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¿ACM o exorcista? La secta oscura

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Mensaje por Invitado Sáb Oct 02, 2010 1:32 pm

En el pueblo de Khon Kaen en Tailandia ha aparecido una nueva forma de venerar a un supuesto Santo, las personas fueron convencidas de que gracias a su Santo podrían traer de vuelta a sus seres queridos. Así fue como la gente muerta ha regresado, debido a esto han habido desapariciones, pero estas han sido justificadas diciendo que "Salieron de lugar para poder llevar un vida tranquila y mejor ya que habían visto la luz" Eso es lo que les ha estado diciendo el líder de aquello. Pero bien podríamos estar tratando con akumas, el conde tal vez ha puesto sus ojos en ese lugar. El líder de este lugar es muy bien vigilado y la gente esta tan convencida de él, que si algo va en contra de lo que creen pueden ser muy agresivos, siendo precisamente hostiles contra los extranjeros que visitan sus tierras y no cumplen sus normas.



Había perdido la cuenta del tiempo que había pasado ya desde el comienzo del viaje, el cual me había obligado a abandonar la ciudad de Sídney y tomar un barco hacia Asia, dejando atrás el maldito continente en el que había vivido a lo largo de mi vida, aunque antes no me quedo más remedio que llegar hasta un pequeño hospital situado a las afueras de mi ciudad natal, en el que me vi obligado a permanecer hasta que mis heridas sanaron lo suficiente como para poder emprender mi viaje.

Con el paso de los días, había logrado recuperarme de los golpes y cortes, en especial de la rotura de mi brazo izquierdo, pudiendo proseguir mi andadura a lo largo del continente asiático, sin tener que preocuparme del ataque de alguno de los extraños seres que surgieron en mi hogar.

También fui comprendiendo con detenimiento las partes que no me habían sido reveladas acerca de la guerra que mantenía el conde y sus aliados contra los exorcistas. Aun no sabía realmente como eran creadas las maquinas que usaban como soldados para eliminar a ese molesto grupo de enviados divinos, pero lo que si pude ver con mis propios ojos era que tenían la habilidad de tomar apariencias humanas, y mostrar su verdadero aspecto cuando la situación lo requiriera.

Otro punto que me llamo la atención entre las diversas cosas raras que había vivido aquel día, fue lo que le ocurrieron a mis manos, las cuales habían absorbido los diamantes procedentes de los pendientes de mi madre, para después general una capa del mismo material que acabo recubriéndolas. Comprendí que esa capa obedecía a mis sentimientos y que a pesar de que me costara el mantenerla o el convocarla, poco a poco iba logrando hacerlo con más facilidad.

A pesar de todo yo seguía prefiriendo usar otro tipo de arma en una pelea, por ese motivo me preocupe de encontrar un par de dagas nuevas en el continente asiático, las cuales no tenían el mismo poder que aquellas que me fueron entregadas por mi padre, pero me servirían para acabar con aquellos que supusieran una amenaza hacia mi persona.

Mi largo viaje me había llevado hasta el pueblo de Khon Kaen, al cual había llegado andando desde otro pueblo vecino, en el que me habían contado cosas demasiado interesantes de ese lugar. Las historias acerca de una secta, un líder, o un pueblo en el que resucitaba la gente, me había llamado tanto la atención, que me vi en la obligación de descubrir si todo aquello era realmente cierto.

El pueblo se encontraba rodeado parcialmente por los numerosos árboles que crecían allí, los cuales cubrían las partes norte, este y oeste de la aldea, dejando libre la sur. Además de la vegetación, había otro punto de interés en el poblado, el cual se trataba de un viejo templo en el centro del pueblo. Según la información que había recogido, la mayoría de la población se encontraba alrededor del templo, el cual era usado por el líder y sus seguidores más fieles.

Con toda esa información me presente en las puertas del poblado, observando su interior, mientras varias personas me miraban fijamente, a la espera de ver el comportamiento que tendría o lo que haría. Todo eso resultaba la mar de divertido.
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¿ACM o exorcista? La secta oscura Empty Re: ¿ACM o exorcista? La secta oscura

Mensaje por Invitado Dom Oct 03, 2010 11:32 pm

Con el paso de los días, todo fue más fácil de llevar: las heridas, el dolor, el constante martilleo en la cabeza, los mareos y delirios que de pronto aparecían como fantasmas en su entorno por la noche, como los peores visitantes nocturnos de los que nadie podría quedar satisfecho…Todo bajó su intensidad, como si de pronto alguien le hubiese apagado el interruptor de sus martirios más insoportables. O al menos, disminuido, sin poder, para su pesar, hacerlo tenue en todo el sentido claro de la palabra. Después de todo, la existencia de mil calvarios pasados en Sídney seguía allí, como la prueba irrefutable del pesar por el que se había tenido que ver expuesta en tan sólo un día de acción.

No es que Illya fuese débil cuando se trataba de recuperarse, al contrario, siempre ofrecía mejorías bastante buenas a la hora de cicatrizar u olvidar heridas. No. Era el simple hecho de que la cosa no iba sólo de heridas de batalla normales y comunes en la vida de un exorcista por lo general. Tal como le había advertido Albert, tuvo que pasar por una intervención en donde le dijo adiós a su apéndice, dañado ya por la herida en su estómago que se había prolongado hasta el lado derecho de su costado para ensañarse única y exclusivamente con el órgano pasajero. Menos mal había sido ese, y no el hígado, le dijeron los médicos cuando después de varias horas sometida al efecto de sedantes, consiguió despertar y mantenerse consciente, lo suficiente para asimilar ese pequeño detalle entre toda la conversación que supuestamente había tenido, y de la que no recordaba casi nada.

Porque no solamente era la operación y sus vestigios, sino también los delirios. Aquellos que se agravaban cuando estaba bajo efectos de calmantes u otra sustancia delicada, reduciéndole la consciencia a una pequeña vocecilla y dejándola más bien enterrada en el sueño. Un sueño extraño, retorcido, que pasaba frente a sus párpados cerrados como la proyección en pantalla de imágenes tan profundas, pero fugaces, que apenas quedaban reducidas al atisbo de un destello a color itinerante.

Los peores días, por supuesto, habían sido los primeros, donde el dolor, mezclado con la irrealidad que le proporcionaba su muy traviesa mente, no le permitían siquiera recapitular lo ocurrido antes de que quedara a merced de los médicos. A la primera semana comenzó a ordenar sus ideas, y cuando ésta comenzó a transcurrir todo fue más fácil. Illya volvía a la vida, casi literalmente, lista para enfrentarse en vanguardia con la rotundidad de su fracaso. Un aplauso, por favor.

Lo primero que quiso saber era de Will. Si habían logrado encontrarlo tal y como se lo había prometido el excomulgado Albert. Como se lo había temido muy en sus pensamientos, no había sido tal cual, escabulléndoseles más bien hasta rincones que ellos no tenían ni idea de cómo accesar.

En otras palabras, no saben dónde está —había dicho arrastrando las palabras con los ojos entrecerrados. Porque la furia, por extraño que sonara, venía hacia ella de vez en cuando tras la operación para sus momentos de despejada brillantez.

Pero ella no tenía que preocuparse, habían afirmado tanto el antiguo monje como los buscadores, puesto que la Orden estaba ahora enterada del caso y tomarían cartas en el asunto. No, respondió por el contrario Illya, claro que tenía que preocuparse, puesto que era su culpa que todo hubiese acabado así, afirmó sin un atisbo de duda que inquietó a los tres hombres. Agregó además, que quería hablar con Komui, y su insistencia fue tal, que no les quedó más remedio que acercarle el teléfono del hospital para que hiciera la llamada y se desquitara.

Illya no dejó hablar al Supervisor. Si estaba enterado de todo, pues bien, le ahorraba en ese pequeño momento de irritación consigo misma las explicaciones. Sin detenerse le dijo que ella se haría cargo de la búsqueda de Will y que lo traería a la Orden, a él, o a la Inocencia sola en el peor de los casos. No necesitaba a nadie más a su lado para conseguirlo. En cuanto Komui quiso replicarle, lástima para el momento en el que estaban, Illya le deseó los buenos días desconcertándole y trancó. ¡Ja!

Para ese entonces podía caminar –más fluido de lo que se hubiesen esperado todos– e inmediatamente buscó sus cosas para ponerse en marcha. Armand no la dejaría sola, bajo ninguna circunstancia, así que la siguió. Drake, por el contrario, tuvo que retirarse a la Orden para entregar el vergonzoso reportaje de su misión finalizada con éxito y fracaso a la vez. Una desazón a la que ninguno de ellos estaba acostumbrado.

Illya no usaría el abrigo de la Orden para tal expedición, llegaron a un acuerdo de eso y otros parámetros el buscador y la exorcista mientras seguían la vaga pista del paradero de Will según varios testigos. Tampoco tentaría ninguna acción para hacer aparecer Akumas, o algún enemigo de la Orden. Armand tampoco, así que los dos se forzaron a llevar vestiduras de civiles. Adiós uniforme negro, prieto y serio. Buen viaje sábanas color crema desvaídas.

Fueron varios días de viaje en viaje, parando en los mismos sitios donde anteriormente, quizá horas atrás, días o semanas, Will estuvo, en busca de su rastro así fuera frío o cálido, preferiblemente el segundo más que el primero. Fue agotador, y preocupante para Armand (A veces la agitación de ir de acá para allá lograba abrirle la herida de la operación a Illya y él tenía que correr por vendas, alcohol y gasas estuviese donde estuviese), pero al final, luego de otra semana casi infructuosa porque el último de los Marto brillaba por su ausencia, consiguieron dar con una fuente segura y viable. La última pista de a dónde había llegado a parar desde la última vez que le vieron.

A Illya no le extrañó el cambio de continente, en absoluto. Si querías dejar de ser la persona que otros querían que fueras, naturalmente tratabas de abandonar cualquier rastro de tu pasado, así fuese incluso el país donde naciste. O continente, según mejor le fuera a la persona. Will parecía extremista, así que a ella le pareció completamente lógico y razonable desde La Filosofía Will Marto.

Y justamente allí habían llegado a parar. Asia, Tailandia. Donde curiosamente también había el reporte de otro buscador sobre un fenómeno que podría estar relacionado con los malos de la película o no. E Illya estando como estando, muy poco dispuesta para batallar, aunque claro, ya a esas alturas, la situación de su herida no fuese tan grave como en un principio. El reposo todavía no se le acababa. Las fiebres, el dolor, y el delirio (éste último no tratado siquiera), podían regresar cuando se les apeteciera sin avisar, y eso sería peligroso.

Estaba tan empecinada a encontrar al chico… ¿para luego qué? Era esa la parte que Armand no comprendía. ¿Convencerle de unirse a la Orden luego de verificar que lo que tenía en las manos si era Inocencia de verdad?, ¿llevarlo a rastras así fuera necesario para que cumpliera con la labor que Dios le había impuesto como a todos?

Traeré a Will a la Orden. A él, o a su Inocencia solamente en el peor de los casos. Dalo por hecho.

¿Había hablado en serio al decir todo aquello con una seguridad demasiado firme y calmada a la vez?

La respuesta era sí.

Ya hemos llegado hasta aquí, así que peligroso o no, no podemos echarnos atrás ahora, Armand.

Sentenció la hermosa, valiente y terca exorcista cuando caminando con un paso reposado, se dirigían hasta el pueblo de Khon Kaen que les quedaba a kilómetros de distancia.


Última edición por Elipthi Khanon el Vie Oct 08, 2010 10:29 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Miér Oct 06, 2010 3:17 pm

Entre con paso lento, observando con detenimiento la conducta de los campesinos que se encontraban cerca de mi posición, a la espera de algún cambio o movimiento por su parte, pero únicamente se limitaban a mirar mis pasos, dejando a un lado todo lo que estaban haciendo.

Cerca de los campesinos, había sacos y cubetas que utilizaban para transportar frutas y agua. Por la forma en la que estaban mirando los cuerpos de los sujetos, a pesar de que sus cabezas estaban enfocadas a mi persona, se diría que se dirigían hacia el interior del poblado cuando se percataron de mi llegada.

Decidí continuar mi camino hacia el centro del poblado en busca de algo que me llamase la atención, esperando poder ver con mis propios ojos el comportamiento de aquellas personas que tanto veneraban a su supuesto líder religioso, el cual parecía tener contacto con fuerzas divinas, las cuales eran causantes de sorprendentes resurrecciones. Debía de comprobar por mi mismo si eso era cierto, y de serlo, actual en consecuencia.

Continúe mi camino hacia el interior del poblado. Una vez hube recorrido unos cuarenta metros desde que atravesé el arco de la entrada, uno de los campesinos que se encontraban mirando, se apeo de sus bártulos y se acerco a mi mostrando un rostro serio. Por el aspecto de sus ropas, se diría que se dedicaba a trabajar en el campo, seguramente en la recolección de frutas y verduras, las cuales eran usadas para alimentar al poblado. En total los allí presentes eran ocho hombres y cinco mujeres, las cuales eran las que llevaban el agua, lo que también me hacía pensar en la posibilidad de que esas mercancías fuesen para un uso más privado que genérico ¿El líder tal vez? Cada vez sentía más curiosidad.

-¿Qué has venido a hacer aquí extranjero?- pregunto el hombre mostrando un tono de voz un tanto ruda.

-Solo estoy de paso, por lo que me no permaneceré mucho tiempo aquí- mis palabras no parecieron satisfacer al tipo ya que continuo insistiendo.

-Aquí no hay nada que ver, por lo tanto márchate- dijo esta vez con un tono aun más molesto.

-Me iré cuando yo quiera- fue el pensamiento que me recorrió en ese instante por la mente, pero si quería evitar llamar la atención lo menos posible, debía de contenerme. –Como dije estoy de paso, comprare algunos alimentos y continuare mi viaje y no te ofendas pero si vas a ofrecerme los que lleváis encima, prefiero comprar algo en una tienda para asegurarme de que son de buena calidad-

Tras esas palabras continúe mi camino, mientras que el hombre permaneció observándome varios segundos más, como tratando de comprobar si yo era algún tipo de amenaza para el secreto que guardaba aquel poblado.

Conforme me alejaba notaba como desaparecían las miradas del grupo de la entrada, pudiendo relajar levemente los músculos y poder centrarme de forma más tranquila en los habitantes y casas que había más adelante. Allí es donde comenzaría la diversión.
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Mensaje por Coralie Monich Vie Oct 08, 2010 6:51 pm

-Ante la lider de los ACM se dibujaba un paisaje idilico, el paisaje donde se encontraba rebosaba de vida incluso mas alla de donde alcanzaba su vista, tanto las hojas de los arboles como los arboles parecian tener luz propia, tambien si rebuscaba un poco no tardaba en toparse con animales que no parecian asustarse de su presencia, el sonido del viento meciendose entre las hojas y el caudal del rio inundaban todo el lugar, reconfortandola.

...Pero entonces ¿Porque tenia la sensacion de que faltaba algo?... No solamente eso, sentia una fuerte opresion en el pecho ademas de que la tristeza estaba demasiado presente en ella ¿Como podia estar asi? ¿Acaso no era parte de su objetivo?

...¿Que es lo que ha hecho?


-Señorita Monich, estamos llegando- oyo una voz que la saco de su sueño, se encontraban en una carroza de considerable tamaño, de hecho la razon de esto era para que en su interior se albergara toda una habitacion para su comodidad, Coralie se habia quedado durmiendo gran parte del viaje y ahora se encontraba bastante reposada, aunque a la vez algo preocupada por su sueño.

-Por favor señorita Monich, despierte

-Ya te he oido la primera vez- dijo refunfuñando la joven mientras comenzaba a levantarse.

El mayordomo permanecia fuera de carroza a sabiendas de que su dueña se arreglaria antes de salir y querria intimidad, de modo que solamente se limito a darle la informacion extra.

-Los akumas de la zona me han informado de que el objetivo se ha infiltrado en una aldea a la cual le interese ajusticiar

-Interesante- la joven francesa se encontraba con el vestido a medio poner en el momento en el que su akuma le dijo aquello- ¿Cual es el crimen de esa aldea?

-Sacrificio- le contesto al principio secamente - Desconocemos si se causa de una accion "cultural" o de prevenir que algun secreto salga a la luz, pero se sabe que sacrifican a todo extranjero que no ven con buenos ojos

-Parece que nuestro amigo Will no sabe donde se mete... ¿Algun detalle mas?

-Por desgracia si...- le dijo el mayordomo algo temeroso de la posible reaccion de la lider- Segun fuentes visuales, es muy probable que el joven posea una inocencia

Durante unos segundos se produjo un silencio un tanto incomodo, parecia que la tension en aquel momento se podia hasta palpar... Pero para sorpresa de los presentes Coralie salio de la habitacion sonriendo.

-¿Que mejor forma de que este con nosotros que destruyendo una inocencia?- respondio con un tono cantarin - Hay que darse prisa pues, no podemos dejar que esos desalmados lo maten

Ya estaban cada vez mas cerca de Khon Kaen, la aldea donde los akumas habian visto al chico inflitrarse y donde pronto su "juramento" iba a caer, posiblemente la aldea no tendra muchas horas mas de vida
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Mensaje por Invitado Vie Oct 08, 2010 11:34 pm

Armand sabía que sin exagerar, Illya no podía tomarse una caminata tan larga como la que habían hecho a broma. En el momento en que llegaron a las puertas principales de aquel pueblo (nada pomposas tratándose de un lugar poco concurrido), él notó su respiración sibilante seguido de jadeos, así como el sudor copioso que le perlaba la frente haciendo relucir su piel blanca, ahora pálida. Los últimos kilómetros lo había intuido, y ahora sus pensamientos hacían gala de presencia como una verdad lógica.

Deberías descansar ―señaló observándola apoyada de un muro.

Illya se sostenía con una mano bajo la superficie de madera de una tienda que quedaba de un lado inmediato con el umbral del pueblo en cuestión, mientras que su espalda se hallaba inclinada hacia abajo. Se sostenía el estómago, y los cabellos sueltos le cubrieron parte del rostro cuando agitó la cabeza en negación. Hizo énfasis en su decisión con la mano libre, haciendo el mismo gesto que repetía algunas veces cuando se sentía orgullosa y rehuía de la ayuda. Para variar, el resultado de la mayoría de esas situaciones se manifestaban con el buscador buscando –irónicamente– algo con lo que ayudar a la malherida exorcista.

Aliento. Sólo necesito recuperar el aliento ―replicó en un susurro la alemana antes de exhalar una bocanada ruidosa de aire.

Armand esperó lo que tuviese que pasar después. Algo que se reducía a dos probabilidades: la primera, que Illya acabara con la herida de nuevo abierta y tuviese que guardar reposo. La segunda, que en realidad estuviese siendo sincera como en sus pocas veces desde que iniciaron aquella locura de viaje y sólo necesitara descansar un rato.

Para su sorpresa, solamente había sido eso justamente. Al poco rato se irguió (sin ninguna mancha de sangre extendiéndose por su costado derecho, gracias Dios, María y José), esbozó una pequeña sonrisa esperanzada y miró al buscador. Armand no pudo contenerse y no devolverle el gesto automáticamente, más perplejo que otra cosa. Había conocido a Illya con una sonrisa en la cara, y la mayoría de sus gestos hechos encanto a la vista, pero en los últimos días aquel repertorio de beldad se había dado de baja sin avisar, hasta ahora.

Para variar, Armand no podía evitar echarle la culpa de eso a la personita a la que estaban buscando, casualmente.

¿Mejor?

Perfectamente ―aseguró Illya alzando el pulgar―. Ahora a trabajar ―declaró.

El buscador, que de un momento a otro luego de convivir día a día con la exorcista había empezado a tutearla, pareció conforme con eso y la acompañó mientras transitaban por el “pacífico” pueblo observando y rastreando.

Ambos tenían muy en cuenta las advertencias que sostenía la Orden sobre aquel sitio, pero no por eso no fueron capaces de dejar de sentirse incómodos cuando las miradas de varias personas comenzaron a caer sobre ellos como estacas a medida que avanzaban. Pasaban por el lado de alguien, y éste volteaba a verlos con una expresión… entrañable, tal vez. La clase de vista que le das a la hoja de un libro para saber cómo volver a ésta. La clase de ojos que te fotografiaban y almacenaban el retrato dentro del cerebro como un almacén de rostros instantáneo.

¿Crees que sea verdad lo que comentaba aquel informe? ―preguntó Illya en susurros mientras pasaban por un camino atestado de tienditas con frutas y verduras bastante concurrido y convenientemente ruidoso.

A mis años de experiencia, está bastante claro ―contestó Armand de la misma forma, simulando que se limpiaba la boca con el dorso de la mano―. No es la clase de recibimiento que te hace un pueblo humilde al llegar. Por lo general los forasteros son pan de cada día, de modo que no les dan tanta importancia como… aquí. Te miran pasar, claro, pero nunca te sostienen la mirada por mucho tiempo.

La exorcista caviló sus palabras en silencio mientras proseguían con un paso intencionalmente lento.

Esta vez no nos dividiremos, Illya ―agregó de pronto. Ella lo miró con una mirada confundida que él le respondió sin vacilar―. No es un lugar seguro, y tú sigues herida. Si algo malo llegara a suceder, no podrías defenderte sola de la misma forma que antes. Lo sabes. No nos separaremos, ¿queda claro?

Asintió, y entendió. Después de otros instantes de mutismo repentinamente alzó el rostro y soltó una carcajada cantarina que sonaba más agotada y escasa de vida que su propia expresión.

Nunca creí que un día me regañarían como una niña pequeña durante una misión ―explicó.

Y mucho menos un buscador, ¿no? ―replicó rápidamente el hombre.

Podría ser. Pero no quiero que te ofendas. Lo siento.

Sus últimas palabras habían parecido un suspiro. “Lo… ento”. En un callejón donde el pisto era tierra y los muros aprisionadores madera, decidieron sentarse y reposar. Armand en cuclillas e Illya con las piernas estiradas hacia adelante. Ninguno de los dos llevaba el uniforme de la Orden para evitar que la exorcista peleara en su estado, así que a ojos de cualquiera, podían ser unos perfectos desconocidos. Armados, pero desconocidos al fin.

Creo que mi sentido del humor no anda tan bien como esperaba, Armand.

Lo he notado. No tienes que disculparte.

Illya miraba el cielo con expresión distraída. Armand pensó que necesitaba descansar, así ella no quisiera admitirlo.

Escucha, traeré algo de agua, pero quiero que no te muevas de aquí ―dijo de pronto incorporándose y echándole una mirada casi severa. Ella se encogió de hombros lentamente, como si le pesaran como contestación―. No tardaré un segundo, y tampoco estaré lejos de aquí. Si sucede algo malo en mi ausencia, grita.

No soy una damisela en peligro.

Pero si una persona delicada. Al menos en estos momentos lo eres, Illya.

Cuando Armand se fue, ella resopló, mirando la punta de sus zapatos con un mohín tierno en las mejillas.

No sé ni para qué me molesto en replicarle. Tampoco soy una niña indefensa, vamos ―refunfuñaba.

Y en ese momento lo vio, o le pareció haberlo visto. Por el rabillo del ojo, como esas apariciones fortuitas pero claras semejantes a los sueños que se te quedan grabados en la memoria aún si fuesen solo imágenes inconexas o destellos. Will, caminando como si nada por aquel sitio como un forastero más. Will, con paso andante, seguro, libre como el viento. Will, que tenía una Inocencia. Will, que se había hecho oficialmente el dolor de cabeza de Illya tras el fracaso victorioso en Sídney.

Will, que podía desaparecer en cualquier momento.

Pero Armand me dijo que me quedara aquí y lo esperara ―se susurró a sí misma mientras inconscientemente sus piernas la obligaban a ponerse de pie, ¿de verdad iba a hacerle caso ahora?―. No. Le diré que no contábamos con esto y entenderá. Estoy segura de que lo comprenderá.

Fue la mejor respuesta que le pudo haber dado a su conciencia, antes de que saliera del callejón para seguir el vestigio de aquella pista fugaz pero para ella verdadera.
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Mensaje por Invitado Dom Oct 10, 2010 2:33 pm

Conforme me adentraba en el pueblo mayor era el numero de miradas amenazantes que notaba como se clavaban en mi nuca, fijándose atentamente en cada paso que daba o en cada acción que llevaba a cabo. De entre todos aquellos que se limitaban a mirar, podía notar como un pequeño grupo comenzaba a caminar a ambos lados de la calle. Mi dirección estaba clara y por lo visto los aldeanos ya se habían dado cuenta, estaba claro que no dejarían que me acercara más de lo necesario y así fue.

Me encontraba a cinco calles del templo cuando un grupo de diez hombres se situó delante mí, impidiendo que diera un solo paso más. Ya se podía ver claramente la parte superior del templo, el cual era en donde residía el líder en cargado de las resurrecciones, al cual debía de hacer una visita para descubrir que había de cierto en todo aquello.

Uno de los hombres se adelanto al resto, acercándose hacia mí mostrando cierto malestar en su rostro. Clave mis azulados ojos en los suyos inyectados en sangre, mostrándole que lejos de lo que pretendía no me intimidaba.

-No se le permite a los extranjeros acercarse más al templo- dijo con voz de ultratumba, -vete del pueblo o atente a las consecuencias-

En ese instante tenía dos opciones. La primera era la de ignorarle y continuar mi camino aun a costa de sus vidas, y la segunda la de evitar el enfrentamiento y buscar otra zona por la que poder acercarme más a mi objetivo. Quizás hacia un mes hubiera escogido la primera opción, pero si quería cambiar mi destino y mi forma de ser, debería de escoger la segunda.

-Únicamente me dirigía al extremo opuesto del pueblo, por lo que me disponía a atravesarlo para llegar antes, pero si tanto os molesta daré un rodeo- dije con indiferencia.

Reanude mi paso hacia la derecha con la mirada puesta en el horizonte. Tenía la sensación de que aquella advertencia no quedaría allí y que para asegurarse de que no me acercaba más de la cuenta, me seguirían hasta que saliera del poblado. Por ese motivo en cuanto doble en la primera esquina que me encontré, di un salto hacia el tejado de una de las casas. Una vez arriba visualice mejor la zona.

En las calles cercanas al templo, había un gran número de personas que portaban largas túnicas negras. Por lo que podía distinguir habían tanto hombres como mujeres, niños y ancianos, parecía que gran parte del pueblo estaba concentrada en las cercanías del viejo monumento. Todo eso me resultaba cada vez más interesante.

Comencé a correr por los tejados, saltando de casa en casa tratando de evitar las miradas acusadoras de todos aquellos aldeanos, teniendo en mente que no podía dejar que nadie en aquel lugar me viera. En esos momentos en el único que podía confiar era en mi mismo, aunque era algo que llevaba haciendo desde que salí de Australia.

El grupo de hombres que había tratado de detener mi avance, se encontraba rastreando los alrededores, en busca de alguna pista que les indicara donde me encontraba, sin poder pensar que en ese momento me encontraba a cuatro calles del templo y acercándome.
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Mensaje por Invitado Mar Oct 12, 2010 5:29 pm

Off: cosa más cutre -w-. Ahí tá' mi fabuloso post de relleno mientras espero a Meta (?).


Mientras lo seguía varios pasos por detrás, para mantener distancia y así no ser vista, Illya comenzó a preguntarse qué pretendía hacer Will en aquel lugar. Por un momento, el recuerdo del informe de la Orden relacionado a ese sitio le vino a la mente, y comenzó a entrelazarse misteriosamente con la presencia del joven Marto también allí. ¿Había llegado a parar a Khon Khaen por mera casualidad, o con alguna idea preconcebida y anticipada relacionada al grupo devoto? Illya observaba la actitud recelosa de los pobladores, y comprobó que no sólo sucedía con ella y Armand, sino que también Will formaba parte de aquella extraña lista negra que parecía haberse armado dentro de las cabezas de casi todos los que moraban en el sitio.

Vio cómo de pronto era detenido por alguien que quizá hacía de guardia en el gran templo que incluso despistó a Illya tras topárselo, ¿era allí donde nacía el misterio? Anotar eso para cuando el primer trabajo estuviera listo, fue lo que la entretuvo durante unos instantes, los mismos en los cuales Will se alejó de allí. A Illya se le antojó la acción hecha a regañadientes, por parte del Marto, y buscó seguirle para no perder el rastro…

…hasta que lo vio subirse a un tejado –dudaba que también lo hubiesen visto las otras personas por el sigilo que se hizo en ello– y consideró que podía dar por perdido el rastro. La sola idea de verse a sí misma escalando de la misma forma habilidosa que Will le produjo una punzada de anticipación por querer hacerlo. Llevaba mucho tiempo sin saltar, o correr, y el contenerse le hacía mal. Sin embargo, para su triste realidad, hacer algo como ello sólo le produciría dolor en la herida, mucho esfuerzo, así como algo de sangre extra brotándole del estómago. Lo que la haría volver a fracasar otra vez.

Y no quería, no podía, ni estaba dispuesta a dejar que eso sucediera.

No dejaré que te me escapes ―se dijo a sí misma mientras arrugaba el ceño y dejaba que sus ojos se convirtieran apenas en dos destellos de un color caramelo que poco a poco a la sombra se hacía barro.

Según sus suposiciones, tuvo una buena idea de adónde quería irse Will, y dónde le esperaría ella también.











Paralela a esa escena, Armand se encontraba ocupándose de cosas más importantes que maldecir para sus adentros a Illya y sus imprevistos inventos. Proteger su vida y huir del grupo de personas que repentinamente comenzaron a seguirlo con un aura que no le pareció del todo normal, por ejemplo.
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Mensaje por Coralie Monich Miér Oct 13, 2010 7:08 am

Coralie se mostraba mas ensimismada de lo normal, por un lado estaba pensando en como actuaria de forma eficaz para eliminar a todos aquellos monstruos ansiosos de sacrificio, mientras que por el otro le seguia dando vueltas a aquello que habia soñado.

La ultima pregunta que se hizo en el fue la de "que habia hecho" ¿Estaba dejando escapar algo? ¿Ese sueño... era alguna especie de resultado? Dejo eso para otro momento, ahora la prioridad era encontrar al posible ACM en aquella aldea y luego si era posible, aplicar justicia sobre esta.

-Esto es lo mas lejos que vamos a adentrarnos, esconded el carruaje y luego infiltraos, yo hare el resto del trayecto a pie

-Si, señorita Monich- respondio su mayordomo por el resto de los akumas, quienes de inmediato pararon su marcha para que la lider puediera bajarse con total comodidad, la joven apenas bajo con total delicadeza luego emprendio una carrera entre los arboles que hubiera sorprendido a mas de una persona, no parecia logico que alguien tan joven y de apariencia fragil pudiera moverse con tal agilidad, menos aun alguien que tenia relacion con politicos y aristrocatas.

Pero aquella francesa habia dado un paso mas adelante de la limitacion humana, todo para cumplir un objetivo que ella consideraba adecuado para la sociedad.

Cuando ya pudo dislumbrar el poblado, dio un giro y se colo por otro lado, lejos de miradas indiscretas.

-No deja de ser una villa despues de todo...- penso para si- De todas formas toda precaucion es poca... primero tengo que encontrar a su lider
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Mensaje por Invitado Miér Oct 13, 2010 3:54 pm

Cabía destacar que lo primero que sintió no fue nada agradable. No tenía nada que ver con el escozor y quizás dolor de sus heridas y leves quemaduras. Elaine siempre había tenido especial manía en no evitar los golpes que podía “soportar”, sin embargo el de que aquella viga sobre su cabeza no lo había visto venir. Para ser claros, ni tan siquiera recordaba por qué había hecho explotar el lugar donde estaba, mas sí tenía la ligera imagen de ella entre las llamas riendo por alguna causa que ahora escapaba a su memoria, antes de desfallecer por la falta de oxígeno (y quizás también hubiera sido posible por la pérdida de sangre).

Fue rescatada por uno de sus malvados (como lo llamaría ahora Elaine) compañeros akuma, Derain, el cual previó que su ama iba a tener que retirarse temporalmente de la escena hasta que se recuperara, y una vez la hubo dejado en el hospital, se dispuso a seguir las pistas del pequeño superviviente de aquella familia de tarados aliados.

Los siguientes días Elaine los describiría como… “sufridos”, si bien aquello que le había hecho alucinar en la mansión de los Marto había desaparecido de su cuerpo, había dado paso a que su mente ya de por si enferma le hiciera revivir cosas que hacía mucho tiempo había pretendido olvidar. Las noches en las que las pesadillas lograban devorarla habían rellenado el silencio absoluto de la zona privada donde descansaba en el hospital con gritos, alaridos que jamás hubiera pensado que fuera capaz de prorrumpir otra vez, que parecían clavarse como cuchillas en lo más profundo de esa poca cordura dentro de esa demencia que era su mente provocándole un infinito dolor que los médicos atribuyeron a esa gran contusión que habría acabado quizás con su vida.

El primer día en el que fue consciente de que sus ojos se abrían, y comprendía donde había pasado las últimas jornadas, se encontró con la siempre fiel Nana, la cual se había comido a los doctores que habían mostrado su ineptitud a no saber cómo tratar a su Savne… ¿Podrían haber pasado incluso semanass? Elaine no lo sabía con seguridad siempre había dejado esos pequeños detalles del tiempo a quienes tuvieran memoria para ello. Sólo fue consciente de los días que había desperdiciado cuando la akuma de nivel 3 le explicó lo sucedido en la mansión de la familia Marto, y de la inocencia que poseía el pequeño prodigio.

Derain y otro akuma del cual ahora su nombre no lograría recordar, se habían encargado, uno de seguir la pista del pequeño Will y el otro había estado intentando averiguar cualquier tipo de movimiento por parte de la chica maravilla. Sabían perfectamente lo peligrosa que podía ser Elaine si alguno de ellos podría llegar a pensar que abandonaría su extraña misión de hacerles crecer solo porque casi hubiera muerto.

- La muerte ya vendrá, no me quedaré sentada esperándola cuando aún me queda tanto por hacer. –Le dijo a la akuma oscura, Nana, cuando la criatura en un acto extraño de protección hacia su ama le había rogado que permitiera que algún otro aliado del Conde se encargara del asunto relacionado con Will y la exorcista. Gravísimo error por su parte, porque no hizo nada más que urgir más a la aliada danesa, a salir al paso de al menos el que había pertenecido a aquella familia de arrogantes seres humanos.

El viaje en barco para cambiar de continente , logró que Elaine se viera obligada a pasar todos los días de trayecto encerrada en su camarote, en cama bajo los cuidados de un equipo médico que habían contratado y que les acompañarían hasta la mejora por parte de la joven. Para resumir la travesía por el océano pacífico no fue precisamente agradable para aquellos que viajaron con la danesa que, procuró hacer de sus vidas un completo infierno sin llegar a proponérselo… Ya les había advertido de lo mal paciente que era.

Al llegar a uno de los puertos de la zona más al noreste de Tailandia, fueron recibidos por una caravana compuesta por un gran carruaje y varios hombres vestidos con ropa adaptada a la cultura general del país que montaban caballos, un total de ocho que se encargarían de cubrir cada flanco del carruaje en el que Elaine viajaría.

En ese tramo, el equipo médico pasó a ser comida para alguno de los akumas que viajaban con ella, lo supiera o no, tampoco lo hubiera impedido, al fin y al cabo no podía ser una hipócrita y prohibir a sus niños que comieran.

El carruaje era una especie de tartana tirada por dos parejas de caballos negros, el interior de este permanecía oculto de miradas indiscretas por medio de telas que hacían la imitación de cortinas en las zonas que la madera no llegaba a ocultar, habían tenido la sensibilidad (según palabras de la misma Elaine) y amabilidad de procurar que su viaje por los caminos intrincados de las ciudades y pueblos de aquella zona de Tailandia no pusieran en peligro la integridad física de Elaine, cambiando los típicos asientos por una cama (la más cómoda que pudieron permitirse) y algunos caprichos más que aliviarían el malhumor de Elaine provocado por ese incesante dolor en su cabeza, del cual era culpable aquello que los médicos habían nombrado: una fractura abierta de cráneo, que si bien no había sido tan severa como en un principio habían pensado, tardaría mucho en sanar del todo y que aún le producían pequeños incidentes que llamarían recaídas.

Luego de varias jornadas de viaje en el cual solo se habían detenido para alimentar a los animales, y Elaine sospechaba que también a sus acompañantes, se detuvieron en un pequeño pueblo para que la aliada pudiera tener por un rato los pies sobre la tierra y disfrutara de un momento de la sensación de quietud que había perdido durante el traqueteo y vaivén del maldito carruaje.

Usaba a Nana de nuevo como peluca, no solo porque quisiera evitar llamar la atención con sus cabellos platinados sino también porque le servía para ocultar la zona posterior de su cabeza, entre la nuca y la oreja derecha donde se hallaba la más explícita marca de su mal, el cual se había cobrado parte del cuero cabelludo de la danesa y que apenas había comenzado a mostrar signos de cura.

Por muchas veces que Elaine hubiera perjurado que se encontraba bien, su rostro demacrado y de profundas ojeras decía lo contrario, lo único que aún guardaba esa bizarra fuerza y animo de la cual era poseedora la joven eran sus ojos azules, los cuales ahora miraban expectantes el cielo de aquel pueblo, sin saber muy bien que era lo que pretendía encontrar en aquella vasta inmensidad azul.

- ¿Qué haces mirando el cielo tan soñadora, Elaine?

La aliada no respondió tan rápido como normalmente hubiera hecho, ladeó levemente la cabeza para poder ubicar donde se encontraba su ya recurrente ilusión. El chico de ojos cuyo color le recordaba al chocolate se encontraba a poco menos de un metro suya, observaba a Elaine con esa eterna expresión aburrida que se acentuaba gracias a sus parpados caídos, el viento que mecía sus cabellos castaños no hacía más que revolvérselos. Elaine cerró los ojos esbozando una cándida e infantil sonrisa.

- Te he dicho ya que estoy cansada. Desde hace tiempo. Qué triste... ¿verdad? –Murmuró al aire, sin percatarse que la mujer que vendía frutas en el estante que Elaine se había detenido, la observaba con curiosidad. – Þú ert dauður. Ert þú ekki þora að trufla mig. –Susurró con una nota que reflejaba cuan cansada estaba debido al viaje y que anunciaba una nota que amenazaba que el carácter de Elaine pudiera endurecerse un poco más, lo cual sería bueno para ella.

- Eres tú quien haces que esté aquí, así que no me des la culpa, como siempre.

Para cuando Elaine abrió los ojos, para enfocar con sus pupilas (las cuales ya reaccionaban a la luz) a la única mujer que se encontraba ahí, observando con aquella extraña expresión como Elaine tomaba algunas frutas pequeñas de color purpureo, cuyo nombre no recordaba, sin decir absolutamente nada, hasta que la aliada insistió en comprárselas todas, a falta de sus dulces redondos tuvo que encontrar algo con lo que sustituirlos. Para su sorpresa la mujer la tomó de la mano, y con una sonrisa le dijo en un malhablado inglés:

- Señorita, es obvio por su cómo luce que carga una gran pena en su interior. No he podido evitar escuchar que hablaba con alguien que solo usted retiene… Su pérdida fue reciente… ¿Cierto?

Elaine entrecerró los ojos, acentuando su sonrisa con el pensamiento de hacerle estallar aquella cabeza de piel tostada y arrugada por los años bajo el sol en una potente descarga, sin embargo se contuvo y solo se limitó a asentir, aunque en realidad, no lograba recordar cuanto tiempo había pasado desde el día en que había dejado morir a Cheshire en sus brazos.

- He visto las maravillas del renacimiento en un pueblo no muy lejos de aquí, llamado Khon Kaen. El líder trae a la vida a los seres queridos de su gente, no creo que pueda ayudarla a hacer revivir a esa persona que perdió dado que dudo que viaje con su cuerpo, pero hablar con él llevará paz a su alma. -Explicó la mujer, malinterpretando el gesto de Elaine como uno esperanzador, cuando en realidad solo era la propia curiosidad que la hizo resurgir de aquel estado tan ausente en el que se encontraba. ¿Estaría hablando de un aliado del Conde? –Si plantea ir ahí, dígale a cualquiera del pueblo que la manda Isan-chi, y la recibirán como a uno más. Nunca nos gustó ser visitados por los demonios extranjeros –Finalizó la mujer, entregándole a uno de los acompañantes de Elaine la cesta de frutas, para luego tomar un pequeño bulto envuelto en seda y atado en hilo, y entregárselo a Elaine. –Suerte en su camino.

Elaine arqueó una ceja y se permitió hacer una ligera reverencia antes de dejar caer en las manos de la mujer una bolsa de cuero que contenía lo suficiente como para al menos comprarle todo el estante, antes de caminar lentamente hacia la salida del pueblo donde la esperaba su caravana.

La casualidad quiso que Derain se reuniera en ese punto con ellos, para informar que el rastro de Will les llevaba dirección al pueblo citado por la anciana frutera, y por supuesto comentar el fenómeno tan extraño que se estaba llevando a cabo en la ciudad. Elaine solo hizo un gesto, el cual fue suficiente como para que todos supieran que era hora de dirigirse al pueblo donde la gente revivía, no solo para descubrir quién estaba tras esas acciones, sino también para terminar lo que la aliada había comenzado en Sidney.

- Niños, son como las polillas frente a una luz. –Susurró, antes de tumbarse en su improvisada cama y comerse una de esas frutas, sintiendo como el jugo rojo de estas teñía sus dedos… sin duda aquel sustituto iba a funcionar bien.

[*Estás muerto. No te atrevas a perturbarme]
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Mensaje por Invitado Miér Oct 13, 2010 7:24 pm

La distancia al templo se había reducido a tres calles, lo que me suponía estar un poco más cerca de mi objetivo. En el transcurso de mi sigilosa carrera, había visto como los aldeanos vestidos con las túnicas, se dirigían al interior del templo, abandonando las tareas que mantenían en los alrededores del antiguo monumento.

Junto a ellos, algunos de los aldeanos que no portaban túnicas, llevaban arrastras a varias personas, las cuales mostraban numerosas heridas por todo el cuerpo, seguramente causadas por las palizas a las que eran sometidas para que se dejaran llevar.

Una de las personas que estaba siendo llevada por la fuerza al templo, resultaba ser una chica que se aproximaría a mi edad, la cual mostraba síntomas de agotamiento. La chica era llevada por un par de hombres, los cuales para su mala suerte se encontraban tirando de ella por los brazos, justo en el callejón que había bajo mis pies. La escena me resulto desagradablemente familiar, ya que me recordaba a las muchas veces que me veía arrastrado de la misma forma por los sirvientes de mi fallecido padre. No podía dejar que todo aquello continuara y mucho menos que obligaran a hacer algo alguien que realmente no quería, debía de terminar con semejante panorama, y lo haría de la única forma que sabía.

-Ratas cobardes, el ser humano es despreciable-

Desenfunde las nuevas dagas que había adquirido semana atrás, observando con detenimiento como aquellos hombres estaban tan concentrados en su labor, que no se habían percatado de mi presencia so re sus cabezas, algo que les resultaría fatal. Me deje caer como si de una pluma se tratara, aterrizando un par de metros suya, agarrando con fuerza ambas armas que estaba dispuesto a teñir con su sangre, que fue lo que termino por pasar.

Una campana comenzó a sonar desde el interior del templo, la cual se podía percibir de todo el poblado. Todas aquellas personas vestidas con las túnicas que la escuchaban aligeraban el paso, tratando de llegar lo antes posible al interior de la construcción. En el momento en el que yo escuche el sonido de la campana, me encontraba degollando a uno de los hombres con la daga derecha, mientras que lanzaba la izquierda hacia la sien de su compañero. Ambos hombres se desplomaron en el suelo sin que tuvieran tiempo de saber quien les había atacado, dejando una amplia mancha de sangre a su alrededor.

-Todos pagareis por vuestros pecados-

Recogí el arma que se hallaba clavada en la cabeza de uno de los hombres, para después volver a guardar ambas en sus respectivas fundas.

Le eche una mirada fría a la asustada chica, la cual no sabía qué era lo que estaba ocurriendo, ni el motivo por el que la habían llevados hasta aquel lugar. Sin decir palabra, volví a subir al tejado de la casa desde la que me había dejado caer, para volver a emprender mi camino hacia el templo.





En el interior del templo, todos aquellos que habían sido llevados por la fuerza, eran metidos en una gran jaula. Encerrados como si fueran corderos que esperaban su turno para ser ejecutados.

Los seguidores con las túnicas, se agrupaban en el interior del templo, dirigiéndose directamente al salón principal. Todo estaba siendo preparado para que diera comienzo una ceremonia que a cualquiera menos a ellos, le resultaría desagradable.
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Mensaje por Invitado Miér Oct 13, 2010 10:48 pm

De pronto tuvo la fuerte certeza, aunque sin saber muy bien por qué, de que Armand había desaparecido, o en el peor de los casos, había sufrido en la ausencia de Illya algún accidente o suceso arrollador. Después de todo, ¿Cuál era la única razón por la que ya no le hubiese dado alcance a la exorcista, como en tantas veces, habiendo pasado tiempo de sobra para que se diese cuenta de su ausencia? No era la primera vez que Illya hacía eso: se esfumaba para luego tener que ser buscada igual a un pequeño gato que se ha extraviado siguiendo al ratón.

Y sin embargo, no era esa la noción que le daba aquella seguridad férrea de que algo malo le había sucedido, ¿síndrome de la intuición súper desarrollada quizá?, ¿o sencillamente seguía una línea obvia en el comportamiento de su buscador? Cualquiera de las dos, apuntaban a lo mismo, surrealistas o no: algo no andaba bien.

¿Dónde está mein Christian cuando se necesita escuchar alguna frase ingeniosa al mero estilo de Holmes? ―replicó cuando escondida, observaba el paso de los pobladores en aquella procesión terrorífica hacia el templo. La visión de una numerosa cantidad de personas bajo los mantos de aquel culto le hacía pensar que quizá había llegado a parar a una de esas novelas de ficción donde la meta es sobrevivir a todo lo que te rodea― Qué horripilante. Me produce escalofríos verlos incluso. ¿No pudiste haber escogido un destino más pintoresco y agradable, Will? ¿a qué no? Los chicos como tú siempre buscan problemas en los que meterse.

Pero los sarcasmos dirigidos a la nada, o al aire, no servían en absoluto, y eso Illya lo sabía. Se quedó allí un rato más, con una mano sosteniendo la herida (le había comenzado a doler, y por ello se vio en la necesidad de parar la persecución y por ende perder el rastro del escurridizo Marto, malditos sean todos los dioses que inventaron la sangre, carne y las heridas inoportunas), mientras la otra se tensaba en un arco rígido rozando apenas la culata de Albtraum. Illya estaba al acecho, porque de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, aquel poblado se había convertido en alguna clase de avalancha persecutoria para los forasteros (o que ella creían que eran ellos), que si, tenían que escapar cuanto antes para mantenerse… ¿con vida?, ¿íntegros?, ¿cuerdos?, ¿qué había dicho el informe acerca de eso?

Desaparecían ―se dijo a sí misma en un susurro mientras se pegaba más al muro que tapaba su fisonomía en las sombras―. Pero la gente no “desaparece”. Muere, es arrebatada de los suyos en contra de su voluntad, en su defecto, pero nunca desaparece.

Y después, cómo no, la santísima y repetida frase:

Evidentemente, aquí hay gato encerrado.

No quisiera nadie que ese gato fuera Will o Armand, porque Illya no estaba muy óptima para escurrirse como agua en el templo y llegar hasta ellos para sacarlos de tremenda encrucijada, aunque temiera que tarde o temprano tuviese que hacerlo de una manera u otra.

Ahora ella también tendría que huír, o al menos tratar de no ser encontrada.

Después de todo saben cómo es mi rostro, me han visto, y hasta que no se consuma lo que hacen aquí, no olvidaran que existo.

Menuda joya le había salido en verso literario. Lástima que no tenía tiempo para recibir aplausos o dárselos ella misma. Tenía que actuar, conseguir pasar desapercibida de alguna forma para ellos, y luego encontrar a Will (juraba por todos los dioses que su cometido era entrar al templo, oh, desgraciado-criajo-que-era-mayor-que-ella-pero-no-por-eso-en-absoluto-infantil-para-su-edad-y-curioso-además), antes de que…

¿El tiempo se me agote? No es que esté en una carrera contrarreloj… o quizá si y los patrocinadores no se tomaron la molestia de informarme al respecto.

Fuese como fuese, era la hora de ponerse las pilas.

Lo primero que le vino a la mente fue, si, una verdadera idea propia de alguien que ha leído muchas historias de aventura y misterio. Conseguir camuflajearse entre el flujo de gente, ¿y qué mejor que eso que secuestrar al imbécil más cercano a ti y despojarle de sus túnicas sigilosamente, cuando todos se confundían entre sí con las mismas?, ¿había leído alguna vez esa gente algo acerca de las desventajas de la igualdad? Parecía que no.

¡Y con capuchas!, ¡Menuda suerte!

O era demasiado fácil, o ellos querían que ella creyera eso. El dilema de las paranoias infundadas en una cabecita demasiado inquieta y trabajadora.

También un poco loca.

No le iba a dar las gracias al Akuma causante de sus desvaríos por haberla dejado resentida psicológicamente y que ahora en el momento menos indicado, comenzara a sentir impulsos desenfrenados por hacer… cualquier cosa inapropiada o algo digno de un insano. Eso sería fallar.

Arrancó de cuajo todo pensamiento cuando se integró a la masa social que se dirigía hacia el centro, donde yacía su amado templo. Todos caminaban casi con la misma parsimonia, devotos y seguidores, mientras se encargaban de darles caza a otras personas que desentonaban allí. Forasteros. Un gran número sometido bajo el efecto del dolor o el miedo. Illya no encontró a nadie parecido a Armand ni a Will entre los agredidos, y se encontró a si misma suspirando de alivio.

Después se tuvo que obligar a mirar al frente, ya que a sus ojos, la puerta principal del templo que quedaba a varios metros lejos de ella, empezaba a abrirse solo para mostrar en sus entrañas una vorágine tan oscura como la que acostumbraba mirar en sus pesadillas.

Esto es real.
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Mensaje por Coralie Monich Jue Oct 14, 2010 8:11 am

Tras permanecer escondida un tiempo, la chica tomo la decision de subirse a los tejados para poder ver que podia haber de interes en aquella aldea, a lo lejos dislumbraba un templo donde parecia estar surgiendo mucha actividad, habia un color purpura que predominaba en las escaleras... probablemente eran monjes preparando su proxima celebracion.

-Entonces el motivo del sacrificio es por una estupida creencia... seres despreciables, creyendo que por arrebatar el derecho a la vida va a aparecer un "dios" a mejorar sus pateticas existencias

No obstante lo que mas le sorprendio fue cuando miro abajo y vio una cara conocida hablando con una de las aldeanas.

-El mundo pese a todo es un pañuelo ¿Verdad?- penso para si mientras sonreia, Coralie decidio bajar por otro lado para salir al encuentro de la ACM sin llamar la atencion... mas de lo que podia hacer por el mero hecho de ser extranjera.

Sigilosamente y sin que Elaine pudiera reaccionar, le tapo los ojos situandose detras suya

-¡Adivina quien soy!- decia con voz cantaria esperando que la reconociese

Tambien sitio como la mirada de todos los presentes se clavaban en ella, como si quisieran despedazarla en ese momento
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Mensaje por Invitado Jue Oct 14, 2010 10:24 am

El viaje había sido corto y para el alivio de los que acompañaban a Elaine, la aliada se había mantenido en sumo silencio y con una tranquilidad impropia de ella en esos últimos días. Era quizás la amenaza que había en toda calma antes de que se desatara la tempestad. Así era como podía describirse el vivir en compañía de la siempre consecuente Elaine, aclarando claro que ese término tenía un significado especial para la danesa que pocos llegarían a comprender en profundidad.

Durante su marcha había decidido desenvolver el paquete que aquella mujer le había entregado, observando que se trataba de una capa hecha con seda del país, de color azul-purpureo con unos vistosos bordados de hilo dorado, aquella visión hizo que Elaine arqueara las cejas… ¿Acaso eso había sido una indirecta acerca de su aspecto?

Aquel pensamiento se cobró seis piezas de aquella nueva fruta sustituta de sus caramelos, se había sentido que habían insultado de algún modo su amor propio, y si bien nunca había dado importancia a su aspecto físico, ahora sí, porque le habían dado a entender que de algún modo cualquier tipo de gracia que antes poseyera, había desaparecido gracias a los efectos secundarios de haberse abierto la cabeza.

Fue precisamente por eso que durante todo el viaje se encargó de intentar arreglarse, porque sabía que frente a sus enemigos no podía verse como una enferma terminal. Sustituyó el insulso vestido de color negro que había usado tanto para salir a estirar las piernas, como para dormir, por un pha sin: un traje tradicional del país. Que consistía en un largo vestido de tubo, la parte superior siendo de algodón liso de color índigo, mientras que la parte de la cintura para abajo era de seda azul, con varios bordados de colores que adornaban los bordes (que era la única parte ancha del vestido). Para terminar quiso deshacerse de Nana, o al menos quitarla de su pelo el cual lo recogió todo a un lado de su cabeza para cubrir la parte herida de su cráneo.

- Savne, sigo pensando de que no debería ir, aún está muy enferma. –Dijo una temblorosa Nana, una vez hubieron llegado a las afueras del pueblo. Al contemplar la expresión de Elaine, que no daba lugar a más réplicas, soltó un chillido ahogado y se abrazó a la aliada, cambiando de nuevo su forma a otra parecida a la de un ornamento negro alrededor de la cintura de la joven, la cual usó para enganchar su sombrilla.

Al bajar de la tartana, fijó su vista en Derain, el cual con una simple sonrisa turbadora la empujó cuidadosamente hasta el interior del pueblo. Los primeros pasos de Elaine fueron inseguros y como tan usualmente era ahora: tambaleantes.

- De este pueblo surge un hedor peor a la del lugar donde nací. Creía que eso era imposible. –Musitó Elaine, colocándose la capa sobre los hombros ocultando así su preciada materia oscura.

Ignoró por completo si alguno de sus dos acompañantes hacía algún comentario acerca de lo dicho. Tomó aire y con renovadas energías atravesó las humildes puertas que hacían de única entrada (y salida) de Khon Kaen y se sumergió en el tumulto de personas que ahora se agolpaban en las calles, y se dirigían al centro del pueblecito donde se alzaba, para variar, un templo.

- Búscale, usa a … –Elaine entrecerró los ojos ante una repentina oleada de dolor que nubló su visión durante unos molestos segundos. – la pequeña roja, aquella nueva akuma rastradora, así podremos saber si ella también está aquí. Ah, nada de juegos extraños esta vez Derain, no quiero llamar la atención… por ahora.

-A tus ordenes, Savne. –Respondió Derain haciendo una leve reverencia y retirándose del lugar.

Por su parte Elaine siguió caminando hacia el interior del pueblo, sin prestar atención a las miradas indiscretas de los nativos del lugar, sin duda alguna era más que evidente que era extranjera y eso la hacía como el resto de los que estaban ahí sin haber sido llamados un blanco. Otro sacrificio para lo que fuera que hicieran en ese templo, y por eso precisamente lo único que pretendía hacer Elaine por ahora era reunirse con aquel líder que tenía en sus manos el don de la vida, y saber que era lo que pretendía.

No se encontraba ya muy lejos del templo cuando fue detenida por un grupo de personas, la aliada clavó sus ojos azules en la aldeana que se encontraba en medio de todo el pequeño tumulto, y la cual empuñaba algo parecido a una porra con la que ahora le apuntaba con gesto amenazante. Elaine curvó sus labios, dibujando una sonrisa tétrica y soberbia.

¡Ja!, esa mujer no sabía el significado de jugar con el fuego, o por ponerlo de otra manera, a los ojos de la danesa era como si estuviera intentando tentarla con un palito de metal… y todo el mundo sabía lo buen conductor de electricidad que era ese elemento.

- ¿A dónde cree que va usted? –Inquirió la mujer, sin sentirse por un momento turbada por qué no hubiera conseguido ninguna reacción por parte de la extranjera.

- Isan-chi. –Dijo simplemente, observando con esa misma sonrisa las expresiones de todo el grupo el cual comenzó a susurrar entre ellos en aquel maldito idioma que ella no podía entender. –Ella me dio el camino para llegar hasta aquí, necesito hablar con vuestro lí-… –Elaine dio un pequeño respingo cuando sintió que alguien le tapaba la visión, impidiéndole por aquel pequeño susto que pudiera terminar la frase.

- ¡Adivina quién soy! –Aquella voz cantarina era imposible de olvidar, y saber que alguien a quien podía llamar compañero de una manera cierta en aquel lugar provocó que Elaine se sintiera alegre.

-Coralie~ –Respondió como si estuviera a punto de entonar una canción, antes de dar media vuelta para darle un abrazo. – No sabes lo feliz que me hace saber que estás aquí, hay mucho que debo contarte… –Elaine ladeó la cabeza, observando a los que antes se habían encarado a ella, quienes ahora miraban a la más cercana al Conde con un aire poco amistoso. – Haced lo que os he pedido, ambas hemos venido por el mismo motivo.

Hubo un largo silencio, en el que Nana, aún en su forma de ornamento tembló haciendo que fuera más que obvio que lo que había alrededor de mi cintura era un ser viviente, sobre todo cuando soltó un chillido asustado y se apretó con más fuerza a la cintura de Elaine casi dejándola sin respiración, aquello pareció despertar una nueva y extraña confianza en los pueblerinos que, les dedicaron una sonrisa más amable.

- Disculpadnos. –Dijo la misma mujer que había hablado con anterioridad. – Os llevaremos ante el líder, ahora mismo comenzará la ceremonia, pero podrán hablar con él una vez termine. –El grupo comenzó a caminar haciéndoles una seña a ambas mujeres para que les siguieran por el camino que les llevaría a una de las puertas secundarias al templo.

Por su parte Elaine observó extrañada a Coralie ante aquel nuevo cambio de parecer, sobretodo porque parecía que aquel grupo de desconocidos habían reconocido a Nana como akuma y no parecían haberse asustado, más bien, ahora se mostraban más dispuestos con ellas.

-¿Se puede saber qué pasa con ellos? …


Última edición por Mad_Hatter el Jue Oct 14, 2010 9:49 pm, editado 1 vez (Razón : me equivoqué con el código de los colores~)
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Mensaje por Invitado Jue Oct 14, 2010 7:50 pm

La peregrinación al interior del templo continuaba cuando me hallaba justo en frente de él, sobre el tejado de una las casas cercanas. Había llegado hasta mi destino, pero ahora debía de ingeniármelas para entrar. Desde la perspectiva que tenia, podía ver como una parte de la fachada, estaba adornada por diferentes estatuas, las cuales estaban situadas a distinta altura, lo que me permitiría llegar a uno de los pisos superiores su las utilizaba como apoyos.

No resulto muy difícil subir por la improvisada escalera, ya que al estar en uno de los laterales estaba despejado de posibles guardianes ya que todos se encontraban en la parte delantera. Al llegar hasta una especie de ventana me cole en el interior del templo un piso por encima de donde se encontraba toda la multitud reunida.

La decoración del interior, no dejaba de ser tal y como la habían dejado sus antiguos dueños, lo que me hacía pensar que la única planta que usaban era la inferior y dada la longitud del monumento, hacia que mi teoría fuese más que acertada.

Registre la planta en la que me encontraba, hasta que finalmente logre descubrir un agujero en el suelo, por el cual podía ver claramente lo que sucedía debajo de mis pies. La suelte quiso que agujero diese a la sala principal, en la cual estaban reunidos todas aquellas perturbadas personas.

La decoración de la sala era lúgubre, de tal forma que casi toda se encontraba en penumbras. La única luz que había dentro, era la de una serie de antorchas colocadas en las paredes, sumadas a unas pocas en la que parecía ser el lugar de predicación. Las pocas ventanas podrían suministrar algo de luz a aquel mar de oscuridad, estaban tapadas con unas oscuras cortinas y varios tablones de madera, lo que hacía imposible la entrada ni de un rayo de claridad.

El ruido provocado por el tumulto de gente, pronto desapareció para dar paso a un silencio sepulcral cuando un hombre seguido de un sequito de personas con túnicas, hizo su aparición en la sala. El sujeto llevaba una túnica parecida a las del resto de la gente, sin embargo la suya llevaba más adornos dorados que las del resto, lo que me hacía suponer que tenía demasiados aires de grandeza.

De pronto, cuando el hombre había llegado al centro de lo que sería se atril, levanto la mano derecha hacia haciéndole un gesto a un grupo de hombres que se encontraban reunidos en una puerta cercana. Una vez hubieron visto su gesto, aquel grupo comenzó a tirar de una larga cadena, como queriendo arrastrar algo pesado. Mi sorpresa seria que lo que querían sacar no era una cosa, resultaban ser aquellas personas que habían sido llevadas a aquel lugar por la fuerza. Todas ellas estaban atadas a la cadena de la que tiraban con fuerza aquella gentuza, arrastrándoles sin ninguna piedad hasta el espacio que separaba el público del altar.

-Mis queridos hijos e hijas, hoy no nos encontramos aquí para traer a la vida a ninguna de esas almas perdidas que tanto añoramos. Hoy nos encontramos aquí para saciar el impulso de mis seguidores más cercanos, de aquellos que se encuentran entre vosotros y llevan esperando este día desde la última vez que tuvimos una ocasión similar. Hoy podréis satisfacer vuestros instintos, esos que habéis estado aguantando desde hace tanto tiempo, aunque también he de decir que solo aquellos que han alcanzado el segundo grado de la evolución divina podrán recibir su premio-

Las palabras de aquel tipo resonaban en toda la sala, llegando a resultar tremendamente irritante, incluso creando una sensación de mareo que a nadie parecía importar. A pesar de que me encontraba una planta por encima, yo mismo me veía afectado por esos extraños síntomas, obligándome a sentarme en el suelo para tratar de recuperar mi condición normal.

-Vamos acercaos y tomar lo que es vuestro-

En ese instante hubo un pequeño revuelo en la sala, haciendo que parte de los presentes se dirigiera hacia donde se encontraban las personas encadenadas, mientras que el resto de los presentes mantenía la mirada en lo que iba a suceder y que ellos por el momento no podrían hacer. También el sequito que había entrado con el orador a la sala, se dirigieron aproximaron por las espaldas a los cautivos, los cuales comenzaban a temblar y gritar de terror.

Durante ese tiempo, notaba como mi cabeza se había despejado y podía volver a pensar con claridad, cosa que me haría falta si quería comprender que era lo que se proponía toda aquella gente, pero como iba a imaginar que lo que iba a ocurrir allí no era otra cosa que una brutal escena.

Los gritos de temor de los secuestrados, no eran comparados con los que comenzaron a hacer cuando aquellas personas les tiraron al suelo y comenzaron a darles una serie interminable de bocados. En esos momentos las bocas de los caníbales habían aumentado en tamaño, más de lo que el cuerpo humano era capaz, lo que hacía que las zonas que los bocados abarcaban, resultaran ser bastante grande.

Los gritos se ahogaban con el ruido de numerosas mandíbulas masticando y mordiendo, arrancando la piel del hueso, partiendo y seccionando miembro por miembro. Muchos de los presentes caían muertos por el dolor que les producía semejante escena, otros por la cantidad de sangre que había salido de sus cuerpos y ahora servía para teñir el suelo sobre el que descansaban los restos de sus cuerpos.

La sangre salpicaba el lugar, y más cuando uno de los caníbales agitaba algún órgano interno que había mordido y mantenía entre sus dientes, saboreándolo mientras movía de un lado a otro la cabeza, como si fuera un perro feliz con un gran hueso.

La fiesta sangrienta continúo ante mi cara de asombro, la cual reflejaba lo que sentía en esos instantes. A lo largo de mi vida me habían mostrado imágenes crueles y sanguinarias, las cuales según me dijeron me ayudarían a fortalecer la mente, pero hasta ese instante nunca había visto nada semejante. Lo único que sentía era una extraña sensación de ira que iba emergiendo lentamente desde mi interior.
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