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Las imágenes utilizadas en el skin no son de nuestra propiedad, todas pertenecen a sus respectivos autores y son usadas sin animo de lucro. Sólo la edición y arreglo de estas pertenecen al foro.
Todo el material que se publique dentro del foro es y será propiedad de su creador a menos que se indique lo contrario.
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Emilio//One-shot
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Emilio//One-shot
[Nota del Autor: Bien, he aquí el one-shot que escribí para el concurso de Halloween y que resultó ganador Espero y lo disfruten tanto como yo disfruté escribiéndolo, y si lo desean, dejar algún comentario sobre él :3 Enjoy~ ;D]
EMILIO
Barriendo con su vista el suelo, un par de camelias se destacaron entre todo el verdor de la grama. Estiró su brazo y arrancó de raíz una de las flores, sólo para darse cuenta que el par de camelias estaban unidas desde el origen. Tomó las flores entre sus manos y las observó detenidamente. Sin poder evitarlo, una sonrisa se le escapó y, levantándose y corriendo en dirección a su hogar, comenzó a recordar.
Desde pequeña había conocido a un par de niños, Kyllian y Damien, el único caso en Toulousse y quizás en toda Francia de siameses (extraña denominación dada por los médicos franceses para los niños unidos) que compartían casi todo su cuerpo, es decir, que se veían como un niño con dos cabezas; eran sus vecinos y, pese a que eran muy discriminados, durante varios años habían vivido de lo más normal.
Sin embargo, hacía cerca de dos años unos médicos habían hecho algo completamente impensable y riesgoso a pedido de los padres de los siameses; cortar la cabeza de Kyllian, pues consideraban que era "malvada" y, por tanto, una mala influencia para el inocente Damien, que no tenía nada de culpa del estado mental de su siamés.
¿Dónde estará Damien? Pensó Coralie viendo las camelias unidas que traía en sus manos, las cuales deseaba regalárselas a su amigo, quien luego de la exitosa extirpación de Kyllian de su cuerpo, había logrado seguir viviendo tal y como siempre, sin tener más que una gran cicatriz en el cuello.
Al llegar a la calle en donde estaba ubicada su humilde morada, ésta estaba justo sobre la frutería de su familia, no encontró a Damien. Aquello le extrañó, pero a la vez no, puesto que Damien desde hacía varias semanas había estado actuando bastante extraño.
–¡Faith! ¿Cómo estás? –preguntó sonriente acercándose a la pequeña hermana adoptada de su amigo, quien, sentada junto a la caja de manzanas y jugueteando con una de las frutas, no le contestó–. ¿Sabes dónde está tu hermanito, Faith? –preguntó sin tomarle importancia al hecho que la niña no hubiera tomado en cuenta su saludo, pues ella, pese a sus seis años, no hablaba mucho.
–Casa… Emilio –dos palabras que alertaron a la rubia, que partió inmediatamente hacia la casa de Damien.
Emilio era un niño del barrio, hijo de inmigrantes americanos, que desde que había arribado a aquellos lares cuando Coralie tenía cuatro años, parecía haber consagrado su existencia a arruinarles la vida a Damien y Kyllian. De allí que todos los habían conocido como “monstruo”, “fenómenos” o “adefesios”, y por mucho que los siameses habían ocultado bien sus emociones, Coralie sabía que aquello los había afectado profundamente.
Como era común que las puertas principales estuvieran sin ningún tipo de cerrojo, Coralie no tuvo ningún problema para ingresar a la residencia de Damien. Sus padres no estaban, como siempre a aquella hora, y las cortinas estaban corridas, por lo que no pasaba ningún rayo de luz al interior de la morada. No había ruido alguno, el silencio era total, tenso y pesado.
–¿Damien? ¿Dónde estás? –preguntó casi tímidamente, caminando lentamente por el pequeño salón principal y yendo hacia el sector de las habitaciones. Eran sólo dos cuartos, uno de los padres y uno que compartía su amigo con Faith, pero pensó que quizás estaba en alguno de ellos.
Sus pasos resonaban fuertemente sobre el suelo de madera y al acercarse a la primera habitación, la de los padres de Damien, notó que estaba entreabierta. Las cortinas no debían de estar descorridas, pues para dentro las sombras devoraban todo, pero aún así empujó con cuidado la puerta hasta que chocó con algo que no era la pared.
Sus ojos color rubí no tardaron mucho en acostumbrarse a la oscuridad, por lo que al contemplar el suelo vio algo grande e inerte, de lo que manaba una sustancia oscura que manchaba el suelo. Indecisa y con el corazón en el puño, Coralie alzó la mirada hacia un bulto oscuro que estaba sobre la cama y observó a Damien, de quien apenas distinguía sus facciones.
–D-Da… –no podía articular palabra, el terror le oprimía el pecho y le cerraba la garganta. Sus ojos estaban abiertos completamente y todo su interior se había helado; no sabía en que momento había comenzado a temblar.
–No se coloca, no se coloca –musitaba Damien, intentando que la cabeza de Emilio, que tenía una expresión de horror y dolor, se quedara unida a su cuello, justo sobre la cicatriz que tenía, donde alguna vez había estado Kyllian antes de ser asesinado quirúrgicamente.
Coralie, al principio en un shock que la paralizó y permitió que las camelias unidas que llevaban cayeran al suelo y se tiñeran rápidamente de carmín, quería gritar, quería escapar. Sin embargo, al intentar retroceder se resbaló con el líquido oscuro que emanaba el cuerpo sin vida y sin cabeza de Emilio, tirado tras la puerta.
–Damien extraña mucho a Kyllian, ¿tú no, Coralie?
Desde pequeña había conocido a un par de niños, Kyllian y Damien, el único caso en Toulousse y quizás en toda Francia de siameses (extraña denominación dada por los médicos franceses para los niños unidos) que compartían casi todo su cuerpo, es decir, que se veían como un niño con dos cabezas; eran sus vecinos y, pese a que eran muy discriminados, durante varios años habían vivido de lo más normal.
Sin embargo, hacía cerca de dos años unos médicos habían hecho algo completamente impensable y riesgoso a pedido de los padres de los siameses; cortar la cabeza de Kyllian, pues consideraban que era "malvada" y, por tanto, una mala influencia para el inocente Damien, que no tenía nada de culpa del estado mental de su siamés.
¿Dónde estará Damien? Pensó Coralie viendo las camelias unidas que traía en sus manos, las cuales deseaba regalárselas a su amigo, quien luego de la exitosa extirpación de Kyllian de su cuerpo, había logrado seguir viviendo tal y como siempre, sin tener más que una gran cicatriz en el cuello.
Al llegar a la calle en donde estaba ubicada su humilde morada, ésta estaba justo sobre la frutería de su familia, no encontró a Damien. Aquello le extrañó, pero a la vez no, puesto que Damien desde hacía varias semanas había estado actuando bastante extraño.
–¡Faith! ¿Cómo estás? –preguntó sonriente acercándose a la pequeña hermana adoptada de su amigo, quien, sentada junto a la caja de manzanas y jugueteando con una de las frutas, no le contestó–. ¿Sabes dónde está tu hermanito, Faith? –preguntó sin tomarle importancia al hecho que la niña no hubiera tomado en cuenta su saludo, pues ella, pese a sus seis años, no hablaba mucho.
–Casa… Emilio –dos palabras que alertaron a la rubia, que partió inmediatamente hacia la casa de Damien.
Emilio era un niño del barrio, hijo de inmigrantes americanos, que desde que había arribado a aquellos lares cuando Coralie tenía cuatro años, parecía haber consagrado su existencia a arruinarles la vida a Damien y Kyllian. De allí que todos los habían conocido como “monstruo”, “fenómenos” o “adefesios”, y por mucho que los siameses habían ocultado bien sus emociones, Coralie sabía que aquello los había afectado profundamente.
Como era común que las puertas principales estuvieran sin ningún tipo de cerrojo, Coralie no tuvo ningún problema para ingresar a la residencia de Damien. Sus padres no estaban, como siempre a aquella hora, y las cortinas estaban corridas, por lo que no pasaba ningún rayo de luz al interior de la morada. No había ruido alguno, el silencio era total, tenso y pesado.
–¿Damien? ¿Dónde estás? –preguntó casi tímidamente, caminando lentamente por el pequeño salón principal y yendo hacia el sector de las habitaciones. Eran sólo dos cuartos, uno de los padres y uno que compartía su amigo con Faith, pero pensó que quizás estaba en alguno de ellos.
Sus pasos resonaban fuertemente sobre el suelo de madera y al acercarse a la primera habitación, la de los padres de Damien, notó que estaba entreabierta. Las cortinas no debían de estar descorridas, pues para dentro las sombras devoraban todo, pero aún así empujó con cuidado la puerta hasta que chocó con algo que no era la pared.
Sus ojos color rubí no tardaron mucho en acostumbrarse a la oscuridad, por lo que al contemplar el suelo vio algo grande e inerte, de lo que manaba una sustancia oscura que manchaba el suelo. Indecisa y con el corazón en el puño, Coralie alzó la mirada hacia un bulto oscuro que estaba sobre la cama y observó a Damien, de quien apenas distinguía sus facciones.
–D-Da… –no podía articular palabra, el terror le oprimía el pecho y le cerraba la garganta. Sus ojos estaban abiertos completamente y todo su interior se había helado; no sabía en que momento había comenzado a temblar.
–No se coloca, no se coloca –musitaba Damien, intentando que la cabeza de Emilio, que tenía una expresión de horror y dolor, se quedara unida a su cuello, justo sobre la cicatriz que tenía, donde alguna vez había estado Kyllian antes de ser asesinado quirúrgicamente.
Coralie, al principio en un shock que la paralizó y permitió que las camelias unidas que llevaban cayeran al suelo y se tiñeran rápidamente de carmín, quería gritar, quería escapar. Sin embargo, al intentar retroceder se resbaló con el líquido oscuro que emanaba el cuerpo sin vida y sin cabeza de Emilio, tirado tras la puerta.
- Imagen Halloween 2016 Encontrada:
–Damien extraña mucho a Kyllian, ¿tú no, Coralie?
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