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Todo el material que se publique dentro del foro es y será propiedad de su creador a menos que se indique lo contrario.
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Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
D. Gray man Rol :: El mundo :: Europa
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
—Aquí estamos, Señorita. Las montañas de Niza, aunque en realidad están fuera de sus límites — Sébastien le tendió una mano a Juliette para ayudarle a bajar, esta la acepto con naturalidad como múltiples veces lo había hecho y bajo ágilmente del carruaje donde iban.
—A juzgar por como se ve desde aquí abajo, el ascenso va a ser duro —Admitió la niña al notar la altura de las inmensas montañas que se encontraban frente a ella, casi retándola. —Esto será interesante—Dijo mientras esbozaba una pequeña sonrisa. Definitivamente no iría a perder aquel juego, como ella tomaba la situación. —Sébastien, comencemos a subir.
—Si, mi lady—Respondió el aludido con una pequeña reverencia—Por favor, ten mucho cuidado al subir. Si te cansas solo dímelo y te cargaré hasta encontrar una cueva donde descansar— Juliette solo emitió un pequeño sonidito de fastidio.
—No necesitaré de tu ayuda, estaré bien—Dijo en un intento de tranquilizar a su mayordomo, pero no funcionó, pues este solo cambió su expresión sonriente a una preocupada. —Y ahora, comencemos a escalar. Debemos llegar al menos a la base antes del anochecer, ahí descansaremos en alguna cueva—Y dicho esto la joven comenzó a caminar sin esperar a Sébastien, quién no tardo nada en alcanzarla.
Ambos, mayordomo y ama, se parecían muy simpáticamente a un par de esquimales. Con enormes abrigos de piel y bien cubiertos para soportar el frio de las montañas. El conductor del carruaje se les había quedado viendo raro al notar los extraños atuendos en plena primavera, sin embargo comprendió todo al saber el destino que estos tenían.
—Juliette, no es por cuestionar ni nada parecido pero… ¿Qué planeas hacer?—Y el guardaespaldas estaba en todo derecho de preguntar, pues aunque parecía obvio que Juliette ya tenía un plan, el aun no se había enterado de nada. La niña ahora se encontraba asegurando el equipo de alpinismo y preparándose para trepar la inmensa montaña.
—Bueno, primero que nada hay que escalar al menos la base de la montaña por hoy, para lo que asumo que solo tenemos tres horas antes de que el sol se oculte—Sébastien se había acercado para ayudarle a colocarse el arnés alrededor de su menudo cuerpo—Ahora, en cuanto a “frustrar” los planes de nuestros queridos amigos extranjeros, primero quiero ver si puedo adelantármeles para encontrar a la tal banda “akuma” y quizás negociar con ellos.—Sébastien asentía a todo mientras se aseguraba que su ama se encontrara bien protegida, asegurando la cuerda y buscando un buen punto donde partir. —Si eso no es posible, me parece que me veré obligada a encontrar a los extranjeros de extraño atuendo y obligarlos a partir lejos de Niza.
El mayordomo, una vez de haber comprobado que todo el equipo era seguro, asintió una última vez con la cabeza y luego invitó a Juliette a subir primero por la cuerda. Claramente por si esta se caía para él atraparla.
—Entonces, ahora todo depende de lo que nosotros hagamos. Un mínimo error podría significar un ataque devastador para toda la población de Niza, no solo por la banda “akuma” si no por todas las bandas fugitivas que andan por estos lares. Si la inocencia es tan valiosa como parece ser, probablemente los demás criminales no tardarán en intentar tenerla en su poder—Juliette miró hacia arriba, ya había avanzado apenas una décima de lo que debía escalar para alcanzar la base de la montaña. No estaba nada mal para unos cuantos minutos, pero si no se apresuraba los alcanzaría la noche y necesitaban al menos de una hora para poder hacer de una cueva un lugar habitable. —Además, no son solo los criminales los que me preocupan. Un movimiento en falso, aunque puede resultar algo difícil, resultaría una avalancha para las proximidades, y podría alcanzar Niza.
—Eso significa, que debemos de ser muy cuidadosos señorita. Pero quiero aclararle una cosa. Yo estoy para proteger algo, y no es a Niza ni un objeto de gran valor. Es algo incluso más importante. Y es a ti, así que no dudaré en hacer algo que pueda resultar erróneo para ti si es por salvarte de algún peligro —Y una vez más, Juliette esbozó una pequeña sonrisa de satisfacción por el comportamiento de su mayordomo.
—Comprendo, Sébastien—Afirmó con la cabeza mientras volvía su vista hacia adelante y continuaba escalando. Estaba feliz de que Sébastien haya sido su mayordomo, sobre todo por que a él lo conocía de toda la vida, el era el único que lograba salvarla cuando era secuestrada y por eso se convirtió en su guardaespaldas personal. Pero además, desde la pérdida de sus padres, aunque Juliette aún no lo sabía, ella lo había tomado a él como una figura admirada y paternal.
—A juzgar por como se ve desde aquí abajo, el ascenso va a ser duro —Admitió la niña al notar la altura de las inmensas montañas que se encontraban frente a ella, casi retándola. —Esto será interesante—Dijo mientras esbozaba una pequeña sonrisa. Definitivamente no iría a perder aquel juego, como ella tomaba la situación. —Sébastien, comencemos a subir.
—Si, mi lady—Respondió el aludido con una pequeña reverencia—Por favor, ten mucho cuidado al subir. Si te cansas solo dímelo y te cargaré hasta encontrar una cueva donde descansar— Juliette solo emitió un pequeño sonidito de fastidio.
—No necesitaré de tu ayuda, estaré bien—Dijo en un intento de tranquilizar a su mayordomo, pero no funcionó, pues este solo cambió su expresión sonriente a una preocupada. —Y ahora, comencemos a escalar. Debemos llegar al menos a la base antes del anochecer, ahí descansaremos en alguna cueva—Y dicho esto la joven comenzó a caminar sin esperar a Sébastien, quién no tardo nada en alcanzarla.
Ambos, mayordomo y ama, se parecían muy simpáticamente a un par de esquimales. Con enormes abrigos de piel y bien cubiertos para soportar el frio de las montañas. El conductor del carruaje se les había quedado viendo raro al notar los extraños atuendos en plena primavera, sin embargo comprendió todo al saber el destino que estos tenían.
—Juliette, no es por cuestionar ni nada parecido pero… ¿Qué planeas hacer?—Y el guardaespaldas estaba en todo derecho de preguntar, pues aunque parecía obvio que Juliette ya tenía un plan, el aun no se había enterado de nada. La niña ahora se encontraba asegurando el equipo de alpinismo y preparándose para trepar la inmensa montaña.
—Bueno, primero que nada hay que escalar al menos la base de la montaña por hoy, para lo que asumo que solo tenemos tres horas antes de que el sol se oculte—Sébastien se había acercado para ayudarle a colocarse el arnés alrededor de su menudo cuerpo—Ahora, en cuanto a “frustrar” los planes de nuestros queridos amigos extranjeros, primero quiero ver si puedo adelantármeles para encontrar a la tal banda “akuma” y quizás negociar con ellos.—Sébastien asentía a todo mientras se aseguraba que su ama se encontrara bien protegida, asegurando la cuerda y buscando un buen punto donde partir. —Si eso no es posible, me parece que me veré obligada a encontrar a los extranjeros de extraño atuendo y obligarlos a partir lejos de Niza.
El mayordomo, una vez de haber comprobado que todo el equipo era seguro, asintió una última vez con la cabeza y luego invitó a Juliette a subir primero por la cuerda. Claramente por si esta se caía para él atraparla.
—Entonces, ahora todo depende de lo que nosotros hagamos. Un mínimo error podría significar un ataque devastador para toda la población de Niza, no solo por la banda “akuma” si no por todas las bandas fugitivas que andan por estos lares. Si la inocencia es tan valiosa como parece ser, probablemente los demás criminales no tardarán en intentar tenerla en su poder—Juliette miró hacia arriba, ya había avanzado apenas una décima de lo que debía escalar para alcanzar la base de la montaña. No estaba nada mal para unos cuantos minutos, pero si no se apresuraba los alcanzaría la noche y necesitaban al menos de una hora para poder hacer de una cueva un lugar habitable. —Además, no son solo los criminales los que me preocupan. Un movimiento en falso, aunque puede resultar algo difícil, resultaría una avalancha para las proximidades, y podría alcanzar Niza.
—Eso significa, que debemos de ser muy cuidadosos señorita. Pero quiero aclararle una cosa. Yo estoy para proteger algo, y no es a Niza ni un objeto de gran valor. Es algo incluso más importante. Y es a ti, así que no dudaré en hacer algo que pueda resultar erróneo para ti si es por salvarte de algún peligro —Y una vez más, Juliette esbozó una pequeña sonrisa de satisfacción por el comportamiento de su mayordomo.
—Comprendo, Sébastien—Afirmó con la cabeza mientras volvía su vista hacia adelante y continuaba escalando. Estaba feliz de que Sébastien haya sido su mayordomo, sobre todo por que a él lo conocía de toda la vida, el era el único que lograba salvarla cuando era secuestrada y por eso se convirtió en su guardaespaldas personal. Pero además, desde la pérdida de sus padres, aunque Juliette aún no lo sabía, ella lo había tomado a él como una figura admirada y paternal.
Invitado
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
Después de media hora cernidos entre el frío de aquel hábitat despoblado, húmedo y frío, los dos buscadores descubrieron que subir montañas en realidad no era una tarea fácil. Tenían entendido de que era dificultosa la faena, que incluso resultaba agotadora. Pero algo como lo que vivían desde tiempo atrás era demasiado. La palabra difícil se quedaba corta.
Y es que incluso Alan, que estaba en plena forma, sentía dificultad para seguirle el paso a Illya; eso después de transcurrir veinte minutos desde el primer instante en el que pusieron un pie arriba con destino a lo más alto de la más grande montaña.
Al llegar al frente de ésta, la vista no les pareció para nada alentadora. El problema no era lo alto de la montaña, ni lo ancha que en realidad era, no, en absoluto. El dilema era su lisura, casi llana, en toda su superficie, de izquierda a derecha, de arriba a bajo, hasta la punta.
—¿E-estás seguro de que es ésta la montaña, Alan? —había preguntado Héctor en su momento, sudando.
El susodicho tampoco lo quería probar, pero la dirección del viento, la visión de la montaña y sus detalles, antes inspeccionados desde lejos, afirmaban que en efecto, se trataba de la misma.
—No estoy equivocado, es ésta —contestó con desaliento.
Illya seguía sonriendo, aún cuando la manera de escalar la porción de tierra parecía imposible. Algo dentro de su cabeza se estaba cociendo, una solución, la manera de ir hasta allá de una manera fácil… y entretenida. Mientras su aliento se materializaba frente a sí ante cada exhalación, en sus ojos había el brillo suspicaz del que tanto agradecía ser poseedora. Aún había ánimos, esperanzas, ganas de solucionar.
—Bueno, que no cunda el pánico —fueron sus palabras mientras se acercaba hasta los dos y volvía a reunirlos, volviendo a aparentar una reunión— La situación parece ser dura, pero en realidad es sencilla. Tenemos solamente que…
Y las palabras de Illya fueron certeras. Su idea iba por lo cierto. A pesar de que fuese algo trabajoso, con el frío comprimiéndoles las costillas incluso teniendo los abrigos, sus rostros insensibles por la temperatura, y el agotamiento que producía el ambiente, que multiplicaba cada movimiento dos kilos demás, estaban yéndose por el camino indicado.
Lo más problemático de la montaña, descartando su superficie llana, era que no se podía llegar hasta ella directamente. Estaba rodeada por otras dos (bastante puntiagudas y con relieve) que impedían el paso instantáneo hasta ella. Era una desventaja, pero para Illya, una excelente ventaja. Sí, tenían que subir una, pasarse hasta la otra y así llegar a la punta con algo de suerte, pero era eso, o quedarse quietos mirando cómo el aire se enfurecía y los barría a ellos y a los árboles.
—¿Cu-cuánto falta, señorita Illya? —preguntó Alan cuando se dieron los treinta minutos completos en su reloj, casi sin aliento.
Si miraba hacia arriba, podía ver a la exorcista castaña desde un ángulo bajo, su abrigo ondeando, las botas resonando y la parte baja de su cabello bailando grácilmente de un lado a otro, igual a un péndulo con cada movimiento. Su silueta realmente esbelta recubierta por capas de tela cálida, y la visión fugaz de sus pantorrillas avanzando en segundos.
Ella era evidentemente más ágil, fuerte, y resistente que los dos juntos, y él no podía decir que desconocía el por qué, cuando en realidad era lo más obvio. Si un exorcista no podía moverse, resistir y golpear con fuerza, entonces no sobreviviría ni en su primera misión siquiera. No obstante, ella no era solamente eso, sino que combinaba todas esas capacidades con aquella faceta… encantadora. Y eso le daba equilibrio. Eso la hacía increíble. Era Illya, al fin y al cabo.
La aludida se detuvo un momento para mirar hasta arriba. Pocos minutos habían cruzado la segunda montaña y su altura desde el suelo podía ser de unos quince metros aproximadamente. Ninguno sufría de vértigo y era algo de lo que agradecer. Lo alto de la montaña, la segunda, y la tercera también, estaba cubierto de niebla, pero se podía escuchar desde esa posición con mayor facilidad el silbido iracundo del aire soplando hasta el infinito. Illya parpadeó varias veces antes de inclinar su cabeza hacia abajo y posar sus ojos sobre los de Alan.
—Ummm, yo diría que un poco más y podremos pasar hasta la montaña más alta. Aguanta un poco más Alan —animó la exorcista brindándole una sonrisa encantadora, y luego ladeó la cabeza sintiéndose curiosa— Por cierto, ¿dónde está Héctor? Desde hace varios minutos atrás no le he oído decir nada…
—¡¡Estoy bien, no se preocupe, Illya-dono!! —respondió inesperadamente la voz del buscador relleno, más abajo.
Eso le arrancó otra sonrisa, esta vez calmada, a la chica.
—Bien… ¡Héctor! ¡Trata de no quedarte tan atrás! ¿De acuerdo?
—Lo intentaré —resolló la voz del interpelado con algo de desaliento.
—¿No has notado que todo esto ha estado muy… callado, Alan? —volvió a hablar Illya instantes después de retomar nuevamente el paso.
El buscador dio un respingo, por lo concentrado que estaba en ver cuál pie ponía primero para estar bien equilibrado y se detuvo, pensando.
—Ahora que lo dice es verdad —atinó a contestar evidentemente confundido— Es extraño. No nos hemos topado siquiera con un Akuma por la redonda.
Illya soltó un bufido. No molesto, sino más bien replicante.
—¿Eh?, ¿Sucede algo?
—No me parecería extraño que nos los encontrásemos más arriba. Podrían estar aguardándonos una sorpresa no muy agradable —Illya volvió a pararse solo para palpar entre sus ropajes las fundas donde guardaba a su Albtraum, colgados alrededor de su cadera, en silencio— Pero no te preocupes. Yo no permitiré que nada malo les pase a ambos —agregó entonces volviendo a sonreír mientras otra vaharada de su dulce aliento volvía a hacerse niebla suelta frente a su rostro.
Durante ese corto período de descanso, aún sostenidos en lo alto de la montaña, Héctor pudo unírseles. Al ver la expresión solemne de Alan, y la calmada, pero atenta de Illya, quietos, se sintió confundido.
—Eh, ¿Interrumpo algo?
La exorcista se volvió hasta él con una sonrisa encantadora, deslumbrante, que casi hace que se cayera de ahí.
—Nada, no te preocupes, querido Héctor. Sigamos avanzando, ¿de acuerdo?
—Claro.
Volvieron a encaramarse hasta ascender un poco más cada segundo, pero solo el relleno buscador y la exorcista. Al notar ambos que Alan no avanzaba a la par, se volvieron a mirarlo con algo de preocupación.
—¿Qué sucede Alan?
—Nosotros… —comenzó con el rostro perturbado, avergonzado—¡Nosotros también daremos lo mejor para ayudarla en todo, Illya-dono!
Ella se mostró sorprendida, y ante la mirada decidida de Alan, así como el brillo de su inquietud, pero por sobre todas las cosas, su valor, no pudo hacer otra cosa más que sentir algo de admiración combinada con una mezcla de alegría.
—Gracias.
Y así el trío continuó la faena, sin saber que realmente estaban siendo acosados por un grupo de hombres con aspecto sombrío, y sonrisa espeluznante, desde lo más alto de las montañas.
Y es que incluso Alan, que estaba en plena forma, sentía dificultad para seguirle el paso a Illya; eso después de transcurrir veinte minutos desde el primer instante en el que pusieron un pie arriba con destino a lo más alto de la más grande montaña.
Al llegar al frente de ésta, la vista no les pareció para nada alentadora. El problema no era lo alto de la montaña, ni lo ancha que en realidad era, no, en absoluto. El dilema era su lisura, casi llana, en toda su superficie, de izquierda a derecha, de arriba a bajo, hasta la punta.
—¿E-estás seguro de que es ésta la montaña, Alan? —había preguntado Héctor en su momento, sudando.
El susodicho tampoco lo quería probar, pero la dirección del viento, la visión de la montaña y sus detalles, antes inspeccionados desde lejos, afirmaban que en efecto, se trataba de la misma.
—No estoy equivocado, es ésta —contestó con desaliento.
Illya seguía sonriendo, aún cuando la manera de escalar la porción de tierra parecía imposible. Algo dentro de su cabeza se estaba cociendo, una solución, la manera de ir hasta allá de una manera fácil… y entretenida. Mientras su aliento se materializaba frente a sí ante cada exhalación, en sus ojos había el brillo suspicaz del que tanto agradecía ser poseedora. Aún había ánimos, esperanzas, ganas de solucionar.
—Bueno, que no cunda el pánico —fueron sus palabras mientras se acercaba hasta los dos y volvía a reunirlos, volviendo a aparentar una reunión— La situación parece ser dura, pero en realidad es sencilla. Tenemos solamente que…
Y las palabras de Illya fueron certeras. Su idea iba por lo cierto. A pesar de que fuese algo trabajoso, con el frío comprimiéndoles las costillas incluso teniendo los abrigos, sus rostros insensibles por la temperatura, y el agotamiento que producía el ambiente, que multiplicaba cada movimiento dos kilos demás, estaban yéndose por el camino indicado.
Lo más problemático de la montaña, descartando su superficie llana, era que no se podía llegar hasta ella directamente. Estaba rodeada por otras dos (bastante puntiagudas y con relieve) que impedían el paso instantáneo hasta ella. Era una desventaja, pero para Illya, una excelente ventaja. Sí, tenían que subir una, pasarse hasta la otra y así llegar a la punta con algo de suerte, pero era eso, o quedarse quietos mirando cómo el aire se enfurecía y los barría a ellos y a los árboles.
—¿Cu-cuánto falta, señorita Illya? —preguntó Alan cuando se dieron los treinta minutos completos en su reloj, casi sin aliento.
Si miraba hacia arriba, podía ver a la exorcista castaña desde un ángulo bajo, su abrigo ondeando, las botas resonando y la parte baja de su cabello bailando grácilmente de un lado a otro, igual a un péndulo con cada movimiento. Su silueta realmente esbelta recubierta por capas de tela cálida, y la visión fugaz de sus pantorrillas avanzando en segundos.
Ella era evidentemente más ágil, fuerte, y resistente que los dos juntos, y él no podía decir que desconocía el por qué, cuando en realidad era lo más obvio. Si un exorcista no podía moverse, resistir y golpear con fuerza, entonces no sobreviviría ni en su primera misión siquiera. No obstante, ella no era solamente eso, sino que combinaba todas esas capacidades con aquella faceta… encantadora. Y eso le daba equilibrio. Eso la hacía increíble. Era Illya, al fin y al cabo.
La aludida se detuvo un momento para mirar hasta arriba. Pocos minutos habían cruzado la segunda montaña y su altura desde el suelo podía ser de unos quince metros aproximadamente. Ninguno sufría de vértigo y era algo de lo que agradecer. Lo alto de la montaña, la segunda, y la tercera también, estaba cubierto de niebla, pero se podía escuchar desde esa posición con mayor facilidad el silbido iracundo del aire soplando hasta el infinito. Illya parpadeó varias veces antes de inclinar su cabeza hacia abajo y posar sus ojos sobre los de Alan.
—Ummm, yo diría que un poco más y podremos pasar hasta la montaña más alta. Aguanta un poco más Alan —animó la exorcista brindándole una sonrisa encantadora, y luego ladeó la cabeza sintiéndose curiosa— Por cierto, ¿dónde está Héctor? Desde hace varios minutos atrás no le he oído decir nada…
—¡¡Estoy bien, no se preocupe, Illya-dono!! —respondió inesperadamente la voz del buscador relleno, más abajo.
Eso le arrancó otra sonrisa, esta vez calmada, a la chica.
—Bien… ¡Héctor! ¡Trata de no quedarte tan atrás! ¿De acuerdo?
—Lo intentaré —resolló la voz del interpelado con algo de desaliento.
—¿No has notado que todo esto ha estado muy… callado, Alan? —volvió a hablar Illya instantes después de retomar nuevamente el paso.
El buscador dio un respingo, por lo concentrado que estaba en ver cuál pie ponía primero para estar bien equilibrado y se detuvo, pensando.
—Ahora que lo dice es verdad —atinó a contestar evidentemente confundido— Es extraño. No nos hemos topado siquiera con un Akuma por la redonda.
Illya soltó un bufido. No molesto, sino más bien replicante.
—¿Eh?, ¿Sucede algo?
—No me parecería extraño que nos los encontrásemos más arriba. Podrían estar aguardándonos una sorpresa no muy agradable —Illya volvió a pararse solo para palpar entre sus ropajes las fundas donde guardaba a su Albtraum, colgados alrededor de su cadera, en silencio— Pero no te preocupes. Yo no permitiré que nada malo les pase a ambos —agregó entonces volviendo a sonreír mientras otra vaharada de su dulce aliento volvía a hacerse niebla suelta frente a su rostro.
Durante ese corto período de descanso, aún sostenidos en lo alto de la montaña, Héctor pudo unírseles. Al ver la expresión solemne de Alan, y la calmada, pero atenta de Illya, quietos, se sintió confundido.
—Eh, ¿Interrumpo algo?
La exorcista se volvió hasta él con una sonrisa encantadora, deslumbrante, que casi hace que se cayera de ahí.
—Nada, no te preocupes, querido Héctor. Sigamos avanzando, ¿de acuerdo?
—Claro.
Volvieron a encaramarse hasta ascender un poco más cada segundo, pero solo el relleno buscador y la exorcista. Al notar ambos que Alan no avanzaba a la par, se volvieron a mirarlo con algo de preocupación.
—¿Qué sucede Alan?
—Nosotros… —comenzó con el rostro perturbado, avergonzado—¡Nosotros también daremos lo mejor para ayudarla en todo, Illya-dono!
Ella se mostró sorprendida, y ante la mirada decidida de Alan, así como el brillo de su inquietud, pero por sobre todas las cosas, su valor, no pudo hacer otra cosa más que sentir algo de admiración combinada con una mezcla de alegría.
—Gracias.
Y así el trío continuó la faena, sin saber que realmente estaban siendo acosados por un grupo de hombres con aspecto sombrío, y sonrisa espeluznante, desde lo más alto de las montañas.
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
— Aquí tienes, señorita—Su mayordomo le tendió una taza que aún desprendía vapor de ella, indicando que se encontraba caliente. La joven a un lado de él estaba sepultada en un montoncito de mantas proporcionadas por Sébastien, con sus mejillas normalmente pálidas y tersas como la porcelana ahora rojas por el intenso frio que las quemaba poco a poco. Esta aceptó la taza cuyo contenido era chocolate caliente y la tomó lentamente.
Estaba algo incómoda, no sabía que escalar una montaña resultaría tan trabajoso y cansado, y tampoco había pensado en lo dura y fría que era una cueva, poco confortable e incómoda. Por otro lado su mayordomo no parecía tan agotado, pues aún después de todo ese recorrido en lo primero que se había ocupado era en hacer que su ama se sintiera cómoda.
— Gracias, Sébastien—Agradeció la niña una vez dado el primer y largo trago a la bebida. El mayordomo le obsequió una sonrisa y luego comenzó a tomar mantas para el mismo y se envolvió en ellas.
Juliette le dirigió una fugaz mirada al exterior de la cueva, la noche era muy oscura y el fuego apenas y atenuaba la oscuridad. La noche era congelante y todas sus extremidades se encontraban entumidas.
—El viento esta muy fuerte —Observó la joven mientras que veía las corrientes de aire pasar salvajemente por la entrada de la cueva. Luego se percató de algo muy extraño. Como aún se encontraban por ahí de un quinto de la montaña florecían algunas plantitas que resistían sus bajas temperaturas. Pero Juliette observó que no todas se encontraban completas, algunas parecían tener parte del tallo cortado y les hacían falta varias hojas. Se quedó observando una aún intacta fijamente y cuando una corriente de aire pasó esta fue partida a la mitad. La niña enseguida se puso de pie y se deshizo de todas las mantas que la cubrían para luego salir de la cueva ante la incrédula mirada de su mayordomo.
—¿Qué sucede aquí? —Se preguntó a sí misma al acercarse para observar mas minuciosamente la plantita, esta estaba doblada por la mitad del tallo y solo una delgada capa exterior de la planta mantenía unidas ambas partes.
De pronto otra corriente de aire azotó contra el rostro de Juliette, esta cerró los ojos y pudo sentir un ligero ardor punzante en la mejilla izquierda. Cuando abrió los ojos lo primero que hizo fue llevarse una mano enguantada al lugar afectado, al retirarla y ponerla frente a sus ojos se sorprendió al notar que estaba ligeramente manchada de sangre.
— ¡Juliette! ¿Qué haces afuera? Podrías enfermar—Sébastien salió de la cueva con una de las mantas y se acercó a la niña, esta estornudó una vez y luego la envolvió con la manta y la hizo entrar de nuevo. — ¿Qué estabas haciendo?—Inquirió desconcertado , no era propio de Juliette ser tan impertinente frente a situaciones como esas.
—Esta sucediendo algo raro afuera. Ya había escuchado este rumor, pero nunca creí que fuera cierto. —Le explicó con un tono tan calmado que parecía ser de lo más normal del mundo—Últimamente he escuchado que los turistas que vienen a practicar alpinismo a Niza se han visto obligados a retirarse por varios cortes superficiales que podrían convertirse en una infección si no eran tratados —Y luego se acercó a una de las mochilas mas grandes que habían traído consigo para luego sacar el botiquín de primeros auxilios. —Aunque no creí nunca en el rumor, me pareció oportuno venir preparada.
— Como era de esperarse de mi lady—Dijo esbozando una pequeña sonrisa de satisfacción—Siempre prevenida para todo —Y luego tomó el maletín y lo abrió—Es tan extraño que una niña de tu edad sea tan responsable —Dijo como muchas veces se le había dicho antes, no solo el, si no que la mayoría de los conocidos de la joven. Luego procedió a desinfectar la pequeña herida. Como siempre, Juliette no demostró de ninguna manera el ardor que le provocaba, ella siempre con una mentalidad tan madura.
—Bueno, es más extraño que la gente mayor sea tan tonta como para no venir prevenida —Claro, si no demostraba su arrogancia haciendo sentir menos a los adultos, no sería Juliette. —Además, todos saben que el equipo de primeros auxilios es indispensable para el alpinismo. Hay gente que es tan arrogante y que cree poder subir una montaña sin resultar siquiera rasguñado.
—Vaya, vaya, miren quien lo dice —Dijo divertido mientras le ponía una bandita adhesiva en la herida y volvía a guardar el maletín de primeros auxilios.
—Cállate —Dijo fingiendo indignación mientras se cruzaba de brazos, aunque bien sabía que en realidad eso era verdad.
Pasó un largo rato en silencio mientras que el mayordomo acomodaba todo para dormirse. Una vez que tuvo todo listo miró hacia afuera de la cueva y observó la luna.
—La luna ya esta alta, usted debería estar dormida —Dijo mientras que se acercaba a ella mientras se acomodaba en su saco de dormir— Buenas noches, señorita—Le deseó mientras la arropaba con las mantas.
— Buenas noches—Le respondió monótonamente. Luego cerró los ojos y cayo dormida profundamente.
Estaba algo incómoda, no sabía que escalar una montaña resultaría tan trabajoso y cansado, y tampoco había pensado en lo dura y fría que era una cueva, poco confortable e incómoda. Por otro lado su mayordomo no parecía tan agotado, pues aún después de todo ese recorrido en lo primero que se había ocupado era en hacer que su ama se sintiera cómoda.
— Gracias, Sébastien—Agradeció la niña una vez dado el primer y largo trago a la bebida. El mayordomo le obsequió una sonrisa y luego comenzó a tomar mantas para el mismo y se envolvió en ellas.
Juliette le dirigió una fugaz mirada al exterior de la cueva, la noche era muy oscura y el fuego apenas y atenuaba la oscuridad. La noche era congelante y todas sus extremidades se encontraban entumidas.
—El viento esta muy fuerte —Observó la joven mientras que veía las corrientes de aire pasar salvajemente por la entrada de la cueva. Luego se percató de algo muy extraño. Como aún se encontraban por ahí de un quinto de la montaña florecían algunas plantitas que resistían sus bajas temperaturas. Pero Juliette observó que no todas se encontraban completas, algunas parecían tener parte del tallo cortado y les hacían falta varias hojas. Se quedó observando una aún intacta fijamente y cuando una corriente de aire pasó esta fue partida a la mitad. La niña enseguida se puso de pie y se deshizo de todas las mantas que la cubrían para luego salir de la cueva ante la incrédula mirada de su mayordomo.
—¿Qué sucede aquí? —Se preguntó a sí misma al acercarse para observar mas minuciosamente la plantita, esta estaba doblada por la mitad del tallo y solo una delgada capa exterior de la planta mantenía unidas ambas partes.
De pronto otra corriente de aire azotó contra el rostro de Juliette, esta cerró los ojos y pudo sentir un ligero ardor punzante en la mejilla izquierda. Cuando abrió los ojos lo primero que hizo fue llevarse una mano enguantada al lugar afectado, al retirarla y ponerla frente a sus ojos se sorprendió al notar que estaba ligeramente manchada de sangre.
— ¡Juliette! ¿Qué haces afuera? Podrías enfermar—Sébastien salió de la cueva con una de las mantas y se acercó a la niña, esta estornudó una vez y luego la envolvió con la manta y la hizo entrar de nuevo. — ¿Qué estabas haciendo?—Inquirió desconcertado , no era propio de Juliette ser tan impertinente frente a situaciones como esas.
—Esta sucediendo algo raro afuera. Ya había escuchado este rumor, pero nunca creí que fuera cierto. —Le explicó con un tono tan calmado que parecía ser de lo más normal del mundo—Últimamente he escuchado que los turistas que vienen a practicar alpinismo a Niza se han visto obligados a retirarse por varios cortes superficiales que podrían convertirse en una infección si no eran tratados —Y luego se acercó a una de las mochilas mas grandes que habían traído consigo para luego sacar el botiquín de primeros auxilios. —Aunque no creí nunca en el rumor, me pareció oportuno venir preparada.
— Como era de esperarse de mi lady—Dijo esbozando una pequeña sonrisa de satisfacción—Siempre prevenida para todo —Y luego tomó el maletín y lo abrió—Es tan extraño que una niña de tu edad sea tan responsable —Dijo como muchas veces se le había dicho antes, no solo el, si no que la mayoría de los conocidos de la joven. Luego procedió a desinfectar la pequeña herida. Como siempre, Juliette no demostró de ninguna manera el ardor que le provocaba, ella siempre con una mentalidad tan madura.
—Bueno, es más extraño que la gente mayor sea tan tonta como para no venir prevenida —Claro, si no demostraba su arrogancia haciendo sentir menos a los adultos, no sería Juliette. —Además, todos saben que el equipo de primeros auxilios es indispensable para el alpinismo. Hay gente que es tan arrogante y que cree poder subir una montaña sin resultar siquiera rasguñado.
—Vaya, vaya, miren quien lo dice —Dijo divertido mientras le ponía una bandita adhesiva en la herida y volvía a guardar el maletín de primeros auxilios.
—Cállate —Dijo fingiendo indignación mientras se cruzaba de brazos, aunque bien sabía que en realidad eso era verdad.
Pasó un largo rato en silencio mientras que el mayordomo acomodaba todo para dormirse. Una vez que tuvo todo listo miró hacia afuera de la cueva y observó la luna.
—La luna ya esta alta, usted debería estar dormida —Dijo mientras que se acercaba a ella mientras se acomodaba en su saco de dormir— Buenas noches, señorita—Le deseó mientras la arropaba con las mantas.
— Buenas noches—Le respondió monótonamente. Luego cerró los ojos y cayo dormida profundamente.
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
Hasta llegar a la tercera montaña, la céntrica, no habían podido encontrar un camino que los mantuviera estables en las formaciones rocosas. En las partes más altas, y únicamente en ella, empezaba a funcionar como un camino en espiral hasta la punta, lo suficientemente ancho como para que por lo menos ellos, en fila, pudiesen caminar sin problemas y llegar. Así hicieron los buscadores e Illya, en cuanto comprobaron que ya no era momento de seguir escalando, con bastante alivio por parte de los primeros, que no aguantaban más seguir ascendiendo cuales alpinistas.
Pero las cosas no eran tan fáciles, puesto que si bien, se les había solucionado parcialmente el método de movilización, ahora el ambiente era el que estaba en su contra. Anochecía, y con ello, los vientos se agitaban aún más, sobre todo en los lados más altos como en el que ahora se encontraban. La acción de la Inocencia se mantuvo presente como fenómeno, y advirtió al trío en cuanto el dedo de Illya fue cortado levemente por un soplo de brisa fría. Ardía como si se hubiese hecho la herida con un arma blanca, un corte limpio. De allí en adelante, empezaron a avanzar cubiertos en lo posible con los gruesos abrigos que se habían comprado (perfectos para sobrevivir hasta en la Antártida si era posible), notando cómo estos eran rasgados levemente pero en cortes irregulares y largos, con cada azote que daba el viento. Los buscadores, junto a la exorcista, se alumbraban el camino con lámparas de querosén que emitían fuertes haces de luz efectistas.
—Es posible que cuando lleguemos hasta donde está la Inocencia, las cosas se pongan aún peores —comentó preocupado Alan mientras veía cómo la costura de su abrigo, en una parte del dobladillo, era hecho picadillo literalmente.
—¿Peores?, ¿Quieres decir que incluso el viento podría ser capaz de cortarnos la cabeza en el peor de los casos? —preguntó un Héctor repentinamente alarmado.
Illya caviló en silencio las palabras de ambos, concentrada y preocupada. Llevaban razón en eso, así pues, ¿cómo podrían llegar hasta la Inocencia sin problema alguno? Algo cerca de ella gimió y cuando se dio cuenta, parte de la manga del abrigo que cargaba apenas encima suyo, sobre sus hombros, estaba cortada. Se veían ambas ahora desiguales, agitándose como banderas violentamente.
—Ustedes no se acercarán más de lo debido —replicó en un momento la exorcista, mirando que, unos metros más, estarían en la zona donde se suponía que estaba la Inocencia.
La habían visto minutos atrás, mientras yacían apostados en la segunda montaña, y desde arriba, podían ver perfectamente la punta de la última y más importante. En ella relucía un tenue resplandor verdoso, que sólo fueron capaces de notar, luego de enfocar la vista durante varios segundos. El primero que la había notado había sido Alan, y por mera casualidad trivial.
Ante las palabras de la exorcista, ambos buscadores se mostraron inquietos.
—¿Qué quiere decir con eso, Illya-dono? —cuestionó Alan.
—Me refiero a que cuando les diga, dejarán de seguir el camino y me esperarán. Yo iré en busca de la Inocencia y la traeré conmigo.
—¡¿Se ha vuelto loca?! —Héctor abrió los ojos de par en par, alarmado— Ese viento puede ser aún más letal allá arriba, ¿qué tal si le sucede algo realmente malo mientras trata de tomarla?, ¿no ha pensado en eso? ¡Illya-dono, estoy seguro de que podremos encontrar otra solución!
Ella les dirigió una mirada fugaz, casi fulminante, que disfrazó al instante con una sonrisa calmada y completamente despreocupada.
—No se preocupen por eso, ya pensaré en algo.
Y así le dio fin al asunto, volviendo la cabeza de nuevo hacia su camino, el frente, dándoles la espalda. En el rostro de ambos se dibujaba perfectamente la preocupación, tanto como la dolorosa resignación al saber que no podrían replicarle sabiendo su posición y la de ellos mismos, diferente a claras luces.
Pero allá adelante les esperaba algo más que un viento iracundo y cortante. De pronto, entre la oscuridad, se escucharon los pesados pasos de una silueta claramente más grande y estremecedora, tanto como robusta. Illya se detuvo de golpe en el camino y alertó a los otros dos buscadores que enseguida la imitaron y fruncieron el ceño con extrañeza. La exorcista extendió un brazo de golpe para evitarles el paso a ellos, mientras que con la otra mano buscaba la funda de su rifle correspondiente.
—¿Qué sucede, Illya-dono? —preguntó Héctor inquieto.
—Retrocedan. Los dos —habló con voz cortante la exorcista.
Ellos reconocieron el tono con que les hablaba. Ese insólito sonar grave y frío, vejado de algún sentimiento que no fuese lo implacable, y obedecieron al instante. Alan rebuscó rápidamente entre su mochila la barrera anti-akuma para asegurarse.
Cuando la sombra estuvo lo suficientemente cerca de ellos, quienes la aguardaron en silencio, pudo mostrarse como un enorme gorila metálico de puños alucinantemente enormes. Sus orejas eran puntiagudas y hacían perfectamente de finos cañones, tanto como en su pecho se alojaban dos puertecillas selladas parecidas a las de los tira misiles. Era de un color ocre, y por eso sus rasgos eran duros para descifrar entre las penumbras. Al ver a Illya, la apuntó con un dedo.
—Hola, exorcista.
—Guten Abend, Akuma. Auf vidersehen~
Dijo con la mirada afilada. Entonces lo apuntó con Albtraum en ambas manos empuñado y le disparó. El sonido de las dos Lacrime retumbó en el aire con agudeza, haciendo uno y otro, y otro eco seguido.
Off:
Guten Abend: buenas noches, en alemán.
Auf vidersehen: adiós -de manera formal-.
Thanks Naru por las clases (?)
Pero las cosas no eran tan fáciles, puesto que si bien, se les había solucionado parcialmente el método de movilización, ahora el ambiente era el que estaba en su contra. Anochecía, y con ello, los vientos se agitaban aún más, sobre todo en los lados más altos como en el que ahora se encontraban. La acción de la Inocencia se mantuvo presente como fenómeno, y advirtió al trío en cuanto el dedo de Illya fue cortado levemente por un soplo de brisa fría. Ardía como si se hubiese hecho la herida con un arma blanca, un corte limpio. De allí en adelante, empezaron a avanzar cubiertos en lo posible con los gruesos abrigos que se habían comprado (perfectos para sobrevivir hasta en la Antártida si era posible), notando cómo estos eran rasgados levemente pero en cortes irregulares y largos, con cada azote que daba el viento. Los buscadores, junto a la exorcista, se alumbraban el camino con lámparas de querosén que emitían fuertes haces de luz efectistas.
—Es posible que cuando lleguemos hasta donde está la Inocencia, las cosas se pongan aún peores —comentó preocupado Alan mientras veía cómo la costura de su abrigo, en una parte del dobladillo, era hecho picadillo literalmente.
—¿Peores?, ¿Quieres decir que incluso el viento podría ser capaz de cortarnos la cabeza en el peor de los casos? —preguntó un Héctor repentinamente alarmado.
Illya caviló en silencio las palabras de ambos, concentrada y preocupada. Llevaban razón en eso, así pues, ¿cómo podrían llegar hasta la Inocencia sin problema alguno? Algo cerca de ella gimió y cuando se dio cuenta, parte de la manga del abrigo que cargaba apenas encima suyo, sobre sus hombros, estaba cortada. Se veían ambas ahora desiguales, agitándose como banderas violentamente.
—Ustedes no se acercarán más de lo debido —replicó en un momento la exorcista, mirando que, unos metros más, estarían en la zona donde se suponía que estaba la Inocencia.
La habían visto minutos atrás, mientras yacían apostados en la segunda montaña, y desde arriba, podían ver perfectamente la punta de la última y más importante. En ella relucía un tenue resplandor verdoso, que sólo fueron capaces de notar, luego de enfocar la vista durante varios segundos. El primero que la había notado había sido Alan, y por mera casualidad trivial.
Ante las palabras de la exorcista, ambos buscadores se mostraron inquietos.
—¿Qué quiere decir con eso, Illya-dono? —cuestionó Alan.
—Me refiero a que cuando les diga, dejarán de seguir el camino y me esperarán. Yo iré en busca de la Inocencia y la traeré conmigo.
—¡¿Se ha vuelto loca?! —Héctor abrió los ojos de par en par, alarmado— Ese viento puede ser aún más letal allá arriba, ¿qué tal si le sucede algo realmente malo mientras trata de tomarla?, ¿no ha pensado en eso? ¡Illya-dono, estoy seguro de que podremos encontrar otra solución!
Ella les dirigió una mirada fugaz, casi fulminante, que disfrazó al instante con una sonrisa calmada y completamente despreocupada.
—No se preocupen por eso, ya pensaré en algo.
Y así le dio fin al asunto, volviendo la cabeza de nuevo hacia su camino, el frente, dándoles la espalda. En el rostro de ambos se dibujaba perfectamente la preocupación, tanto como la dolorosa resignación al saber que no podrían replicarle sabiendo su posición y la de ellos mismos, diferente a claras luces.
Pero allá adelante les esperaba algo más que un viento iracundo y cortante. De pronto, entre la oscuridad, se escucharon los pesados pasos de una silueta claramente más grande y estremecedora, tanto como robusta. Illya se detuvo de golpe en el camino y alertó a los otros dos buscadores que enseguida la imitaron y fruncieron el ceño con extrañeza. La exorcista extendió un brazo de golpe para evitarles el paso a ellos, mientras que con la otra mano buscaba la funda de su rifle correspondiente.
—¿Qué sucede, Illya-dono? —preguntó Héctor inquieto.
—Retrocedan. Los dos —habló con voz cortante la exorcista.
Ellos reconocieron el tono con que les hablaba. Ese insólito sonar grave y frío, vejado de algún sentimiento que no fuese lo implacable, y obedecieron al instante. Alan rebuscó rápidamente entre su mochila la barrera anti-akuma para asegurarse.
Cuando la sombra estuvo lo suficientemente cerca de ellos, quienes la aguardaron en silencio, pudo mostrarse como un enorme gorila metálico de puños alucinantemente enormes. Sus orejas eran puntiagudas y hacían perfectamente de finos cañones, tanto como en su pecho se alojaban dos puertecillas selladas parecidas a las de los tira misiles. Era de un color ocre, y por eso sus rasgos eran duros para descifrar entre las penumbras. Al ver a Illya, la apuntó con un dedo.
—Hola, exorcista.
—Guten Abend, Akuma. Auf vidersehen~
Dijo con la mirada afilada. Entonces lo apuntó con Albtraum en ambas manos empuñado y le disparó. El sonido de las dos Lacrime retumbó en el aire con agudeza, haciendo uno y otro, y otro eco seguido.
Off:
Guten Abend: buenas noches, en alemán.
Auf vidersehen: adiós -de manera formal-.
Thanks Naru por las clases (?)
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
— ¡¿Qué ha sido eso?!
En cuestión de una media hora de haber quedado profundamente dormidos, un ruido ensordecedor los obligó a despertarse repentinamente. Alarmados por el inconfundible sonido de una arma de fuego, la cual venía de la tercera montaña a la que aún no pasaban.
A pesar de que el mayordomo tardó un poco en orientarse y poder analizar la situación, Juliette ya tenía toda una conclusión armada. Su cerebro ahora estaba tan activo como para encender una bombilla por sí solo, las neuronas cumplieron debidamente su trabajo y Juliette no dudó ni un segundo.
— ¡Se nos han adelantado! ¡Ya están actuando!— Por primera vez en muchos años se veía a Juliette con tal desesperación evidente. Había fallado con varios cálculos y no era normal par ella ni fácil para su orgullo afrontar eso. Parecía que no sabía muy bien con que clase de personas trataba. —Sébastien, recoge todo en este instante. No podemos perder ni un solo segundo mas. — Ordenó al guardaespaldas mientras ella misma se cubría con sus varias chamarras y abrigos, finalmente se cubrió la cabeza con la capucha. Todo esto a una velocidad increíble mientras el mayordomo hacía lo suyo igual de ágil.
Una vez que todo estuvo listo y recogido Juliette y Sébastien salieron al frio clima que azotaba la montaña. El viento estaba muy fuerte y la nieve caía a montones. La ropa de ambos comenzó a desgarrarse inmediatamente.
Juliette observó incrédula como en la tercera montaña, a casi la misma altura en la que se encontraban actualmente, se desencadenaba todo un montón de sonidos pertenecientes a armas de fuego. Estaban atrasándose mucho, ellos les llevaban ganando considerablemente y ya había comenzado un conflicto entre una banda que los tomó desprevenidos —O eso rogaba Juliette, pues temía que ya hubieran llegado con la banda “akuma”— Tenían que cruzar inmediatamente a la otra montaña… ¿Pero como?
La respuesta le vino enseguida al calcular la longitud que separaba a una montaña de la otra y compararla con la longitud de la cuerda que llevaban consigo. Sería muy arriesgado, pero prefería correr el riesgo a permitir que toda Niza sufriera las consecuencias. Ella, aprovechando la distracción de su mayordomo, comenzó a trabajar en su plan.
Sébastien estaba paralizado y observaba perplejo como de pronto se iluminaba una pequeña porción de oscuridad en la segunda montaña, resultado de un disparo. Estaba muy ocupado observando eso, pensando muchas cosas y temiendo también. Tanto que dejó de vigilar a Juliette por un largo rato. Cuando se acordó de ella y se giro para verla, esta ya estaba haciendo lo que el contemplaba como un acto suicida.
La niña, con su prodigiosa habilidad para el calculo y su bien trabajada fuerza, había logrado sujetar ambos extremos de la cuerda, uno en la montaña donde se encontraban, y otro en la montaña siguiente —Estaban separadas por unos 60 metros— y ahora la joven estaba ya cruzando la cuerda, con las piernas firmemente rodeándola y las manos moviéndose para avanzar, boca arriba, con ambas coletas que siempre se hacía y sujetadas por los listones de su mismísima madre colgando hacia el vacío. Era evidente que el esfuerzo la estaba dejando exhausta, aunque ya llevaba recorridos unos 10 metros.
El mayordomo, observando impotente como su protegida prácticamente metía la cabeza en las fauces del león hambriento —O poniéndose en peligro en términos más sencillos de comprender— No dudo ni un solo segundo en lanzarse a la cuerda y comenzar a avanzar con una rapidez aún mas ágil que la de Juliette.
La alcanzó en cuestión de segundos, ya por los 17 metros avanzados. No tenía una expresión muy feliz, y esta vez no era de preocupación. Ahora verdaderamente Sébastien se encontraba enojado con la arrogancia de su ama. ¡Tenía doce años por el amor a dios!
Sin querer decirle nada por miedo a que esta perdiera la concentración y cayera, decidió guardarse el sermón para cuando estuvieran en un lugar más indicado. Ahora se lamentaba por haber comprado una cuerda tan larga, pero según el era para “mayor seguridad”
En minutos ya habían avanzado más de la mitad, aunque los minutos les resultaron como horas. Ya a los 50 metros el rostro de la niña estaba rojo como un tomate y esta comenzaba a sentirse mareada por la sangre que se le iba a la cabeza. Por otro lado Sébastien estaba aún demasiado bien para lo que ya llevaban recorrido.
Llegaron, intactos para el alivio del mayordomo. No pasaron ni unos segundos cuando Juliette volvio a repetir lo mismo, sacando de quisio al mayordomo, pero tenía que llegar a la tercera montaña. Una vez que llegaron, la joven estaba hecha polvo.
Juliette se tiró a la nieve y dio un gran suspiro de satisfacción y placer al sentir la nieve refrescar su ardiente rostro, poco a poco volvió a retomar el pálido color de su piel. Luego se levantó y miró un poco más arriba de donde estaban, ahora los sonidos de las armas de fuego se escuchaban aún más fuertes. Intentó seguir casi corriendo, pues ahora había un pequeño camino que les facilitaba la subida, pero las piernas le dolían a horrores bajo todo el esfuerzo al que fueron sometidas, y ni que decir de los brazos. Aún así intentó disimular el dolor y comenzó a caminar ante la incrédula mirada de su mayordomo. Este comenzó a pensar seriamente que el problema de arrogancia e ignorancia de su protegida era algo grave y que realmente tendría que sentarse a hablar sobre eso con ella.
Sin poder siquiera hablar, comenzó a correr tras Juliette.
La sangre fluyendo a su cerebro y el dolor del cansancio le confundió los sentidos, por lo tanto la niña se tambaleaba de vez en cuando y, como una impertinente de primera, corría hacia el lugar de los hechos sin saber aún que hacer. No podía llegar a mitad de una batalla campal y proponerles un picnic, por supuesto que no. Pero no pensaba siquiera en eso, solo pensaba en detener a la Alemana y compañía.
Pero lo que vio al llegar al lugar fue más de lo que esperaba, demasiado para sus confundidos sentidos. Tenía sueño, estaba cansada, adolorida y aturdida. Pero eso no era suficiente para comenzar a delirar ¿O si?
O sus sentidos le estaban jugando una broma. O en verdad había un gorila de metal gigante con cañones en vez de orejas que peleaba a muerte con las personas a las que Juliette buscaba. Casi siente que su alma la abandonaba, la gravedad comenzaba a hacer de las suyas. La niña comenzaba a sentirse aplastada ante tanta presión que provocaban las alturas. Sus piernas flaquearon y cayo a apenas unos insignificantes metros de uno de los acompañantes de la alemana, del rechoncho para ser exactos. Se sentía tan fuera de lugar como un pez a mitad del desierto. A mitad de la batalla e impertinentemente descubierta y vulnerable a cualquier ataque. ¿En verdad esa era Juliette Fortscue?
Pero en verdad le había hecho mal tanto esfuerzo físico. Luchaba consigo misma para mantener la conciencia e incluso tomaba puñados de hielo y se los frotaba contra el rostro para mantenerse despierta, no podía quedar inconsciente a mitad de eso. Mucho menos frente a las personas a las que perseguía, pero en verdad estaba deshecha.
Sébastien llegó y observó de nuevo con amargura como su ama se exponía al peligro casi con un cartel pegado a la espalda de: “Dispara aquí” con una flecha apuntando directamente hacia su corazón. ¡¿Qué demonios le pasaba?! ¿Qué no estaba consiente de que los “enemigos” la observaban? Tenía que ponerla en un lugar seguro, y rápido. Por que no aguantaría mucho mas consciente. Pero no podía ignorar a la criatura enorme con aspecto de gorila, definitivamente no. Aún así, la Juliette sin dormir era una muñeca de trapo mojado, literalmente.
En cuestión de una media hora de haber quedado profundamente dormidos, un ruido ensordecedor los obligó a despertarse repentinamente. Alarmados por el inconfundible sonido de una arma de fuego, la cual venía de la tercera montaña a la que aún no pasaban.
A pesar de que el mayordomo tardó un poco en orientarse y poder analizar la situación, Juliette ya tenía toda una conclusión armada. Su cerebro ahora estaba tan activo como para encender una bombilla por sí solo, las neuronas cumplieron debidamente su trabajo y Juliette no dudó ni un segundo.
— ¡Se nos han adelantado! ¡Ya están actuando!— Por primera vez en muchos años se veía a Juliette con tal desesperación evidente. Había fallado con varios cálculos y no era normal par ella ni fácil para su orgullo afrontar eso. Parecía que no sabía muy bien con que clase de personas trataba. —Sébastien, recoge todo en este instante. No podemos perder ni un solo segundo mas. — Ordenó al guardaespaldas mientras ella misma se cubría con sus varias chamarras y abrigos, finalmente se cubrió la cabeza con la capucha. Todo esto a una velocidad increíble mientras el mayordomo hacía lo suyo igual de ágil.
Una vez que todo estuvo listo y recogido Juliette y Sébastien salieron al frio clima que azotaba la montaña. El viento estaba muy fuerte y la nieve caía a montones. La ropa de ambos comenzó a desgarrarse inmediatamente.
Juliette observó incrédula como en la tercera montaña, a casi la misma altura en la que se encontraban actualmente, se desencadenaba todo un montón de sonidos pertenecientes a armas de fuego. Estaban atrasándose mucho, ellos les llevaban ganando considerablemente y ya había comenzado un conflicto entre una banda que los tomó desprevenidos —O eso rogaba Juliette, pues temía que ya hubieran llegado con la banda “akuma”— Tenían que cruzar inmediatamente a la otra montaña… ¿Pero como?
La respuesta le vino enseguida al calcular la longitud que separaba a una montaña de la otra y compararla con la longitud de la cuerda que llevaban consigo. Sería muy arriesgado, pero prefería correr el riesgo a permitir que toda Niza sufriera las consecuencias. Ella, aprovechando la distracción de su mayordomo, comenzó a trabajar en su plan.
Sébastien estaba paralizado y observaba perplejo como de pronto se iluminaba una pequeña porción de oscuridad en la segunda montaña, resultado de un disparo. Estaba muy ocupado observando eso, pensando muchas cosas y temiendo también. Tanto que dejó de vigilar a Juliette por un largo rato. Cuando se acordó de ella y se giro para verla, esta ya estaba haciendo lo que el contemplaba como un acto suicida.
La niña, con su prodigiosa habilidad para el calculo y su bien trabajada fuerza, había logrado sujetar ambos extremos de la cuerda, uno en la montaña donde se encontraban, y otro en la montaña siguiente —Estaban separadas por unos 60 metros— y ahora la joven estaba ya cruzando la cuerda, con las piernas firmemente rodeándola y las manos moviéndose para avanzar, boca arriba, con ambas coletas que siempre se hacía y sujetadas por los listones de su mismísima madre colgando hacia el vacío. Era evidente que el esfuerzo la estaba dejando exhausta, aunque ya llevaba recorridos unos 10 metros.
El mayordomo, observando impotente como su protegida prácticamente metía la cabeza en las fauces del león hambriento —O poniéndose en peligro en términos más sencillos de comprender— No dudo ni un solo segundo en lanzarse a la cuerda y comenzar a avanzar con una rapidez aún mas ágil que la de Juliette.
La alcanzó en cuestión de segundos, ya por los 17 metros avanzados. No tenía una expresión muy feliz, y esta vez no era de preocupación. Ahora verdaderamente Sébastien se encontraba enojado con la arrogancia de su ama. ¡Tenía doce años por el amor a dios!
Sin querer decirle nada por miedo a que esta perdiera la concentración y cayera, decidió guardarse el sermón para cuando estuvieran en un lugar más indicado. Ahora se lamentaba por haber comprado una cuerda tan larga, pero según el era para “mayor seguridad”
En minutos ya habían avanzado más de la mitad, aunque los minutos les resultaron como horas. Ya a los 50 metros el rostro de la niña estaba rojo como un tomate y esta comenzaba a sentirse mareada por la sangre que se le iba a la cabeza. Por otro lado Sébastien estaba aún demasiado bien para lo que ya llevaban recorrido.
Llegaron, intactos para el alivio del mayordomo. No pasaron ni unos segundos cuando Juliette volvio a repetir lo mismo, sacando de quisio al mayordomo, pero tenía que llegar a la tercera montaña. Una vez que llegaron, la joven estaba hecha polvo.
Juliette se tiró a la nieve y dio un gran suspiro de satisfacción y placer al sentir la nieve refrescar su ardiente rostro, poco a poco volvió a retomar el pálido color de su piel. Luego se levantó y miró un poco más arriba de donde estaban, ahora los sonidos de las armas de fuego se escuchaban aún más fuertes. Intentó seguir casi corriendo, pues ahora había un pequeño camino que les facilitaba la subida, pero las piernas le dolían a horrores bajo todo el esfuerzo al que fueron sometidas, y ni que decir de los brazos. Aún así intentó disimular el dolor y comenzó a caminar ante la incrédula mirada de su mayordomo. Este comenzó a pensar seriamente que el problema de arrogancia e ignorancia de su protegida era algo grave y que realmente tendría que sentarse a hablar sobre eso con ella.
Sin poder siquiera hablar, comenzó a correr tras Juliette.
La sangre fluyendo a su cerebro y el dolor del cansancio le confundió los sentidos, por lo tanto la niña se tambaleaba de vez en cuando y, como una impertinente de primera, corría hacia el lugar de los hechos sin saber aún que hacer. No podía llegar a mitad de una batalla campal y proponerles un picnic, por supuesto que no. Pero no pensaba siquiera en eso, solo pensaba en detener a la Alemana y compañía.
Pero lo que vio al llegar al lugar fue más de lo que esperaba, demasiado para sus confundidos sentidos. Tenía sueño, estaba cansada, adolorida y aturdida. Pero eso no era suficiente para comenzar a delirar ¿O si?
O sus sentidos le estaban jugando una broma. O en verdad había un gorila de metal gigante con cañones en vez de orejas que peleaba a muerte con las personas a las que Juliette buscaba. Casi siente que su alma la abandonaba, la gravedad comenzaba a hacer de las suyas. La niña comenzaba a sentirse aplastada ante tanta presión que provocaban las alturas. Sus piernas flaquearon y cayo a apenas unos insignificantes metros de uno de los acompañantes de la alemana, del rechoncho para ser exactos. Se sentía tan fuera de lugar como un pez a mitad del desierto. A mitad de la batalla e impertinentemente descubierta y vulnerable a cualquier ataque. ¿En verdad esa era Juliette Fortscue?
Pero en verdad le había hecho mal tanto esfuerzo físico. Luchaba consigo misma para mantener la conciencia e incluso tomaba puñados de hielo y se los frotaba contra el rostro para mantenerse despierta, no podía quedar inconsciente a mitad de eso. Mucho menos frente a las personas a las que perseguía, pero en verdad estaba deshecha.
Sébastien llegó y observó de nuevo con amargura como su ama se exponía al peligro casi con un cartel pegado a la espalda de: “Dispara aquí” con una flecha apuntando directamente hacia su corazón. ¡¿Qué demonios le pasaba?! ¿Qué no estaba consiente de que los “enemigos” la observaban? Tenía que ponerla en un lugar seguro, y rápido. Por que no aguantaría mucho mas consciente. Pero no podía ignorar a la criatura enorme con aspecto de gorila, definitivamente no. Aún así, la Juliette sin dormir era una muñeca de trapo mojado, literalmente.
Última edición por Katisha-chan el Sáb Abr 10, 2010 1:24 am, editado 1 vez
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
Héctor dio un enorme salto cuando a su lado, apareció repentinamente la presencia de Juliette. Gritó incluso, mientras su cuerpo se impulsaba instintivamente hacia arriba como un resorte, y trastabilló varios pasos inseguros hacia atrás pudiéndose haber caído si no fuera porque al instante Alan lo sujetó igual de sorprendido y fuera de sí. La escena que se desarrollaba a su frente era lo que los tenía tan tensos, de modo que ninguno pudo evitar asustarse a su manera tras ver tal inesperada aparición.
—¡P-pero si es la niña Fortscue!
—¿Qu-qué demonios hace aquí?
Y contuvieron el aliento aún más cuando vieron llegar entonces al mayordomo de ella con paso apresurado y completamente asustado por la seguridad de su protegida.
—¿Qué significa esto?
—Oigan, ¿están bien? —Héctor le pasó una mano dudosa a Juliette cerca de la cara para ver si reaccionaba.
Alan de pronto cayó en la cuenta de que ahora la situación se volvía aún más peligrosa, con humanos inocentes metidos de por medio en el asunto.
—¡Santo cielo! Tienen que salir de este lugar ahora, es peligroso —espetó como quién dispara una metralleta mientras ayudaba a levantar a la francesa con prontitud— ¡Vamos!
El viento le cortó un pómulo descuidado, puesto que se había olvidado de cubrir con el abrigo grueso de piel, y ahora sangraba copiosamente la herida que le encegueció por unos instantes.
—¡Agh! —el joven se llevó una mano a esa parte de la cara y la cubrió. Simultáneamente…
—¡Cuidado!
…el peso de Héctor llegó a parar hasta los tres individuos restantes, y los abarcó a todos para alejarlos del lugar en donde antes habían estado. En el mismo, una roca de considerable tamaño estalló en miles de pedazos milésimas de segundo después. Uno de los fragmentos se le clavó a Héctor en el brazo, quién gritó de dolor y trató de apretarse la herida.
—¡¿Héctor?! ¿Estás bien? —Alan trató de salir debajo del cuerpo de su amigo y lo observó entre aturdido y preocupado.
El aludido le sonrió con gesto adolorido, pero queriendo refutar su propia condición.
—S-si. No te preocupes, colega.
La roca había sido mandada como un proyectil de las enormes manos del nivel dos. Para ese momento Illya se encontraba en el lado contrario a los buscadores, todavía dándoles la espalda y le tomó desprevenida. Cuando volteó fugazmente para verificar si ellos se encontraban bien, terminó tardándose más tiempo con el cuello ladeado en cuanto encontró para su sorpresa a Juliette y a Sebástien en la escena.
—¡¿Qué hacen ellos aquí?! —el rostro de Illya estaba graciosamente enrojecido después de agitarse tanto durante la batalla. Sus ojos de hermoso matiz caramelo yacían abiertos de par en par y le daban cierto aspecto de perplejidad tierno. El cabello lo llevaba suelto, puesto que perdió la coleta en medio de la afrenta.—¿Se encuentran bien?
Por un momento que después maldijo, había olvidado una de las normas más importantes de la lucha: jamás perder de vista al enemigo. Cuando se dio cuenta, el Akuma con toda su inmensidad de cuerpo estaba detrás suyo, y en cuestión de segundos le propinó tal golpe en las costillas, que la dejó despedida hasta la pared rocosa de la montaña, donde se estrelló con un ruido alborotado seguido del gemido de sorpresa y dolor que salió de sus pulmones.
—¡¡Illya-dono!! —exclamó alarmado Alan desde su sitio.
—No me gusta que me ignoren mientras lucho, exorcista —era la segunda vez en todo el rato que le dirigía la palabra. Tenía entornado los ojos, y parecía muy concentrado con lo que decía— Me gusta mucho el frío, los cocteles y la samba, pero no que me ignoren.
—¿Q-que te gusta qué? —a pesar de tener el aliento suelto y estar adolorida, no pudo evitar mostrarse perpleja.
Dejando de ocultarse tras el perfil de la montaña, dos niveles uno se asomaron lentamente por encima de ellos, detrás del Akuma gorila. Uno de ellos dejó que desde su cañón volara una clase de sombrero de charro bastante llamativo y colorido que (increíblemente) se posó llevado por el viento en la cabeza del nivel dos. Al mismo instante, éste tomó una posición parecida al de cualquier bailarín profesional que la alemana pudo haber visto en su vida.
—Y bailar la samba~
La gran gota que sudó Illya detrás de su cabeza no tenía nombre.
—E-espera no… eso no es un sombrero que se utilice para bailar la samba…
Increíble, era la primera vez que conocía a un Akuma con peculiaridad y personalidad desarrollada. Única.
—Tengo la Inocencia en mis manos, exorcista —anunció sin prestarle atención a las palabras de ella. Por el contrario, Illya abrió los ojos desmesuradamente ante tal noticia— … ¡Y sólo podrás tener la oportunidad de conseguirla si me ganas bailando la samba!
De modo que, luego de decir eso, empezó a bailar en todo el sentido de la palabra con movimientos profesionales y apasionados, que sacaron completamente del contexto a la exorcista. a pesar de ser de metal, y bastante pesado a primera vista, se movía tan ligero como una pluma en cada acrobacia o ladeo, como si fuera una persona de verdad, y no solo eso, sino un experto.
—¿¡Y cómo se supone que le gane a eso!?
Illya trató de imitarlo, inmersa en la situación, imitando los pasos de él con la gracia que su felino cuerpo le adjudicaba, aunque ligeramente distinto, sin tanta elasticidad o rapidez como la del Akuma. En un momento dado, sin saber que los dos buscadores miraban la escena con evidente perplejidad y vergüenza ajena, frenó abruptamente, como si se hubiese dado cuenta de algo, y aferró con fuerza la empuñadura de sus rifles. El sonrojo que adornó sus mejillas no fue entonces causado por la adrenalina, en este caso.
—Un momento, ¿¡por qué le estoy siguiendo el juego!?
Sin dejar pasar más tiempo, le apuntó y disparó. Varias Lacrime salieron despedidas como misiles de los cañones de Albtraum, más no lograron impactar con el nivel dos. Con los mismos pasos de su baile que él llamaba samba, las esquivó tan rápido como un espectro, y siguiendo aún así, se lanzó contra Illya idéntico a une norme trompo en movimiento raudo. Ella estuvo a tiempo de apartarse lo suficiente, pero entonces notó que la corriente de aire que ahora se formaba a su alrededor, sumada a la de la ya montaña filosa, le había llegado a cortar el hombro con cierta profundidad.
—¿Qué…?
Y se volvió a abalanzar contra ella, una y otra, y otra vez. Los esquivaba, pero el resultado era el mismo: cortes imperceptibles en alguna parte de su ropa o cuerpo, sin que él llegara a tocarla siquiera. La velocidad con que la embestía se hacía cada vez más rápida. Si no hacía algo, estaría metida en aprietos. Buscó distancia y le disparó, pero las Lacrime rebotaron ante su torbellino mecánico que en realidad era él mismo.
Se dio cuenta de algo.
Si el viento que sopla en la montaña sigue siendo igual de bélico, quiere decir que en realidad él no tiene la Inocencia consigo… ¡Eso es! ¡Solamente la está custodiando allá dónde está! Seguramente no ha podido acercársele por su propia hostilidad…
Illya retrocedió, volvió a disparar, y como un gato que huye, esquivó a tiempo una nueva embestida. De pronto el torbellino empezó a expeler pequeñas balas que seguramente venían de las orejas encañonadas del nivel dos. Había subido un escalón más en el asalto.
…La única manera de tener la Inocencia entonces es acabándolo. Perfecto.
—¡Baila conmigo la samba, exorcista! —bramó la voz del nivel dos.
—No me gusta la samba, prefiero el flamenco. Además, ¡jamás he visto a alguien bailar esa música así! —exclamó con frialdad la bella dama, aunque el contraste de sus palabras con el tono, seguía haciendo curiosa la escena.
—¿Qué has dicho?
El Akuma se molestó, al ver en duda su capacidad bailarina, y sacó una garra potente hasta el cuerpo de la alemana. Llegó a rasgarle el costado, llevándose parte de los dos abrigos que Illya cargaba encima y dejando su blanca carne expuesta, pintándose lentamente de un rojo caramelo.
Se dio cuenta entonces, que si no pensaba en algo rápido, sería ella la que terminaría acabada. Y no podía permitírselo. Las cuatro presencias allí, mas la Inocencia, eran un impedimento de gran peso en su conciencia.
—Ese abrigo me costó bastante conseguirlo müll, tendrás que pagarlo con tu vida.
Off:
Müll: basura.
... qué decir? tenía que darle personalidad al nivel dos o sino me aburría con él xD
—¡P-pero si es la niña Fortscue!
—¿Qu-qué demonios hace aquí?
Y contuvieron el aliento aún más cuando vieron llegar entonces al mayordomo de ella con paso apresurado y completamente asustado por la seguridad de su protegida.
—¿Qué significa esto?
—Oigan, ¿están bien? —Héctor le pasó una mano dudosa a Juliette cerca de la cara para ver si reaccionaba.
Alan de pronto cayó en la cuenta de que ahora la situación se volvía aún más peligrosa, con humanos inocentes metidos de por medio en el asunto.
—¡Santo cielo! Tienen que salir de este lugar ahora, es peligroso —espetó como quién dispara una metralleta mientras ayudaba a levantar a la francesa con prontitud— ¡Vamos!
El viento le cortó un pómulo descuidado, puesto que se había olvidado de cubrir con el abrigo grueso de piel, y ahora sangraba copiosamente la herida que le encegueció por unos instantes.
—¡Agh! —el joven se llevó una mano a esa parte de la cara y la cubrió. Simultáneamente…
—¡Cuidado!
…el peso de Héctor llegó a parar hasta los tres individuos restantes, y los abarcó a todos para alejarlos del lugar en donde antes habían estado. En el mismo, una roca de considerable tamaño estalló en miles de pedazos milésimas de segundo después. Uno de los fragmentos se le clavó a Héctor en el brazo, quién gritó de dolor y trató de apretarse la herida.
—¡¿Héctor?! ¿Estás bien? —Alan trató de salir debajo del cuerpo de su amigo y lo observó entre aturdido y preocupado.
El aludido le sonrió con gesto adolorido, pero queriendo refutar su propia condición.
—S-si. No te preocupes, colega.
La roca había sido mandada como un proyectil de las enormes manos del nivel dos. Para ese momento Illya se encontraba en el lado contrario a los buscadores, todavía dándoles la espalda y le tomó desprevenida. Cuando volteó fugazmente para verificar si ellos se encontraban bien, terminó tardándose más tiempo con el cuello ladeado en cuanto encontró para su sorpresa a Juliette y a Sebástien en la escena.
—¡¿Qué hacen ellos aquí?! —el rostro de Illya estaba graciosamente enrojecido después de agitarse tanto durante la batalla. Sus ojos de hermoso matiz caramelo yacían abiertos de par en par y le daban cierto aspecto de perplejidad tierno. El cabello lo llevaba suelto, puesto que perdió la coleta en medio de la afrenta.—¿Se encuentran bien?
Por un momento que después maldijo, había olvidado una de las normas más importantes de la lucha: jamás perder de vista al enemigo. Cuando se dio cuenta, el Akuma con toda su inmensidad de cuerpo estaba detrás suyo, y en cuestión de segundos le propinó tal golpe en las costillas, que la dejó despedida hasta la pared rocosa de la montaña, donde se estrelló con un ruido alborotado seguido del gemido de sorpresa y dolor que salió de sus pulmones.
—¡¡Illya-dono!! —exclamó alarmado Alan desde su sitio.
—No me gusta que me ignoren mientras lucho, exorcista —era la segunda vez en todo el rato que le dirigía la palabra. Tenía entornado los ojos, y parecía muy concentrado con lo que decía— Me gusta mucho el frío, los cocteles y la samba, pero no que me ignoren.
—¿Q-que te gusta qué? —a pesar de tener el aliento suelto y estar adolorida, no pudo evitar mostrarse perpleja.
Dejando de ocultarse tras el perfil de la montaña, dos niveles uno se asomaron lentamente por encima de ellos, detrás del Akuma gorila. Uno de ellos dejó que desde su cañón volara una clase de sombrero de charro bastante llamativo y colorido que (increíblemente) se posó llevado por el viento en la cabeza del nivel dos. Al mismo instante, éste tomó una posición parecida al de cualquier bailarín profesional que la alemana pudo haber visto en su vida.
—Y bailar la samba~
La gran gota que sudó Illya detrás de su cabeza no tenía nombre.
—E-espera no… eso no es un sombrero que se utilice para bailar la samba…
Increíble, era la primera vez que conocía a un Akuma con peculiaridad y personalidad desarrollada. Única.
—Tengo la Inocencia en mis manos, exorcista —anunció sin prestarle atención a las palabras de ella. Por el contrario, Illya abrió los ojos desmesuradamente ante tal noticia— … ¡Y sólo podrás tener la oportunidad de conseguirla si me ganas bailando la samba!
De modo que, luego de decir eso, empezó a bailar en todo el sentido de la palabra con movimientos profesionales y apasionados, que sacaron completamente del contexto a la exorcista. a pesar de ser de metal, y bastante pesado a primera vista, se movía tan ligero como una pluma en cada acrobacia o ladeo, como si fuera una persona de verdad, y no solo eso, sino un experto.
—¿¡Y cómo se supone que le gane a eso!?
Illya trató de imitarlo, inmersa en la situación, imitando los pasos de él con la gracia que su felino cuerpo le adjudicaba, aunque ligeramente distinto, sin tanta elasticidad o rapidez como la del Akuma. En un momento dado, sin saber que los dos buscadores miraban la escena con evidente perplejidad y vergüenza ajena, frenó abruptamente, como si se hubiese dado cuenta de algo, y aferró con fuerza la empuñadura de sus rifles. El sonrojo que adornó sus mejillas no fue entonces causado por la adrenalina, en este caso.
—Un momento, ¿¡por qué le estoy siguiendo el juego!?
Sin dejar pasar más tiempo, le apuntó y disparó. Varias Lacrime salieron despedidas como misiles de los cañones de Albtraum, más no lograron impactar con el nivel dos. Con los mismos pasos de su baile que él llamaba samba, las esquivó tan rápido como un espectro, y siguiendo aún así, se lanzó contra Illya idéntico a une norme trompo en movimiento raudo. Ella estuvo a tiempo de apartarse lo suficiente, pero entonces notó que la corriente de aire que ahora se formaba a su alrededor, sumada a la de la ya montaña filosa, le había llegado a cortar el hombro con cierta profundidad.
—¿Qué…?
Y se volvió a abalanzar contra ella, una y otra, y otra vez. Los esquivaba, pero el resultado era el mismo: cortes imperceptibles en alguna parte de su ropa o cuerpo, sin que él llegara a tocarla siquiera. La velocidad con que la embestía se hacía cada vez más rápida. Si no hacía algo, estaría metida en aprietos. Buscó distancia y le disparó, pero las Lacrime rebotaron ante su torbellino mecánico que en realidad era él mismo.
Se dio cuenta de algo.
Si el viento que sopla en la montaña sigue siendo igual de bélico, quiere decir que en realidad él no tiene la Inocencia consigo… ¡Eso es! ¡Solamente la está custodiando allá dónde está! Seguramente no ha podido acercársele por su propia hostilidad…
Illya retrocedió, volvió a disparar, y como un gato que huye, esquivó a tiempo una nueva embestida. De pronto el torbellino empezó a expeler pequeñas balas que seguramente venían de las orejas encañonadas del nivel dos. Había subido un escalón más en el asalto.
…La única manera de tener la Inocencia entonces es acabándolo. Perfecto.
—¡Baila conmigo la samba, exorcista! —bramó la voz del nivel dos.
—No me gusta la samba, prefiero el flamenco. Además, ¡jamás he visto a alguien bailar esa música así! —exclamó con frialdad la bella dama, aunque el contraste de sus palabras con el tono, seguía haciendo curiosa la escena.
—¿Qué has dicho?
El Akuma se molestó, al ver en duda su capacidad bailarina, y sacó una garra potente hasta el cuerpo de la alemana. Llegó a rasgarle el costado, llevándose parte de los dos abrigos que Illya cargaba encima y dejando su blanca carne expuesta, pintándose lentamente de un rojo caramelo.
Se dio cuenta entonces, que si no pensaba en algo rápido, sería ella la que terminaría acabada. Y no podía permitírselo. Las cuatro presencias allí, mas la Inocencia, eran un impedimento de gran peso en su conciencia.
—Ese abrigo me costó bastante conseguirlo müll, tendrás que pagarlo con tu vida.
Off:
Müll: basura.
... qué decir? tenía que darle personalidad al nivel dos o sino me aburría con él xD
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
Juliette ahora estaba demasiado confundida. Ella recapitulaba en su mente en ese preciso momento, estando bajo Héctor y sin poder moverse. Hace unos minutos el gorila gigante les había tirado una enorme roca encima, por suerte el buscador rechoncho les había logrado salvar, aún así este había resultado herido.
Lo que mantenía tan perturbada a Juliette eran muchas cosas, la mas grande de todas era “¿Por qué el enemigo es un gorila gigante?” Y también estaba preocupada, pues unos minutos después pudo escuchar como mencionaban a la tal inocencia, por lo tanto eso significaba que ya habían llegado a su objetivo, y eso no era bueno. La banda akuma tampoco parecía nada débil, un poco estúpida para el gusto de Juliette, pero bien se sabe que músculos e estupidez son una muy mala combinación.
Ahora, algo que nunca en su vida podría olvidar pasó. El gorila gigante, tras ser en ciertas palabras “ignorado” por la alemana, se quejó y mencionó —Antes de mencionar la inocencia— Que le gustaba el frío, el coctel y la samba, pero no que lo ignoren.
Juliette estuvo segura en ese momento que su expresión de perplejidad no sería la única que aparecería por ahí. Dirigió la mirada por unos segundos a su mayordomo y pudo confirmar que este también denotaba una graciosa expresión de incredulidad.
—A-alguien tan grande como el... ¿Le gusta la samba?—Escuchó murmurar para el mismo a su guardaespaldas, quien lucía perturbado.
Seguido de eso tras el costado de la montaña surgieron dos miembros más evidentes de la banda “akuma”. ¿Cómo se sabe que en verdad eran sus miembros? Simplemente por que tenían una extraña forma surrealista y esférica. Ah, y por que uno de ellos “disparó” al gorila un sombrero de charro. Juliette se había quedado sin palabras. Adolorida y cansada, la niña casi ni tenía fuerzas para hablar.
— Tengo la Inocencia en mis manos, exorcista. … ¡Y sólo podrás tener la oportunidad de conseguirla si me ganas bailando la samba!— ¡Inocencia! ¿Exorcista? ¡¿Bailando la samba?! Juliette comenzó a preguntarse seriamente si en realidad no sería un sueño, producto de todo el estrés al que se estaba sometiendo sin siquiera darse cuenta.
Luego el gorila comenzó a bailar, profesionalmente. Aunque a Juliette le costaba admitirlo, bailaban con la gracia con la que ella misma bailaba el ballet, y eso no la emocionó mucho. ¿A quien le gustaría bailar con la gracia de un gorila?
—¿¡Y como se supone que le gane a eso!? —Escuchó decir a Illya antes de que esta comenzara a intentar imitarlo, con gracia, pero no con la misma habilidad y agilidad que el gorila. Los buscadores que rodeaban a Juliette y la misma Fortscue observaban incrédulos como la exorcista caía tan fácilmente en el juego. Después de caer en cuenta de su error, la alemana se sonrojó de indignación y empuñó ambos rifles que llevaba consigo.
—»¡Alguien tan joven manejando rifles!« —Pensó escandalizada Juliette. Aunque, irónicamente, ella también sabía como usar armas de fuego. De nuevo producto de las clases impartidas por el mayordomo. Pero definitivamente ella no podía usarlas con la misma agilidad que Illya.
Luego, como un trompo humano—O animal— Se lanzó hacia la exorcista. Esta a pesar de esquivarlo resultó herida por las corrientes de aire cortantes. Esto se repitió una y otra vez hasta que de pronto el akuma volvió a hablar.
— ¡Baila conmigo la samba, exorcista!
Y Juliette comenzó a preguntarse por segunda vez que era exorcista. De ahí perdió la noción del tiempo sumergiéndose en sus pensamientos intentando buscar una explicación lógica para todo eso, sin éxito alguno. Cuando volvió a la realidad Illya seguía estaba peleando con el gorila.
—Ese abrigo me costó bastante conseguirlo müll, tendrás que pagarlo con tu vida. — müll, basura en alemán según los conocimientos de Juliette.
La niña puso a trabajar su cerebro. Estaba bajo un hombre rechoncho junto con su mayordomo, no podría moverse hasta que le pidiera a Sébastien que apartara al buscador de encima de ellos. No podía quedarse con los brazos cruzados mientras observaba a la alemana hacerse con la “inocencia”, ella la tenía que conseguir primero para luego indicarle a Sébastien que los atrapara a todos para interrogarlos. Sin embargo, ¿Cómo iba ella a hacer algo así contra personas tan fuertes en el estado en que se encontraba? A juzgar por sus conocimientos, ni siquiera Sébastien era capaz de destruir el metal solo con los puños, ni siquiera con el rifle que llevaba guardado consigo en caso de emergencia —El cual Juliette sabía que no tardaría en usar— Debía pensar en algo rápido, antes de que la alemana lograra hacer algo con el gorila.
Un momento. ¿Había dicho bailar la samba?
La pequeña Fortscue esbozó una sonrisa imperceptible. Tenía un plan ¿Por qué no seguirle el juego al gorila?
—Sébastien, sácame de aquí abajo —Ordenó monótonamente a su mayordomo.
—Si, mi lady —Respondió de mala gana el guardaespaldas. Estaban perfectamente bien protegidos bajo el rechoncho, si Juliette pedía salir no podía significar nada bueno. Su protegida quería implicarse en la batalla. Y el no iba a dejarla tan fácilmente.
Sacó a Juliette, si. Pero la niña no volvió a tocar el suelo nunca, estando en brazos de su mayordomo con la delicadeza con la que se sostendría a una princesa. Después de unos minutos Juliette replicó.
—Te estas tardando mucho. Bájame ya —Volvió a ordenarle.
—No puedo —Respondió casi temerariamente. Esto enojó a la niña.
—¿Estás contradiciendo mi orden?
—Discúlpeme, pero no puedo dejarla exponerse al peligro como si nada. — Aunque sabía que de todas maneras Juliette encontraría manera de bajarse e implicarse, se mantuvo firme.
— ¡Bájame! ¡Es una orden!—Gritó con todo lo que sus pulmones daban, frente al rostro de su mayordomo. Este observó lo maleducada que era la niña con él como muchas otras veces, sin poder hacer nada. La niña tenía el ceño fruncido, y sus finas facciones denotaban furia. Sin querer hablar más el mayordomo la bajó.
Juliette, ignorando como trató al mayordomo frente a los presentes como si fuera algo natural, se dirigió a la bestia.
— ¿Quieres bailar samba?— Llamó la atención del gorila. —Pues, bailemos—Dijo mientras esbozaba una pequeña sonrisa.
Lo que mantenía tan perturbada a Juliette eran muchas cosas, la mas grande de todas era “¿Por qué el enemigo es un gorila gigante?” Y también estaba preocupada, pues unos minutos después pudo escuchar como mencionaban a la tal inocencia, por lo tanto eso significaba que ya habían llegado a su objetivo, y eso no era bueno. La banda akuma tampoco parecía nada débil, un poco estúpida para el gusto de Juliette, pero bien se sabe que músculos e estupidez son una muy mala combinación.
Ahora, algo que nunca en su vida podría olvidar pasó. El gorila gigante, tras ser en ciertas palabras “ignorado” por la alemana, se quejó y mencionó —Antes de mencionar la inocencia— Que le gustaba el frío, el coctel y la samba, pero no que lo ignoren.
Juliette estuvo segura en ese momento que su expresión de perplejidad no sería la única que aparecería por ahí. Dirigió la mirada por unos segundos a su mayordomo y pudo confirmar que este también denotaba una graciosa expresión de incredulidad.
—A-alguien tan grande como el... ¿Le gusta la samba?—Escuchó murmurar para el mismo a su guardaespaldas, quien lucía perturbado.
Seguido de eso tras el costado de la montaña surgieron dos miembros más evidentes de la banda “akuma”. ¿Cómo se sabe que en verdad eran sus miembros? Simplemente por que tenían una extraña forma surrealista y esférica. Ah, y por que uno de ellos “disparó” al gorila un sombrero de charro. Juliette se había quedado sin palabras. Adolorida y cansada, la niña casi ni tenía fuerzas para hablar.
— Tengo la Inocencia en mis manos, exorcista. … ¡Y sólo podrás tener la oportunidad de conseguirla si me ganas bailando la samba!— ¡Inocencia! ¿Exorcista? ¡¿Bailando la samba?! Juliette comenzó a preguntarse seriamente si en realidad no sería un sueño, producto de todo el estrés al que se estaba sometiendo sin siquiera darse cuenta.
Luego el gorila comenzó a bailar, profesionalmente. Aunque a Juliette le costaba admitirlo, bailaban con la gracia con la que ella misma bailaba el ballet, y eso no la emocionó mucho. ¿A quien le gustaría bailar con la gracia de un gorila?
—¿¡Y como se supone que le gane a eso!? —Escuchó decir a Illya antes de que esta comenzara a intentar imitarlo, con gracia, pero no con la misma habilidad y agilidad que el gorila. Los buscadores que rodeaban a Juliette y la misma Fortscue observaban incrédulos como la exorcista caía tan fácilmente en el juego. Después de caer en cuenta de su error, la alemana se sonrojó de indignación y empuñó ambos rifles que llevaba consigo.
—»¡Alguien tan joven manejando rifles!« —Pensó escandalizada Juliette. Aunque, irónicamente, ella también sabía como usar armas de fuego. De nuevo producto de las clases impartidas por el mayordomo. Pero definitivamente ella no podía usarlas con la misma agilidad que Illya.
Luego, como un trompo humano—O animal— Se lanzó hacia la exorcista. Esta a pesar de esquivarlo resultó herida por las corrientes de aire cortantes. Esto se repitió una y otra vez hasta que de pronto el akuma volvió a hablar.
— ¡Baila conmigo la samba, exorcista!
Y Juliette comenzó a preguntarse por segunda vez que era exorcista. De ahí perdió la noción del tiempo sumergiéndose en sus pensamientos intentando buscar una explicación lógica para todo eso, sin éxito alguno. Cuando volvió a la realidad Illya seguía estaba peleando con el gorila.
—Ese abrigo me costó bastante conseguirlo müll, tendrás que pagarlo con tu vida. — müll, basura en alemán según los conocimientos de Juliette.
La niña puso a trabajar su cerebro. Estaba bajo un hombre rechoncho junto con su mayordomo, no podría moverse hasta que le pidiera a Sébastien que apartara al buscador de encima de ellos. No podía quedarse con los brazos cruzados mientras observaba a la alemana hacerse con la “inocencia”, ella la tenía que conseguir primero para luego indicarle a Sébastien que los atrapara a todos para interrogarlos. Sin embargo, ¿Cómo iba ella a hacer algo así contra personas tan fuertes en el estado en que se encontraba? A juzgar por sus conocimientos, ni siquiera Sébastien era capaz de destruir el metal solo con los puños, ni siquiera con el rifle que llevaba guardado consigo en caso de emergencia —El cual Juliette sabía que no tardaría en usar— Debía pensar en algo rápido, antes de que la alemana lograra hacer algo con el gorila.
Un momento. ¿Había dicho bailar la samba?
La pequeña Fortscue esbozó una sonrisa imperceptible. Tenía un plan ¿Por qué no seguirle el juego al gorila?
—Sébastien, sácame de aquí abajo —Ordenó monótonamente a su mayordomo.
—Si, mi lady —Respondió de mala gana el guardaespaldas. Estaban perfectamente bien protegidos bajo el rechoncho, si Juliette pedía salir no podía significar nada bueno. Su protegida quería implicarse en la batalla. Y el no iba a dejarla tan fácilmente.
Sacó a Juliette, si. Pero la niña no volvió a tocar el suelo nunca, estando en brazos de su mayordomo con la delicadeza con la que se sostendría a una princesa. Después de unos minutos Juliette replicó.
—Te estas tardando mucho. Bájame ya —Volvió a ordenarle.
—No puedo —Respondió casi temerariamente. Esto enojó a la niña.
—¿Estás contradiciendo mi orden?
—Discúlpeme, pero no puedo dejarla exponerse al peligro como si nada. — Aunque sabía que de todas maneras Juliette encontraría manera de bajarse e implicarse, se mantuvo firme.
— ¡Bájame! ¡Es una orden!—Gritó con todo lo que sus pulmones daban, frente al rostro de su mayordomo. Este observó lo maleducada que era la niña con él como muchas otras veces, sin poder hacer nada. La niña tenía el ceño fruncido, y sus finas facciones denotaban furia. Sin querer hablar más el mayordomo la bajó.
Juliette, ignorando como trató al mayordomo frente a los presentes como si fuera algo natural, se dirigió a la bestia.
— ¿Quieres bailar samba?— Llamó la atención del gorila. —Pues, bailemos—Dijo mientras esbozaba una pequeña sonrisa.
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
¿En qué está pensando esa niña?
Illya, tanto como el Akuma, había volteado en el momento en que Juliette le habló al segundo. El rostro de la exorcista mostraba perplejidad, duda y miedo, ¿planeaba meterse en el embrollo?, ¿por qué razón?, y más importante ¿qué motivo le había llevado hasta allí?, ¿la Inocencia?, ¿por qué?
Tantas preguntas y tan pocas respuestas. Lo único que sabía la exorcista era que su deber era encontrar la Inocencia y proteger a los inocentes, aunque estos muy amablemente hubiesen accedido a meterse en el fogón de lleno y eso de alguna manera le fastidiase en su fuero interno, ¿es que no podía haber un día en que pudiesen los de la Orden hacer las cosas sin mucho problema? ¡Ja! ¡Siempre tenía que haber un pero que dificultase las cosas! ¿No era eso lo que llamaban drama?
—Una humana quiere bailar conmigo la samba —de pronto la idea hizo sonreír al gorilón. Sus enormes labios carnosos se deslizaron hacia los lados en una sonrisa de oreja a oreja que quedaba algo estúpidamente espeluznante— No está mal, ¿pero podrás vencerme? Desde que estuve en Brasil evolucionando me convertí en el mejor bailarín de samba de toda la historia —se mofó sacando su enorme pecho al frente con orgullo.
La pregunta es quién en su sano juicio accedió a enseñarte a bailar…, Illya volvió a sudar una gota, ¡era tan tonto… y condenadamente fuerte!
Pero se dio cuenta con ello que la mejor manera de solucionar el problema (o al menos conseguir acabar con el nivel dos), era siguiendo su juego por más vergonzoso o penoso que fuese. A ella le gustaba bailar, sí, pero hacerlo de la manera tan extravagante y exhibicionista a como lo hacía la bestia, le producía cierto escozor de verdadera pena ajena (y suya, cuando lo imitaba).
—¡Un momento! —Illya acaparó la atención del Akuma y buscadores con esa exclamación. A paso decidido, casi dando fuertes zancadas, comenzó a acercarse hasta sus compañeros, que la miraron con cierta expresión sorprendida— Si esto es un concurso, entonces yo también participaré —decidió con temple mientras tomaba de la mano a Alan y lo ayudaba a incorporarse.
Éste parpadeó sorprendido, y algo asustado al comprender las palabras de la exorcista, y más aún, en qué situación lo estaba metiendo.
—¡I-Illya-dono! N-no creo que sea pr-prudente…
—¡Nada es prudente en esta situación! —le siseó bajito entre divertida e histérica, y luego le hizo un guiño coqueto que dejó al otro sin habla— Así que baila conmigo, querido Alan~
El Akuma los miró a todos con expresión pensativa, concentrada; el ceño fruncido y los labios repentinamente apretados en sus mecánicas facciones.
—Mmm, bailar con parejas. Yo también puedo hacerlo —musitó mientras tomaba a uno de los nivel uno por los cañones y lo colocaba a su frente— Sea como sea, jamás podrán vencerme.
Illya parpadeó ladeando la cabeza descolocada; ¿planeaba tomar de pareja a alguien que ni siquiera podía pisar tierra, y mucho menos poseía sesos? Tenía que ver eso. Luego observó a Juliette de reojo y comprobó en sus colores que algo dentro de su pequeña cabecita se cocía a fuego lento, ¿es que ella también tenía título especialista en danzas sureñas?
Entonces el Akuma comenzó a cantar, lo que sería la canción de fondo que acompañaría ¿el concurso? Sorprendentemente su voz metálica, gruesa y tosca se afinó, mientras con un ladeo lento empezaba a danzar de la mejor manera y única que sabía hacer, sosteniendo al nivel uno con maestría y obligándolo a agitarse de la misma forma a como podía.
—¡Espera un momento! ¡Esa canción está en japonés y no en portugués! —replicó Illya al darse cuenta de la lengua que cantaba, muerta y poco conocida en esos momentos, cuando el país asiático estaba bajo las manos del Conde según los rumores, pero todavía existente.
Sombrero de charro, dialecto asiático e ínfulas de bailarín suramericano, ¿estaba ese Akuma realmente bien? Illya y Alan comenzaron a moverse, el buscador en plena forma imitando los pasos de la exorcista y poniendo su mejor empeño en ello, ¿qué haría Juliette por su parte? La alemana tenía curiosidad y deseaba saberlo, más por si eso ayudaba que otra cosa.
Mientras tanto, el viento seguía soplando como cuchilla, y en lo alto de la montaña, a unos varios metros por encima de sus cabezas, la Inocencia brillaba con repentina emoción chispeante.
Illya, tanto como el Akuma, había volteado en el momento en que Juliette le habló al segundo. El rostro de la exorcista mostraba perplejidad, duda y miedo, ¿planeaba meterse en el embrollo?, ¿por qué razón?, y más importante ¿qué motivo le había llevado hasta allí?, ¿la Inocencia?, ¿por qué?
Tantas preguntas y tan pocas respuestas. Lo único que sabía la exorcista era que su deber era encontrar la Inocencia y proteger a los inocentes, aunque estos muy amablemente hubiesen accedido a meterse en el fogón de lleno y eso de alguna manera le fastidiase en su fuero interno, ¿es que no podía haber un día en que pudiesen los de la Orden hacer las cosas sin mucho problema? ¡Ja! ¡Siempre tenía que haber un pero que dificultase las cosas! ¿No era eso lo que llamaban drama?
—Una humana quiere bailar conmigo la samba —de pronto la idea hizo sonreír al gorilón. Sus enormes labios carnosos se deslizaron hacia los lados en una sonrisa de oreja a oreja que quedaba algo estúpidamente espeluznante— No está mal, ¿pero podrás vencerme? Desde que estuve en Brasil evolucionando me convertí en el mejor bailarín de samba de toda la historia —se mofó sacando su enorme pecho al frente con orgullo.
La pregunta es quién en su sano juicio accedió a enseñarte a bailar…, Illya volvió a sudar una gota, ¡era tan tonto… y condenadamente fuerte!
Pero se dio cuenta con ello que la mejor manera de solucionar el problema (o al menos conseguir acabar con el nivel dos), era siguiendo su juego por más vergonzoso o penoso que fuese. A ella le gustaba bailar, sí, pero hacerlo de la manera tan extravagante y exhibicionista a como lo hacía la bestia, le producía cierto escozor de verdadera pena ajena (y suya, cuando lo imitaba).
—¡Un momento! —Illya acaparó la atención del Akuma y buscadores con esa exclamación. A paso decidido, casi dando fuertes zancadas, comenzó a acercarse hasta sus compañeros, que la miraron con cierta expresión sorprendida— Si esto es un concurso, entonces yo también participaré —decidió con temple mientras tomaba de la mano a Alan y lo ayudaba a incorporarse.
Éste parpadeó sorprendido, y algo asustado al comprender las palabras de la exorcista, y más aún, en qué situación lo estaba metiendo.
—¡I-Illya-dono! N-no creo que sea pr-prudente…
—¡Nada es prudente en esta situación! —le siseó bajito entre divertida e histérica, y luego le hizo un guiño coqueto que dejó al otro sin habla— Así que baila conmigo, querido Alan~
El Akuma los miró a todos con expresión pensativa, concentrada; el ceño fruncido y los labios repentinamente apretados en sus mecánicas facciones.
—Mmm, bailar con parejas. Yo también puedo hacerlo —musitó mientras tomaba a uno de los nivel uno por los cañones y lo colocaba a su frente— Sea como sea, jamás podrán vencerme.
Illya parpadeó ladeando la cabeza descolocada; ¿planeaba tomar de pareja a alguien que ni siquiera podía pisar tierra, y mucho menos poseía sesos? Tenía que ver eso. Luego observó a Juliette de reojo y comprobó en sus colores que algo dentro de su pequeña cabecita se cocía a fuego lento, ¿es que ella también tenía título especialista en danzas sureñas?
Entonces el Akuma comenzó a cantar, lo que sería la canción de fondo que acompañaría ¿el concurso? Sorprendentemente su voz metálica, gruesa y tosca se afinó, mientras con un ladeo lento empezaba a danzar de la mejor manera y única que sabía hacer, sosteniendo al nivel uno con maestría y obligándolo a agitarse de la misma forma a como podía.
—¡Espera un momento! ¡Esa canción está en japonés y no en portugués! —replicó Illya al darse cuenta de la lengua que cantaba, muerta y poco conocida en esos momentos, cuando el país asiático estaba bajo las manos del Conde según los rumores, pero todavía existente.
Sombrero de charro, dialecto asiático e ínfulas de bailarín suramericano, ¿estaba ese Akuma realmente bien? Illya y Alan comenzaron a moverse, el buscador en plena forma imitando los pasos de la exorcista y poniendo su mejor empeño en ello, ¿qué haría Juliette por su parte? La alemana tenía curiosidad y deseaba saberlo, más por si eso ayudaba que otra cosa.
Mientras tanto, el viento seguía soplando como cuchilla, y en lo alto de la montaña, a unos varios metros por encima de sus cabezas, la Inocencia brillaba con repentina emoción chispeante.
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
Al principio Juliette solo se quedó quieta, observando a ambas parejas bailar al ritmo de la canción japonesa —La cual causó gracia a Juliette— Cuando de pronto cayó en cuenta de que prácticamente el concurso ya había “comenzado” y peor aún, de que el concurso era en parejas. ¿De donde iba a sacar una pareja Juliette? Definitivamente Sébastien no era opción, el mayordomo medía cerca de dos metros y Juliette apenas y alcanzaba poco más debajo de su pecho. Bailar con el resultaría trágico para la pequeña.
Lo primero que volteo a ver Juliette fue a Héctor, quien observaba con una pequeña gotita en la sien a sus acompañantes bailar. Pensaba que probablemente no sería la mejor opción bailar con el gordito, pero no tenía de otra. Jaló de su mano. ¿Pedir bailar con el enemigo? ¿Tan desesperada estaba?
—Bailarás conmigo —No, definitivamente no fue una pregunta, fue una orden. Sin darle tiempo siquiera al pobre buscador de reaccionar, la niña lo tomó por ambos brazos.
—E-Espere, señorita Fortscue… —Pero la joven lo ignoró olímpicamente.
—Tú solo sígueme —No estaba muy segura, pero tenía que lograrlo por el bien de la población de Niza—«Clases pagadas de dos años de samba, espero que en verdad me hayan servido» —Rogó Juliette justo antes de tomar la posición inicial para comenzar a bailar.
La samba no era la danza favorita de Juliette, esta la consideraba algo no muy propio de una señorita para bailar, prefería el ballet, pero esta situación lo ameritaba. La niña se movía como un adulto lo haría, mas eso no era suficiente, su pareja también tenía que colaborar. Esto había estado preocupando a la niña, Héctor no lucía como un buen bailarín. Como se equivoco Juliette al pensar eso.
La joven comenzó a bailar y tomó ritmo rápidamente. Pero vaya sorpresa que se llevó de pronto.
Ella esperaba ver a Héctor inseguro por bailar con ella tan repentinamente. Pero a los minutos de comenzar con el baile, notó como de pronto su cuerpo lograba moverse con mas facilidad y fluidez que antes. La causa: Héctor.
El gordito lucía muy seguro de sí mismo en incluso parecía divertirse, bailaba tan bien que nadie lo hubiera creído. El mismo, cuando venían pasos en los que debía tomar de las manos a Juliette, tomaba a la niña y la impulsaba con tal fuerza que esta enseguida hacía el paso tan rápidamente como sus menudas extremidades se lo permitían.
Juliette estaba impresionada
— Eres muy bueno—Admitió cuando estuvo a la altura de su oído. Este le sonrió y siguió bailando.
Al poco tiempo ya estaban casi a la altura profesional del baile del akuma, pero la pareja ya estaba exhausta.
Juliette tenía las mejillas enrojecidas, llevaban un buen rato bailando y por su tersa y suave piel ya resbalaba una gota de sudor. Y Héctor no estaba muy diferente, aunque que le encantaba bailar su cuerpo no le permitía mucho esfuerzo físico.
La pequeña Fortscue de por sí se sentía desfallecer por todo el esfuerzo físico al cruzar las montañas, de no ser así habría aguantado mucho mas, pero sabía que al día siguiente iba a dolerle todo el cuerpo y probablemente amaneciera con varios moretones.
—Falta poco —Intentó animarse a sí misma, y de paso al buscador. Sus pasos ya se acercaban a los del akuma, solo había que esperar a que este admitiera la derrota —Si es que la admitía. ——Espero que ese gorila no sea muy resistente.
—Aunque no es posible, quiero desear que sí —Murmuró el buscador— «¿Esta bien que concurse contra Illya-dono?»—Por primera vez Héctor comenzó a preguntarse si lo que hacía realmente estaba bien-
Lo primero que volteo a ver Juliette fue a Héctor, quien observaba con una pequeña gotita en la sien a sus acompañantes bailar. Pensaba que probablemente no sería la mejor opción bailar con el gordito, pero no tenía de otra. Jaló de su mano. ¿Pedir bailar con el enemigo? ¿Tan desesperada estaba?
—Bailarás conmigo —No, definitivamente no fue una pregunta, fue una orden. Sin darle tiempo siquiera al pobre buscador de reaccionar, la niña lo tomó por ambos brazos.
—E-Espere, señorita Fortscue… —Pero la joven lo ignoró olímpicamente.
—Tú solo sígueme —No estaba muy segura, pero tenía que lograrlo por el bien de la población de Niza—«Clases pagadas de dos años de samba, espero que en verdad me hayan servido» —Rogó Juliette justo antes de tomar la posición inicial para comenzar a bailar.
La samba no era la danza favorita de Juliette, esta la consideraba algo no muy propio de una señorita para bailar, prefería el ballet, pero esta situación lo ameritaba. La niña se movía como un adulto lo haría, mas eso no era suficiente, su pareja también tenía que colaborar. Esto había estado preocupando a la niña, Héctor no lucía como un buen bailarín. Como se equivoco Juliette al pensar eso.
La joven comenzó a bailar y tomó ritmo rápidamente. Pero vaya sorpresa que se llevó de pronto.
Ella esperaba ver a Héctor inseguro por bailar con ella tan repentinamente. Pero a los minutos de comenzar con el baile, notó como de pronto su cuerpo lograba moverse con mas facilidad y fluidez que antes. La causa: Héctor.
El gordito lucía muy seguro de sí mismo en incluso parecía divertirse, bailaba tan bien que nadie lo hubiera creído. El mismo, cuando venían pasos en los que debía tomar de las manos a Juliette, tomaba a la niña y la impulsaba con tal fuerza que esta enseguida hacía el paso tan rápidamente como sus menudas extremidades se lo permitían.
Juliette estaba impresionada
— Eres muy bueno—Admitió cuando estuvo a la altura de su oído. Este le sonrió y siguió bailando.
Al poco tiempo ya estaban casi a la altura profesional del baile del akuma, pero la pareja ya estaba exhausta.
Juliette tenía las mejillas enrojecidas, llevaban un buen rato bailando y por su tersa y suave piel ya resbalaba una gota de sudor. Y Héctor no estaba muy diferente, aunque que le encantaba bailar su cuerpo no le permitía mucho esfuerzo físico.
La pequeña Fortscue de por sí se sentía desfallecer por todo el esfuerzo físico al cruzar las montañas, de no ser así habría aguantado mucho mas, pero sabía que al día siguiente iba a dolerle todo el cuerpo y probablemente amaneciera con varios moretones.
—Falta poco —Intentó animarse a sí misma, y de paso al buscador. Sus pasos ya se acercaban a los del akuma, solo había que esperar a que este admitiera la derrota —Si es que la admitía. ——Espero que ese gorila no sea muy resistente.
—Aunque no es posible, quiero desear que sí —Murmuró el buscador— «¿Esta bien que concurse contra Illya-dono?»—Por primera vez Héctor comenzó a preguntarse si lo que hacía realmente estaba bien-
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
—Héctor traidor —masculló Alan en cuanto vio a la pareja de la francesa para el concurso, nada más ni nada menos que su propio compañero buscador.
—No digas eso, mientras más ayuda, mejor —puntualizó Illya en medio de una voltereta, casi volando idéntica a una mariposa grácil deslizándose en el aire.
En realidad, era algo más que samba lo que hacía el Akuma; en varias ocasiones la exorcista lo había sorprendido haciendo pasos extravagantes al mero estilo del flamenco y la salsa, otra de las tantas cosas que seguían haciendo que ella pensara seriamente que en definitiva, aquel nivel dos tenía uno que otro cable cruzado, o desde su creación había salido en alguna parte de su cuerpo, un fusible defectuoso. O algo así. No es que fuese la maestra en anatomía de esas cosas.
—¿Quién nos dice que esa niña está aquí para ayudarnos, Illya-dono? —cuestionó Alan mirando por el rabillo del ojo a Juliette.
Pareció sorprendido cuando se dio cuenta de que, de buena gana, Héctor la estaba ayudando a igualar los pasos del Akuma. Si bien sabía que su amigo era un excéntrico, fan de cualquier cosa extravagante que podía oírse en toda Europa, tampoco creía que fuese a desenvolverse tan bien en una situación como aquella, y mucho menos estando de otro bando. Alan le fulminó con la mirada cuando casi parecían tener la victoria (si es que en realidad, hubiese tal contra un nivel dos que de seguro sólo buscaba matarlos de una retorcida forma que bien le podían dejar a su extraña imaginación), y Héctor le respondió con una mueca de disculpa, como si así excusara su inevitable instinto competitivo del momento.
Illya le dirigió una sonrisa pícara, coquetamente maquiavélica.
—Chico, tú no te enteras de nada —susurró, y la piel se le puso de gallina al joven buscador ante la carga de malicia que podían contener tan simples palabras.
El Akuma, que seguía moviéndose con el nivel uno sostenido, miró por el rabillo del ojo tanto a Illya como a Juliette, ambas verdaderas rivales para esa situación. Algo comenzaba a molestarle, y era la osadía de los humanos por intentar ganarle, ¡a él!, ¡que tantos trofeos y premios se había ganado bailando samba! (y el lector se preguntará en qué momento, y a cargo de qué loco eso sucedió~). Era un mal perdedor, no obstante, y aún así, la rabia que dirigió en una mirada fulminante a la exorcista y la francesa, les demostró que sabía muy bien que estaba tan igualado como derrotado; al final, todos daban el potencial que él se creía tener única y exclusivamente.
Cuando acabó de cantar “la pieza”, con el tono ligeramente ofuscado bajo la carga de sus sentimientos primitivos, azotó la montaña con el cuerpo ovalado del nivel uno mientras lanzaba un alarido, y en él, la tierra se estremeció como en un terremoto. Alan trastabilló, tanto como Héctor que se cayó al instante, mientras Illya buscaba sostenerse bajo la pared rocosa que tenía más cerca. Varias rocas comenzaron a descender desde la punta, peligrosas, y todos tuvieron que buscar de una manera u otra cómo esquivarlo, aunque sin mucha suerte. Una roca le rompió la cabeza a Alan y un hilillo de sangre manó de la herida. El brazo magullado de Héctor se resintió. Illya atrapó a tiempo una roca del mismo tamaño que su cabeza, que trató de partirle la misma, literalmente.
—¡No, no, no, y no! ¡Unas simples chiquillas no pueden haberme igualado en esto! ¡Si yo soy el master! ¡El mejor bailarín! ¡Todos lo decían! —exclamó azotando repetidas veces al otro esbirro y provocando fuertes sacudidas tras sacudidas.
Todo temblaba, e Illya cada paso lo trastabillaba con cuidado de no caerse, hasta que sucedió lo inevitable. Con ambas manos frenó la caída que bien le había podido partir el labio mientras su alrededor seguía siendo el caos personificado. Cuando inclinó la cabeza hacia arriba, observó al Akuma todavía descargando su impotencia ciega contra la montaña. De pronto algo más que rocas se deslizó hasta donde estaba ella; era frío, blanco, y se deshacía en su piel hasta volverse agua…
—¿Nieve? —la exorcista parpadeó inocentemente, hasta que otro chorro del mismo hielo condensado le roció la cabeza. Instantáneamente al darse cuenta de lo que venía, abrió los ojos como platos— ¡De-detente ahora mismo, bestia inmunda!
Pero el Akuma no dio señas de hacer caso. Desde arriba, algo comenzó a estremecerse más que la propia montaña con cada azotaina. Descendiendo como un ejército de diminutos y copiosos fantasmas inmaculados, la nieve se abría paso raudo a través de la superficie rocosa, comiéndose los metros que la separaban del suelo a velocidad apoteósica.
—¡Avalancha! —gritó Alan y buscó pegarse a la pared rocosa tal como Illya había atinado a hacer, para evitar que la marea se lo llevase.
En ese momento el Akuma se detuvo y miró al cielo, a tiempo para que una descarga violenta de nieve lo ocultase y empujase hasta perderlo de vista, igual al nivel uno magullado y de por sí, agonizante.
—No digas eso, mientras más ayuda, mejor —puntualizó Illya en medio de una voltereta, casi volando idéntica a una mariposa grácil deslizándose en el aire.
En realidad, era algo más que samba lo que hacía el Akuma; en varias ocasiones la exorcista lo había sorprendido haciendo pasos extravagantes al mero estilo del flamenco y la salsa, otra de las tantas cosas que seguían haciendo que ella pensara seriamente que en definitiva, aquel nivel dos tenía uno que otro cable cruzado, o desde su creación había salido en alguna parte de su cuerpo, un fusible defectuoso. O algo así. No es que fuese la maestra en anatomía de esas cosas.
—¿Quién nos dice que esa niña está aquí para ayudarnos, Illya-dono? —cuestionó Alan mirando por el rabillo del ojo a Juliette.
Pareció sorprendido cuando se dio cuenta de que, de buena gana, Héctor la estaba ayudando a igualar los pasos del Akuma. Si bien sabía que su amigo era un excéntrico, fan de cualquier cosa extravagante que podía oírse en toda Europa, tampoco creía que fuese a desenvolverse tan bien en una situación como aquella, y mucho menos estando de otro bando. Alan le fulminó con la mirada cuando casi parecían tener la victoria (si es que en realidad, hubiese tal contra un nivel dos que de seguro sólo buscaba matarlos de una retorcida forma que bien le podían dejar a su extraña imaginación), y Héctor le respondió con una mueca de disculpa, como si así excusara su inevitable instinto competitivo del momento.
Illya le dirigió una sonrisa pícara, coquetamente maquiavélica.
—Chico, tú no te enteras de nada —susurró, y la piel se le puso de gallina al joven buscador ante la carga de malicia que podían contener tan simples palabras.
El Akuma, que seguía moviéndose con el nivel uno sostenido, miró por el rabillo del ojo tanto a Illya como a Juliette, ambas verdaderas rivales para esa situación. Algo comenzaba a molestarle, y era la osadía de los humanos por intentar ganarle, ¡a él!, ¡que tantos trofeos y premios se había ganado bailando samba! (y el lector se preguntará en qué momento, y a cargo de qué loco eso sucedió~). Era un mal perdedor, no obstante, y aún así, la rabia que dirigió en una mirada fulminante a la exorcista y la francesa, les demostró que sabía muy bien que estaba tan igualado como derrotado; al final, todos daban el potencial que él se creía tener única y exclusivamente.
Cuando acabó de cantar “la pieza”, con el tono ligeramente ofuscado bajo la carga de sus sentimientos primitivos, azotó la montaña con el cuerpo ovalado del nivel uno mientras lanzaba un alarido, y en él, la tierra se estremeció como en un terremoto. Alan trastabilló, tanto como Héctor que se cayó al instante, mientras Illya buscaba sostenerse bajo la pared rocosa que tenía más cerca. Varias rocas comenzaron a descender desde la punta, peligrosas, y todos tuvieron que buscar de una manera u otra cómo esquivarlo, aunque sin mucha suerte. Una roca le rompió la cabeza a Alan y un hilillo de sangre manó de la herida. El brazo magullado de Héctor se resintió. Illya atrapó a tiempo una roca del mismo tamaño que su cabeza, que trató de partirle la misma, literalmente.
—¡No, no, no, y no! ¡Unas simples chiquillas no pueden haberme igualado en esto! ¡Si yo soy el master! ¡El mejor bailarín! ¡Todos lo decían! —exclamó azotando repetidas veces al otro esbirro y provocando fuertes sacudidas tras sacudidas.
Todo temblaba, e Illya cada paso lo trastabillaba con cuidado de no caerse, hasta que sucedió lo inevitable. Con ambas manos frenó la caída que bien le había podido partir el labio mientras su alrededor seguía siendo el caos personificado. Cuando inclinó la cabeza hacia arriba, observó al Akuma todavía descargando su impotencia ciega contra la montaña. De pronto algo más que rocas se deslizó hasta donde estaba ella; era frío, blanco, y se deshacía en su piel hasta volverse agua…
—¿Nieve? —la exorcista parpadeó inocentemente, hasta que otro chorro del mismo hielo condensado le roció la cabeza. Instantáneamente al darse cuenta de lo que venía, abrió los ojos como platos— ¡De-detente ahora mismo, bestia inmunda!
Pero el Akuma no dio señas de hacer caso. Desde arriba, algo comenzó a estremecerse más que la propia montaña con cada azotaina. Descendiendo como un ejército de diminutos y copiosos fantasmas inmaculados, la nieve se abría paso raudo a través de la superficie rocosa, comiéndose los metros que la separaban del suelo a velocidad apoteósica.
—¡Avalancha! —gritó Alan y buscó pegarse a la pared rocosa tal como Illya había atinado a hacer, para evitar que la marea se lo llevase.
En ese momento el Akuma se detuvo y miró al cielo, a tiempo para que una descarga violenta de nieve lo ocultase y empujase hasta perderlo de vista, igual al nivel uno magullado y de por sí, agonizante.
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
—¡Avalancha! —
A Juliette no le dio tiempo ni de reaccionar, cuando de pronto se sintió separada del suelo en un movimiento brusco. La niña sentía los pequeños e inofensivos —Por ahora— copos de nieve caer en su cabeza y perderse con la blancura de su cabello.
Ahora mismo— producto de los bruscos temblores provocados por la criatura— Se encontraba tirada en el suelo, pues había caído de sentón. Y estaba tan estupefacta al notar lo que estaba sucediendo, que ignoró a Héctor cuando este le gritaba que se quitara de en medio del camino. El buscador se había puesto a salvo pegándose al muro natural rocoso de la montaña.
Lo siguiente que vio fue al gorila metálico gigante desaparecer de su campo de visión. Luego comprendió que Tenía que huir de ahí. Intentó moverse, pero era inútil, estaba tan preocupada pensando en como parar aquella avalancha para evitar que llegara a Niza, que sus Funciones cerebrales ahora solo se concentraban en eso. Cuando se resignó —Cosa muy rara en ella— E intentó huir, ya era demasiado tarde.
Su instinto solo atinó a hacerse un ovillo en su mismo lugar. Sabía que estaba en serios problemas.
Estaba así, sintiendo como varios montones de nieve caían sobre su espalda y como las corrientes de viento le hacían daño, sin embargo aún sin cubrirla del todo. Aunque todo esto sucedía en unos minutos, a la pequeña Fortscue le parecieron horas.
Cuando, de pronto, una sensación muy diferente a la nieve cayó sobre su espalda. La niña dio un respingo de sorpresa. Era cálido, agradable, nada que ver con la fría y cruel nieve. No pesaba nada, era ligero, pero aún así desprendía de si un calor muy apacible. Por un enorme sentimiento de curiosidad, Juliette cometió el error de deshacer el ovillo para intentar averiguar que había sido eso, pero por desgracia miró hacia arriba y observó un enorme pedazo de nieve que no parecía estar nada suave, e iba directamente hacia ella.
Enseguida se tiró hacia atrás, bocarriba —Otro gran error producto del miedo— y cerró fuertemente los ojos. Sintió el impacto, si, pero nunca llego el peso que esperaba sobre su cuerpo. De pronto todo se volvió oscuro, sentía sus muñecas ser tomadas firmemente, pero no sabía por que.
Pasaron segundos, quizá incluso minutos cuando Juliette recuperó la consciencia. Ahora todo estaba oscuro y sentía la presión y desesperación que causaba estar en un lugar comprimido. La avalancha había acabado, pero por alguna razón ella aún tenía un espacio pequeño para poder respirar por lo menos, como si algo hubiera amortiguado los kilos de nieve que estaban destinados a sepultarla.
Levantó la mirada y se llevó una gran sorpresa.
—S-Sébastien
El mayordomo se encontraba encima de ella, y el era el que había recibido todo el impacto. Y aún así, este había permanecido de manera que su protegida no se hiriera, poniendo fuerza en sus extremidades para evitar caer el sobre ella y aplastarla.
Juliette estaba agradecida con su mayordomo desde siempre, pero ese día, como muchos otros, le había salvado la vida arriesgándose el mismo.
El mayordomo tenía los ojos cerrados, pero aún respiraba. Era increíble, aún inconsciente este permanecía con la tarea de protegerla.
Juliette sintió la necesidad de lagrimear, pero no lo hizo. Mantuvo la cordura y miro hacia un lado de ella, justo en su hombro sentía la misma calidez que le había provocado el objeto extraño minutos antes. Ladeo la cabeza y se encontró con un brillo verdoso.
Ladeo un poco mas la cabeza y ahora pudo ver un objeto extraño, brillaba con intensidad y transmitía un calor intenso. Era hermoso.
—I-inocencia —Articuló con ausencia en la mirada. Por alguna razón, un par de lágrimas resbalaron de sus ojos al ver aquel trozo de inocencia, sentía que la llamaba por alguna razón. Se sentía tan bien, como las pocas veces que podía estar con su madre y padre, juntos los tres.
Estiró su brazo derecho, vacilando, pero al final cerró entre sus deditos aquella luz verdosa, y tan pronto como lo hizo todo se volvió oscuro de nuevo.
Sébastien abrió los ojos con lentitud y lo primero que hizo fue buscar con la mirada a la figura bajo el, suspiró aliviado al ver que esta no se encontraba herida. Sin embargo se alarmó al ver que estaba inconsciente.
Con una fuerza descomunal el mayordomo se deshizo de toda la nieve que había sobre el, cuidando que a la niña bajo el no le pasara nada.
Se podía ver desde el exterior como emergía su cabeza, seguido de todo su cuerpo con Juliette en brazos. Una vez que estuvo fuera se recargó contra la pared de la montaña y se dejó caer.
Luego se dio cuenta de que su protegida traía algo fuertemente apretado en su mano derecha.
—¿Qué es esto? —Preguntó confundido y jadeante mientras intentaba quitárselo, sin éxito. —Brilla…Que extraño —Se dijo a sí mismo. Luego se ocupó de asegurarse de que la niña no estuviera herida de gravedad, al final pudo notar algo que lo alivio mucho —Solo esta dormida —Suspiró y se recargó contra la pared, sin prestarle atención al trozo fosforescente que su protegida traía agarrado.
A Juliette no le dio tiempo ni de reaccionar, cuando de pronto se sintió separada del suelo en un movimiento brusco. La niña sentía los pequeños e inofensivos —Por ahora— copos de nieve caer en su cabeza y perderse con la blancura de su cabello.
Ahora mismo— producto de los bruscos temblores provocados por la criatura— Se encontraba tirada en el suelo, pues había caído de sentón. Y estaba tan estupefacta al notar lo que estaba sucediendo, que ignoró a Héctor cuando este le gritaba que se quitara de en medio del camino. El buscador se había puesto a salvo pegándose al muro natural rocoso de la montaña.
Lo siguiente que vio fue al gorila metálico gigante desaparecer de su campo de visión. Luego comprendió que Tenía que huir de ahí. Intentó moverse, pero era inútil, estaba tan preocupada pensando en como parar aquella avalancha para evitar que llegara a Niza, que sus Funciones cerebrales ahora solo se concentraban en eso. Cuando se resignó —Cosa muy rara en ella— E intentó huir, ya era demasiado tarde.
Su instinto solo atinó a hacerse un ovillo en su mismo lugar. Sabía que estaba en serios problemas.
Estaba así, sintiendo como varios montones de nieve caían sobre su espalda y como las corrientes de viento le hacían daño, sin embargo aún sin cubrirla del todo. Aunque todo esto sucedía en unos minutos, a la pequeña Fortscue le parecieron horas.
Cuando, de pronto, una sensación muy diferente a la nieve cayó sobre su espalda. La niña dio un respingo de sorpresa. Era cálido, agradable, nada que ver con la fría y cruel nieve. No pesaba nada, era ligero, pero aún así desprendía de si un calor muy apacible. Por un enorme sentimiento de curiosidad, Juliette cometió el error de deshacer el ovillo para intentar averiguar que había sido eso, pero por desgracia miró hacia arriba y observó un enorme pedazo de nieve que no parecía estar nada suave, e iba directamente hacia ella.
Enseguida se tiró hacia atrás, bocarriba —Otro gran error producto del miedo— y cerró fuertemente los ojos. Sintió el impacto, si, pero nunca llego el peso que esperaba sobre su cuerpo. De pronto todo se volvió oscuro, sentía sus muñecas ser tomadas firmemente, pero no sabía por que.
Pasaron segundos, quizá incluso minutos cuando Juliette recuperó la consciencia. Ahora todo estaba oscuro y sentía la presión y desesperación que causaba estar en un lugar comprimido. La avalancha había acabado, pero por alguna razón ella aún tenía un espacio pequeño para poder respirar por lo menos, como si algo hubiera amortiguado los kilos de nieve que estaban destinados a sepultarla.
Levantó la mirada y se llevó una gran sorpresa.
—S-Sébastien
El mayordomo se encontraba encima de ella, y el era el que había recibido todo el impacto. Y aún así, este había permanecido de manera que su protegida no se hiriera, poniendo fuerza en sus extremidades para evitar caer el sobre ella y aplastarla.
Juliette estaba agradecida con su mayordomo desde siempre, pero ese día, como muchos otros, le había salvado la vida arriesgándose el mismo.
El mayordomo tenía los ojos cerrados, pero aún respiraba. Era increíble, aún inconsciente este permanecía con la tarea de protegerla.
Juliette sintió la necesidad de lagrimear, pero no lo hizo. Mantuvo la cordura y miro hacia un lado de ella, justo en su hombro sentía la misma calidez que le había provocado el objeto extraño minutos antes. Ladeo la cabeza y se encontró con un brillo verdoso.
Ladeo un poco mas la cabeza y ahora pudo ver un objeto extraño, brillaba con intensidad y transmitía un calor intenso. Era hermoso.
—I-inocencia —Articuló con ausencia en la mirada. Por alguna razón, un par de lágrimas resbalaron de sus ojos al ver aquel trozo de inocencia, sentía que la llamaba por alguna razón. Se sentía tan bien, como las pocas veces que podía estar con su madre y padre, juntos los tres.
Estiró su brazo derecho, vacilando, pero al final cerró entre sus deditos aquella luz verdosa, y tan pronto como lo hizo todo se volvió oscuro de nuevo.
Sébastien abrió los ojos con lentitud y lo primero que hizo fue buscar con la mirada a la figura bajo el, suspiró aliviado al ver que esta no se encontraba herida. Sin embargo se alarmó al ver que estaba inconsciente.
Con una fuerza descomunal el mayordomo se deshizo de toda la nieve que había sobre el, cuidando que a la niña bajo el no le pasara nada.
Se podía ver desde el exterior como emergía su cabeza, seguido de todo su cuerpo con Juliette en brazos. Una vez que estuvo fuera se recargó contra la pared de la montaña y se dejó caer.
Luego se dio cuenta de que su protegida traía algo fuertemente apretado en su mano derecha.
—¿Qué es esto? —Preguntó confundido y jadeante mientras intentaba quitárselo, sin éxito. —Brilla…Que extraño —Se dijo a sí mismo. Luego se ocupó de asegurarse de que la niña no estuviera herida de gravedad, al final pudo notar algo que lo alivio mucho —Solo esta dormida —Suspiró y se recargó contra la pared, sin prestarle atención al trozo fosforescente que su protegida traía agarrado.
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
Enteramente quedó sepultado el claro en el que habían estado todos de pie, luchando contra el Akuma a su peculiar manera. El rugido de la nieve precipitarse violentamente contra el suelo, fue escuchado desde la ciudad de Niza, e incluso gracias a la intensidad y la gran cantidad de nieve acumulada en la montaña, parte del desastre llegó a las primeras zonas habitadas antes de cruzar el límite rural. Por suerte a esas alturas, la dinámica de la masa gélida había degenerado bastante hasta sólo cubrir los primeros metros del camino hacia la entrada y sepultar con violencia una que otra casa que se hallaba cerca. La lejanía de la tercera montaña había sido útil.
—¿E-estamos con vida aún?
La voz tartamuda de Héctor sonó hueca y lejana, viniendo del interior de un cúmulo de nieve más curvado que los demás. Cuando emergió al exterior, salpicó innumerables copos en todas las direcciones mientras su boca se abría enteramente en busca del preciado aire que aunque estuviese frío y le cortara los pulmones, consideraba una verdadera bendición. Con su propio peso, y el haberse aferrado a una que otra roca medianamente suelta había conseguido no despegarse del sitio ni ser arrastrado por la avalancha. Al sentir el diafragma regular, Héctor miró a su alrededor y se sorprendió al encontrar únicamente a salvo tanto a Juliette como a su mayordomo.
—¿Alan?, ¿Illya-dono? —dijo temeroso de que lo peor les hubiese pasado a sus dos compañeros.
Sin embargo la contestación fue inmediata, desde otro rincón abultado de nieve.
—¡Agh, Héctor! ¡Sácame de aquí! —la voz de Illya sonó desesperada y pueril, como una tierna niña que se ha quedado encerrada en el armario.
El buscador no se lo pensó dos veces antes de avanzar hasta el origen de las agudas palabras de la exorcista y tantear el terreno hundiendo las manos en la nieve, dando palos de ciego.
—Illya-dono, ¿dónde se encuentra? —exclamaba azarado revolviendo la nieve a su alrededor.
Y de pronto unos finos pero firmes dedos se cerraron en torno a su muñeca, idénticos a garras. El buscador dio un chillido del susto, y mientras eso sucedía, Illya se impulsó apoyada de él para salir del mar de nieve que la tenía sepultada y, estaba demás decir, aprisionada. Héctor, aturdido, acabó cayéndose simultáneamente al no imponer la fuerza necesaria para mantenerse de pie. La exorcista respiró agitadamente y volteó a mirarlo con extrañeza.
—¿Te encuentras bien?
—S-si… n-no se preocupe por mí —gagueó en cuanto separó su cabeza de la nieve y escupió el hielo que se le había pegado a la boca.
—Qué bueno —murmuró la alemana sonriendo de medio labio mientras se descubría de entre la nieve a su lado una de sus Lacrime enterrada en la pared rocosa firmemente; de pronto suspiró angustiada— intenté tomar a Alan para que no se cayera, pero en un momento lo perdí, ¿no has dado con él aún?
Y la misma sensación fue contagiada hacia el buscador rechoncho con la misma rapidez en que comprendió sus palabras.
—¡Santo cielo, no! No lo he visto por ninguna parte, ¡no me diga que se ha caído! —incorporado como una bala, se puso las manos alrededor de su boca a modo de altavoz y empezó a gritar a pleno pulmón:— ¡Alan, Alan! ¿Me escuchas? ¿¡Dónde estás!?
Illya se sacudió la nieve mientras le escuchaba y se concentraba en captar la voz del otro buscador. Por el rabillo del ojo atisbó entonces de pronto a Sébastien junto a Juliette, los dos a salvos y una carga fue liberada de sus hombros como quién se quita de encima un par de piedras pesadas.
—¿Todo bien por allá, señor mayordomo? —cuestionó entonces mirando con preocupación a Juliette, ¿se había herido?, ¿sufría algún traumatismo por lo ocurrido?
—¡Aquí estoy! ¡Illya-dono, Héctor!
Entonces la voz de Alan se escuchó apagada, traída por el viento, desde un sitio que Illya no pudo identificar al instante. No obstante, comenzó a barrer el sitio con su mirada en busca de algún movimiento extraño o el origen de lo que escuchaba.
—Es Alan —le exclamó a Héctor y empezó a caminar a su alrededor— ¡¿Dónde estás, Alan?!
—Aq…jo…
—¡¿Qué?! —la exorcista se quedó quieta en el filo del claro aguzando el oído, con Héctor detrás suyo igual de ansioso.
—¡¡Aquí abajo!!
—Oh Mein Gott.
Illya se inclinó para mirar desde ese sitio lo que había a sus pies, y encontró para su sorpresa a la silueta de Alan sosteniéndose a duras penas de una rama sobresaliente en la montaña, empapado en nieve y temblando por la tensión en la que se encontraba.
—¡Alan! —gritó en casi un gemido de sorpresa— Cielos, ¡te vamos a subir enseguida, no te preocupes! —agregó entonces mirando a Héctor para que buscase las cuerdas, e inmediatamente volvió a girarse hacia el otro— ¡Y tampoco te muevas!
En menos de lo que canta un gallo Héctor estaba disponiendo la soga firmemente para que su compañera la tomara. Alan, en precario equilibrio se debatió en escoger el momento idóneo para hacerlo y acabó teniendo suerte de tomarla a tiempo y sujetarse con fuerza. Como una exhalación de alivio, empezó a ascender bajo el cuidado de Héctor.
Illya a un lado del relleno buscador miraba el proceso con el aliento cortado, puesto que la situación no terminaba de dejar de ser tensa.
Fue el resplandor verde que de pronto captó por el rabillo del ojo, en dirección a Juliette, como un destello nimio, repentino pero seguro, lo que hizo que dejara de observar a los dos buscadores y girase bruscamente la cabeza en dirección a los franceses nuevamente.
Eso que vi hace un momento en su mano… igual a un cálido rayo de sol...
Espera un minuto.
Sus pies se movieron solos y la acercaron hasta donde reposaba la pequeña de cabellos blancos, ignorando incluso la presencia de Sébastien que hacía el papel de centinela con ella. Illya se puso en cuclillas al nivel de la chica y la observó detalladamente, de arriba hacia abajo, hasta que sus ojos vivazmente se desviaron hacia sus manitas, donde apretaba algo que a pesar de estar cubierto, seguía reluciendo como un brillante cristal esmeralda.
La exorcista ahogó un gemido de sorpresa mientras sus ojos se abrían de par en par.
—¿Cómo es que ella ha logrado dar con la Inocencia? —susurró para sí misma paradójicamente fascinada con la escena, que parecía encerrar un sentido más profundo que la sola casualidad.
—¿E-estamos con vida aún?
La voz tartamuda de Héctor sonó hueca y lejana, viniendo del interior de un cúmulo de nieve más curvado que los demás. Cuando emergió al exterior, salpicó innumerables copos en todas las direcciones mientras su boca se abría enteramente en busca del preciado aire que aunque estuviese frío y le cortara los pulmones, consideraba una verdadera bendición. Con su propio peso, y el haberse aferrado a una que otra roca medianamente suelta había conseguido no despegarse del sitio ni ser arrastrado por la avalancha. Al sentir el diafragma regular, Héctor miró a su alrededor y se sorprendió al encontrar únicamente a salvo tanto a Juliette como a su mayordomo.
—¿Alan?, ¿Illya-dono? —dijo temeroso de que lo peor les hubiese pasado a sus dos compañeros.
Sin embargo la contestación fue inmediata, desde otro rincón abultado de nieve.
—¡Agh, Héctor! ¡Sácame de aquí! —la voz de Illya sonó desesperada y pueril, como una tierna niña que se ha quedado encerrada en el armario.
El buscador no se lo pensó dos veces antes de avanzar hasta el origen de las agudas palabras de la exorcista y tantear el terreno hundiendo las manos en la nieve, dando palos de ciego.
—Illya-dono, ¿dónde se encuentra? —exclamaba azarado revolviendo la nieve a su alrededor.
Y de pronto unos finos pero firmes dedos se cerraron en torno a su muñeca, idénticos a garras. El buscador dio un chillido del susto, y mientras eso sucedía, Illya se impulsó apoyada de él para salir del mar de nieve que la tenía sepultada y, estaba demás decir, aprisionada. Héctor, aturdido, acabó cayéndose simultáneamente al no imponer la fuerza necesaria para mantenerse de pie. La exorcista respiró agitadamente y volteó a mirarlo con extrañeza.
—¿Te encuentras bien?
—S-si… n-no se preocupe por mí —gagueó en cuanto separó su cabeza de la nieve y escupió el hielo que se le había pegado a la boca.
—Qué bueno —murmuró la alemana sonriendo de medio labio mientras se descubría de entre la nieve a su lado una de sus Lacrime enterrada en la pared rocosa firmemente; de pronto suspiró angustiada— intenté tomar a Alan para que no se cayera, pero en un momento lo perdí, ¿no has dado con él aún?
Y la misma sensación fue contagiada hacia el buscador rechoncho con la misma rapidez en que comprendió sus palabras.
—¡Santo cielo, no! No lo he visto por ninguna parte, ¡no me diga que se ha caído! —incorporado como una bala, se puso las manos alrededor de su boca a modo de altavoz y empezó a gritar a pleno pulmón:— ¡Alan, Alan! ¿Me escuchas? ¿¡Dónde estás!?
Illya se sacudió la nieve mientras le escuchaba y se concentraba en captar la voz del otro buscador. Por el rabillo del ojo atisbó entonces de pronto a Sébastien junto a Juliette, los dos a salvos y una carga fue liberada de sus hombros como quién se quita de encima un par de piedras pesadas.
—¿Todo bien por allá, señor mayordomo? —cuestionó entonces mirando con preocupación a Juliette, ¿se había herido?, ¿sufría algún traumatismo por lo ocurrido?
—¡Aquí estoy! ¡Illya-dono, Héctor!
Entonces la voz de Alan se escuchó apagada, traída por el viento, desde un sitio que Illya no pudo identificar al instante. No obstante, comenzó a barrer el sitio con su mirada en busca de algún movimiento extraño o el origen de lo que escuchaba.
—Es Alan —le exclamó a Héctor y empezó a caminar a su alrededor— ¡¿Dónde estás, Alan?!
—Aq…jo…
—¡¿Qué?! —la exorcista se quedó quieta en el filo del claro aguzando el oído, con Héctor detrás suyo igual de ansioso.
—¡¡Aquí abajo!!
—Oh Mein Gott.
Illya se inclinó para mirar desde ese sitio lo que había a sus pies, y encontró para su sorpresa a la silueta de Alan sosteniéndose a duras penas de una rama sobresaliente en la montaña, empapado en nieve y temblando por la tensión en la que se encontraba.
—¡Alan! —gritó en casi un gemido de sorpresa— Cielos, ¡te vamos a subir enseguida, no te preocupes! —agregó entonces mirando a Héctor para que buscase las cuerdas, e inmediatamente volvió a girarse hacia el otro— ¡Y tampoco te muevas!
En menos de lo que canta un gallo Héctor estaba disponiendo la soga firmemente para que su compañera la tomara. Alan, en precario equilibrio se debatió en escoger el momento idóneo para hacerlo y acabó teniendo suerte de tomarla a tiempo y sujetarse con fuerza. Como una exhalación de alivio, empezó a ascender bajo el cuidado de Héctor.
Illya a un lado del relleno buscador miraba el proceso con el aliento cortado, puesto que la situación no terminaba de dejar de ser tensa.
Fue el resplandor verde que de pronto captó por el rabillo del ojo, en dirección a Juliette, como un destello nimio, repentino pero seguro, lo que hizo que dejara de observar a los dos buscadores y girase bruscamente la cabeza en dirección a los franceses nuevamente.
Eso que vi hace un momento en su mano… igual a un cálido rayo de sol...
Espera un minuto.
Sus pies se movieron solos y la acercaron hasta donde reposaba la pequeña de cabellos blancos, ignorando incluso la presencia de Sébastien que hacía el papel de centinela con ella. Illya se puso en cuclillas al nivel de la chica y la observó detalladamente, de arriba hacia abajo, hasta que sus ojos vivazmente se desviaron hacia sus manitas, donde apretaba algo que a pesar de estar cubierto, seguía reluciendo como un brillante cristal esmeralda.
La exorcista ahogó un gemido de sorpresa mientras sus ojos se abrían de par en par.
—¿Cómo es que ella ha logrado dar con la Inocencia? —susurró para sí misma paradójicamente fascinada con la escena, que parecía encerrar un sentido más profundo que la sola casualidad.
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
A pesar de que claramente Sébastien no parecía pensar — A diferencia de Juliette — Que esas personas fueran enemigos, su primer reflejo por instinto al ver que Illya se acercaba fue acercar mas hacia el a Juliette, solo por prevención, además de que apretó aun mas el agarre.
Observó como los ojos de la joven exorcista frente a el se abrían de par en par, un claro signo de sorpresa. Por un momento el mayordomo se preguntó por que, pero luego de analizar un poco comprendió que muy probablemente se tratara del objeto brillante que su protegida sostenía en su puño fuertemente cerrado.
—Señorita... —Hizo una pausa, esperando que la exorcista completara la oración con su nombre — Si no le importa, me gustaría saber exactamente que sucede aquí. Mi ama, Juliette, por un momento penso que ustedes quisieran realizar una especie de emboscada a una de las muchas bandas fugitivas que habitan por estos lares. Pero ustedes no parecen ser gente con malas intenciones. Así que...¿Podrían explicarme, si no es mucha molestia, que ha sido exactamente aquel gorila que bailaba samba?—Preguntó sin perder la cordura, impasible y nada afectado al parecer. Era increible la facilidad con la que el mayordomo podía expresarse sin rencor. Y bueno, es normal para el siendo considerado el mas fuerte de toda Niza, después de todo según su punto de vista nadie mas que los descerebrados secuestradores que solían llevarse a Juliette se atreverían a retarlo.
Miró por unos minutos a su protegida, esperando respuesta. Y luego de observar mas detenidamente el objeto entre sus manos, decidió formular otra pregunta mas.
—¿Que es exactamente eso de la inocencia? —Las preguntas eran hechas con una voz tan corriente que pareciera que su dueño no había pasado por todo lo que en realidad pasó. — ¿Es en verdad algo malo?—
[Off= Perdon por el post cutre, me tengo que ir por que es el aniversario de mis abuelitos. Luego hare uno mas largo D=]
Observó como los ojos de la joven exorcista frente a el se abrían de par en par, un claro signo de sorpresa. Por un momento el mayordomo se preguntó por que, pero luego de analizar un poco comprendió que muy probablemente se tratara del objeto brillante que su protegida sostenía en su puño fuertemente cerrado.
—Señorita... —Hizo una pausa, esperando que la exorcista completara la oración con su nombre — Si no le importa, me gustaría saber exactamente que sucede aquí. Mi ama, Juliette, por un momento penso que ustedes quisieran realizar una especie de emboscada a una de las muchas bandas fugitivas que habitan por estos lares. Pero ustedes no parecen ser gente con malas intenciones. Así que...¿Podrían explicarme, si no es mucha molestia, que ha sido exactamente aquel gorila que bailaba samba?—Preguntó sin perder la cordura, impasible y nada afectado al parecer. Era increible la facilidad con la que el mayordomo podía expresarse sin rencor. Y bueno, es normal para el siendo considerado el mas fuerte de toda Niza, después de todo según su punto de vista nadie mas que los descerebrados secuestradores que solían llevarse a Juliette se atreverían a retarlo.
Miró por unos minutos a su protegida, esperando respuesta. Y luego de observar mas detenidamente el objeto entre sus manos, decidió formular otra pregunta mas.
—¿Que es exactamente eso de la inocencia? —Las preguntas eran hechas con una voz tan corriente que pareciera que su dueño no había pasado por todo lo que en realidad pasó. — ¿Es en verdad algo malo?—
[Off= Perdon por el post cutre, me tengo que ir por que es el aniversario de mis abuelitos. Luego hare uno mas largo D=]
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Re: Reclutamiento de Juliette Fortscue (Niza, Francia)
Illya al escuchar de pronto la voz de Sébastien dirigirse hacia ella, alzó los ojos lentamente para mirarle y en el momento de la pausa, dejó que ésta transcurriera más de lo esperado antes de responder casi en un murmullo, tratando de despejar las ideas en su cabeza sobre lo que veía:
—Illyana.
—Si no le importa, me gustaría saber exactamente qué sucede aquí. Mi ama, Juliette, por un momento pensó que ustedes querían realizar una especie de emboscada a una de las muchas bandas fugitivas que habitan por estos lares. Pero ustedes no parecen ser gente con malas intenciones. Así que... ¿Podrían explicarme, si no es mucha molestia, que ha sido exactamente aquel gorila que bailaba samba?
Por su parte, Illya abrió los ojos como platos, prendada del detalle sobre la “emboscada a la banda fugitiva”. La idea en sí era irrisoria, pero no dejó de parecerle impresionante además.
—¿Qué nosotros qué, por qué y para qué? —parpadeó confundida.
En ese mismo momento Alan regresaba a la superficie, suspirando pesadamente por el susto y con un Héctor sonriente que le puso una mano en el hombro de forma amistosa mientras asentía. Ambos buscaron a la exorcista con la mirada y la encontraron junto con Sébastien, lo que hizo que los dos formaran idénticas muecas dubitativas en sus rostros.
La exorcista suspiró, se sentó con las piernas pegadas contra su pecho, abrazadas por sus brazos y continuó mirando la Inocencia que cargaba en su mano Juliette como si tratase de desentrañar la anormal situación. Los colores de la niña eran apacibles, por lo que obviamente se encontraba durmiendo; los de su sirviente, por el contrario, mostraban que ansiaba en realidad una respuesta pronta y satisfactoria, por más calmado que estuviese su rostro. ¿Preocupación por su protegida? Probablemente.
—Vamos a ver, ¿por dónde empiezo?
Illya estuvo un cuarto de hora relatándole a Sébastien todo lo que concernía a su mundo: exorcistas, Akumas, Inocencia, materia oscura, la Orden del Vaticano, Dios y el Conde Milenario. Realmente, los dos buscadores al principio la miraron con gesto reprobador al escuchar lo que contaba, pero al cabo de un tiempo le dejaron continuar, pensando que la joven sabía bien lo que hacía y por qué razón. Cuando terminó, dio una larga exhalada, como si hubiese contado la historia de toda su vida, y sonrió con algo de pesar. No demostraba realmente que le importaba si el hombre le había creído o no.
—Lamento tanto que se hayan tenido que involucrar en esta situación tan peligrosa, pero supongo que tu protegida tenía buenas intenciones al querer detenernos pensando que éramos una amenaza para su ciudad. De cierta manera es admirable —repuso mirando a la aludida con gesto tranquilo, sonriendo cándidamente.
De pronto Héctor intervino en la conversación. Comenzaba a hacer más frío del habitual y el silencio sepulcral en la montaña le daba mala espina.
—I-Illya-dono… recuerde, la Inocencia.
Lo que hizo que la exorcista diese un respingo.
—¡Ah, es verdad! —miró a Sébastien, con gesto significativo y luego a Juliette— Espero no le moleste, pero nos sentiremos más seguros si la Inocencia está en nuestras manos lo más pronto posible.
Musitaba mientras tanteaba las manitas de Juliette e intentaba abrirlas sutilmente para dar acceso al cristal divino, que más expuesto al aire, emitía cierto brillo cálido conmovedor.
—Illyana.
—Si no le importa, me gustaría saber exactamente qué sucede aquí. Mi ama, Juliette, por un momento pensó que ustedes querían realizar una especie de emboscada a una de las muchas bandas fugitivas que habitan por estos lares. Pero ustedes no parecen ser gente con malas intenciones. Así que... ¿Podrían explicarme, si no es mucha molestia, que ha sido exactamente aquel gorila que bailaba samba?
Por su parte, Illya abrió los ojos como platos, prendada del detalle sobre la “emboscada a la banda fugitiva”. La idea en sí era irrisoria, pero no dejó de parecerle impresionante además.
—¿Qué nosotros qué, por qué y para qué? —parpadeó confundida.
En ese mismo momento Alan regresaba a la superficie, suspirando pesadamente por el susto y con un Héctor sonriente que le puso una mano en el hombro de forma amistosa mientras asentía. Ambos buscaron a la exorcista con la mirada y la encontraron junto con Sébastien, lo que hizo que los dos formaran idénticas muecas dubitativas en sus rostros.
La exorcista suspiró, se sentó con las piernas pegadas contra su pecho, abrazadas por sus brazos y continuó mirando la Inocencia que cargaba en su mano Juliette como si tratase de desentrañar la anormal situación. Los colores de la niña eran apacibles, por lo que obviamente se encontraba durmiendo; los de su sirviente, por el contrario, mostraban que ansiaba en realidad una respuesta pronta y satisfactoria, por más calmado que estuviese su rostro. ¿Preocupación por su protegida? Probablemente.
—Vamos a ver, ¿por dónde empiezo?
Illya estuvo un cuarto de hora relatándole a Sébastien todo lo que concernía a su mundo: exorcistas, Akumas, Inocencia, materia oscura, la Orden del Vaticano, Dios y el Conde Milenario. Realmente, los dos buscadores al principio la miraron con gesto reprobador al escuchar lo que contaba, pero al cabo de un tiempo le dejaron continuar, pensando que la joven sabía bien lo que hacía y por qué razón. Cuando terminó, dio una larga exhalada, como si hubiese contado la historia de toda su vida, y sonrió con algo de pesar. No demostraba realmente que le importaba si el hombre le había creído o no.
—Lamento tanto que se hayan tenido que involucrar en esta situación tan peligrosa, pero supongo que tu protegida tenía buenas intenciones al querer detenernos pensando que éramos una amenaza para su ciudad. De cierta manera es admirable —repuso mirando a la aludida con gesto tranquilo, sonriendo cándidamente.
De pronto Héctor intervino en la conversación. Comenzaba a hacer más frío del habitual y el silencio sepulcral en la montaña le daba mala espina.
—I-Illya-dono… recuerde, la Inocencia.
Lo que hizo que la exorcista diese un respingo.
—¡Ah, es verdad! —miró a Sébastien, con gesto significativo y luego a Juliette— Espero no le moleste, pero nos sentiremos más seguros si la Inocencia está en nuestras manos lo más pronto posible.
Musitaba mientras tanteaba las manitas de Juliette e intentaba abrirlas sutilmente para dar acceso al cristal divino, que más expuesto al aire, emitía cierto brillo cálido conmovedor.
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