándome de manera abrupta y haciéndome saltar en mi lugar. Desorientando, instintivamente busqué como loco a Taz y al pico, sosteniendo este último frente a mí sin aún tener la más mínima idea de qué diablos había sido eso que me había despertado y sin poder usar aún el cerebro como se debía.

Miré a mi alrededor alterado, encontrando algo que definitivamente no debí haber encontrado. Era Yuan, quien estaba en una especie de cubo semi-transparente, mirando con expresión de enfado a todos lados y comenzando a cambiar su forma de humano a Akuma otra vez.

¡Yu-Yuan! —exclamé al verlo, saliendo de mi cama de un salto y notando que Asad estaba dentro de la habitación y que parecía haber sido él quien apresó a Yuan en aquella extraña barrera. No había otra explicación—. ¡Asad! ¿Qué es todo esto? —le pregunté, aún medio tonto y desorientado.

¡No hay tiempo para esto, destrúyelo! —me ordenó a gritos—. ¡No sé cuánto más pueda--! —el sonido de algo rompiéndose violentamente ahogó su voz, seguido por dos explosiones que hizo temblar el suelo bajo nosotros. Era claro que el causante de eso era mwalimu, pero no podía distraerme con eso.

¡Taz! —lo llamé, dando un golpe con el pico en el suelo y viendo inmediatamente la luz verde que daba paso a su forma de “Inocencia”.

No alcanzamos a hacer mucho, puesto que antes de que pudiera siquiera pensar en qué debíamos hacer, Taz nos embistió a Asad y a mí, tirándonos hacia el fondo de la habitación justo a tiempo; Yuan había roto la barrera de contención que lo aprisionaba y se había lanzado hacia nosotros, pero Taz se interpuso.

Escuché jaleo afuera de la habitación, pero no pude descubrir de qué se trataba (quizás más Akumas, quizás personas) ya que Yuan se había quitado a Taz fácilmente de encima y ahora, entre toda la oscuridad no muy profunda que nos rodeaba, logré ver un brillo rojizo en sus manos alargadas y una sonrisa maniaca en su rostro antes de decir algo que mi cerebro no procesó. Alrededor de sus brillantes manos todo se distorsionaba ligeramente y yo, que había vivido en lugares extremadamente áridos, sabía lo que significaba: calor. Mucho calor. Y no me costó entenderlo.

Iba a quemar a Taz.

Apreté los dientes tan fuerte que creo que me los astillé— Oh, no. A Taz no le tocas ni un pelo —musité sintiendo la rabia consumirme al notar las intenciones que tenía con mi topo. NADIE iba a hacerle nada. NADIE. Ni siquiera un desgraciado Akuma que me traía la sombra de la culpa— ¡Taz, a la derecha!

Pero el golpe lo di a la izquierda. Taz, obviamente, hizo caso a la verdadera orden (o mejor dicho, a la que podía captar completamente) y se corrió a la izquierda, evitando el golpe de Yuan quien había desviado un poco el ataque hacia la derecha, creyendo en lo que había dicho. Sin darle tiempo para reaccionar, Taz saltó hacia él con las garras listas para atacar y con los dientes listos para morder, cayendo sobre su espalda/trasero de araña y clavando las garras para sujetarse.

Tenemos que salir de acá. No hay mucho espacio para pelear y podríamos terminar derrumbando este lugar si llegan más Akumas —dije sin perder de vista a Taz y a Yuan, pero notando los destrozos que estábamos causando y las profundas grietas en las paredes.

Escuché la voz de Asad intentando decir algo, pero no alcanzó a terminar la oración porque Yuan logró quitarse a Taz de encima tras sacudirse mucho y, finalmente, golpearlo con su mano ardiente quemando una pequeña parte de su pelaje sin causarle mucho daño. Lo noté porque rápidamente me llegó el olor a pelo chamuscado.

Taz cayó como saco de papas al suelo y yo me acerqué a él, aprovechando de golpear a Yuan en sus patas de araña con la parte metálica del pico. Sé que no es mucho, pero algo es algo. Apenas alcancé a tocar donde Yuan había quemado el pelo de Taz cuando él volvió a empujarme, esta vez llevándome con él. Ugh… nunca había notado lo pesado que era cuando se volvía grande…

De la nada sentí calor y noté que Yuan nos había intentado golpear con su puño hirviendo y que lo había chocado contra la pared, haciendo que ésta poco a poco comenzara a quemarse.

… Eso estuvo cerca. Pero ahora que lo noto… ¿no hace mucho calor?

Cuando Yuan iba a atacarnos nuevamente, algo distinto captó su atención y, con esa horrible sonrisa en su rostro, de un poderoso salto con sus patas de araña terminó junto a la puerta, en donde estaba Asad. Con dos de sus largas patas de insecto lo golpeó, dejándolo inconsciente (creo) y luego con las mismas dos patas rompió la puerta y tiró su cuerpo hacia lo que me sorprendí al reconocer como un mar de llamas. No tenía idea de cómo se había iniciado el fuego, pero ahora no podía ver si Asad había logrado caer en un punto libre de llamas o su cuerpo estaba recibiendo el calor mortal, pues Yuan tapaba la puerta, impidiéndome ver.

Dào wǒ zhèlǐ lái*, exorcista —siseó, mostrando esa horrible sonrisa y permitiendo nuevamente que sus manos se colorearan al rojo vivo, pero esta vez adquiriendo un brillo blanco. Sus manos estaban mucho más que hirviendo y pude corroborarlo al notar que al acercarse tétrica y asquerosamente lento hacia donde estábamos, no alcanzó a tocar la cama cuando ésta comenzó a incendiarse. Y sólo con el calor que expelía.

Taz no puede solo. Yo no puedo solo. No contra él el pánico comenzaba a nublarme la mente mientras sentía deshacerme en sudor, pues las llamas estaban entrando en la habitación ahora que la puerta estaba abierta.

Sólo me quedó una cosa que hacer.

¡MWALIMU! —grité cuán fuerte pude, tirándome hacia la izquierda mientras Taz lo hacía hacia la derecha para esquivar el ataque de Yuan, quien se impulsó con sus patas de araña para saltar sobre nosotros, cayendo donde recién estábamos parados.


*Ven a mí.
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Mensaje por Invitado Mar Jul 17, 2012 5:05 pm

Mientras Yuan se acercaba al novato, yo aprovechaba para echar abajo la puerta de la habitación de Asad, saliendo así al pasillo. Mi sorpresa fue que las llamas habían comenzado a devorar el pasillo, no sabía de dónde había salido ese fuego, desconocía quien había sido el causante, pero lo que si tenía claro era que acabaría por quemar todo el edificio si nadie hacia algo para impedirlo.

Junto a la puerta de Seth había un par de hombres, los cuales no parecían sufrir a causa del intenso fuego que les rodeaba, y cuando este comenzó a arder peligrosamente bajo sus pies, estos se transformaron en niveles 1, preparando sus cañones para lanzar una ráfaga de disparos hacia la habitación del mocoso.

Un fuerte impacto tiro destrozo la puerta del chico, y de pronto logre ver como Asad salió despedido de la habitación para acabar en medio de las llamas. Las esferas cambiaron de objetivo, y esta vez cargaron sus cañones hacia el buscador, al cual comenzaba a quemársele la túnica color crema.

El akuma que se mantenía en el exterior hizo su tanda de disparos destruyendo la ventana y parte de la pared de la habitación de Seth, pudiendo ver tanto a Yuan como al joven exorcista, la maquina sabia que debía mantenerse quieta mientras el nivel 2 actuaba, sin embargo mantuvo sus cañones apuntando al chico por si este lograba escapar del ataque de su superior.

La situación no pintaba bien para el novato, su mascota dañada y sin poder suficiente para hacer frente a un nivel 2, un nivel 1 apuntándole desde fuera mientras que su amigo Yuan se le acercaba lentamente dispuesto a calcinarle hasta los huesos, lo cierto es que para ser su última misión conmigo esa iba a ser la que más dificultades le causara.

¡MWALIMU!

El grito del mocoso fue precedido de un fuerte impacto, y a continuación de una serie de desgarros. Situándome en medio del pasillo, lance a Madness hacia los niveles 1, pero debido al tamaño de mi arma, esta no se limito a circular por el centro del pasillo, sino que comenzó a serrar las paredes de cada lado, generando una nube de polvo y numerosos cascotes procedentes de las paredes, los cuales fueron a parar encima de las llamas, ahogándolas momentáneamente.

Las maquinas estallaron, lo que hizo que el nivel 2 se detuviera en seco y girara su cabeza, no sin antes esquivar la hoja de mi arma, la cual tras terminar su recorrido en el pasillo, se había adentrado en la habitación en la que estaban, dando la vuelta y regresando a mis manos. El akuma tenía una serie de sentimientos encontrados al verme plantado en medio de ese destrozo, con Asad sobre el hombre derecho, Madness sujeta por la zurda, y las llamas que volvían a brotar a mi alrededor.

-Kikikiki- no podía evitar reír mientras mantenía la cabeza agachada, mirando al suelo, tratando de saborear el momento mientras el fuego comenzaba a hacerse más intenso, -Creo que ya es hora de que salga-

Levante rápidamente la cabeza y tras llevarme la diestra sobre la máscara, tire fuerte hacia arriba arrancándola, dejando ver mi rostro, el cual reflejaba una amplia sonrisa. No estaba dispuesto a dejar que aquel insecto se me volviera a escapar.

Entre de un salto a la habitación, y mientras lanzaba al buscador hacia donde estaba el mocoso, aseste un corte al brazo derecho del akuma, haciendo que este gritara de dolor. La mano que se mantenía a una alta temperatura, cayó al suelo boca abajo, lo que produjo que la superficie comenzara a incinerarse y a deshacerse en el mismo lugar donde aterrizo la extremidad.

-Acaba con el de fuera, y llévate a Asad- le dije a Seth mientras le daba la espalda.
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Mensaje por Faith E. Wippler Lun Jul 23, 2012 11:20 pm

Mucho ruido. Demasiado. Todo pasaba demasiado rápido para poder comprenderlo correctamente. Al caer al suelo sentí como sobre mí caían pedazos de algo, que sólo al intentar levantarme mientras tosía por el polvo que se levantó me di cuenta que eran pedazos de muro. Taz… lo oía gruñir y rugir, pero también lo oí chillar. El maldito Akuma lo había quemado, pero esta vez seguro no fue sólo pelo.

Mierda —musité entre dientes mientras me levantaba, sabiendo que en cualquier momento Yuan se daría cuenta que no estoy muerto y me quemaría como quemó a Taz.

Al ver bien (o lo mejor que se podía por el polvo que flotaba en el aire) noté que el fuego que había estado quemando la pared por el puñetazo de Yuan ya no estaba, pero tampoco ese pedazo de pared. Ya no había ni ventana y otra máquina me estaba apuntando con sus cañones, pero no me disparaba. Llamé a Taz y oí su gruñido, pero no se me acercó. Estaba ocupado vigilando los movimientos de Yuan, pero él ya no nos prestaba atención.

Kikikiki.

Maldición, ya se puso feliz, pensé con cierta depresión. Cuando mwalimu se pone feliz, no es nada precisamente bueno.

Creo que ya es hora de que salga —le quise decir que ya se había demorado y agregar un sarcástico gracias, cuando él se quitó la máscara, saltó hacia dentro de la habitación y tiró a Asad hacia donde yo estaba. No hay que ser un genio para adivinar que terminé en el suelo, con el cuerpo de Asad ahogándome.

Ma-Maldito… desgraciado…

Todo el aire que tenía en el cuerpo lo perdí al caerme este tipo encima. Pude oír claramente lo que él me ordenó, así como también el grito de dolor de Yuan ante algún ataque que no pude apreciar. Llamé a Taz de un grito y él inmediatamente vino a mí, pero no me esperó, sino que saltó inmediatamente hacia el Akuma que nos esperaba fuera, el cual notó la condición de Yuan y comenzó a atacarnos sin piedad. Como pude coloqué a Asad sobre mi espalda y lo levanté, tambaleándome ante su peso y preparándome para el salto que tenía que hacer. Era sólo un segundo piso, pero con Asad sobre mí, sentía que era mucho más alto de lo que realmente era.

Antes que Yuan pudiera atacarnos nuevamente o, en su defecto, fuera mwalimu quien terminara por patearme para sacarme del cuarto salté, preparándome para la caída. Por el peso extra que traía sobre mi espalda sentí la caída demasiado rápida; nada de "todo se quedó estático y sentía que no caía". No. Salté y el suelo llegó rápido y duro... aunque pudo haber dolido más de lo que lo hizo. Menos mal no me rompí los tobillos.

Aún con Asad sobre mí y él sin dar luces de recobrar la consciencia, vi a Taz. Se veía como una bestia poderosa saltando hacia el Akuma y atacándolo con sus garras, pero al caer al suelo noté que se inclinaba hacia un lado y pronto me di cuenta de dónde Yuan lo había atacado. Su pata trasera, la izquierda, no tenía pelo y su piel estaba roja, casi como si estuviera la carne viva. Maldito Yuan, podía distinguir vagamente la silueta de su mano en donde no había pelo.

¡CUIDADO TAZ! —grité de repente, casi sorprendiéndome a mí mismo por ello, al ver como el Akuma apuntaba todos sus cañones hacia él y Taz le daba la espalda, no sabiendo dónde estaba la máquina.

Sin embargo, entre todos los sonidos y que el oído no era precisamente su mejor sentido, mi voz no alcanzó a llegar a él y el Akuma disparó. Fue una cosa instintiva. Boté al suelo el cuerpo de Asad, apenas alcanzando a oír un gemido de dolor que escapó de su garganta incluso estando inconsciente, y corrí tan rápido como pude hacia donde estaba él. No me sorprendió el no llegar a tiempo y la nube de polvo que se levantó tras impactar en el suelo las numerosas detonaciones me golpeó de frente. Crucé mis brazos frente a mí y cerré los ojos al tiempo que aguantaba la respiración y cuando oí el llanto de Taz mandé todo a la mierda y abrí los ojos, sintiendo escozor por el polvo en ellos, y busqué a Taz. No me ayudaba el nada el que mi respiración se agitara, pues me hacía toser, pero no podía controlarlo. Sentía miedo, miedo de que Taz hubiera recibido una bala. Miedo que estuviera herido, que estuviera m—

Cállate, me reprendí a mí mismo. Si pensaba así, no iba a sobrevivir en este mundo, aunque era inevitable el tener este miedo. No quiero perder a Taz.

Afortunadamente, la máquina era tonta y gracias a la cortina de polvo no lograba encontrarnos. Había dejado de disparar, quizás creyéndonos muertos por sus balas, pero seguía allí flotando, con ese rostro horrible y agónico como a la espera de algo.

Un resplandor verde me guió hasta Taz. Tuve una mezcla de sentimientos. Alivio por poder estar con él, pero pavor al recordar la otra vez que había brillado verde cuando estaba “activado” como mwamilu decía. Fue allá en Tanganica, cuando recibió una bala.

Taz, tranquilo, todo va a estar bien —le susurré acariciando su pelaje, esperando que el Akuma no me escuchara. Ya no había nube de polvo, pero las balas nuevamente habían chocado contra algo y frente a nosotros nos protegía una pequeña pared de escombros—. Todo va a salir bien. Eres fuerte —le repetía, pero sentía su temblor. No sabría decir si fue por la bala, que aún no sé dónde le dio, o por la quemadura que se veía algo seria. No sangraba, pero ahora que podía darle un vistazo un poco más de cerca, noté que efectivamente estaba la carne al vivo—. Shhhh...

No sé con qué se estaba entreteniendo mwalimu –porque lo he visto combatir suficientes Akumas como para saber que él no sudaba ni una gota ante uno del tipo de Yuan, aunque quizás si eran escurridizos como Yuan, costaba pillarlos–, pero no lo veía cerca y el Akuma seguía ahí. Taz estaba herido y en desventaja al flotar el Akuma y yo no quería enviarlo a la batalla otra vez, pero yo solo no podía hacer nada. ¿Qué podía hacer ahora?

Repentinamente oí nuevos movimientos de los cañones de la máquina. Me asomé con cautela y noté que ahora flotaba en dirección hacia donde nosotros habíamos venido y al voltear la mirada para saber su objetivo, palidecí… figurativamente.

Asad estaba aún ahí donde lo boté tan descuidadamente, recobrando la consciencia y llamando la atención del Akuma.

Oh, diablos —¿por qué tenía que dejarlo ahí tirado? Mwalimu me va a matar—. No hay de otra, Taz-- —él asintió a su manera. O mejor dicho, él había entendido desde antes su deber, porque aunque yo no quería forzarlo a ir, él con su morro me empujaba suavemente, como diciéndome que quería ir.

Asentí. Me levanté, apreté el mango del pico y corrí junto a Taz hacia escena, detrás del Akuma.

¡EH! ¡AKUMA! ¡POR ACÁ! —grité, llamando su atención. El Akuma inmediatamente se volteó y redirigió sus cañones hacia donde estaba—. ¡Vamos Taz! ¡Frente a ti!

Golpeé el suelo frente a mí y Taz corrió para luego saltar cuán alto sus patas se lo permitieron. Fue una fracción de segundo, pues mi atención la dirigí rápidamente a salirme del camino de las balas que el Akuma disparó, pero pude escuchar algo como un “crack” muy despacito. No supe de dónde venía, pero algo al fondo de mi mente me decía que sí sabía y que era malo, pero en ese preciso minuto no pude descifrar qué.

Una vez me quité del camino, volví la mirada hacia el Akuma. Taz había logrado alcanzarlo y le había clavado las garras para hacer daño y afirmarse, y como pudo se impulsó hacia arriba con sus patas incrustadas y comenzó a atacarlo con dientes también. La máquina, ante los ataques, comenzó a perder altura y una vez estuvo a ras de suelo, Taz saltó para ponerse una vez más en el suelo y rápidamente volver a embestirlo. Al verlo atacar imparable, ignorando el dolor que sentía, apreté inconscientemente el pico mientras lo observaba, olvidando brevemente la impotencia de ser inútil. Por un minuto, no sé por qué, sentí que Taz podía, que era fuerte, más fuerte que el Akuma y frente a mis ojos vi como Taz clavaba profundamente sus garras en la coraza de la máquina y luego se alejaba cuando ésta comenzó a temblar antes de explotar ruidosamente.

No sé si fue mi imaginación, pero por un segundo creí ver un débil resplandor verde, pero no había herida de bala esta vez.

¡Bien hecho, Taz! —no pude evitar exclamar con alegría.


Edit 24/07: Me equivoqué de piso ;v; Thx maestro por la aclaración~
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Mensaje por Invitado Vie Jul 27, 2012 6:44 am

Sin que me percatara la mano que había caído a piso inferior, lo había hecho sobre una mesa de madera, la cual no tardo en prenderse fuego. Las llamas que aun quedaban ondeando en el pasillo, continuaban expandiéndose poco a poco, recuperando la apariencia perdida. Sin que ninguno lo supiéramos, aquel lugar pronto seria un verdadero infierno.

Los residentes de las otras habitaciones y que si que eran humanos, salieron corriendo al escuchar la primera explosión, llevados por el pánico cuando las llamas se expandían y veían con claridad el peligro de acabar muertos. Todos ellos habían salido de sus habitaciones y corrido hacia la planta baja, buscando con rapidez la puerta principal de aquel edificio, la cual se encontraba sospechosamente abierta.

Los akumas disfrazados comenzaron a salir por las ventanas más cercanas, adoptando la forma de seis niveles 1 y un único nivel 2. Sabían lo que iba a pasar, y que debían de poner todo su empeño para lograr matar a sus objetivos, era por eso que no podía seguir esperando órdenes. Su refugio se estaba desmoronando, y seguramente su superior estaría tremendamente enfadado con todo lo ocurrido, era por eso que debían de actual según sus instintos y atacar de frente. La hora de las trampas había finalizado.

Los akumas ya había salido y buscaban su objetivo más cercano, mientras los humanos no habían logrado salir, misteriosamente ninguno de ellos se mantenía correteando por la calle pidiendo auxilio. Lo cierto era que ninguno podría volver a articular palabra nunca más.

Enfrente de la entrada principal, había una imagen que resultaría grotesca para mucha gente. Centenares de trocitos de carne se agrupaban en el exterior, a pocos centímetros del marco de la puerta. Cuadraditos muy pequeños que anteriormente formaban cuerpos, y no solo en la puerta, sino que también debajo de dos ventanas cercanas a ella. Todos aquellos humanos habían sido mutilados por la habilidad del extraño contrabandista, el cual había desplegado una red invisible de finos hilos de materia oscura, tanto en la puerta como en las ventanas, haciendo que todos aquellos que quisieran salir al exterior por esa zona, acabaran despedazados al entrar en contacto con su trampa.

Mientras todo esto ocurría yo me encontraba peleando con Yuan, el cual había tirado abajo la pared que separaba la habitación de Asad con la del mocoso, Tratando de crear una cortina de polvo por el derrumbe producido, y de paso con la esperanza de que aquel topo sucumbiera a las balas del nivel 1.

Como era lógico seguí a mi presa hasta el siguiente cuarto, y cuando esta me vio atravesar la marea de polvo, trato de golpearme con la palma de la mano que aún le quedaba, pero para su desgracia lo único que logro fue terminar perdiéndola también. Mi risa comenzó a resonar mientras giraba la espada justo delante de mí con ambas manos, una risa que fue seguida de una seria de interminables gritos por parte del akuma.

El ruido que se producía cada vez que cortaba su metálico cuerpo hacia que me entraran más y mas ganas de seguir cortando. La sangre brotaba de todos lados, salpicando paredes y muebles, incluso mi propio cuerpo, un charco de sangre se extendía y cubría todo el suelo de la habitación. Las patas cortadas en varios pedazos, su cuerpo con miles de cortes se retorcía en el suelo mientras se cubría totalmente con su propia sangre. Todo eso mientras en su rostro se reflejaba un gesto de miedo y terror. Hasta que la cabeza de fue cortada del cuerpo y pateada al exterior por la ventana de al lado.

-Kikikiki- era lo único que se podía escuchar desde aquella planta una vez lo que quedaba de cuerpo estallo.

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Mensaje por Faith E. Wippler Mar Jul 31, 2012 1:12 am

Nuestra pequeña victoria fue breve. Pronto, demasiado pronto para mi gusto, nuevos enemigos emergieron desde el interior del edificio por las ventanas y no tardaron en localizarnos. Taz inmediatamente gruñó y se agazapó, listo para atacar, pero noté que al primer paso que dio volvió a inclinarse torpemente hacia un lado. La herida de su pata no era para tomárselo a la ligera, pero no teníamos opción y tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no ponerme idiotamente frente a él a intentar defenderlo.

No. Tenía que pensar fríamente.

¡Asad! ¡Sal de ahí! —le dije justo antes que nuevamente comenzaran a dispararnos. No pude ver a dónde corrió, pero lo hizo justo a tiempo, pues una bala cayó donde él estaba sentado.

No todos los Akumas flotantes nos disparaban, pero no tenía tiempo para saber qué entretenía a los restantes. Mientras corría para evitar las balas que estallaban cerca de nosotros, intentaba ver mi alrededor. Mwalimu me lo había enseñado así en un entrenamiento: ver tu entorno, usarlo a tu favor. Obviamente solía olvidar lo que él me enseñaba, pero necesitaba concentrarme bien si quería eliminar a estas cosas antes que la herida de Taz se profundizara más.

Gracias a las balas, las construcciones cercanas se desmoronaban apilando escombros en la calle. Podría usarlos para esconderme, pero Taz les encontró un mejor uso.

Cuando pasé casi por debajo de una de las máquinas que volaba particularmente alto, di un golpe en el suelo y Taz, en lugar de intentar saltar desde el suelo, subió cuán rápido pudo la pila de escombros y desde allí se lanzó en dirección al Akuma. Gracias a la altura ganada antes de saltar, incluso con la pata dañada Taz pudo alcanzar uno de los cañones, sujetándose de él y comenzando a morder y a enterrar sus garras casi con desesperación. Para mi sorpresa, a diferencia de veces pasadas que necesitaba repetir la acción más o menos unas cuatro o cinco veces antes de que surtiera algún efecto visible, esta vez la máquina comenzó rápidamente a temblar y a descender.

Sentí un dolor general en mí, no muy intenso pero sí bastante obvio, pero lo ignoré, anonadado por la capacidad de Taz.Si sigue así, podrá destruirlo con más rapidez, pensé asombrado, recuperando mi concentración al momento en que otra bala estalló cerca de mí. Verdad, no había un solo enemigo esta vez.

¡Vamos Taz! —le animé con algo de urgencia. Tuve que esconderme detrás de una pila de escombros para que las balas de las otras máquinas no me dieran, pero al oír un nuevo rugido de Taz miré hacia donde él estaba y apenas yo me levanté para correr hacia donde estaba el Akuma que seguía, oí a Taz corriendo hacia mí mientras el Akuma anterior explotaba—. Bien. Uno menos, faltan… más.

Repetí la acción anterior al igual que Taz. Tras indicarle por donde volaba el Akuma, él se encaramó a una pila de escombros y saltó hacia él, haciéndolo caer a ras de suelo para poder atacarlo de manera más efectiva. No sabía por qué, pero mi cansancio aumentaba a un ritmo anormal; yo sólo corría de un lado para otro, no debería estar cansándome tanto. Pero me sentía agotado y cada vez me costaba más empezar a correr de nuevo cuando me escondía de las balas y la respiración se me agitaba más. Pero Taz… él se veía implacable. Parecía hasta habérsele olvidado la herida de su pata, aunque su cojeo se iba haciendo más evidente con el paso de los segundos.

Después de varios minutos, el Akuma explotó. Bien, otro más. Pero cuando iba a por el que seguía para indicarle a Taz su posición, algo me golpeó la espalda muy fuerte, lanzándome varios metros por la calle hasta que choqué con un pedazo de muro. Tomé una desesperada bocanada de aire, pues del golpe se me había cortado la respiración, y noté que había perdido mi herramienta. Mientras intentaba levantarme palpaba el suelo en busca del pico, pero nuevamente algo me golpeó la espalda, dejándome contra el suelo.

Escuché una risa sobre mí y recién ahí caí en la cuenta que lo que tenía en mi espalda era un pie aplastándome.

El niño se quería levantar… que gracioso el niño —tenía una voz horripilantemente irritante y yo sólo quería cerrarle el hocico de un puñetazo. Volvió a reírse de una manera tan molesta como su timbre de voz y aumentó la presión del pisotón. Yo sólo apreté los dientes.

Repentinamente una luz, que creo que era de la luna, hizo a algo cerca de mí brillar y noté en el suelo el pico tirado no demasiado lejos de mí. Si pudiera estirarme sólo un poco más… sólo un poco…

Oí un gruñido— Oh, ¿el animalito se enojó? ¿Y si hago esto? —quitó su pie de mi espalda sólo para volver a pisarme, pero esta vez con más fuerte. El gruñido se volvió mucho más fuerte—. Si hago eso, ¿el animalito se enojará más? —parecía estar disfrutando eso el muy desgraciado.

Taz rugió y se lanzó sobre él. El Akuma (porque asumo yo que eso era un Akuma, aunque no lo he visto de frente) utilizó la misma pierna que usaba para pisarme para patearlo. Taz chilló ahogadamente y fue repelido con facilidad. No sé si fue por su chillido o por el pisotón que me había dado, pero casi sentí el dolor que él sentía en mí, haciéndome faltar el aire. Pero ignoré todo eso y cuán rápido pude, en aquel breve momento en que el Akuma dejó de pisarme, me estiré más y pude tomar el pico. Con el mismo impulso que usé para estirarme me giré y golpeé en lo que parecía ser la parte de atrás de las rodillas del Akuma con la cabeza del pico. Podía no ser Inocencia, pero era metal duro y logré que trastabillara.

Todo eso ocurrió en un breve momento, pero logró permitirme el escapar de sus pies. Corrí hacia donde estaba Taz y mientras él se sacudía los escombros que tenía sobre su pelaje, yo alzaba mi herramienta en pos de protección (una bastante pobre e inútil… pero bueno) y miraba fijamente al Akuma –que de hecho, sí lo era–. A diferencia de las bolas flotantes –las cuales ahora no disparaban y no entendía por qué… quizás por la presencia de éste–, su aspecto me recordaba un poco a Yuan. Aunque no parecía araña, sino algo que no había visto, pero que reconocía como algo más… humanoide. Pero lo importante era su rostro: era horrible y tenía una asquerosa sonrisa en él y unos ojos casi desorbitados que se fijaron rápidamente en nosotros.

Antes que pudiera darle una orden, Taz se lanzó sobre él. Aunque estaba cansado, iba a correr a detenerlo aunque las piernas me fallaran en el intento, pero algo captó mi atención. Nada lejos de nosotros, lo suficientemente cerca como para que pudiera verlo bien, bajo el marco de una ventana había algo amontonado que no eran escombros… era una masa extraña de algo que no podía identificar, pero que tenía algo extraño.

Había algo rojizo como sangre sobre y bajo ese montículo y podía reconocer varios colores… como si fueran pedazos de ropa, pero nada con forma definida.

El Akuma golpeó a Taz nuevamente con gran facilidad, pero esta vez Taz parecía negarse a dejarse vencer fácilmente. Incluso sólo parado, sentía que el sudor me caía a montones y no entendía por qué. Me agotaba con rapidez y no entendía qué diablos me pasaba. Sólo podía ver su batalla, en donde el Akuma tenía una clara ventaja, y de vez en vez dirigía mi vista hacia ese misterioso montículo bajo la cornisa.

Y de repente me vino una revelación y sentí que de golpe perdía toda la fuerza y cómo el corazón se me iba al estómago. Las ganas de vomitar volvieron, pero un nudo en mi garganta me impedía botar nada.

N-No… no puede ser…
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