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El Novio Prófugo Ther Q. Verzegnassi

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El Novio Prófugo Ther Q. Verzegnassi - Página 2 Empty Re: El Novio Prófugo Ther Q. Verzegnassi

Mensaje por Faith E. Wippler Dom Ene 08, 2012 8:20 pm

Había logrado ponerse de pie y caminaba tambaleándose y aferrándose a toda cosa que tuviese a mano para no caer nuevamente. Por supuesto, su maniobra no era tan efectiva porque usaba sólo una mano, ya que la diestra la usaba para sujetar fuertemente su chistera contra su cabeza, temiendo que ésta se separase de ella ante algún descuido.

Tren loco… ¿Por qué? se preguntaba esperando alguna respuesta de Clareon, pero la voz no respondía. Parecía en profunda meditación, como intentando hallar explicación al hecho.

¡Señorita exorcista! —escuchó una voz por sobre el ruido del tren andando a gran velocidad. Al final del vagón en donde se encontraba estaba Werner, quien había cruzado desde el otro vagón, buscándola.

Apenas abrió la boca, quizás para no decir nada, las fuertes sacudidas del tren lograron botarla al suelo. Aún bocabajo en el suelo, alzó la cabeza y se cubrió ambos oídos con las palmas de sus manos. El tren había adquirido tal velocidad que vibraban ruidosamente, amenazando con estallar en cualquier momento.

Sin darse cuenta, Werner ya había llegado a su lado y la tomaba lo más delicadamente que podía por el antebrazo para ayudarla a ponerse de pie, aunque él también tenía problemas para mantener el equilibrio. Los movimientos del ferrocarril eran demasiado bruscos y, al paso que iban, se iban a terminar descarrilando.

De pronto, sonaron unas fuertes detonaciones.

Tenemos que salir de aquí —Faith se sorprendió al ver a Ther allí, avanzando a paso inestable hacia ellos. No le escuchó lo demás que dijo, porque su mirada estaba centrada en las ventanas, donde las sombras de los Akumas de primer nivel se proyectaban.

¿Un túnel?

¿Cla--?

Una última explosión simultánea indicó la destrucción total del vagón del equipaje. Todo el tren se sacudió fuertemente, haciéndolos perder bruscamente el equilibrio. Faith instintivamente se llevó ambas manos al ala de la chistera, impidiendo que cayera, pero sabiendo que ella caería de espaldas al suelo. Esperó el golpe, pero en lugar de eso el calor de otra persona fue lo único que sintió. Abrió los ojos, sorprendida por aquel extraño y ajeno calor, y observó cómo Ther la protegía con su cuerpo.

Su ojo logró captar algo, demasiado efímero y fugaz como para darle a entender qué era. Sólo supo una cosa: era verde.

Luego del sacudón del tren, aunque éste aumentó su velocidad, se estabilizó lo suficiente como para que pudiera ponerse en pie con dificultad, pero sola. Nuevas detonaciones le siguieron a la de la destrucción del último vagón, dándole a entender que los Akumas seguirían hasta acabar con todo el tren. Y eso era algo que no iba a permitir. Acá la única que iba a destruir algo sería ella y su blanco estaba más que claro.

Akumas míos, fuera —dijo soltándose del abrazo de Ther, moviendo su muñeca de una manera certera y firme, haciendo que su Inocencia se activara y brillara con su característico resplandor verde claro.

Sin darles tiempo para que la detuvieran, corrió en dirección contraria a la que el italiano decía, acercándose hacia el final del tren en donde precisamente las máquinas se encontraban. Cuando llegó al extremo del vagón, miró la separación que había entre ambos vagones y luego alzó la mirada al cielo. Allí estarían los Akumas, a los lados del tren, atacando.

¡Dual Slash! —dijo, conociendo a Clareon. Era su deber hacer el doble corte en cruz, por lo que buscaría lo que contuviera materia oscura, no necesitando ella apuntar. No era demasiado certero, pero como mínimo llamaría la atención de las máquinas. Se giró hacia los hombres— ¡FUERA! —les gritó enojada, porque aún los veía ahí. A Clareon se le obedecía siempre y él dijo que se fueran.

El tren se volvió a sacudir fuertemente por la velocidad, tambaleándose peligrosamente hacia un lado al tomar una pequeña curva. Faith perdió el equilibrio y apenas tuvo tiempo para agarrarse de la escalerita de acero que conectaba con el techo del vagón. Agradecía que la línea ferroviaria apenas estuviera curveada; de haber sido una curva más pronunciada, no sólo su mano hubiera resbalado y hubiera caído del tren, sino que probablemente el ferrocarril mismo se hubiera salido de la línea, quizás matándolos a todos.

Al poner los pies bien en el suelo, se soltó y saltó hacia el otro vagón. Cayó torpemente, rodando y agarrándose a la alfombra del vagón del comedor. Al igual que los anteriores, este compartimento era largo y notó, con una sonrisa tétrica, que desde más o menos la mitad del vagón no había techo. Los Akumas lo habían destruido, junto con el final del vagón.

Escuchó una explosión y vio caer chatarra metálica por donde no había techo. Sonrió. Clareon sabía hacer tan bien su trabajo.

¡Clareon! —exclamó, al verlo volver. Lo atrapó en el aire, pero sin poder lanzarlo nuevamente. Los Akumas se dieron cuenta de su presencia y le dispararon inmediatamente, por lo que se dejó caer para rodar por el suelo, alejándose de los disparos mortales. Terminó chocando de espaldas contra una mesa, quedando allí abajo.

Qué suerte.

Había visto muchos Akumas, muchos más de una docena, y eso la hacía feliz. ¡Clareon iba a estar tan feliz! Pero el tren… le estorbaba. Sus movimientos erráticos y bruscos no hacían más que entorpecerla y ahora sentía esa misma sensación que ya hacía un tiempo había asociado, gracias a otros, como “enojo”. Y no le gustaba eso de enojo.

¿Cielo? Sí… cielo, pero… ¡ah! ¡Sí! ¡Clareon ser muy bueno! alababa mentalmente a la voz, sonriendo por lo que le había dicho. Sin perder tiempo se levantó y esquivando apenas (y muchas veces gracias a los movimientos del tren que la botaban o alteraban su paso) las balas que entraban por las ventanas.

Tenía que apresurarse. No quedaba mucho para que el vagón fuera completamente destruido y no sería bueno que ella estuviese allí cuando pasara. Ahora había menos techo –y menos vagón– pero eso la beneficiaba. Cuando pudo, lanzó limpiamente y con un movimiento en arco perfecto la chistera voló hacia el aire, refulgiendo de manera especial.

¡Clareon’s tears! —convocó y la lluvia de Inocencia se extendió por el cielo, cayendo sobre y a los lados del tren mientras la chistera abierta giraba y giraba.

El ácido corroyó el metal de las carcasas de las máquinas, haciendo que éstas, de tan bajo nivel, sucumbieran ante el líquido mortal. De veintena que antes había, ahora quedaba más o menos la mitad. Cuando la chistera volvió a caer a sus manos (agradecía que la chistera tuviera movimientos elípticos, como de boomerang, porque de quedarse quieta en el aire mientras giraba de seguro ya la hubiera perdido por ir en un tren en marcha), iba a lanzarla otra vez al aire, pero el cielo desapareció y todo se oscureció.

¿A-Ah? ¿Cielo? —preguntó ladeando la cabeza al no hallar el cielo sobre su cabeza. Miró la chistera con cara de duda, pero nuevamente una sacudida del tren la hizo espabilar al hallarse cara a cara con el suelo.

Habían entrado al túnel y Faith fue la última en enterarse al estar en el último vagón en pie (o más o menos eso). Esto era entre bueno y malo. Bueno, porque al parecer los Akumas no se habían dado cuenta y no pudieron impedirles el paso para entrar, por lo que ahora ellos iban más adelante. Malo porque el tren iba tan poco estable sobre las vías que en el túnel, que no era precisamente muy ancho, cada tanto el tren chocaba contra una de las paredes, sacando chispas y haciendo todo más complicado y peligroso.

Faith, quien aún no entendía esta “magia de hacer desaparecer el cielo”, iba a quedarse parada ahí como tonta, de no ser porque nuevos disparos la hicieron espabilar. Los Akumas, al verlos entrar por el túnel, los estaban siguiendo y no perdían tiempo para dispararles.

No… no Clareon, no perder Clareon —se dijo a sí misma, corriendo hacia el otro vagón donde había dejado a Werner y a Ther. No podía atacarlos, porque se arriesgaba a perder a Clareon si lo hacía.

Al momento de saltar hacia el otro vagón, una bala estalló muy cerca de ella, haciéndola volar por dentro del vagón. Al levantarse, sobándose la cara porque se había dado duro contra el suelo, notó que ninguno de los dos hombres estaba ya allí.

Bien. Hacer caso Clareon pensó satisfecha, sabiendo que la voluntad de Clareon era cumplida. Escuchando cómo más balas impactaban al último vagón, causando que todo el tren se sacudiera, volvió a ponerse de pie como pudo y siguió corriendo. Necesitaba al cielo rápido para seguir atacando y estaba ansiosa por seguir matando.

Más adelante, precisamente en el tercero, estaban Werner y Ther. Cuando la niña desapareció, aunque quiso seguirla sabía que era el trabajo de ella el pelear y no de él. No le gustaba la idea, porque era una niña y no lo encontraba correcto, pero ahora no había tiempo para pensar en lo que era correcto o no, por lo que apenas vio que Faith no cayó del tren y cruzó al otro vagón, tomó al italiano por el antebrazo y comenzó a correr hacia los vagones del frente. No le importaba tener que arrastrar al joven todo el camino. Era su trabajo detener ese ferrocarril sin control.

Avanzaron unos cinco vagones –en algún momento él soltó a Ther (¿o él se soltó solo?) mientras corrían, esperando que él no fuera lo suficientemente estúpido como para no seguirlo– antes de detenerse abruptamente. Estaban en el tercer vagón y frente a ellos tenían el vagón del carbón, que era inmediato al de los controles de la máquina.

Apenas salgamos del túnel tenemos que subir a ese vagón, pasar por encima y llegar al de los controles. Espero sepas algo de mecánica —le dijo, porque él tenía una noción básica de cómo funcionaban los trenes (pensaba ir por el freno de emergencia, el de mano) pero alguien que sí supiera más no le vendría mal.

Recién ahora, que podían respirar un poco más tranquilos, volteó para ver si sus sentidos no le habían fallado y el italiano seguía tras de él.

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Mensaje por Sigma-chan Lun Ene 30, 2012 4:02 am

De hecho y si hubiese tiempo para reflexionar la situación, era sin duda alguna un sinsentido, un escenario más parecido a un mal sueño que la propia realidad. Pues qué explicación tendría aquella matanza producida por seres tan horribles? Además una persona común hubiese simplemente corrido a resguardarse, por qué entonces Ther se encontraba ahí? Su muerte se hallaba cerca?...

Terrakht no hubo puesto resistencia alguna a la orden de la pequeña y sus piernas se habían movido “solas” cuando el hombre le incitó a salir de aquel vagón, a decir verdad todo el caos parecía haber desaparecido de su mente y un silencio sepulcral acompañaba todas las imágenes confusas que sus ojos percibían como ráfagas. El italiano tenía ganas de despertar… abrir los parpados y comenzar con un nuevo día, porque simplemente estaba harto de tanto ruido.

- Apenas salgamos del túnel tenemos que subir a ese vagón, pasar por encima y llegar al de los controles. Espero sepas algo de mecánica- escuchó decir al uniformado mientras el sonido del ferrocarril raspando contra las paredes de concreto del túnel ensordecía por un momento el de las explosiones.

-En realidad… creo que es una mala idea- comentó a voz firme, recién regresaba de uno de sus trances y su mirada se encontraba perdida en algún punto inexistente, hubo hablado más por simple instinto que por querer. El Verzegnassi se había quedado estático en medio de aquel pasillo como si a su alrededor nada pasase, y de pronto lo inevitable pasó, un movimiento brusco del tren le mando directo al suelo chocando de costado contra una esquina.

El grito de advertencia del buscador se había quedado en el viento y la extraña sensación de estar “haciendo todo mal” invadió el golpeado cuerpo del castaño que lejos de hacer algo por oponer resistencia a la fuerza que le arrastraba de un lado a otro se dejaba ir como pluma en el viento, ocasionándole obviamente más golpes.

-Chico tienes que reaccionar!- exclamó el buscador visiblemente alterado, hincado a su lado y sosteniendo como podía al joven mientras buscaba que él mismo no sufriera daños, y es que aquella situación simplemente le había sorprendido de más que incluso su temple se vio disminuida, lo que menos necesitaba es que el italiano perdiese la conciencia.

-Que sucede?- murmuró mirando vagamente el rostro del que le ayudaba , aquella pregunta no había sido formulada por el de ojos violáceos por que hubiera “regresado”, de hecho e insensatamente era lo único que quería saber estando ahí tendido.

El de la Orden no pudo evitar expresar su sorpresa mediante su expresión, qué le pasaba a aquel joven? En verdad el shock le hubo sido tan fuerte que su razón se esfumaba?

-Ahora eso es lo de menos, tienes que levantarte- habló firmemente mientras con dificultad lograba halar a Ther para que pudiese sentarse, pero este negó con la cabeza y sirviéndose del apoyo de sus manos se impulsó para en instantes encontrarse de pie y brindándole la mano al mayor de los hombres.

-No lamento decirte que te equivocas- le dijo con cierta altivez una vez le ayudó a pararse -no me gustaría morir en la ignorancia… por cierto que si usamos el freno a esta velocidad es muy probable que el tren salga de las vías y vuelque por completo, mejor quedarnos donde los controles y soltar los demás vagones- continuó decididamente abriendo finalmente la puerta que daba al vagón del carbón, el estrepito de las ruedas a toda velocidad sobre las vías inundo el ambiente, además de que la luz del sol en la cercanía anunciaba que el túnel estaba por terminarse.

-Vamos- fue el último comentario que le hizo al buscador y antes que este pudiese hacer nada le jalo con fuerza obligándolo a brincar hacia el carbón, luego el Verzegnassi caminó cuidadosamente sobre la unión de los vagones y ante la mirada atónita del seguidor de la orden se dispuso a soltar el “amarre” una vez que la maquinaría salía del túnel por completo.

-Pero que haces? La señorita aún está ahí!- habló exaltado buscando la forma de librarse del carbón y detener al chico que sin duda para él se había vuelto loco. Pero justamente el de ojos azul terminaba con su tarea.

-Confío en que llegarás a ayudarla…- fue la calmada respuesta del joven, quien sin duda alguna brincaba nuevamente al vagón que ahora se hallaba suelto de la locomotora, que para cuando el italiano cruzó nuevamente la puerta y debido a la velocidad se había alejado por lo menos un kilometro.

Y es que ahora el plan de Ther era buscar a la pequeña damita y sacarla de ahí antes que la tracción de esos vagones se terminara.

“Soy un absurdo” se dijo mientras se tambaleaba por el pasillo y otro impacto Akuma se hacía presente...

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Mensaje por Faith E. Wippler Dom Feb 12, 2012 2:41 pm

Spoiler:

Corrió por los trenes, tropezando, cayendo y golpeándose bastante seguido. Al parecer, lo único que evitaba que el tren terminara por descarrilarse era el hecho que estaban dentro de un túnel que delimitaba los movimientos de la máquina, pero nadie podía estar seguro sobre qué pasaría cuando salieran de aquel lugar.

Mientras Faith avanzaba, los Akumas también lo hacían. Disparaban a diestra y siniestra, haciendo todo más problemático, especialmente porque ella se negaba a atacarlos por el riesgo de perder su arma en el proceso. Menos mal ella era más pequeña y podía pasar con mucha mayor facilidad de vagón en vagón; el tamaño de los Akumas les impedía ir tan rápido como ella, pero sus disparos entorpecían su avance también.

Pronto, una pequeña luz al final del túnel indicó que estaban próximos a la salida y ella aún estaba por el quinto vagón. Los Akumas le pisaban los talones y aunque pudiera atacar ya bajo un cielo descubierto, podría el tren terminar por descarrilarse y todos sus esfuerzos serían en vano.

Trencito, trencito… un poco más —pedía ella viendo a la máquina, esperando a escuchar una respuesta afirmativa de su parte que nunca llegó.

Cuando ya la luz casi tocó su vagón, al final de éste vio una figura conocida. Era Terrakht.

Inesperadamente, la voz de Clareon se hizo presente y le dio una gran solución a todo este problema. ¡Por supuesto! ¡Aquel joven le sería completamente útil! Comenzó a avanzar hacia a él, terminando por rodar hasta chocar con una pared al caer producto de la colisión de una bala de sangre con la puerta del vagón que había cerrado a sus espaldas. Se levantó, notando como su antebrazo izquierdo sangraba y no se detuvo a averiguar por qué lo hacía (aunque sí estaba interesada en eso que ya estaba acostumbrada a sentir y que todos llamaban “dolor”… era muy curioso), simplemente siguió andando.

Al llegar al lado de Ther, aunque no le gustaba tocar a otros se recargó en él para no volver a caer. Tomó su manga con fuerza y alzó el rostro para poder hablarle.

¡Saltar! —exclamó con voz amortiguada, señalando hacia afuera con su mano libre— ¡Saltar! ¡Clareon matar! ¡Saltar! —decía, esperando hacerse entender.

Los Akumas, ya acercándose peligrosamente a ellos, siguieron disparando logrando lo mismo que habían hecho en el último vagón: romper el techo. Era un espacio reducido, pero ahora con el techo abierto las posibilidades de ganar eran mayores, especialmente ahora que el cielo había vuelto.

Saltar —le repitió, dándole la espalda pero sin soltar su manga— ¡Clareon’s tears!

La chistera, brillando en todo su esplendor y goteando ácido mientras orbitaba en el aire, abandonó su mano y voló, trazando una perfecta elipsis mientras atacaba con sus poderosas lágrimas. Faith, viéndola, no previó el golpe final de aquel vagón contra lo que quedaba de pared del túnel, por lo que para no caer tuvo que aferrarse más al italiano y hacer un gran esfuerzo para no irse nuevamente en su mundo fantasioso y retorcido y quedarse en el ahora, que era lo importante.

Tironeó de la manga de él para poder llevarlo hasta donde se unía el quinto vagón con el cuarto, ni siquiera notando los locos movimientos que los vagones hacían por estar ya libres de los dos primeros vagones, que eran los que guiaban al ferrocarril. Miró hacia afuera, viendo todo el paisaje borroso por la velocidad del tren, pero no tenía miedo de saltar. En esos momentos, su falta de lógica y comportamiento racional era útil, pero eso no indicaba que sería una ventaja, pues traía a Ther consigo.

Vamos. Clareon después venir —le decía sin soltarlo, apuntándole al borroso suelo indicándole que tenían que saltar hacia allí.

¿Quién en su sano juicio lo haría? Una niña psicótica en un tren descontrolado… un escenario poco normal y para nada favorecedor, pero nada que proviniera de la Orden prometía normalidad.

Antes que pudiera ella intentar vanamente tironear a Ther para saltar o que él mismo decidiera hacerle caso y arrojarse literalmente al vacío, el tren dio una fuerte sacudida producto de las numerosas explosiones de las máquinas del Conde, haciendo que perdieran el equilibrio y cayeran hacia la nada. Instintivamente Faith se aferró al italiano cuan fuerte pudo y cerró los ojos, anticipando el golpe. Éste fue duro y doloroso, pero mientras rodaban colina abajo los golpes continuaron, quitándole el tiempo para pensar. Como el cuerpo del otro la cubría bastante, la mayoría del daño se lo llevó él, pero eso realmente no le importó.

Cuando perdieron vuelo y fueron deteniéndose, Faith pudo saborear su propia sangre mientras daba las últimas vueltas. Finalmente quedó bajo el cuerpo de Ther, algo aplastada por él, pero básicamente bien. Le dolía el cuerpo, tenía más de un corte y quizás algo roto, pero bien dentro de todo.

C-Clareon… —murmuró sin poder salir de debajo de él, queriendo reunirse con su amada chistera. Esperaba que ésta hubiese caído cerca de donde estaban, aunque fuera como fuera igual haría todo por recuperarla.
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Mensaje por Sigma-chan Dom Feb 19, 2012 4:09 am

Desde siempre le hubo resultado realmente molesto el encontrarse en desventaja, era algo que no le gustaba en lo absoluto y sin embargo era un hecho que no evitaría, pues quisiese o no era humano y por lo tanto vulnerable. Vulnerable en sus emociones, en su cuerpo y sobre todo del medio… aquella situación no podía ser más clara en ese aspecto.

El de ojos violáceos se hallaba disgustado por no poder mantener el equilibrio, el recuerdo de su arduo entrenamiento había surgido en su cabeza y el sentir de que era un completo fracaso le invadía con fuerza, sobre todo cuando vio como la pequeña se hizo daño en su camino hacia él. Su mente se puso en blanco cuando el menudo cuerpo de la morocha chocó contra el de él, ella tenía una idea y de inmediato se la hizo saber:

-¡Saltar!- exclamó y en el rostro de Ther una sonrisa apareció, le parecía gracioso que ella tuviese el mismo plan que él había querido evitar.

“Me duele admitirlo…” se dijo mientras la exorcista insistía y los enemigos hacían acto de presencia, no hubo más nada que discutir y lo siguiente que hizo fue saltar del vagón procurando proteger con su cuerpo a la damita, a quien en su mente llamaba Clearon…

Mientras rodaban, el italiano se había aferrado a la niña con la firme intención de servirle de escudo, dispuesto a dar su vida a cambio de que ella recibiese el menor daño.

Las imágenes de la caída fueron confusas, y mucho, su mente no procesó varias de ellas solo un montón de colores y sonidos diversos que se revolvían, acompañadas de un “raro” dolor que de pronto era intensó en alguna parte de su cuerpo y al siguiente instante desaparecía. Sin embargo una escena si había sido clara: gotas resplandecientes de color verde que caían del cielo y destruían en una magnifica explosión a aquellos seres asesinos.

Y luego nada... el castaño perdió la conciencia.


-Ther! Ther! Hermano! Que emocionante!- decía con gran entusiasmo una niña de largos cabellos ondulados y ojos en tono anaranjado, brincaba de gusto frente a la mirada fija del susodicho a quien jalaba de un brazo apresurándole.

-No es algo tan maravilloso- comentó con calma aunque una cálida sonrisa se dibujaba en sus labios.

-Si lo es hermano!- espetó con un puchero la otra pequeña quien firmemente le abrazaba del segundo brazo clavandole su también anaranjado mirar en símbolo desaprobatorio.

Una carcajada fue la única respuesta por parte del jovencito, que sin duda alguna estaba dichoso...


El reciente y punzante dolor en el lado izquierdo de su cabeza le había devuelto la razón al castaño que reaccionó lentamente conforme abría los parpados, se hallaba aturdido y sus sentidos no eran muy fiables en aquel estado. Llevando con dificultad una mano a su cabeza en el lugar que le dolía… sangraba?

- C-Clareon…- escuchó murmurar a la criatura a su lado, su voz le era tan familiar… Ther dio un respingo al entender la poción en la que estaba y de un momento a otro se había sentado. Un leve mareo le invadió, seguramente por la rapidez en la se hubo incorporado.

-Lo lamento- dijo apenado un momento después de que el mareo le pasara y con delicadeza movió a la uniformada, ayudándole a que también se sentase e inmediatamente tomó el pañuelo que guardaba en el bolsillo para con él limpiar las heridas que eran visibles y sangrantes en la pequeña.

-Tienes algún dolor muy fuerte piccola?- le cuestionó pues temía que tuviese alguna fractura -Por cierto, tal vez no sea la situación adecuada, pero podrías decirme tu nombre? El mío es Ther- agregó tranquilamente el de mirada azul mientras se deshacía de un par de ramitas que quedaron atoradas en el oscuro cabello de la niña. A el Verzeganssi le dolía casi todo el cuerpo pero aún asi esperaba que finalmetnte su duda fuese resuelta... era un sujeto curioso.
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Mensaje por Faith E. Wippler Miér Feb 22, 2012 2:42 am


Spoiler:

Aunque Ther procuró tratarla delicadamente al momento de sentarla, los toques sobre su cuerpo dolieron. Especialmente en el hombro. Así como el italiano estaba mareado, por tanta vuelta brusca y repetitiva ella ahora, menos mal que él, también estaba mareada; en su mente aún rodaba. Aunque sus sentidos aún estaban afectados por las vueltas, su vista no estaba borrosa y pudo ver el estado en el que el otro estaba. Su sien izquierda sangraba bastante, manchando sus cabellos y parte de su rostro. La sangre aún fluía y Faith seguía con sus ojos una gota gorda que resbalaba zigzagueante hasta morir en la comisura de su labio.

Alzó su mano lentamente y posó dos de sus dedos en la sien de Ther. Obvió cualquier signo de dolor de parte de él y deslizó temblorosamente sus dedos por la sangre, bañándolos en ellos. Se miró la mano, manchada de carmín, y se vio su propio antebrazo que sangraba, pero ya casi nada. Comparaba la sangre con una fascinación increíble y con una sonrisa demente naciente; estaba tan concentrada que se veía completamente ida en ello.

Empero, su concentración fue eclipsada por el dolor que sintió, haciéndola gemir lastimeramente. Ther, quien limpiaba sus heridas de manera casi tierna intentando no hacerle daño, había dejado su rostro poco magullado para tratar su hombro, el cual apenas se veía bajo su abrigo roto. Al retirar el pañuelo había algo de sangre en él, pero Faith se hizo para atrás escapando del dolor. Con su propia mano palpó su hombro, pero al sentir nuevamente dolor la quitó rápidamente. Bajo lo poco de abrigo que quedaba allí y bajo su delgada ropa había un hombro con algunos arañazos que sangraban apenas, pero que se encontraba rojo e hinchado y que dolía al moverlo.

Repentinamente, algo la inquietó. El silencio. Tanto alrededor suyo como en su mente. No había explosiones ni un tren descarrilado. ¿Cuánto habría avanzado desde que ellos habían saltado? Con la velocidad que iba… bastante. Pero no lo suficiente como para terminar por volcarse sin que ellos lo escuchasen. Quizás Ther lo habría oído, pero de algún modo ella no.

La turbaba más el silencio mental.

¿Clareon? —lo llamaba, ignorando una vez más a Ther— ¿Clareon? —dijo con esa vocecita monótona suya, pero con una nota sollozante escondida, apenas identificable, pero presente.

Porque las memorias se asomaban en su cabeza, aprovechando su debilidad física que la hacían aún más vulnerable mentalmente. Porque ella no quería recordar, sino olvidar.

Necesitaba a Clareon.

Se levantó sin poder evitar que en su rostro se dibujara una mueca de dolor por los movimientos que obligaba a su cansado y magullado cuerpo a hacer; era humana, después de todo. Vio colina arriba sin poder divisar las líneas del tren y comenzó a subir. Lento, pero seguro. Musitaba ese único nombre que parecía tener algún derecho en su vida, buscándolo con esos ojos que ya no distinguían nada que no fuera su chistera. Buscó y buscó, pero no la encontraba. Eso la desesperaba.

¿Dónde podría estar Clareon?

Cuando la dejó volar, el movimiento que describió fue elípticamente perfecto. Ningún fallo, ningún error. Pero por supuesto no consideró la potencia de las explosiones en las que estallaron los Akumas que los perseguían y que había logrado eliminar por completo. Quizás empujaron a la chistera lo suficiente para alejarla de ella.

No obstante, a ella no le importaba. Caminaba arrastrando los pies, tropezando y cayendo, haciéndose más daño. Pero su búsqueda era incansable. No iba a detenerse y ya no era porque necesitase de su arma para luchar, puesto que la misión no estaba acabada ni por asomo. No. Esto era una necesidad.

Clareon.

Clareon.

Clareon.

¡Clareon!







Cuando los vagones se separaron y vio la figura de un Ther con un tornillo menos según él, Werner observó por un segundo su figura tambaleándose y cayéndose por los movimientos del ya completamente descontrolado tren hasta que el movimiento de los vagones en los que él iba lo hicieron caer de espaldas sobre el carbón. Se le incrustaron en la columna varios trozos duros y lanzó un quejido, pero se apresuró a levantarse para retomar su trabajo: debía llegar al primer vagón y detener aquellos dos que quedaban antes que se descarrilara.

Sin embargo, ya sin el peso de los otros vagones, aquellos dos sobrantes comenzaron a balancearse de una manera menos brusca, dándole algo más de estabilidad. Poco a poco, la velocidad demente y peligrosa a la que iba el tren comenzó a disminuir y aunque iba bastante rápido aún. Todo parecía más… normal, de cierta manera.

Pero al mismo tiempo eso era peligroso. Si la otra parte del tren continuaba con aquella insana velocidad, no tardaría nada en alcanzarlo a él y podrían hasta chocar –si es que no se había descarrilado antes–. Werner se apresuró a saltar del segundo vagón al primero y encontró la maquinaria central del ferrocarril. Identificó el freno de emergencias, pero recordó las palabras de Ther.

Necesito hacer algo y rápido —se decía revisando con ojos desesperados la demás indumentaria, sin hallar respuesta a sus plegarias.

Pronto, la solución llegó a sus ojos.

¡Una doble vía!

La línea del tren, metros más allá, se dividía en dos líneas diferentes. Si lograba cambiar la dirección luego de él tomar una de las vías, podría evitar que ambas partes del tren colisionaran si es que los vagones restantes lo alcanzaban. ¿Pero cómo? No tenía una cuerda ni nada y sólo tenía una oportunidad.

Su mente maquinó rápidamente un plan y al darse cuenta de un objeto que le sería útil, retrocedió velozmente hacia el segundo vagón, sin saltar hacia él, y estirarse para tomar la gran pala de metal con la que paleaban carbón.

Sólo una oportunidad. No podía desperdiciarla.

¡Ahora!

Estiró el brazo cuanto pudo, afirmándose del barandal de metal que sobresalía de la pared junto a la puerta del vagón (estaba casi volando, de hecho), y con toda la fuerza que pudo golpeó la palanca de metal que cambiaba la dirección de las vías. El golpe logró lastimarle el brazo y hacer que la pala saliera volando lejos producto del impacto, pero pese a todo logró su objetivo: la palanca se movió y con un chirriante sonido las líneas curveadas del tren cambiaron de posición hacia las segundas vías, que tomaban una pronunciada curva hasta otro lugar.

Pudo respirar tranquilo, sabiendo que ahora que el ferrocarril (los dos vagones en los que iba) parecía estar más controlable y quizás podría detenerlo o al menos mandar alguna señal de auxilio sin que su vida peligrara seriamente.

Casi un minuto después, mientras esos dos vagones se alejaban, los vagones restantes justo eran destruidos por la potente explosión de Akumas, descarrilándose por completo y volcándose hacia el lado contrario a donde la exorcista y el italiano habían caído, de una manera estruendosa y explosiva.

Lo que quedó de aquellos vagones ardió silenciosamente en llamas luego de tamaña explosión, pero ya completamente quieto y sin nadie en él.






Como no tenía buen sentido de la orientación (y en ese estado aún menos), en lugar de ascender de manera recta, Faith iba ascendiendo hacia el lado, acercándose lentamente hacia el lugar donde ahora el tren reposaba muerto. No avanzó mucho hasta que, entre unos ramajes secos y descoloridos, algo negro llamó su atención.

Clareon.

La chistera estaba desactivada, en su apariencia inofensiva y normal, sucia y deslustrosa pero en una pieza. Logrando bloquear toda sensación en su cuerpo y casi apenas recordando respirar, Faith se apresuró hasta su arma para tomarla y abrazarla mientras respiraba agitadamente. Ese pequeño tramo recorrido la agotó increíblemente, sin contar que el dolor aún estaba presente aunque mentalmente no se diera cuenta, pero ella estaba aliviada. La presencia de Clareon ahuyentaba las malas memorias y la traía al presente al tiempo que la dejaba divagar en un lugar seguro y acogedor, donde sólo estaban ella y él.

La sonrisa de alivio de Faith era evidente y, junto a ello, los temblores de su cuerpo la hacían ver increíblemente vulnerable. Una batalla contra una horda de niveles uno nunca la habían dejado así, era casi un insulto considerando su experiencia en el tema y su habilidad con su arma, pero fue el escenario el que la dejó mal. Una carrera contrarreloj en un tren descontrolado a gran velocidad más una dolorosa caída que sólo fue amortiguada por el cuerpo de Ther. Incluso sin los niveles uno no habría salido ilesa de eso.

C-Clareon… Clareon… —repetía sin soltar su Inocencia, mientras dejaba que su cuerpo se recostara en el suelo— No. No. Yo Faith. Clareon. Yo Faith —musitaba frunciendo el ceño y queriendo espantar sus horribles recuerdos que se mezclaban con las últimas palabras de Ther, cuya presencia desapareció de la memoria de Faith.

Faith.

Sólo Faith.

No.

Eirene no.

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Mensaje por Sigma-chan Jue Mar 01, 2012 4:05 am

Su mente hubo quedado en blanco, despejada como si estuviese en meditación; sus ojos se habían limitado a mirar con suma atención los movimientos de la pequeña y no reaccionó a pesar del roce de sus dedos sobre su sien. Tal vez el zumbido que de pronto se hizo presente en sus oídos tenía que ver con el hecho de que se encontrase ausente o quizá era la imagen un tanto perturbadora que ahora mostraba la niña al juguetear con la sangre… pero el hecho era que el italiano sentía frío, mucho tal cual se encontrase desabrigado y solo en una tormenta de nieve. Y el interminable sonido del silbido que invadía su mente y no parecía desaparecer… sin embargo no se detuvo de su labor de limpiar las heridas de la menor.

“Yo seré esa luna…”

Y el zumbido cesó de pronto igual que hubo aparecido.

Un sentimiento de tristeza y premura le embargó en cuanto notó la hinchazón del brazo de la damita, aquello era un signo evidente de una fractura y por lo tanto tenía que actuar rápido para evitar alguna complicación, qué podía ser útil en aquella situación? Su violáceos orbes repasaron su alrededor buscando cualquier objeto que pudiese servir para entablillar la ruptura pero en aquel paraje desolado no había mucho que ayudase.

Fue cuando la exorcista comenzó a hablar que finalmente una expresión diferente a la calma invadió el rostro de Ther y es que para su asombro la pequeña comenzó a levantarse a pesar del dolor que se notaba en su acciones, repitiendo una y otra vez aquel nombre que ahora, y sin duda, el italiano sabía no era el de la chica.

-Espera…- logró articular el Versegnassi mientras con dificultad intentaba colocarse en pie, la de ojos oscuros comenzaba a irse y él no quería permitírselo, sin embargo el mareo que experimentó tras pretender hacer el esfuerzo y el regresó del pitido en sus oídos acabó por tirarle nuevamente sobre el suelo, al parecer el golpe en la cabeza si le había desorientado gravemente. La sensación de que todo giraba alrededor le tenía realmente molesto y le impedía si quiera colocarse sobre sus rodillas.

“Piccola…” pensaba insistentemente mientras con dificultad notaba su partida.

Por qué todo aquello? Cuál era el objetivo? Qué broma era aquella? Un sinfín de cuestiones se disparaban en su mente cuando no pudo más que cerrar los parpados y hundirse de lleno en el mareo que sentía, hasta que sin previo aviso el frío que desde hace un rato hubo sentido empezó a desaparecer con lentitud y junto con él el vértigo, a cambio la cálida sensación de una llama le invadió. Poco a poco fue abriendo los parpados y recuperando la visión del lugar en el que se hallaba tendido mientras una luz verde parecía envolverle desde el costado. La Inocencia, su Inocencia, le llamaba con una dulce voz…

Realmente no quería ahondar en lo sucedido, lo único que Terrakht necesitaba saber es que gracias a aquel suceso él se encontraba en pie, aún dolorido y herido, pero finalmente en pie y libre del mareo. Estaba en busca de la pequeña uniformada y su expresión calmada había vuelto, extrañamente ahora sentía menos dudas.

No tardo en hallar a la de negros cabellos tendida entre ramas secas, Ther soltó un suspiró de alivió y con premura se dirigió hacia ella.

-…Yo Faith- le escuchó mascullar mientras se colocaba a su lado y no pudo evitar sonreír al notar que la niña abrazaba con suma fuerza su accesorio, aunque su sonrisa duró poco pues la actitud que demostraba la de mirar azabache parecía más de alarma que una tierna escena.

-Faith?- cuestionó amablemente el castaño, su voz era grave y profunda símbolo de su preocupación, y colocándose en cuclillas frente a la aludida guardó silencio esta vez sin intenciones de tocarle, primero porque no quería incomodarla con algún dolor sorpresivo y segundo porque se notaba que su mente estaba frágil.

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Mensaje por Faith E. Wippler Lun Mar 05, 2012 3:46 pm

Impulsada por el cansancio y lo cómodo que ahora le parecía el duro suelo sobre el cual estaba recostada, poco a poco sus palabras comenzaron a convertirse en balbuceos que poco a poco se volvían inentendibles, hasta que se convirtieron en débiles susurros imposibles de escuchar. El sueño la envolvió al mismo tiempo que lo hacía la calma y el dolor, cerrando sus ojos lentamente, dejándose llevar por Morfeo hasta el mundo de los dormidos. Cuando su respiración terminó por normalizarse, volviéndose tenue y pausada, y los temblores abandonaron su cuerpo al caer éste rendido ante el cansancio.

No pasó siquiera un minuto después de que la niña se entregó al sueño cuando unos gritos lejanos alcanzaron el lugar donde ambos estaban. A medida que el dueño de la voz se acercaba, los gritos eran más audibles y entendibles, revelando ser una voz masculina, grave y rasposa que exclamaba una sola pregunta: ¿Alguien está ahí?

El hombre, sin rendirse, continuó caminando a paso apresurado hasta que logró distinguir la figura de Ther; al verlo, un alivio lo embargó, y comenzó a correr hacia donde él estaba.

¡Ey! ¡Muchacho! ¡¿Te encuentras bien?! —preguntó a gritos mientras se acercaba al italiano, deteniéndose a un metro de él para recuperar el aliento— Ey, ¿estás bien? Escuché una explosión muy fuerte hace rato y vine a… —se calló abruptamente al ver a Faith dormida en el suelo, malinterpretando todo— ¡Oh, Dios santo! ¡¿Acaso ella está…?!

Creyéndola muerta, el hombre –por su edad, casi podía decirse que era un anciano, pero se movía lo suficientemente bien para no considerarse completamente así– boqueó como pez fuera del agua e intercaló su mirada entre ella y Ther. No obstante, mientras su mente maquinaba distintos escenarios en donde primaba el asesinato con Ther como culpable, sus ojos se fijaron en el menudo cuerpo de ella y notaron cómo respiraba. El alivio volvió a su cuerpo y el miedo lo abandonó, mirando nuevamente a Ther ya sin creerlo un loco asesino.

Muchacho, puedo ayudarlos. Mi casa no está muy lejos de aquí y parece que necesitan ayuda —le dijo tanteando el terreno. Ambos lucían bastante apaleados, él especialmente, y aunque él no era médico y su esposa tampoco, bien podrían darles un lugar para descansar y para comer. Además, quizás así podrían averiguar qué fue esa explosión tan estruendosa que oyeron cerca de su hogar.






Luego que lograse cambiar la dirección de las vías, Werner escuchó al poco tiempo la enorme explosión producto de la destrucción de los Akumas de primer nivel, más el descarrilamiento del tren. Rezó a Dios Padre y a todos los santos que Faith y Ther no estuviesen allí en ese momento, tomando con bastante fuerza el rosario que escondía bajo su chaqueta beige.

Sacudió su cabeza para aclararse la mente y miró a su alrededor. Aunque el resto del ferrocarril literalmente explotó, aquellos dos vagones seguían y, luego de examinar el panel de control, notó que la palanca que accionaba al tren estaba a todo dar y que además estaba averiada. Intentó usar los frenos normales, que detenían las ruedas de manera más gradual, pero tampoco funcionaron. ¿Ahora qué hacía?

Miró los frenos de emergencia. Terrakht le había dicho que si los usaba podría descarrilar los vagones, pero ahora el escenario era diferente. No tenía la cola del tren y el balanceo era menos brusco… quizás ahora sí podría usarlos.

Bueno, el que no arriesga no gana pensó intentando consolarse, pues no tenía otra idea aparte de accionar la palanca.

Respiró hondo y la tomó con ambas manos. Dudó un segundo, pero una inyección de seguridad que le duró menos de un minuto fue suficiente para hacer que su cuerpo se moviera y tirara la palanca con mucha fuerza, accionando los frenos. Instantáneamente, las ruedas metálicas dejaron de rodar y comenzaron a detener los vagones bruscamente. Werner se fue de boca al suelo, golpeándose la boca y la nariz por la caída, pero afirmándose de la palanca metálica para evitar continuar rodando. El ferrocarril, luego de varios minutos de sonidos chirriantes y chispas saltando desde las ruedas y las vías, se fue deteniendo hasta que el movimiento fue nulo.

El buscador se mantuvo quieto incluso después de que el tren se detuvo, como para asegurarse de ello. Con cuidado se puso de pie y observó a su alrededor, notando el paraje abandonado en el cual estaba. Bajó del primer vagón de un salto, ahogando un “auch” al caer de pie. Seguramente los golpes dolerían bastante al día siguiente, pero ya qué.

Sabiendo que, lo que fuera que hubiera ocurrido con la exorcista y el joven, ellos estarían más atrás que él, comenzó a caminar a paso pausado pero seguro. Eventualmente llegaría a un pequeño poblado que estaba en medio de Brig-Glis y su siguiente destino, de apenas diez casuchas, en donde vivía aquel hombre que estaba ofreciendo ayuda a los otros dos sin siquiera él saber.
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Mensaje por Sigma-chan Sáb Mar 10, 2012 3:12 am

Sonreí, sintiendo mi corazón parecer una cálida y pacifica llama, aún cuando no hubo contestación de su parte el mirarle dormir tan dulcemente me aliviaba en lo profundo del alma, quizá porque mi pensamiento limitado deseaba que aquella tranquilidad que ahora transmitía fuese resultado de que su estado físico no era grave, pero ello era solo un deseo, por supuesto que ese grado de cansancio no era lo mejor. Sin embargo me mantuve observándola, pues su pálido y calmo rostro aliviaba de forma mística el dolor de mi cuerpo así como acallaba la voz de mi propia mente, que hasta ese momento no hubo tenido paz…

Me dan ganas de abrazarla con afecto, quizá entonces pueda compartir su fortaleza, tal vez entonces los rostros entristecidos de los que amo se diluyan de mis pensamientos y posiblemente logre entender un poco de lo que sucede… forse.



-¡Ey! ¡Muchacho! ¡¿Te encuentras bien?!- fueron las palabras del hombre que recién llegaba agitado, ello logró que el italiano se restableciera y poniéndose en pie le observó inexpresivo mientras el buen samaritano continuaba hablando -¡Oh, Dios santo! ¡¿Acaso ella está…?!- se interrumpió a sí mismo con apuro. Terrakht no movió ni un solo músculo, ningún sonido surgió de sus labios y no apartó siquiera un segundo la mirada del rostro preocupado del mayor, pues de hecho le hubo incomodado que el desconocido pareciese acusarle de dañar a la jovencita, pero de su disgusto nada iba a decir.

-Muchacho, puedo ayudarlos. Mi casa no está muy lejos de aquí y parece que necesitan ayuda- habló tras una breve pausa al percatarse de que sus conjeturas eran erróneas.

-Le agradezco- dijo con simpleza el de violáceos ojos y le dirigió una leve reverencia después se dispuso a levantar a la morocha con suma cautela evitando a toda costa el lastimarle más el brazo y despertarla. La “ofensa” de hace un minuto se había desvanecido en pro de un bien mayor: la oportunidad de auxiliar a Faith.

-Por aquí- indicó sonriente el de edad comenzando a caminar rumbo a su localidad.

A decir verdad el esfuerzo que representó cargar a la damita había sido mucho más del que a Ther le hubieses gustado, y mientras el amable hombre le contaba sobre el desarrollo de la historia del por qué se aventuró a ir averiguar sobre la explosión, el Verzegnassi rogaba mentalmente a su cuerpo el que no fuese a desplomarse por el dolor que sentía o que de ser así la de azabache mirar cayera sobre él y no al contrario.

-Eres un joven admirable, solo puedo percatarme de tu padecer por tu agitada respiración. Lamento no haber traído siquiera una carretilla…- dijo con desanimo el samaritano una vez terminó su narración, la cual podía resumirse en que al escuchar la explosión y a pesar del desacuerdo de su esposa había sentido la necesidad de averiguar lo ocurrido puesto que presentía que podía ser de ayuda.

-Grazie- fue lo único que logró articular el de cabellos chocolate y no lo decía por el halago, más bien por el hecho de que su decisión acabase por beneficiarles eso sí que lo agradecía desde el alma, y al parecer el mayor de los hombres lo entendía perfectamente pues una sonrisa sincera se formaba en su rostro.

-Gracias al cielo! Algot!- exclamó aliviada la voz de una mujer que era acompañada por un par de personas más, el sendero llegaba a su fin y claramente se divisaba un pequeño poblado.

Ther suspiró complacido al notar el brillo en los ojos del aludido, sin duda la dama que se acercaba presurosa era su esposa y esperaba que entre sus acompañantes hubiese un doctor, quizá un curandero?

-Ya esta piccola…- susurró amablemente a la pequeña entre sus brazos y de improvisó se hincó sobre el suelo dejando a su lado a la aludida para finalmente desmayarse del cansancio.


In un batter d’occhio…

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Mensaje por Faith E. Wippler Lun Mar 12, 2012 2:04 pm

Sus pies repentinamente se pegaron al piso aunque ella quería seguir corriendo. Intentó moverse, pero tenía el cuerpo congelado. Sólo podía mover del torso hacia arriba, lo necesario para girarse a contemplar dónde estaba. Estaba en una capilla que estaba en los patios interiores del convento, donde había tres caminos diferentes. Y cada camino era ocupado por personas diferentes.

Hermana llamaron unas mujeres cuya fisonomía estaba escondida tras un hábito negro y blanco. Estiraban sus brazos, invitándola a ir con ellas.

Eirene… susurraba una voz ficticia que pertenecía a una mujer imaginaria que, pese a estar completamente rodeada de sombras, una blanca sonrisa se vislumbraba en sus ensombrecidas facciones.

Finalmente, una voz sin sonido la llamaba por el tercer camino. Era Clareon.

Todos la invitaban a unirse a ellos, pero Faith tenía miedo. Su cuerpo inmóvil temblaba y con sus manos se cubría el rostro bañado en lágrimas. Pronto, sintió un temblor y el paisaje comenzó a resquebrajarse, cayendo como cuando el arca se había derrumbado con ella dentro.

¡Espera! ¡Clareon! y corrió por el pasillo en donde la voz muda la llamaba.

Iba a mitad de camino, con el brazo estirado, cuando el mismo comenzó a llenarse de pentagramas negros que iban ascendiendo por su antebrazo para plagar su cuerpo entero. Faith, sin dejar de correr en cámara lenta, contempló atónita como su brazo se deshacía en polvo mientras ella misma caía por a un vacío frío y de infinita oscuridad, mientras lentamente su cuerpo se deshacía por el efecto del veneno.

Y cayó y siguió cayendo.

Y nunca acabó de caer.






Abrió los ojos con lentitud y desorientación. En su mente, la sensación de caer a la eterna nada aún persistía, pero el recuerdo breve y fugaz de ciertos rostros que no alcanzó a reconocer la acompañaron, eliminando el miedo que en su sueño había sentido. A medida que la penumbra la invitaba, la mente se le nublaba en ruidos inventados y de las cosas que la rodeaban.

Aún así, se mantuvo quieta, escuchando el “Padre Nuestro” que cantaba un coro invisible.

El sonido de una puerta abriéndose la distrajo, pero no dirigió la mirada hacia la fuente del sonido. Se quedó con los ojos fijos en el techo.

¿Pequeña? ¿Estás despierta? —alguien preguntó en susurros al verla parpadear somnolientamente. Al no conseguir una respuesta de Faith, la mujer lo atribuyó quizás al temor de estar en un lugar extraño, por lo que le sonrió cálidamente mientras dejaba lo que traía sobre una modesta mesa de noche— No te preocupes. Ahora estás a salvo.

Faith no la miró, sino que giró la cabeza sobre la almohada y notó que, en una cama junto a la propia, se encontraba tendido Ther, quien dormía profundamente. Lo miró con cuestionado interés, centrándose en lo que antes no estaba allí: vendas. Éstas rodeaban toda la frente del italiano y había un algodón bastante grueso que cubría todo el lado izquierdo. Otro algodón estaba pegado a su mejilla derecha, pero como estaba cubierto por unas gruesas frazadas, no pudo ver nada más.

Volteó nuevamente su cabeza, dirigiendo la vista a la mesa de noche donde la mujer había depositado las nuevas frazadas que ahora colocaba sobre ella y Ther. Había una lámpara de aceite apagada y sobre ella reposaba su chistera. El alivio la embargó y, con ello, las ganas de moverse para poder tomarla la invadieron. No obstante, al intentar hacerlo el dolor –más tenue, pero presente– y la incomodidad se lo impidieron.

No hagas eso, te vas a lastimar más —le advirtió en un regaño casi maternal— El doctor del pueblo te ha entablillado el brazo, pero eso no te ha curado. Así que se buena niña y descansa. Más tarde vendré con algo de comida para ustedes —dijo yéndose hacia la salida de la habitación.

Allí esperaba su esposo, observando desde el marco a ambos inquilinos. Preguntó en susurros sobre sus estados y la mujer, también en voz queda, le dijo que le joven aún no despertaba (cosa que no le extrañaba por sus heridas, añadió) pero que la niña ya estaba lúcida y, aunque estaba algo desorientada según ella, parecía estar bien.

Algot asintió y luego se inclinó para susurrarle algo al oído. La mujer escuchó atenta y luego, llevando su mano hacia su boca en signo de preocupación, asintió y ambos se fueron por el pasillo, apenas juntando la puerta para que una débil luz ingresara a la habitación sin molestarlos.

Faith no había ni intentado oírlos, puesto que en su mente un extraño cosquilleo le decía que había olvidado algo que quizás era importante. Pero por más que intentara enfocarse no lo lograba y finalmente se rindió a descansar los ojos, cerrándolos, y simplemente oír los murmullos de la casa que, a diferencia de la mayoría de las cosas que le hablaban, no parecía ser hostil.
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Mensaje por Sigma-chan Mar Mar 20, 2012 12:03 am

“Un sueño. La primera vez que besé tus cálidos labios y el sentimiento de profunda calma que me transmitía el reflejo de la luna en tus pálidos ojos. Un sueño. El mirar tu tierna sonrisa y tocar tu suave piel. Un sueño. El deleite que me provoca el escuchar tu suave voz pronunciar mi nombre. Un sueño. La dicha que me ocasiona el sentir tu cuerpo estrechar el mío con dulzura. Un sueño. La felicidad que con tu dulce risa me transmitías al alma. Un sueño, del que voy a despertar…

Mi amada Tsukino, me atrevo a escribir estas palabras basándome en el fuerte impulso que nubla mi razón y pide a gritos que camine, que camine lejos, tan lejos que nadie a quien ame pueda alcanzarme y dolorosamente eso te incluye.

Soy un hombre afortunado pues nunca he tenido carencias, jamás me falto amor, salud, inteligencia o dinero… cordura ahora sé que no es mucha; y sin embargo soy también un hombre en suma ambicioso, sucio, ya que la inquietud de vivir en carne propia lo que es el mundo y enfrentarme a la crueldad de la que solo he oído rumores, me ha envuelto el corazón a tal grado que me voy con la firme convicción de encontrar aquellas respuestas que logren acallar mi mente, buscando superar el reto que mi cuerpo aclama y encontrar la esencia de mi espíritu.

Tsukino que sepas que soy un cobarde. Voy a imaginar que me odias, y que de derramar lágrimas por mí estas serán de completo despreció y nunca de tristeza, que habrás de maldecir mi nombre cada vez que le escuches y tu sonrisa jamás aparecerá por mi recuerdo, así será en las imágenes dentro de mi retorcida cabeza pues de lo contrario no podría soportar el abandonarte. No merezco ni pido tu perdón.

Te juro entonces que de volver a esta ciudad no esperaré que tú me recibas, ni mucho menos te buscaré. Por irónico que parezca ahora deseo con fervor tu felicidad, tu bienestar en el futuro y que la hermosura de tu risa nunca se desvanezca.

Agradeceré siempre el que aparecieses en este hermoso sueño, que me acompañases, que me escucharas. Tsukino tu siempre serás esa luna.

Me Bella Luna...”



…Farfallina bella e bianca,
Vola Vola mai si stanca.
Gira qua e gira la,
poi si posa sopra un fiore
e poi si posa sopra un fiore.

Ecco Ecco L’ho trovata
Bianca e rosa e colorata.
Gira qua e gira la,
poi si posa sopra un fiore
e poi si posa sopra un fiore…




Aquel sabor a sal, ese característico sabor a sal que tienen las lágrimas fue lo que finalmente le devolvió la conciencia al de violáceos ojos. Ther había llorado, pues el volver a “oír” sus pensamientos en sueños y mirarse nuevamente redactando aquella última carta… escuchar la infantil voz de sus hermanas cantando, sencillamente era de lo más doloroso para él. Desde el momento en que abordó el tren dispuesto a no mirar atrás, los sentimientos de duda y temor, habían sido bloqueados para evitar la culpa o el arrepentimiento, incluso cuando le contó su historia aquel hombre que le hubo acompañado en el viaje se había mantenido calmo, frio e igualmente insensible.

“Que tontería” pensó con enojo, sentirse así no era una opción. Una vez limpió sus ya abiertos ojos miraba con tristeza la humedad que las lagrimas habían dejado en su palma derecha, suspiró y con delicadeza empezó a levantarse, evitando hacer algún ruido consciente de que en la cama a su lado se encontraba descansando la damita de negros ojos.

No se hubo detenido a colocarse los zapatos o siquiera la camisa, vendado tal cual estaba del torso y cabeza, se limitó a tomar sus apreciadas armas y salir sigiloso de la habitación, a penas se escuchó un leve crujido cuando cerró la puerta tras de sí. Caminando en silencio en el pequeño corredor fue capaz de escuchar las voces de varias personas que seguramente conversaban en el piso de abajo, llegó a reconocer la de Algot pero no puso atención en sus palabras.

Al finalizar el angosto corredor un ventanal se hacía presente y ella se hubo hecho el objetivo del italiano que con seguridad le abrió y después de un breve vistazo de la altura (tal vez 5 o 6 metros) sencillamente saltó, no hubo representado mucho esfuerzo el que su caída fuese limpia pues de hecho su propia estatura siempre fue una ventaja cuando de saltar se trataba.

Caminó suavemente disfrutando de cada paso que daba sobre la verde hierba bajos sus descalzos pies, mientras que con sus manos manipulaba las tonfas haciendo movimientos básicos de su bien entrenada técnica. Se dirigía hacía una pequeña colina no muy lejos de la modesta casa en la que agradecía les hubiesen cuidado.

Terrakht tenía miedo… estaba luchando por mantener alejados los recuerdos de cada una de las otras cartas que escribió, luchaba por no imaginar el rostro de su Maestra al leer la suya o de las acciones que pudo haber realizado Lek al suponer acertadamente que su intención era no volver… tenía mucho miedo y sin más comenzó apresurar sus pasos sin dejar de lado el seguir realizando movimientos circulares cada vez más sofisticados con sus armas.

Farfallina bella e bianca...

El de azulado mirar empezó a correr… como si con ello fuese de pronto todo a desaparecer.

Vola Vola mai si stanca...

Dio un hábil salto justo cuando llegaba a la cima del monte con intenciones de acabar su rutina clavando la punta de ambas tonfas sobre la superficie de este, y de pronto la luz verde apareció un segundo después de que el italiano lograse lo dicho… quedando el joven sobre una de sus rodillas y con la otra pierna flexionada hacia el frente, los brazos a su costado, los codos hacía el suelo y la cabeza gacha.

e poi si posa sopra un fiore…

Cuando Ther alzó la mirada solo atinó a sorprenderse e incluso su respiración se agitó un tanto más, pues no podía creer lo que ahora observaba... envueltas en aquella tenue luz verdosa las reliquias que le hubo concedido su Maestra, las armas en las que tanto confiaba, habían dejado de ser negras, en su lugar se mostraban varios signos grabados y ahora un platinado amarillento era su color.

El Verzegnassi sonrío abiertamente.



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Mensaje por Faith E. Wippler Vie Mar 30, 2012 1:19 am

El tiempo pasaba lento e irrefrenable, ¿y ella? Miraba el techo con aire aburrido y somnoliento. No se movía, no hablaba y apenas respiraba. Parecía casi muerta, pero no lo estaba. Escuchó movimiento en la cama junto a la propia, pero no volteó a ver a Ther. Una arañita en el techo la tenía bastante interesada, porque se dirigía hacia un rincón oscuro a seguir con su telaraña. Y se preguntaba de dónde salía la delgada tela del cuerpo de aquella fea araña, pero no la dejaba de observar insistentemente.

Se preguntó cómo se vería aplastada bajo su mano. ¿Sangraría? Deseaba que sí.

Repentinamente despertó otra vez, aunque no se había quedado dormida, y miró a su alrededor. Clareon aún reposaba tranquilo sobre la lámpara, pero la cama a su lado estaba vacía. Se preguntaba quién la habría usado, restándole interés rápidamente. No obstante, cuando intentó volver a dormir, unas voces que se oían en otro lado de la casa se lo impidieron y, finalmente, se rindió y comenzó a moverse.

Ahí entendió cuán difícil y molesto era tener un brazo entablillado.

Sí, sí, también no entender. Venir. Algo perdido —murmuró en voz baja, con expresión aburrida y tomando a Clareon con su brazo sano. La colocó con el cuidado de siempre sobre su cabeza, escondiendo sus rizos enmarañados, y corrió la cortina de la única ventana que había en la habitación. No era muy grande, pero no representaba un problema para ella; el verdadero problema era la altura, pero no era algo que ella hubiera notado.

Se sentó en el marco y miró hacia afuera. Hacía poco debió haber caído la noche, pues aunque estaba oscuro, la oscuridad no era muy profunda. Las estrellas ya coronaban el cielo y la luna, en un cuarto creciente, se escondía ocasionalmente tras las nubes, las cuales creaban un efecto extraño a su alrededor, como el de un halo de luz nácar. Respiró aquel aire limpio y cerró los ojos. Dio un “paso en falso” y cayó, abriendo los ojos sintiendo miedo casi al instante.

Era la misma sensación de caer en el vacío que tuvo en su sueño, del cual ya no recordaba ni siquiera una imagen.

Mas la misma desapareció casi al instante, al caer ella sobre unos arbustos. Considerando la altura, que no superaba los seis metros, aquellas plantas fueron un colchón amortiguador que le salvaron el trasero y las piernas de sufrir otras fracturas. Por supuesto, no fue un colchón de plumas, pero el dolor era algo que interesaba a Faith más que le molestaba como al común de la gente. Como fuera, cuando tuvo nuevamente a su chistera consigo (ella voló grácilmente en el aire hasta caer sobre sus rodillas), se levantó ignorando el malestar de su brazo y caminó.

Había hasta olvidado que había gente que los estaba cuidando y que en esos precisos instantes estaban barajando las opciones que tenían sobre el qué hacer con ella y con Ther. Si de por sí los extranjeros eran raros en su humilde pueblo, más lo eran los que venían muy heridos como ellos.

El pueblo era pequeño y de muy pocas casas. A esa hora, poca gente estaba fuera de sus hogares, por lo que su paseo resultó bastante solitario en cuanto a humanos, pero no en cuanto a otras cosas.

Ella nunca había estado consciente de su propia enfermedad. Hacía un año, cuando Komui Lee le había dicho sobre lo que padecía, ella no le tomó atención; algo normal, de hecho. Su mundo, desde hacía ya años, era tan retorcido y extraño (al punto de ser tétrico y horrible para otras personas si pudieran ver el mundo con sus ojos) que ella misma era así: retorcida, sádica y extraña. Muchos a primera vista la creían tonta o simplemente un adefesio, pero nada que le afectara. Más le afectaba lo que no existía, como ahora. Todo estaba lleno de sombras misteriosas que no hacían más que susurrar a sus oídos cosas incomprensibles, pero malas. La incitaban a hacer cosas malas. Pero ella sólo obedecía a una voz, que era la que se sobreponía a todas las otras; su Dios personal. Y ahora estaba callado, así que simplemente caminaba con las manos en los oídos, como si eso fuera a eliminar las voces, y murmurando cosas ininteligibles bajo su aliento.

Su caminar era errático y confuso. Daba vueltas en círculos y se tambaleaba, esquivando sombras imaginarias. Finalmente, luego de largos minutos, escuchó de pura casualidad a alguien diciendo algo la mar de interesante y ella, como sabueso en busca de un hueso, fue hasta donde escuchó (perdiéndose dos veces y media en el proceso).

Arribó a donde el italiano se había ido para descargarse y contempló con emoción escondida bajo su rostro inexpresivo aquellas armas envueltas en luz verde. Era la misma luz de Clareon. Sus pasos habían sido sigilosos, igual que los de un gato, al momento de acercarse, por lo que era cuestionable que Terrakht supiera de su presencia. No obstante, su mirada era intensa. Aquellos ojos vacíos se veían grandes y casi brillantes en la oscuridad. Igual que un búho, que vigila todo. Faith tenía los ojos clavados en las tonfas y con movimientos lentos y pausados se quitó la chistera de la cabeza, colocándola junto a su muslo al dejar su brazo laxo.

Inmediatamente, ante la orden muda de la griega, Clareon comenzó a irradiar la misma luz verde que las tonfas de Ther. La iridiscencia sobre la chistera parecía más brillante e incluso alguien se atrevería a decir que más limpia, pero no cambiaba de forma. Latente, a la espera se encontraba Clareon, pero no había amenaza que combatir.

Sin moverse, sin hablar y sin dar muestras de presencia, Faith alzó la cabeza y clavó sus grandes ojos en el rostro de Ther; si él se girara, sus ojos quedarían atrapados en la mirada de ella, aquel búho que lo observaba atento y silente como si nada importara. Como si no hubieran estado en gran peligro horas atrás y como si ambos no se encontrasen heridos como lo estaban.

Aunque sus ojos lo atravesaban y no parecían ser más que un profundo pozo de negrura, algo daba a entender que aquella acción de Faith al estar pronta al activar su propia Inocencia le decía algo como “no te preocupes, eso está bien”.

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El Novio Prófugo Ther Q. Verzegnassi - Página 2 Empty Re: El Novio Prófugo Ther Q. Verzegnassi

Mensaje por Sigma-chan Sáb Abr 07, 2012 6:30 pm

Mirando esa luz y como parecía danzar envolviendo las reliquias que tanto significaban para él, sus pensamientos oscuros se fueron desvaneciendo y en su interior el sentimiento de paz se acrecentaba poco a poco. La sonrisa de todos aquellos que quería y respetaba se hicieron imágenes claras en su mente, la calidez que ahora le envolvía le hacía sentir una gran tranquilidad que hasta parecía curarle las heridas.

Fue entonces cuando la leve presencia de alguien a sus espaldas le hizo voltear encontrándose entonces con el azabache mirar de la pequeña que en forma por demás tierna le mostraba su Inocencia, la chistera, que al igual que sus armas el tenue verde le iluminaba.

Una abierta sonrisa se formó en el rostro del italiano que finalmente acababa por arrodillarse frente a la morocha y sin más preámbulo le abrazó con delicadeza en un gesto de gratitud y esperanza, el verle consciente y sobre todo brindándole su apoyo en aquella confusa situación le embargo de felicidad. Pues si algo había aprendido en el poco tiempo que llevaba de conocerla es que el tener su atención era un lujo que pocas cosas y personas podían tener.

-Gracias pequeña Faith- le murmuró mientras cortaba con cuidado el abrazo, peinando cariñosamente un mechón de su oscuro cabello que caía graciosamente sobre su rostro, se había atrevido a llamarle así sin intención pues desde ya hacía rato que ese nombre se le había clavado como el oficial de la pálida damita.

-Entonces estas tonfas son capaces también de destruir aquellos seres…- dijo distraídamente viendo sus armas tras dirigirle una mirada a Clearon y recordar de lo que este era capaz, luego se puso en pie, admirando con entusiasmo y tocando con gran expectación las susodichas tonfas, escudriñando con suma concentración la transformación que hubieron sufrido aquello le seguía pareciendo un extraño sueño del que aún esperaba despertar -qué significado tiene?- cuestionó mas para sí mismo que para Faith tras caer en cuenta de que seguramente ese suceso tenía consecuencias de las cuales no podía tener la certeza de que fueran agradables.

-Santo cielo! Aquí están!- se escuchó exclamar agitadamente a una voz conocida, era Algot el cual se acercaba saludando y visiblemente aliviado de haberles encontrado. La primera reacción del Verzegnassi fue colocar sus tonfas en su costado izquierdo entre el pantalón y su piel, pues no estaba seguro de que fuese lo correcto que aquel hombre se enterará de lo que ahí hubo sucedido, sin embargo y para sorpresa del castaño justo en aquel momento en que escondía sus armas están habían vuelto a la normalidad…

-Pero qué?...- expresó sorprendido pero antes de que pudiese obtener una respuesta o simplemente procesarlo Algot llegaba dándole una firma palmada en el brazo.

-Pero chicos que susto nos han dado! Cómo han decidido escaparse de ese modo? Mírate, estas casi desnudo y la pequeña entablillada!- dijo con notable alegría el samaritano después de recobrar el aliento, el gesto impávido de Ther fue la única respuesta a las declaraciones del mayor quien había empezado el camino de vuelta a su vivienda.

-Vamos vengan! Hay alguien esperándoles en casa- comentó y en la mente del de ojos violáceos la imagen de aquel sujeto de ropas beige le saltó a la mente, tomó la pequeña mano de la niña y comenzó a caminar con paso firme tras Algot.

Después de un par de minutos se encontraban atravesando una vez más la puerta de aquella casa, aunque esta vez conscientemente, en cuanto entraron la dueña les dio la bienvenida con bendiciones y una amable sonrisa, y luego de una leve reprimenda de cierto modo maternal, los llevó a la acogedora sala donde efectivamente se encontraba sentado, descansando el acompañante de la más joven.

-Señorita- pronunció aliviado al mirarle e instintivamente se puso en pie, aunque un gesto preocupado vino después de notar su brazo roto, luego miró al italiano y los vendajes que llevaba en la cabeza y el torso, vaya que la habían pasado mal.

-Qué sucede?- cuestionó fríamente el de mirar azulino, pues para él el momento de las repuestas había llegado y sinceramente no tenía la intención de verse involucrado una vez más con esos seres destructores.

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El Novio Prófugo Ther Q. Verzegnassi - Página 2 Empty Re: El Novio Prófugo Ther Q. Verzegnassi

Mensaje por Faith E. Wippler Jue Abr 26, 2012 11:26 pm

Cuando el italiano sonrió, Faith ladeó la cabeza confusa. ¿Por qué hacía eso? No lo entendía. Sin embargo, cuando la abrazó, la niña se tensó y antes de rechazarle débilmente por su brazo entablillado, su cuerpo tembló un poco mientras sus ojos se perdían en el pasado. Recordó el dolor y quiso huir, sintiéndose afortunadamente vacía al sentir el frío aire y la ausencia del calor del cuerpo ajeno. Las palabras del otro la atravesaban, ni siquiera siendo atendidas por su mente, y no fue hasta que la presencia de una nueva persona le hizo atender al mundo real, escondiendo a Clareon recelosamente tras de ella y eliminando cualquier rastro de la iridiscencia verde que tanto caracterizaba a las Inocencias.

No obstante, su presencia en el mundo de los vivos no duró mucho antes de perderse en su mundo mental, pero al ser nuevamente tocada por Terrakht para ser guiada de la mano de vuelta al humilde hogar de Algot y su esposa, Faith simplemente actuó irracionalmente, como animal enjaulado. En un comienzo simplemente tiró de su mano, intentando soltarse sin resultado alguno; luego, comenzó a sacudirse entera, frunciendo el ceño de manera inconsciente; tras eso, enterró las uñas en la palma de Ther cuando estaban en la entrada de la puerta y, finalmente, cuando ya estaban cruzando el umbral hacia la sala donde Werner estaba, la niña chilló.

Su chillido opacó al final de la oración la voz del mayor y sus movimientos hacían parecer que estuviese sufriendo alguna especie de descompensación. El buscador, tan impresionado por como los dueños de casa, se acercó rápidamente hacia el italiano sin saber qué hacer. Era la primera vez que veía una reacción así en alguien y de una manera tan inesperada como injustificada (según él).

¡¿Qué le está haciendo?! ¡Suéltela! —le espetó a Ther quizás más molesto de lo que realmente estaba.

¿Qué le pasa? —preguntó la mujer alterada e intentando acercarse a Faith en un arrebato de maternidad y amabilidad, pero siendo detenida por Algot quien la veía con los ojos bien abiertos, como si estuviera en presencia de algo como un demonio.

Ther no tuvo que aflojar el agarre, pues los movimientos de ella se volvieron tan bruscos que terminó soltándose sola y trastabillando sin llegar a caer. Como abrazándose a sí misma (pero sin llegar a hacerlo bien por su brazo inmovilizado) miró con ojos de animal asustado al italiano, sin realmente estar viéndolo. Las sombras de su mente le nublaban la vista y no era capaz de distinguir lo verdadero de lo irreal.

No, Clareon, convento, maldito, maldito, Clareon, maldito, odio, alejarse, yo, yo —y siguió balbuceando cosas así hasta que su respiración poco a poco fue alentando su ritmo hasta volverse un murmullo muy bajo, apenas un movimiento de su pecho, y pegando la mirada al suelo como olvidándose del mundo y encerrándose en sí misma.

Toda la habitación estaba en un tenso silencio, que era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Algot y su mujer no dejaban de mirarla con sorpresa y algo de miedo, mientras que en las dilatadas pupilas de Werner se reflejaba consternación y preocupación. ¿Qué rayos acababa de pasar?

No la toque —dijo tajante el buscador al ver como la mujer se acercaba despacio a la menor, como queriendo reconfortarla y decirle que estaba todo bien— No se acerque a ella, déjela sola.

¿Quién es usted para hablarle así a mi mujer? —preguntó un ofendido y molesto Algot, abrazando a su esposa como en pos de defenderla— ¿Cómo sé yo que usted no es quien lastimó a estos chicos?

¿Disculpe? ¿Que acaso no le quedó claro con lo que le he dicho ya?

Pues como a reaccionado la niña al verle, me hace dudar del honor de su palabra —le dijo viendo de reojo a Faith, quien seguía mirando el suelo, pero estirando el brazo y cerrando el puño en el aire, como si estuviera intentando atrapar una mosca.

Werner, quien era de carácter sereno y silencioso por naturaleza, se sintió increíblemente irritado al ver su honestidad cuestionada de esa manera. Sin embargo, respiró hondo varias veces y recurrió a su sentido común, priorizando su trabajo y su misión en aquel lugar. Con su mejor cara y su tono más diplomático, pidió de favor a la pareja que se retirara, agradeciendo su hospitalidad pero que necesitaban hablar un tema en privado y que pedían abusar un poco más de su amabilidad al pedirles aquella salita para hablar.

Algot iba a protestar, sintiéndose en todo el derecho de alejar a Werner (que lucía altamente sospechoso a sus ojos) de Ther y Faith, pero su mujer lo detuvo y accedió a la petición del buscador. Él agradeció con un gesto de cabeza y ella le regaló una sonrisa algo forzada, para luego retirarse con su marido aunque él estaba en desacuerdo. Cuando se quedaron solos y tras confirmar aquello un par de veces ojeando por la puerta y la ventana, Werner se volteó a mirada a Faith, quien se había movido para mirar al cielo de la habitación en aire ausente, y luego volteó a ver a Ther.

Aunque te has ganado el derecho de saber lo que ocurre —comenzó, viendo lo más discretamente posibles todas las vendas y parches que lo cubrían—, no puedo decirte lo que pasa. No puedo arriesgarte a algo así —le dijo con toda honestidad, aunque con un tono serio y con un rostro muerto que hacía que diera la impresión que simplemente no quería decirle, sin ninguna razón más allá de eso— Me basta con que sea la señorita quien tenga que hacerse cargo de esto, aunque desearía ser de más ayuda para ella. No diré nada, así que lo mejor será que descanses y te recuperes de tus heridas —terminó con una disculpa implícita por haberlo involucrado.

Werner no iba a dar su brazo a torcer. Él era un buscador y tenía muy claro cuáles eran sus obligaciones, así como sus responsabilidades. Los civiles no tenían por qué saber la guerra que vivían, incluso aunque estuvieran ellos en pleno fuego cruzado entre el bando del Vaticano y el bando del Conde. Era mejor la ignorancia y él iba a asegurarse que Ther se mantuviese en ella.

Faith, quien por supuesto no atendía a la conversación que se desarrollaba entre ellos, caminaba distraída y vagamente por el cuarto. Con su brazo sano tomaba a Clareon por el ala y miraba de vez en vez las tonfas, a la espera que nuevamente brillasen. Pero nada ocurrían, éstas seguían opacas y el brillo verde que envolvía al metal de plata no volvía a escena.

Quizás eran tímidas o tenían miedo de Ther, pensaba ella. Había cosas que solían esconderse y eso lo aprovechaban las sombras, manchándolas y opacándolas más de lo que ya estaban. Y eso a ella no le gustaba, aunque a Clareon parecía no importarle mucho.

Finalmente su paseo terminó cerca de Ther, pero no demasiado cerca tampoco como para que él pudiera tocarle fácilmente. Era tan silenciosa que ninguno podría haberse dado cuenta de su presencia allí sino hasta que habló, casi sobresaltando al concentrado buscador que mantenía la mirada firme ante el italiano.

Yaaaa… briiillooooo —lo llamaba, discutiendo con las tonfas— Saaaaaaaaaaaal, Claaareoon —se quejaba, pero él no podía hacer nada. Hizo un puchero y luego relajó el rostro, ladeando la cabeza para seguir hablando.

Venir. La luz, marionetas, y comer negro entonces —le decía, esperando a alguna respuesta.

Werner la miró, intentando no extrañarse y repitiéndose que ella era así, que ella estaba bien, pero al ver su brazo entablillado y las heridas superficiales que tenía a la vista no podía evitar pensar en horribles escenarios en el cual ella y Ther caían por el tren, resbalaban o algo quizás más grave. Empero, al mismo tiempo que su muda preocupación crecía en él y el lamento de no poder ser más que un simple buscador, el interés también se hacía un lugar en él. ¿Por qué estaba hablándole a las manos de Ther? ¿Qué tan interesante tenían? Quería pensar que era simple locura de ella, pero desde que inevitablemente el italiano se había involucrado en la misión, algo en él le llamaba la atención.

Quizás, sólo quizás… él pudiera… ellos podrían…

Quizás, sólo quizás.
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Mensaje por Sigma-chan Dom Mayo 27, 2012 11:10 pm

Miró la herida en la palma de su mano de modo silencioso e inmóvil, casi perturbador, como si todo alrededor se hubiese detenido, su mente ya no tuviera más la capacidad de seguir funcionando y solo la gota de sangre que brotaba de entre su piel para resbalar sobre la misma se hallase viva. Nuevamente la situación era estresante y la discusión acalorada, el interior de Ther se mostraba inquieto y cada veloz latido de su corazón era señal de ello.

Una vez más lo acusaban de lastimar a la pequeña? Aquella pregunta, que hubo cruzado por sus confusos pensamientos le lastimaba de un modo diferente, más fuerte a cualquier dolor físico ocasionado por las lesiones adquiridas al saltar del tren.

El italiano bajo la cabeza y de instinto llevo su puño derecho frente a su pecho, justo donde sus latidos iban bajando de intensidad. Suspiro profundo y volvió a alzar la mirada esta vez dirigida al rincón donde la joven exorcista se encontraba “refugiada” y fue entonces que por fin lo entendió… al observar con calma los actos de la niña, sus balbuceos, aquella criatura de apariencia frágil sufría de algún padecimiento relacionado a su mente. Y él tan distraídamente se hubo comportado de manera irrespetuosa desde que le conoció…

“Idiota que eres Terrakht…” se espetó a si mismo volviendo a aquella habitación que ahora, y debido a que el matrimonio se había retirado, se encontraba nuevamente en calma. La intención del de ojos violáceos era articular una disculpa dirigida tanto para la morocha como al hombre de beige sin embargó este ultimo impidió que pasará en cuanto habló.

-Aunque te has ganado el derecho de saber lo que ocurre, no puedo decirte lo que pasa. No puedo arriesgarte a algo así. Me basta con que sea la señorita quien tenga que hacerse cargo de esto, aunque desearía ser de más ayuda para ella. No diré nada, así que lo mejor será que descanses y te recuperes de tus heridas.

“Cómo?”

Varios segundos después de que el joven castaño permaneciese en silencio, con los ojos puestos en el hombre, escudriñando con intensidad su rostro las palabras finalmente surgieron de sus labios.

-Vaya incoherencia…- espetó el joven con suma firmeza, aunque su rostro carecía de expresión alguna era notable que sus violáceos ojos se hallaban oscurecidos de la rabia que sentía en su interior. Aquellas palabras por parte del buscador, que seguramente no tenían la intención de molestarlo habían terminado activado un botón en una de las partes más oscuras de su mente -decir que he ganado algo pero no tener el derecho a saber qué, es simplemente absurdo- agregó mirando impasible al hombre -estas muy equivocado si crees que actué esperando una ganancia… ya me imagino lo sucio que debe ser tu mundo.- concluyó y finalmente alejó su furioso mirar del mayor dando media vuelta dispuesto a salir de aquella habitación para recoger sus pertenencias y finalmente poder regresar a Glis, sin embargo fueron las vagas palabras de Faith que le impidieron irse.

-… Venir. La luz, marionetas, y comer negro entonces- concluyó la niña, Ther le miró entristecido.

-No volverá Faith, no lo hará. Lo lamento y no solo por eso…- comentó desanimado, le dirigió una melancólica sonrisa y una media reverencia para con pasos suaves dirigirse a la salida rumbo a la habitación en la que estaban sus cosas.

En las escaleras el chico se encontró con Algot y su esposa que le miraban expectante.

-No deben preocuparse más. Recogeré mis pertenencias y buscaré la forma de compensarles su amabilidad y los problemas causados.- les dijo y antes de que pudiesen replicar aquello, el joven se perdió en el pasillo.

Minutos después el Verzegnassi y tras haber entregado algo de dinero a los mayores para cubrir los gastos médicos y la promesa de volver a visitarles para luego saldar su deuda con ellos aunque fuese trabajando en casa, abandonaba la modesta residencia de Algot, comenzando con paso firme un nuevo camino hacia la estación más cercana.

-Un placer conocerte pequeña Faith- murmuró cuando se alejaba.



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